Capítulo 5
Un día nuevo se avecinaba, y no precisamente porque el sol fuera a salir, sino que había nuevas noticias en el pueblo. El alboroto, siendo las cinco de la mañana, no pasó desapercibido por quienes aún dormían; entre ellos, Jung Kook, el cual tuvo alguna que otra extraña pesadilla, abrió los ojos de golpe y se levantó de la cama para asomarse por su ventana y ver qué era lo que estaba ocurriendo.
Tantas voces hablando juntas en un tono molesto, casi agresivo, lo perturbaron y hasta lo asustaron. Se preguntaba si sus padres estarían ahí también, pero era algo que dudaba. Su padre tenía un sueño muy profundo y era difícil que algo lo despertara.
Afuera estaba oscuro pero se veía a algunos con sus lamparitas de aceite viejas y oxidadas. Jung Kook no entendía de qué hablaban ya que cada uno de los que estaba reunido en ese gran círculo parecía estar a los gritos.
Al salir de su cuarto, encontró a su madre observando curiosa por la puerta de la entrada, aún con su bata puesta. Al darse cuenta de que su hijo había despertado, lo llamó para que se quedara junto a ella a escuchar.
—¿Qué ocurre madre?
—No lo sé, pero creo que algo muy malo. Tu padre está ahí.
—¿Él despertó?—preguntó asombrado.
Observaron así, madre e hijo por un largo rato. Todos los que estaban allí eran hombres. Kook pudo notar que incluso estaba el sacerdote, quien parecía querer apaciguar el ambiente. La poca luz que había no le permitía distinguir quiénes eran los que gritaban, pero seguramente si su padre estaba ahí como dijo su madre, debía ser uno de ellos.
—No es momento para ponerse a discutir señores—dijo el sacerdote alzando su voz—,tampoco nadie va a salir del pueblo por su cuenta. No sean imprudentes y piensen antes de actuar.
—¡Han matado a mi hija!—respondió uno de los hombres allí presentes—¡Debo cobrar venganza de esa criatura inmunda!
Jung Kook abrió los ojos sorprendido por haber escuchado eso. Nunca había pasado nada parecido en el pequeño pueblo; la seguridad y precaución de la comunidad siempre fue buena, por ello saber que había pasado algo tan trágico lo dejaba impactado. Se preguntaba quién había sido la víctima y quién el criminal.
Poco después de que siguieran hablando entre ellos, todos se calmaron un poco. El señor Jeon volvió a su casa y se encontró a su esposa e hijo mirándolo con miedo.
—¿Qué hacen ahí?—preguntó enojado.
—Escuchamos el alboroto, ¿qué pasó?
Como si no quisiera contar de qué estuvieron hablando en ese ruidoso círculo, el hombre gruñó y fue directamente a sentarse en el comedor. El sol ya estaba saliendo y apenas había dormido, se sentía cansado. Su esposa e hijo lo siguieron y se quedaron de pie junto a la mesa, esperando que dijera algo.
Jung Kook estaba preocupado, asustado y, al mismo tiempo, intrigado. Si en realidad había sido una de esas criaturas en las que él nunca prestó mucha atención, entonces su curiosidad lo iba a llevar a meterse en la búsqueda de ésta. Suponía que la terquedad de los hombres más grandes del pueblo llevó a idear alguna especie de caza, en la que saldrían a buscar a esa supuesta criatura.
—Los Yook escucharon ruidos extraños dentro de la casa y cuando fueron al cuarto de su hija la encontraron muerta—les comentó seriamente—.Esas criaturas ahora nos acechan. No quiero que salgan de la casa, menos tú mujer.
Su esposa, más asustada que antes, asintió con rapidez y tomó el brazo de su hijo.
—¿Qué haremos ahora? Este pueblo nunca fue víctima de ese tipo de atrocidades.
—Haremos lo que se debe —contestó enseguida el hombre—.El Sacerdote pide calma, pero con eso no haremos más que bajar la guardia y ellos volverán a atacar.
Jung Kook pensaba en ello y terminaba por comprender que su padre estaba en lo correcto, pero por otra parte había una opinión contradictoria. Estaba de a cuerdo con que si bajaban la guardia volvería a suceder, pero precipitarse no era bueno tampoco. Su opinión dividida en dos lo dejó muy pensativo, pero no por ello su padre lo dejó debatir consigo mismo. Le dijo que iría con él y con los otros hombres para realizar la caza de esa criatura. Una criatura la cual no sabían lo que era en realidad.
Los días fueron pasando e hicieron uso de alguna de las medidas de seguridad que idearon. En las noches harían turnos de vigilancia, armados con su escopetas y otras armas para defenderse. La alarma sería la campana de la pequeña iglesia donde allí había también alguien que sería alertado por el sonidos de los disparos. El plan era simple, pero peligroso. No sabían a lo que se enfrentarían y aun así debían arriesgarse si no querían tener otra visita inesperada.
La caza había quedado pospuesta, ya que no eran muchos habitantes y si la mitad de ellos se marchaba mientras que dejaba a una pobre vigilancia a la intemperie, todo podía acabar en una tragedia. Prefirieron entonces quedarse a la defensiva, lo cual era lo más seguro. Jung Kook tuvo que vigilar una de esas noche cerca del camino que llevaba a la ciudad. No estaba muy alejado de otro más quien se encontraba a unos metros, cerca de la entrada del pueblo. Era la primera noche que le tocaba vigilancia, por lo tanto se encontraba nervioso. Admitía que tenía miedo, su poca confianza con un arma en la mano lo hacía dudar de su propia capacidad de defensa.
Las horas fueron pasando lentamente, el sueño de a poco lo quería atrapar hasta hacerlo caer sobre el césped. Resistió a pesar de que los párpados lo incitaban a abandonar su tarea de vigilancia y pasó una noche tranquila para su suerte. A pesar de que nada más que el ruido del viento de algunos animales se podía escuchar entre el espesor de árboles que tenía tan cerca, relajó sus músculo y se apoyó sobre la barandilla de madera solo para reposar el dolor de sus pies.
Miró a su alrededor y luego se fijó en ese anillo que le había sido regalado. Lo llevaba puesto en su mano derecha; ni siquiera sabía por qué lo seguía teniendo después de haber visto aquella escena y aquel desconocido de cabello grisáceo. Por algún motivo algo le decía que era una especie de amuleto con el que estaría protegido, y más aún en ese primer turno en que tenía que estar solo.
Pasadas las tres de la madrugada, el cuerpo del Kook empezaba a aflojar. Ahora estaba sentado, apoyando su espalda contra aquella vieja madera intentando acomodarse. El viento frío pegaba contra su mejilla no dejándolo dormir. Era como si quisiera advertirle que no debía dormirse allí, y efectivamente, debido al cortante viento que parecía querer rasgar su piel, Jung Kook se dio cuenta de que algo estaba entre los arbustos. No lo notó enseguida, si no que después de haber dado unos pasos hacía allí, lo pudo ver. No distinguió si acaso era un animal o una persona, pero los ojo que acechaban a través de las hojas no eran inofensivos. Al alumbrar de lleno con su lámpara oxidada, lo que fuera que estuvo allí quién sabía cuanto tiempo observándolo, se removió bruscamente y dio un salto hacia atrás.
Jung Kook tenía miedo, pero también curiosidad por saber qué era eso. Sus pies caminaron hacia el lugar, adentrándose en la vegetación. La oscuridad era tal que su iluminación tan pobre le permitía ver a muy corta distancia. Hizo silencio y observó a su alrededor lo que pudo; sin soltar el arma, la cual estaba cargada, apuntó mientras se giraba silenciosamente.
Hubo tres minutos de puro silencio. Jung Kook se quedó estático repentinamente, algo rozó su nuca, una voz entró por su oído y un escalofrío en la espalda lo obligó a darse la vuelta bruscamente. Sus ojos por fin encontraron lo que lo había estado observando. Claramente era una persona, pero no cualquier persona. Ese chico de cabello castaño y perfecto rostro afinado lo observó seriamente, dando un paso atrás.
—¿Quién eres?—preguntó Jung Kook imitando su movimiento para alejarse.
—Más bien yo debería preguntarte eso—el chico mostró sus dientes agresivamente, haciendo notar sus afilados colmillos—,ese anillo no te pertenece. ¡Dámelo!
Asustado por lo que vio, el menor negó con la cabeza y se alejó con prisa de esa criatura. No tuvo tiempo de reaccionar y disparar, simplemente corrió lo más rápido que pudo y salió de entre los arbustos y árboles. Giró su cabeza pensando que sería perseguido, pero para su sorpresa, aquel chico no lo hizo. Frenó sus pasos de golpe y se quedó observando desde la distancia como el castaño salía de entre las sombras para mirarlo fijamente. Debido a esto, Jung Kook acomodó su arma para apuntar hacia su objetivo, pero cuando lo hizo aquella persona desapareció.
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