Capítulo 20
Ho Seok frunció levemente su entrecejo, sin tratar de verse muy alarmado por la situación tan inusual que presenciaba. Aquel hombre, alguna vez, atacó a parte de su familia y, a juzgar por su mirada parecía no reconocerlo, aunque en el fondo agradecía que fuera así. Le resultaba irónico que en realidad fuera sacerdote, pensó que quizás había dejado de lado ese ser monstruoso que se apoderaba de él, porque sabía que fue transformado.
Era asombrosa la capacidad que tenían algunos de ellos para pasar desapercibidos entre simples mortales. Ho Seok reconocía muy bien a las criaturas y Seok Jin también, por eso el castaño lo miró de reojo al notar algo extraño en la mirada del hombre.
Mientras que Jung Kook confiaba plenamente en el sacerdote de la aldea, los otros comenzaban a no sentirse muy cómodos, pero aun así aquel hombre no tenía intención de atacar a nadie.
—Tengo que ver a mi madre—le dijo Kook al hombre, preocupado por lo que la mujer fuera a pensar.
La casa del chico estaba a pasos de la iglesia, pero la tormenta en el exterior comenzó a desatar un pequeño caos. Los caballos de los establos habían salido corriendo asustados al escuchar un fuerte estruendo, y quienes estaban afuera cuidándolos salieron tras ellos con dificultad debido al barro.
Seok Jin se asomaba por la robusta puerta de la iglesia observando los rayos y la cortina de agua tan violenta que caía. Debían de quedarse ahí hasta que se calmara todo si no querían empaparse y ensuciarse con barro.
—Jung Kook, tus padres estaban preocupados por ti, es la segunda vez que te escapas de esa manera— el hombre ignoró la presencia de los otros dos chicos y se dedicó a mirar al menor a los ojos como si fuera su padre regañándolo—¿Por qué te vas tan lejos?¿Qué es lo que andas haciendo, hijo?
La boca de Jung Kook no se movía, se mantenía en línea recta. No sabía qué contestarle, era muy difícil explicarle la situación. Además, no podía contarle al mismísimo sacerdote de su aldea que había estado cometiendo actos sexuales con un hermoso vampiro. Sería castigado por tal atrocidad y no quería imaginarse lo que sus padres le dirían si se enteraban de eso; aunque no era su culpa porque no lograba recordar que él realmente quisiera hacerlo, sabía que algunas criaturas, según escuchó, tenían un gran poder de manipulación en los humanos. Jung Kook supuso que era exactamente eso, que fue hipnotizado, manipulado y usado. Aquel anillo en su dedo también era partícipe de esos efectos que causaba en él; cuando el peli gris estaba cerca de su boca o tocaba alguna parte de su cuerpo algo despertaba en su interior, era precisamente como el efecto de un imán.
—Solamente fui en busca de mi padre— le contestó con sinceridad, además de que el hombre sabía que si Jung Kook salía, la mayoría de las veces, era por ese motivo—. Me perdí en la ciudad y ellos dejaron que me quedara en su hogar.
— Exacto— Seok Jin se acercó hacia el hombre, tratando de buscar algo con su mirada en él. Lo analizó detenidamente sin titubear— ¿Qué tan segura es esta pequeña aldea?
—Pues... Suele ser tranquila— estudió los movimientos de ambos chicos, sintiéndose algo amenazado por sus miradas—.Pero hace poco asesinaron a una joven. Una de esas criaturas fue la culpable, por eso me preocupo tanto por Jung Kook.
La mirada de Ho Seok inspeccionaba la sala, era una iglesia común, pequeña, pero se veía ordenada y muy bien cuidada. No percibía nada raro allí, a excepción de aquel tipo, pero tampoco sentía que fuera a hacer algo repentinamente ya que se veía más pendiente del menor que otra cosa. Dio entonces unos pasos para recorrer el poco espacio que había, seguido por los ojos de los otros tres. Había unas bonitas estatuas a los costados y poca cosa más. Estaba totalmente descartado que hubiera algo oculto allí y si lo había estaba muy bien escondido.
—¿Hace cuánto que es sacerdote en este lugar?— las pisadas de Ho Seok volvieron a donde había estado desde el principio, junto a Jin— Debe ser muy precavido con las criaturas.
—Perdón... ¿Estoy siendo interrogado acaso?— alerta por la forma en la que le hablaban y miraban, la incomodidad invadió el ambiente entre ellos. No estaba dispuesto a aceptar ese tipo de preguntas porque no había hecho nada malo como para que usaran aquel tono de voz con él.
—Solamente preguntamos— Jin dio otra mirada alrededor y se fijó en el pelinegro, se veía algo confuso al parecer.
—¿Qué es lo que pasa?— se atrevió a preguntar el más pequeño de la sala, arrugando la frente y, por supuesto, mirando mal a los dos chicos.
Ninguno de los dos, ni Jin ni Ho Seok podía decirle a Jung Kook que en realidad estaba frente a un vampiro. Seguramente saldría corriendo asustado, ya que después de todo uno de ellos había tratado de hacerle daño, y suponían que debía de sentirse amenazado por esas criaturas.
Ho Seok, ante la situación, se acercó hacia Jung Kook y lo agarró del brazo con fuerza, lo escondió tras su espalda y Jin entendió rápidamente lo que trataba de hacer.
—¿Desde cuándo no te alimentas?—preguntó bruscamente al sacerdote y éste palideció.
Seok Jin se tensó y se acercó un poco más hacia su compañero para también cubrir al menor. Suponía que tanta cercanía con el muchacho se debía a algo, ningún vampiro era santo por más que dijera que no haría daño a nadie. Conocía muchos así y todos resultaban ser unos mentirosos compulsivos. Todos eran iguales; violentos, sedientos de sangre inocente y manipuladores.
—¿Qué significa esto?— las cejas gruesas del sacerdote se curvaron rápidamente hacia abajo, arrugando su frente. Estaba sorprendido y algo asustado también porque se dio cuenta de aquellos chicos eran cazadores.
—Te hice una pregunta, criatura inmunda— Ho Seok cerró los puños y luego metió su mano en el bolso de Jin para sacar algo— ¿Hace cuánto no te alimentas? Te ves enfermo y sediento.
Ciertamente era así, tratar de dejar atrás aquello en lo que nunca quiso convertirse lo había estado torturado durante mucho tiempo. A pesar de que tenía intención de ayudar a otros a alejar esos malos pensamientos sanguinarios, no podía vivir sin la sangre y para eso tenía sus propios métodos. Sabía que no estaba bien manipular a personas, pero no tenía opción.
—No soy como los otros, no...—dio unos pasos atrás al ver que el chico estaba a punto de sacar algo de ese bolso y dado que estaba en peligro, se puso a la defensiva. Sus colmillos salieron agresivamente y sin quererlo la furia comenzó a recorrer su cuerpo.
—¡Mierda!— Ho Seok se sobresaltó al darse cuenta de que iba a tratar de huir.
De inmediato el hombre salió corriendo hacia el fondo de la iglesia. Ho Seok lo siguió y Jin se quedó junto a Jung Kook, quien se veía perturbado y asombrado por lo que acababa de presenciar. Tuvo una sensación horrorosa en el cuerpo que lo hizo temblar, nunca creyó posible que la persona en quien más confiaba aparte de su madre resultara ser una de esas criaturas inmundas.
—¡Aléjate de mí! —le gritó el hombre, bajando unos escalones y adentrándose en una sala que llevaba al subsuelo.
Las luces allí abajo eran escasas, apenas unas llamas alumbraban el pasillo de piedras húmedas y casi negras llenas de telarañas. Los pasos de ambos se escuchaban hacer eco, Ho Seok apenas podía ver pero el pasillo era totalmente recto así que suponía que no tenía más opción que en ir en esa dirección. Pero varios pasos más adelante, ante sus ojos, aparecieron varias puertas que lo desorientaron totalmente. El hombre era mucho más rápido que él y había conseguido esconderse o escapar de su presencia.
Miró hacia todos lados, curioso por abrir esas puerta de oscura madera y mal barnizadas. Pero algo lo detenía, las voces y llantos que de improviso comenzó a escuchar desorientaron sus sentidos. Ho Seok sintió un fuerte grito que provenía de la puerta que tenía frente a sus narices. Estiró dudosamente su mano y sus dedos tocaron el picaporte; abrió lentamente escuchando un chirrido molesto que le indicaba la oxidación de los metales.
—Dios mío...
En aquella pequeña y oscura sala, que fue iluminada apenas por las antorchas que colgaban cerca de la puerta, Ho Seok pudo ver la figura de dos personas. Una era de la un hombre joven, pero éste estaba tirado en el suelo con los ojos totalmente abierto e inertes. La otra persona era la que había estado gritando; una jovencita de cabello corto se veía terrible, sus ropas estaban sucias, su cara le indicaba algún tipo de enfermedad porque se veía demasiado pálida y sus mejillas estaban muy hundidas, estaba anoréxica. No podía quedarse allí parado mirando lo que acababa de encontrar. De inmediato se acercó a esa muchacha, la cual ya estaba harta de llorar por la rojez de sus ojos. Ho Seok trató de romperle las cadenas con una gran pedazo de piedra que se había caído de la pared. Hizo tanta fuerza que se lastimó los dedos al chocarla con ese pedazo de metal que ya estaba a punto de deshacerse.
—Por favor...— la voz de la joven apenas salía, las lágrimas no la dejaban hablar— Sáqueme de aquí, tengo miedo.
—Tranquila, estás a salvo—él le sonrió para tratar de hacerle ver que así sería y que se calmara.
Unos golpes más contra aquellas cadenas lograron partirla. La joven pudo caminar libremente, pero debido al estado físico raquítico que tenía, cayó desestabilizada y mareada. Ho Seok la sujetó entre sus brazos y miró hacia la salida, pero se le detuvo el corazón cuando aquel hombre apareció nuevamente frente a él de repente. Se veía alterado, enseñaba sus colmillos agresivamente, era algo que no podía controlar y sabía que si ese chico salía de allí vivo contaría lo sucedido y estaría en graves problemas. Se fijo en la mirada de la chica, ésta al verle la cara cerró ojos con fuerza y comenzó a temblar, se aferró al cuerpo quien la sostenía para sentirse protegida. Aquel hombre la había dejado sin energías, se alimentó de ella en cada ocasión que le fue posible, no quería acabar como el chico que estaba en el suelo muerto y en descomposición.
—Era necesario que lo hiciera— trató explicarse mientras que se acercaba al chico— He querido dejarlo, pero es imposible. Le rezo cada día a Dios pidiéndole perdón por haberme convertido en esto. No quiero dañar a nadie...
—¡Cállate!— Ho Seok se acomodó los anteojos después de dejar a la muchacha sentado en el suelo con cuidado. Tenía eso con él y iba a dudar en usarlo para deshacerse del hombre— Son todos iguales, no te vas a librar de mí.
Ho Seok sabía que dado que era sacerdote nada que tuviese que ver con objetos religiosos lo haría sufrir, por lo tanto había tomado un líquido en el que Jin había estado experimentado con variedad de ingredientes y plantas. Era apenas un poco lo que tenía pero ese color amarillento mezclado con verde parecía ser potente por el olor que desprendía. Nunca lo había probado, y ese era el momento perfecto para hacerlo.
Las manos del sacerdote se tensaron, sus piernas también. Dio un paso adelante y luego saltó sobre el cuerpo del chico, haciéndolo caer al cuelo. No tenía control sobre sus acciones por lo que al ver su cuello tan cerca, abrió la boca para poder saciar la sed que hacía tanto tenía. Ho Seok puso resistencia ante tal agresión y logró abrir el frasquito, lo lanzó hacia la cara del hombre y éste al sentir el contacto del líquido en su piel chilló y se tiró a un costado tomándose el rostro con ambas manos. Salió humo negro de entre sus poros y luego se convirtieron el llamas; su cara empezó a arder y luego todo su cuerpo se vio cubierto por el fuego.
—¡DIOS, PERDÓNAME!— chilló, desgarrando su garganta.
Los ojos de Ho Seok se iluminaron con la luz de las llamas que se desprendían y que lo terminaron transformando en una especie de polvo gris que se fue expandiendo por el viento que corría en el pasillo. La chica a su lado seguía aterrorizada, agazapada contra una columna.
—¡Mierda, hay que salir de aquí!
A punto de abandonar ese horrendo lugar, Ho Seok escuchó pasos por el pasillo, pasos rápidos y desesperados. Se encontró con la mirada de Jin y la del chico pelinegro.
—¿Qué pasó?— preguntó el castaño, mirando a la chica— No me digas... Dios mío. Salgamos de aquí.
Los tres salieron corriendo hasta el piso de arriba. Jung Kook estaba totalmente perdido con lo que sucedía, siempre veía inmerso en la confusión por todo y eso no le gustaba para nada. Y una vez arriba, sentaron a la muchacha en un banco. Jin la inspeccionó y le dio un poco de agua para que bebiera, pero ella casi se ahogó debido a la desesperación por sentir aquello correr en su garganta y llenar su estómago.
—¿Qué acaba de pasar?¿Qué es todo esto?— Jung Kook se sentó de golpe en el banco y se agarró los cabellos, estaba volviéndose loco.
—El sacerdote era un vampiro— le dijo Ho Seok, totalmente serio. Le entregó el frasquito a Jin, vacío y éste abrió los ojos sorprendido— Funcionó, perfectamente.
—¡Maravilloso!— exaltado, sonrió mirando su frasquito de cristal.
El pelinegro lo miró asustado, otra vez sintió una sensación de disgusto en su pecho. No pudo evitar tocarse el corazón debido a sus latidos acelerados. Era imposible creer que aquella persona que tanta ayuda le prestó siempre, que tanto apoyo le dio cuando más lo necesitaba fuera una criatura y nunca se haya percatado de ello. Nunca vio malas intenciones en su mirada, nunca trató de hacer algo para perjudicarlo y muchos menos creía que lo hubiera manipulado de algún modo. Jung Kook estaba decepcionado y asustado. Ya no podía confiar en nadie.
Miró a esa pobre chica a los ojos, ella también lo miró. Notó el miedo, la tristeza y el dolor.
—Jung Kook, lo siento mucho—le habló el castaño, sacándolo de sus pensamientos—.Era difícil darse cuenta de lo que era, estaba muy bien encubierto. Tienes suerte de que no te haya hecho nada.
—Ya...— dijo sin ganas, agachando la cabeza en viendo la cara del hombre pasar por su mente. Luego miró al de los anteojos redondos quien seguía muy serio—¿Se escapó?
—No—le negó con la cabeza, pero no dudaba en decirle la verdad—.Su agresividad era incontrolable, entiende que por más que tratara de retener esos impulsos él hizo esto—señaló a la chica—.Tuve que matarlo, lo siento.
—Dios...
Jung Kook mordió sus labios, no sabía cómo tomarse aquello. Se levantó del banco y caminó por el pasillo, rascando su nuca y pensando miles de cosas. Definitivamente se estaba volviendo loco.
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