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Capítulo 2

Bajo ese cielo que pronto se había vuelto negro y, también, junto con las luces que iluminaban el camino, Jung Kook siguió a ese chico. Nervioso, pero no tan desconfiado como para volver corriendo a casa, se mantuvo caminando a una corta distancia mientras era guiado. Era la primera vez que hacía algo como aquello; irse con un desconocido eran de las muchas cosas que su madre siempre le advirtió, y él aun así lo hizo. El mal momento que pasó en aquel bar con pinta de taberna medieval, lo había asustado. Se dejó llevar por esa actitud heroica y varonil, la cual suponía le brindaría protección.

No caminaron mucho. Los dos llegaron a una edificio de una altura que a Jung Kook le pareció extraordinaria. Se veía elegante y acogedor. La gran puerta fue empujada por el peligris y seguido lo acompañó al interior. La zona de la recepción de aquel lugar era hermosa, delicada. Había muchos cuadros que al menor le llamaron la atención.


—Ven, por aquí —le habló el joven, guiándolo hacia unas escaleras.


El pelinegro lo siguió apresurado hasta subir a la primera planta. Pasaron el largo pasillo lleno de decraciones y entraron en una de las habitaciones.

Aquel lugar se veía un poco oscuro, no parecía que a aquella persona le gustase mucho tener luz. Sólo una pequeña y tenue iluminación amarillenta era todo lo que había. La ventana estaba cerrada, con las cortinas a medio cubrirla. La cama, impecablemente ordenada, se veía cómoda. Todo en ese cuarto era como estar dentro de un sueño para Jung Kook; nunca antes se imaginó ver tantos lujos, tanta belleza. En su casa todo era aburrido, muy tradicional y ni siquiera había algo que decorara las paredes más que fotos de la familia.

El peligris le pidió que se sacara la chaqueta, al igual que lo había hecho él. El ambiente en el interior era diferente al de afuera, no era sofocante pero si hacía un poco de calor en la habitación ya que había estado cerrada durante todo el día.

Jung Kook se quitó el abrigo viejo y se lo dio al otro para que éste lo colgara, seguido le fue ofrecido un poco de licor, el cual rechazó.


—No bebo alcohol, señor—dijo respetuosamente, negando con su cabeza.


—Un joven sano... Me gusta.


Su mirada felina lo acechó durante unos segundos y luego lo abandonó. Se sirvió en un vaso de vidrio de aquel extraño licor color bordó, de solución algo espesa y se sentó sobre la cama. El chico frente a él se veía un poco incómodo por el silencio, pero no sentía miedo, por el contrario el peligris lo notó simplemente curioso.


—No eras de por aquí, ¿verdad?—le preguntó para romper el silencio entre ambos.


—No, señor. Vivo a unos minutos de la ciudad, en la zona rural—él contestó tan educado como siempre y, a pesar de la mirada tan insistente del otro sobre él, no se sintió perturbado—¿Usted tampoco es de por aquí?


—No—después de posar sus labios sobre el vaso y beber un poco más, lo dejó en la mesita de madera a su lado—.Me gusta explorar lugares desconocidos en busca de nuevas experiencias. Por el momento lo único interesante que me encontré fuiste tú. ¿Cómo es tu nombre?


La cara del menor se tornó de un color rojo, sobre todo concentrándose en la zona de sus mejillas. La voz con la que le hablaba aquel chico le resultaba dulce a pesar de ser tan grave, algo de él lo atraía. Era hermoso, nunca antes vio a alguien tan perfecto, así como aquellos muñecos de porcelana que su fallecida abuela coleccionaba.


—Jeon Jung Kook, ese es mi nombre señor.


—Es un placer, Jung Kook—sonrió, levantándose de la cama para acercarse y extender su mano—.Yo soy Min Yoon Gi. Por favor, no me digas señor.


Jung Kook juntó su mano con la otra en un suave apretón. Asintió con la cabeza a su petición y, seguido, volvió el silencio.

La mirada de Yoon Gi estaba muy perdida en el rostro del chico joven, le gustaba. Sus grandes ojos le decían lo inocente que era, aquel brillo era como el de un niño. Sonrió simpático y volvió a sentarse, pero esta vez en un sillón. Le dijo al menor que se uniera a él, verlo de pie como una farola no le resultaba agradable y suponía que no debía ser muy cómodo.

Tímido, Jung Kook dejó caer su cuerpo sobre el sillón que estaba frente al otro. Era de un hermoso terciopelo color rojo y de patas blancas. Era como un pequeño trono de la realeza. Se preguntó por un momento cuánto podría salir una noche en aquel lugar, parecía muy caro.


—Y dime, Jung Kook—el peligris se inclinó un poco hacia adelante, apoyando sus codos sobre sus rodillas—¿Por qué un joven cómo tú va en busca de su padre tan tarde en la noche?


—Es que... A mi padre le gusta salir a beber y me imaginé que estaría en ese lugar.


El menor se sentía avergonzado por hablar así de su padre, delatando que en realidad era un tipo bastante alcohólico. Nunca fue malo con él o con su madre, sólo que aquella actividad a veces lo hacía desaparecer por unos días. No era algo tan inusual después de todo, Jung Kook estaba acostumbrado a ello y, siempre que lo encontraba, era por pura casualidad.


—Tu padre es un irresponsable —le dijo con seriedad-.Nadie debería dejar solo a su hijo sabiendo las cosas que ocurren.


—¿Lo dices por esas historias?—Jung Kook agudizó su oído, podría resultar una charla interesante.


—Por supuesto. Hay muchas criaturas peligrosas. Brujas, bestias... ¿No tienes miedo?


—Nunca vi a uno, no tengo por qué temer. Además, siento que estando con usted aquí estoy a salvo.


—Eso es adorable.


Yoon Gi mostró sus dientes, pero el menor no lo miró ya que volvió su vista hacia otro lado como queriendo evitar el contacto visual. Pero más que querer evadirlo, le parecía un acto simple de distracción. Y dado que podía disfrutar de mirarlo fijamente sin que lo juzgara por la forma en la que lo hacía, Yoon Gi se relamió discretamente; pasó la punta de la lengua por su labio inferior humedeciéndolo.

La actitud corporal de Jung Kook era relajada, no se mostraba inquieto por la conversación ni por estar tan cerca de un desconocido. A Yoon Gi le gustaba mucho aquel jovencito, le parecía atractivo y, no dudaba en lo absoluto, probar cómo era el sabor de sus labios.


—Ven aquí, Jung Kook -lo llamó, haciendo que éste lo mirara apresurado.


Jung Kook, por un momento, se sintió mareado. Algo en su cuerpo reaccionó y, cediendo a la petición, se levantó y se acercó hacia el peligris. Se quedó de pie frente a él. Yoon Gi lo tomó de la mano y tiró de él sin ser brusco, para que finalmente el joven cayera sentado sobre sus piernas.

No hizo mucho más que mirarlo y, agarrándolo del mentón con su otra mano, rozó sus labios con los de él. No los tocó, simplemente quiso acercarlos dejando una corta distancia. Jung Kook se sentía confundido, pero aun seguía tranquilo, tanto como antes.


—¿Eres virgen?—le susurró el peligris en un interrogante sobre su boca.


El joven pelinegro asintió levemente. Su familia y la tradición lo obligaban a mantenerse virgen hasta el matrimonio, algo que Yoon Gi entendía sabiendo de dónde venía. Pero aun así, no iba a perder la oportunidad de tener una experiencia con él.

Sonrió como si aquello fuese una suerte y, quitando milímetros de distancia, besó sus labios suavemente, degustó su textura; suave, esponjosa, húmeda. Los labios del chico eran dulces, tanto que le encantó. Pero los movimientos era un poco torpes, Yoon Gi tuvo que guiarlo, sosteniéndolo con ambas manos por su rostro. Después de acostumbrarse a amoldar sus bocas, el beso siguió su curso, más profundo, más ansioso. Las lenguas de ambos chocaron, hicieron un baile en el que se enredaron y se volvieron a separar, así constantemente hasta que el aire debió volver.

Jung Kook se sintió asfixiado, fue la primera vez que besaba a alguien. Sus sentidos estaban hipnotizados, pero al mismo tiempo era consciente de las sensaciones. La mirada de Yoon Gi tenia una especie de imán que lo atraía, y por eso, se dejó acariciar el cuello, se dejó abrir los botones de la camisa mientras que aquellas frías manos recorrían su piel tocando sin miedo y haciéndolo sentir como nunca. Kook inclinó su cabeza hacia atrás y gimió al sentir los labios ajenos sobre su cuello, besando cada parte con dulzura, mientras era acariciado por sus pectorales.

Los finos labios de Yoon Gi lo besaban con suavidad, con delicadeza. Exploraba su piel como si fuera un preciado tesoro, sus manos tan frías terminaron por adoptar el calor corporal del joven dándole calidez. Yoon Gi estaba dispuesto a hacerlo, quitó las prendas de Jung Kook con cuidado hasta dejarlo desnudo. Éste, dado que se encontraba hipnotizado y algo mareado, cedía a sus peticiones. Así, terminó por desvestir al peligris y volvió a colocarse sobre él, con ambas de piernas a los lados. Sus muslos fueron acariciados y sujetados para así ayudarlo a realizar lentos movimientos que rozaban ambos miembros, dejándolo entrar en un estado de excitación que nunca antes sintió.

Yoon Gi lo manejaba y guiaba con sus manos. Después de aquellos roces, llevó dos de sus dedos hacia la boca del chico y dejó que los chupara y dejara en ellos su saliva, así pudo lubricarlos para introducirlos en su entrada, lo hizo con sumo cuidado. El menor en un principio se quejó y lloriqueó un poco, le había dolido ya que era su primera vez; pero mientras que aquellos dedos seguían saliendo y entrando de él con suma paciencia para prepararlo, la sensación se volvía diferente. Yoon Gi, después de un buen rato dejando que se acostumbrara a esa sensación, creía que había sido suficiente y que era el momento de hacerlo; lo volvió a colocar sobre él, acomodándolo, tratando de introducir la punta de su miembro con paciencia.


—No te haré daño—le dijo susurrante, con un tono de voz muy dulce.


Jung Kook asintió como si confiara plenamente en él. Se agarró de sus hombros y apoyó su cabeza allí también, rozando su nariz con el pálido cuello del otro. Todo lo que sentía era nuevo, extraño, pero placentero. Su cuerpo empezó a bajar y a subir sutilmente, de entre sus labios escaparon uno gemidos que chocaron en el oído del peligris, haciendo que éste sonriera mientras que seguía entrando y saliendo.

La voz tan suave de Jung Kook le resultaba pura música para sus oídos; nunca antes se había sentido tan satisfecho al oír gemir a alguien de ese modo. Yoon Gi era un experto y tener bajo su control a un joven virgen como lo era Jung Kook, prendía todos sus sentidos y lo llevaba al límite.

Entre jadeos y el sonido de sus cuerpos chocando con un poco más de intensidad, Yoon Gi sentía la necesidad de morder al menor, pero sabía que si lo hacía le podría hacer daño y él no era esa clase de persona. Mientras que ese cuerpo seguía moviéndose sobre el suyo, trató de que su boca estuviera alejada de su cuello; había visto las venas de éste y su lengua se sintió seca. Echó su cabeza hacia atrás apoyándola sobre el respaldo de aquel cómodo sillón y siguió ayudándolo a moverse como lo estaba necesitando. Dejó sus labios entreabiertos para dejar salir esos sonido eróticos que tanto retenía.

Sus manos apretaban la piel del chico en la zona de la cadera, obligándolo a moverse un poco más rápido sintiendo cómo su miembro se contraía cada vez que entraba y salía, ahora más rápido. Hundió con intensidad sus dedos en esa piel, casi enterrando allí sus uñas. Jung Kook se movía cada vez más profundamente, su voz jadeantes chocaba contra la boca del peligris, sus labios estaban rozándose y eso hacía que sus gemidos se encontraran uno frente al otro. Yoon Gi estaba sumido en un estado de excitación que lo llevaría al mismísimo cielo, sentía que estaba a punto de tocar ese punto en el chico, la intensidad de sus gemido se advertía. 


—Ahhh, Jung Kook— el peligris apretó sus dientes y con ello llegó a lo que había deseado.


El cuerpo del chico siguió entrando y saliendo de él por unos minutos más, Jung Kook dio un último gemido intenso al notar que tocó su punto dulce y que se corrió dentro de él, dejando que su cuerpo cayera ligeramente hasta apoyarse completamente en el otro. Yoon Gi sintió cómo sus respiraciones iban sincronizadas, volvió a sonreír y relajó su cuerpo por un momento, acariciando la espalda del joven.

Después de volver a recuperar su aliento, levantó el cuerpo de Jung Kook y lo llevó hasta la cama. Lo dejó en su total desnudez y lo cubrió con las sábanas. Tomó la ropas del chico y las dejó junto a la cama, en la mesita. Lo observó dormir profundamente por uno minutos mientras que le acariciaba el pelo y, cuando terminó de vestirse, se marchó del lugar.

La búsqueda de experiencias placenteras en aquella ciudad había terminado.

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