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Capítulo 10

La tarde en aquellos días de invierno se hacía más corta. Cerca de las seis todo se ponía oscuro y, por lo tanto, en la pequeña aldea todos volvían para meterse a sus casas. Jung Kook ese día por suerte no tenía ningún turno de vigilancia; después de que encontraron el cuerpo de esa joven tirado en el riachuelo, la vigilancia se volvió más dura. Ahora había tres hombre en la entrada, dos en las torres y cuatro o cinco en la zona más alejada del camino, cerca del bosque.

Jung Kook, antes de que el sol se fuera completamente, había decidido ir hasta la ciudad. Su padre había vuelto a desaparecer. No tenía idea de por qué seguía siendo tan imprudente sabiendo que la situación en los alrededores era peligrosa. Su madre, si se enteraba de que tenía intención de salir, avisaría a los demás y entonces Kook no podría ir a buscarlo. Por esto, esperó hasta que ella se durmiera. Fueron alrededor de unos treinta minutos; la veía bastante cansada por lo que la ayudó a acomodarse en su cama, seguido le mintió diciendo que se iría él también a dormir y finalmente cerró la puerta del cuarto.

Tomó lo poco tenía como para defenderse de cualquier cosa y se colocó un abrigo con capucha. Esa vez su medio de escape sería salir por la ventana de su habitación. Ésta daba hacia la zona de vegetación, por lo tanto su única manera de ir hasta la ciudad sería adentrándose allí. Sabía que era arriesgado, pero alguna razón ese anillo que poseía lo hacía pensar que nada podría ocurrir.

A pocos metros de él, vio que uno de los tantos que vigilaba se paseaba al rededor, así que con sumo cuidado y sin hacer ruidos, se agachó y se fue ocultando entre las sombras logrando así meterse en el interior del bosque. Una vez rodeado de altos árboles, Jung Kook sólo pensó en correr. El camino era largo y no había tiempo que perder.

La poca luz que lo iluminaba entre toda la oscuridad y los ruidos de grillos y otros animales lo hacía apurarse a'un más. Sentía el aullido de unos lobos no muy lejos de él y no quería tener la mala suerte de toparse con alguno. Había oído hablar sobre ataques de éstos y que no muchos lograban escapar de sus garras.

Jung Kook trató de caminar lo más rápido que pudo, pero el viento parecía querer amenazarlo con apagar su medio de iluminación.


  —Por favor, no te apagues ahora—murmuró en voz baja mirando hacia el frente.


Pasos más hacia delante, sin contar el tiempo que le llevó caminar entre hojas húmedas y ramas que se quebraban con cada pisada, logró por fin llegar hasta más allá del camino. Lo divisó a lo lejos entre todas las ramas de árboles que se le cruzaban de por medio y finalmente fue hacia allí. Respiró de forma más pausada, aliviado y con confianza. Ahora que estaba en el camino, podía seguir su viaje hacia la ciudad.

 En cuanto llegó hasta la entrada, una vez más se chocó con varias personas. Para el tiempo tan frío que hacía, le sorprendía ver tanta gente caminando por allí. Se cruzó, como aquella primera vez, con miradas que seguían sus pasos. Kook, sin embargo, no prestó atención y siguió su camino hasta encontrar a su padre. Pero esta vez, no volvería a ese bar de mala muerte. Dado que las calles estaban llenas, prefirió aprovechar y buscar en otro lugar.

La ciudad siempre era un lugar maravilloso, según se contaba, pero lo cierto era que también había zonas o pequeñas calles en las que no muchos se adentraban. Kook, sin conocer el lugar, caminó sin rumbo observando distraído los locales y casas. Se metió en una calle estrecha, la cual parecía más bien un callejón. Allí había varias personas charlando en voz baja, con sus rostros medio ocultos, levantaban sus cabezas y lo seguían con la mirada.


  —¿No crees que huele delicioso?—susurró uno de lo hombre que se encontraba en una esquina.


—Debe ser una trampa, imbécil— le contestó quien estaba a su lado.


—No lo creo.


Jung Kook no escuchó nada de la conversación, pero sí se dio cuenta de que alguien había empezado a seguirlo. Aceleró sus pasos y se metió en otro callejón, en el que, después de girar chocó con alguien sin darse cuenta.


—Niño, no huyas...—el hombre había destapado su rostro, mostrando así unos colmillos afilados, corriendo tras él.


—Lo siento—Kook se disculpó de inmediato, sin darse cuenta de que ahora tenía alguien tras su espalda acechándolo con la boca totalmente abierta y lista para probar su sangre.


El peligris lo miró fijamente sin poder creer que fuera aquel chico. Después, inmediatamente, se fijó en el tipo que estaba en posición de ataque. Agarró el brazo de Jung Kook rápidamente y lo puso tras él. El pelinegro no entendió nada de lo que estaba pasando, se quedó inmóvil tras aquel chico de pelo grisáceo y observó al otro que estaba frente a ellos.


—¿Un moroi?—el tipo dio una paso hacia atrás y luego empezó a reír como loco—¿Qué hace una escoria como tú por aquí?


—Sólo aléjate, no quiero problemas.


Yoon Gi frunció el ceño y mantuvo sus ojos alerta, sin soltar el brazo del pelinegro; en cuanto el tipo se distrajo, empezó a correr en otra dirección. Se llevó a Jung Kook con él hasta otra calle más transitada; sabía que los vampiros no salían de los callejones por miedo a encontrarse con algún cazador. Él y el menor se quedaron en medio de la calle, siendo vistos de forma sospechosas por quienes pasaban por allí.


— ¿Qué sucede?—preguntó Jung Kook agitado. 


El peligris lo miró por unos segundos con la expresión totalmente seria y luego volvió a tomarlo del brazo para llevarlo a un lugar donde poder hablar. Ese día se había llevado un gran sorpresa al encontrárselo, de hecho creía que nunca lo volvería a ver. Él ni siquiera pensaba volver a la ciudad, pero no tuvo otra cosa qué hacer debido a la situación que había vivido con su hermano. Pensaba ir a beber algo y a tratar de distraerse, pero en su camino se cruzó él.

Entraron a lo que parecía ser un bar, pero no como el que Kook vio la primear vez. El lugar era muy diferente, más limpio, ordenado... Ni si quiera parecía ser un bar. Yoon Gi lo llevó hasta una de las mesas del fondo y lo sentó en la silla.


—¿Qué estabas haciendo en ese callejón?


Jung Kook se quedó en silencio, prestando atención a su rostro. Sentía que lo había visto en algún lado pero no recordaba. 


—¿Lo conozco?—preguntó dudoso.


—Es muy imprudente de tu parte que andes por esos callejones, hay gente peligrosa, no vuelvas nunca ahí— Yoon Gi se sentó frente a él y ordenó unas bebidas para ambos. 


—Yo no bebo—Kook negó con la cabeza al escuchar lo que había pedido, pero el peligris no lo escuchó, parecía enojado—.Oiga, no se quién es. Debo irme, no puedo estar aquí.


—No, te vas a quedar conmigo hasta que yo te lo diga—Yoon Gi lo miró fijamente a los ojos y trató de hipnotizarlo a pesar de que sabía que no estaba bien, pero no  podía dejarlo solo—¿Entendiste, Jung Kook? Te quedarás conmigo.


—Sí... 


El menor asintió y se quedó callado, simplemente mirando cómo aquel hermoso joven bebía copa tras copa como si quisiera olvidarse de algo. Kook y su mente estaban en blanco en ese momento, pero se sentía mareado, sólo un poco. El olor a licor parecía incomodarle, tanto como el humo que provenía de unas mesas más atrás. Los lugares así no le gustaban, pero debía obedecer a las palabras de ese chico.

Yoon Gi tomó varias copas, sintiéndose molesto por lo sucedido. Por culpa de su hermano iba a estar de mal humor por un buen tiempo y lo peor era que sabía que él seguramente no iba a dejar de insistir. Ahora Tae empezaría a buscar todas las formas posibles de que volviera y una de ella era ese chico que tenía frente a él, mirándolo con inocencia. Parecía que Jung Kook era propenso a meterse en líos y eso era un desventaja.  


—¿Por qué estás de vuelta en la ciudad?—le preguntó Yoon Gi, dejando la última copa sobre la mesa.


—Mi padre debe estar por aquí. Me escapé, me adentr' en el bosque sólo para venir a buscarlo.


La mirada de Yoon Gi se volvió oscura, escuchar al chico hablar de su padre no le agradaba. Después de terminar de beber, se levantó y dejó el dinero en el mostrador. Le indicó a Jung Kook que lo siguiera y éste obedeció. Lo llevó hasta un lugar donde se hospedaría sólo por esa noche. Sentía que todo aquello era como una especie de deja vu.

Al entrar al cuarto, dejó su abrigo colgado y quitó el del menor para dejarlo allí también. Kook, repentinamente, agitó su cabeza con fuerza y se dio cuenta en el lugar en el que estaba. Miró al peligris asustado y dio un paso hacia atrás chocando con la puerta.


—¿Dónde estoy?—se preguntó atemorizado.


—En un lugar seguro, no podrás salir del cuarto—Yoon Gi caminó hacia él y se detuvo a una corta distancia—.No dejaré que andes por ahí solo.


—Usted...


Jung Kook miró más detenidamente a Yoon Gi, parpadeó un par de veces y tocó su cara como si algo lo obligara a hacerlo. el anillo que llevaba en su mano rozó la piel del otro y, entonces, se dio cuenta de quién era. Otra vez esas imágenes volvieron a pasar por su mente. Su rostro se tornó rojo y dejó caer su mano para soltarlo.


—¿Ahora me recuerdas?—Yoon Gi ladeó su cabeza—Es extraño volver a encontrarte, nunca vuelvo a ver a nadie. ¿Por qué te cruzas en mi camino?


—Yo...— Kook agachó la cabeza avergonzado por todo lo que recordó—No debo estar en un lugar como este.


El cuerpo del menor se vio presionado contra la puerta cuando quiso hacer un movimiento para huir. Yoon Gi tomó su mentón y acercó su boca para besarlo.  Atrapó sus labios lentamente, encajándolos en los suyos como perfectas piezas de puzzle. Introdujo su lengua para enredarla con la otra y dejarlas danzar libremente en sincronía. Kook no podía moverse, estaba siendo consciente de lo que aquel joven hacía y provocaba en su interior. Y como si estuviese desesperado por corresponder sus acciones, sus manos fueron directamente hacia sus cabellos grises para apretarlos. Sintió muchas cosas extrañas, pero no le disgustó.

El beso se hizo más profundo hasta el punto de que ambos se quedaron sin aire. Se miraron con ansias y comenzaron a desprenderse de sus ropas, pero no como en el primer encuentro, la acción fue más apresurada. Jung Kook ni siquiera entendía la actitud que tenía, el chico tímido y conservador había desaparecido; descubrió, tras desabotonar su blanca camisa, su pecho y luego el otro se la quitó por completo bajándola por sus hombros, brazos y manos hasta despojarla de su parte superior.

Yoon Gi se desprendió luego de sus ropas con ayuda de las manos del chico que miraba cada milímetro de su piel fascinado. Luego levantó su cuerpo para dejarlo sobre la cama, se colocó entre sus piernas e hizo un recorrido de besos por su cuello de tal forma que sintió muchas ganas de morderlo; la punta de su lengua viajaba ansiosa y se detenía en ciertas partes para acompañarla con un dulce beso. Yoon Gi, a pesar de su estado de excitación por pensar en la sangre, logró contenerse. Las venas que se marcaban en aquella piel eran una tentación muy peligrosa. Estaba conteniendo el enojo que sentía por culpa de su hermano y eso no era bueno, mucho menos descargarse con Jung Kook.

El pelinegro dejó reposar su cabeza en la almohada mientras era invadido por la agradable sensación de sentir esos labios besar su piel. Quería más de él, lo necesitaba. Lo apretó y comenzó a mover sus caderas sintiendo el roce en su entrada. Yoon Gi también necesitaba volver a introducirse en él, su cuerpo era como una adicción de la que no quería curarse.

Debía prepararlo nuevamente como aquella vez, lo que menos quería era ser brusco con su cuerpo. Entonces su mano derecha hizo un camino que bajó por aquel abdomen que subía y bajaba ansioso, sus dedos tocaron aquella erección, luego la encerró en su mano y comenzó apretando levemente hacia abajo para luego ascender, así constantemente mientras miraba la cara completamente roja del chico. Su dulce voz resonaba en sus oídos y hacían eco en la habitación. Lo estaba disfrutando como nunca. Yoon Gi masturbó aquel miembro hasta que sintió ese líquido entre sus dedos, el cual lo usó de lubricante para la estrecha entrada. Metió los dedos, pegajosos y resbaladizos en su interior y lo dilató. Su cuerpo sentía mucho calor y su propia carnosidad palpitaba dolorosa por poder meterse en él para volver a escuchar esos jadeos y esos sonidos que lo enloquecían. 

Una vez que lo sintió listo colocó ambas manos en los muslos del chico para luego entrar en él de forma lenta, escuchando su dulce voz gimiendo. Comenzó así a mover su cadera chocando con la otra, entrando y saliendo de él, sintiendo cómo la sangre empezaba a hervir en su interior como si fuera a explotar.


—Yoon  Gi—gimió el menor mientras apretaba la piel pálida del otro.


Escucharlo gemir su nombre lo tomó por sorpresa en ese momento, pero eso fue algo que realmente lo llevó a un estado de excitación que nunca antes tuvo. Yoon Gi no creía que esa vez fuera a ser sutil como la primera. De hecho, sus movimientos se tornaron más rápidos y hasta violentos, sujetando a Jung Kook de ambas muñecas, apretándolo contra el colchón. En ese momento no sabía si lo estaría disfrutando, pero él ya estaba saliéndose de control como nunca antes. Jung Kook ahora jadeaba y gemía con más intensidad, despertando en el peligris la sed, las ganas que tenía guardadas en su interior.

Otra vez sus ojos se volvieron oscuros, observó el cuello del chico mientras que seguía entrando y saliendo de él. Relamió sus labios para humedecerlos y no pudiendo soportarlo más, agarró el cabello de Jung Kook para mover su cabeza hacia un costado y tener el pase completamente libre para beber. Su boca se abrió, sus colmillos salieron y estos terminaron por hundirse en su piel. La sangre brotó de inmediato para que la saboreara. Era dulce y tenía algo distinto, algo que lo hacía querer más. Yoon Gi no podía detenerse a pesar de los gritos de dolor de Jung Kook, quien intentó empujarlo varias veces.


  —¡Basta!— chilló el pelinegro haciendo que por fin Yoon Gi se detuviera.


El peligris se inclinó hacia atrás bruscamente, observó lo que había hecho. La sangre corría por su cuello hasta caer por su pecho. Su boca aún sentía el líquido caliente, chorreando por su barbilla. 


—Lo siento...—sus ojos había vuelto a ser del mismo color de siempre, pero ahora se veía asustado—No quise hacerlo, lo siento.


Jung Kook no respondió, se quedó quieto, respirando con dificultad mientras Yoon Gi sólo miraba con arrepentimiento lo que había hecho.       


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