2. Blanco.
Alguna vez había escuchado que el blanco es solo ausencia de color, pero el blanco que él veía era demasiado resplandeciente como para ser ausencia. No, ese blanco definitivamente debía ser presencia, algo como la presencia del alma.
—Bienvenido.
Se giró en dirección a esa voz tranquila. La calma lo rozó como una suave y cálida brisa cuando sus ojos se concentraron en los otros que lo miraban, unos de un color marrón tan brillante que casi parecían destellar.
—¿Cómo te sientes? —preguntó el desconocido con una amable sonrisa.
Frunció su ceño. No estaba seguro de cómo explicar lo que sentía, porque ciertamente no sentía nada. Nada más que una especie de vacío.
—¿En dónde estoy? —preguntó y se giró en redondo para mirar a su alrededor.
Habían más personas; personas de rostros serenos vestidas de blanco como el sujeto de los brillantes ojos marrones. Desvió su mirada a sí mismo y con sorpresa notó que también vestía de blanco.
—Estás en un lugar mejor —respondió su acompañante, regalándole una sonrisa.
—¿Mejor?
Se sintió muy confundido. ¿Un lugar mejor? ¿Mejor que qué? Su mente se sentía vacía, pero de pronto tuvo un vago recuerdo de un accidente. No estaba seguro de que aquello fuera real.
—¿Morí? —preguntó con confusión.
El hombre frente a él alzó sus cejas y lo miró sorprendido.
—¿Recuerdas cómo? —preguntó casi en un susurro.
—Yo... un camión en sentido contrario... mi auto... —presionó su cabeza con ambas manos, el recuerdo estaba escapando de su memoria, desapareciendo.
—Está bien —el otro le puso una mano sobre el hombro. Su tacto era cálido y reconfortante—. Intenta no pensar en ello. Ven conmigo.
Asintió, de todos modos el recuerdo parecía haberse evaporado ya.
Caminó junto al hombre que lo guiaba sin prestar mucha atención a su alrededor hasta que una extraña sensación se concentró en su espalda. Se volteó y se detuvo abruptamente.
—Tienes... —susurró con los ojos redondos.
—Alas —aquel agradable sujeto las batió suavemente y le dedicó una sonrisa que llenó de pequeñas arrugas el contorno de sus ojos—. Tú también tienes y son muy bonitas, si me lo preguntas.
—Alas —repitió con asombro, girando sobre su eje como un cachorro que persigue su cola.
¡Tenía alas!
Eran muy grandes, del color de las perlas y se veían suaves como el algodón. No pesaban ni eran incómodas. Echó un vistazo a las de su guía. Las de él eran blancas, de un blanco puro, como todo a su alrededor, tal vez por eso no las había notado antes.
—¿Somos ángeles? —preguntó, sintiéndose maravillado.
Todo era como un sueño extraño, pero agradable.
—Sí, lo somos.
Siguieron caminando en silencio a través de la blancura por un rato más, hasta que una nueva duda lo asaltó.
—¿Qué es lo que hacen los ángeles?
El ángel de alas blancas, rostro amable, cabellos dorados y brillantes ojos marrones meditó un poco su respuesta antes de que esta fluyera a través de sus delgados labios.
—Somos guardianes. Después de la vida, si nuestras buenas acciones han sido mayores y más fuertes que nuestras malas acciones, venimos aquí. No todos se convierten en ángeles, solo aquellos con los corazones más puros... o eso me han dicho —sonrió tímidamente.
El nuevo ángel asintió, no recordaba absolutamente nada de su vida —incluyendo la forma en la que había muerto—, pero se sintió orgulloso de haber sido lo suficientemente bueno como para haber terminado ahí.
—¿Guardianes de qué? —preguntó con curiosidad.
—Guardianes de la muerte, guardianes de la vida, guardianes de almas puras...
Antes de que pudiera preguntar algo más, otro ángel —con alas blancas llenas de destellos azules como zafiros— se acercó a ellos.
—Hola —lo saludó, pareciendo muy complacido de verlo. Sonrió y le ofreció una mano. Su tacto también era muy cálido—. Nos alegra que estés aquí.
—Gracias...
—Él es el jefe, Siwon —su acompañante le informó.
—Ya te hemos asignado tu primer misión —Siwon anunció.
—¿Misión?
El ángel frente a él asintió y sonrió con entusiasmo. Notó que tenía unos graciosos hoyuelos en sus mejillas y la palabra Unicef surgió de pronto dentro de su cabeza, aunque no pudo relacionarla con nada.
—Has sido asignado como el ángel de la guarda de este pequeño —el ángel Siwon, quien tenía aires de ser el presidente de alguna gigantesca corporación, anunció. En sus manos apareció una burbuja transparente del tamaño de un balón de fútbol, dentro de ella se podía ver un bebé dormido en una cuna de madera, cubierto por una manta celeste.
—¿Ángel de la guarda? —el nuevo murmuró incrédulo, acercándose un poco más para poder ver al niño.
Era un bebé adorable de grandes mejillas sonrosadas.
—Tu deber será protegerlo —Siwon declaró.
—¿Cómo podré protegerlo si no sé nada? —el nuevo preguntó, temiendo fracasar.
—Ve con Luhan, él es tu guía, te enseñará todo lo que debas aprender —le pidió, señalando al ángel de ojos marrones que aún estaba de pie a su lado, y giró sobre sus talones para marcharse, pero se detuvo después de unos pasos y regresó—. Perdóname, casi lo olvido, tengo que darte un nombre —Siwon frunció su ceño y lo miró detenidamente por algunos segundos—. ¿Qué te parece... Chen? Ya que subiste al cielo justo al alba.
El nuevo sonrió y asintió fervientemente, complacido de tener un nombre significativo.
Siwon se marchó, desapareciendo entre la blancura que los rodeaba y Luhan lo tomó del brazo.
—Debemos darnos prisa, o se molestará.
Chen asintió, no parecía que a Siwon le gustara perder el tiempo, además parecía ocupado.
—Bien, empecemos —Luhan apremió con sus ojos marrones brillando emocionados—. Primero lo primero, vuélvete invisible.
Chen lo miró con estupefacción. ¿Qué se volviera invisible? ¿Cómo iba a hacer eso?
—No sé cómo —admitió angustiado.
—Solo debes querer hacerlo.
Chen pensó en volverse invisible. Se sintió ridículo bajo la mirada de su ángel guía, así que cerró los ojos apretándolos muy fuerte, concentrándose en ello. No sabía si lo estaba logrando.
—Muy bien. Recuerda que los humanos no deben verte, especialmente los adultos.
Chen asintió, aún sorprendido por haberlo logrado.
—Tu presencia debe transmitir paz y tranquilidad —Luhan lo instruyó—. ¿Puedes hacerlo?
Chen lo intentó, cerró sus ojos y respiró profundamente.
—Eso es demasiado —Luhan murmuró sin poder ocultar un bostezo—. Eres muy bueno en esto, pero ten cuidado o podrías poner a dormir a todos los humanos a tu alrededor.
Chen asintió de nuevo, muy inseguro de lo que hacía.
—Ahora detén el tiempo.
Luhan sacó un diminuto reloj de arena del bolsillo de su túnica blanca y lo puso en la palma del nuevo ángel guardián.
Chen observó con curiosidad el reloj en la palma de su mano. De pronto, los pequeños granos de arena se detuvieron en el aire. Un aplauso de su guía lo sorprendió.
—¡Excelente! Estás listo. Ahora desea, con todo tu corazón, llegar a tu destino.
Chen tomó un respiro y se concentró en la imagen del pequeño humano, cerró sus ojos con fuerza y al abrirlos se encontró dentro de una habitación con las paredes pintadas de blanco. Frente a él estaba una cuna de madera y detrás de esta estaba Luhan, mirándolo con una sonrisa.
—Sé que lo harás bien. Recuerda que nosotros no dormimos, no comemos y no nos distraemos de nuestro deber —dijo solemne—. Cuida bien de este niño y pronto será un hombre de bien. Adiós, Chen.
—¡Espera! —Chen exclamó en un afligido susurro—. ¿Qué debo hacer?
—Evitar que algo malo le suceda.
—¿Qué? ¿Eso es todo? ¿Ya? —Chen preguntó atropelladamente. No quería que lo dejara solo con el bebé todavía. Aún no estaba listo.
—Por supuesto, no es complicado, pero recuerda que no puedes tocarlo, ni a ningún otro humano —Luhan sonrió dándole ánimos y luego sacó su diminuto reloj de arena de sus pantalones para darle un vistazo—. El tiempo vuela, tengo que guiar a otra alma a su destino en un minuto, si me retraso se me pierden y luego Siwon se enoja conmigo —murmuró—. Tú ya estás listo, naciste para esto.
Luhan empezó a desvanecerse.
—¡Espera!
Luhan reapareció y observó a Chen a los ojos con severidad.
—Una última cosa: no mires a un humano a los ojos por más de tres segundos.
—¿Por qué? —Chen preguntó sintiéndose muy curioso, pero Luhan ya se había marchado.
#HappyChenDay
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