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Cap25: Despedazado

Llevo a daga sobre mis brazos aun inconsciente. Será un infierno para él el enterarse de que su esposa fue asesinada. Puede que su deseo sea eliminar a esta mujer de cabellos blancos, pero sea como sea... me preocupa.

—Todo se ha vuelto tan extraño —susurra Jeremy mientras avanza a mi lado.

Sí bien no es que me preocupen los cambios cuando son manejables, él es más reacio a estos y a penas sale del de acostumbrarse a las cosas que pasan en el circo. Ahora también cargar con estas es más complicado para él.

—¿Estás bien? —pregunto ignorando otras opciones, como regañarle por insistir en primer lugar en venir cuando tenia la oportunidad de ignorar todo y dejármelo a mí.

—Sí... yo... yo estoy bien, no tengo heridas ni nada. Me preocupa Daga —suelta las últimas palabras tras un suspiro, fingiendo una voz calmada mientras observo sus labios temblar.

Llevo mis labios a su frente para calmarle de alguna forma, algo que dibuja una sonrisa que dura segundos para luego desaparecer y aceptar seguir a mi lado, aunque el resto del camino lo hacemos en silencio.

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Los fantasmas caminan...

No...

Los fantasmas son solo eso...

Los cadáveres... También...

—¡Daga! —grita un cadáver—. ¿Está bien?

Esos ojos, esos cascabeles, esa mirada que desea todo y a la vez ambiciona de forma innecesaria. Ese anillo de bodas en su dedo. Esa mujer que enterré hacía solo horas, está de pie, con una tez pálida frente a mí.

Se abalanza sobre mis brazos para recoger a su esposo y me aparto de su camino. No es natural, dejando lugar a posibles situaciones desafortunadas.

—Es mi esposo, devuélvemelo, Látigo —dice Sonido apretando sus dientes.

Sin embargo, sus ojos abiertos, ella no veía nada...

Ahora ve...

—No —contesto tajante pasando por el lado de ella junto a Jeremy.

—Es mío, no lo vas a tener, devuélvemelo —dice haciendo sonar sus cascabeles cuando se voltea hacia nosotros por el sonido de sus zapatos.

Me detengo un segundo para observar el rostro de mi compañero en brazos. Sus cabellos rubios, sus delgados brazos y esas heridas en su ojo izquierdo qué nunca sanarán, pero que lo hacen tan particular. No sé cual fue el problema, aun así, hasta que despierte lo voy a tener yo.

—Sí lo tocas te asesinaré, Sonido —digo recuperando mis pasos para entrar a las carpas.

Siento los pasos apresurados correr hacia mí para frenarse en seco. ¿Me atacarás o no? Solo queda esperar...

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—¿Papá, tío se pondrá bien? —pregunta Lucía a Jeremy.

Han pasado dos días y aun no despierta. No lo dejamos solo y a pesar de que a veces su esposa quiere entrar acá, tampoco la dejamos. No es algo que prohibiria, si no estuviese seguro de que la encontré descuartizada y yo mismo la enterré...

—Se pondrá bien, tranquila, Lucy. Deberíamos ir a desayunar, es casi las doce del día y no han querido comer nada —dice Jeremy colocando una mano en mi hombro—. Te traeré algo, sé que no te iras de aquí.

—Tío Látigo, también debes dormir. Yo cuidare a tío Daga —dice mi hija tomando mi mano con una mirada triste terminando por sonreir con una valentía fingida, tan parecida a la de Jeremy—. Yo soy fuerte, yo lo cuidaré.

Cargo a la niña entre mis brazos y la siento en mis piernas abrazándola para colocar la barbilla sobre su cabeza.

—¿Jeremy, puedes traernos algo de comer? —le pido a mi compeñero. El cual asiente ante la mirada de mi rostro. Uno ronde ya sé que las ojeras deben ser prominentes por las dos noches sin dormir qué llevo.

Una vez despiertes descansaré...

—Ve, papá. Yo me quedaré con los tíos —dice Lucía y luego Susurra cubriendo su boca con la mano como si yo no la escuchase—. Nosotros tenemos que cuidar al tío Látigo.

Jeremy acaricia nuestros cabellos despeinadolos más. Luego le dedica una mirada a Daga y se dispone a salir de la carpa.

—Les traeré el almuerzo, necesitan alimentarse bien los dos —dice y se marcha por varios minutos, cerca de la hora hasta que vuelve con una cazuela llena de comida para nosotros.

Los tres nos sentamos en el suelo con la cazuela ante la carencia de más asientos en la habitación. A pesar del apetito casi inexistente qué tengo estos días, Jeremy y Lucía me empujan la comida por la boca. Tampoco dejaría de comer, no puedo disminuir mis capacidades de esas formas. Lo tedioso es que sí necesito horas de sueño.

Si Daga se demora más en despertar no sé cómo me podré dedicar a cazar a esas bestias cuando otra podría atacarlos a ellos tres...

—Látigo, duerme esta noche —me dice Jeremy tras colocar la única cucharada que Lucía intentó tomar en el plato de vuelta.

—No —respondo recordando su incapacidad de defenderse.

—Vas a dormir inevitablemente, llevas tres noches en vela. Eso es sumamente malo y vas a estar más débil qué yo incluso si algo pasa —dice mientras el sueño me termina de invadir de una forma extraña.

—¿Qué hiciste? —susurro tratando de llegar hasta él y cayendo al suelo.

—Dejarte descansar, despertarás en un rato, es de día aun, todo va a estar bien —me dice Jeremy con una sonrisa y cargandome con dificultad para colocarme en la cama junto a Daga.

Ni siquiera la mayor resistencia qué le ponga va a frenarlo. Llevo mucho tiempo sin descansar y lo que sea que me haya dado, es imposible que no me haga efecto.

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No sé cuantas horas dormí, pero me levanto como si hubiese vuelto a nacer. Palpo la cama a mi alrededor y no veo a Daga por ningún lado, tampoco a Lucía o a Jeremy haciendo que la desesperación entre en mi cuerpo y me levante descalzo hacia la salida de la carpa buscándolos.

Sin embargo, los tres vienen de vuelta sin siquiera dejarme llegar al exterior. No sé de que vengan hablando, pero la necesidad de abrazarlos me domina. Los abrazo tan fuerte que escucho a Lucía quejarse de que la ahogo en brazos de Jeremy. Pero más que eso, es como sintiese que de esta forma no los perderé.

—Necesitabas descansar —se excusa Jeremy nervioso por su acto, uno que no parece haber salido mal.

—Te me estás volviendo un pegajoso —dice Daga mientras me corresponde el abrazo tocándome una nalga.

No, yo no puedo perder los a ustedes. Debo encontrar una solución y eliminar a las bestias.

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