━━━ TWELVE ━━━

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Tuvo que respirar hondo antes de soltar la flecha. Alec sabía que su puntería no era segura, y que podía llegar a dañar a otro Shadowhunter. Llevó su mano a su espalda en busca de otra flecha, pero no encontró nada.

Buscó desesperado a Magnus, y lo vio luchando con su magia. Miró sus manos, sabía que tenía acceso a la matriz de Magnus por su runa de alianza, pero no sabía cómo usarla. Intentó calmarse, todo era el caos, un tumulto de gritos y movimiento, y el paisaje no era llano sino una masa de barro y sangre revuelta hasta quedar convertida en una pasta inestable.

Necesitaba hacer algo.

La batalla surgió de la oscuridad como si él hubiese salido por casualidad a una callejuela desierta y hubiese ido a parar en medio de un disturbio en pleno Times Square; de repente había muchedumbre moviéndose en tropel a su alrededor, manos que lo agarraban, empujándolo fuera del paso.

Y había demonios..., demonios por todas partes, y jamás los había escuchado tan desgarradores, los sonidos que podían emitir, los alaridos, ululaciones y gruñidos, y lo que era peor, los sonidos de carne desgarrada y triturada y de ávida satisfacción.

Dio un traspié con un cuerpo que yacía medio sepultado en el lodo, se volvió para ver si podía ser de ayuda, y vio que al Shadowhunter que estaba a sus pies le faltaba la parte que iba de los hombros hacia arriba. El hueso blanco brillaba sobre la tierra oscura, y sintió náuseas. Chasqueo sus dedos como había visto hacer a Magnus, pero algo lo golpeó con violencia por detrás y se vio lanzado al frente, resbalando por una pendiente de lodo al interior de un hoyo.

El de Alec no era el único cuerpo que había allí abajo. Rodó sobre la espalda justo al mismo tiempo que un demonio se alzaba ante él. Se parecía a la imagen de la Muerte en un grabado medieval: un esqueleto animado, con un hacha ensangrentada aferrada en una mano huesuda. Se arrojó a un lado mientras la hoja caída ruidosamente, a centímetros de su rostro. El esqueleto emitió un desilusionado siseo y volvió a alzar el hacha...

Y recibió un golpe en el costado de un garrote de madera cubierto de nudos. El esqueleto estalló en pedazos como una piñata repleta de huesos, que tintinearon haciéndose añicos antes de desaparecer en la oscuridad con un sonido parecido al de castañuelas.

Al levantar la mirada vio a Magnus, que solo le dedicó una mirada para asegurarse de que Alec estaba bien y se marchó. Alec pudo respirar, comenzaba a creer que esa noche sería su última noche, y se sintió fatal de tan solo pensar que Johanne ya podría estar muerta, pero lo que más lo atormentaba era el hecho de que ella lo había traicionado, y ella estaba dispuesta a corregir su error.

O eso quería pensar.

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No sabía cuánto tiempo había pasado, todo le pareció borroso, podía sentir un extraño dolor en su cuerpo, recorrerle como si le quemara la sangre. Su respiración se volvió pesada, y no supo en qué momento terminó en el suelo.

Los ojos de Alec se abrieron de par en par. Una mirada de incrédula confusión pasó por su rostro tras aquel repentino dolor que le atravesó el pecho y un dolor agudo que le atravesaba el hombro derecho. Era como si le hubieran disparado una flecha, y se sacudió intentando ponerse de pie. Era vagamente consciente de que estaba en una pelea, pero el dolor era demasiado intenso para pensar, casi tan intenso incluso como para respirar.

La opresión en su hombro, la que había considerado como el extremo del cordón que lo ataba a Jace, se había tensado tanto que le estaba estrangulando, podía sentirlo el corazón. Se tambaleó apartándose de los que le rodeaban, se abrió paso a empujones. Sólo podía pensar en aire, en meterse aire en los pulmones para respirar.

Por un instante, el dolor en el hombro disminuyó, y Alec se desplomó contra un árbol. Ahogó un grito, mientras el corazón se le encogía con una mezcla de terror y desesperación. ¿Era sólo la distancia de Jace lo que le estaba afectando? Podía ser inclusive su distancia con Johanne. Nunca había sentido nada parecido, incluso cuando su esposa y parabatai habían estado en el barco de Valentine, incluso cuando habían estado heridos y Alec sufría por un dolor que le quemaba la piel.

El cordón se rompió.

Por unos segundos, todo se le volvió blanco, como bañado en ácido. Se alejó a trompicones de la batalla, como si estuviera tratando de correr más que su dolor. Fue a dar contra un árbol. Se dejó caer de rodillas, respirando con angustia. Podía apostar que su rostro estaba tan blanco como la muerte.

Miró su antebrazo, no había nada, y fue instintivo ver su hombro. Tuvo que quitarse el traje de combate, y tal vez fue su peor error. Bajo la tenue luz de la luna, vio que su runa de parabatai, justo sobre su hombro, estaba sangrando. Pasó su mano, limpiando la sangre, dejando al descubierto la runa que comenzaba a difuminarse, pasando del negro a la plata, transformando todo lo que había tenido sentido en la vida de Alec en un sinsentido.

Jace había muerto.

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Su cuerpo estaba frío, podía sentir como el dolor de su vientre persistía y como su cuerpo temblaba por una corriente de aire, que suponía venía de alguna ventana abierta. El olor metálico de la sangre la mareo, y no supo cuando la oscuridad desapareció. Abrió los ojos, logrando ver el techo.

━ Despertaste, Alec ya estaba más nervioso de lo habitual.

Reconocía esa voz, pero estaba tan irritada como para prestarle atención. Se intentó sentar, sintiendo aquella punzada en su abdomen.

━ Siéntate, Johanne.

Fue instinto voltear a mirarlo, principalmente porque su voz había sido autoritaria y firme, casi molesta. Sus ojos azules la examinaron, para después darle una mirada a Isabelle, quien no dudo en ponerse de pie para irse.

━ Yo no la perdonaría━ la escuchó decir, y abandonó la habitación para dejarlos solos.

De la garganta de Johanne brotó una carcajada sin gracia que le dolió, pues tenía la boca seca y no había dicho nada. Alec soltó un gruñido de fastidio, tomó una silla y la colocó delante de la cama de Johanne, tomando asiento para observarla.

━ No sé si te importe, a decir verdad, me duele ━empezó algo lento, como si intentara que Johanne le pusiera atención.

La chica lo miró, había algo más en su mirada, algo que Alec no logró entender, y todo rastro de burla desapareció de la misma forma que había aparecido.

━ Sebastian.

━ Está muerto, nadie encontró su cuerpo, pero está muerto ━ soltó un suspiro, pasando sus manos por su rostro ━. Cumpliste con lo que dijiste, que vengarías la muerte de Max.

━ Jonathan podía tener un futuro, sin embargo, padre y yo estamos de acuerdo con una sola cosa: Jonathan no podría liderar y guiar a la Clave, porque siempre fue el más salvaje y brusco de los dos.

Alec apartó sus manos para mirarla, algo inquieto. Soltó un suspiro, nervioso y se puso de pie, dispuesto a sentarse al lado de ella en la cama. Teniéndola cerca tomó su mano y la acarició, estaba fría y las puntas de sus dedos tenían tonalidades azules.

━ Tú y Sebastian no eran tan diferentes, pero a comparación de él, tú estás dispuesta a matar a tu sangre con tal de cumplir tu objetivo ━ y tras aquello, soltó su mano.

━ ¿De qué hablas?

━ Perdiste al bebé, Johanne.

Alec solo esperaba algún comentario hiriente, porque él sabía que ella no quería al bebé, o eso creía.

━ Un amargo sabor que se tenía que ir, pero voy a tener a Maxwell entre mis brazos sin importar nada.

Sus ojos negros se mantuvieron en las sábanas que cubrían su cuerpo, primordialmente en su abdomen. Alec no supo que decir, si comentar algo con respecto a que ella quería tener un bebé o que se iba a llamar Maxwell.

━ Cumples tu palabra, supongo que no debía sorprenderme que dijeras que, si tenemos un varón, se llamaría Maxwell Joseph.

Johanne no dijo nada, solo se volvió a acostar en la cama.

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El humo se alzaba en una indolente espiral, trazando delicadas líneas negras en el aire diáfano. Podía ver las andas desde donde estaba parada, apartada de las personas que estaban presenciando el funeral de Valentine Morgenstern, oscurecidas por el humo y las llamas.

Había pasado los últimos dos días en la enfermería, apenas podía caminar, y no le habían dejado salir hasta esa mañana, en parte para que pudiese asistir al funeral de su padre. Patrick Penhallow, con su traje de color blanco pergamino, fue quien encendió la leña. Era la segunda vez aquella semana que contemplaba arder un cuerpo, pero el de Max había sido desgarradoramente pequeño, y Valentine era un hombre de gran tamaño... incluso tendido sobre la espalda con los brazos cruzados sobre el pecho, con un cuchillo serafín en el puño. Tenía los ojos vendados con seda blanca, como era la costumbre.

Se había alzado viento y éste se llevaba el humo lejos de ella. En la lejanía podía ver las centelleantes torres de Alacante, a las que se había restituido su antigua gloria. Johanne había anhelado que dejaran de funcionar.

━ ¿Realmente quieres estar aquí? ━ le interrogó Alec, que a petición de Maryse, la había acompañado al funeral.

No era que Alec no quisiese acompañarla, pero esperaba que ella le pidiera aquello. La sujetó de la mano y se mantuvieron apartados, Luke los miró llegar, y solo asintió hacia Alec en forma de gracias, el muchacho solo le hizo una mueca, apretando su agarre.

━ Es mi padre, un idiota fanático y muy estúpido. Igual a mí, a fin de cuentas ━ Johanne volteó a la colina, donde vio a Jace sentado.

Ambos salieron esa mañana, pero de lo que había escuchado, Jace había muerto y regresado a la vida porque su hermana había pedido un deseo al Ángel Raziel.

Regresó su mirada a las llamas, pensando en todo lo que había vivido en sus 23 años. Johanne no recordaba muchas cosas con respecto a su relación con Valentine, más que algunos borrosos recuerdos. Johanne jamás sintió el abrazo maternal o paternal de alguien, tampoco es como que hubiera querido sentirlo. Le repugnaba la forma en que Jocelyn mimaba Clary, y tal vez Simon tenía razón cuando le dijo que estaba celosa.

Su propio padre la convirtió en lo que es y la trato para un propósito, su madre la hizo a un lado toda su vida, Luke por mucho que intento empatizar con ella no lo logró, porque ya era demasiado tarde, su hermano solo la anhelaba de forma enfermiza, Clary no se acercaba a ella porque le tenía miedo, pero no la trató mal.

Y después estaban los Lightwood, Alec y Max, quienes por mucho que ella los tratara mal, ellos siempre estaban ahí. Ellos jamás la vieron como si fuese un ser anormal, la comprendían cada uno a su manera. Y muy internamente lo agradecía.

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La plaza del Ángel resultaba casi irreconocible. El Salón refulgía blanco en el otro extremo de la plaza, oculto en parte por un elaborado bosque de árboles enormes que había brotado en el centro de ésta. Eran a todas luces producto de la magia. Los árboles se alzaban casi hasta la altura de las torres de los demonios, y sus troncos plateados estaban envueltos con cintas y con luces de colores enganchadas en los susurrantes nidos verdes de sus ramas.

La plaza olía a flores blancas, humo y hojas. Alrededor de sus extremos se habían dispuesto mesas y bancos largos, y grupos de Shadowhunters y subterráneos se amontonaban a su alrededor, riendo, bebiendo y conversando. Con todo, no obstante, las risas, había algo lóbrego mezclado en la atmósfera festiva: un pesar presente junto al júbilo.

Las tiendas que bordeaban la plaza tenían las puertas abiertas de par en par y la luz se derramaba sobre las aceras. Los asistentes a la fiesta pasaban en tropel junto a ellas, transportando bandejas de comida y copas altas de vino y líquidos de colores intensos.

━ Todo terminó, ¿no? ━ interrogó Johanne, algo fastidiada por el tumulto de gente a su alrededor.

Alec echó una ojeada en dirección al mini bosque; las luces de colores se reflejaban en el iris azul de sus ojos.

━ Supongo que sí —dijo Alec con una sonrisa, y la miró ━. Me hubiera gustado que Max estuviera aquí.

━ Estaría perdiéndose entre la multitud, o conmigo en la casa leyendo. Las fiestas me aburren.

━ Está no es cualquier fiesta, Anne ━ la sujetó de la cintura ━. Es para celebrar que Valentine Morgenstern, mi suegro, está muerto al igual que tu hermano. No hay amenazas, y también para que volvamos a empezar de cero.

Johanne lo miró algo confundida, y a su vez incómoda. Aunque Isabelle no estuvo muy de acuerdo con que Alec la perdonara, comprendió que ella había estado dispuesta a asesinar a su propio hermano para vengar la muerte de Max, pero había algo más en ella que ya no la hacía confiar.

Johanne Cristal Morgenstern era muy buena mentirosa, y sabía mucho mejor que todos los de su alrededor, controlar sus gestos y movimientos, teniendo un plan. Y estaba segura de que tramaba algo.

━ Quiero que empecemos de nuevo, sin todo lo que ha ocurrido.

━ Eres más idiota de lo que creí ━ soltó Johanne, ya fastidiada.

━ No, no lo soy ━ dejó en claro, en tono firme y se puso recto para poder sentirse más alto ━. Porque esta vez sé de lo que eres capaz, y escúchame bien, Johanne Morgenstern, a la siguiente que me traiciones, no habrá nada que hagas que me haga perdonarte. Porque aún no lo hago, tienes que ganarte esa confianza otra vez, aunque estoy seguro de que no pasará y volveremos a la relación de antes, donde solo nos toleramos y donde no estaré dispuesto a sacrificar a mi familia otra vez por ti.  Porque ya nada será como antes.

Su rostro estaba serio, cosa que hizo a Johanne sonreír con malicia.

━ Disfrutaré ver como nuestro lazo se rompe, y solo queden cenizas de nuestra relación.

Alec le regresó la sonrisa, casi divertido. Levantó la mirada al cielo, y soltó un suspiro.

━ Mira.

Ella miró mientras los fuegos artificiales estallaban en una lluvia de chispas... Chispas que pintaron las nubes sobre sus cabezas a medida que caían, una a una, en veloces líneas de fuego dorado, como ángeles cayendo del cielo.

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Y terminamos con esto, <3

Muchas gracias por el apoyo a esta primera parte de la historia. Cuando empecé no creí que fuera a tener tanto apoyo, pues era una idea incoherente que me llegó, pero que ustedes amaron, :3