Las torres de demonio
━━━ FOUR ━━━
«Te veo ya sabes donde, dulce demonio -SV».
Johanne garabateo la runa que significa fuego sobre el papel, dejando que este se consumiera hasta quedar solo cenizas. Miró a la cama, donde Alec seguía durmiendo, aferrado a una almohada. De alguna manera, se sentía un poco extraña por lo que estaba dispuesta a hacer.
Traicionaría a la única persona que la quiere de verdad, pero eso no era suficiente para detenerla. Su propia sangre lo suplicaba, su demonio interno estaba dispuesto a ayudar a su padre y hermano; pero su pequeña parte humana le rogaba que no hiciera aquel acto de traición.
Sabía que su hermano tras mandar ese mensaje, ya estaría de camino a casa de Amatis Graymark para recoger a Clarissa. Por lo que le correspondía a ella mantener su apariencia, y que nadie sospechara nada.
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Toda la tarde los Lightwood, a excepción de Max, estuvieron en el Gard al igual que los Penhallow. Johanne no quiso subir a ver hablar a toda la bola de mediocres, hipócritas y ególatras de la Clave, por lo que se quedó a cargo de Max.
El niño le estuvo leyendo el libro de Guerra y paz de Tolstói mientras los dos estaban en la estancia sentados en el suelo y recargados en el sillón. Las dudas de Max al igual que su asombro crecían cada vez que se adentraba más a las páginas del libro. El realismo de León era algo que Johanne llegaba a admirar, pero seguía siendo Fiodór Dostoyevski su favorito en la literatura rusa.
━ ¿Quieres más fruta? Alec me dijo que te diera frutas━ Max se puso de pie, acomodando sus lentes en el puente de su nariz.
━ Aja━ le restó importancia, aunque su estómago suplicaba comida━. Kiwis de preferencia━ avisó antes de que Max abandonara por completo la sala.
Se giró para mirarla y asintió.
━ De acuerdo.
Max sabía que Johanne se sentía más cansada, desconocía si era porque estuvo ayer camine y camine con Sebastian, o por su mismo embarazo. Tal vez el estrés la volvía más perezosa, no lo entendía, pero estaba dispuesto a cuidarla para quitarle un poco de tensión a su hermano mayor.
Johanne, por su parte, mantuvo su mirada sobre su vientre. Apenas era visible la curvatura al igual que lo que comía la estaba haciendo subir un poco de peso. Podía decir que sus costillas se notaban menos a comparación de como siempre había sido su cuerpo flaco.
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Alec volvió a caminar para retirarse del Gard, Isabelle le siguió y Jace no tardó en alcanzarlos en el portón. Era él el más cansado y desconocía la razón. Algo le atormentaba el pecho, una extraña inquietud apenas perceptible, y que podía llegar a relacionar con Johanne, pero no tendría por qué.
━ Bueno, mi querido hermano mayor, ¿puedo preguntarte algo? ━ Isabelle entrelazó sus brazos al igual que con Jace.
━ ¿Qué ocurre? ━ no la miró, se mantuvo con su mirada al frente.
━ ¿Qué esperas que sea el bebé? ¿niña o niño? ━ sonrió, había emoción en su voz.
━ Apuesto que es niño━ afirmó Jace, ganándose una mirada de vacilación por parte de Alec.
━ ¿Por qué lo dices? Podría ser una niña.
━ Lo digo porque he escuchado a los mundanos decir que, cuando la mujer manda en la relación, sus hijos son hombres━ sonrió con satisfacción al ver la mueca de Alec.
━ ¿Qué estás queriéndome decir? ━ se detuvieron en la calzada.
━ Oh, por favor, Alec━ intervino Isabelle━. Los tres sabemos que ella te dominado, pero tú a ella no.
Alec vaciló ante el comentario, un poco hiriente para él.
━ Da igual, quiero que sea niña━ retomó la caminata, haciendo sonreír a Isabelle.
━ Apuesto 20 dólares a que es niña━ miró a Jace, quien sonrió con malicia.
━ 30 a que es niño━ estrecharon sus manos, haciendo virar los ojos a Alec.
━ 40 a que son mellizos como Johanne y tu━ entró en la apuesta, no muy convencido.
━ Hecho━ los tres estrecharon las manos.
━ ¿Apostamos el físico también? ━ Jace soltó una carcajada al recibir un golpe en el hombro por parte de Isabelle.
━ Va, pero 15 a que uno sale con los ojos de Alec.
━ Bien, pero 20 si salen los dos con ojos negros como los de Johanne━ volvieron a pactar el acuerdo, pero esta vez Alec no se involucró.
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Cuando los Lightwood regresaron, al poco rato volvió Aline, pero Jace fue el que no llegó. Ninguno de ellos intervino en la lectura del dúo de "mejores amigos", por lo que se limitaron a hablar en voz media en el otro sillón. Hubo un punto donde Max se quedó dormido y Alec lo cargó para llevarlo a la habitación que compartía con Jace.
━ Vuelvo en un momento━ comunicó Johanne a nadie en especial, tomando un durazno del tazón y caminó a la salida, donde Isabelle la detuvo.
━ ¿Regresarás tarde? ━ interrogó, Johanne pudo notar su nerviosismo a través de sus ojos oscuros.
━ Tal vez.
━ Si vez a Jace, sé que...
━ Le diré que venga a la casa━ se soltó de su agarre con incomodidad y salió de la casa.
Debía caminar hasta la torre más apartada de la ciudad, o en un punto donde no hubiera tantas personas.
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━ Es tarde ━ murmuró Isabelle. Volviendo a correr con ansiedad la cortina de encaje sobre el alto ventanal de la salita━. Debería estar ya de vuelta.
━ Sé razonable, Isabelle ━ indicó Alec, con aquel tono de superioridad de hermano mayor que parecía dar a entender que mientras que ella, Isabelle, podía ser propensa a la histeria, él, Alec, permanecía siempre totalmente tranquilo.
Estaba repantigado en uno de los sillones situados junto a la chimenea de los Penhallow con Johanne en sus piernas mientras ella leía un libro de apariencia gastada y vieja, ambos como si no tuviesen ni una sola preocupación en el mundo, parecía diseñada para exhibir su despreocupación.
━ Jace responde así cuando está alterado: se va y deambula por ahí. Ha dicho que iba a dar una vuelta. Regresará.
Isabelle suspiró. Casi deseó que sus padres estuvieran allí, pero seguían en el Gard. La reunión del Consejo se estaba prolongando hasta una hora brutalmente tardía después de que salieron.
━ Pero él conoce Nueva York. No conoce Alacante...
━ Probablemente la conoce mejor que ustedes.
Aline estaba sentada en el sofá leyendo un libro, cuyas páginas estaban encuadernadas en cuero rojo. Llevaba los negros cabellos recogidos tras la cabeza en una trenza francesa, con los ojos clavados en el tomo abierto sobre el regazo.
━ Vivió aquí hasta los diez años. Ustedes, chicos, sólo habían venido de visita unas cuantas veces.
Isabelle se llevó la mano a la garganta torciendo el gesto. El colgante sujeto a una cadena que llevaba al cuello había emitido un repentino y agudo latido... aunque normalmente sólo lo hacía en presencia de demonios, y estaba en Alacante. No había modo de pudiera haber demonios cerca. A lo mejor el colgante no funcionaba bien.
━ No creo que esté vagando por ahí, de todos modos. Creo que resulta del todo evidente adónde ha ido ━ respondió Isabelle.
━ ¿Crees que ha ido a ver a Clary? ━ inquirió Alec, alzando los ojos del libro de Johanne para mirar a su hermana.
━ ¿Aún sigue aquí? Pensaba que iba a regresar a Nueva York ━ Aline dejó que el libro se cerrara━. ¿Dónde se aloja la hermana de Jace y Johanne a todo esto?
Isabelle se encogió de hombros.
━ Pregúntale a él ━ dijo, moviendo los ojos hacia Sebastian.
Sebastian estaba despatarrado en el sofá situado frente al de Aline. También él tenía un libro en la mano, y su oscura cabeza estaba inclinada hacia él. Alzó los ojos como si pudiese percibir la mirada de Isabelle sobre sí.
━ ¿Hablan de mí? ━ preguntó en tono apacible.
Todo en Sebastian era apacible, se dijo Isabelle con un dejo de fastidio. Se había sentido impresionada por su atractivo al principio; aquellos pómulos nítidamente marcados y aquellos ojos negros insondables, pero su personalidad afable y comprensiva la crispaba ahora. No le gustaban los chicos que daban la impresión de no enfurecerse nunca por nada. En el mundo de Isabelle, la cólera significaba pasión y diversión.
━ ¿Qué estás leyendo? ━ preguntó, con más acritud de la pretendida━. ¿Es uno de los libros de Max?
━ Pues sí━ Sebastian bajó los ojos hacia el libros apoyado sobre el brazo del sofá, y Johanne lo miró de inmediato━. Me es interesante los temas que tratan.
Isabelle lanzó un suspiro exasperado. Dirigiéndole una mirada reprobatoria, Alec dijo:
━ Sebastian, a primera hora de hoy... ¿Sabe Jace adónde has ido?
━ ¿Te refieres a que he salido con Clary? ━ Sebastian pareció divertido mientras le lanzaba una mirada iracunda a Johanne━. Escuchen, no es un secreto. Se lo habría contado a Jace de haberlo visto.
━ No veo por qué le iba a importar━ Aline dejó su libro a un lado, y su voz tenía un tono cortante━. No es nada malo. ¿Qué pasa si le ha querido mostrar a Clarissa algo de Idris antes de que ella vuelva a casa? Jace debería sentirse complacido de que su hermana no esté ahí sentada aburrida y enojada.
━ Puede ser muy... protector ━ dijo Alec tras una leve vacilación y se aferró al cuerpo de Johanne.
Aline frunció el ceño.
━ Debería mantenerse al margen. No puede ser bueno para ella estar tan sobreprotegida━ Johanne notó el cierto fastidio en su voz━. La expresión de su rostro cuando nos encontró por sorpresa fue como si nunca hubiese visto a nadie besarse. Quiero decir, quién sabe, a lo mejor es así.
━ Pues no ━ repuso Isabelle━. No es eso.
━ Entonces ¿qué es?
Sebastian se irguió, apartándose un mechón de cabello oscuro de los ojos. Isabelle captó una fugaz visión de algo..., una línea roja a lo largo de la palma, una especie de cicatriz.
━ ¿O sólo me odia a mí en particular? Porque no sé qué es lo que yo he...
━ Ése es mi libro.
Una vocecita interrumpió el discurso de Sebastian. Era Max, de pie en la entrada de la sala. Llevaba puesto un pijama gris y sus cabellos castaños estaban alborotados como si acabara de despertarse. Miraba con expresión iracunda el libro de Tolstói que descansaba junto a Sebastian.
━ ¿El qué, esto? ━ Sebastian le alargó el libro━. Aquí tienes, niño.
Max cruzó la habitación, muy digno, y recuperó de un tirón el libro. Dirigió una mirada furibunda a Sebastian.
━ No me llames niño.
Sebastian rio y se puso en pie.
━ Voy a buscar café ━ dijo, y salió en dirección a la cocina. Se detuvo y se volvió en el umbral de la puerta━. ¿Alguien quiere algo?
Hubo un coro de negativas. Sebastian se encogió de hombros y desapareció en la cocina, dejando que la puerta se cerrara a su espalda.
━ Max ━ dijo Isabelle en tono seco━, no seas grosero.
━ No me gusta que nadie toque mis cosas ━ Max abrazó el libro contra el pecho y miró a Johanne.
━ Crece un poco, Max. Sólo lo había tomado prestado.
La voz de Isabelle surgió más irritada de lo que ella habría querido.
━ Sebastian no tenía derecho a tomar algo que no es de él, déjalo mostrar autoridad en sus cosas, Isabelle━ la voz de Johanne sonó fría mientras cerraba el libro.
Max sonrió, casi orgulloso y se acercó a la pareja.
━ Debería estar en la cama de todos modos━ murmuró, más tranquila━. Es tarde.
━ Se oían ruidos arriba en la colina. Me despertaron━ Max pestañeó; sin sus gafas, todo era muy parecido a una mancha borrosa para él━. Alec...
La nota interrogante en su voz atrajo la atención de Johanne.
━ ¿Qué?
━ ¿Escala alguna vez la gente las torres de los demonios? ¿Por algún motivo?
Aline alzó la cabeza.
━ ¿Trepar a las torres de los demonios? ━ soltó una risa━. No, nadie hace eso jamás. Es totalmente ilegal, para empezar, y, además, ¿por qué querrían hacerlo?
Aline, pensó Johanne con cierto fastidio, no tenía mucha imaginación.
Max parecía contrariado ante aquello.
━ Pero alguien lo ha hecho. Sé que he visto...
━ Seguramente lo has soñado ━ le dijo Isabelle.
El rostro de Max se arrugó. Intuyendo que podía venirse abajo, Johanne se puso en pie y lo tomó de la mano.
━ Vamos, duende. Tienes que dormir.
━ Todos deberíamos irnos a dormir ━ dijo Aline, poniéndose en pie; fue hasta la ventana donde estaba Isabelle y cerró bien las cortinas━. Ya es casi medianoche; ¿quién sabe cuándo regresarán del Consejo? No sirve de nada esperar...
El colgante de la garganta de Isabelle volvió a latir violentamente... y la ventana ante la que estaba Aline se hizo pedazos hacia dentro. Aline chilló cuando unas manos entraron a través del agujero abierto. No eran manos, sino enormes zarpas con escamas, que chorreaban sangre y un fluido negruzco. Agarraron a Aline y tiraron de ella a través de la ventana rota antes de que ésta pudiese proferir un segundo grito.
El látigo de Isabelle descansaba sobre la mesa junto a la chimenea. La joven se abalanzó sobre él esquivando a Sebastian, que había salido corriendo de la cocina.
━ Consigue armas ━ le espetó mientras él ojeaba la habitación con asombro━. ¡Vamos! ━ chilló, y corrió a la ventana.
Junto a la chimenea, Alec sujetaba a su esposa como a Max, quien se retorcía y chillaba, intentando escabullirse de las manos de su hermano. Alec los arrastró hacia la puerta, pero Johanne se soltó de su agarre.
━ ¿A dónde vas? ━ le cuestionó Alec, casi molesto por eso.
━ Llévate al enano lejos de aquí━ ordenó de una manera que a Alec le erizó la piel.
No dijo y asintió, no muy convencido y permitió que su esposa regresara a la sala. Sebastian estaba ahí también, con algunos cuchillos serafines, cuchillos y espadas. Ambos canjearon miradas, satisfechos por el caos que había ocasionado. Sin decirle nada le entregó dos espadas que se guardó en su cinturón y se acercó a la ventana.
Entraba aire frío, aferrándose a uno de los cuchillos, agachó la cabeza y saltó fuera por el enorme agujero del marco, aterrizando con un fuerte impacto sobre el sendero de piedra situado debajo. A primera vista el sendero parecía vacío. No había farolas a lo largo del canal; la iluminación principal provenía de las ventanas de las casas cercanas.
Tenía que aparentar, por lo que avanzó con cautela, con el cuchillo iluminado en su mano. Las sombras se intensificaron a medida que se alejaba de la casa y se aproximaba al puente Oldcastle, que trazaba un arco sobre el canal Princewater en un ángulo extraño con el sendero. Las sombras de su base estaban apelotonadas tan densamente como moscas negras. Detuvo su paso al ver que algo se movió dentro de las sombras, algo blanco y veloz como una flecha.
Su velocidad, había dicho Sebastian, incrementaba si estaban cerca. Todo de ellos se intensificaba al estar cerca. Abriéndose paso a través de un seto bajo que delimitaba el jardín de alguien, y se lanzó sobre el estrecho paso elevado de ladrillo que discurría por debajo del puente. El cuchillo había empezado a resplandecer con una cruda luz plateada, y con su tenue iluminación pudo ver a Aline inerte en el borde del canal. Un enorme demonio recubierto de escamas estaba tumbado sobre ella, presionándola contra el suelo con un grueso cuerpo de lagarto y el rostro enterrado en su cuello.
El ser alzó la cabeza y olisqueó el aire, como si la percibiera allí. Era ciego, advirtió mientras lo rodeaba, y una gruesa línea de dientes serrados se dibujaba como una cremallera sobre la frente donde deberían haber estado los ojos. Tenía otra boca en la mitad inferior de la cara, ocupada por colmillos. Los costados de su estrecha cola centellearon mientras la agitaba a un lado y a otro, estaba ribeteada de hileras de hueso afilado como cuchillas.
Aline se retorció y emitió un sonido, un gemido jadeante. Una sensación de fastidio la invadió, había estado segura de que la muchacha estaba muerta, pero le duró poco el gusto. Al moverse Aline, Johanne visualizó que le habían desgarrado la blusa a lo largo de la parte delantera. Tenía marcas de zarpazos en el pecho, y la criatura sujetaba con otra zarpa la cinturilla de los vaqueros.
Una oleada de náuseas la invadió, sintiendo un revuelto en el estómago. El demonio no intentaba matar a Aline, aún no. Con el cuchillo en mano, la joven se abalanzó al frente, enterrando el cuchillo en la espalda del demonio. El ser lanzó un chillido agudo y se apartó de Aline, al momento en que Johanne lo abrió en canal, deslizando el cuchillo hacia abajo.
La muchacha brincó hacia atrás, desvainando una de las espadas. El demonio chilló de nuevo, mientras ella cortó una de sus extremidades con un corte limpio y rápido. La lengua del demonio cayó con un húmedo y nauseabundo golpe sordo sobre los ladrillos de la calzada.
El demonio aún con vida, dio media vuelta y huyó, moviéndose a la velocidad de una serpiente. Johanne no se molestó en correr tras él. Cuando lo volvió a encontrar, el demonio retorciéndose en el suelo. Aline estaba de pie observando al demonio caído, con una fina daga en la mano; debía de llevarla en el cinturón. Las runas de la hoja brillaron como relámpagos cuando hundió la daga y la clavó una y otra vez en el cuerpo convulsionado del ser hasta que la criatura dejó de moverse por completo y desapareció.
Aline alzó los ojos. Su rostro permanecía inexpresivo. No hizo el menor gesto para mantener la blusa cerrada, a pesar de los botones arrancados. Rezumaba sangre de las profundas marcas de arañazos de su pecho.
la joven dejó caer la daga al suelo con un tintineo. Sin decir una palabra se dio la vuelta y corrió, desapareciendo en la oscuridad que había bajo el puente. Johanne no iba a perseguir a una mocosa, por lo que caminó hacia las escaleras de metal al otro lado de la calzada elevada, que conducían de vuelta a la calle Princewater. Al llegar arriba, miró a su alrededor buscando a alguien más.
Había una arremolinada multitud que atestaba la calle. Y no se trataba sólo de personas, además. Demonios en hordas provocando destrucción y muertes. Yacían ya dos o tres cadáveres en la calle, uno a sólo unos pocos metros de ella: un hombre, con la mitad de la caja torácica desgarrada. En otro momento le habría fascinado examinarlo, realizarle una autopsia sin ningún respeto al cuerpo, pero por su embarazo las le impedían si quiera acercarse a mirar.
El aire teñido de rojo rezumaba olor a quemado, la noche era hendida por alaridos y chillidos. Las puertas estaban abiertas a lo largo de las hileras de edificios... la gente salía disparada de casa para a continuación detenerse en seco al ver la calle repleta de monstruos.
Era imposible, inimaginable para ellos, pensó Johanne con cierta satisfacción. Nunca en la historia Nephilim un solo demonio había cruzado las salvaguardas de las torres de los demonios. Y ahora había docenas, cientos o tal vez más inundando las calles como una marea venenosa.
Inconsciente miró la palma de su mano derecha, donde había una fina línea roja, una cicatriz de la herida que ella se causó con la misericordia de Max. Quien diría que unas gotas de su sangre y la de su hermano harían tremendo desastre, sonrió con cinismo.
El estruendo a su alrededor aumentó: el aullar de demonios, personas que llamaban a otras, los sonidos de pies que corrían y de cristal que se rompía. Calle abajo, alguien gritaba palabras que ella apenas consiguió comprender. Algo sobre las torres de los demonios, provocando que alzara la vista. Las altas agujas montaban guardia sobre la ciudad como siempre habían hecho, pero en lugar de reflejar la luz plateada de las estrellas, o incluso la luz roja de la ciudad en llamas, mostraban un blanco apagado como la piel de un cadáver.
Su luminiscencia había desaparecido en cada una de ellas. Y pudo sentirse satisfecha, sin sentir aquella sensación en su pecho. El plan había funcionado. Las salvaguardas que habían protegido Alacante durante mil años se habían esfumado.
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Bueno... chale, no sé que decir al respecto, más que ese no es el plan de Johanne, es el de Valentine.
Y sin más, se me cuidan, :)
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