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Diferentes

━━━ TWO ━━━



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Ya la noche hacia acto de presencia sobre la Ciudad de Cristal cuando Simon y Alec abandonaron la casa de los Penhallow y marcharon colina arriba en dirección al Gard. Johanne había decidido quedarse para hacerle compañía a Max. Las calles de la ciudad eran estrechas y sinuosas, y ascendían como pálidas cintas de piedra bajo la luz de la luna.

Alec andaba en silencio, avanzando a grandes zancadas por delante de Simon como si fingiera estar solo. En su vida anterior Simon habría tenido que apresurar el paso, jadeante, para mantenerse a su altura; ahora descubrió que podía ir al ritmo de Alec simplemente acelerando la zancada.

━ Debe de ser un fastidio ━ comentó Simon, rompiendo el silencio━. Tener que cargar con la tarea de escoltarme, quiero decir.

Alec se encogió de hombros.

━ Momentáneamente soy el director del Instituto de Nueva York, Tengo que ser la persona que se encargue de esto. Soy el único que puede entrar y salir del Gard cuando la Clave está reunida, y, además, el Cónsul me conoce.

━ ¿Qué es un Cónsul?

━ Es como un funcionario de muy alto rango de la Clave. Cuenta los votos del Consejo, interpreta la ley para la Clave, y les aconseja a ellos y al Inquisidor. Si diriges un Instituto y tropiezas con un problema que no sabes cómo tratar, llamas al Cónsul.

━ Te diré una cosa, las inquisiciones no le han ido nada bien a mi gente en el pasado ━ dijo Simon desde pues de un rato━. No importa. Tan sólo era un chiste mundano sobre la historia. No le interesaría.

━ Tú no eres un mundano ━ señaló Alec━. Por eso a Aline y a Sebastian les emocionaba tanto poder echarte un vistazo. Sebastian actúa como si ya lo hubiera visto todo━ musitó con cierto tono celoso━. Jodido arrogante.

━ ¿Están él e Isabelle...? ¿Hay algo entre ellos?

Aquello arrancó una carcajada a Alec.

━ ¿Isabelle y Sebastian? Difícilmente. Sebastian es un buen tipo, y a Isabelle sólo le gusta salir con chicos totalmente inapropiados a los que nuestros padres aborrecerían. Mundanos, subterráneos, pillos insignificantes...

━ Gracias ━ dijo Simon━. Me alegro de verme clasificado junto con el elemento criminal.

━ Creo que lo hace para llamar la atención ━ repuso Alec━. Además, es la única chica de la familia, así que tiene que estar siempre demostrando lo dura que es. O al menos eso es lo que piensa. Aunque ahora ya no lo es con Johanne y nuestro futuro bebé.

━ Lo había olvidado━ murmuró Simon, casi distraídamente━. No creí posible que alguien como ella se dejara embarazar. O al menos se dejara querer.

Alec se detuvo en medio de la calzada tan inopinadamente que Simon casi chocó contra él.

━ No ━ dijo━, pero, aparentemente, todos piensan que es imposible hacerla cambiar.

━ Excepto tú ━ replicó Simon━. ¿Cuándo caerás en la cuenta de que no le importas?

Alec inspiró profundamente. Estaba pálido, se dijo Simon, aunque quizá sólo fuera la luz de la luna, que le desvanecía el color a todo. Los ojos parecieron negros en la oscuridad.

━ En realidad no es asunto tuyo. A menos que estés intentando algo más.

━ ¿Intentar algo más? ━ Simon se quedó desconcertado━. No estoy...

━ Entonces ¿por qué? ━ había una repentina y aguda vulnerabilidad en su voz━. ¿Por qué mencionarlo?

━ Lo siento, es solo que pareces comenzar a adoptar el mismo comportamiento de Johanne. Das la impresión de odiar a todo el mundo como ella.

Alec se lo meditó un momento, para volver a andar otra vez, muy de prisa, con la vista fija en la calzada ante él. Simon apresuró el paso para mantenerse a su altura. Volvieron al silencio, ahora incómodo para Simon. Alec decidió darle vueltas a su anillo, con cierta ansiedad se puso a pensar en lo que dijo Simon. Tal vez tenía razón al menos en su comportamiento, era un modo de ver si Johanne cambiaba en algo con él. Su camino al Gard se volvió largo, Simon podía admirar la ciudad de cristal con detalle.

━ Ya estamos. Esto es el Gard.

Su voz era algo brusca cuando se detuvieron ante los muros. Alec abrió la puerta de un empujón e hizo una señal a Simon para que la cruzara. Una vez dentro, éste pestañeó mirando a su alrededor desconcertado.


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La calle Princewater estaba oscura cuando Alec regresó del Gard; las ventanas de las casas permanecían cerradas con los postigos y apagadas, y únicamente había alguna que otra farola de luz mágica proyectaba un charco de iluminación blanca sobre los adoquines. La casa de los Penhallow era la más iluminada de la manzana; brillaban velas en las ventanas y la puerta principal estaba ligeramente entreabierta y dejaba salir una franja de luz amarilla que se curvaba a lo largo del sendero.

Johanne estaba sentada en el muro bajo de piedra que bordeaba el jardín delantero de los Penhallow, con los cabellos muy brillantes bajo la luz de la farola más cercana. Llevaba sólo un suéter que apostaba era de él. Alec se dejó caer sobre la pared junto a ella, dando un suspiro.

━ ¿Has estado aquí fuera esperándome todo este tiempo? ━ se atrevió a cuestionar, sabiendo la posible respuesta.

━ ¿Quién dice que te estoy esperando? ━ él sonrió.

━ ¿Qué haces aquí afuera? Hace frío y podrías enfermarte━ su tono protector la hizo bufar.

━ Me harté de estar ahí adentro. Max ya está dormido y no tenía ganas de soportar a los demás mediocres━ explicó mirando a la nada.

En ningún momento le dirigió la mirada, se mantenía atenta a otra cosa en la penumbra de la calle.

━ Mañana me gustaría enseñarte Alacante. Pasar el día juntos.

Ante su silencio, Johanne por fin lo miró. Alec se sentía de algún modo extraño, era como tratar una versión de su Anne más lejana, ajena de su persona. Comenzaba a creer que era por estar en un nuevo lugar, pero no se había comportado así en su luna de miel en París. Pero algo más estaba influyendo en ella y en su comportamiento.

━ Está bien━ no parecía muy interesada, pero tampoco fastidiada por la idea.

Se quedaron en silencio, y de apoco Alec se fue acercando a ella hasta rozar sus hombros, fue cuando recargó su cabeza en el hombro de Johanne. Ella en un principio se puso tensa, no era de esperarse, pero al poco rato se tranquilizó para buscar la mano de Alec y sujetarlo. Podían ambos estar en un silencio tan largo y no tener problema, Alec sabía que ella era de pocas palabras y muy rara vez seguía el ritmo de conversación. Solo necesitaba paciencia, y en algún momento ella podía abrirle un poco de su corazón.

Cerró los ojos por un momento, calmándose con el sonido de la respiración de Johanne. Pero recordó algo, abrió los ojos para apartarse de Johanne e introdujo la mano en su bolsa, sacando un lapicero y un trozo de papel, arrancado del cuaderno de espiral que usaba como diario. Donde la mayoría de las hojas involucraban a su esposa.

Tuvo que soltarla y ella miró lo que hacía. Escribió unas pocas palabras en el papel y luego, con su estela, trazó la runa que significaba fuego al final de la hoja. Ardió más deprisa de lo que pensaba; soltó el papel mientras se quemaba, y éste flotó en el aire como una libélula. Pronto todo lo que quedó de él fue un fino montón de cenizas en el aire que se esparcían como polvillo blanco por los rosales.

━ ¿A quién le escribiste? ━ parecía confundida, mirando a la dirección donde el papel se había ido.

━ A Magnus, solo para preguntar algo.


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En la mañana Johanne despertó por los besos de Alec en su espalda desnuda. No era el departamento de Magnus para tener cuidado con lo que hacían, mucho menos el Instituto. Aunque era la casa de los Penhallow, tenían su propia habitación donde podían realizar cualquier clase de actividad que quisieran. Alec no estaba seguro si era por el embarazo, o cual era la verdadera razón, pero Johanne ya no estaba fría como antes, y sus cicatrices se iban perdiendo, desvaneciéndose en su palidez.

Parecía humana con calor corporal.

━ Buenos días━ su voz ronca le susurró al oído, brindando besos en su mandíbula y cuello.

Johanne soltó un gruñido, girándose entre las sábanas para quedar boca arriba y poder mirar a Alec. Él sonrió al verla volver a cerrar los ojos. Para él, Johanne era un ángel al momento de dormir, donde su cara estaba apacible y sereno, no podía verse algún rastro de fastidio. Y sus cabellos rubios sobre la almohada, desordenados con algunos mechones en su rostro delgado.

━ Debo volver ir al Gard por algo━ susurró, contorneando con la punta de su nariz la mejilla de Johanne.

Volvió a gruñir como modo de advertencia, sin abrir los ojos o moverse.

━ Vamos, quiero llevarte a conocer nuestro lugar de origen━ esta vez la mordió en el cuello.

No había sido un mordisco tan duro, pero si había sido con la suficiente fuerza para dejar una marca en la piel pálida de Johanne. La escuchó soltar un pequeño gemido ante su acto, y sintió una de sus manos acariciarlo por el brazo hasta llegar a su cabeza, donde jaló sin mucha fuerza su cabello, haciéndolo a él suspirar.

━ Como fastidias━ habló Johanne.

━ Te tengo que levantar de una u otra manera━ le robó un beso y se levantó de la cama.


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Alcanzaban a ser las doce del día cuando por fin se dirigieron hacia el centro de la ciudad, ya que parecía lo más acertado para empezar con el recorrido. Alec tuvo que subir con su madre al Gard, ya que había recibido noticias de Magnus minutos antes de que despertara a Johanne. Y ahora no podía posponer la salida, y tampoco tenía prisa en avisarle a Jace lo que ocurría.

Tuvieron que adentrase a un laberinto de calles serpenteantes, cada una muy parecida a la siguiente. Hasta que abandonaron la calle para entrar en una amplia plaza pavimentada con adoquines rodeada por edificios altos y estrechos. En el centro se elevaba la estatua de bronce de El Ángel, el que había dado su sangre parar crear la raza de los cazadores de sombras. En el extremo septentrional de la plaza había una impresionante construcción de piedra blanca.

━ Ésta es la plaza del Ángel ━ le dijo Alec━, y eso era el Gran Salón del Ángel. Los Acuerdo se firmaron por primera vez ahí, puesto que a los subterráneos no se les permite el acceso al interior del Gard; ahora recibe el nombre de Salón de los Acuerdos. Es un lugar principal de reunión; se celebran festejos, bodas, bailes, esa clase de cosas. Es el centro de la ciudad. Dicen que todas las calzadas conducen al Salón.

━ De haber vivido aquí...

━ Sí, aquí nos hubiéramos casado━ completó él, dando un suspiro━. Pero al menos nos casamos en la ciudad donde los dos crecimos, y donde muy probable nuestros hijos crezcan también.

━ ¿Por qué? ━ Johanne miraba la estatua con cierto interés, mera curiosidad.

━ Tengo prohibido vivir en Alacante y solo venir por asuntos oficiales de la Clave━ hizo una mueca━. ¿Ahora entiendes por qué odie a mis padres por participar en el Círculo? Daría lo que fuera por que tuviéramos nuestra casa aquí.

Johanne solo asintió, y jaló a Alec para dar vuelta y dejar la plaza detrás de ellos. Tomados de las manos penetraron en el interior de un laberinto de calles, algunas con tiendas y otras casas comunes. Pasaron bajo una farola y Alec se detuvo en una tienda de postres.

━ ¿Tienes hambre? ━ introdujo su mano en su bolsillo.

Miró los postres que había a la vista. Eran artesanales, nada que tuviera muchos conservadores o exceso de saborizantes. Era Alacante, una ciudad que parecía vivir en la época victoriana. Sus ojos se centraron en un pay de manzana sencillo, pero que de algún modo su antojo lo deseaba.

Alec no tuvo que preguntar otra vez. Pidió un trozo del pay a la dueña, quien algo inquieta lo atendió. No era de esperarse, todos habían escuchado de los hijos de Valentine Morgenstern, y Johanne no era un secreto que fuera igual a su padre físicamente. Cada que caminaban por las calles, podía escuchar los susurros de las personas con respecto de ella y su matrimonio con el chico Lightwood.

━ Gracias━ Alec tomó el plato y se apartaron de ahí━. Toma, tiene manzana y no exceso de azúcar. Es saludable al menos en un 70%━ se lo entregó, y Johanne no dudo en probarlo.

━ No hay muchas interesantes aquí en Idris━ comentó, llevando un pedazo a su boca.

━ Supuse que lo dirías━ Alec sonrió, robándole un trozo de manzana y volvieron a caminar━. Te llevaré a la torre más cercana.


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Para Johanne, la torre era como una aguja enorme echa de cristal. Tenía al menos el grosor de un árbol muy grande, centellante por los rayos de luz, demasiado reflectante para sus ojos y de alguna manera podía sentir tensión en su cuerpo por la cercanía.

━ Se cree que crecen fuera de una gruesa vena de adamas en la tierra, adamas que colocó Raziel cuando se le apareció a Jonathan Shadowhunter━ explicó Alec, sentándose en la piedra de adama cercana en el camino━. Son explotadas para hacer las armas y nuestras herramientas.

━ Son como árboles━ sentenció Johanne, chupando su dedo pulgar que todavía tenía miel del pay.

━ Sí, algo así━ se encogió de hombros, mirando con los ojos entrecerrados la torre.

Johanne analizó bien la estructura e ingeniando un plan que no tuviera complicaciones o inconvenientes. El sol comenzaba a descender, y fue donde Alec comprendió que era hora de volver a la casa de los Penhallow.

━ Debemos volver, ya empieza a oscurecer y debo hablar con Jace━ hizo una mueca, con cierto fastidio en su voz.

━ ¿Qué hay fuera de Alacante? ━ interrogó Johanne, mirando aún a la torre de demonio.

━ El bosque Brocelind, mañana te llevo. También podemos ir al Lago Lyn━ se acercó a ella.

━ ¿Hay peligros allá afuera?

━ Los hombres lobo del bosque. Son los más salvajes━ respondió mientras caminaban de nuevo entre las calles laberínticas.

━ Sebastian dijo que las salvaguardas las mantienen las torres, y por eso ningún demonio entra a la ciudad.

Alec no pudo evitar bufar con fastidio ante la mención del chico Verlac.

━ Así es, es su objetivo y así se mantendrán para siempre. Ningún demonio puede ingresar━ intentó no sonar cortante, pero su voz fue distante.

━ ¿No hay manera de derribar las torres? ━ había un tono diferente en su voz, un módulo que Alec no logró descifrar, pero tampoco le prestó atención.

━ No. Nada puede derribarlas.


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Sebastian conocía las emociones humanas, no las comprendía y mucho las sentía, pero sabía identificarlas. Cada que estaba cerca de su hermana podía sentir una esencia embriagante y adictiva, un aroma que lo ponía más atento a ella, y sabía que era diferente para Johanne. Él no lograba comprenderla del todo, podía parecerle algo compleja, pero le daba igual.

Ella era suya.

Cuando la rescató de morir en el Instituto, pudo sentirse tenso con tenerla contra él. La vio inconsciente sobre el suelo, un demonio controlado que no era diferente a él, pero no había visto a Clarissa.

Nunca había jugado limpio con los demás. Claro que nunca se le había brindado la oportunidad; su padre los había mantenido a él y al otro Jonathan separados. Podía apostar que si su hermana melliza no hubiera arrebatada de su lado hubiera sido mucho mejor su desarrollo. Un chico con sangre de demonio y otro con sangre de ángel: criarlos a ambos como propios y a ver cuál de los dos hace enorgullecer a papá.

El otro chico había fallado una prueba cuando era más joven y lo habían enviado fuera. Eso era todo lo que Jonathan sabía. Él en cambio había superado todas las pruebas que su padre le había propuesto. Quizá las había superado en exceso, demasiado bien, sin cometer un solo error, sin inmutarse ante la cámara de aislamiento, los animales, el látigo o la caza. Jonathan discernía una sombra en los ojos de su padre de vez en cuando, no sabía si de pena o de duda.

Pero ¿qué podía apenarlo? ¿Qué le hacía dudar? ¿No era Jonathan el guerrero perfecto? ¿No era todo lo que su padre había querido que fuera? Los humanos eran muy complicados. A Jonathan nunca le había gustado la idea del otro Jonathan, de que su padre tuviera otro chico, otro que le hiciera sonreír a veces sin un atisbo de sombra en los ojos.

Después su padre le contó que su madre se había marchado cuando él era un niño de cuatro años, arrebatándole a su hermana melliza. También estaba embarazada de nuevo e inexplicablemente triste y desolada porque no quería que su nuevo retoño fuera mejorado. Pero escapó demasiado tarde: Padre ya se había encargado de que Clarissa tuviese poderes angélicos.

Sabía que, una vez él y Padre controlaran y transformaran a los Shadowhunters, echaran a perder su orgullo y su ciudad, Padre había decidido que Johanne, el otro Jonathan y Clarissa vivirían con ellos. Jonathan despreciaba a su madre por haberse escapado. Y su único interés en el otro Jonathan se debía a que le permitiría demostrar cuán superior le era: él era el verdadero hijo de Padre, su hijo de sangre, y su sangre tenía toda la fuerza de los demonios y del caos.

Él y su hermana eran el mismo caos al estar juntos.

Pero le interesaba de igual manera Clarissa.

Clarissa y Johanne nunca habrían decidido abandonarlo. Se las habían llevado y obligado a crecer entre mundanos, de todas las asquerosas criaturas posibles. Seguro que sabía que ellas eran distintas a todos los que las rodeaban, que estaban destinadas a un futuro mejor, con todo su poder y su extrañeza latentes bajo su piel.

Pero había un detalle, Clarissa tenía una parte de ángel, como el otro Jonathan, no la sangre infernal que recorría por las venas de Johanne y las de él. Ellos eran realmente los hijos de su padre, fortalecidos y forjados por los fuegos del infierno. Clarissa también era realmente hija de su padre, quizá no fuera tan diferente a él y a Johanne.

La idea le entusiasmaba de una forma desconocida. Clarissa era su hermana; y al igual que Johanne, no le pertenecía a nadie más. Ambas eran suyas. Lo sabía porque, aunque no soñaba muy a menudo, cuando su padre le explicó que Clarissa había hundido su barco, soñó con ella y con Johanne.

Jonathan soñó con dos chicas caminando sobre las olas, los cabellos de una eran como una humareda escarlata alrededor de los hombros, enredándose y desenredándose en el viento indomable; la de la otra eran una cascada de mechones blancos como los de él, y quedo fascinado por la mirada de ella. Todo estaba oscuro, estaban en medio de una tormenta, y el mar embravecido mostraba restos de lo que había sido un barco y cuerpos que flotaban boca abajo. Ellas lo miraban con sus fríos ojos y Clarissa no sentía ningún miedo.

Clarissa lo había hecho: sembrar la destrucción como él mismo haría. Johanne, sin embargo, era la que se mantenía más distante a él. En el sueño, se sentía orgulloso de Clarissa, pero molesto con Johanne. Sus hermanitas. Las cuales pronto volvería a ver.

Llegado el momento, había dicho Padre, estarían juntos, todos juntos. Jonathan debía esperar. Pero no se le daba demasiado bien esperar. Quería a su hermana melliza más de lo que deseaba a Clarissa. Padre le había informado también que Johanne se había casado, y eso lo molesto.

Johanne era de él, no de aquel humano mediocre que creía tenerla.

Y cuando se enteró que estaba embarazada, la sangre le hirvió, latente bajo su piel. Quería matarlo, ¿cómo se atrevía a tocarla? ¿tan siquiera cómo se atrevía a ponerle su patético apellido en modo posesivo? Él la reclamaría en el momento adecuado.


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Tenían que aparentar, no podían pasar mucho tiempo juntos, o tan siquiera estar en la misma habitación. La tensión entre los gemelos Morgenstern era evidente, aunque intentaran modificarla o disimularla, o al menos que estuvieran en público. Estando los dos solos podían generar un lazo, era como si las demás personas distorsionaran su hermandad.

No había palabras que Johanne pudiera encontrar para describir lo que había entre ambos. Pero seguía interrogándose cuando se darían cuenta de que ella y Sebastian eran iguales, solo el cabello los hacía diferentes. La mirada de ambos era del mismo color y de la misma intensidad, su nivel de palidez era igual y sin poder evitarlo, Isabelle había visto las cicatrices de las quemaduras la luz de Maellartach le había provocado en el brazo al muchacho, al igual que otras cicatrices. Mismas que ella había visto en el cuerpo de Johanne el día en que se probó el vestido de novia.

Cuando llegaron a la casa de los Penhallow, Alec subió las escaleras para ir a la habitación de Jace. Estando solos Sebastian, Isabelle y ella, la morena le dijo que Clary estaba ahí; que había utilizado un postal sin autorización de la Clave. A Johanne le dio igual, soltando un insulto hacia la pelirroja, cosa que provocó que Sebastian la mirara seriamente, aunque disimuló aquello.

━ ¿Por qué no te llevas bien con tu hermana? ━ trató de ser cauteloso, pues Isabelle los estaba observando.

━ Es un completo grano en el culo━ fue cortante y fría con él.

━ Me doy cuenta de que nadie quiere mucho a Clary━ Sebastian miró a Isabelle, quien solo suspiro.

━ Johanne y Jace tienen sus motivos, aunque no está de más ver cómo van las cosas━ se puso de pie y se desapareció en las escaleras.

━ Clary es interesante━ se limitó a decir Sebastian.

━ Es una estúpida insoportable.

El gesto de Sebastian se endureció.

━ Estamos juntos de nuevo, hermanita━ musitó con frivolidad━. Dudo que quieras saber el caos que podemos generar en una pelea.

━ Deseas a la estúpida de Clarissa, que imbécil━ los dos se pusieron de pie, generando aún más tensión entre ellos.

━ También te deseo a ti━ la sujetó de la cintura y en ambos surgió algo.

La atmósfera se volvió caliente en todo el sentido de la palabra. La mano se Sebastian le comenzó a quemar a Johanne, como si tuviera una plancha pegada a su cintura haciendo presión. Sus ojos se volvieron oscuros, fue donde Sebastian enterró sus uñas en la piel de su hermana.

El sonido de la puerta cerrarse con fuerza los hizo separarse, sintiendo el dolor mismo del calor que los envolvió y Sebastian se miró la mano, estaba roja, ambos estaban rojos y sus venas se contorneaban negras bajo su piel. Ninguno dijo nada y Sebastian se fue para salir de la casa.

Johanne comenzaba a odiar a su hermano al mismo tiempo que se sentía mejor con él de lo que podría estarlo con Alec.

━ Cabellos de nieve━ la voz sin ánimo de Max la hizo mirarlo sin interés.

Ladeo la cabeza al ver que el niño se dejó caer en el sillón a su lado, dejando el libro sobre el mismo y suspiro.

━ ¿Por qué todo el mundo se pasa la vida diciéndome que tienen que hacer cosas de adultos para no tratar conmigo? ━ sus ojos grises la miraron, pestañeando bajo los lentes.

━ Porque son un montón de idiotas. Solo jodidos como nosotros nos entendemos mejor con un libro que con la plaga de la sociedad━ se mantuvo neutra, cosa que lo hizo sonreír al menos.

━ Clary también me evitó, todos lo hacen menos tú━ se sentó correctamente y se dejó caer en el regazó de Johanne.

━ Somos mucho para este estúpido mundo━ Johanne pasó su mano por los cabellos revueltos de Max, haciéndolo cerrar los ojos.

Por su mente pasó un pequeño fragmento de futuro, viendo a la peste de su vientre del mismo modo que Max. Siendo igual que él y como ella. Así como su padre había entrenado a Jonathan, ella entrenaría a su hijo sin la más mínima gota de piedad.


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Algo aburrido el capítulo, pero al menos sabemos la GRAN diferencia entre los mellizos Morgenstern. Ahora, ¿ustedes que creen que ocurra entre Alec y Sebastian?

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