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xii. encubierto


LA VIOLENCIA Y LA CAÍDA,
capitulo doce: encubierto!



          IRINA ENTRÓ EN LA HABITACIÓN, encontrándose a los dos ex-agentes. Teniendo una discusión muy descomunal—Steve...—murmuró ella.

          Steve se acercó hasta ella para rodearla con sus fuertes brazos, le abrazó con fuerza, no queriendo soltarla. Irina también le abrazó, queriéndolo cerca. Reposó su cabeza en su pecho, cerrando los ojos ante el aroma que el rubio desprendía.

          —Estoy bien...—murmuró—. Estoy aquí...Steve, sé quién mató a Fury.

          Erika se tensó en ese momento.

          —La mayoría de las agencias de inteligencia no creen que existe—dijo Morgan observando a los presentes—. Los que creen en él lo llaman "El Soldado del Invierno".

          —Yo lo conozco—dijo Natasha mirando a Morgan—. Se le acredita más de dos docenas de asesinatos en los últimos 50 años.

          —Es una historia—murmuró Steve.

          —Hace 5 años, escolté a un ingeniero nuclear fuera de Irán—dijo Romanoff—. Alguien disparó a las ruedas del auto cerca de Odessa. Perdimos el control y caímos en un acantilado, logré salvarnos a los dos, pero el Soldado del Invierno estaba ahí.

          Steve permaneció serio, mientras que Irina le observaba.

          —Estaba cubriendo al Ingeniero, entonces él le disparó a través de mi—dijo levantando su chaqueta.

          —Una bala soviética. Sin estriado—dijo Erika—. Esas balas dejan marcas que no se quitan. Con razón siempre usabas un traje de baño entero

          —Buscarlo no tiene sentido, Rogers. Natasha ya lo intentó pero fue en vano. Como dijiste, es una historia—dijo Irina, mirándole con sus ojos verdes—. Yo lo conozco.




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          Los cuatro jóvenes se encontraban caminando por un centro comercial común, donde había mucha gente. Steve caminaba algo apresurado, pero Irina le dijo—La primera regla al escapar no es correr, si no caminar.

          —Si corro con estos zapatos se me saldrán.

          —¿A dónde vamos?—preguntó Erika, miró a su madre—. ¿Puedo ir por una malteada?

          Natasha frunció el ceño ante la pregunta de su hija—Debes estar bromeando.

          —Solo dame tu billetera y volveré.

          Natasha buscó algo en la chaqueta y sacó un par de billetes—Vas y vienes rápido, niña.

          —Sabes que te amo—dijo Erika para ir hacia una de las tiendas donde hacían malteadas. Los demás se miraron entre ellos.

          —¿Vamos a un lugar donde hayan computadoras?

          —¿Apple?—ideó la pelirroja.

          —Sí—respondió Morgan entrando a un negocio con una manzana grande en su entrada, fueron hasta una de las computadoras y Natasha sacó el dispositivo.

          —¿Qué buscaremos?—preguntó Steve.

          —El disco tiene un programa de seguimiento avanzado, en cuanto lo iniciemos SHIELD sabrá dónde estamos.

          Steve miraba disimuladamente con sus anteojos, mientras que Irina observaba la computadora. Natasha puso el dispositivo cerca de la entrada, tecleó un par de cosas.

          —¿Cuánto tiempo tendremos?—preguntó Steve.

          —Alrededor de nueve minutos desde...—dijo Natasha, ahora colocando el dispositivo—. Ahora.

          La pelirroja empezó a teclear rápidamente, observando la pantalla fijamente, Steve seguía vigilando pero esta vez alternaba su vista a la computadora. Erika no tardó en aparecer con una malteada en sus manos.

          —Fury tenía razón acerca del barco—empezó la espía—. Alguien intenta esconder algo.

          Irina observó cómo múltiples ventanas en la computadora se abrían gracias a los dedos hábiles de Romanoff—La información está protegida por un tipo de inteligencia artificial, se reescribe para evitar tus órdenes.

          —¿Puedes detenerlo?—preguntó Steve.

          —La persona que lo diseñó es un poco más lista que yo, un poco—respondió tecleando más rápido—. Intentaré abrir un rastreador. SHIELD lo diseño para rastrear programas malignos, así que...si no podemos leer este archivo...quizá podemos descubrir de donde proviene.

          —¿Puedo ayudarlos en algo?—preguntó un empleado, los tres fijaron su vista en él.

          —No, mi amiga y yo estamos organizando la luna de miel que hará con él—respondió Nat soltando una ligera sonrisa, señalando a Steve y enfatizó a Morgan como su amiga.

          —¿Qué?—murmuró Morgan

          —Sí, vamos a casarnos—dijo Steve sonriente, abrazando a Irina, esbozando una sonrisa—. Erika será la dama de honor.

          —Espera ¿Qué?—dijo Erika mostrando confusión.

          —¡Felicidades!¿A dónde les gustaría ir?—preguntó el empelado.

          —A...—dijo Nat observando la pantalla—. Nueva Jersey.

          —Oh...—dijo y luego lo señaló a Steve—. Tengo exactamente los mismos anteojos.

          —Vaya, parecen gemelos—dijo Erika.

          —Sí, ya me gustaría—respondió este con sarcasmo—. Si necesitan algo, yo soy Aaron.

          —Gracias—respondió Steve.

          —Dijiste nueve minutos, Romanoff. ¡Apúrate!—murmuró Steve.

          —Relájate, Rogers—dijo sonriendo—. Listo.

          Wheaton, Nueva Jersey. Esas mismas palabras le resultaron familiares a Steve.

          —¿Conoces este lugar?—preguntó Morgan.

          —Solía conocerlo. ¡Vamos!

          Cuando salieron de aquella tienda, Steve e Irina iban tomados de la mano, obligación de Natasha. Mientras que ella iba con Erika. Esta llevaba orejas de gato que había conseguido en una tienda de accesorios para niños.

          —¿Realmente hacía falta que me ponga estas ridículas orejas de gato?

          —Equipo de táctica—susurró Steve, ignorando su comentario—. Dos atrás, dos al otro lado. Si yo hago una distracción, ustedes tendrán tiempo para escapar.

          —Cállate y abrázame—murmuró Irina mirándolo de reojo—. Ríete por algo que dije.

          —¿Qué?—preguntó él.

          —Solo hazlo—susurró Nat.

          Steve abrazó a la castaña amistosamente, mientras Natasha reía. Pasaron los dos agentes que tenían enfrente. Fueron hasta las escaleras mecánicas, encontrándose en la que subía a Rumlow, Irina observó a Steve—Bésame.

          —¿Qué?—preguntó Steve.

          —Las demostraciones de cariño en público incomodan a la gente—dijo Natasha por detrás.

          —Sí, así es.

          Irina rodó los ojos y tomó la nuca de Steve para atraerle, para luego besar sus labios suavemente. Steve colocó su mano en la cintura de ella, para hacerlo más real. Nat observaba disimuladamente a Rumlow, pero este ni se dio cuenta y siguió su camino. Morgan no despegó sus labios de Steve, al parecer quería probarlos un poco más antes de separarse. Sintió lo mismo cuando ella lo había besado en el ascensor, pero este beso tenía un poco más de adrenalina. En cuanto se separaron, Irina miró con diversión a Rogers, para evitar que él viera su sonrojo—¿Aún sigues incómodo con mi presencia, Rogers?

          —No usaría esa palabra.

          —Además...creo que querías besarme otra vez—dijo y bajó las escaleras—. Tengan cuidado.

          Los cuatro fueron caminando hacia un estacionamiento cercano, donde buscaron una auto para evitar que los encontraran. Irina caminaba con tranquilidad, intentando escoger algún auto para todos. Giró a la derecha y se encontró con una camioneta, miró a Steve y le indicó que viera la camioneta que ella acababa de encontrar—¿Qué dices?—preguntó Irina intentando de sonreír.

          —Es una buena opción—habló el rubio acercándose, miró a las tres chicas—. Arriba.

          Las chicas obedecieron, Natasha fue en el asiento del copiloto, e Irina con Erika en los asientos de atrás. Steve arrancó el auto y salió por la avenida principal, Irina miró hacia atrás para ver si alguien les seguía. Pero al parecer nadie les seguía el rastro.

          —Estamos a salvo, chicas—dijo Steve y miró a Irina por el retrovisor—. ¿Cómo lograste escapar?

          —Recuerda que soy la criminal más buscada en el mundo, Steve—Morgan sonrió con aire de arrogancia—. Me divertí pateando un par de traseros y salí completamente ilesa.

          —Me alegro por eso—dijo mirando al frente—. Duerman, lo necesitarán.

          Irina asintió levemente, se puso la capucha y se recostó contra la puerta, dejó que sus ojos se cerraran levemente y dejó que el sueño le dominara.





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