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PROLOGUE.

PRÓLOGO:
REMEMBER ME.

Recuérdame en tu corazón
para poder respirar junto a ti para
siempre.

Haemin no dejó de llorar.

No lo hizo incluso cuando la brillante y sucia cara de Minhyuk apreció frente ella por la apertura de la puerta, con esa sonrisa tan característica suya, que se desvaneció tan pronto como éste vio las mejillas empapadas de lágrimas y la mueca de tristeza en su rostro.

— ¿Maemin?—la dulce voz del pequeño niño de doce años llamó su atención y levantó la cabeza. Ahora dentro del pequeño espacio mugriento, su frente se marcó con un ligero indicio de confusión. Con una sutil escala de inocencia en su pronunciación dijo—: Te encontré.

La niña sorbió su nariz e hizo un mohín de molestia. Se sentía devastada y su amigo, en vez de preguntarle que le sucedía, había continuado jugando como siempre hacía.

Se arrinconó más contra la panel de control de la cabina, apretando más sus piernas hacía ella y rodeándose con fuerza con sus delgados brazos.

— Minmong, vete — murmuró con una pizca de irritación en su tono. Volvió a enterrar su cabeza entre el hueco de sus rodillas y su pecho, esperando que el nombrado se marchara.

Para su desdicha, no lo hizo. El niño se acomodó en el piso de madera de la nave abandonada, a la cual acostumbran acudir cuando necesitaban estar solos — casi todo el tiempo, puesto que a esa edad era muy normal pensar que las cosas debían ser secreto, por más tontas que fueran.

Él se arrimó un poco hacía ella con las piernas cruzadas bajo sí, intentado acortar la poco familiar distancia que los separaba.

—Pero, ¿no vamos a seguir jugando? —preguntó él decepcionado, con sus labios presionados en un puchero.

Escuchó otro sorbido de parte su acompañante, mezclado con el ruido de las olas batiendo en la orilla de las costas de Jeju y chocando agresivamente contra el recubrimiento de la nave.

—Estamos muy grandes para seguir jugando, Minhyuk —dijo Haemin, sin levantar la cabeza.

Entonces Minhyuk frunció el ceño, confundido y molesto.

— ¿Quién dijo eso?

Haemin levantó la cabeza, parpadeando sin entender la pregunta y cada vez más enojada por la interrupción a su soledad con aquella conversación que seguramente no los llevaría nada.

—Yo.

— ¿Y por qué? ¡Los juegos no tienen edad! Creo, ¿no lo tienen cierto? ¡No, no lo tienen! —exclamó él, defendiendo su puro gusto por hacer travesuras y correr tras la mayor. Sin nada de cuidado tomó el antebrazo de Haemin, y la jaló hacía él con fuerza—. Ven, vamos, encontré un pequeño cangrejito para nuestra colección híper secreta.

Ella no escuchó lo que dijo, presionó su brazo hacía sí, sacándose de encima el agarre de su amigo con una mueca de enfado. No abrió su boca, ni protestó, solo se quedó ahí a devolverle la mirada de la misma forma que solía hacer cuando se sentía afligida.

A pesar de que no estuvieran en el lugar más iluminado de toda su isla, bien entraba los brillos del sol por la gran abertura enfrente de la cabina y pudo notar que la niña tenía la nariz roja de tanto llorar y moquear, al igual que los ojos irritados.

Entendió entonces porqué había acudido a ese lugar: era su guarida. Ningún adulto acudía a ese navío abandonado de hace muchos años, así que solo ellos lo usaban para sus travesuras y fantasías. A veces fingían que navegaban en mar abierto, capturando piratas o sirenas. Otras veces bromeaban con que el agua no era agua sino lava, y que quien se cayera perdía —lo divertido del juego era en realidad intentar tumbarse uno al otro.

Y su pequeña guerrera y confidente se veía realmente perdida en toda aquella agua, como si hubiera perdido su mapa y su brújula.

Por lo tanto Minhyuk se acomodó más y, tal como Haemin, no dijo nada. Solo la miró —tal vez con menos rabia que ella y con más cariño.

— Déjame sola —pidió la niña al cabo de un rato, sin cambiar su semblante ni posición. Minhyuk negó con la cabeza y ella sintió una ola de agobio a la vez que rodó los ojos y se pasó la muñeca por encima de su mejilla, limpiando el rastro de lágrimas—. ¿Por qué no? —cuestionó arisca.

Muy bien pudo haberlo no notado, pero Minhyuk percibió velozmente la actitud irritada de su mejor amiga, y su mente poco experimentada en el trato de mujeres, se asustó. Pero, sus hombros se relajaron aun cuando sus manos se movieron con inquietud y sus mejillas cosquillearon mientras sonreía sutilmente con esa picarda que al reducido número de habitantes de su isla le encantaba.

—Porque no, no quiero —se encogió de hombros—. ¿Quieres saber qué quiero?

Haemin lo consideró un poco, hasta que asintió, curiosa.

Minhyuk miró sobre su hombro, como asegurándose de que nadie más los estuviera escuchando porque lo que iba a decirle era ultra confidencial. Luego de comprobar que estaban solo ellos dos, le hizo un ademán con la mano, incitándola a acercarse lo suficiente para poder susurrarle al oído.

Haemin abandonó su posición de bolita pegada a la pared, bajó ambas piernas y gateó solo dos pasos, inclinando su cabeza hacía un lado para darle un mejor acceso a su confidente. Él unió ambas manos, dejando una pequeña abertura entre ellas por la que iba a hablar.

—Quiero que dejes de llorar porque te ves fea cuando lo haces —cuchicheó. Haemin se apartó un poco y lo miró con una mueca.

¡Yah! —chilló, molesta por el "cumplido" tan poco alentador y le propinó un golpe al brazo de su amigo con la mayor fuerza que pudo emplear.

Pero Minhyuk se rió después de todo, porque más que haberle dolido le había causado mucha gracia. Continuó riéndose por un buen tiempo. Y al igual que él continuaba carcajeando, la razón por la que había estado llorando volvía a tomar lugar en la cabeza de Haemin, poco a poco apagándola como una llama.

Cuando estuvo más tranquilo, Minhyuk la volvió a observar, otra vez con esa mirada perdida en el suelo y los ojos llenos de lágrimas. Haemin sinceramente le confesó:

—No quiero marcharme. No quiero ir a Seúl.

Él ladeó la cabeza hacía un lado, pasmado por la repentina revelación. Entrecerró los ojos, sin comprender al cien por ciento porque el miedo y el descontento de su amiga ante la idea de sus padres de mudarse a la gran ciudad de su país, la que siempre habían ansiado conocer.

— ¿Por qué no? —le consultó.

Haemin comprendió con su pregunta que Minhyuk no había terminado por entender qué conllevaba marcharse, mudarse, no como ella lo hizo.

Significaba no ver más el mar cuando volvieran de la escuela, ni jugar con los peces a la orilla de la playa. No más árboles que escalara —aunque la ciudad no carecía de unos—, ni más pájaros que espantar. Su vida sin todas esas cosas, y más, se volvería aburrida, estaba segura de eso.

— ¡No será lo mismo! Ya no habrá un escondite secreto, ni tesoros que buscar...— alegó elevando la voz, como alarmada y angustiada a la vez. Sus manos se batían con nerviosismo en el espacio, a veces muy cerca de rozar el cuerpo de su amigo y las lágrimas volvían a correr por sus mejillas calientes— ¿Y qué pasará con nuestros cangrejos y lombrices? ¡No veremos nuestro árbol de fresas crecer! ¡Nos volveremos pálidos y aburridos!

A los doce años Haemin no era muy consciente de las incoherencias que estaba diciendo —empezando por el hecho que las fresas no crecen de los arboles— y que sus protestas sonaban como niñerías para los oídos de su amigo, quien tenía una forma muy distinta de ver la situación.

— ¿No es todo eso divertido porque estás tú ahí? —dijo Minhyuk, con más tono de afirmación que de interrogación, pero genuinamente seguro de lo que estaba diciendo—. Digo, nada de eso sería tan divertido si yo estuviera solo o tú estuvieras sola. No tendría que ayudar a nadie para subir los árboles y no tendrías que sacar lombrices del suelo por nadie. Ya con eso sería aburrido. Creo que es divertido porque estamos juntos ¿o no?

Los ojos de Haemin brillaron, mientras una pequeña pero gloriosa sonrisa se abrió paso en su cara y cayó en cuenta de las verdades que su amigo comentó.

— ¿En serio?—Minhyuk asintió—. ¿Nada cambiará?

El niño tomó entre sus pequeñas manos las de su amiga, rozando sus palmas rasposas con las de ella, iguales de tanto jugar y poco cuidarse. La apretó con cariño, transmitiéndole confianza.

—Mientras yo y tú, estemos juntos, nada cambiará.

Haemin rió.

—Tú y yo, Minmong. Tú y yo. —lo corrigió entre risas, ganándose una mirada de molestia de parte del chico, quien soltó sus manos bruscamente al sentirse traicionado por Haemin al corregirlo en un momento tan importante.

Ella dejó de reír, con todavía una sonrisa en sus labios y unas cuantas lágrimas en sus mejillas, pero vislumbrando un futuro más esperanzador. De la emoción la pequeña saltó hacía al frente, enrollando sus brazos alrededor del cuello de Minhyuk y apretándolo fuertemente.

El niño se quedó perplejo, no solo ante la acción tan repentina, sino también al sentir un pequeño movimiento en su pecho, uno muy mínimo, pero completamente nuevo para él. El calor del cuerpo de su mejor amiga se unió al suyo y su aroma a agua salada penetro en sus fosas nasales.

—Tú y yo, a donde sea ¿sí? —susurró Haemin a su oído, esperando escuchar la respuesta de su mejor amigo, la cual ansiaba que apaciguara todas sus dudas e inquietudes.

Un poco atontado, Minhyuk sonrió y movió su cabeza ligeramente, para que esta también encajara en el hueco entre el cuello y su hombro. Rodeó su espalda con las manos, sin aplicar mucha fuerza.

—No sé, alguien me dijo que éramos muy grandes para jugar...—bromeó él, ganándose un pellizco en el cuello y soltando una quejido alto. Rió pegado al oído de la chica, aislándola de cualquier otro ruido que no fuera el que salía de su garganta con goce y felicidad. Más seguro le respondió—. Sí, a donde sea para siempre.

Y con esas palabras las dificultades parecieron haber desaparecido. Ya no tenía miedo, ni ninguna intranquilidad. Confiaba plenamente en lo que su Minhyukie le había dicho porque éste jamás la había defraudado.

El día de su partida, antes de montarse en el ferrie que los llevaría a tierra firme, la señora Kae le permitió a Haemin llevarse algo de recuerdo y como olvidó especificar si podía ser un ser vivo o no, Minhyuk y ella salieron disparados a último minuto en busca de ese detalle que llevarían siempre consigo para recordar sus orígenes.

Consiguieron un gato, y sí, eso fue lo que se llevaron porque no vieron nada de raro en eso —no como la señora Kae, que se espantó cuando le dijeron que lo recogieron de la calle— y en el viaje de ida no dejaron de hablar de cómo criarían a su mascota por separado, porque obviamente no iban a vivir juntos pero serían vecinos.

El gato permanecería en casa de Haemin y Minhyuk era completamente libre de entrar y salir cuantas veces quisiera. Jugarían con él, le darían de comer y se turnarían para dormir juntos.

Lo llamaron Gene, Lee Gene y sería su primer hijo.

¿Acaso soy la única que piensa que Lee Minhyuk se merece más fanfics de los que actualmente tiene? Es una cosita hermosa, necesita que alguien le escriba una biblia.

Espero que les parezca interesante la historia. Intentaré no pasar dos meses sin actualizar jeje.

¡Vivi se despide!♡

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