003 | 하얀 소녀
CAPÍTULO 3.
WHITE GIRL.
Soy un tipo inocente que solo te mira.
Sálvame de tu trampa.
LEE MINHYUK ERA ESTÚPIDO o, nunca había aprendido acerca de las medidas de distancia ni el flujo del tiempo.
La supuesta residencia que quedaba muy cerca de su facultad, en realidad estaba a casi ochenta minutos a pie de la entrada de la universidad. Se alejaba del lindo distrito, hasta lo que Haemin describiría como el culo del mundo.
Y ella no hallaba la manera de explicar lo mucho que sus pies dolían. Si alguien le hubiera avisado con anterioridad todo lo que iba a tener que caminar ㅡo ella hubiera revisado la dirección con antelación para confirmar que no estaba para nada cerca— tal vez no habría ido con esos par de botines con tacón, por más hermosa que se viera con ellos. Habría arriesgado su imagen por comodidad. O al menos lo hubiera considerado.
Volvió a respirar profundo mientras daba un paso más en esa condenada colina llena de locales y edificios, intentando fijarse en el número de estos o en una forma de encontrar una referencia.
Se detuvo por un momento, revisó una vez más el mapa con su celular y soltó un alto resoplido de aire.
—Juro —empezó diciendo, mientras sacaba una liga de su bolso y se agarraba una cola casi en el tope de su cabeza con todo su cabello—, que si no estás aquí Minhyuk, voy a regresar a tu casa y quemaré todos y cada uno de tus comics.
Caminó un poco más hasta decidir preguntar por indicaciones.
La persona salvadora fue una mujer mayor que iba en dirección contraria a la suya, a la cual Haemin detuvo con tanta velocidad que la pobre desconocida se alarmó y puso una mano sobre su pecho, como si estuviera a punto de sufrir un ataque cardíaco.
—Disculpe, ¿podría usted indicarme dónde queda esta dirección, por favor? —preguntó sin si quiera disculparse por su abrupta aparición, mientras le extendía el arrugado papel con las indicaciones a la mujer.
Ella observó con desconfianza a Haemin, tal vez intentado descifrar si era una loca o solo una adolescente irrespetuosa. Sin alejar las manos de su pecho, se inclinó para leer la dirección, entrecerrando los ojos. Un momento después se volvió a enderezar, e hizo una señal con la cabeza hacia arriba, en donde terminaba la calle y se partía en una intersección.
—Queda por allá, cruzando a la derecha. Es un edifico con un letrero de esos brillantes ¿sabes? Es un restaurante —indicó la señora. Haemin asintió.
A todo eso, lo único que pasó realmente por su cabeza fue pensar en que hasta el final de la calle todavía quedaba una distancia mayor a diez metros y ya no tenía la fuerza de voluntad para seguir caminando. Rodó los ojos.
Comenzó a caminar de nuevo sin despedirse ni dar las gracias. A sus espaldas pudo escuchar un ligero murmullo molesto pero no se detuvo, porque estaba demasiado concentrada en el esfuerzo que hacía para levantar sus piernas.
No le tomó demasiado llegar a arribar. Tan pronto como se paró en medio de la intersección donde tres calles se unían, volvió a detenerse, esta vez poniendo sus manos sobre la cadera y dejando escapar un gran buche de aire.
Sin mover sus pies volteó hacia su derecha, vislumbrando a la primera el cartel de letras brillantes que la mujer le había indicado. Este medía aproximadamente lo mismo que toda su pierna y el color de las letras era de un color amarillo verdoso que iluminaba la calle con una tonalidad espantosa.
Por encima del cartel habían unos ocho pisos de condominios con ventanas mugrosas y decoración variada. Debajo estaba la puerta de una taberna muy bien decorada, desde la cual emergían risas y palabras aleatorias, mezcladas con la melodía de una canción que había escuchado en la radio muchas veces.
A Haemin la inundó las ganas de sentarse en la tranquilidad de una de las sillas que se veían desde afuera, mientras devoraba un plato de carne asada y una fría cerveza. Su estómago gruñó y sus piernas temblaron. Los dedos de la mano le hormiguean a la vez que daba sutiles pasos a esa dirección.
Un segundo después pensó en lo mal que se vería haciendo eso ㅡal menos en públicoㅡ, así que descartó completamente la idea y se centró de nuevo en conseguir a su amigo, sacudiendo su hambre como si fuera una pelusa.
Entrecerró los ojos para buscar la puerta del edificio, dudando que tuviera que pasar por la entrada del restaurante.
La noche aún no había caído, pero el cielo se iba impregnando cada vez más de tonalidades rojizas. Su preocupación y ansiedad crecía, moviéndose inquieta por todo el alrededor de la parte frontal del edificio.
Luego de un momento se percató de un angosto callejón al final de la construcción, medio sumergido en sombras y alumbrado al fondo nada más por una titileante luz que colgaba de techo medio destruido.
Mordió su labio con preocupación. Dio una última vuelta por todo lo que ya había visto, confirmando de que su suerte era tan mala que la puerta del condenado edificio se encontraba en el mismo pasillo que tenías que tomar para llegar al infierno.
Haemin no lo pensó ni un minuto y empezó a correr con velocidad al interior de la penumbra, para ahorrarse el terror de caminar mucho tiempo por ese lugar y que alguien saltara para violarla.
La entrada estaba compuesta por una sola puerta de vidrio sucio que, por gracia de los santos, estaba abierta hasta la pared y le permitió a Haemin entrar, protegiéndose de cualquier cosa asquerosa que pudiera estar ahí afuera.
El interior del lugar estaba más iluminado y las paredes eran de un gris sucio. Ella arrugó la nariz, esperando que algún olor putrefacto apareciera para rematar el lugar.
A sus espaldas escuchó un carraspeó, haciéndola voltear con el corazón en la mano y el instituto primitivo de morder —por defensa propia, obviamente—.
El ruido había provenido de la garganta de una mujer regordeta que la miraba por encima de sus lentes de lectura, detrás de un mostrador que Haemin no había notado al lado de la puerta. La mujer la escrutaba con extrañeza, seguro por su cabello melocotón y su posición de pelea.
Ella bajo los brazos, intentado hacer caso omiso que alguien había estado viendo todo su teatro de película de terror.
— ¿El apartamento 18? —preguntó.
La mujer alzó una ceja, inspeccionado su apariencia una vez más de una forma que pudo haber incomodado a Haemin, si esta no estuviera ya acostumbrada a la mirada desagradable que la gente mayor le daba por su cabello o por su apariencia en sí.
—Quinto piso, a la izquierda —respondió con simpleza, señalando con su dedo de salchicha unas escaleras de concreto a su espalda.
Haemin asintió, en una especie de afirmación y agradecimiento. Se dio vuelta, caminando decidida todo el trayecto arriba que tenía que recorrer.
Subió los cinco pisos sin apuro, aún le dolían las piernas y no tenía ánimos de correr, mucho menos pensando en que todavía tendría que hacer todo ese recorrido de regreso.
Esperaba que Minhyuk tuviera la decencia de al menos pedirle un taxi.
En realidad, Haemin pasó todo el camino hacia arriba intentando adivinar cómo se vería Minhyuk cuando abriera la puerta. Podía imaginárselo como la última vez que se vieron, con el cabello cortado disparejo y un horroroso suéter navideño, pero eso había sido cinco años atrás y no estaba muy segura de saber cómo se vestía en la actualidad.
Lo único que esperaba es que hubiera botado esas horrorosas camisetas de Star Wars, porque eran la mismísima desgracia hecha prenda de vestir.
Llegó al piso, agotada por culpa de todo el trayecto. El corredor estaba hecho de paredes grises que, al igual que las de la entrada, lucían descuidadas y mugrientas. Al localizar la puerta se detuvo.
Jung Haemin no tenía miedos. Los nervios eran para débiles y ella era lo suficientemente fuerte para andar todo los días con unos tacones de 15 centímetros. Si aquello no era una una muestra de su resistencia, entonces seguro intentaría encontrar alguna otra. Por ende, ella atribuyó el remolino de su estomago al hambre y sus manos sudorosas al condenado clima que sufrían durante esas épocas.
Sin pensarlo más, golpeo la puerta con su puño y esperó. Al cabo de un minuto, esta se abrió y, al contrario de lo que había estado esperando —un chico desarreglado—, una figura femenina apareció ante ella.
La chica desconocida tenía el cabello largo platinado agarrado en una cola perezosa y su ropa era igual de descuidada. A Haemin le vino el pensamiento de que podía desmayarse después de haberla visto en esas pintas: pantalones de ejercicio morados remangados hasta las pantorillas, un crop top amarillo chillón y una chaqueta negra.
—Hola. —La voz de la desconocida la trajo de vuelta a la realidad. Su tono era dulce, bastante femenino y delicado, lo cual era una cualidad que no encajaba con su apariencia de drogadicta.
—Hola —respondió Haemin, con el ceño fruncido. Levantó su celular para verificar una vez más la dirección, confundida—. Creo que me equivoqué de dirección. Es un poco difícil ubicarse por aquí —volvió su mirada a la chica rubia, alzando un dedo—. ¿Tú vives aquí?
La chica extraña asintió, haciendo una ademan hacia ella.
—Hyejoo —se presentó, extendiendo su mano. Haemin lo consideró una presentación un poco ostentoso pero, luego de una mirada de oculto desagrado, la aceptó—. Si no eres de estos lares, entonces sí, es un poco difícil ubicarse. ¿Necesitas ayuda?
—Oh no, gracias... —Haemin empezó a apartarse de la extraña cuando esta se inclinó hacía ella, violando todo su espacio personal, para así poder echarle un vistazo a la dirección de Google Maps en su celular. Luego de unos segundos, la pelirosa se apartó bruscamente, con una mueca en el rostro.
—Bueno, sin duda llegaste a la dirección que dice aquí, así que tan perdida no estás —explicó la otra. Si se había dado cuenta del gesto desagradable de Haemin, no pareció importarle. En cambio, se recostó sobre el umbral de la puerta con los brazos cruzados—. Pero, al menos que hayas pedido para verme a mí, lo cual dudo —acotó—, creo que te apuntaron mal el lugar.
Haemin negó con la cabeza, bloqueando su teléfono.
—No puede ser.
—Pues es así, cariño. No te preocupes, es normal equivocarse.
El tono de voz de la chica la irritó, haciendo que rodara los ojos y cambiará el peso de su cuerpo a su otra pierna. Haemin ya era bastante conocida por ser una persona que causaba una mala impresión en cualquiera tan pronto comenzaba a hablar, así que intentó tomar un buche de aire para tranquilizarse.
Pero, incluso en su momento de canalizar sus emociones, ella sabía que era imposible que tuviera la dirección incorrecta porque la mismísima mamá Lee fue la que se la dio, y no habría tenido nada de sentido si no se supiera la ubicación exacta de donde vivía uno de sus hijos —considerando que Moonsun era la mujer más dedicada a la vida de sus bebés que Haemin había conocido—.
—No creo que sea un error —habló, saliendo su voz un poco más hostil de lo que quería—. Algún enredo debe de haber aquí, pero dudo mucho que mamá Lee se haya equivocado con la dirección.
Los ojos de Hyejoo se abrieron con asombro, a la vez que su postura se enderezó como si le hubiera pegado con un látigo.
— ¿Lee? ¿Dijiste Lee? —cuestionó estupefacta—. ¿Apellido Lee?
—Sí, eso dije —Haemin alzó una ceja.
Entonces, la dueña del apartamento la miró de arriba abajo, inspeccionándola.
Y, aunque a Haemin no le molestaba en lo más mínimo ser el centro de atención, aquella mirada en ese preciso momento la hizo sentir incómoda. Se cruzó de brazos, en una acto de reflejo para cubrirse y alzó la barbilla, para verse serena y segura aunque sentía que la inspeccionaban cómo si fuera un producto que revisaban antes de lanzar al mercado.
—Eso no puede ser, en verdad debes estar equivocada —el tono de voz de la platinada fue trémulo por la sorpresa y negó con la cabeza como si estuviera intentando convencerla de lo que decía no era cierto.
—No lo estoy —bufó—, pero empiezo a sentirme enojada.
—Lo siento —Hyejoo se disculpó, con cierta vergüenza en su voz. Su mano rascó su nuca, mientras ella miraba el suelo al hablar—, es que, no puedo imaginarme a alguien como tú —hizo un ademan de mano en dirección a Haemin—, buscando a Lee Minhyuk.
— ¿Lo conoces? —Esta vez, fue la voz de ella la que sonó sorprendida.
Así como Hyejoo parecía sorprendida de que alguien como ella buscara a Minhyuk, a Haemin le impactaba aún más el simple hecho de que él conociera si quiera una chica que no fuera ella.
— ¿Que sí lo conozco? —Alzó una ceja ante la pregunta, para luego soltar un resoplido—. Vive aquí.
Haemin pestañeó, confundida. Le tomó unos quince segundos sólidos en responder, mientras su mirada viajaba desde la chica pelirubia hasta su forma de vestir, su chaqueta notablemente de unas tallas más grande y lo poco que podía ver del apartamento.
A decir verdad, Haemin no se identificaba como una chica de la vieja escuela o como una mojigata. Era bastante consciente de cómo funcionaban las cosas ahora, también entendía perfectamente que hombres y mujeres podían ser amigos. Pero, una pequeña parte de su cerebro sintió cómo sí frente a sus narices estuviera una situación que iba más allá de simple roommates.
Esa idea duró poco. Tomó sus pensamientos y los metió en su caja de tonterías, convenciéndose a sí misma que eso no era posible. Tal vez lo fuera si las personas implícitas fueran otras, pero no.
De paso, ella estaba convencida de que Minhyuk era gay. No había mucho más que decir.
—Creí que tú vivías aquí —señaló.
Hyejoo asintió.
—Lo hago. Al igual que Minhyuk —agregó, intentando explicar todo aquello. Meneó su cabeza, haciendo que su cabello volara ligeramente por los lados—. Sabes, déjame llamarlo, porque esto empieza a ser muy confuso. —Justo después de haber dicho eso, se volteó al interior de su apartamento—. ¡Minhyuk! —esperaron—. ¡Lee Minhyuk, tienes visitas!
Ambas se quedaron estáticas a la espera de una respuesta, pero no llegó ninguna.
—Ese idiota no debe de estar escuchando... —murmuró Hyejoo hostil. Se volteó bruscamente a ver a Haemin, quien se espantó por el movimiento repentino—. Ven, no tengas pena.
Dicho eso, Hyejoo se introdujo en el apartamento, dejándola a ella en la puerta. Luego de un momento, pasó, quitándose los botines sin despegar la mirada del pequeño lugar en frente suyo. Desde donde estaba podía ver una cocina, al igual que una mesa que funcionaba como comedor pegada a la pared. Esta era blanca, ligeramente grisácea como la del resto del edificio, y no tenía ningún cuadro o imagen colgando, a diferencia del hogar de la familia Lee.
Siguió a Hyejoo por un largo pasillo abarrotado de cajas y pilas de libros. De esa forma, consiguió un vistazo rápido de una sala desordenada. Al final del recorrido, se encontraron en un pequeño espacio cuadrado, separado por tres puertas cerradas de una madera deteriorada. La chica que guiaba la marcha se detuvo ante la que se encontraba a su derecha, volteándose un momento hacia la visitante.
—Quédate aquí un momento —le pidió a Haemin—. Necesito que te mentalices lo que estás a punto de ver.
Ella frunció el ceño, sin comprender, y antes de ser capaz de replicar, la rubia volvió a darse la vuelta para abrir la puerta sin modales.
Desde su posición, detrás de la otra chica y ligeramente parada a un lado, Haemin notó rápidamente la negrura que cubría la habitación. Ni un poco de luz natural se filtraba dentro de la recamara, y lo único que distinguió fue un brillo proveniente de una computadora, más o menos en medio del espacio.
Justo en frente de ese resplandor, había una figura, casi tan oscura como lo que lo rodeaba. Se destacaba por una pequeña visión de un rostro pálido y un par de lentes redondos, cubierto por un manto. Al verlo, a Haemin le dio un ligero escalofrío.El espectro levantó la mirada hacia la puerta y ella se percató de lo que creyó que se trataba de un manto, era en realidad la capucha de una sudadera y una maraña de cabello oscuro, que le brindaba ese aspecto tan terrorífico.
Pero el miedo duró poco, puesto que tan pronto reconoció ese rostro masculino —un tanto delgado y enmarcado por unos exagerados lentes redondos— sintió como si alguien le hubiera metido un cuchillo en su vientre, rasgando su cuerpo desde ese punto hasta su pecho. La cachetada fue tan repentina que mordió su labio, para evitar soltar un quejido de sorpresa.
Habían pasado cinco años desde la última vez que había visto a Minhyuk y, a pesar de que sus facciones maduraron y su rostro se agrandó, aún conversaba esa cara que en cualquier parte del mundo, sin importar la hora y el momento, Haemin habría reconocido. Le debía esa familiaridad a la larga infancia que compartieron juntos. Por más que ella no quisiera, se había grabado su rostro y su recuerdo en la piel.
Si existía alguien que ella recordaría con más perfección que a sí misma, era a Minhyuk.
Apartó la mirada, hundiendo su cabeza y centrando su atención en el suelo. Intentó recomponerse, pero tan pronto como lo intentaba, la voz masculina la sacó de nuevo de su base.
—Noona —Su voz no era gruesa, ni tampoco chillona. A Haemin le pareció más bien ligeramente dulce, como si tuviera un indicio de travesura en su tono—, no vas a creer lo que acaba de pasar. ¿Recuerdas a Jonas? Pues, abrió otro portal. ¿Cómo lo hizo? No lo sé, se supone que solo debe de haber tres agujeros de gusano, pero Jonas terminó en una realidad que antes no vimos —habló sin tomar pausas—. ¿Abrió otro? Eso no tendría mucho sentido, no pueden ser cuatro...
Haemin vio desde atrás cómo Hyejoo se cruzaba de brazos.
—Gracias por contarme todo el final de la serie, Minkie —respondió su compañera.
— ¿Planeabas verla? —Haemin sintió la necesidad de reírse, pero se aguantó tapándose la boca. No tenía ni la menor idea de cuál serie hablaban, pero le causaba mucha gracia la emoción del chico ante esta—. Bueno, finge que no te dije nada, luego de que lo discutamos. ¿Tiene sentido? —preguntó emocionado.
La chica chasqueó la lengua.
—No sé si tiene sentido o no, solo vine a decirte que tienes visitas.
Desde lo poco que podía ver Haemin a la lejanía, notó que el rostro de Minhyuk se crispó de sorpresa. Sus cejas no se dejaban ver debajo de su maraña de cabello, pero ella supuso que estarían fruncidas.
— ¿Yo? —Su pregunta sonó incrédula, como si él mismo no pudiera creer lo que decía.
—Sí, tú —afirmó la rubia, para luego agregar—. Yo también estaba sorprendida.
Haemin sintió la necesidad entonces de pararse derecha. Sin sus botines, se sentía pequeña —era incluso más enana que la otra chica—, pero intento conllevar eso alzando la barbilla, enderezando los hombros y arreglando su blazer. Apartó su cabello, poniéndose los mechones sobresalientes detrás de la oreja.
—Tal vez se equivocó. Hay muchos Minhyuk por esta zona —justificó Minhyuk, intentando darle una explicación a lo que parecía ser un sorprendente suceso entre ellos dos.
Hyejoo se encogió de hombros.
—Yo también pensé lo mismo, pero ella parece muy segura —La chica dio un pequeño vistazo sobre su hombro, como si quisiera comprobar si la visitante aún seguía ahí— y creo que deberías comprobarlo por ti mismo.
En un momento, Hyejoo la cubría, mientras que en el otro ya no. La chica se apartó, pegando su hombro en la puerta, y dándole el acceso completo a Haemin, quien intento verse lo más segura posible.
Los ojos, que la miraron por primera vez después de cinco años, se abrieron como unos peces globo. Para su desdicha, Minhyuk había levantado unos instantes antes un vaso repleto de agua, llevándoselo a la boca justo antes de que su compañera de piso se apartara y le dejara ver su visita. La sorpresa fue tan grande que la silla en donde estaba se movió hacia atrás, él se atragantó y un pequeño hilo de agua salió por su nariz.
Tapó su boca con la mano, tosiendo. Apartó la mirada y cerró los ojos mientras intentaba controlar su respiración.
Haemin ahogó una risa ante lo sucedido, pero la compañera del chico no tuvo la misma decencia y dejó escapar una carcajada estruendosa.
— ¡Bueno, eso fue una reacción bastante interesante! —exclamó Hyejoo entre risas. Se volteó a ver a la chica, haciéndole una seña con la mano—. Pasa, no te quedes ahí.
Ella forzó una ligera sonrisa en sus labios como respuesta y dio pasos inseguros hacía el interior de la habitación, deteniéndose un poco después de la entrada, al lado de la otra chica. Esta, la miró curiosa una vez más, deslizando después su mirada hacía Minhyuk, quien aún se intentaba recuperar del ataque de tos repentino y del asombro por la situación.
Hyejoo se cruzó de brazos con una sonrisa.
—Entonces asumiré que se conocen —los señaló.
Los dos respondieron simultáneamente, justo un momento después de que las palabras dejaron los labios de Hyejoo.
—Sí —respondió Haemin.
—No —contradijo Minhyuk con hostilidad.
Haemin volteó a verlo: tenía la mano sobre su pecho, que subía y descendía con velocidad. Él también la miró a ella entre el flequillo que le caía sobre los ojos, pero apartó la mirada tan pronto como los dos coincidieron. Tenía las mejillas rojas, por vergüenza o tal vez por enojo.
Hyejoo observó la situación en silencio, con el ceño fruncido y una pregunta en su rostro, pero decidió guardársela.
—Creo que hay una pequeña tensión aquí y yo hago mal tercio, así que los dejaré solos —se dio vuelta, tomando del brazo a Haemin para susurrarle—: Si intenta hacerte algo, grita.
La chica no tuvo la oportunidad de responder, porque tan pronto como terminó de hablar, la rubia la soltó y salió caminando de la habitación. Haemin y Minhyuk se quedaron solos, en medio de un espacio incómodo de silencio e indecisión.
Él evitó sus ojos, concentrándose en mirar a la pantalla de su computadora sin tocar el mouse ni el teclado. En cambio, Haemin sí lo observó directamente. Notaba el gran esfuerzo que el chico hacía por no cruzar miradas con ella, y como no estaba tampoco muy pendiente de lo que hacía, se permitió inspeccionarlo mejor.
Su cabello negro era el mismo de cuando ambos eran pequeños: no liso, pero tampoco crispado. Un híbrido entre ambos que ondulaba su pelo en una masa desigual, sin terminar por ser esponjada. Ahora que lo llevaba largo, Haemin notaba que el propio peso de este traía abajo sus indefinidos rulos, lo cual le pareció una lastima. Definitivamente lo primero que arreglaría sería su cabello.
Luego, observó más detenidamente su rostro. No estaba tan cerca para detallar el estado de su piel, pero seguía teniendo la misma tez pálida por la cual ella siempre se había burlado cuando eran amigos. Su nariz era como una línea recta en medio de sus rostro y sus ojos aún tenían un tamaño desigual que se notaba cuando miraba hacía abajo.
A pesar de cuánto había crecido al pasar la pubertad plenamente, en realidad, la mayor diferencia que Haemin percibió en él —aparte de su exagerado largo cabello— era el par de lentes que descansaban sobre el puente de su nariz.
— ¿Desde cuándo usas lentes? —La pregunta salió de sus labios antes de si quiera pensarlo. Fue como un susurro inconsciente que se le escapó. Tan pronto como su boca lo soltó la cerró con fuerza, y empezó a juguetear con sus uñas.
Minhyuk no alzó la mirada. No se movió ni un centímetro de su posición incómoda en la silla.
—Siempre los he necesitado —balbuceó él en respuesta.
Haemin alzó una ceja, ligeramente sorprendida.
Eso no lo sabía, a decir verdad. O tal vez, lo supo en algún momento pero después lo olvidó.
— ¿En serio? —preguntó. Separó sus manos en frente de su cuerpo y las entrelazó por detrás de su espalda, intentando ocultar el nerviosismos entre sus dedos. Dio pasos tambaleantes hacía en frente y se obligó a sí misma a hablar con más seguridad—. Bueno, eso explicaría por qué siempre solías pegarte con las cosas que estaban justo enfrente de tu nariz.
Haemin rió falsamente, pero a Minhyuk no pareció causarle gracia su comentario. El chico alzó su rostro de apatía hacia ella, quien incómoda, carraspeó y observo lo poco que podría distinguir de la oscura habitación. Sus ojos se detuvieron un par de cortinas, que dejaban pasar lo mínimo de luz solar.
Apretó sus manos en puños, con determinación —y sin pedir permiso, cabe destacar—, Haemin cruzó la habitación, en dirección contraria al lugar en donde se encontraba el dueño. Tomó la tela de las cortinas entre sus dedos, jalando de ellas para que se desplazaran, dejando entrar una luz que pintó la habitación naranja.
A sus espaldas, escuchó un quejido ronco. Miró sobre su hombro, notando el ceño fruncido de Minhyuk.
— ¿Por qué las abres? —Cada vez que unas palabras abandonaban su boca, lo hacían con un grado de hostilidad más alto en su voz. Haemin intentó hacer casó omiso a eso.
—Es para verte mejor.
El chico soltó una risa, áspera y sin gracia. Agachó la cabeza, a la vez que metía sus manos en la capucha de su sudadera, desordenando su maraña de cabello.
—No puede ser —dijo con incredulidad, mientras se cruzaba de brazos. Volvió a fijar sus ojos en ella—, ¿ahora eres el lobo de Caperucita roja?
Haemin conocía de antemano sus palabras, un juego tonto para niños que solo utilizaba para tantear el terreno. Así averiguaba cuánto de él conocía aún —como esa costumbre vieja de hacer referencias a películas.
—Me alegro que sigas conservando el mismo sentido del humor —destacó, acercándose con cuidado a él, pero manteniendo sus ojos en cualquier otra cosa en la habitación.
Pasó los dedos por encima del escritorio de madera. Su tacto bajo su dedo se sentía un poco sucio, así que apartó la mano, con una expresión de asco. No solo estaba polvoriento, sino que era un desastre de papeles y libros, con migajas por aquí y por allá.
"Olvídenlo. Es caso perdido. La única forma de ayudar a este chico es ahogarlo en una bañera de cloro. Y quemar su apartamento, para que no queden pruebas", pensó.
— ¿Qué haces aquí, Haemin? —interrogó él, aún sentado en su silla. Su expresión cada vez era más oscura y el frasco de tolerancia que tenía en su interior parecía peligrar. Si aquello fuera un objeto real, ella no dudaba que se lo lanzaría en dirección a su cabecita.
Haemin ocultó sus manos en la espalda, reacia a tocar algo más por miedo de una infección.
—Quería verte.
Aquella frase no pareció aflojar ninguna fibra sensible dentro de su amigo, quien rodó los ojos con tanto desprecio que casi se sintió como un insulto.
—Qué chiste tan dulce de tu parte —respondió, a pesar de no mostrar signos de encontrar verdadera gracia en sus palabras.
Haemin intentó aparentar estar dolida. De verdad. Alzó una ceja y puso una de sus manos sobre el pecho, como si fuera incapaz de creer que encontrara insólito que quisiera verlo, cuando sabía que la odiaba con cada hueso de su cuerpo (tomando en cuenta que son alrededor de doscientos diecinueve huesos, es bastante desagrado).
— ¿Crees que no es cierto? —su voz sonó dramática, teatral.
Para su sorpresa, Minhyuk repentinamente echó su silla hacía atrás. Se levantó de esta, mostrandole a Haemin que su altura doblegaba la que ella recordaba.
—Creo, que tú y yo quedamos en condiciones que apuntaban a no volvernos a ver más —dijo mientras se cruzaba de brazos.
Ella maldijo internamente. Se relamió los labios.
—Esa decisión la tomaste tú —se excusó Haemin.
—Tú no te opusiste.
Chasqueó la lengua, exesperante.
—Está bien. —Si para que Minhyuk escuchara algo de lo que había venido a decir debía dejar de buscarle la lengua, entonces lo intentaría—. Ha pasado un tiempo, lo entiendo ¿Algo más que quieras decir?
A la primera, él no dijo más nada. Solo la miró, con los ojos entrecerrados y con una expresión ilegible para ella. Su habitación quedó otra vez en ese silencio incómodo que a Haemin empezaba a parecerle bastante desalentador, porque sino podían pasar ni dos segundos en la misma habitación sin que la tensión y desagrado se sintiera, todo sería un fracaso.
— ¿Quién te dio mi dirección? —Luego de un largo rato, Haemin no habría esperado una pregunta distinta.
—Tu madre. Sunhee manda saludos, por cierto —añadió ella.
—No respondiste mi otra pregunta.
Rodó los ojos.
—Sí lo hice, quería verte. Mantengo mi respuesta, no soy ninguna mentirosa.
Elevó la cabeza luego de terminar de hablar, mostrando una vez más esa personalidad orgullosa y testaruda suya.
—Está bien. —Minhyuk tomó una bocada de aire, intentado controlar su paciencia. Concentró su mirada en el escritorio, mientras movía con los dedos papeles como si buscara algo—. ¿Por qué entonces?
Haemin entrecerró sus ojos. Era ahora o nunca.
Antes de que Minhyuk pudiera detectar sus intenciones, apoyó su mano sobre el escritorio y se inclinó hacia él. Rozó la punta de la computadora con su pecho, pero su dedos libres fueron directamente hacia su cabeza, implícitamente hacía la tela de su sudadera, jalándola hacía atrás.
La capucha cayó. Soltó una elevada exclamación de sorpresa ante la vista más clara de su cabello negro, bastante largo ya en frente, pero exageradamente en la nuca, hasta terminar en una pequeña e improvisada coleta. Incluso desde la perspectiva en la que lo miraba, podía notar que gracias al cuidado desinteresado, su pelo no tenía una forma definida, sino que se movía entre ondas y enredos.
— ¿Quieres dejar de hacer cosas como te vengan en gana? —preguntó de mala forma Minhyuk. Sus mejillas se volvieron a colorar y levantó las manos con intención de acomodar su capucha, pero Haemin lo detuvo poniendo las suya sobre las de él.
La posición en la que estaba era la cero ideal, porque sabía que la inclinación, la altura del chico y el escote de su camisa le permitía un vistazo muy arriesgado a su pecho, pero aún así no se alejó, sino que se mantuvo como una roca observándolo.
De todas formas, MInhyuk no echó un vistazo. Mantuvo los dientes mandíbula apretada y los ojos en los suyos, aunque su cara se había inclinado un poco hacía atrás para alejarse de ella porque podía sentir su aliento sobre su boca.
—Necesito arreglarte —aquellas fueron las palabras que Haemin dejó escapar de su boca y que notablemente confundieron a Minhyuk.
— ¿Arreglarme? —preguntó Minhyuk, casi sin aire— ¿Cómo así? ¿Y por qué?
Ella dejó salir un suspiro.
Haemin soltó las manos de Minhyuk y se alejó, dejando que el chico finalmente pudiera respirar. Apartó unas cuantas hojas del escritorio y, con su usual atrevimiento, se sentó en la punta de la superficie, dejando que sus pies quedaran flotando en el aire.
—Escuché que estudias literatura —dijo ella, buscando una forma adecuada para iniciar toda esa conversación. Entrelazó las manos sobre su regazo.
Minhyuk se acomodó de vuelta la capucha.
—Así es. Y tú metodología.
—Cosmetología.
—Eso.
—Y... —Haemin alargó la letra, mientras saboreaba el su lengua cuál serían las palabras indicadas para que no sonara como si quisiera insultarlo o denigran su apariencia, aunque era en cierta forma el cometido de todo esto—, en mi carrera, la imagen lo es todo. —hizo un ademan para recalcar la última palabra—. No puedo ir por la vida ignorando a quienes se visten mal, no es culpa suya nacer con los recurso o los gustos que tienen —Minhyuk alzó una ceja—, así que, decidí ayudar.
—¿Ayudar? —Haemin asintió—. ¿Tú?
La carcajada que Minhyuk soltó se pudo haber escuchado en Madagascar, solo si las ventanas estuvieran abiertas.Esa reacción ofendió un poco a Haemin, quien puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos, esperando que su risa terminara en algún momento.
—¿De qué te ríes? —en su tono de voz no había ni una pizca de gracia. En más, su voz pasó a ser de completa seriedad, porque no estaba ahí para bromear.
MInhyuk se sujetó el estómago, mientras intentaba tomar bocadas de aire entre los residuos de su estruendosa risa.
—Por dios, Haemin —a la nombrada le dio un escalofrío. La forma en la que había pronunciado su nombre le golpeó el alma, porque fue casi como si por un momento tuvieran dieciséis años y estuvieran sentados en el borde del río Han. Porque su simple nombre, entre una risa, sonaba casi feliz y sencillo. Pero no era así, tuvo que sacudir la cabeza para quitarse esa sensación—. Déjame decirte que la caridad dejo de ser cosa tuya desde hace mucho.
—Lo sé, lo sé, por eso quiero cambiar.
Él alzó la ceja e imitó su posición, con brazos cruzados.
—¿Y qué tengo yo que ver con eso? —interrogó, como si no fuera evidente a donde quería llegar Haemin.
La chica enderezó su espalda y lo encaró con el mentón en alto.
—Bueno, tengo un plan —lo apuntó con el dedo— y no te permito comentar ni interrumpirme hasta que termine ¿sí? —Minhyuk abrió la boca para protestar—. Tomaré eso como un sí.
Haemin se quedó un instante en silencio, solo para asegurarse que su compañero no diría nada. Cuando no lo hizo, prosiguió:
—Déjame producirte —Las palabras liberaron a su pecho de la presión. Ella continuó hablando, moviendo sus manos de un lado a otro—. Sé que estás en pleno camino de cursar la carrera, pero también sé que pronto necesitarás trabajo, una imagen. Apuesto que no has conseguido una novia con la rancha que tienes. Déjame decirte algo, toda tu mala suerte es por culpa de cómo te ves. Nada que unos cuantos arreglos no puedan resolver. Te ayudaré, gratis, en nombre de mi nuevo proyecto, en forma de acto caritativo. Tú te verás como todo un galán cuando esto termine y yo tendré el placer de... verte, supongo —terminó su discurso con una sonrisa—. ¿Qué dices?
La expresión de él se quedó en blanco. Haemin no pudo descifrar qué sentía con exactitud ¿Confusión? ¿Apatía? ¿Emoción? Evidentemente no.
—No —empezó, con un tono de voz que fue alzando por cada palabra—. No. Y no.
Sin ni si quiera mirar a Haemin por más tiempo, el chico se movió de su posición, caminando en dirección a su ventana.
— ¡Vamos Minhyuk! —suplicó ella, mientras saltaba para bajarse del escritorio y seguía sus pasos—, no tomará mucho tiempo. Un día de compras, tal vez tres. Unas fotos, una sonrisa y listo.
Él volvió a mirarla con fastidio y molestia, como si fuera un mosquito que zumbaba cerca de su oído.
—¿Por qué debería hacerlo?—cuestionó.
Ahí estaba el tema: a parte de un tema sentimental que Haemin sabía era muy cruel traer a colación, en realidad no tenía razones para ayudarla. Pero, si tanto la despreciaba, en realidad tampoco tenía razones para hablar con ella en ese momento.
—Porque nos conocemos de toda la vida y fuimos amigos, casi hermanos —mordió su lengua antes de decir algo más profundo.
Él suspiro, mientras se restregaba el rostro agotado.
—Esa no es razón suficiente.
Haemin se plantó frente a él, quedando a espaldas de la ventana.
—Mira, ambos tuvimos un tiempo difícil, lo sé —dijo en voz baja, con suavidad—. Pero el pasado es pasado —Haemin tuvo el atrevimiento de tomar una de sus manos entre las suyas, colocandolas entre el espacio que los separaba. Minhyuk dio un respingó por el contacto—. ¿Por qué no hacemos de esto un nuevo inicio? Sabes, como en los viejos tiempos, tú y yo.
Él negó con la cabeza, pero no se apartó de ella.
—No hagas esto Haemin. Tú y yo no funcionamos.
— ¡Patrañas! —exclamó con desesperación. Intentó sonreír a pesar de que algo dentro de ella le decía que estaba pisando terreno peligroso y que debería detenerse—. Claro que funcionamos. Eramos un equipo. Unos cuantos años no harán la diferencia.
— ¿No harán la diferencia? ¿No? —preguntó Minhyuk, mientras su tono de voz que hasta hace un momento no era más que tan solo un susurro se alzaba con un llamarada de enojo e indignación—. ¿Entonces qué dices acerca de la razón por la que pasamos todos esos años separados? —esperó que Haemin respondiera, pero la chica mordió su labio y él continuó—: ¿Eso tampoco hace la diferencia?
Ella apretó sus manos.
—Minmong.
Minhyuk se sacudió, como un escalofrío. Sacó las manos del agarre de las de Haemin, que quedaron en el aire.
—No me llames así, Haemin —Su voz fue grave y seria. No más inseguridad, ni aflojamiento. Intentó echarse hacía atrás con un paso ciego, pero ella avanzó con él.
—Tenemos que dejar las cosas ir. —Haemin intentó ocultar la desesperación en su voz. Si no era Minhyuk, entonces su plan no serviría como ella quería—. Nos equivocamos ¿Sí? No hay tiempo para enmendar estos errores. Necesito tu ayuda aquí —se inclinó, intentado lograr una mejor imagen de su rostro—, ¿por favor?
Él la miró. Sus ojos oscuros reflejaron su figura y la tenue luz de la ventana. El día estaba cayendo, la noche empezaba a asomar la cabeza por el horizonte.
Haemin habría descrito su siguiente acto como una acción de valor, pero la verdad es que era puro egoísmo.
Levantó la mano lentamente hacía la mejilla de Minhyuk. Él la miró y por un mili segundo ella de verdad juro que dejaría que sus dedos rozaran su piel, pero ya a un centímetro de distancia, el chico la apartó con un manotazo.
Su rostro fue una clara expresión de impacto.
—La respuesta es no, Haemin —dijo él, sin emoción—. Por favor, vete.
Dicho eso, se apartó, pegando su espalda a la pared. Sostuvo su mirada, sin expresión. Aquello era un orden silenciosa de que abandonara su habitación por el mismo camino que la había traído ahí.
Haemin apretó los labios y se negó a inclinar su cabeza para esconder el torbellino de emociones que se batía en su interior. Con mala gana tomó su bolso, diriguiendose a la puerta sin mirarlo de nuevo.
En realidad, hizo todo el recorrido de regreso a la calle sin detenerse a observar ni hablar con nadie. Su enojo cosquilleaba sus dedos y calentaba el interior de su garganta. Sus pasos eran como en compás de una marcha: fuertes y constantes.
Dejó de caminar unas cuadras más abajo, cuando tenía por seguro de que no había forma de que la viera. Entonces, soltó un suspiro, pero sin lastima ni tristeza. El aire que salió de sus pulmones fue casi como el humo que desprendían los volcanes cuando estaban en peligro de estallar.
Si Lee Minhyuk creía que se daría por vencido en algo que quería, pues entonces no la conocía tanto como alegaba.
(Yo reapareciendo como si no hubiera pasado casi dos años sin actualizar este fic).
Bueno no les voy a hablar de por qué tarde tanto en actualizar este fic porque nadie vino a leer al respecto de eso, así que hablemos del capítulo.
De entre las partes ya montadas, este es la más larga y ya habrán visto por qué. Finalmente podemos conocer al minhyuk de este mundo y su conflictiva relación con Haemin (Dios como amo las relaciones conflictivas). También intenté recalcar un aspecto de la personalidad de nuestra protagonista —que no es ser arrogante e insoportable— pero no les diré cual.
Nos vemos en la próxima actualización que no sé cuando vaya a ser, amor y paz, pásense por mis otros fanfics los quiero♡
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