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Capítulo 25: «FINAL»

Este es el final y no tengo miedo a morir. En realidad nunca tuve miedo porque sabía que la mejor forma de morir era esta. En los brazos del vampiro al que amaba justo después de haberme entregado a él, de entregarle mi cuerpo y mi alma. Dicen que los demonios se apoderan de las almas y podría afirmar que si, ya que la mía le pertenecía desde el momento que nos vimos por primera vez fuera de la universidad, le perteneció también cuando lo vi mordiendo a un conejo, le siguió permaneciendo cuando casi mató a mi mejor amigo... Y sobre todo, le pertenece hoy que decido entregársela y le pertenecerá por siempre.

Las manos de Christopher recorrían mi cuerpo haciéndome sentir cosas increíbles, la manera en la que mi cuerpo reaccionaba ante su tacto era casi difícil de creer. Tal vez era la fantasía del momento, o la magia que el transmitía al tocar.

Si las almas gemelas existían de verdad... Christopher sería el amor de mi vida, el de mi existencia.

Una pena que nuestras naturalezas sean tan distintas...

Quizás eso era el amor: la aceptación de todos tus defectos, y la transformación de ellos en las maravillas más preciosas. Él me amaba por lo que veía fuera y dentro de mi. Yo lo amaba por todo lo que su sola existencia representaba.

Mis brazos arroparon sus hombros y lo besé, intentando transmitirle sin palabras la importancia que él tenía para mí.

Sus manos acariciaron mi cintura, erizando mi piel y poniendo mis vellos de punta.

En ese momento todos los miedos se disiparon. Estaba lista para entregarle mi corazón, mis suspiros, mis te amos, y cada uno de mis latidos.

—Te amo, Cyara... Nunca quise que tu final fuera este. — susurra entre besos.

—Mi final me importa una mierda... Solo me importas tú.— le hago saber antes de tomar su labio inferior con mis dientes y succionarlo.

Él se acomoda entre mis piernas, las cuales son rápidas en envolverse en su cintura. El solo roce de su sexo y el mío me hace delirar.

—Tu respiración agitada se está volviendo algo difícil para mí. — dice bajando sus besos por mi barbilla—. Y ya ni hablemos de lo caliente y palpitante que te encuentras...

Estaba enloqueciendo...

Yo lo estaba enloqueciendo.

—Tu sangre viaja con demasiada velocidad por tu cuerpo. — gime cerrando sus ojos—. No sé quién de los dos morirá antes...

Antes de seguir hablando, se hunde en mí con tanta delicadeza que hace que un gemido se escape de mis labios. Sus manos tiemblan ligeramente en mis caderas, como si el agarre se estuviera volviendo cada vez más dificultoso.

Yo estaba sudando y, para mí sorpresa, él también.

Sus caderas empezaron a moverse lentamente, dándome tiempo para adaptarme a él y para disfrutarlo.

Mi cuerpo ardía, mi respiración era cada vez más dificultosa y el latido de mi corazón contra mi pecho era cada vez más constante e intenso.

—Te amo... — repitió por cuarta, o tal vez quinta, vez en la noche. Sabiendo que sería el último día que podría decírmelo.

—Te amo, Chris, te amo... — respondí, sabiendo que no tendría la oportunidad de decírselo otro día.

Sus labios volvieron a tomar los míos, esta vez de forma posesiva, haciéndome saber que el amor que por mí sentía no se iría cuando yo me fuera. Sería eterno, tal y como la vida de un inmortal.

Mis manos se aferraron a sus hombros con fuerza y mis uñas castigaron su piel en el momento que el ritmo de las embestidas aumentó, cuando empezó a tocar mi punto dulce una y otra vez, haciéndome enloquecer cada vez más. Estaba más que perdida, en él, en lo que sentía por el, en lo que me estaba haciendo sentir en estos momentos.

Y es que no había cosa más deliciosa que el sentirlo moverse dentro de mi, o el choque de su piel con la mía, o como sus manos sostenían mi cuerpo...

La forma en la que luchaba contra sus demonios, porque a pesar de estar sintiendo más placer que en toda su vida, su mente intentaba mantenerse alejaba de nuestro acto. Intentaba no recordar que me estaba haciendo el amor por primera y última vez.

—Christopher, mírame.— pedí entre jadeos, respirar era una misión imposible pero hablar lo era todavía más.

—No me pidas eso, Cyara. — lloriqueó mientras atrapaba su labio inferior con sus dientes.

—Colmillitos... Por favor. — dije en medio de un gemido.

Porque estaba a punto de alcanzar mi orgasmo y él iba por el mismo camino. En el momento que él llegara al clímax sería el fin para mí... Solo ansiaba mirarlo a los ojos una última vez.

—Por favor... — supliqué antes de soltar un sonoro gemido con su nombre. El orgasmo había estallado en mil pedazos, dejándome volando por segundos que parecieron eternos.

Y cuando mis ojos y los suyos conectaron, supe que sería la última vez que lo harían.

Soltó un largo gemido, indicándome que su orgasmo había llegado... Y lo último que sentí fue semen en mi interior, llenándome por completo.

Sus manos echaron mi cabeza hacia atrás antes de que sus colmillos se espetaran con dureza en mi cuello, un grito de dolor se escapó de mí garganta y fue suficiente para motivar al vampiro a seguir.

Perdí la consciencia y con ella la vida.

Lo amé en la tierra y lo amaré en el infierno. Porque dicen que los ángeles son difíciles de olvidar pero los demonios lo son todavía más.

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