Capítulo 2
Nunca me había atrevido a ir al bosque que abunda tras la universidad, es el típico lugar al que van los universitarios a hacer cosas indebidas entre clases o al finalizar estas.
O bueno, nunca me había atrevido hasta ese día, el día en el que al salir de clases vi al mismísimo Christopher Vélez perderse entre la multitud de árboles que conducía al bosque.
Corrí todo lo que mis piernas me lo permitieron para tratar de alcanzarlo pero era como si se hubiera esfumado.
-¿Qué carajos...? - cuestiono al ya no saber en donde estoy, a mi alrededor todo son árboles y naturaleza agreste.
Dejo escapar un suspiro, maldiciéndome en mi mente por la estupidez que había hecho. Sigo caminando, sin saber muy bien por donde ni para donde.
Pero mis pies se paran al ver la conocida figura del hombre al que estaba siguiendo.
¿Lo terrorífico?
Cuando se da la vuelta.
Sus ojos estaban de un color rojo intenso, al igual que sus labios de los cuales desprendía un espeso líquido que parecía ser sangre y que resbalaba por su barbilla. Sus blancos dientes también tenían pequeñas gotas del líquido carmesí, y sus colmillos tenían un par de centímetros más de lo habitual. En sus manos estaba el cuerpo de un conejo sin vida, desangrado, por lo que suponía que la sangre que empapaba su camiseta era producto de eso.
Un sollozo trepa por mi garganta y sale entre mis labios, a la vez que las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos. Estoy asustada, muy asustada.
Christopher se estaba comiendo un conejo. Un jodido conejo.
No soy quien para cuestionar sus peculiares gustos pero esto es lo suficientemente extraño para mi.
Mis piernas permanecen inmóviles, a pesar de que mi cerebro le da la orden de moverse. Me siento patética.
El hombre frente a mi deja caer su presa y me mira de forma penetrante, como si yo fuera su siguiente presa.
Mi mente hace un pequeño "clic" y mis pies retroceden un par de pasos antes de echar a correr. En la secundaria odiaba correr en educación física, pero ahora mismo estaba anhelando tener un poco más de resistencia. Mis pulmones exigían aire pero en estos momentos necesitaba seguir corriendo si es que acaso quería seguir viviendo.
Mi cuerpo impacta contra el de alguien más, por momentos siento el pánico en primera persona pero al alzar la vista me permito tranquilizarme.
-¿Señorita Ross? - cuestiona el señor Camacho con confusión, sus brazos todavía están sosteniéndome y eso más incómoda la situación.
-Señor Camacho yo...
-Llámame Richard, ahora mismo no estamos en la Universidad.- dice sonriendo débilmente-. ¿Puedo preguntar que haces en el bosque a estas horas?
-Solo paseaba.
-Te veías alterada.
-Si, es que... Yo vi a una ardilla devorándose a un conejo. - miento descaradamente, ¿en serio no se me pudo ocurrir algo mejor?
Richard se tensa de inmediato y sus brazos empiezan a soltarme de a poco, a tan sólo metros está el señor de Jesús, otro de mis profesores de Universidad. Esto no puede ser más incómodo...
-¿Camacho, qué haces con la señorita Ross? - pregunta él, acercándose lentamente hasta nosotros.
-Ella estaba perdida, corrección, ella está perdida. - le explicó-. Dijo que había visto a una ardilla comerse a un conejo.
-Si, que caníbal. - murmuro por lo bajo, el profesor entorna la mirada y aprieta los labios, como si estuviera intentando no reírse.
Genial, ni siquiera se cree mi mentira.
-Está bien, yo me ocupo de llevarla fuera del bosque. - le hizo saber el profesor de Jesús, Richard se limitó a asentir.
-Cuídate, Cyara. - dijo él en mi dirección.
Tal y como había dicho, él fue quien me ayudó a salir del bosque y a darme una pequeña charla sobre por qué razones no debo andar sola por el bosque a esas horas.
-¿Le dijiste a Richard lo que verdaderamente viste? - preguntó.
-No. - confesé-. Pero eso no significa que se lo vaya a decir a usted.
-Usted. - pronunció lentamente-. Es como si fuera mucho más mayor que tú, puedes tutearme.
-Es mi profesor, debería de hacerlo.
-En horario de clases si, pero ahora no. - murmuró divertido-. Cyara, cuídate... Es muy importante que lo hagas, y más ahora.
¿Ahora?
Después de lo que había visto hace tan solo minutos ya me imaginaba cualquier cosa.
Tras despedirme del señor de Jesús, o como quiere ser llamado cuando no estamos en clases; Zabdiel. Me dirijo a mi casa, dejando que mi mente siga procesando toda la información recogida el día de hoy. Subo directamente a mi habitación y cierro la puerta tras mi cuerpo.
-Te has tardado más de lo que esperaba, ya me estaba aburriendo.
Doy un respingo al oír su voz, miro de inmediato en dirección y me encojo en mi sitio.
Ya no hay sangre.
Ya no hay ojos rojos.
Ya no hay colmillos.
Ya no hay conejo.
Es el Christopher que conocí el otro día, y aunque en cierto modo me tranquiliza, sigo asustada.
-No voy a contar tu secreto caníbal, no tienes de que preocuparte.
-¿Secreto caníbal? - pregunta riendo-. No necesito que te guardes ese secreto.
-¿Entonces qué haces aquí?
-Tenía ganas de verte. - susurra seductor mientras me guiña un ojo.
Repito: Mientras me guiña un ojo.
Oh, joder.
Se está burlando de mí, no tengo dudas.
-Es muy espeluznante que te cueles en mi casa después de nuestro incómodo encuentro hace minutos.
-Puedo hacer que lo olvides si lo prefieres. - dice acercándose a mi.
Yo retroceso hasta que mi espalda choca con la puerta de mi habitación, su risa llena el lugar mientras se detiene a tan solo centímetros de mi.
-Mírame a los ojos, Cyara. - pide, sin embargo, es él quien toma mi rostro y me hace mirarlo. Su tacto es extremadamente frío y me hace estremecer.
No sé en qué momento empecé a sentirme mareada, allí mirando sus ojos y con sus manos sobre mí cuerpo. Probablemente sosteniéndome para que no me cayera al suelo en cuanto me desmayé.
Lo último que sentí fue la agradable sensación de mi cuerpo en el colchón y de las sábanas cubriendo mi cuerpo.
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