Rosé se dirigió a la cocina seguida por la chica de orejas y cola, la cual sólo la miraba y se sentó en una de las sillas. Rosé se preguntaba cómo es que la chica tenía ropa puesta, después de todo ¿había cambiado de forma?, frunció el ceño y se volteó, mirando a la chica, quien le sonrió.

— ¿Entonces me podré quedar aquí? —Jisoo frunció el ceño, y movió sus orejitas.

— Supongo que sí —Murmuró— Tú necesitas un lugar dónde vivir y yo a alguien con quien compartir, sería bueno —La híbrido sonrió, y bajo un poco su cabeza.

Rosé se dispuso a cocinar algo para ambas, quizás aceptar que Jisoo se quedase le iba a funcionar para no sentirse tan sola. A pesar de que tenía amigos los cuales estaban siempre y por eso eran los mejores, ellos tenían sus vidas y ella no quería molestar. Jisoo se acercó a Rosé y la abrazó por la espalda, apoyando su cabeza en su hombro. La mayor se sobresaltó y movió un poco su cabeza, haciendo que Jisoo riera.

— No me gusta que esté triste —Rosé rio.

— No estoy triste —Jisoo mordió el hombro de la mayor—¡Oye! —Jisoo gruño, haciendo que Rosé frunciera el ceño— ¿Por qué me muerdes?

— No me gustan que me mientan —Gruño una vez más.

Jisoo había estado cerca del departamento de Rosé por meses, como también se había encargado de que nada malo le pasara. Desde que la había visto por primera vez, en la cual la mayor le había dado un poco de comida, no quiso alejarse de ella. Jisoo había elegido a Rosé y sería la única persona con la cual estaría por el resto de su vida y nada podría cambiar eso. Pero no estaba dispuesta a decirle eso a Rosé, no hasta que sintiera que la mayor también la aceptara.