Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

EXTRA: Rata | parte 3


Cuando Kasch Wolff había dicho que la amante de Jonathan era incluso peor que él, no había mentido. Ni siquiera se había convertido en su esposa y ya tenía bajo su poder la sede de Naemniki, y controlaba la mansión y a todos sus asesinos.

La señora Ornella Vannucci había llegado a Argentina con su hijo Héctor, de su matrimonio anterior. Su esposo había muerto «misteriosamente» al mismo tiempo que Ingrid Von Weissenberg.

Mörder, manejado por Jonathan, creció notablemente. Naemniki, manejado por Ornella, también. Sin embargo Assassin caía poco a poco, y se sostenía solo por sus leales asesinos que se encargaban de mantenerlo a flote. Sin saberlo, el abandono de Jonathan había hecho que la gente de Assassin se uniera entre sí como una familia.

Cuando Omar cumplió dieciocho años, tuvo que pelear contra su hermano por orden de Jonathan y Ornella, quienes estaban probando a los líderes de Assassin. Pese a la fuerza e increíble habilidad de Raúl, que lo mantenía con constantes misiones y el respeto de sus jefes, Omar lo derrotó. El puesto de líder de los profesionales pasó a él.

—Está bien, lauchita —dijo Raúl con una sonrisa y escupió sangre en el suelo—. Te dije que debías superarme y lo hiciste, estoy orgulloso de vos.

—Pero… tu puesto…

—Es tuyo ahora.

Omar fue llamado por Jonathan para que se acercara a él, por lo que se despidió de su hermano y caminó hacia ese imponente hombre que estaba sentado junto a su esposa. Ornella se acariciaba el abultado vientre de embarazada, y a un lado estaba Gretchen cruzada de brazos con molestia, pues Héctor, el hijo de Ornella, estaba a su lado y parecía molestarle su presencia.

—¿Sí, señor Moms? —dijo Omar con la mirada baja, porque a la señora Ornella no le gustaba que la miraran fijo y solo hacerlo ameritaba un castigo.

—Mi padre te entrenó personalmente, y tengo entendido que el resto de tu entrenamiento fue a manos de tu hermano, que fue entrenado por la gran Marta. ¿Es correcto? —dijo Jonathan con el rostro serio y su mirada fría.

—Sí, señor, así es.

—Tanto esfuerzo rindió sus frutos. Te cambiarás de habitación, pasarás a usar la del líder de los profesionales y tendrás misiones de Élite —explicó y posó una mano sobre el abultado vientre de su prometida—. Tu valor como asesino ha aumentado, así que tu paga será mayor.

Omar solo asintió, y esperó a que Jonathan lo autorizara a retirarse antes de siquiera mover un músculo. Sin embargo alzó la mirada solo un instante para poder ver a Ornella, pues era una mujer realmente hermosa. Se alejó muy rápido, aunque no sin antes ver a Gretchen enfadada a un lado y a ese niño que parecía hablarle con alegría.

Ornella y su hijo Héctor eran parecidos entre sí, de piel trigueña y bellos ojos verde esmeralda, con el cabello ondulado y castaño claro. Aunque ella, por ser una mujer adulta, tenía unas curvas deslumbrantes y una elegancia únicas. No había un solo día donde lo luciera sus prendas finas y su cabello bien peinado.

Con su mudanza ya hecha, y disculpándose con su hermano por tener que quitarle no solo su puesto, sino también su habitación, se acostó a mirar el techo muy pensativo. Jonathan tendría un heredero varón, que era lo que todos en D.E.A.T.H. estaban esperando, y era el motivo por el que su hija Gretchen, de diez años, se esforzaba tanto en sobresalir. Aún no había alguien en Assassin que se hiciera cargo del lugar, y el abandono era muy notorio. Ahora que era él el líder de los Profesionales, era su responsabilidad mantener el lugar a salvo y en buen estado, a falta de jefes presentes. Pues hasta que Gretchen o el nuevo heredero crecieran lo suficiente, Assassin terminaría por caer.

~ • ~

El caos llegó cuando Omar tenía veinte años. Assassin recibió un pedido de refuerzos para ejecutar a un traidor, uno que no podía derrotar Jonathan solo. Cuando el nombre del traidor fue pronunciado, nadie supo qué hacer. No podían fallarle a Jonathan, pero ir era equivalente a morir.

Omar, como líder de los Profesionales, ordenó que los novatos se mantuvieron resguardados y dejó a opción de cada Profesional si ir o no a dar apoyo en Mörder.

Él, junto a su hermano Raúl, pensaban ir a apoyar a Jonathan por ser los mejores profesionales de Assassin. Sin embargo, no bien pusieron un pie en el estacionamiento para subirse a sus correspondientes vehículos, tuvieron una pistola en la cara. Su madre y Aníbal estaban allí.

—No van a ir —dijo Marta con el ceño fruncido.

—¿Cómo te enteraste? —inquirió Omar con sorpresa.

—Dejé Assassin hace diez años, pero Assassin jamás me dejó. Todo lo que sucede llega a mis oídos —dijo, sin quitar la pistola de la frente de su hijo menor—. No van a ir hacia la muerte.

—Si no vamos seremos considerados traidores por abandonar a Jonathan —se quejó Raúl.

—Oh, no. Van a ir, pero lamentablemente el tráfico los hará llegar exactamente cinco minutos tarde —dijo ella con su mirada fría e intimidante—. Van a enfrentarse a Kasch Wolff y van a morir, y no pienso perder a mis bebés porque son unos estúpidos que corren al peligro.

—¡Kasch Wolff es un traidor! —escupió Omar.

—Jonathan quiere matar a su esposa e hijo desde hace tiempo —se rió ella y miró fijo a su hijo menor a los ojos—. Cualquier padre haría lo mismo que Kasch para salvar a su hijo.

—¡¿Y lo hiciste, madre?! ¡¿Salvaste a alguien?! —gritó Omar con odio—. Porque Wolff mató a tus hijos por orden de Jonathan, y jamás hiciste nada al respecto.

—¿Eso creés, que no hice nada? —se rió ella y alzó sus cejas—. Saqué a todos tus hermanos de acá, los puse a salvo. Todo Assassin responde ante mí, me entero de todo, y gracias a mi yerno en Naemniki también me entero de todo lo que sucede allí. ¿Y creés en verdad que tu madre no ha hecho nada?

—Madre —dijo Raúl con mirada suplicante—. Si no vamos seremos ejecutados.

—¿Cuánto tiempo más? —preguntó Marta a su hijo Aníbal.

—Cinco minutos más —dijo él.

—En cinco minutos se van. No habrá pruebas de que esto sucedió, ya se están encargando de las cámaras —dijo con su rostro serio—. Ustedes no se dan cuenta de nada, son ciegos y tontos.

—Ni ciegos ni tontos, coherentes —escupió Omar.

Ella se rió e hizo a un lado la pistola, para guardarla en su amplia cadera.

—No, son tontos. ¿Creen que yo obtuve el primer sello dorado del país por ser tonta? Lo obtuve por ser astuta, por observar y analizar. Por planear —sonrió—. Ahora Kasch tal vez mate a Jonathan y su odiosa esposa, o tal vez Jonathan lo mate a él. Sin importar lo que suceda es uno menos. Ustedes van a ir y se van a asegurar de que uno de los dos haya muerto, y se van a asegurar de que el niño siga con vida.

—¿El niño? —repitió Omar con sorpresa.

—Lo entenderás en un par de años.

Aníbal quitó la pistola del rostro de Raúl, quien lo tomó de la ropa con molestia.

—Si volvés a apuntarme la cara, voy a meterte la pistola por el culo —le dijo entre dientes.

—No seas estúpido, detenete a pensar —se quejó su hermano—. Pensá, Raúl. Pensá.

Solo cuando los cinco minutos pasaron fue que Marta les permitió alejarse hacia los vehículos, pero antes de que se subieran los miró fijo y con dureza.

—El niño debe vivir.

—Si Jonathan ordena deshacerse de él, nada podrá evitarlo —dijo Raúl.

—Vas a encontrar la forma.

Tanto él como Omar dejaron ir un largo suspiro, pues no comprendían los planes de su madre. Miraron hacia donde estaba ella con sus manos tomadas al frente, y luego se concentraron en el frente.

Estaban a veinte minutos de distancia con Mörder, y su madre había calculado a la perfección el tiempo exacto. Omar chasqueó la lengua, porque temía que llegar tarde en ayuda de Jonathan pudiera costarle la vida.

Cuando llegaron descubrieron que Mörder era un caos. Los pasillos estaban llenos de muertos y moribundos, la enfermería colapsaba de heridos, y los disparos y gritos que provenían de la zona de entrenamiento de los locosl eran ensordecedores.

Llegaron, en una corrida, justo a tiempo para ver a Jonathan con su pistola apuntada hacia Kasch Wolff, seguida de su voz.

—En Mörder la libertad no existe —había dicho.

Tanto Raúl como Omar miraron con consternación la cantidad de cadáveres allí. Kasch Wolff había matado, él solo, a la mitad de la gente de Jonathan. De haber llegado unos minutos antes ellos también formarían parte de esas pilas de cuerpos.

—Señor Moms —dijo Omar y tragó saliva, pero bajó la cabeza de forma sumisa—. Disculpe la tardanza, vinimos lo más rápido posible.

—Da igual, el trabajo está terminado. No sé para qué les pago a todos ustedes, inútiles, si fui yo quien lo mató —dijo Jonathan con molestia y dirigió su mirada hacia él—. Ahora vendrán los Barrenderos a encargarse de este lío.

Jonathan entonces apuntó su pistola hacia el niño que lloraba allí, abrazando un cuchillo de hoja y mango negros. El pequeño miraba con desesperación a sus padres muertos allí, incapaz de dejar de llorar, con sus gritos y alaridos de dolor y desesperanza.

—¡Espere! —dijo Raúl de repente, llamando la atención molesta de Jonathan—. El niño puede ser entrenado por Schultz y Brunhilde, son sus tíos, ¿verdad? Perdimos mucha gente, ese niño podría hacer la diferencia en números si es bien entrenado.

—Este pendejo es un inútil que solo llora y chilla. No sabe ni siquiera armar una pistola, ni sujetar un cuchillo —dijo Jonathan entre dientes y gatilló.

—Hay veinte personas en enfermería, muchos más en los pasillos. Debe haber alrededor de cincuenta o setenta acá mismo. Ha perdido cien o más asesinos —insistió Raúl y bajó la cabeza con sumisión—. Disculpe mi insolencia, pero ofrezco esa posibilidad. La decisión es suya, señor.

Jonathan lo miró fijo, con las cejas negras caídas sobre sus ojos oscuros de forma intimidante. Su mandíbula estaba apretada y se lo veía, no solo cansado, sino muy enfadado por la pelea con quien en algún momento había sido su mejor elemento. Raúl continuaba con la cabeza gacha, entregado al posible castigo, entonces dirigió su mirada hacia ese niño flacucho y enclenque que no sabía hacer otra cosa más que llorar por su madre. Miró los ojos celestes cubiertos de lágrimas, idénticos a los de su padre Kasch. Jonathan apretó la mandíbula incluso más.

—¡Traigan a Brunhilde Wolff! —ordenó al bajar la pistola—. Si ella niega hacerse cargo de él, entonces morirá aquí mismo.

Raúl dejó ir todo el aire que había acumulado en sus pulmones, porque por un instante creyó que moriría por osar aconsejar a Jonathan. Este, sin embargo, se acercó y lo miró con atención.

—Mente fría y pensamiento rápido —dijo al verlo—. No por nada fuiste líder de Assassin por quince años.

—Acepto el castigo que desee darme —dijo Raúl.

—No hay castigo, Leiva.

Omar los miró de reojo y se adentró más, observando la cantidad de cuerpos que Kasch había dejado. Se acercó para ver el cuerpo de ese inmenso alemán, con un agujero en su frente. Ese hombre que era prácticamente invencible, que se había llevado consigo a una cantidad inmensa de asesinos, había muerto. Kasch Wolff, el asesino de sus hermanos y hermanas, había muerto. Sin embargo sintió una extraña opresión en su pecho. Omar creyó que se alegraría de su final, pero al ver a Valeria allí, desparramada en el suelo y con un agujero en su frente, sintió su mandíbula apretarse.

«Ella era amable. Él era un hijo de puta y se merecía la muerte, pero ella era un alma pura» pensó con molestia.

Recordó la sonrisa en el bello rostro de Valeria cuando nació su hijo. La forma suave en que lo acunaba contra su pecho, y cómo con una sonrisa los recibió, pese a ser rivales de su esposo. Miró, entonces, hacia ese niño que lloraba sobre el cuerpo de su madre.

Era la segunda vez que lo veía en la vida, lo  había visto de bebé, y ahora llorando frente a su madre muerta mientras presionaba la empuñadura de un cuchillo negro. Era pequeño y de cabello corto y castaño claro, y su delgaducho cuerpo temblaba por el pánico y la tristeza.

—Este no va a sobrevivir —gruñó al alejarse.

Brunhilde Wolff, de gran altura y rasgos duros como su hermano, al igual que su cabello rubio, ingresó allí por orden de Jonathan.

—¡Tía! —gimoteó el niño mientras secaba sus lágrimas.

—¿Opinión, Wolff? —dijo Jonathan al señalar al pequeño.

Brunhilde lo miró fijo y caminó hacia él. Observó los ojos enrojecidos por el llanto, el temblar en su cuerpo, y entonces se agachó frente a él para levantarlo en sus fuertes brazos.

—Es sangre de mi sangre. Mi hermano fue un traidor que merecía la muerte, pero yo lo criaré para ser leal a la familia Moms —dijo ella mirando fijo a su sobrino—. Lo haré fuerte, señor.

Jonathan solo asintió y se alejó de allí, dando la orden de comenzar con la limpieza, pues Marta y los demás hijos, y otros Barrenderos, llegarían pronto a hacer su trabajo.

¡Se acabaron las vacaciones, Jackie! —dijo Brunhilde en alemán hacia su sobrino—. No más juegos, no más juguetes, no más «quiero a mi mamá». Vas a entrenar como todos los demás. No eres un niño incompetente, eres el hijo de Kasch Wolff. ¡Ahora deja de llorar como una niña!

Omar llegó a escucharla, pues él sabía hablar alemán. Chasqueó la lengua con molestia, porque quizá el niño era un debilucho y un inútil, pero acababa de pasar por el peor trauma de su vida, y lo que menos necesitaba eran gritos.

Salió de allí junto a su hermano, quien también estaba serio y molesto por eso. ¿Cuál era el plan de su madre? No lo sabían, no encontraban sentido alguno a sus decisiones, pero al menos Raúl había logrado que Jonathan no ejecutara al niño.

~ • ~


Cada vez los rumores eran peores, y cada vez Assassin caía más y más. Los asesinos del lugar se reunieron para festejar el año nuevo. Cenaron todos juntos en grandes mesas, con comida financiada por ellos mismos, pues Jonathan solo les había enviado un par de champagne como cortesía.

Los Moms no eran conscientes de que abandonar la sede de Assassin como si no valiera nada solo servía para que estos se unieran más entre sí. Servía para que crearan un profundo resentimiento hacia los Moms.

—A partir de ahora nos cuidamos entre nosotros, hasta que los Moms nos pongan un líder. Tal vez cuando Gretchen sea mayor, o cuando Julio crezca lo suficiente —dijo Raúl con sus manos posadas sobre la gran mesa—. Assassin es una familia, y nos protegeremos las espaldas mientras esperamos. Seguiremos las órdenes de arriba, pero mantendremos todos juntos este lugar en pie.

—¿Cómo? —preguntó una profesional—. ¿Vos vas a solventar todos los gastos?

—Lo haremos todos —dijo con seriedad—. Dejaremos el dos por ciento de cada pago como un impuesto para mantener con vida nuestro hogar.

Los asesinos murmuraron entre sí, pues dos por ciento era un porcentaje tan bajo que nadie extrañaría ese dinero, aunque en el total, al ser pagos millonarios en dólares, sería un valor abismal que podría mantener Assassin con vida.

—¿Están todos de acuerdo? —preguntó.

Todos se quedaron en silencio por unos minutos, y luego algunos comenzaron a golpear el dorso del puño en la mesa. Ese sonido se hizo más y más fuerte, y entre risas y festejos acordaron todos dejar un porcentaje de sus sueldos para poder mantener las instalaciones, además del subsidio del Estado que, en realidad, no servía de mucho para ellos.

Unos días después del año nuevo, todos los Leiva fueron llamados a una reunión privada con Jonathan Moms. Omar y Raúl fueron juntos para reunirse con su madre y el resto de sus hermanos, y viajaron en distintos autos hacia la mansión Moms, sobre la sede de Naemniki.

El lugar era tan distinto a Assassin, tan ostentoso y glamoroso, que tanto Raúl como Omar hicieron chirriar sus dientes, pues mientras que Assassin se administraba solo, los Moms derrochaban dinero en la mansión de Naemniki.

Omar iba junto a su madre, y a sus lados, un poco más atrás, caminaban el resto de los hermanos. Él era ya tan grande en cuerpo que había pasado a todos sus hermanos, no solo en altura sino también en musculatura. Había superado en físico a Raúl, que siempre había sido el más musculoso y trabajado.

A los ojos de los asesinos de Naemniki, Omar era un verdadero oso junto a su familia, una bestia.

Vio por el rabillo del ojo algo que le causó curiosidad. Había un niño allí que lo miraba con ojos perdidos. El niño claramente lo estaba mirando por su gran tamaño que resaltaba entre sus hermanos, pero a su vez su mirada parecía muerta. Era tan pálido que su piel incluso se veía gris. Su cabello era negro y estaba húmedo, como si hubiera estado bajo el agua, y se encontraba envuelto en una toalla mientras temblaba. Le sorprendió ver grandes ojeras en ese rostro aterrado y casi cadavérico.

Los ojos café de Omar se cruzaron con los celestes grisáceos del niño muerto en vida. No tenía alma, no parecía tener una. Era prácticamente un cadáver que miraba sin mirar, perdido en sus propios pensamientos.

Dejó de prestarle atención, porque no le importaba quién era o qué hacía allí, aunque le causaba curiosidad que estuviera envuelto en una toalla y su estado fuera patético. Continuó su caminata junto a su madre, con imponencia, hasta poder llegar hasta donde Jonathan los estaba esperando.

—Señora Leiva, señores Leiva —dijo Gretchen de pie junto a la puerta, con su espalda recta y sus manos sujetas al frente. Asintió con respeto hacia cada uno, y miró luego a María—. Señorita Leiva. Mi padre los espera dentro, sean bienvenidos.

Gretchen había crecido, tenía doce años y estaba cercana a cumplir los trece. Era alta y delgada, y su rostro igual de serio que siempre, al igual que sus modales refinados. Con un ademán de mano muy educado los invitó a entrar a la oficina donde se encontraba su padre.

Solo por las dudas fue que Omar abrió la puerta, pues si era una trampa contra su madre no quería que ella fuera la primera en ingresar. Allí en la oficina se encontraba la señora Ornella sentada en el asiento mullido de Jonathan, mientras que él se encontraba de pie tras ella con una mano posada en su hombro. No muy lejos de ellos, jugando en el suelo con una esfera de metal, se encontraba el heredero Julio Moms, de dos años de edad.

—Siéntese, Marta —pidió Ornella con un movimiento de mano.

Ella se sentó y posó sus brazos a los lados, con la barbilla en alto de forma orgullosa y segura de sí misma. Marta no temía mirar fijo a Ornella, y quizá era la única persona que la miraba fijo sin miedo a represalias.

—Debo admitir que me sorprendió la invitación —dijo y miró fijo a los ojos verde esmeralda de Ornella, luego hacia los oscuros ojos de Jonathan—. Como sabrán tengo mucho trabajo, escaso tiempo, ¿serían tan amables de ir al grano?

—Han pasado seis meses desde que acabamos con Kasch Wolff —dijo Jonathan con el rostro serio y su mirada fría—. Como sabrá, el poder y la imagen de D.E.A.T.H. depende del mejor elemento. Depende, enteramente, de sus mejores asesinos. Tengo en Mörder a Brunhilde Wolff que es la mejor loca, y su esposo no se queda atrás. Tengo a Vladimir en Naemniki, y en Assassin a sus dos hijos, Omar y Raúl.

Marta asintió, pues ya comprendía por dónde venía la conversación.

—¿Y qué desea de mis hijos? Son adultos, no requieren del permiso de su madre para actuar.

—No, es cierto —dijo Jonathan al mirar hacia los cinco hijos de Marta—. Pero considerando lo «unidos» que son decidimos con mi querida esposa que presencien esta conversación. Haremos un enfrentamiento entre los mejores asesinos de cada sede. Brunhilde, Vladimir y Omar. El ganador se quedará con el puesto de mejor elemento de D.E.A.T.H.

—Con ello obtendrá más responsabilidades, y también una mejor paga —agregó Ornella con su fría pero seductora voz—. Haremos el entrenamiento solo por apariencia, pues sabemos que el ganador será su hijo. —Miró fijo a los ojos de Omar—. ¿Podrás con la presión, muchacho?

—Sí, señora —dijo él con la cabeza baja.

—Al ser el mejor elemento de D.E.A.T.H. su deber y lealtad será por y para nosotros —dijo Jonathan y frunció el ceño al ver a Marta—. Tendrá más restringidas las salidas, será más vigilado, y sus «encuentros» con la familia serán menores. ¿Está de acuerdo, Marta, o acaso planeará una manera de evitarlo?

Marta curvó sus labios en una sonrisa, y con su mirada fija en los oscuros ojos de Jonathan dijo:

—¿Por quién me tomás, Jon? ¿Con quién creés que estás hablando? —se rió—. Yo, el mejor elemento de años atrás, ¿voy a impedir que mi sangre brille?

—Perdimos mucha gente gracias a Kasch, así que queremos evitar cualquier posible enfrentamiento o enemistad con usted, Marta —acotó Ornella con el rostro serio—. Le guardo mucho respeto como mujer y como madre, por todos sus logros. Pero si mueve un solo dedo, si oigo que planea algo por tener a su hijo en ese puesto, no será mi esposo quien se deshaga de ustedes, seré yo. Y créame, mi esposo es más piadoso que yo.

Omar apretó los labios para evitar reírse, porque Jonathan tenía de piadoso lo que él tenía de virgen. Hizo su mejor esfuerzo por no soltar una gran carcajada.

—Pelearé en ese enfrentamiento, y ganaré por usted, señora Ornella —dijo Omar con una sonrisa perspicaz.

—Vas a vivir por y para nosotros, y cada vez que respires será porque nosotros decimos que lo hicieras —dijo Jonathan—. Vas a estar disponible a cualquier horario, a cualquier llamado, y tu vida será dedicada a mi familia. Si mi hija te pide que te pongas de rodillas, te pondrás de rodillas.

—Me pondré de rodillas ahora mismo si lo desea —dijo con esa sonrisa.

—No te encariñes con el puesto —dijo Jonathan con molestia—. Tengo mi reemplazo para Kasch, un pequeño proyecto que superará todo lo conocido. Hasta que este proyecto sea útil, podrás utilizar tu puesto como el mejor.

Todos fueron invitados a retirarse, a excepción de su madre, por lo que todos los hermanos se retiraron de la oficina. Afuera, en el pasillo, María lo abrazó con fuerza, hundiendo su rostro en el omóplato de su hermano.

—Supongo que ya no voy a poder verte tanto, tengo que aprovechar, ratita —dijo ella y lo aferró más.

—Era superarme, no volverte el puto mejor elemento de D.E.A.T.H. —dijo Raúl y le dió un manotazo en la cabeza—. Pendejo precoz, ahora no vas a tener vida.

Tal y como su hermano le había dicho, Omar dejó de tener una vida en el mismo instante en que derrotó a Brunhilde Wolff y a Vladimir, el mejor Profesional de Naemniki. Supo que convertirse en el mejor había sido su peor error.

Omar dormía solo tres horas por día, tenía tantas misiones que a veces no estaba seguro de si era Omar o solo una pistola andante. Sus pagas eran tan altas que había comenzado a formar una fortuna, y utilizaba gran parte de su fortuna para poder mejorar Assassin como habían acordado entre todos. Apenas tenía tiempo de ver a sus hermanos, o a su madre. Era vigilado constantemente, no por ser el mejor elemento, sino por ser el hijo de Marta Leiva. Ver mujeres para complacerse era un privilegio que aprovechaba cada vez que podía, pues siempre terminaba tan agotado que a veces solo prefería dormir.

Era, también, el guardaespaldas de Jonathan. Debía seguirlo a cada reunión con líderes mafiosos, especialmente cuando se juntaba con Liosha Volkov, el jefe de la mafia rusa. Un temible hombre que era incluso más cruel y estricto que Jonathan.

Así pasaron meses, luego años. Desde que abría los ojos hasta que los volvía a cerrar para dormir, no paraba un instante de trabajar, y si no trabajaba entonces entrenaba. Si no entrenaba, estaba preparando a nuevos asesinos. Si no estaba con eso, entonces vigilaba la seguridad de Jonathan, o de Gretchen que ya era adulta y tenía bajo su mando la sede de Mörder.

Pese al cansancio habitual, Omar se sentía casi un dios en poder. Sin embargo eso acabó en el instante en que recibió un llamado que acabaría con todo lo que él era. No le importó el castigo ni las responsabilidades, se subió a su auto y manejó hasta Naemniki a gran velocidad. Ni siquiera fue a ver primero a Ornella para presentarse, se abrió paso por los pasillos y corrió hasta el gran patio central.

Allí, muerta en el suelo por múltiples puñaladas, estaba María. A su lado, llorando al abrazarla, estaba su novio ruso, Nikita. Omar le dio una patada para alejarlo y lo tomó con fuerza del cabello para levantarlo en el aire.

—¡¿Qué mierda pasó, infeliz?! —le gritó al rostro con los dientes apretados—. ¡¿Qué mierda pasó?!

—¡Yo no he sido! —se defendió Nikita.

Omar lo tomó del cuello y lo apretó con fuerza para estrangularlo, con el rostro transformado en locura.

—¡Mi única hermana!

—Fue… Boris… —masculló por la falta de aire—. Ella lo… rechazó…

Lo soltó al arrojarlo al suelo y abrazó el cuerpo de su hermana, al acunarla contra su pecho. La aferró con fuerza, hundiendo su nariz en el cabello castaño de su hermana, tan hermosa, tan perfecta como siempre, incluso muerta. Y no le importó derramar lágrimas frente a todos esos asesinos de Naemniki, porque mataría uno por uno a todos los que estuvieron involucrados.

—Mi corazón —lloró al aferrarla y besó su cabello—. Mi corazón…

No soltó el cuerpo de su hermana sino hasta que llegó su madre con el resto de sus hermanos, para poder llevarse el cuerpo para darle una correcta sepultura. Omar, sin embargo, se negaba a soltarla. Se negaba a dejar ir al único ser al que amaba más que a su vida.

—Ratoncito, ya está —dijo Marta con voz suave—. Ya está, hay que dejarla descansar.

Con molestia depositó el cuerpo de su hermana con sumo cuidado en los brazos de Aníbal, para luego tomar a su cuñado del brazo y arrastrarlo lejos. Nikita era fuerte, pero Omar era mucho más fuerte que él, por eso el hombre dijo todo lo que sabía mientras era arrastrado por él. Dijo que habían discutido con María por una tontería, pues ella quería hijos y él aún no, y que Boris, un loco del lugar, había aprovechado la pelea para insinuarse a María por ser tan bella. Sin embargo, ante el rechazo contundente que ella le dio, él la siguió y la apuñaló múltiples veces.

—Yo no estaba a su lado —dijo Nikita con un sollozo—. De haberlo estado estaría viva…

—Cerrá el culo y decime dónde está ese infeliz —dijo entre dientes.

Entraron al gimnasio de los locos, donde Boris siempre se encontraba la mayor parte del tiempo. Omar no tenía armas encima, pero tampoco las necesitaba. Se acercó enseguida con su paso trabado hacia ese ruso que limpiaba su cuchillo con sangre. Le lanzó un fuerte puñetazo que lo hizo caer, pero el ruso al instante rodó en el suelo para defenderse. Omar, sin embargo, estaba enceguecido por la furia y frenó un ataque al quebrarle el brazo de un solo movimiento. Le arrebató el cuchillo pero no lo utilizó, quería golpearlo. Le lanzó puñetazo tras puñetazo mientras lo insultaba en español, en ruso y también en alemán. Golpeó y golpeó hasta que sus manos se volvieron rojas, e incluso así con sus pulgares apretó sus globos oculares hasta hacerlo gritar por el dolor cuando reventaron. Solo luego de eso fue que le cortó la garganta.

Tenía su rostro cubierto de lágrimas, también de sangre, y pateó el cadáver de ese ruso con furia hasta poder desquitarse. Aunque sentía que jamás podría hacerle pagar por la vida de su hermana, no estaba conforme. Seguía enfadado y sentía que con ella lo había perdido todo. Que su alma ya no existía y que su corazón había desaparecido.

La voz de Ornella resonó allí. Omar giró para verla, aún furioso y lleno de sangre. Estaba jadeante de tanto odio.

—Tiene un asesino menos, puede descontarlo de mi sueldo —dijo él entre dientes.

Volvió a patear el cadáver y pasó junto a ella sin darle mayor importancia. Ignoró incluso a Nikita allí, quería matarlo porque María ni siquiera debía estar en Naemniki, había ido ahí solo por él. Nikita era tan culpable como Boris, pero Omar supo que si lo mataba, su hermana no se lo perdonaría jamás.

Estaba cansado, había dormido solo dos horas y había perdido al amor de su vida. Por ello, cuando regresó a Assassin, destrozó por completo su habitación y golpeó incansablemente la pared hasta romperse los nudillos. No conseguía dejar de llorar, sentía tanto dolor en su pecho, tanta presión, que deseaba poder morir en ese mismo momento.

Y solo dos semanas después se enteró que Nikita había acabado con su vida, incapaz de continuar con la culpa por no haber estado ahí con ella. Por no haber aceptado tener una familia con María, creyendo que tenían más tiempo.

La muerte de María fue solo el comienzo, la primera ficha de dominó en caer que hizo caer todas las demás. Un año después le siguió Aníbal, que murió en un accidente de autos. Tres meses después de él fue Mauro, que murió de sobredosis de heroína, incapaz de poder tolerar la muerte de sus hermanos.

Omar ni siquiera pudo estar en el funeral, porque debía proteger a Jonathan en su reunión con Liosha Volkov. Ni siquiera tenía permitido ir a abrazar a su madre en ese trágico momento.

Era solo una cosa, un objeto desechable. Era un robot que tenía todos los días la misma rutina: tres horas de sueño, entrenamiento, misiones de Élite, reuniones con Jonathan, tal vez ocasional sexo con mujeres, y luego la misma rutina una y otra vez.

Por eso se sintió aliviado cuando tiempo después Jonathan le dijo:

—Haremos una nueva prueba de elementos. Sabrás que Nahuel ha superado todos los récords existentes, y se sigue superando día a día —Jonathan sonrió al agregar—: Creé el mejor monstruo, el asesino perfecto. Mi experimento rindió su fruto. Tal vez mañana él te arrebate tu puesto.

«Ojalá, hijo de mil puta, ojalá. Hasta le chuparía la verga con tal de que gane el hijo de puta ese» pensó Omar.

—Daré lo mejor de mí, señor Moms —dijo al asentir con respeto.

Omar llevaba ya once años siendo el mejor elemento de D.E.A.T.H, un año más que Kasch que solo estuvo diez. Estaba harto de todo, cansado de todo, incluso de su vida.

Mörder ya era manejado por Gretchen Moms, quien estaba en pareja con Jack Wolff, lo cual era una terrible imagen para los Moms por ser él un adolescente. Naemniki era manejado por Héctor, el hijastro de Jonathan, y Assassin había sido dado a Julio recientemente. No era un mal líder según Omar, pero era muchachito inexperto y conseguir que esa gran familia de Assassin le obedeciera, luego de tantos años de abandono, era muy difícil.

—Lauchita —Raúl palmeó el asiento a su lado cuando vio entrar a su hermanito en la cafetería de Assassin—. Ya me enteré. ¿Cómo estás?

—¿Tengo que mentir o responder con la verdad? —se rió—. Me pondría de rodillas delante de ese tipo y le chuparía bien la verga con tal de que se quede con este puesto de mierda.

—Pietrzak es realmente bueno, Omar —dijo Raúl con un suspiro—. Tiene solo veinte años y ya es un monstruo, una sombra. Mañana, cuando te enfrentes a él, va a ser un milagro que uno de los dos quede con vida.

—Si me mata no me quejo, al fin vacaciones —se rió y colocó un cigarrillo en sus labios para luego encenderlo—. Eh, Raúl. Si me mata, ¿qué tal si matás a unas prostitutas bien sexys y las enterrás conmigo? Una abrazándome y la otra chupándome la verga. Sería un buen final, ¿eh? Cogiendo eternamente hasta el más allá.

—No juegues con eso —dijo Raúl con seriedad—. Solo quedamos vos y yo, no bromees con la muerte.

—No seas aburrido, de algo me tengo que reír —sopló el humo de su cigarrillo—. No le tengo miedo a ese pendejo engreído. Todos se cagan al verlo, es solo un pendejo mimado más que se crió entre vinos caros y sábanas de seda.

—Vos eras igual de engreído que él a su edad.

—¿Y cómo no? Soy una bomba sexual, pura belleza —se rió y dio otra pitada—. Yo no despreciaba el trabajo de nuestra madre, ese hijo de puta sí, limpia sus propios cuerpos el pendejo de mierda.

Raúl dio un largo suspiro.

—Ya estoy grande, lauchita —dijo casi en un susurro—. Ya estoy cansado también. Tengo cincuenta y dos años y lo único que he hecho siempre es matar. Voy a verte pelear contra Pietrzak, y después me voy a retirar.

—¿Retirar? —chilló Omar—. No tenemos derecho a retirarnos.

—Lo tenemos si decidimos unirnos a los Barrenderos. Voy a ayudar a mamá con el negocio, ya estoy cansado de las misiones, y vos ya sos un adulto, uno muy inmaduro, pero ya no necesitás que te siga cuidando.

—¿No te retirabas… por mi culpa? —susurró Omar con los ojos llenos de sorpresa—. Tengo treintaiún años, no necesito que me cuides la espalda siempre.

—Sos una máquina de meterte en quilombos, a donde vas hay una pelea y múltiples muertos —suspiró y le dedicó una sonrisa a su hermano menor—. Lo vas a hacer bien, lauchita. El día que quieras retirarte mamá y yo te vamos a estar esperando.

Omar sonrió y, por primera vez, abrazó a su hermano con cariño. Sin golpes, ni bromas. Solo cariño. Porque sabía que si moría contra Nahuel Pietrzak, él estaría ahí, y que estaría incluso si llegaba a sobrevivir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro