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EXTRA: El trato | parte final


Había dormido poco durante el viaje porque estaba muy ansiosa y también muy angustiada, había aguantado su tristeza y sus deseos de llorar por dos meses, y temía romperse en mil pedazos no bien viera a sus hijos.

Los últimos días había pensado mucho en su familia, en sus padres tan cariñosos con ella pero a la vez tan liberales. Jamás le habían puesto un límite, ni controles, ni prohibiciones, Erica ni siquiera necesitó jamás avisar que se iba a algún lado, y pese a lo mucho que los amó siempre, también se sintió muy desprotegida.

—¿Puedo decirte algo aunque te enojes? —murmuró Erica mirando hacia su maestro.

Los gestos en el rostro de Fosa cambiaron al instante, se volvieron oscuros.

—Si me decís que estás embarazada de Volkov, voy a abrirte el vientre con una daga y extirparte el monstruo con mis dedos, ¿me escuchaste?

Ella curvó sus labios en una sonrisa y sintió sus ojos llenarse de lágrimas, con sus gestos más adoloridos.

—Mis papás eran buenos y muy cariñosos, los amo con toda mi alma, pero a veces sentía que no les importaba si yo estaba bien, o si algo me pasaba —Apretó los labios con fuerza para evitar llorar—. Tampoco me dijeron nunca que estaban orgullosos de mí, supongo que soy un desastre. Lo soy, ¿verdad? Por mi culpa están muertos, ellos, mi hermana. ¿Por qué sentirían orgullo? Estuve con tantos hombres que perdí la cuenta, dije que me dedicaría a la danza y ni siquiera tuve éxito en eso. No fui a la universidad tampoco. ¿Por qué iban a sentirse orgullosos de mí?

—Erica —dijo Fosa con suavidad—. Por supuesto que estaban orgullosos de vos, sos una buena persona, sos muy disciplinada. Sos una superviviente, una mamá amorosa, y honras a tus padres con tu vida cada día.

Erica lo miró con tristeza.

—Vos sos muy estricto conmigo, vivís regañándome por todo, me prohibís hacer cosas y me sobreprotegés todo el tiempo.

—Soy tu maestro, y no sos una alumna muy obediente que digamos.

—¿Creés que en otra vida, en otra dimensión, tal vez en otro universo, yo pueda ser… tu hija? —dijo y se mordió los labios, con sus ojos cristalizados en lágrimas.

—Estaba a un segundo de apuñalarte si decías esposa —dijo Fosa con un gesto asqueado.

—Eso jamás —se rió Erica.

Él la miró fijo a esos ojos grises llenos de lágrimas.

—¿Sabías que te llevo solo once años, verdad? ¿Tu padre te quebraba las costillas acaso?

Erica bajó la mirada con tristeza y algo de decepción, también mucha vergüenza, pensando que tal vez debió guardarse sus sentimientos por siempre.

Sintió la mano de su maestro en la cabeza, le hacía una caricia.

—Y aún así sos mi niña, Erica.

Alzó la mirada para verlo, él estaba serio pero sus ojos de azul grisáceo brillaban y expresaban el cariño que sus labios no.

—Entonces Sveta sería como tu nie…

—No abuses —gruñó él.

Se rió con ánimo al verlo tan enojado, porque era tan orgulloso que jamás iba a admitirlo, y eso para Erica ya era suficiente. Apoyó su cabeza en el hombro de su maestro, mientras el jet descendía hacia la pista de aterrizaje.

Sonrió con alegría, y vio también los labios de Fosa curvarse en una pequeña sonrisa, cuando vieron a Rata allí esperándolos. Con su elegante traje negro y esos dos hermanos japoneses que lo acompañaban.

—¡Ratita! —dijo Erica y se lanzó sobre él para abrazarlo.

—Bombita querida —dijo él y devolvió el abrazo—. Jack estaría muy orgulloso de vos, y muy excitado también, seguro te cogería tan duro que te rellenaría hasta embarazarte otra vez, ¿eh?

—¡No seas asqueroso! —lo regañó Fosa con el ceño fruncido.

—También te extrañé, Nahuel —Rata le palmeó el rostro a su amigo con una sonrisa.

Fosa no dijo nada, se cruzó de brazos con el ceño fruncido y corrió la mirada hacia otra parte, pues era demasiado orgulloso como para admitir que también lo había extrañado.

Cuando Erica giró hacia los Tanaka para saludarlos, se sorprendió cuando estos le hicieron una reverencia respetuosa, muy inclinados hacia abajo.

—Bienvenida, Princesa —dijeron los dos aún inclinados.

Luego se irguieron y Akihiko comenzó a reírse al ver el rostro enrojecido y muy confundido en ella.

—Es una muestra de respeto, preciosa —explicó con una sonrisa pícara—. Parece que ahora somos iguales, cuando quieras probar carne asiática, búscame.

Erica solo se rió y le dio un golpe amistoso al hombro, porque desde que Akihiko y Ruriko trabajaban para Rata le caían mucho mejor que cuando lo hacían para Julio. No pudo conversar mucho con él, Ruriko siempre arrastraba a su hermano lejos con el ceño fruncido, y Fosa la tomó en ese momento de la cintura para guiarla hacia el auto. Rata debía irse también, porque había dejado a Tahiel a cargo de otras personas y no quería dejarlo solo mucho tiempo.

En el camino, sentada junto a su maestro, él le explicó a lo que se referían los Tanaka.

—Te dije que solo hay diez cajas en el mundo —dijo mientras manejaba—. Ellos son la única familia que tienen en su haber dos cajas.

—¿Entonces ellos están entre los más temidos del mundo?

—Ruriko Tanaka es incluso mejor que Jack, pero ella le guardaba mucho respeto. Akihiko es el mejor francotirador, incluso mejor que yo. No debería sorprenderte.

Erica no respondió nada, estaba cansada. Se sentía feliz de volver a su hogar, de sentir el aroma de Buenos Aires, pero también se sentía triste y vacía. Era un honor estar entre los diez más temidos del mundo, pues eso haría que probablemente nadie quisiera meterse con ella o su familia, pero también significaba que era una de las mejores asesinas. Estaba cansada de ser una asesina, de ver la muerte y la sangre, de arrebatar vidas.

En su mente no conseguía borrar la imagen de esos dos ancianos, de los adultos muertos por una bala en la habitación, y de esos niños masacrados en la habitación contigua allí en Daguestán. Y pensó, también, en cada persona que mató desde que entró en ese ambiente, ni siquiera sabía cuántos eran. Había perdido la cuenta.

Cuando llegaron a su casa miró el reloj en su teléfono, eran las tres y media de la madrugada y sus hijos estarían durmiendo, al igual que Lucas. Pensó que eso era lo mejor, porque no se sentía estable, no estaba en su mejor momento.

Fosa le ayudó a descargar su equipaje y la despidió con un beso en la frente.

—Descansá, Erica. Sos libre otra vez —le dijo con cariño.

Ella lo abrazó antes de abrir las rejas de la casa, se colgó un bolso al hombro y arrastró las dos valijas para luego abrir la puerta principal. Acomodó las valijas al costado de la puerta y cerró con llave, pero se sorprendió cuando vió que todas las luces estaban apagadas, excepto la de la cocina.

Miró todo con sorpresa y encendió la luz del living. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver globos lilas y dorados por todas partes, serpentinas a juego y, también, un hermoso cartel hecho a mano con la letra infantil de Jack. «Bienvenida a casa, mami, te amamos», con las huellas de las manos de Jack y Sveta.

Comenzó a llorar al ver toda esa preparación, y no entendía cómo pudieron saberlo si ella no les dijo nada al respecto.

—Bienvenida a casa, Eri.

Giró sobre su eje para ver allí a Lucas con una gran sonrisa en el rostro, tan radiante como siempre. Tenía un gran ramo de rosas lilas y violetas. Erica no dudó ni un segundo en arrojar todo al suelo y lanzarse sobre él para abrazarlo.

—Lu —sollozó y hundió el rostro en su pecho—, por Dios, Lu…

Él devolvió el abrazo con fuerza, hundiendo la nariz en esa cabellera castaña para oler su delicado aroma a frutas, a cerezas.

—¿Cómo sabías? Creí…

—Fosa me escribió antes de que subieran al jet, y me avisó también cuando bajaron —dijo él con suavidad, aferrando sus dedos a la espalda de ella—. Los peques ayudaron a decorar todo, Jackie quería esperarte pero estaba cansado.

Se alejó solo un poco para verlo a los ojos verde claro, y tomó en sus brazos el ramo de rosas lilas y violetas.

—Lila… —dijo con una sonrisa.

—Tu color favorito.

Olió las rosas, las más hermosas y perfectas del mundo, y las abrazó, pero luego miró a Lucas al rostro, a su hermoso rostro con esa sonrisa que se sentía tan cálida como el sol, que la acariciaba sin necesidad de manos. Esos ojos verdes tan expresivos y llenos de felicidad y emoción por verla allí, y su cabello rubio dorado, corto y en ondas que le quedaban tan bien. Tan hermoso y perfecto como nunca, incluso más que cuando era una adolescente y lo miraba por el balcón. Mucho más.

Sintió que perdía toda la energía en su cuerpo, que toda esa coraza, que había armado estratégicamente durante dos meses, se había comenzado a resquebrajar y poco a poco salía hacia afuera toda esa angustia, todo el dolor acumulado. Como un río alborotado y fuera de control que rompía una represa, las lágrimas inundaron sus ojos y comenzó a llorar con tanto dolor, con tanta desesperación, con su respiración jadeante y acelerada, con fuertes gimoteos llenos de pesar, que Lucas solo la miró con pena.

—Estoy cansada, estoy muy cansada, Lu —gimoteó mientras que él la abrazaba para contenerla—. Estoy tan cansada, tan cansada de todo. Ya no puedo más, ya no más, ya está. Hasta acá llegué, Lu, ya no puedo más.

—Está bien, Eri, estás en casa, no estás sola —le dijo con cariño y también preocupación, porque no la veía llorar así desde que el Loco había fallecido.

—Estoy tan cansada, ya no puedo más —lloró con mucho dolor, con su voz quebrada por la angustia y con sus gimoteos que volvían sus palabras indescifrables—. Ya no quiero seguir matando a nadie, no quiero limpiar, no quiero más sangre, ya no puedo más, Lu, hasta acá llegué, no puedo más.

—Está bien, Eri, ya no más —dijo con suavidad y le besó la coronilla de la cabeza al aferrarla—. No voy a permitir que vuelva a pasar, estamos juntos en esto. ¿Sí? Estamos juntos.

Se mantuvieron abrazados allí, y aunque Erica seguía muy angustiada y sensible, comenzó a sentirse mejor entre sus brazos, porque siempre todo era mejor cuando estaba entre los brazos de Lucas.

—Sé qué puede hacerte sentir mejor, vení conmigo —dijo él con cariño.

La tomó de la mano con suavidad y la guió hacia las escaleras, hacia el piso superior. Erica daba cada paso con mucho esfuerzo, mientras se secaba las lágrimas.

—Hace unos meses me dijiste que querías dividir la habitación de arriba —dijo y abrió la puerta.

Erica miró con sorpresa, en vez de ver la enorme habitación que ocupaba el tamaño de gran parte de la casa, allí había una zona de juegos, con todos los juguetes de los niños, una televisión colgada en la pared y bibliotecas con sus libros de cuentos contra una pared, junto a pequeños sillones infantiles. Tenía una alfombra redonda con arcoiris y muchos peluches y bloques acomodados en un mueble de cubos.

—Los peques pasan todo el día acá, les gusta mucho —dijo con una sonrisa—. Cambié el color de la pared a un crema, para que se vea más iluminado, y mirá.

La tomó de la mano nuevamente para mostrarle, pasando por un pasillo junto a la sala de juegos, dos puertas blancas, una en la pared lateral y la otra al fondo. Erica abrió primero la puerta del lateral y se encontró con una habitación infantil pintada en verde claro, con un mural de montañas en una pared que se veía muy delicado. Tenía una cama de una plaza y media con un acolchado celeste con nubes, un placard blanco y muebles de igual color con los juguetes de Jackie.

—Jackie eligió esta pieza, pero aún no se anima a dormir solo porque dice que te extraña —dijo Lucas con una sonrisa.

—Lu, ¿hiciste todo esto? —preguntó ella con una sonrisa.

—Obvio, Eri. Querías hacerle una pieza a los peques, aproveché que te fuiste para hacerlo como una sorpresa —dijo y la guió hacia la habitación del fondo—. Esta es la más especial.

Erica abrió la puerta de allí y se encontró la habitación con tres paredes con el tono lila que el Loco había pintado para ella. No estaba pintado encima, era exactamente la misma. La cuarta pared, que era nueva, tenía un tono gris claro que daba más luminosidad al lugar. Había una cama Montessori con forma de casita, con mantas lilas y rosado con pequeños almohadones en forma de nube y gotas de lluvia. Tenía una alfombra de arcoiris en el suelo y muebles a juego con todo el lugar.

—Esta es la habitación de Sve, para cuando crezca un poco más. No cambié la pintura porque quería que tuviera las paredes pintadas por su papá —explicó Lucas con una sonrisa.

—Lu… —Lo miró con sorpresa, con sus ojos que se llenaban de lágrimas otra vez—. Lu…

—Perdón, tendría que haber preguntado primero, ¿no te gusta? —preguntó con un gesto preocupado.

Erica sonrió y lo miró fijo a los ojos, a cada rasgo en su rostro.

—Me encanta —sollozó y apretó los labios con fuerza, sintiendo sus piernas más flojas y débiles—. Perdón, Lu…

Se dejó caer de rodillas al suelo y comenzó a refregarse los ojos con fuerza al llorar, con una fuerte mezcla de emociones que peleaban por dominarla. Estaba la alegría, la tristeza, y también la culpa. Esa última iba ganando a todas las demás.

—Perdón… —sollozó.

—¿Por qué me pedís perdón, Eri? No tenés nada por qué pedirme perdón —dijo con suavidad y se agachó frente a ella para poder acunar su rostro con las manos—. ¿Necesitás hablar, Eri?

—Jack va a odiarme, él va a odiarme…

—¿Por qué creés que podría odiarte?

Erica comenzó a llorar con más fuerza, refregándose los ojos para eliminar todas esas lágrimas traicioneras. Tenía en su mente muy frescas las imágenes de Vanyusha desnudo, de ambos teniendo sexo varias veces, y se sentía mil veces más culpable y sucia por eso.

—Estuve… estuve con él, me acosté con él —dijo con angustia—. Jack va a odiarme…

—Eri, lo que voy a decir capaz sea un poco fuerte y no quiero lastimarte, ¿sí? Pero necesito que lo escuches —dijo Lucas con calma y le corrió las manos del rostro para poder verla—. Jack ya no está, lamentablemente ya no está, así que no importa si se enoja o no porque sos vos la que sí está. Sos vos la que estuvo allá en Rusia, sos vos la que llora, y solo vos sabés por qué actuaste como lo hiciste. Si te pareció que necesitabas hacerlo entonces está bien.

—No… necesitaba hacerlo, no por la misión, yo solo… solo lo hice.

—No importa, Eri, no importa el motivo, si pensaste en ese momento que era lo correcto está bien. Por la misión, porque te gustó o porque necesitabas relajarte. No importa el motivo, tenés derecho a vivir y disfrutar, y si a Jack le molesta voy a bajar al infierno a patearle el culo.

—¡¿Y vos?! —gimoteó con mucho dolor, sujetándose el pecho—. ¿Qué pensás vos? ¿Me vas a odiar, te vas a enojar conmigo? ¡Si vos me odiás no podría soportarlo, Lu, no podría soportarlo nunca!

Lloró con tanto dolor que Lucas solo pudo abrazarla.

—¿Cómo voy a odiarte? Está bien, es tu vida, tu cuerpo y quisiste hacerlo, está perfecto. No te sientas mal por eso, y no pienses que podría enojarme con vos —dijo con cariño y le besó la coronilla de la cabeza.

—Yo quería… quería…

«Quería que fueras vos» pensó, porque no se animaba a decirlo en voz alta.

Se hundió en el fuerte pecho de Lucas que la abrazaba con fuerza, con cariño, y le repetía palabras bonitas para tranquilizarla, para quitarle esa carga y culpa que sentía.

Sintió el delicioso aroma de su piel, era tan envolvente y tan exquisito que le erizaba la piel. Inspiró ese aroma mientras sentía el calor de sus brazos y pecho al abrazarla. Y comenzó, poco a poco, a tranquilizarse. Su cuerpo se relajó y su respiración se hizo más pausada y tranquila.

Lucas se dio cuenta de que Erica se había quedado dormida. Le dio un tierno beso en la cabeza, con una sonrisa, y la alzó en sus brazos con cuidado para poder salir de la habitación de Sveta. Erica era pesada, porque su cuerpo era fuerte y con volúmen, pero Lucas era igual de fuerte y tenía su cuerpo tan trabajado como ella. Por eso bajar las escaleras con ella en sus brazos fue un trabajo sencillo.

Abrió la puerta de la habitación principal y la recostó junto a Jack y Sveta, que dormían abrazados plácidamente. A sus pies se encontraba Hund, también dormido. Cubrió a Erica con una manta y le dio nuevamente un beso en la cabeza.

—Ya podés descansar, Eri, podés estar tranquila —le dijo en un susurro.

Luego fue hacia el living, donde tomó el ramo de rosas para colocarlo en un jarrón con agua. Había muchas más sorpresas para Erica, pero ya tendrían tiempo de darle sus obsequios.

Se fue a recostar a su cama en el sótano, porque había dejado la habitación superior para los niños, pero le costó conciliar el sueño porque solo podía pensar en el dolor de Erica, en su llanto desesperado. No conseguía imaginar todo lo que debió vivir en Rusia. Y se dispuso a evitar que ella volviera a sentirse así de desamparada.

~ • ~

Cuando Erica se despertó en la mañana, aún algo agotada, se encontró con dos pequeñas caritas que la miraban con una sonrisa.

—¡Mami!

Se sentó al instante y envolvió a los dos niños con sus brazos, en un fuerte abrazo mientras se turnaba para besar la cabeza de cada uno.

—Mis bebés, mis chiquitos —dijo con lágrimas en los ojos—. Mon petit Prince, mon papillon. Los amo con todo mi corazón, mami los ama con todo su corazoncito.

—Te extrañé mucho —dijo Jack con un puchero y comenzó a llorar.

Sveta también había comenzado a llorar y ambos se aferraban a ella con fuerza, porque temían que volviera a irse. Sin embargo Erica no los soltó, los abrazó y besó infinitas veces, repitiéndoles cuánto los amaba. Y los abrazó incluso más, pensando que los protegería siempre, y que nadie jamás les haría daño.

Los niños no fueron los únicos, Hund se refregó contra ella en un abrazo perruno, y la lamió y besó con su cola alborotada un montón de veces.

Jack se bajó de la cama luego de unos minutos y salió de la habitación, con su pijamita celeste con pequeños koalas. Sin embargo Sveta se acurrucó contra el pecho de su madre mientras se chupaba el dedo. Eso era algo nuevo, por lo que Erica pensó que quizá fue su manera de regular su angustia por la falta de su madre y también de su teta.

Erica sintió angustia, porque luego de dos meses sin lactar ya no producía leche. Le gustaba mucho amamantar a su hija, pero aunque sabía que existía la relactancia, Sveta cumpliría dos años y le parecía que volver a comenzar no era una buena idea. Por eso solo la abrazó, para mostrarle su amor de diferentes maneras.

Unos minutos después la puerta de la habitación se abrió y Erica miró hacia allí con una sonrisa, mientras acunaba a su hija con todo su amor. Sonrió incluso más cuando vio a Jack con una pequeña bandejita con una taza de té. Tras él llegaba Lucas con una bandeja más grande con otras tazas, un plato con frutas cortadas, galletas caseras decoradas y unos muffins.

—Buenos días a la mejor mamá del mundo —dijo Lucas con una sonrisa.

Acomodaron todo en la cama para desayunar todos juntos, y aunque Sveta tomaba su leche en taza sola y sin necesidad de ayuda, esta vez hizo que su mamá se lo diera en una mamadera. Erica la acunó con cariño para complacer a su pequeña, observó sus ojos celestes idénticos a los del Loco, su cabello castaño claro como el de él, pero tenía la pequeña naricita de ella y su hermana Celeste.

—Te amo, hija —le dijo con una sonrisa llena de felicidad y depositó un beso en su cabeza—. A vos también te amo, Jackie —le dio también un beso en la cabeza, luego miró a Lucas—. Y a vos, Lu. Gracias.

Él solo sonrió con ternura de verla tan feliz, y como Sveta estaba muy sensible y pegada a ella, tuvo que darle a Erica de beber el té con cuidado, como había hecho cuando Sveta era una recién nacida y Erica apenas conseguía beber agua o comer. Lucas pinchaba los trozos de frutas con un tenedor y se lo daba en la boca con una sonrisa, para luego repetir lo mismo con los muffins de chocolate.

Erica lo miró todo el tiempo a los ojos, con intensidad, porque él era un gran compañero que siempre estaba ahí para ella. A veces él corría la mirada hacia otro lado y eso la hacía pensar que tal vez lo hacía sentir incómodo. Que tal vez solo era un buen amigo que le ayudaba con los nenes, pero que no sentía nada por ella.

«Lo torturaron por tu culpa, ¿por qué sentiría algo por vos? ¿Por qué le gustarías?» se dijo a sí misma en un pensamiento.

Lucas se fue luego de unos minutos para permitirle cambiarse de ropa tranquila. Erica primero cambió el pañal de Sveta con mucha alegría, porque extrañaba besarle la pancita cada vez que lo hacía. La vistió con un bonito vestido de invierno y medias gruesas grises, le puso sus zapatitos y le hizo dos pequeñas coletitas. Luego Sveta se fue corriendo tras Jack, y Erica se quedó allí sola, pues Hund había salido a corretear al patio.

Recorrió la casa como si fuera la primera vez, admirando la belleza del lugar, tan hogareña. No era ostentoso como la mansión de Vanyusha, tenía una decoración minimalista y muy prolija que a ella le gustaba mucho, no los ornamentos de oro por todas partes.

Siguió el sonido de la risa de los niños, porque sentía que estaba en un sueño, que continuaba en Moscú rodeada de la mafia. Y aunque tenía miedo de que Vanyusha buscara venganza, estaba segura de que no lo haría jamás, de que se había convertido en su pesadilla. En especial ahora que ella estaba en esa selecta lista de personas a nivel mundial.

Salió hacia el patio y desde la puerta pudo ver a Sveta y Jack corretear a Hund. Los miró con una sonrisa, sintiendo su corazón iluminarse de tanto amor. Lucas corría con ellos al reírse y a veces alzaba a uno de los dos sobre su hombro para correr, se turnaba con cada uno y a veces los alzaba al mismo tiempo.

Él era todo lo que Erica necesitaba, y todo lo que siempre había deseado.

Luego, cuando lo vio sentarse bajo el árbol con una sonrisa, se acercó a él para poder acomodarse a su lado y mirar a los niños desde esa ubicación.

—Gracias —dijo Erica en un susurro y Lucas dirigió su mirada hacia ella—, por enseñarme a usar el rifle. Fue muy útil.

—¿Salió todo bien?

—Si darle al conductor de un auto y hacer que se choque con otro y se vuelquen es hacerlo bien, entonces salió perfecto —dijo con una risita nerviosa—. ¿Querés saber qué tuve que hacer?

—Solo si querés contarme, Eri, jamás voy a obligarte a nada ni a presionarte.

—Tuve que matar a una traidora, más o menos del mismo nivel de Nahuel, y pude hacerlo aunque salí bastante lastimada. Eso fue hace tres semanas, y hace unos días… tuve que hacer una limpieza.

—Entiendo, eso te gusta, ¿fueron muchos? —preguntó Lucas con calma.

Erica apretó los labios y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras más miraba a sus hijos correr y reír.

—Era su familia, sus padres, sus hijos, niños, Lu, niños y su nieto bebé. Un bebé, Lucas —se mordió los labios y parpadeó para no llorar—. Apenas más chiquito que Sve. Vanyusha mandó a matar a esa pobre familia.

Lucas posó su mano sobre la de Erica, quería demostrarle que él estaba ahí.

—Creí… por un momento creí que él era bueno, no vi todas las señales, no fui capaz de verlas —Se esforzó en no llorar para no asustar a los pequeños—. Resultó ser como Aaron…

—¿Te lastimó? —dijo Lucas entre dientes y presionó un poco su mano.

Erica le contó que Vanyusha quería casarse con ella, que lo había llegado a pensar por la forma en que la trataba. Le contó el experimento que hicieron con Fosa, y cómo ante el rechazo Vanyusha investigó sobre ella y su familia para tener con qué amenazarla. Pero le contó, también, lo que hizo para proteger a los niños. La forma en que mató a esos treinta hombres, la forma en que torturó a Vanyusha hasta que le tuviera terror.

—Soy un monstruo —Erica se cubrió el rostro con las manos—. ¿Cómo puedo estar acá con ustedes después de todo eso?

—No sos un monstruo, Eri, hiciste lo que tenías que hacer. Protegiste a los peques y eso lo vale todo.

—Soy un monstruo, tanto que me gané un puesto entre los diez asesinos más temidos del mundo —sollozó—. Ni siquiera Jack tuvo ese reconocimiento, ni siquiera él…

—Entonces seamos dos monstruos juntos —dijo Lucas con el rostro serio, con decisión—. Porque el día en que alguien intente lastimar a Jackie y Sve, o que intenten lastimarte a vos, yo los voy a destruir. Voy a hacer lo que tenga que hacer para protegerlos.

Erica apoyó su cabeza en el hombro de Lucas, y él le secó las lágrimas con dulzura.

—Rengueás un poco, ¿estás herida? —preguntó con preocupación.

—Me dispararon en la pierna, duele bastante pero estoy bien, ya me curó Nahui —dijo con un suspiro—. Soy una cicatriz y un moretón andante, debo ser la mujer más horrenda y deforme existente.

—Qué tonta, te equivocaste, dejame que te corrijo —dijo Lucas con una risita—. La mujer más hermosa y perfecta existente.

Erica alzó la vista para verlo, él le dirigía una de esas sonrisas que se sentían como el sol de primavera, pero antes de poder decirle algo los niños llegaron hacia ella, y Jack comenzó a tironearla del brazo para que fueran adentro. Él deseaba mostrarle todo lo que, junto a su hermanita, habían hecho.

Los globos y serpentinas seguían allí, y Jack le mostró el cartel que había escrito para ella con mucho esfuerzo. Y junto a Sveta le dieron obsequios de bienvenida, mientras que Lucas comenzaba a preparar el almuerzo.

Erica sonrió al abrir un paquete, había una artesanía hecha con palitos de helado de colores, formaba la palabra «mamá» y tenía dos fotos en las A, una de Jack y otra de Sveta.

—¡La hice yo! Papi Lucas me ayudó —dijo Jack con una sonrisa—. Ese es de Sve, lo hizo ella solita, aunque tuve que ayudarle con el nudo. ¡Ya sé hacer nudos!

La pequeña niña le dio a su madre una cajita pintada con colores, y Erica tomó de adentro un collar hecho con fideos pintados. Sonrió con alegría y se lo puso al cuello en el momento, le parecía la joyería más fina y hermosa del mundo.

—¿Cómo me veo? —les preguntó.

Los niños la abrazaron con cariño. Aún estaban algo sensibles por su ausencia, por eso ella los abrazó y besó todo el tiempo.

El timbre de la casa sonó y Erica se puso en alerta, aferrando a sus niños y dispuesta a matar a cualquiera que quisiera dañarlos. Sin embargo Lucas se acercó en un trote hasta la puerta.

—Lu —dijo ella con el rostro serio y una mirada fría.

—Tranquila, Eri.

Abrió la puerta para salir a recibir a esa persona, y Erica sonrió y sintió sus ojos llenarse de lágrimas al ver a Chris allí. Se puso de pie al instante y corrió de forma torpe hacia él para lanzarse encima, enredando sus piernas en la cintura.

—Ah, mi estúpida preferida —dijo él con cariño y la aferró con fuerza—. No corras, parecés un zombie con esa renguera.

—Siempre tan dulce vos —se rió Erica y le dio un beso en la mejilla antes de bajarse con cuidado.

Jack y Sveta corrieron enseguida para recibir a quien, con todo su amor, llamaban «tío Chris», aunque Sveta a veces prefería llamarlo «padrino».

Chris se acomodó en la isla junto a Erica, mientras oían a los niños contarle cosas. Él les hacía caricias y les prestaba suma atención. Luego, cuando ellos se alejaron, el rostro de Chris cambió y comenzaron a hablar de Rusia. Erica le contó todo con lujos y detalles. No se guardó nada, porque sabía que con él no necesitaba usar filtros.

—Te dije que no le creyeras nada —suspiró Chris—. La próxima vez voy con vos.

—No va a haber próxima vez. Me retiro oficialmente de todo tipo de misiones, incluso de limpiezas —dijo ella con el rostro serio, decidida—. La única forma de que vuelva a la acción es que alguien intente dañar a mis bebés, pero dudo que alguien se anime a hacerlo.

—Y no, visto y considerando que estoy frente a una de las diez asesinas más jodidas del mundo —se burló él—. Su majestuosidad.

Erica le dio un golpe con una risita y lo tomó de la mano para salir al patio, porque quería hablar con él en privado. Se sentaron en un banco bajo el cálido sol, y Erica miró la copa de los árboles. El viento frío hacía danzar las ramas y creaba una música que la hacía sonreír, y que le recordaba a Lucas.

Chris encendió un cigarrillo y dejó ir el humo. Lo miró con atención, Chris estaba de perfil a ella por lo que podía admirar su nariz aguileña y su rostro delgado y anguloso. Lo vio llevar el cigarrillo a los labios nuevamente, con la vista fija en el cielo.

—Si algún día alguien intenta algo contra vos, contra Jackie o mi preciosa ahijada, no vas a necesitar mover ni un dedo porque yo me voy a hacer cargo —dijo en un susurro.

—Chris, quiero decirte algo que seguro ya sabías antes que yo misma.

—Puede ser literalmente cualquier cosa —se burló él.

—Me di cuenta… que me enamoré de Lucas —dijo en un susurro—. No sé en qué momento, ni cómo pasó, y me siento mal porque… porque solo pasaron dos años y medio, ¿no es muy pronto? ¿Entonces qué significó Jack? Yo siento que aún lo amo, pero… también amo a Lucas, ¿siquiera tiene sentido?

—Al fin te das cuenta, ¡aleluya, señor, gloria a Dios! —dijo Chris con las manos hacia el cielo, pero Erica le dio un golpe—. Eri, primero estuvo Lucas, nunca te olvides de eso. Estuviste loca por él desde los trece años. Después de él llegó Wolff y lo amaste con todo tu corazón, pero él ya no está. No tiene nada de malo que vuelvas a abrir tu corazón.

—No lo sé, me siento… muy culpable por Jack.

—Está muerto, Erica, dejate de joder. Ahora me voy a ir en un rato, vas a ir con Lucas, le vas a re comer la boca y van a ser felices comiendo perdices.

—¿Y si… y si no le gusto?

Chris comenzó a reírse con ánimo, a carcajadas, realmente tentado.

—Sí que sos estúpida, ¿eh? —se rió e intentó respirar mejor para continuar hablando—. Hagamos algo, el sábado me voy a llevar a los nenes a pasear, vas a tener la casa sola. Cuando se lo digas, vas a necesitar tener la casa vacía.

—Cerdo puerco —Le dió un empujón.

—Ay, como si no te murieras de ganas, si sos una cerda.

Almorzaron juntos como familia, y ese momento fue para Erica mucho más maravilloso que cualquier otro. Más que las elegantes comidas de restaurante, de chefs especializados. Disfrutó de ese momento con tanto placer, y tanta alegría, que volvió a sentirse viva.

Luego de que Chris se fue, Lucas y Erica tomaron mate juntos, y él sonrió con ternura al ver el rostro lleno de satisfacción en ella ante el sabor.

—No sabés cuánto extrañé el mate —dijo con una sonrisa.

Él había preparado también una torta decorada con ayuda de los niños, así que la degustaron junto a los dos niños que muy pronto se fueron a jugar juntos.

—Tengo que contarte algo —dijo Lucas y Erica sintió paralizarse, porque si le llegaba a decir algo sobre esa chica de Tinder, comenzaría a llorar—. El mes pasado reservé un salón para el cumple de Jackie y Sve, él quiere festejarlo junto a ella. Invitó a todos sus compañeros. Resulta que le caigo bien a esas mamás y hasta me agregaron al grupo de WhatsApp.

—Qué víboras hijas de mil puta que son —gruñó Erica.

Él se rió con ánimo y le extendió un nuevo mate.

—Les molesta que vayas con tu cuerpazo a buscarlo al jardín, pero de mí no hubo quejas, aunque creo que los papás me odian —se rió Lucas.

Erica lo miró fijo, el ambiente hogareño se sentía tan bien. Volver a la rutina, a tomar mate junto a él con las risas de los niños de fondo. Eso era todo lo que deseaba, lo único que quería en el mundo

Ninguna joya, ningún vehículo, ningún bolso o vestido, podría reemplazar jamás la alegría que sentía junto a su familia.

~ • ~


Había llegado el sábado, y aunque Erica intentó varias veces hablar con Lucas durante esos días, siempre dio un paso atrás porque tenía miedo a su rechazo. Incluso fue al cementerio a ver el mausoleo de los Wolff y le habló largo rato al Loco. Le pidió disculpas, pero también le prometió que seguiría adelante.

Chris había llegado a la media tarde para llevar a sus sobrinos a pasear, acomodó a ambos niños en las sillitas de seguridad que Erica le prestaría por ese día. Ella los siguió con la mirada, porque los niños adoraban irse con él. Irían al parque y también a merendar, y se veían tan felices que solo pudo sonreír.

En la casa, Lucas se había dado un descanso de los estudios para poder tocar la guitarra, mientras que Erica ponía la pava al fuego para hacerle mate. Lo miró con atención, porque ambos estaban más grandes. Su rostro era más adulto, más viril con su barbilla cuadrada, y su cuerpo mucho mejor formado que cuando lo oía tocar desde la ventana de su habitación.

—Lu, ¿por qué dormís abajo? —le preguntó cuando le pasó un mate.

Él acomodó la guitarra a un lado y aceptó el mate con una sonrisa.

—Para dejar la pieza de arriba a los peques.

—Lo sé, pero no te gusta el encierro y no hay ventanas ahí, no podés ver el cielo o los árboles.

—No importa, Eri. Es solo para dormir, el resto del día estoy en la universidad o acá —dijo con una sonrisa y sorbió la bombilla—. Lo único que me importa es que ellos estén cómodos.

—Podríamos convertir en tercera habitación esa zona de juegos —propuso Erica.

—Es la zona favorita de ellos, yo estoy bien, Eri —sonrió con dulzura al devolverle el mate.

—Los nenes duermen conmigo, pero cuando se acostumbren a mi presencia van a ir a sus cuartos. ¿Y si…? —se mordió los labios sintiendo su rostro arder—. ¿Y si te quedás conmigo…?

Lucas alzó la vista para verla, lleno de sorpresa. Parpadeó un poco, algo confundido, especialmente al ver las mejillas rosadas de Erica.

—Olvidate, capaz podemos pintar abajo y que se vea más lindo —dijo Erica muy rápido y corrió la mirada—. Podríamos hacer una habitación segura donde guardar todas las armas y la plata, para que los nenes no puedan acceder…

—Puedo hacerlo, puedo hablar con el Chefcito para que me consiga algo con contraseña para instalar y que sea más seguro —dijo Lucas muy rápido—. Hice las divisiones arriba porque los amo con toda mi alma, y porque sabía que te haría feliz.

—¿Hiciste eso por mí? —Erica sintió sus ojos llenarse de lágrimas.

Lucas miró un instante las epítesis de su mano izquierda, que reemplazaban a esos dos dedos faltantes, luego le dirigió una sonrisa.

—Eso no es nada, Eri.

Erica corrió la mirada y sirvió agua caliente en el mate, para concentrarse en ese trabajo y no mirarlo fijo.

—No te pregunté cómo estuviste este tiempo, ¿seguiste hablando con esa chica? Podrías haberla invitado a casa mientras no estaba.

—No hablamos más, rechacé unas invitaciones y no le gustó mucho, me mandó a la mierda en la primera semana —dijo con una risita—. Mi prioridad son los peques.

Se mordió los labios pensando cómo comenzar a hablar, se sentía tan nerviosa que sus movimientos eran muy torpes. Sintió sus ojos inundarse en lágrimas y tuvo que parpadear varias veces.

—Una vez… una vez dijiste que me entendías cuando dije que no quería salir con un asesino, hace mucho tiempo —comenzó a decir Erica—, porque yo soy una asesina y… y obvio yo no soy un buen partido, menos ahora que estoy entre los diez más temidos. Tu mamá me va a odiar mucho más y…

Lucas abrió los ojos con sorpresa al oírla y comenzó a sentir su corazón latir más rápido.

—Eri…

—¡Pero ya dejé ese mundo! Me retiro como una de las mejores y ya no… no lo voy a hacer más —dirigió su mirada hacia él—. ¿Podría… tener oportunidad ahora?

La abrazó con fuerza sintiendo sus ojos cristalizarse por las lágrimas, y apretó los labios con fuerza mientras la aferraba.

—¿Estás hablando en serio? —dijo con angustia.

—En Moscú, en el Bolshoi viendo el ballet, me di cuenta que… Y cuando veo los árboles me acuerdo de tu sonrisa al oír su sonido, y cómo diferenciás todos y cada uno —Comenzó a llorar con fuerza y apretó sus dedos a la espalda de Lucas—. ¿Por qué me querrías? ¿Por qué, Lu? Después de todo lo que pasaste por mi culpa.

Lucas se alejó un poco solo para tomarla del rostro y verla a los ojos grises que estaban llenos de lágrimas.

—Porque te amo, Erica, porque llevo amándote tanto tiempo, creyendo que… que jamás me verías a mí —Le acarició los pómulos con los pulgares—. Me salvaste la vida, me diste una vida. Sos el ángel más perfecto que habita la tierra, ¿y me preguntás por qué te querría?

Erica sonrió, con sus lágrimas que recorrían sus mejillas.

—¿De verdad?

Él la besó en los labios de forma suave y Erica respondió al beso, enredando sus brazos al cuello de él. Su sabor era único y especial, sus labios eran suaves y dulces, y la calidez de sus manos eran todo lo que Erica deseaba.

—De verdad —dijo Lucas al separarse un poco y apoyar su frente en la de ella—. ¿Y vos… estás segura? ¿En verdad? ¿No estás confundida?

—Tengo miedo, pero no estoy confundida —dijo Erica con una sonrisa—. Dios, cómo odié a esa chica, la odié tanto. Te odié diciendo que un turno de tres horas son suficientes.

Lucas enrojeció por completo y comenzó a sentirse tan avergonzado y culpable a la vez.

—Perdón, no creí… Vos me dijiste que pagara un pernocte.

—¡Dios, qué estúpida que soy! —chilló Erica.

Ambos se rieron y se miraron con cariño. Esta vez Erica lo besó suave, dándose el tiempo de saborear sus labios.

—¿Y Jack? —susurró.

—Él está acá —dijo Lucas al tomarla de la mano y rozar el anillo de compromiso con los dedos—. Y está en tu corazón y en el mío.

Erica volvió a besarlo, y aunque fue lento y disfrutaron de esa suavidad, de ese momento tan tranquilo y delicado, el beso comenzó a hacerse más intenso y pasional. Erica apretó sus dedos con fuerza a la espalda de Lucas mientras que él recorría toda su cintura con las manos.

—Lucas —dijo Erica, jadeante al romper el beso—. Tengo que preguntarte algo súper importante.

—Lo que quieras.

—¿Querés ser papá? ¿Tendrías un hijo conmigo?

Lucas curvó sus labios en una sonrisa y comenzó a reírse, para luego acunar con su mano izquierda la mejilla de Erica, con mucho cariño.

—Eri —dijo con suavidad—, ya soy papá, y ya tengo dos hermosos hijos con vos.

Erica sonrió, con sus ojos empañados, sintiendo su corazón iluminarse. Sintiendo que de todas las respuestas posibles, él había dicho la correcta.

Volvieron a besarse con pasión y deseo, con todo el amor que Lucas había escondido en su pecho por tantos años. Fueron besándose hacia la habitación, mientras recorrían con sus manos el cuerpo del otro. Con sus pieles que se erizaban ante el primer toque y sus suaves suspiros ansiosos por más contacto.

Erica dejó caer al suelo su ropa, para mostrarse completamente desnuda ante él. Estaba deseosa por sentirlo, pero también quería ver su reacción ante su cuerpo tan cambiado.

Lucas abrió los ojos que parecían brillar al verla, al recorrer cada tramo de su piel, desde sus ojos hasta sus labios carnosos, de ahí a los tatuajes de tulipanes en su pecho. Observó sus hermosos pechos y la curvatura de sus caderas. La herida de bala se veía en su pierna, igual que cortes que estaban cicatrizando en su abdomen y algunos moretones. Aún así, con tantas cicatrices, con todas sus marcas, Lucas sonrió al decirle:

—Dios, sos tan perfecta.

Besó con devoción cada parte de su cuerpo, especialmente su cuello porque sabía que eso a Erica le gustaba mucho. Atendió también con sus manos sus senos y jugueteó con los pezones hasta oírla suspirar. Poco a poco fue lamiendo y besando todo en ella, hasta llegar a su entrepierna y saborearla como si se hubiera perdido de un manjar por tanto tiempo. Y cada suspiro, cada gemido placentero y cada espasmo en ella, era para él como la más perfecta de las músicas.

Cuando Erica lo vio tomar un condón, sonrió al decirle que no era necesario, que estaba tomando anticonceptivos.

—No tomes esas bombas hormonales que te destruyen el cuerpo —le dijo con cariño al besarle el cuello—. Yo me hago responsable.

Volvieron a besarse y se miraron a los ojos con todo el amor y el deseo mientras Lucas se acomodaba entre sus piernas, y ambos suspiraron de placer ante el primer empujón de caderas. Erica apretó sus dedos a los fuertes glúteos de Lucas y capturó sus labios mientras se envolvían en esas sensaciones placenteras.

—Te amo —le susurró Erica al besarlo—, te amo, Lu, de verdad.

Lucas la besó con todo su amor, para luego besar también sus pechos hasta hacerla suspirar incluso más. Y solo cuando sus cuerpos se cubrieron de gotas de sudor, llenándose con el delicioso aroma del otro, y se fundieron en un abrazo que desearon que fuera eterno, fue que él se hizo a un lado. Pasó sus dedos, ya sin sus epítesis, por el cabello de Erica. Rozó con suavidad su rostro y sus labios perfectos, dulces y carnosos.

—No existe una vida ni una realidad en donde yo no te ame, ni podría existir esa posibilidad jamás —dijo al mirarla fijo a los ojos—. Sin importar el peligro, ni el miedo, ni nada que se interponga. Te amo con cada aliento que doy, y no existe momento más feliz en mi vida que cuando te veo sonreír y reír cada mañana. Ni la calidez del sol en mi rostro, ni la sensación del pasto en mis manos, ni el sonido del viento en los árboles llega a ser tan hermoso como tu voz, Erica.

Ella sintió sus ojos llenarse de lágrimas otra vez y tomó esa mano mutilada para darle un beso con dulzura, también con miedo y con culpa.

—¿A pesar de todo?

—No existe un «a pesar», te amo por sobre todo lo conocido, no existe nada en este mundo, ni en cualquier otro mundo, que pueda evitar que te ame un poco más cada día.

Erica lo tomó del rostro para besarlo, aún con los espasmos placenteros en ella, con sus músculos relajados y complacidos. Luego descansó la cabeza en el pecho de ese rubio que estaba ahí con ella, y que siempre lo había estado. Erica supo que no habría un solo día en donde él no estaría a su lado.

Le acarició el pecho con los dedos, en pequeños roces, recorriendo las líneas de sus pectorales y abdominales, pero Lucas la tomó con suavidad de la mano y con su pulgar rozó el anillo de matrimonio.

—¿Querés que me lo saque? —preguntó Erica en un susurro triste.

—No —dijo con una sonrisa y le dio un beso en la mano, sobre el anillo—. Es parte de nosotros, existe y nos acompaña, Eri.

Erica sonrió con emoción, feliz de tener a su lado al hombre más perfecto de todos. Se aferró más a él, sintiéndose a salvo y libre entre sus brazos. Sin limitaciones, sin prohibiciones, solo con el mutuo amor y respeto que se tenían.

~ • ~


Construir la habitación segura en el sótano les había tomado tiempo. Necesitaron la ayuda de Fosa y Rata para contratar gente experta y de confianza, pues debían instalar el sistema de seguridad con código con un sistema de energía propio, para evitar los cortes de luz.

Había pasado un año desde que Erica regresó de Moscú. Nadie había buscado venganza, no recibió jamás amenazas ni persecuciones. Y se enteró, con mucha satisfacción, que Vanyusha se había encargado de hacer que nadie quisiera meterse con ella.

Lucas le ayudó a pasar a esa habitación todas las armas, acomodadas de forma prolija en una pared. Habían instalado amoblamientos diseñados especialmente para esa clase de cuartos, por lo que Erica pudo acomodar sus cuchillos en un mostrador. Y allí, con una sonrisa, dejó el cuchillo con el grabado en alemán que le había regalado su adorado Jack Wolff, junto al cuchillo negro que le había pertenecido.

Todo el dinero en dólares y euros que tenían en efectivo fue dejado allí, también los pasaportes falsos de Jack, el de Erica y uno de Lucas que le había regalado Rata. Todo lo que tuviera que ver con Mörder, con asesinatos y muerte, quedó en esa habitación.

Erica acomodó con cuidado el collar de taaffeite que le había dado Vanyusha en un mostrador, se lo había quedado para nunca olvidar lo que sucedió en Rusia. Y a un lado, bien protegido, dejó la caja de oro que la indicaba como una de las diez asesinas más temidas del mundo. Dejó allí también la tarjeta negra con dorado exclusiva, que demostraba que era una barrendera de élite. Y dejó a un lado, incluso, la tarjeta que Misha le había dado, esperando nunca tener que usarla.

La Princesa, la Bombita tan temida y respetada, había quedado en esa habitación para permitir que Erica viviera una vida tranquila y feliz.

—Erica —dijo Lucas para llamar su atención cuando cerraron la puerta y ella colocó el código de seguridad—. Ahora, oficialmente, sos libre.

Ella apoyó su cabeza en el hombro de su pareja, sintiéndose en paz. Llevaban un año juntos, Jack y Sveta habían decidido compartir una habitación arriba, porque la pequeña aún no se animaba a dormir sola. Erica y Lucas eran ahora solo dos papás que se amaban con locura, y sus únicas preocupaciones eran simples y libres de peligro.

—Eri…

Erica dirigió su mirada hacia él con una sonrisa, y abrió los ojos con sorpresa y llena de emoción cuando lo vio ponerse de rodillas con una pequeña y delicada caja que abrió para ella

—¿Me harías el honor de ser tu esposo? —dijo él con esa radiante sonrisa y sus ojos empañados en lágrimas de emoción.

—¡Sí, por Dios, sí! —chilló ella y lo abrazó con fuerza, para luego besarlo en los labios.

Miró el anillo de Jack en su mano, con tristeza, porque no quería dejarlo ir aún. Sin embargo, con mucha suavidad, Lucas le colocó el anillo de oro en el dedo anular, que tenía piedras de diamantes en una pequeña curvatura, lo que hacía que encajara a la perfección junto al otro anillo, como si fueran uno solo.

—Lo mandé a hacer especialmente para vos, para que no tengas que quitarte nunca su anillo —dijo Lucas con una sonrisa y pasó el pulgar allí—. Te amo entera, Erica, por completo. Cada aspecto de vos, cada parte, y eso incluye al recuerdo de Jack que seguirá con nosotros siempre.

Se besaron con cariño y se abrazaron con fuerza, pero antes de subir las escaleras Erica miró esa habitación de seguridad, donde quedaba su pasado turbulento. Y sonrió, agradeciendo por el aprendizaje, por todo el esfuerzo y el sacrificio que tuvieron que hacer la Princesa y la Bombita para poder ser, simplemente, Erica.

Esta vez la libertad era real. Y suspiró con alivio, sintiéndose viva.

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