Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

EXTRA: El trato | parte 6

| NOTA: Esta parte es un poco más larga de lo normal, pero vale la pena |

~ • ~

Tal y como Fosa le había dicho, Erica rechazó todas y cada una de las invitaciones de Vanyusha, incluso sus obsequios. Rechazó las rosas, las joyas y vestidos, los grandes desayunos que le enviaba a la habitación, las botellas de carísimos vinos. Erica rechazó todo, e incluso desayunó, almorzó y cenó fuera de la casa, para rechazar también las comidas de la residencia.

Por los gestos que Misha hacía, Erica supo que rechazarlo tantas veces no era una buena idea. Misha incluso parecía rogarle con la mirada que no fuera estúpida y aceptara. Pero ella no solo estaba obedeciendo un pedido de su maestro, sino que honestamente no tenía deseos de ver a Vanyusha.

Al segundo día de rechazos, tanto Erica como Fosa notaron que los estaban siguiendo a esa cafetería donde tomarían su merienda. No hablaron allí de otra cosa que no fuera de la carta, el clima o compras, porque habían salido de compras juntos. No hablaron ni de Vanyusha, ni de lo que pasó en Daguestán, y mucho menos de la familia de Erica, porque no sabían si alguien podría estar cerca oyendo sus conversaciones.

Cuando regresaron a la residencia el ambiente estuvo mucho más tenso, pero Erica no le dio importancia. Comenzó a prepararse para ir al teatro Bolshoi con Vanyusha, aunque no tenía deseo alguno de verlo. Se dio un relajante baño, se puso un bonito vestido dorado con pedrería, para verse más despampanante que nunca. Se maquilló muy bien los ojos para resaltar su belleza y se colocó un labial rojo vino en tono mate. Sin embargo, debajo del vestido, se colocó un arnés con el cuchillo que le había regalado su adorado esposo cuando ella aún le temía.

—Tené cuidado, Erica. Provocamos a la bestia, ahora vamos a ver si es capaz de atacar o no —dijo Fosa con el rostro serio—. Voy a estar atento, tené tu teléfono ruso encima.

Ella solo asintió mientras se colocaba aretes de piedras y también perfume, el más delicioso de todos. Tenía que verse como una diosa, para comprobar hasta qué punto le interesaba en verdad a Vanyusha.

Cuando bajó las escaleras fue directo a su oficina a buscarlo, él estaba hablando en ruso con unos Capa Roja, con el rostro lleno de furia, pero sus gestos cambiaron al verla. La miró con una mezcla de molestia pero también intensidad por verla tan hermosa.

—Estoy lista para ir contigo al teatro, Vanya —dijo con una voz seductora.

Él hizo un movimiento con su mano para echar a su gente, por lo que Erica entró contoneando sus caderas hasta apoyar la palma de su mano en el escritorio, sin dejar de mirarlo fijo.

—Creí que no irías, como estuviste rechazándome dos días —dijo él con molestia.

—Si no quieres entonces regresaré a mi habitación —ronroneó Erica e hizo el ademán de marcharse.

Vanyusha la tomó de un brazo con fuerza.

—No —dijo y le dirigió una sonrisa, aunque no la soltó—. Dame unos minutos para cambiarme, espera junto a Mikhail. No quiero que otros se den el gusto de apreciar tu belleza.

Ella asintió, aunque miró fijo los dedos de Vanyusha que se apretaban a su musculoso brazo. Tuvo el instinto de quitárselo de encima y romperle la mano, pero le dirigió una sonrisa coqueta y se alejó cuando él la dejó ir.

Afuera de la oficina se sentó de piernas cruzadas de forma sexy frente a Misha, que estaba firme con sus manos tras la espalda como era usual, junto a la puerta de la oficina. Lo miró fijo, Misha tenía su cabello negro peinado hacia atrás, aunque algunas mechas caían en su frente. Sus costados estaban rapados y era realmente atractivo.

Unos minutos después Vanyusha salió de la habitación con un elegante traje negro con detalles en rojo. Extendió su brazo con caballerosidad hacia ella para caminar juntos hasta el auto.

Viajaron hacia el teatro, aunque Vanyusha sostuvo una pierna de Erica de forma posesiva, como si quisiera evitar que huyera.

—¿Vas a decirme por qué me estuviste rechazando? —dijo él con molestia.

—Pasamos dos semanas juntos, un poco de aire hará que no nos sintamos agobiados —dijo Erica con una sonrisa coqueta—. No quiero que te aburras de mí.

Él no agregó nada más, dirigió su mirada hacia el frente con molestia.

—Tengo muchas otras mujeres, no eres tan especial, no lo olvides —dijo en un gruñido.

Cuando llegaron al gran teatro Bolshoi, Erica sonrió con auténtica alegría porque era un lugar bellísimo. Miró todo con atención para nunca olvidarlo, se sentía tan feliz solo de estar allí, especialmente cuando se ubicaron en el palco privado de los Volkov.

—Es hermoso —dijo Erica al verlo todo, los ornamentos de oro y la fina decoración.

—No más que tú —susurró Vanyusha contra su cuello.

Eso le produjo un erizar de piel, la voz baja y suave de él le seguía pareciendo sexy, y su cuerpo aún recordaba sus caricias. Odió ese erizar porque sentía que su cuerpo estaba traicionando a su mente.

El show comenzó, Erica no sabía qué era porque todo estaba en ruso, pero reconoció la música al instante y se puso de pie, llena de entusiasmo. Miró a las bailarinas entrar al escenario y luego a Vanyusha, que la miraba con una sonrisa.

—Es… el lago de los Cisnes —dijo y sintió sus ojos cristalizarse en lágrimas.

—El mejor ballet del mundo —agregó Vanyusha y la tomó de la mano para invitarla sentarse junto a él—. Para una bella bailarina como tú.

Erica se sentó, sintiendo su corazón bombear más rápido por la emoción. Su piel erizada al ver el ballet, y se sorprendió cuando sus músculos intentaban seguir el ritmo, pues su cuerpo recordaba los movimientos. Se sintió tan feliz que solo por unos instantes olvidó todo, olvidó dónde estaba, con quién y qué había hecho. Volvió a ser, por el tiempo que duró el primer acto, solo esa bailarina que se esforzaba siempre en ser mejor.

No era una asesina, ni una barrendera, ni tampoco una viuda, ni una madre. Solo era esa adolescente que iba a sus prácticas y escuchaba música francesa en la habitación, mientras sus padres preparaban la cena y Celeste jugaba con sus muñecas sobre su cama. Era la tonta bailarina que se asomaba por el balcón para ver a su hermoso vecino, que tocaba la guitarra al borde de la ventana, y le dirigía esa cálida y alegre sonrisa que ella tanto amaba y le hacía danzar el corazón. Y que seguía, incluso en el presente, haciéndolo danzar hasta hacerla estremecer con cada sonreír.

—Lo amo —murmuró en español con una pequeña lágrima que caía por su mejilla.

Vanyusha la miró con curiosidad, porque no comprendía español, pero pensó que solo estaba emocionada por ver el ballet. Tomó entonces su mano y entrelazó los dedos con ella.

Erica no lloró, salvo por esa lágrima traicionera, pero se mantuvo concentrada en esa bella danza, en la música que la invitaba a bailar nuevamente y que la llevaba directo a los brazos de su primer amor. Su actual amor.

Cuando el show llegó al intermedio fueron a un bar dentro del teatro, donde Vanyusha pidió unos canapés de caviar rojo para comer como tentempié, hasta el momento de la cena. Él no dejó de mirar en ningún momento a Erica, que se veía más feliz que nunca e incluso irradiaba esa felicidad como si fuera una estrella.

Incluso Misha, no muy lejos de ellos, estaba sorprendido de verla tan feliz.

Erica no dejó de sonreír durante todo el tiempo que duraron los actos, e incluso cuando finalizó y fueron hacia el restaurante del Bolshoi, cerca de allí, siguió irradiando esa felicidad que la hacía ver más hermosa que nunca.

En el restaurante a Erica le vibró el teléfono en su bolso, sabía que era Fosa, era el único además de Vanyusha que tenía ese número ruso, pero no quería sacar el teléfono frente al jefe de la mafia rusa. Y como era usual no hablaron durante la cena, pero Erica prestó suma atención al momento en que Vanyusha tomó su teléfono que, aparentemente, había vibrado en su bolsillo. Prestó atención a sus gestos que mutaron en un instante, hasta hacerlo ahogar con la comida.

Misha se acercó para asegurarse de su bienestar, pero Vanyusha solo tosió y alzó una ceja al ver a Erica. La miró de arriba hacia abajo con curiosidad.

—¿Sucede algo, Vanya?

—Solo aprecio tu increíble belleza, te ves deslumbrante, como una estrella en el firmamento —dijo él y sorbió un trago de vino blanco..

Finalizaron la cena en silencio, para después regresar a la residencia mientras conversaban del ballet. Erica le expresó durante el trayecto la felicidad que sintió en todo momento, e incluso le dijo que siempre había soñado con bailar así el Lago de los Cisnes.

—Me habría gustado verte bailar ballet, seguro eras mágica —dijo Vanyusha con una sonrisa.

Miró con curiosidad a Erica, y cuando llegaron a la residencia fueron a un salón a beber unos tragos juntos. El teléfono de Erica vibraba de forma imparable, pero estaba segura de que solo sacarlo haría que Vanyusha intentara matarla. Por eso se sentó cruzada de piernas en un sillón y tomó la copa de champagne que él le pasaba.

—¿Pasarás la noche conmigo o huirás nuevamente? —preguntó él con el rostro serio, con Misha acomodado detrás.

—Eso depende de a qué nos lleve la noche, Vanya —ronroneó.

Él la miró con deseo, pero también parecía algo receloso y Erica no comprendía del todo esa actitud. Bebieron otras copas juntos y Vanyusha le ofreció una caja que contenía un hermoso anillo con un diamante rojo.

—Cásate conmigo y sé mía —dijo mirándola fijo—. Te ofrezco un diamante rojo, no un simple anillo de oro con un diamante común y corriente.

Erica frunció el ceño con molestia y apretó la mandíbula con fuerza, pero luego recordó todas sus clases con Fosa y levantó la mano para besar de forma seductora el anillo matrimonial de Jack Wolff.

—Me siento honrada, Vanya, pero no pienso quitarme este anillo jamás en la vida. No existe algo que pueda hacer que me lo quite.

—Te estoy dando una última oportunidad, preciosa. Te he demostrado que soy la única opción que existe para ti —dijo con el ceño fruncido.

Erica se puso de pie con una sonrisa.

—Si me disculpas iré al tocador, ya regreso.

Cuando dio la espalda, dispuesta a apresurarse para tomar el teléfono y ver qué quería decirle Fosa, oyó la voz de Vanyusha, más fría que nunca.

—Svetlana —dijo y eso la hizo paralizarse—. Es un nombre bello.

—Lo es, sí, tu madre tenía buen gusto —dijo Erica y giró la cabeza para verlo con una sonrisa—. Vanya tampoco está mal, es «Iván» en realidad, ¿verdad?

—Es Iván, sí —admitió con una fría sonrisa y se encendió un cigarrillo—. Pero toda la vida me han llamado Vanya o Vanyusha —La miró fijo—. Le pusiste el nombre de mi hermana, es un verdadero honor para mí.

Erica se quedó congelada y sintió su respiración acelerarse más, pero trató de mantenerse estable y sonriente.

—¿De qué hablas, Vanya?

—Tu hija, Svetlana Wolff. Va a cumplir dos años en dos semanas, ¿no es cierto? —dijo con frialdad y la miró con dureza—. También está el otro niño, Jack Elías Wolff. Cumplirá cinco años en una semana, aunque no se parece mucho a su padre.

—No recuerdo haberte hablado de ellos en ningún momento —Erica sonrió y alzó la barbilla con orgullo—. ¿Me estás amenazando, Vanya?

—No necesito que me hables de ellos, soy el jefe de la mafia rusa. Jefe de los Capa Roja y la Bratva —dijo con el ceño fruncido—. ¿Ibas a decírmelo, o pensabas ocultarlo hasta que te convirtieras en mi esposa? Porque yo no mantengo semilla de otro hombre.

—No necesito que nadie mantenga a mis hijos, ni tampoco a mí —se rió Erica y dio un paso hacia él—. Mi fortuna es tan elevada como la tuya, Vanya. No necesito que nadie mantenga a mis hijos.

—¿Te casarás conmigo, Bombita? —dio otra pitada a su cigarrillo—. No te ofrecí una baratija como Wolff, te ofrecí un diamante rojo. Sabes que es la piedra preciosa más cara y rara del mundo, ¿cierto?

—Si me caso contigo, ¿qué será de mis hijos? —preguntó con el rostro serio y una mirada amenazante.

—Tú decidirás, por supuesto que aquí no tienen lugar. No soporto ver ese asqueroso anillo en tu mano, menos soportaré ver a los hijos de otro hombre.

Erica tensó sus músculos y colocó su mano de forma estratégica sobre la pierna que tenía el cuchillo.

—¿Matarás a mis hijos, eso estás diciendo, Vanya?

—No, claro que no —se rió—. Puedes darlos en adopción, ya tendrás a mis hijos en tu vientre. Los superarás rápido.

—¿Y si no acepto?

La mirada de Vanyusha se volvió más fría y sus labios se hicieron una fina línea. Sus ojos oscuros se veían amenazantes y confiados.

—Bueno —sonrió de forma siniestra—. Tendré que enviarles un saludo para que entiendas tu posición.

Erica curvó sus labios en una sonrisa y abrió los ojos, con sus pupilas más contraídas. Sentía la sangre correr más rápido por la adrenalina.

—Oh, Vanya, querido —se rió—. ¿Sabes qué le pasó a la última persona que utilizó a mi familia para controlarme?

—Soy todo oídos.

—Le quebré los huesos, le abrí el pecho como una ventana, le arranqué el rostro con un cuchillo —dijo con una sonrisa siniestra—. Y lo convertí en carne picada. Lo corté en cientos de partes para que no quedara nada de él, y lo sabes bien porque usé tu hacha para hacerlo.

Algo en la mirada de Erica puso en alerta a Misha, que tomó enseguida sus cuchillos de las piernas. Él no entendía francés, así que no tenía ni idea de qué estaban hablando, pero el fuego y el odio en la mirada de Erica ya lo había visto antes. Lo había visto exactamente cuando Wolff murió.

Vanyusha curvó sus labios en una sonrisa confiada.

—Te ves muy sexy enojada, Bombita —dijo y la miró con intensidad—. Deberías ir a descansar, te ves un poco alterada. No quisiera que cometieras un error irreparable.

—Lo mismo digo, Vanya —sonrió—. Soy la Bombita, la aprendiz de Nahuel Pietrzak, la que mató a Oksana cuando ninguno de todos tus inútiles pudo hacerlo. No quisiera tampoco que cometieras un error irreparable.

—¿Por qué mejor no vas a ponerte algo más cómodo y te quedas conmigo? —dijo, sin una pizca de miedo. Lleno de confianza.

—Claro, Vanya, primero haz que borren toda la información sobre mis hijos, y entonces iré a ponerme la lencería más sexy para ti —sonrió con picardía—. Si no lo haces, tal vez me vea en la obligación de cometer algunos errores.

—Tendré que arriesgarme.

Erica entonces tomó su cuchillo y se lanzó sobre Vanyusha, sin embargo Misha la detuvo. Ambos forcejearon con sus cuchillos y sus miradas de furia, para luego regresar a atacarse. Ella quería esquivar a Misha para llegar hasta Vanyusha, pero el joven ruso la retenía al aplicarle alguna llave que Erica rompía con facilidad.

—¡Esto no es con vos, Misha, salí de mi camino! —chilló con los dientes apretados al ver a los ojos al asesino ruso.

—¿Por qué no vas a descansar? Estás un poco nerviosa —dijo Vanyusha en francés—. Podemos hablar mañana con tranquilidad, te doy tiempo para pensar bien tu respuesta.

Erica miró a Misha ahí, listo para matarla, y luego a Vanyusha que no se estaba tomando nada en serio. Había perdido el control por un momento, y se sintió avergonzada por fallar a las enseñanzas de su maestro de resistir las provocaciones. Por eso guardó el cuchillo y movió un mechón de cabello tras la oreja.

—Tienes razón, Vanya, hablemos mañana —suspiró—. Que descanses bien.

Diciendo eso se alejó lentamente y sin dar la espalda hasta la puerta, porque no confiaba en que Misha no la atacaría por la espalda. Una vez llegó a la puerta salió de allí y caminó con tranquilidad, sin apresurarse, hacia su habitación. Tomó el teléfono de su bolso, había llamadas perdidas de Fosa y también mensajes.

Nahui: Recibí alertas, investigaron tu nombre y el de tus monstruos.

—Me di cuenta —masculló con odio y apretó el teléfono.

Cuando llegó a la habitación vio a Fosa sentado con una copa de vino en la mano. Todas sus pertenencias y las de Erica estaban acomodadas en bolsos y valijas, y lo único que estaba allí sin empaquetar eran dos pistolas y varios cargadores, acomodados sobre la mesita del sillón en L.

—Nos vamos, Bombita. No necesito que me des la razón, no me importa tener la razón, pero te voy a poner a salvo a vos y a tus monstruos —dijo y meneó la copa de vino en su mano—. Omar ya está al tanto, tu casa está vigilada y la gente de Assassin está atenta a cualquier desembarque ruso.

—No es necesario, Nahui. Yo me voy a encargar de todo.

—No es un juego.

Erica sonrió con malicia, con la locura grabada en sus ojos.

—No, no lo es —dijo—. Se metió con mis bebés, y nadie que se meta con ellos va a salir impune.

—Si matás a Volkov vas a tener a toda la mafia rusa atrás tuyo y de tu familia por siempre, dejame que lo haga yo.

—No necesito matarlo —Erica alzó la barbilla con confianza—. Necesito que entienda el grave error que cometió, necesito que me tema tanto que mi solo nombre le cause pesadillas.

Fosa sonrió con orgullo al oírla y se puso de pie para acercarse a ella. La miró de arriba hacia abajo, porque recordaba a la desconfiada chica que había vomitado la primera vez que estuvo con los barrenderos, pero con el talento como para mirar un desmembramiento sin desmayarse. Ahora, frente a él, se veía tan grande e imponente, tan poderosa que sentía el deseo de ponerse de rodillas ante ella. Sin embargo, pese a ese deseo instintivo, la abrazó con cariño y depositó un beso en su cabeza.

—Eso es, Bombita —dijo con suavidad—. Fuerte, valiente e inquebrantable. Mi niña, mi orgullo.

Él la soltó pero Erica le dirigió una sonrisa cariñosa y se alejó hacia el vestidor para poder quitarse ese vestido dorado con pedrería. Se quitó las sandalias y estaba a punto de ponerse ropa cómoda para dormir, sintiéndose tranquila porque no le tenía miedo a Vanyusha, ni a sus represalias.

La puerta comenzó a ser golpeada con fuerza, lo que hizo que Erica tomara su cuchillo y Fosa apuntara hacia allí.

—¿Quién es? —preguntó Erica en lo alto mientras se acercaba a su maestro.

—Misha, quiero hablar contigo, cyka.

Fosa la puso tras él para protegerla con su cuerpo. Sabía muy bien que Erica no necesitaba protección, pero de todas formas quería hacerlo.

—¿Qué querés, Misha? Estoy por dormir.

—Estoy desarmado y sin cinturón, puedes comprobarlo. Estoy literalmente en ropa interior para demostrar que no llevo armas.

Erica miró hacia su maestro, quien giró la cabeza hacia ella al negar con un movimiento. Sin embargo Erica tenía curiosidad, porque quizás era una trampa y Misha la mataría, o quizás había más ahí.

Se acercó hacia la puerta y se colocó contra la pared para sacar el seguro, sin moverse de ahí. Fosa se acercó más con la pistola en la mano.

—Entrá, rusito —ordenó Erica entre dientes.

La puerta se abrió y Misha ingresó allí con las manos en lo alto, pero Erica lo puso al instante contra la pared, con el cuchillo al cuello.

—Qué querés —dijo entre dientes y presionó el cuchillo hasta que una gota de sangre resbaló hasta su clavícula.

—Solo hablar, no llevo ninguna arma encima —se defendió él.

Erica lo escrutó entero, estaba en verdad en ropa interior, con un boxer ajustado negro. Era la primera vez que veía el cuerpo entero de Misha, fuerte y tonificado, con el suficiente volumen y definición para su altura y fisionomía.

—¿Y cómo sé que no llevás algo ahí? —dijo Erica en un gruñido al señalar su boxer.

—Eso es todo mío, princesa, puedes comprobarlo muy fácil —sonrió con picardía.

—Vos no necesitás armas.

—Entonces sabrás que puedo liberarme enseguida pero no lo hago porque quiero hablar —dirigió su mirada hacia Fosa allí—. Además la presencia de Pietrzak es suficiente para que no desee intentar nada.

Erica miró hacia su maestro, quien asintió para autorizarla, pues él estaría en alerta, así que soltó a Misha. Él la miró con atención porque Erica llevaba su lencería puesta y se veía realmente sexy, por lo que alzó sus cejas e hizo un gesto de aprobación al ver su cuerpo.

Miró hacia Fosa que lo observaba como si quisiera matarlo en ese mismo instante, y Misha sabía que no solo era muy capaz de hacerlo, sino que también podría eliminar toda prueba que lo incriminase.

Erica lo invitó a pasar y cerraron la puerta con seguro, lo instó a sentarse en los sillones y miró a su maestro para indicarle que hablaría con él a solas.

—Iré a buscar un vino —dijo Fosa y miró hacia Misha para luego hablarle en ruso—. Si le hacés algo a mi niña, te juro que no existe lugar en el mundo donde esconderse. A donde huyas voy a encontrarte, y vas a arrepentirte de haber puesto un dedo sobre ella.

—Entendido.

Fosa guardó la pistola tras la espalda, bajo su ropa, y caminó hacia la puerta, no sin antes hacer énfasis a sus palabras solo con su mirada amenazante, fría como tempano de hielo.

Una vez Fosa se fue, allí solo quedaron Erica y Misha sentados uno junto al otro, ambos desarmados y ambos en ropa interior.

—¿Querés algo de beber? Tenemos vodka y medio vino —dijo Erica al señalar las botellas.

—Lo que tú tomes.

Ella asintió y se puso de pie para tomar la botella de vino a medio tomar, y también dos copas. Luego volvió a sentarse junto al ruso en silencio, porque la situación era muy incómoda, más allá de la poca vestimenta.

—¿Vas a decirme qué carajo querés? —preguntó Erica con impaciencia.

—Mi jefe ha dado órdenes estrictas de no permitirte salir de la residencia hasta obtener una respuesta —dijo y sorbió un trago de vino—. Pero ha dicho algo que necesito saber si es verdad.

—¿Qué cosa?

Misha la miró fijo a los ojos grises con los suyos oscuros y algo más blandos en ese momento.

—¿Es verdad? —preguntó casi en un susurro con sus ojos abiertos de par en par—. ¿Tuviste un hijo con Wolff?

—Una hija, Svetlana Wolff —Los músculos de Erica se tensaron, al igual que su mandíbula—. Y no te recomiendo indagar más a menos que quieras terminar como Sabatini.

Misha llevó una mano hacia su corazón, con una mezcla de sorpresa y consternación. Estaba impactado por esa noticia.

—Wolff… tuvo una hija… —murmuró y volvió a sorber un trago de vino—. No llegó a conocerla…

—Esto está muy raro, ¿qué querés, Misha?

—Él sabía que lo que yo más deseaba, más que cualquier otra cosa, más que el dinero o el placer, era volver a Rusia —dijo y miró el contenido de su copa—. Y yo sabía que lo que él más deseaba era tener una familia.

—Jack no se lo decía a cualquiera —se quejó Erica con molestia.

—Tal vez yo no era cualquiera.

Erica apretó la mandíbula con odio, hasta rechinar los dientes, fue por eso que Misha alzó las manos en son de paz.

—Lo apreciaba bastante —se defendió—. Y lo respetaba mucho, si tiene una hija… ¿Cómo es ella?

—Tu jefe quiere matarla, ¿y vos me preguntás cómo es? —gruñó Erica.

Misha no dijo nada, solo miró el contenido de la copa muy pensativo. Nunca había tenido una buena relación con Erica, y no sabía cómo hablar con ella sin ser malinterpretado.

—No me agradabas porque te consideraba débil —comenzó a decir—, y tonta.

—Tonta seguro, débil jamás.

—Y yo no te agradaba porque trabajaba para Sabatini, ¿o tal vez porque fui el amante de Wolff por tres meses? —Alzó una ceja al verla.

Erica sorbió un trago de vino.

—Yo creí que era porque intentaste matarme y me vigilabas todo el tiempo, pero seguro era porque te acostabas con Jack —bromeó Erica.

—¿Y no es por eso? —insistió Misha con una sonrisa torcida—. No quiero ser tu amigo, no necesito amigos, pero al saber que Wolff tuvo una hija… recordé cosas, y necesito saber cómo es, qué clase de niña es, si es como él o como tú, si es llorona o sonriente.

Él la miraba a Erica con una mezcla de emociones, curiosidad, sorpresa pero también ilusión. Era una mirada cargada de honestidad, no esa frialdad y malicia tan típica en Misha. Era humanidad.

—Tu jefe quiere matarla, Misha —dijo Erica con tristeza.

—Eso no va a pasar.

—No, no va a pasar porque yo no lo voy a permitir, y si tengo que matar a todos, incluyéndote, lo voy a hacer —dijo entre dientes.

—No va a pasar porque no lo voy a permitir, puedes creerme o no —dijo Misha con el ceño fruncido—. Es gracias a Wolff que estoy en Rusia.

Ninguno dijo nada por unos instantes, pero Erica se puso de pie para rebuscar en el bar, necesitaba más vino. Sin embargo no había nada por allí más que vodka, así que lo tomó junto a dos shots para continuar bebiendo con Misha. En verdad necesitaba beber algo fuerte, y estaba segura de que él también.

—¿Qué estás proponiendo, Misha? ¿Vas a traicionar a tu jefe?

—Wolff y Kolzova le pidieron como favor a mi jefe que me aceptara con ellos, no puedo traicionarlo porque entonces el esfuerzo de ambos habría sido en vano —dijo con su mirada fría—. Pero estoy junto a Vanya todo el tiempo, oigo todas sus conversaciones, presencio todas sus reuniones y hago cumplir todas sus órdenes. Cuando quiera hacer algo contra tu hija, seré el primero en saberlo, y puedo hacer que tú seas la segunda.

Se miraron fijo a los ojos, Erica con desconfianza y Misha con intensidad, con un ruego silencioso. No se llevaban bien y tal vez jamás lo harían, ni serían amigos nunca, pero él se veía honesto en ese momento.

Erica pensó que tal vez era un plan muy bien formulado, después de todo Misha era un gran espía. Sin embargo, algo dentro de ella le decía que era verdad, que debía creerle. Por un lado oía la voz de Chris en su mente que le rogaba no confiar en nadie, y por el otro oía a su propio corazón que le decía que era lo correcto.

—Si me decís algo muy privado de Jack que solo podría saber yo, porque él no confiaba en nadie, te creeré.

Misha se quedó en silencio por largos minutos y bebió su shot de vodka.

—No éramos pareja, yo soy un hombre libre y él era tuyo desde un principio —comenzó a decir—. Pero las últimas semanas hablamos mucho. Me dijo que quería ser libre y llevar una vida ordinaria, y me amenazó con cortarme la yugular si lo decía. Por supuesto, eso me excitó y volvimos a coger al instante, pero no se lo dije a nadie, hasta este momento —Alzó la mirada para verla—. Por eso cuando me llevó al aeropuerto le agradecí por ayudarme a cumplir mi sueño de volver a casa, y por eso cuando supe que se había casado lo felicité sincera y honestamente, porque sé que estaba cumpliendo su sueño.

—¿Lo amabas?

Misha curvó sus labios en una sonrisa y luego se rió con diversión. Era la primera vez que Erica lo veía reírse así, sus ojos parecían brillar al hacerlo y se veía bonito.

—Lo único que amo en esta vida es el dinero.

«Se llevaría bien con Chris» pensó Erica con una ceja alzada.

Con un suspiro se puso de pie y le escribió a su maestro para preguntarle por el teléfono que protegía para ella. Fosa, al igual que siempre, respondió prácticamente al instante y luego de comprobar que en verdad era ella quien le escribía, le dijo dónde estaba. Erica rebuscó en la caja con código que tenía Fosa con sus pertenencias, colocó el código allí y sonrió al darse cuenta de que era la fecha de cumpleaños de Serge.

Se acercó hasta Misha y tomó un shot de vodka, para luego encender el teléfono y rebuscar en la galería de imágenes. Le enseñó una foto reciente de Sveta, jugando con sus bloques con sus dos coletitas y una gran sonrisa en el rostro.

Ей-Богу! —dijo Misha con los ojos abiertos con sorpresa y sonrió con alegría—. Se parece a ti, pero también a él, qué cosa tan curiosa.

Erica le enseñó un vídeo de Sveta corriendo en el patio junto a Jack y Hund, donde se podía oír la risa de ambos. En el vídeo también se veía a los niños lanzarse sobre Lucas que fingía ser derribado y caer al suelo, con una gran sonrisa y una carcajada. Y a Erica se le iluminó el corazón al ver lo hermoso que se veía jugando con los niños.

—¿Y ese niño? —preguntó al señalar a Jack.

—Jack E. Wolff, el hijo adoptivo de Jack —explicó Erica—. No tiene su sangre pero es tan hijo de él como Sveta.

Lo observó pasar las fotos y sonreír ante ellas, especialmente cuando vio una foto del Loco con Jackie, donde ambos se veían tan felices que Misha apretó los labios. Alzó la vista y la miró fijo con su mirada fría como tempano de hielo, como el mismo invierno ruso.

—Estoy en casa gracias a él, le debo el favor —dijo con seriedad—. Si no quieres confiar en mí lo comprendo, no soy alguien bueno ni alguien confiable, y tengo muchas muertes en mi espalda.

—¿Por qué tendría que confiar en vos?

—No lo hagas, no confíes —Misha se puso de pie—. Pero si algún día alguien quiere hacerle daño a la hija de Wolff, llámame y estaré ahí para cumplir el favor que le debo. Luego no volveremos a vernos jamás.

—Si Vanya algún día te paga para matar a mis hijos, yo puedo pagarte el triple para que no lo hagas —dijo Erica con firmeza—. No confío en vos, pero confío en tu amor por los billetes. Cada oferta yo puedo superarla, Misha.

—Lo sé, me ofreciste cincuenta millones una vez —sonrió con picardía y extendió su mano hacia Erica—. Lo tendré muy en cuenta.

Erica aceptó su mano, la estrecharon con fuerza mirándose fijo a los ojos.

—Tal vez tenga para ti un bolso lleno de billetes —dijo ella con una sonrisa torcida—. Si es que fingís no escuchar nada en un rato.

Хорошо. He perdido la audición momentáneamente por tus gritos, qué cosa tan curiosa.

Diciendo eso se miraron una vez más fijo a los ojos, luego alejaron sus manos lentamente y Misha se alejó con su caminata confiada, mientras que Erica lo seguía con la mirada. Era peligroso, letal, pero también un seductor nato, y aunque confiar en él podía ser un error, Erica sintió que luego de haber confiado en Aaron y en Vanyusha, confiar en Misha era lo menos peligroso y estúpido que había hecho.

Luego de que el ruso se fue, ella se cambió para ponerse ropa cómoda. Un cargo negro, sus borcegos de pelea, sus arneses en las piernas llenos de cuchillos de lanzar, un buen sostén y una remera negra. Fosa llegó justo cuando Erica se estaba recogiendo el cabello en una coleta alta.

—Seguro hiciste una estupidez —dijo él con un siseo y se acercó para trenzarle esa coleta con calma—. ¿Qué hiciste?

—Un trato. Misha estará sordo por unas horas, me dará aviso si algún día Vanya intenta algo contra Sve, y yo lo llamaré si algún día alguien intenta lastimarla —explicó mientras que Fosa le trenzaba el cabello—. Somos aliados circunstanciales.

—Jack le tenía mucho cariño —dijo de repente—, aunque sabía que era un maldito. Pero claro, yo también lo soy.

Fosa apoyó su mano en la mejilla de Erica, con cariño, y la miró fijo, con dureza y decisión.

—Cuando hagas que te tema, estaré listo para que nos vayamos. El jet de Rata llegará mañana, pero podemos resguardarnos en otro lugar.

—No va a hacer falta, descansá. Mañana cuando tengamos que irnos el mismo Vanyusha va a dar la orden de que no nos molesten jamás —sonrió con malicia.

Erica tomó algunos objetos de trabajo de Fosa, que había aprendido a utilizar en sus clases con él. Se acercó hacia la terraza y giró para verlo, él la miraba con una sonrisa llena de orgullo, como si su pequeña niña hubiera crecido.

~ • ~

En su habitación, Vanyusha se quitaba su reloj de muñeca y desabotonaba su camisa para poder descansar. Había finalizado con todas sus responsabilidades del día, así que solo se sirvió un vaso de coñac y se acercó a su cama king size, pero se sobresaltó al ver allí a Erica acomodada en una posición seductora.

—No te asustes tanto, Vanya, no es la primera vez que estoy en tu cama —dijo con una sonrisa coqueta.

—¡¿Cómo entraste?!

—Si estás haciendo esa pregunta, es que nunca supiste en verdad a quién trajiste a tu cama —se rió y dijo—: 2996794413005437. No hay nada que ames que pueda arrebatarte, pero tal vez pueda dejarte en la ruina. Esa es tu contraseña, ¿verdad?

Vanyusha tomó lentamente su teléfono para darle aviso a los guardias, pero Erica se puso de pie soltando un largo suspiro.

—Aw, el poderosísimo jefe de la mafia rusa necesita que lo protejan, ¿no podés hacerlo solo? —sonrió al caminar hacia él contoneando sus caderas—. Creí que eras fuerte, pero resultaste ser muy débil.

—Ven a comprobar qué tan débil soy —dijo Vanyusha con su mirada llena de odio.

—No lo necesito, Sveta sí era fuerte, no como tú.

—Y ella está muerta, mientras yo estoy vivo.

—Porque se dejó morir —suspiró Erica al colocar una mano en la cadera—. Y no necesitó jamás veinte guardias que la protegieran, porque solo bastaba con ella.

Vanyusha se acercó a ella porque no le tenía miedo, solo era una madre asustada porque había amenazado a sus hijos.

—Llámalos, Vanya. Llama a todos los Capa Roja que quieras —dijo Erica y rozó con sus dedos el atractivo rostro de Vanyusha—. Házlo.

—Quieres morir, claramente. No tienes ni idea de con quién te estás metiendo.

—Oh, no. Tú no tienes ni idea de con quién te metiste —sonrió con sus ojos llenos de locura.

Vanyusha hizo sonar la alarma y al instante entraron varios miembros de los Capa Roja con sus armas apuntadas, pero Erica le lanzó cuchillos al cuello a tres de ellos y rodó por el suelo para esquivar los disparos. Se lanzó entonces sobre un gran hombre y enredó las piernas en su cuello para arrojarlo al suelo y clavarle el cuchillo al instante en su garganta. Tomó la pistola de este y se cubrió con su cuerpo de los disparos, para poder dispararle a los otros.

—Tal vez deberías llamar a más, Vanya —dijo Erica al ponerse de pie luego de arrojar al suelo su escudo humano.

Más Capas Rojas ingresaron, y Erica fue derrotándolos uno por uno. Luchó contra tres al mismo tiempo, y aunque recibió varios golpes, cortes e incluso un disparo en la pierna, Erica los destruyó a todos con tanta facilidad que los siguientes miembros de la mafia dudaron si atacar o no.

—Diles que traigan bolsas plásticas, mucho film y elementos de limpieza, a menos que prefieran unirse a ellos —dijo Erica al ver a Vanyusha, señalando todos los cadáveres a su alrededor.

Vanyusha se mantuvo con su rostro serio y dio la orden en ruso para evitar que más de su gente muriera en vano, pues ella, aunque herida y golpeada, había matado a treinta de ellos uno por uno.

La habitación quedó nuevamente vacía, y allí solo quedaron Erica, Vanyusha y todos esos cadáveres.

—Cuando decías que querías que fuera tu esposa porque soy fuerte y hermosa —comenzó a decir Erica al servirse coñac en un vaso, con sus manos llenas de sangre—, ¿qué tan fuerte creías que era? ¿Qué tan peligrosa?

—Vas a arrepentirte tanto, maldita perra —escupió Vanyusha.

Erica ya no tenía sus cuchillos de lanzar, tenía que recogerlos de los cuerpos. Solo tenía el cuchillo que el Loco le había regalado tiempo atrás, pero lo dejó clavado en un mueble frente a un espejo, donde se vio reflejada y llena de sangre ajena.

—Siéntate, Vanya —ordenó Erica y señaló un mullido asiento.

—Oblígame a hacerlo.

—Como desees.

Erica lo tomó de un brazo, pero Vanyusha al instante le lanzó un fuerte puñetazo al rostro que le hizo sangrar la nariz. Sin embargo Erica giró sobre su eje y con el codo le golpeó el rostro, para luego girarlo de un rápido movimiento y aplicarle una llave de sumisión a la espalda. Y aunque Vanyusha era fuerte y estaba entrenado, porque seguía golpeándola con otras técnicas, ella era mucho más fuerte y estaba más entrenada.

—Siéntate —le dijo al oído entre dientes, torciéndole el brazo hasta hacerle doler.

Luego lo soltó y Vanyusha se sentó sin dejar de mirarla con odio.

—Voy a hacerte pagar por todo esto, perra —gruñó.

—Ya veremos.

Los Capa Roja dejaron dentro todos los artículos necesarios para la limpieza, pero uno de ellos, más valiente que los demás, atacó a Erica con furia. Y aunque ella estaba desarmada, le partió en la cabeza la botella de coñac y la clavó en su garganta. Tomó otra botella de la barra mientras miraba fijo a los otros Capa Roja.

Vanyusha les ordenó salir, y con dudas ellos lo hicieron.

—¿Qué piensas hacer, matarme? Mi gente te perseguirá eternamente.

Erica se acercó a él y con su corbata le ató las manos a la espalda, luego le ató las piernas a la silla con la camisa de él, que partió en dos partes. Se sentó entonces sobre su regazo y le acarició de forma seductora el pecho delgado pero marcado.

—Tú me obligaste, Vanya —le susurró al oído—. Yo quería estar bien contigo, pero tuviste que meter a mis hijos. Ordena que borren toda información sobre ellos y no vuelvas jamás a intentar algo así.

—¡Maldita arpía!

Erica se quitó la remera negra y se la puso en el rostro, para luego abrir la botella de whisky que había tomado y volcarla encima. Vanyusha comenzó a sacudirse al ahogarse con el alcohol, por lo que ella volvió a decir:

—Ordena que borren toda información sobre ellos y no vuelvas jamás a intentar algo así.

Nuevamente le arrojó whisky encima y se alejó para tomar otra botella del bar, esta vez de vodka, y también la vació sobre esa remera en su rostro hasta ahogarlo.

—Ordena que borren toda información sobre ellos y no vuelvas jamás a intentar algo así —repitió y quitó la tela mojada de su rostro.

Vanyusha tosió buscando respirar y abrió los ojos de par en par al ver esa mirada fría y tenebrosa, no muy distinta de la de su abuelo Liosha, ni de la de Sveta antes de salir de Rusia. Era incluso similar a la mirada de Jonathan Moms y de Nahuel Pietrzak.

—Estás… demente…

Erica volvió a arrojarle vodka en el rostro hasta que comenzó a toser nuevamente.

—No me gusta repetir lo mismo una y otra vez, ordena que borren todo sobre mis hijos y no vuelvas a intentarlo nunca, porque hoy no te mataré, pero sí mataré a cada asesino que mandes por mí —Lo tomó del cabello con fuerza hasta doblarle el cuello hacia atrás, entonces acercó su rostro al de ella—. Voy a mandarte cada cabeza putrefacta de cada asesino que mandes por mí, y cuando llegue al número diez, vendré hasta Moscú y la siguiente cabeza será la tuya.

—No puedes hacerlo —dijo, jadeante y débil por la falta de aire.

—¿Quieres apostar? —sonrió.

Se alejó de él solo para comenzar a envolver cada cuerpo en plástico. Se colocó guantes y limpió muy bien cada mancha en la habitación, cada rastro de sangre. Envolvió cada cuerpo con sumo cuidado, para evitar que luego chorrearan sangre, y los acomodó uno por uno en una pila de cadáveres lista para cremar. Se tomó todo su tiempo para hacerlo, porque quería que Vanyusha la viera limpiar, que comprendiera que ella podía hacerlo desaparecer, y que podría incluso evitar ser involucrada en su muerte.

Cuando volvió a mirar hacia él, luego de todo el tiempo que le tomó hacer esa limpieza, vio los ojos oscuros de Vanyusha abiertos de par en par, con horror, como si frente a él no hubiera una mujer, como si en esa habitación solo estuviese el diablo mismo.

—¿Qué tanto poder e influencia tienes en el bajo mundo, Vanya? —preguntó Erica al acercarse a él con el cuchillo que le había regalado el Loco en la mano—. Responde.

—Soy el jefe de la mafia rusa, tengo mucho poder —dijo, jadeante.

—Vas a hacer una llamada a tu gente para ordenar que no se metan en mi camino o los mataré a todos —dijo con el rostro serio—. Y no solo eso, la próxima vez que alguien pronuncie mi nombre: Erica, Princesa, Bombita, vas a recordar este momento y vas a decirle a esa persona lo peligroso que es meterse conmigo.

—¿Crees que te temo?

Erica le colocó el cuchillo sobre los genitales y lo tomó del cabello nuevamente.

—Sí, Vanya, creo que me tienes mucho miedo pero intentas verte valiente, no vaya a ser que tu gente sepa que le tienes miedo a una mujer —Hizo un puchero con los labios—. Imagina lo que dirían los albaneses, los italianos, los yakuza, los de Assassin o la triada china cuando sepan que una simple mamá mató a treinta de tus hombres, te ató a una silla y te torturó. Qué humillación, ¿verdad? Todo tu honor, todo tu poder, perdería credibilidad. ¡El gran jefe ruso, humillado por una mujer!

—Cállate —gruñó.

Erica le desabrochó el cinturón y se lo quitó lentamente, para después bajarle un poco el pantalón, mientras que Vanyusha abría sus ojos con mayor desesperación y un fuerte jadeo.

—Tú decide, Vanya, puedo ser tu aliada o puedo ser tu enemiga.

Diciendo eso hizo un pequeño corte en su pierna para arrancarle un trozo de piel que lo hizo lanzar un chillido de dolor.

—¿Qué voy a ser para ti?

Él no respondió, por lo que Erica volvió a hacerlo a un costado.

—¡Mierda! —gritó en ruso—. Mi aliada, mi aliada, Erica…

—¿Seré tu aliada? Creo que no escuché bien —volvió a hacer otra incisión para arrancarle otro trozo de piel en la pierna contraria, que lo hizo gritar—. ¿Qué dijiste, Vanyusha? No entendí.

—Mi aliada, por lo que más quieras, eres mi aliada —jadeó—. Ordenaré lo que pides, borraré todo sobre tus hijos, y no hablaré de ti.

—Si me mientes, si vuelve a sonar una alarma porque buscaste información de mí o mis hijos —sonrió de forma siniestra—. Voy a volver, Vanyusha, o tal vez no, tal vez le ofrezca mis servicios a la triada…

—Eres mi aliada, no de los albaneses, ni los chinos, ni los italianos, ni de nadie más —dijo Vanyusha muy rápido—. Eres aliada de Rusia.

—Mi maestro y yo dejamos vocecitas por todas partes, ojos que miran por nosotros —dijo en su oído—. Me voy a enterar si rompes tu promesa, Vanya. Y todo esto que pasó en la habitación será público, todos sabrán que una simple mujer te humilló.

—Habrías sido una buena jefa de la Bratva —murmuró al verla fijo.

—Es una pena que hayas tenido que involucrar a mis niños —le susurró contra los labios y lo besó por última vez, más como una amenaza que como un momento romántico—. Me enteraré si fallas, y será muy tarde para arrepentimientos después.

No se quedó conforme con ninguna de sus promesas, por eso se quedó allí en la habitación con él durante horas. No lo desató y tampoco le permitió dormir. Se sentó frente a él en una silla y lo miró fijo, y cada vez que Vanyusha cabeceaba para dormirse, Erica le arrojaba algún líquido al rostro para despertarlo. Lo mantuvo despierto toda la noche, sin pronunciar una sola palabra. No dijo nada, ni repitió sus amenazas, ni pidió cumplimiento, solo lo miraba fijo y en silencio.

El cielo se volvió claro, iluminado por el sol, y Erica continuaba allí mirándolo. Vanyusha no había podido dormir nada, estaba mareado, cansado y, aunque quería negarlo, muy asustado. Esa mujer frente a él no era una simple mujer, era un verdadero monstruo igual que su maestro, Nahuel Pietrzak. Nahuel era conocido en el bajo mundo como el monstruo de las sombras. Y Vanyusha pensó, confundido y mareado, que Erica tal vez era el monstruo del día, porque el sol iluminaba la habitación y ella seguía ahí, firme y sin una pizca de cansancio, ni remordimiento, ni miedo.

Luego, unas horas después, Erica lo desató y lo miró a los ojos.

—Me iré a casa. Nadie irá tras de mí ni hoy ni nunca, Vanya. Y cuando necesites de mis servicios, un asesinato o una limpieza, vas a pagarme —dijo con su mirada fría y sus gestos impasibles—. Y te recomiendo, por todas esas noches juntos, que no intentes vengarte.

—Bombita —asintió con respeto hacia ella, aún en shock.

—Da la orden.

Vanyusha tomó su teléfono y llamó a sus guardias. Misha, acompañado de otros más, llegaron al poco tiempo. El asesino ruso alzó sus cejas al ver la pila de cadáveres envueltos en plástico, luego miró el aspecto desalineado de su jefe, más pálido de lo normal y en un estado de shock impresionante. Miró entonces hacia Erica y asintió hacia ella con respeto.

Vanyusha dio la orden y, por pedido de Erica, Misha tradujo cada una de sus palabras para que ella supiera exactamente lo que él estaba diciendo en ruso.

—Déjenla ir, no ha sucedido nada. Solo un juego erótico más.

Erica le dedicó una sonrisa a Vanyusha y le deseó suerte, pero ese deseo para él se sintió como la peor de las amenazas. Luego salió de allí, pero cuando pasó junto a Misha sintió algo rozar su mano. Apenas dirigió sus ojos hacia allí con disimulo, había una tarjeta.

—Luego de que me vaya andá a mi habitación, estará tu regalo ahí —susurró Erica en español.

Salió de allí y con cada paso se sintió más libre que antes, y también más tranquila. Los Capa Roja le abrían el paso, la veían llena de sangre y con su caminata confiada, e intentaban mantenerse lejos de ella.

El que vuelva a pronunciar su nombre está muerto, el que la siga o rompa mis órdenes, está muerto —dijo Vanyusha en ruso hacia su gente.

Erica buscó a su maestro, se dio un baño para quitarse toda esa sangre, se puso ropa cómoda limpia y dejó un bolso sobre la cama con dinero, su regalo para Misha.

En el jet, camino a Argentina, miró la tarjeta de presentación que el asesino ruso le había pasado en secreto. Tenía su número telefónico y su email, para cuando Erica necesitase de su ayuda.

—Rata me pidió que te diera esto —dijo Fosa durante el vuelo y le extendió una caja dorada—. Solo hay diez en el mundo, Oksana y Kasch Wolff tenían una, yo tengo otra.

—¿Qué es? —preguntó Erica al ver la caja, tenía un grabado extraño en la superficie.

Al abrirla encontró un viejo sello para cera hecho en oro, un prendedor con un extraño símbolo igual al grabado de la caja, y un anillo de oro con el mismo sello.

—Bienvenida a los diez más temidos del mundo, Erica.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro