EXTRA: El trato | parte 1
—Aguantá la respiración —dijo Lucas con voz suave pero decidida—, y lentamente apretá el gatillo sin soltar el aire.
Erica, agachada el suelo con un rifle de cacería, obedeció a Lucas y respiró hondo para poder retener el aire, sin dejar de mirar su blanco. Luego presionó el gatillo lento y el disparo resonó allí en el campo de tiro del que eran socios.
—Bien, tu puntería mejoró mucho —dijo Lucas luego de asegurarse que el disparo fuera certero—. ¿Querés practicar un poco más?
—No, ya tengo que ir a buscar a Jackie al jardín —suspiró Erica y se puso de pie mientras miraba el blanco—. Aún no soy tan buena como vos.
—Cazo desde los doce, Eri, es práctica nada más.
Salieron del lugar, saludando a los amigos que habían hecho en el club. Se habían unido solo como una excusa para practicar sus disparos, pues aunque habían pasado dos años desde la caída de Mörder, continuaban con el miedo a ser atacados.
Se acomodaron en el auto para poder regresar a la casa, con música de Led Zeppelin sonando en el estéreo. No hablaron durante el trayecto, pues siempre que practicaban sus disparos se mantenían pensativos por largos minutos, recordando los malos momentos.
Erica pasó sus dedos con suavidad sobre el pecho, del lado izquierdo, donde tenía dos tulipanes tatuados en honor a su hermana Celeste y a Martín. Pensaba que de haber sido tan buena asesina como lo era en el presente, su hermana y su cuñado estarían vivos. Dejó ir un suspiro y sacudió la cabeza para espantar los malos pensamientos, que no la habían abandonado jamás en esos dos años.
Ya en la casa Erica tomó en sus brazos a Sveta, de un año y medio, para poder amamantarla. Había quedado al cuidado de Micaela, la hermana de Lucas, para poder ir a practicar sin que sus oídos se lastimaran. Observó la pequeña mano de su hija que se aferraba a su pecho, y sonrió con alegría sintiéndose llena solo con ella, solo de verla dormitar. La recostó con suavidad en la cama para poder ir en busca de Jack al jardín de infantes.
Lucas leía sus apuntes desperdigados por la mesa de la cocina, con el rostro serio y lleno de concentración. Había vuelto a la universidad para continuar con su carrera de medicina, y lograr su sueño de convertirse en psiquiatra. Erica se acercó a él solo para darle un beso en la frente, antes de salir de la casa.
El jardín de infantes de Jack era privado y no estaba muy lejos de la casa, pues sus miedos a posibles ataques y represalias los mantenía aún en alerta, y preferían que el pequeño estuviera cerca.
Una vez allí en la entrada del jardín, Erica comenzó a sentirse observada. Se tensó por un instante mientras disimuladamente miraba a los lados, pero al igual que siempre no era ninguna amenaza, solo las otras madres que la miraban con desdén y cuchicheaban sobre ella. Dejó ir un suspiro, porque las otras madres la odiaban y ella ni siquiera sabía por qué. Nunca respondían sus mensajes, la ignoraban en la entrada, y siempre la miraban de esa forma, como si fuera un enemigo.
Se agachó en el suelo para recibir a Jackie que corría hacia ella, cargando su mochilita en la espalda. Lo abrazó con fuerza y le llenó las mejillas con besos.
—¡Mami! Te extrañé mucho —dijo Jackie y la abrazó con más fuerza—. Hoy hicimos dibujos y tuvimos música, me gusta la música.
Erica lo tomó de la mano para poder caminar de regreso, mientras que Jack saludaba a sus amigos del jardín con una sonrisa y un movimiento de mano.
—¡Ah! ¿Te gusta la música? Podemos comprarte algún instrumento, ¿te gustaría, amorcito? —le dijo ella con una sonrisa.
—¡Una guitarra como tío Lucas!
Erica sonrió, se aseguraría entonces de que Jack tuviera su propia guitarra. Le hizo una caricia en la cabellera rubia y se detuvieron en el camino para hacer un par de compras, pues esa noche Erica cenaría con Fosa por ser viernes y quería dejar todo listo para los niños.
Al llegar a la casa Jack ayudó a guardar las compras, y luego se sentó a ver sus dibujos animados en el sillón junto a Sveta, quien ya se había levantado, mientras que Erica le preparaba la merienda.
Lucas, que había dejado de estudiar solo por unos minutos de descanso, la miró con atención, porque estaba sería y con el ceño fruncido.
—¿Otra vez esas mamás? —le preguntó, con algo de molestia.
—No sé por qué me odian tanto, no les hice nada, apenas si las saludo y con mucho respeto —resopló Erica—. Me da miedo que eso perjudique a Jackie…
—Ya sabés por qué te odian, Eri.
—¡Sí, pero no tiene sentido! Tengo un jean normal, una remera básica sin escote y zapatillas, evito ir «sexy» justo para que no me miren así —se quejó con fastidio—. Hago ejercicio todo el tiempo, entreno, tomo mis proteínas, me alimento bien y hago danza, ¿en qué les afecta que tenga buen físico? ¡En nada!
—Les afecta porque los pajeros de sus esposos te miran, Eri, y en vez de decirles algo a ellos es más fácil odiarte a vos —Lucas apoyó su mano sobre la de ella, con cariño—. Ignoralas, no estás haciendo nada malo.
Erica resopló, mascullando insultos en francés, para luego llevarle la merienda a Jack, quien estaba apoyado contra Hund mientras miraban dibujos animados juntos.
Luego puso la pava al fuego para poder cebarle mate a Lucas mientras seguía estudiando. Lo veía preocupado, agotado e incluso estresado. Lo observó subrayar frases en sus fotocopias y libros, transcribirlo a otros cuadernos y tachar otras tantas cosas. Observó su cabello rubio y ondulado que llevaba corto y a la moda, sus bonitos rasgos y su nariz fina, y sus bellos ojos verde claro concentrados en la lectura. Pero cuando Lucas levantó la mirada para verla, ella corrió el rostro al instante para mirar la cocina, como si quisiera fingir que no lo estaba mirando o como si quisiera calmar su pulso nervioso al ver otra cosa, pero sentía que su fuerte palpitar podía oírse en toda la casa.
—Eri, ¿vas a ir a lo de Fosa hoy?
—Sí, es viernes de salmón, pensaba llevar a los nenes, ¿querés venir? —dijo ella con una sonrisa al extenderle un mate.
Lucas, sin embargo, negó con un movimiento de cabeza y señaló con sus manos todos los papeles que había esparcidos por sobre la mesa.
—Tengo que estudiar, no quiero atrasarme, suficiente que mañana voy a salir —Como vio el gesto triste en ella le dedicó una sonrisa—. ¿Por qué no dejás a los peques así vas tranquila? Yo les preparo la cena, les doy un bañito y los llevo a dormir, así podés tomar vino si querés.
—Claramente él prefiere que vaya sin los niños, pero... No me gusta dejarlos.
—Una vez que lo hagas no va a pasar nada, te merecés un descanso también —Dejó uno de sus apuntes en la mesa para poder apoyar su mano en la mejilla de Erica—. Ya pasaron dos años, Eri, ya podés relajarte.
Erica apretó los labios, relajarse nunca era una opción. Temía que alguien entrara por la puerta, recibir un ataque, a veces incluso imaginaba que la seguían por la calle cuando llevaba a Jack al jardín de infantes, pero solo era su imaginación, no había nadie tras ellos. Todos los asesinos que una vez trabajaron para Aaron ya no existían, y quienes trabajaban para Rata eran leales a él. Estaban fuera de peligro, pero incluso así Erica no conseguía relajarse.
—Está bien, voy a arreglarme y a darle un besito a los dos. La lechita de Sve está en la heladera, ¿sí? —dijo con una sonrisa triste.
Sin decir más fue hacia la habitación para poder maquillarse, y luego de colocarse perfume fue hacia la alfombra del living, donde Jack le mostraba a Sveta cómo hacer una torre de bloques. Les dio un beso a cada uno y luego se fue hacia el garage, donde se puso el casco y tomó su motocicleta para ir hacia lo de Fosa.
Le daba pena salir sin los niños, los viernes de salmón los habían hecho muchísimas veces en su casa para no tener que dejar a los niños, pero otras veces tuvo que llevarlos con ella a lo de Fosa, pese a sus quejas al respecto. Lucas tampoco salía mucho, salvo que fuera para ir a la universidad, aunque al día siguiente saldría por primera vez luego de tanto tiempo a verse con una chica que conoció en una aplicación de citas.
La opresión que Erica sintió en el pecho no fue nada disimulada, igual que sus labios apretados. Llevaba un tiempo sintiéndose extraña, y eso empeoró cuando Lucas le contó que hablaba con una chica en Tinder.
Cuando llegó a la casa su rostro estaba tan serio que Fosa solo alzó una ceja al abrirle la puerta, para luego servirle vino.
—¿Qué pasa, Bombita?
—No me gusta dejar a los niños...
—¿Y por eso tu cara de «voy a matarlos a todos»? —dijo con una risita y sorbió un trago de su vino—. Omar no nos acompañará, hubo un par de problemas en Assassin que debe resolver, solo seremos vos y yo.
—Mejor, no estoy de humor para las insinuaciones sexuales de Rata —dijo con un siseo.
Fosa se rió con ánimo y comenzó a servir la comida, Rata la había dejado lista para ellos, pues decía que el salmón de ambos era asqueroso. Por supuesto, ambos lo golpeaban siempre por semejante insulto.
Cenaron juntos con una suave música de violín mientras conversaban sobre su semana, Erica intentaba no hablar demasiado de sus hijos, pues sabía que a él no le gustaba y se sentía incómodo, aun siendo mucho más tolerante con ambos. Él le contó sobre los nuevos cambios en los barrenderos, la adaptación a tener una base central en la mansión Moms era un poco complicada para él, por todo lo que vivió allí y los recuerdos que salían a flote.
—¿Me vas a decir por qué tenés esa cara? —inquirió él con el rostro serio.
Erica resopló al rotar sus ojos.
—Solo pienso, mañana Lucas tiene una cita.
—Oh, ¿y eso te molesta?
—¡Claro que no! —chilló con fastidio—. Solo... me preocupa un poco...
Fosa tomó un trago de vino con una ceja alzada.
—Bueno, lleva años sin salir. Vos estuviste con Jack, ¿y él?
—No hables de Jack —gruñó Erica.
—Es la verdad, Jack murió, Erica, y no va a regresar. Ya pasaron dos años, tenés que seguir adelante. Lucas está intentando hacerlo, tal vez deberías aprender de él.
Erica clavó en él una mirada tan dura que Fosa solo pudo reírse, primero suave y luego a carcajadas, y ella chasqueó la lengua para después beber un trago de vino.
—No recordaba que fueras tan tarado —se quejó.
—Decir la verdad no es ser tarado, pero a vos nunca te gustó la verdad.
Ella dejó ir un suspiro y sorbió un trago de vino, para después extender la copa en busca de que él le sirviera más. Fosa la miraba fijo, porque desde la muerte de Jack ella no había vuelto a ser la misma, y siempre se encontraba preocupada, pensativa y en alerta. Y aunque esos instintos de supervivencia lo enorgullecían, también temía que volviera a dejarse caer.
—¿Algo más que te preocupe? —preguntó con el rostro serio—. ¿Pasa algo con tus monstruos?
Erica resopló y sorbió otro trago de vino.
—Las madres del jardín me odian, el año pasado hicieron una queja por mi vestimenta y ahora me ignoran o critican todo el tiempo —suspiró—. Y solo voy con jeans y remeras simples, ¿con qué voy a ir entonces, una sotana?
—Con tu físico una sotana solo empeoraría la situación, tenés glúteos y piernas fuertes que resaltan enseguida, aunque perdiste pecho.
—Se llama lactancia.
—Puedo resolver este problema con las madres muy rápido —sonrió Fosa al menear la copa de vino.
—No vas a matar a esas mujeres, Nahuel —se rió Erica, bastante divertida.
—Como quieras, la oferta sigue en pie.
Rellenaron sus copas nuevamente mientras conversaban de temáticas de igual interés para ambos, como limpieza y entrenamiento. Erica desde el nacimiento de Sveta no había vuelto a trabajar como barrendera, aunque recibía constantes propuestas de trabajo de algunos asesinos que la querían a ella.
Luego de una discusión por la correcta limpieza de las alfombras, pues Fosa prefería descartarlas mientras que Erica limpiarlas, decidieron regresar a sus clases de lengua de señas. Fosa le enseñaba cada viernes lengua de señas argentina, para situaciones en donde no pudieran conversar o requirieran hablar con alguien. Estaban concentrados en la clase y las prácticas, cuando el teléfono de Erica comenzó a sonar y ella, preocupada al creer que podría ser Lucas, lo tomó enseguida. El nombre en la pantalla le heló la sangre por un instante.
—Es Vanyusha Volkov… —murmuró.
—Ha llegado el momento de pagar tu parte del trato —dijo Fosa con seriedad.
Respiró hondo y atendió la llamada, hablando en francés como siempre había hecho con el jefe de la mafia rusa.
—Buenas noches, Volkov —le dijo en francés—. ¿Ha llegado mi momento?
—Así es, Bombita. Tengo un pequeño problema con enemigos que quiero resolver, tus servicios serían especialmente útiles.
—Dime lo que debo hacer.
—Tienes diez días para llegar a Moscú, te daré los detalles en persona.
—¿Diez… días…? —repitió Erica casi en un susurro.
—No lo repetiré, ya sabes qué pasará si no cumples tu parte, preciosa. No quisiera verme obligado a convertirte en mi enemigo.
—Nos vemos pronto, Vanya.
Vanyusha colgó la llamada y Erica dejó ir todo el aire que estaba reteniendo en sus pulmones. Sorbió un largo trago de vino hasta finalizar la copa, para luego sujetarse la cabeza.
—¿Para cuándo? —preguntó Fosa con su fría mirada.
—Tengo diez días para llegar a Moscú…
—De acuerdo, iré contigo —dijo y sorbió un trago de vino.
—No le va a gustar que vaya acompañada —suspiró Erica, despeinándose a sí misma.
—No sabés hablar ruso y sos horrible hablando inglés. Voy a ir con vos, quieras o no.
Erica se mordió los labios, sentía un gran nudo en su garganta y la angustia que comenzaba a atormentarla. Debió parpadear un par de veces para resistir el impulso de llorar.
—Tendré que dejar a mis bebés —dijo con mucho dolor en su tono de voz—, tendré que dejar a mis chiquitos, a mi Jackie y mi Sve, ¿cómo voy a dejarlos? Mi bebé tiene un año y medio y sigue tomando su tetita…
Había comenzado a respirar muy fuerte, con desesperación, por lo que Fosa la tomó de la mano para llamar su atención.
—Erica, respirá. Inhalá profundamente y exhalá despacio.
Erica lo intentó, sin embargo comenzó a llorar por los nervios, por el miedo a alejarse de sus hijos y que algo malo les sucediera.
—Mis bebés, no puedo estar lejos de mis bebés…
—Dejaremos a Omar a cargo, ¿de acuerdo? Que se asegure de que Lucas y tus monstruos estén a salvo —dijo Fosa con suavidad—. Y no te olvides que yo entrené a tu amigo, que tiene una fortaleza mental única en el mundo y que es muy habilidoso.
—No puedo alejarme de Sve, casi la pierdo en el embarazo, no puedo… no puedo solo dejarla e irme —gimoteó con mucho dolor.
—Erica, necesito que te tranquilices —Fosa apretó su mano con fuerza, aunque no la suficiente para lastimarla—. Necesito que seas fuerte y pienses en lo peligroso que son los Volkov. ¿De acuerdo? Fallar no es una opción, y llevar a tu hija a Moscú mucho menos. Lo más seguro para ella es quedarse acá siendo protegida por Omar. ¿Entendés? Y yo me voy a encargar de llevarte a Rusia y traerte de regreso, para que sigas apestando a bebé y lloriqueando por esos monstruos por muchos años más.
—¿Creés que él podría intentar hacerle daño? —preguntó con los ojos llenos de temor y dudas.
Fosa se mantuvo en silencio por un instante, tomó la botella de vino para poder servir en ambas copas. Luego, con un suspiro, miró a Erica fijo a los ojos grises empañados en lágrimas.
—Es la mafia rusa, Erica, y hasta Jonathan intentaba no meterse con ellos. Necesito que entiendas eso, que el hecho de gustarle a su jefe, de que le atraigas sexualmente, no quita que siga siendo el jefe de la mafia rusa.
—Eso no me tranquiliza para nada.
—Nunca olvides que Jack no confiaba en los Volkov y que evitó lo más que pudo tenerlos cerca.
Fosa se levantó muy rápido, sin darle tiempo a nada, mientras que Erica observó el contenido de su copa con tristeza. Era consciente de que debía cumplir su trato con los Capa Roja, que fallarle a la bratva no era una opción, pero temía alejarse de sus hijos y también de Lucas.
Fosa regresó unos instantes después con su laptop, donde comenzó a teclear rápidamente con un cigarrillo en la boca.
—Crearé una alerta —dijo y dejó ir el humo—. Cada vez que alguien busque información sobre vos o tus hijos me enteraré. ¿Eso te dejaría un poco más tranquila?
Erica lo miró fijo a los ojos de azul grisáceo, luego asintió lentamente y con seguridad, pues confiaba a ciegas en los talentos y habilidades de su maestro.
—Si alguien busca información de mi hija, esa persona va a desaparecer de la faz de la tierra —dijo Erica entre dientes.
—Así me gusta más, Bombita —sonrió Fosa y le dio una palmadita en la cabeza—. Siendo una bomba que destruya a todos.
Ella curvó sus labios en una sonrisa y alzó la barbilla, porque no había dejado de entrenar con Fosa en ningún momento y sabía que estaba con sus capacidades al máximo. No pensaba permitir que nadie continuara arrebatándole sus seres queridos.
—Vamos a ir en un avión privado para poder llevar las armas, voy a comprarte el vestido rojo más hermoso que encuentre y, mientras tanto, vas a aprovechar a disfrutar con tu familia —dijo él con el rostro serio—. Tomen el auto y vayan el fin de semana a algún lugar, porque no quiero oírte lloriquear en Moscú.
Conversaron por largos minutos sobre Vanyusha, Rusia y la mafia, pues Fosa quería que ella comprendiera dónde se estaba metiendo. Luego, mucho más tarde, ella se colocó su ropa protectora para viajar en la moto y poder regresar a la casa.
Se dio el gusto de dar un par de vueltas por la ciudad, de disfrutar del viento romperse contra su cuerpo. Sabía que en su casa estarían todos durmiendo por ser las tres de la mañana, y aunque estaba contenta por poder andar en la motocicleta sintiéndose libre, seguía preocupada por tener que dejar a sus hijos para ir a Rusia.
Cuando llegó a la casa estacionó la moto en el garaje, junto al auto y la camioneta. Se quitó la ropa protectora e ingresó al living. Todas las luces estaban apagadas, excepto la de la cocina, donde Lucas continuaba acomodando en la isla rodeado de papeles y apuntes con una taza de café.
—¿Lu, qué hacés despierto? —dijo con sorpresa al verlo.
—No puedo dormir —suspiró y se refregó los ojos con el dedo índice y pulgar—. Además tengo mucho por estudiar.
Erica dejó su cartera apoyada en el recibidor, para luego caminar hacia la isla y sentarse frente a él. Lucas se veía muy cansado, pero se estaba esforzando mucho con la universidad.
—Tenés que descansar, Lu, te va a hacer mal —dijo con suavidad y posó con cariño su mano sobre la de él.
Lucas rozó sus dedos con los de Erica, para luego acariciarle el dorso con el pulgar. Alzó su mirada para verla a los ojos grises que se veían muy preocupados por él.
—¿Cómo te fue, Eri? ¿La pasaste bien? —preguntó con una sonrisa.
Ella asintió y tragó saliva, porque no quería contarle en ese momento sobre la llamada de Vanyusha, no cuando estaba tan concentrado estudiando y, también, tenía una cita al día siguiente. No estaba dispuesta a preocuparlo y arruinar sus planes.
—Como puede esperarse con Fosa. ¿Los nenes se portaron bien?
—Siempre se portan bien, Eri, son unos ángeles los dos —sonrió y luego bajó la mirada con tristeza.
—¿Qué pasa? ¿Pasó algo?
Él se mantuvo en silencio por un instante y sorbió un trago de café mientras parpadeaba varias veces, porque sus ojos se habían cristalizado por lágrimas.
—Nada malo, no te preocupes.
Erica lo miró de forma intensa, porque Lucas no se veía bien, se veía triste e incluso preocupado.
—¿Es por tu cita de mañana? Tenés derecho a salir, Lu…
Él negó con un movimiento de cabeza y comenzó a acomodar sus apuntes para liberar el espacio, pues ya no seguiría estudiando.
—Les preparé la cena, jugamos juntos en la alfombra, les di un baño y luego les puse su pijamita para contarles un cuento —comenzó a decir Lucas y volvió a parpadear varias veces más—. Y Jackie… cuando le di el beso de las buenas noches me dijo «te quiero, papi».
Erica sonrió con ternura al oírlo y apretó un poco más su mano.
—Está bien, Lu, él te adora.
—Me siento muy feliz y muy honrado de que me haya llamado así, pero… pero siento que no lo merezco y que le estoy quitando a Jack su lugar —Apretó los labios con tristeza, resistiendo el deseo de llorar que sentía—. Es mi nenito, lo amo con toda mi alma, Eri, con toda mi alma, pero… no me siento digno de que me llame así.
—Lu —dijo Erica con su voz más suave posible—, yo no di a luz a Jack, no soy su mamá biológica. Su mamá era Moira, una hermosa y amable mujer que lamentablemente ya no está, pero yo le di todo mi amor a su hijo, y tampoco me siento digna de que me llame mamá, pero son sus sentimientos. Nos llama así porque nos adora de la misma forma que nosotros a él.
—Soy un tarado —sollozó Lucas con una sonrisa—, ¿llorar porque me dijo papá? Debo verme como un completo tarado, pero me siento… tan feliz.
—Vos más que nadie se merece ese título, Lu. La manera en que amás y cuidás a mis bebés… —Erica se mordió los labios y parpadeó para evitar llorar—. Dios, Lucas. No tenés obligación alguna, jamás te pedí nada, y aún así estás acá siendo un referente para ellos.
—Es que los amo con toda mi alma, Eri, sin importar nada, sin importar su sangre o apellido, son mis bebés.
Lucas bajó la mirada, porque pese a la felicidad que sentía también tenía miedo de que su presencia borrara al Loco de la historia o los recuerdos de Jackie.
Erica se acercó a él para abrazarlo con cariño, le dio un beso en la cabellera rubia y aferró sus dedos a la cabeza de él, a la vez que Lucas apretaba sus dedos a la fuerte espalda de ella.
—Está bien, Lu, yo no me voy a enojar porque mis hijos te llamen de esa forma, y Jack… siempre dijo que vos eras más papá de Jackie que él. Tampoco le debe molestar, seguro sonríe con orgullo desde su trono en el infierno —dijo con voz suave y volvió a besarle el cabello rubio.
Se alejó un poco solo para poder verlo a los ojos verdes que estaban algo enrojecidos por las lágrimas, la punta de su nariz también estaba rosada, pero Lucas le dirigió una alegre sonrisa que hizo brillar sus ojos con esa calidez que solo él podía expresar. Esa mirada y esa sonrisa la hizo estremecer por un momento, por lo que se alejó al instante con un carraspeo.
—Voy a darme una ducha y a acostarme, no te quedes despierto, tenés que descansar —dijo mientras se alejaba muy rápido de allí.
Se dio una ducha rápida solo porque necesitaba distraerse con algo, necesitaba sentir esa lluvia que caía por su piel. Pasó sus dedos con cuidado por los tatuajes que se había hecho en honor a su hermana y Martín, y también por el que se había hecho por sus padres.
Se recostó luego junto a sus hijos en la gran cama size king, abrazándolos con cariño porque ellos eran su cable a tierra, su pedacito de realidad, y no iba a permitir que nadie les hiciera daño.
~•~
En la mañana Erica se asustó al encontrarse sola en la cama, sintió su corazón latir más rápido de lo normal y el miedo que comenzó a dominarla. Sin embargo se puso de pie y salió de la habitación con solo su pijama. La risa de los niños se oía con fuerza, así que pudo suspirar con alivio.
Cuando se asomó para verlos, vio a Sveta sentada en su sillita y cubierta de harina, parecía jugar con masa. A su lado estaba Jack amasando con Lucas, quienes se reían por el desastre de harina que hacía la pequeña.
—¿Así está bien, papi? —preguntó Jack al mostrarle su masa.
—Está perfecto, Jackie, van a ser las galletas más ricas de todas —dijo Lucas con una sonrisa—. Tendrías que enseñarme, las mías no se ven tan lindas.
Jack sonrió con alegría y le mostró a Lucas cómo hacía la masa, con mucho orgullo por tener que enseñarle algo.
Erica solo los observó con una sonrisa enternecida y se acercó para saludar a sus hijos con un beso a cada uno, pero depositó también un beso en la mejilla de Lucas mientras él estiraba la masa.
—¡Mami titi! —dijo Sveta al estirar sus brazos hacia ella.
Erica la sacó de la sillita e intentó limpiar la harina de sus manos y rostro, para luego acomodarse en el sillón y descubrir un seno para poder amamantar a su hija. La observó ahí tan pequeña, con sus grandes ojos celestes idénticos a los de su padre, que solo pudo sonreír al admirarla.
Mucho más tarde, antes de merendar, Erica y Lucas llevaron a los dos niños al parque. Y mientras que Lucas hamacaba a Sveta sobre sus piernas, con una gran sonrisa en el rostro, Erica recibía a Jack en el tobogán. Sin embargo hubo un momento donde el pequeño prefirió sentarse a descansar sobre la manta que habían acomodado en el pasto, sorbió un largo trago de agua y miró fijo a Erica.
—Mami —dijo para llamar su atención y Erica dirigió su mirada hacia esos ojos celestes—, ¿te vas a enojar conmigo?
—¿Por qué me enojaría con vos, amorcito?
—Porque le digo papá al tío Lucas… —murmuró y bajó la mirada—. Yo lo amo mucho, mami, me gustaría que fuera mi papá…
—Lo sé, amor, no me voy a enojar con vos por eso —dijo con cariño y le dio un beso en la cabecita—. Él también te ama mucho.
—Extraño a papi Jack… —dijo con un puchero triste—, ¿mi papá se va a enojar?
Erica sonrió con ternura y lo abrazó.
—No, mi amor, papi Jack no se va a enojar por eso tampoco. Si vos sentís en tu corazón que Lucas es tu papi, entonces está bien —le dijo con voz suave y le dio un beso en la cabeza—. ¿Vos te acordás quién es Moira?
—Mi mamá que me tuvo en su panza —dijo Jack con una sonrisa—. Me acuerdo de su voz, pero vos también sos mi mamá ¡y te amo mucho, mucho, mucho!
—También te amo mucho, Jackie, jamás podría enojarme con vos.
Jack hundió su rostro en el pecho de Erica al abrazarla con fuerza, y se mantuvo así por un rato hasta que decidió correr nuevamente hacia los juegos. Erica se quedó sentada sobre la manta y desde allí observó al pequeño niño que corría hacia las hamacas donde estaba Lucas con Sveta.
Observó las sonrisas en sus rostros, la manera cariñosa y llena de amor con que Lucas trataba a ambos niños, y observó la felicidad que los tres irradiaban al reírse. Sintió un fuerte nudo en la garganta al pensar que en un par de días debía alejarse de ellos por un tiempo indefinido. Sabía que los tres estarían a salvo porque no solo Rata se haría cargo de su seguridad, sino porque Lucas era un alumno de Fosa fuerte y muy talentoso que podía protegerse solo.
A la noche, mientras que Erica preparaba la cena, observó a Lucas ir y venir por toda la casa. Se había cambiado de ropa varias veces en busca de verse lo más atractivo posible, luego se sintió el aroma de su colonia cada vez que pasaba, y aunque Erica le dedicaba sonrisas cada vez que él decía algo, tenía los músculos de la mandíbula muy tensos, al igual que sus hombros.
—Chau, mis amores —les dijo a los niños al darles un beso a cada uno—. Coman toda su comida y duerman temprano.
—Pasala bien, Lu, te merecés un descanso —dijo Erica con una sonrisa, pero tragó saliva.
Él se acercó para depositar un beso en la frente de Erica, y con su pulgar acarició su pómulo con una sonrisa.
—Voy a tratar de no volver muy tarde, ¿sí?
—Volvé mañana, no seas rata y pagate un pernocte, que sos millonario, ¿eh? —dijo Erica con una risita.
Lucas parecía aún dudoso de irse, la observó a los ojos grises y a la sonrisa en su rostro, pero luego dejó ir un suspiro y tomó las llaves del auto para poder irse a su primera cita, luego de tanto tiempo solo.
Luego de cenar y jugar un poco con los niños, Erica los acostó a dormir y se quedó con ellos leyéndoles un cuento. Y aunque cerró los ojos para intentar dormir, dio vueltas de un lado a otro en la cama, sin poder relajarse. Estaba tensa y preocupada, pensaba lo que pasaría si todo era una mentira y alguien le hacía daño a Lucas, pero hizo a un lado ese pensamiento porque sabía que ya nadie los estaba persiguiendo, que no había nadie tras ellos.
No quería despertar a los niños, por lo que se levantó dando un largo suspiro y fue hacia la cocina para prepararse un café. Sus manos estaban temblando por la mezcla de miedo y nervios, y se sentía realmente estúpida por eso. Sabía que Lucas ya no la necesitaba, que era muy capaz de protegerse solo, y aún así no podía evitar preocuparse por él.
Pensaba, también, en Vanyusha Volkov y en la clase de trabajo que tendría que hacer para él. ¿Sería un asesinato o una limpieza, o tal vez ambos? Y aunque pensaba en el viaje, en lo que podría pasar al irse, no conseguía dejar de pensar en Lucas en esa cita. Decidió, con molestia, bajar al sótano a entrenar un poco. Necesitaba golpear con urgencia algo, y esa bolsa de boxeo estaba siempre disponible para ella.
Calentó primero sus músculos, y cuando se sintió lista comenzó a lanzar golpes a la bolsa, los combinaba con otros golpes hasta que, con furia y lágrimas en los ojos, comenzó a lanzar puñetazos con más fuerza.
Estaba enojada y ni siquiera entendía por qué, pensó qué quizá era el viaje a Rusia que la alejaría de su familia.
No supo en realidad cuánto tiempo estuvo allí, pero su pijama había quedado empapado en sudor y estaba jadeante, pero aún muy enérgica. Con un suspiro regresó al piso superior para poder darse una ducha que relajara sus hombros.
Se miró al espejo desnuda, tenía cicatrices en todas partes, había perdido el tamaño de sus pechos que, debido a la lactancia, ya no eran tan redondos y firmes. Sus músculos eran más grandes y voluminosos que en el pasado, porque se había concentrado en la etapa de volumen luego de haber hecho la definición. Estaba segura de que a su adorado Jack le habría encantado verla tan fuerte, y sintió mucha angustia de solo pensarlo. Sin embargo pensó también en Vanyusha, él la había conocido tonificada pero no con tanto volúmen, y aunque debía pagar su trato simplemente necesitaba verse atractiva para él, para evitar su arrepentimiento.
—Tal vez no fue buena idea hacer volumen… —murmuró al ver sus grandes piernas y gran trasero, sus bíceps fuertes y sus moldeados hombros.
Se envolvió en una bata y fue hacia la cocina para servirse una copa de vino. Las veces que bebía alcohol se extraía un poco de leche para guardar en la heladera para Sveta.
Estaba bebiendo su copa cuando oyó el sonido del portón del garaje abrirse. Miró entonces con sorpresa la hora en su teléfono, eran las tres de la mañana. De repente comenzó a sentirse mucho más nerviosa y se peinó el cabello húmedo con los dedos, para luego distraer sus manos al sostener la botella de vino y la copa, de forma «casual».
Cuando la puerta del garaje que daba hacia el living se abrió, Erica vio de soslayo el rostro sorprendido de Lucas al encontrar la luz prendida. Ella, sin embargo, no lo miró, se concentró en su copa de vino mientras tamborileaba con sus dedos sobre la botella.
—Eri, ¿qué hacés despierta? —dijo él con sorpresa y dejó las llaves acomodadas en el recibidor antes de acercarse a ella.
—¿Qué hacés de regreso tan temprano? Te dije que no fueras ratón y te pagaras un pernocte —dijo ella con una sonrisa torcida.
—No iba a pagar un pernocte, no porque sea un ratón, sino porque me parece demasiado para una primera cita. Con un turno de tres horas basta.
Erica apretó los labios con fuerza y concentró su mirada en el vino en su copa, para luego darle un sorbo.
Lucas tomó una copa de la barra y se sentó frente a ella ahí en la isla, tomó con delicadeza la botella que Erica apretaba en sus manos para poder servirse un poco.
—¿Y qué tal, la pasaste bien? —preguntó ella con una sonrisa.
—Me sentí muy incómodo al principio, supongo que perdí la costumbre de salir con chicas —suspiró y dio un sorbo al vino—. La última vez que salí con alguien fue hace tanto que ya ni me acuerdo, pero luego pude relajarme y pasarla bien.
Él no dijo nada más, se quedó en silencio un instante y sacudió la cabeza, porque la última mujer con la que había estado había sido Erica, pero no tenía pensado decírselo.
Erica tampoco agregó nada más, solo se sirvió un poco de vino para poder disfrutar de su sabor, sin mirarlo a los ojos porque por alguna razón eso le dolía mucho. Ese dolor aumentó cuando él se acercó un poco a ella y el aroma a perfume de mujer llegó hasta sus fosas nasales.
—¿Estás bien, Eri? ¿Pasó algo? ¿Te molestó que saliera?
—¿Cómo me va a molestar que salgas, Lu? —dijo ella con una risita y lo miró a los ojos verdes—. Solo… supongo que soy una flor de pelotuda porque estaba preocupada.
—¿Estabas preocupada por mí? —preguntó con sorpresa y ella asintió—. Estoy bien, Eri, ya nadie nos persigue, no hace falta que estés siempre tensa y en alerta. ¿Sí?
—Lo sé, aún así… aún así me da miedo igual, ya lo voy a superar en algún momento.
Lucas apoyó su mano en la mejilla de Erica para poder acariciarle el pómulo con el pulgar.
—A mí también me da miedo cada vez que te vas, pero sé que sos vos y que sos fuerte e invencible —dijo con una sonrisa mientras le acariciaba el rostro.
Erica bajó la mirada y tragó saliva.
—Voy a ir a dormir, me alegra que la hayas pasado bien, Lu, te merecés todo lo bueno que existe.
—Eri, decime qué pasa, por favor.
Apretó los labios sintiendo angustia.
—Me llamó Vanyusha, en diez días tengo que ir a Moscú a cumplir mi trato con él —dijo con tristeza, sin mirarlo—. Voy a tener que irme y dejarlos, a vos y a mis bebés. Voy a estar al otro lado del mundo lejos de ustedes.
Lucas abrió los ojos con sorpresa pero también algo de miedo.
—Entiendo, no podés fallarle a la mafia rusa, Eri.
—¿Y mis bebés? —dijo ella con mucho dolor y alzó la mirada para verlo a los ojos verdes—. ¿Qué va a pasar con mis bebés?
—Yo me voy a encargar de ellos como lo hice siempre, no te preocupes —dijo Lucas con una sonrisa y secó una de las lágrimas que había caído por la mejilla de Erica—. Y vamos a estar acá en nuestro hogar esperando tu regreso.
—Si les pasa algo me muero, Lu, me muero.
—No nos va a pasar nada, vamos a estar bien.
El teléfono de Lucas comenzó a sonar ahí apoyado en la mesa, pero él ni siquiera lo miró, aunque Erica sí clavó su mirada ahí.
—Es un mensaje, lo veo después —dijo él con suavidad.
—Debe ser esa chica, respondele.
—Eso puede esperar —dijo en un susurro y acarició la mejilla de Erica con cariño—. Vamos a estar bien, Eri. Disfrutemos los días que nos quedan juntos, abrazá a Jackie y Sve cada día, y cuando te vayas yo me ocupo de todo lo demás.
Erica asintió con tristeza y Lucas extendió sus brazos para recibirla. La aferró con fuerza en un abrazo que buscaba reconfortar y también hacerla sentir segura. Y aunque ella se sentía en paz y a salvo con él, el aroma dulce a mujer la hacía sentirse peor.
NOTA
Buenas, el extra del trato a Vanyusha se me extendió más de lo esperado, así que será dividido en 4 o 5 partes. Hoy publicaré dos, y en la semana traeré la siguientes partes.
No olviden dejar sus comentarios que es lo que nos anima a los escritores a seguir escribiendo :')
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