Capítulo N° 56 | parte 2
Ploc.
Esa maldita gota.
Erica no estaba segura de cuánto tiempo llevaba allí dentro, pero la oscuridad total y el sonido de esa gota era molesto. Le irritaba la piel, incluso había a comenzado a doler la zona donde la gota caía.
Ploc.
Aún no había entrado en el vacío, su mente estaba llena de pensamientos, de recuerdos, pero deseó con todas sus fuerzas entrar en el vacío y dejar de sentir, porque veía a su padre luchando en vano por proteger a la familia, veía a su madre sollozar y rogar, veía a Celeste clamar por Martín en medio de su dolor y se veía a sí misma discutiendo con el Loco mientras su familia sufría.
Ploc.
Se encontró a sí misma llorando, ¿ya estaba alucinando? ¿Tan pronto? ¿Era pronto en verdad? No sabía cuánto tiempo llevaba ahí, no había forma de saberlo porque ni siquiera estaba segura de cuánto tiempo tardaban las gotas en caer.
Ploc.
Tenía mucho frío, su piel estaba erizada y sus pezones duros y parados, sus dientes castañeaban, pero se dijo a sí misma que lo soportaría, que podía hacerlo pese a esas imágenes que la invadían en su cabeza.
Y de nuevo la maldita gota, el olor a humedad, el olor de su cabello mojado y a sudor en su piel. Veía tantas imágenes en su mente, cosas tan crueles y horribles, que pudo entender que a partir de ese momento Fosa obtuviera su pensamiento obsesivo con la sangre y la suciedad, porque pudo haber visto una y otra vez a sus padres muertos durante el encierro.
Ploc.
Estaba segura de que habían pasado más de tres horas en esa oscuridad infernal. Sus brazos y hombros habían comenzado a doler, incluso respirar era un martirio y se encontró a sí misma llorando ante cada uno de esos pensamientos.
—Soy fuerte, puedo resistirlo —se dijo en un susurro.
Otra gota impactó contra ella y se sobresaltó al sentirla. Apretó con fuerza los labios.
—Soy fuerte, puedo resistirlo —se repitió con mucho dolor.
Tenía mucho sueño, había entrenado casi todo el día y no sabía cuánto tiempo llevaba en esa oscuridad, pero cada vez que cerraba sus ojos para dejarse vencer por el sueño una gota impactaba contra ella y la obligaba a mantenerse despierta.
No supo cuánto tiempo pasó, pero lloró, lloró mucho y vio cientos de imágenes en su cabeza, sus pensamientos más profundos y oscuros, su propia oscuridad. Su corazón latía muy rápido y había comenzado a hiperventilar por el miedo cuando otra gota la impactó.
Tenía mucho, mucho miedo.
Luego, en algún momento del encierro, había entrado en el vacío. Ya no había pensamientos, todo era una blanca neblina, y esa gota seguía cayendo sobre ella, obligándola a estar despierta y en alerta.
No recordaba cuándo había parpadeado por última vez, pero se encontró a sí misma observando algún punto en la nada, en esa oscuridad, en el vacío y con su mente en blanco. Ya no había llanto, ni miedo, porque Erica ya no existía.
¿Había existido alguna vez? ¿Algo ahí era real?
Otra gota, otro impacto que la sobresaltó, pero continuaba quieta y con su respiración entrecortada, con la mirada vacía y su mente en blanco. No había pensamiento oscuro, flotaba en alguna parte de toda esa oscuridad.
Era horrible.
No era capaz de dormir ni descansar, sus brazos y hombros dolían y respirar era un martirio, pero tampoco tenía fuerza para quejarse, ni para pensar. Solo existía la oscuridad, ella y esa niebla densa en su mente.
La puerta se abrió de repente y la luz entró tras la imponente figura de Fosa, pero Erica no lo vio, estaba en ese trance. Él la desató y envolvió su cuerpo en una amplia toalla, para luego tomarla en sus brazos con cuidado y sacarla de esa habitación.
Cuando Erica reaccionó, la oscuridad ya no existía, estaba en un lugar iluminado y echa un ovillo entre los brazos de Fosa. La estaba abrazando, sin importar su sudor, su desnudez o la humedad fría en ella. La sostenía con fuerza, con sus dedos aferrados a su cabello humedecido y la otra mano apretada en su cintura. Se mantuvieron así por un largo rato, él susurraba algo que Erica no conseguía entender, solo cuando parpadeó por fin es que pudo oírlo.
—Sos fuerte —dijo él en un susurro al aferrarla más—, sos valiente, sos inquebrantable, sos humana. Sos humana.
Ella lo observó, había luz a su alrededor, no estaban en la ubicación anterior. Miró con esos ojos vacíos hacia los ojos de Fosa de azul grisáceo que se veían muy tristes allí.
—Sos fuerte —repitió él—, y sos valiente e inquebrantable.
—Soy fuerte... —murmuró ella.
—Podés lograr todo lo que te propongas —dijo él con un tono de voz cargado de dolor y desespero.
Erica podía oír sus latidos, eran acelerados, y sentía sus cálidas manos que la sostenían.
—Las emociones... —susurró ella, como si ese pensamiento hubiese provenido de un recuerdo viejo.
—Las emociones son humanas, son normales. Son hermosas.
Los dientes de Erica volvieron a castañear, y el calor del cuerpo de Fosa no era suficiente para ser de ayuda.
—Frío...
Él se puso de pie con ella acurrucada en sus brazos, y antes de que Erica pudiera decir algo más o solo adaptarse a la luz y el cambio de temperatura, él la había metido dentro de una bañera con agua caliente, pero incluso así sus dientes castañeaban.
—¿Cuánto... tiempo estuve? —preguntó ella con sus ojos bien abiertos, como si parpadear fuera imposible.
—Una hora —dijo él con un tono de voz bajo—, no aguanté, no podía esperar dos horas más. Te habría matado a vos y me habría matado a mí.
—El vacío... Sigo en el vacío... —masculló ella.
—Respirá hondo, inhalá y exhalá —dijo él con una suavidad que Erica nunca creyó poder oír en él.
Le mojaba el cabello y la cabeza con el agua caliente, el solo roce del agua en su cabeza la hizo doler y apretar la mandíbula. Con cuidado, con suavidad, Fosa le ayudó a lavarse el cabello, lo hacía con tanta delicadeza que Erica podría incluso haberse quedado dormida ante semejante mimo.
La dejó allí por un rato, en un baño iluminado y elegante, prolijo y limpio. Erica miró, aún sintiéndose en el vacío, hacia todos lados. No era el baño de la habitación de Rata y tampoco el principal en la casa. Las cosas estaban ordenadas y prolijas, sin decoraciones extravagantes, solo un perfecto y alineado orden. El lugar ofrecía tanta paz junto a esa luz cálida y los deliciosos aromas a su alrededor, que Erica había comenzado a dormitar.
Fosa llegó justo cuando la vio cabecear y casi hundirse en la bañera. La sostuvo con cuidado y ella parpadeó un par de veces para mantenerse despierta. Él le ofreció un té, para ayudar a que entrara en calor y a relajarse un poco más.
—Nunca más —le dijo él con dureza.
—Entré en el vacío...
—Nunca más —repitió.
—Tal vez si estuv...
—Nunca más, Erica —dijo con el rostro serio.
Lo miró con sorpresa, no recordaba alguna vez donde él la hubiese llamado por el nombre. Se sorprendió aún más cuando él aferró los dedos a su cabeza, entre su cabello, y apoyó su frente allí.
—Nunca más —repitió otra vez.
Ella se mordió los labios y las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas moreteadas por el entrenamiento.
No estaba segura de si seguía en el vacío o si había salido, tenía pensamientos, estaba pensando, pero también era como flotar en niebla, como si nada fuera real, y sus pensamientos eran como susurros que danzaban en la nada.
—Mañana vas a descansar. No va a haber entrenamiento, nada de frases hirientes, nada de golpes ni trabajo físico —dijo él con dureza, aún aferrado a ella—. Vas a descansar hasta que tu mente se recupere, no la vamos a sobrecargar de información. Vas a estar en paz y tranquila.
—¿Dónde estoy? —susurró Erica y miró con pereza a su alrededor, pero bebió un poco del té, olía a lavanda.
—En una bañera.
Erica dirigió su mirada hacia él, fría y molesta, aunque también muy agotada.
—Que me mires así es buena señal, te saqué a tiempo —dijo él con una sonrisa—. Estás en mi baño privado.
Por un par de minutos se quedaron en silencio, él se mantuvo lejos frente a un espejo, y aunque Erica seguía en esa niebla, mareada y confundida, lo miró con atención. Se había lavado la cara y la secaba con cuidado, para luego ponerse crema en el rostro, específicamente sobre sus cicatrices de quemaduras.
—¿Tenés que ponerte crema?
—Dos veces al día, más en otras ocasiones. Debo usar protector solar sin falta, siempre.
—¿Duele?
—No dolía al principio, se quemaron los nervios en algunas partes —dijo él y la miró por sobre el hombro—, pero en otras dolía un infierno. A veces duele si la piel está muy tirante, por eso debo usar la crema.
El agua había comenzado a enfriarse, por eso alcanzó con su mano una toalla que estaba bien doblada sobre un carrito a un costado, donde había apoyado la taza de té. Con cuidado se levantó, apoyándose en los brazos adoloridos en el borde de la bañera, para poder envolver su cuerpo en la toalla. Sus piernas estaban débiles y sus brazos carecían de fuerza, pero logró salir de allí y se quedó de pie sobre una alfombra de baño, porque sabía que si mojaba el piso de Fosa él se enojaría mucho.
Se sentó con cuidado en un banco, con sus pies aún sobre la alfombra. Fosa giró para verla, el rostro de Erica era pálido e impasible, no se podía descifrar lo que estaba pensando, por lo que supo que aún seguía en el vacío, aún flotaba en la nada.
—¿Tu ropa dónde está? —preguntó él al acercarse un poco a ella, se miraba los pies sobre la alfombra.
—En el bolso...
Sin decir más él se alejó y salió de allí, mientras que Erica se miraba los pies, sus dedos con las uñas pintadas en francesitas. Se miró las manos, específicamente la mano izquierda, donde en el dedo anular tenía su anillo de bodas. Lo giró allí con sus dedos, preguntándose por el Loco. No le diría sobre el vacío, no podría contárselo porque sabía que él era capaz de matar a Fosa por algo que ella misma había pedido, rogado e insistido tanto.
Fosa regresó con algo de ropa para ella y la dejó acomodada a su lado, para luego retirarse. Erica se quedó observando esa pequeña pila de ropa, y luego de unos minutos envuelta en la toalla decidió vestirse. Todo conllevaba un trabajo que debía sobrepensar, obligarse a sí misma a hacerlo, y todo lo hacía de forma robótica y para nada natural.
Se oyó el violín cerca, por lo que ya vestida y a paso tranquilo salió de allí. Cuando abrió la puerta pudo ver a Fosa tocando el violín junto a una ventana con cortinas de gasa que danzaban en el aire, era la misma música de todas las noches, «Liebesleid».
Se sujetó de la pared para poder dar un par de pasos, sabía que él la había escuchado, él era capaz de reconocer sus pasos. O tal vez, a causa del violín, su sonido había sido cubierto, porque no giró para verla.
—Recostate —ordenó él, mirando la luna a lo lejos.
—Voy a ir a...
—Mi cama es más cómoda que la de Omar, tenés que estar cómoda, cálida y en paz para poder tranquilizar tu cuerpo y mente —explicó—. Él se crió en Assassin, yo me crié en la mansión. Mi cama es más cómoda.
Ella no dijo nada al respecto pero se sentó sobre esas delicadas colchas blancas, el colchón era realmente cómodo y suave, y toda la habitación tenía un delicioso aroma a lavanda. Divisó unas velas aromáticas en las mesas de noche, y por ello se dio el gusto de mirar a su alrededor mientras él continuaba tocando a la luna.
Todo era blanco y gris, no había negro por ningún lado como sí sucedía en el resto de la casa, incluso habían un par de objetos lila y aguamarina. Los únicos colores inexistentes allí eran el rojo y el negro. Los pocos cuadros que habían allí estaban perfectamente encuadrados, todo era simétrico y ordenado, no había nada salido de lugar, ni una sola línea torcida, ni una pizca de polvo o grasitud. La habitación de Fosa era pura paz y tranquilidad.
—Si estuve solo una hora y entré en el vacío... ¿Cuánto tiempo estuviste vos?
—No lo sé —admitió Fosa y bajó el violín por unos instantes—. No estoy seguro, Gretchen decía que fue un año, pero todos los días frenaba el goteo por un par de horas y obtenía lecciones. Aprendí que era frenado para evitar que muriera de un paro cardíaco.
—¿Entonces Gretchen te liberaba a propósito?
—No, lo hacía porque le daba pena —dijo y se dio la vuelta para verla—, pero sin saberlo ayudó a ser lo que soy hoy. Si ella no me hubiese liberado tantas veces, tal vez no habría sobrevivido al vacío.
Erica se retorció la tela de su pijama y se miró las manos, ese anillo hermoso en su dedo anular. Se sentía muy extraña aún, pero estaba mejor.
—¿Y Jack? ¿Cómo lo conociste, antes del vacío o después?
—Antes, cuando llegué a la mansión fue la primera imagen que tuve. Un niño con un moretón en el rostro que lloraba al abrazar un auto de juguete —dijo con un suspiro—. Como debía esperar a que Jonathan conversara con su esposa sobre mi adopción, me quedé sentado en una sala de espera junto a él, pues sus tíos estaban en una reunión. Gretchen me lo presentó.
—¿Cómo era ella en esa época?
—Hermosa —dijo muy rápido—, y muy dulce. Solo era dura y cruel en presencia de su padre, por eso cuando Jonathan se fue lo primero que hizo fue presentarme a Jack diciéndome que él era como yo, que me sentiría menos solo si estaba con él.
Fosa se quedó en silencio por un rato y se sentó en un mullido asiento que había en un rincón, no tardó en encenderse un cigarrillo.
—Una de las veces que pude salir de allí, ya en el vacío, recuerdo haber visto a Omar —dijo y sopló el humo de su cigarrillo—, caminaba junto a su madre y hermanos para reunirse con Jonathan.
—No sabía que Rata tenía hermanos...
—Ya no los tiene, él es el hijo menor y el último que queda de su familia —volvió a darle una pitada a su cigarro—. Era enorme el hijo de puta, inmenso e imponente, mucho más grande que sus hermanos y hermanas, y ya era en ese momento el mejor elemento de D.E.A.T.H. Muchos decían que Jonathan le dio ese puesto por ser un bastardo de su padre, pero Omar no es un Moms, es solo un rumor que se esparció.
—¿Él te vio?
—Sí, difícil no ver a un niño flacucho, gris y con cara de haber vivido sus peores pesadillas —Sopló el humo de su cigarrillo—, pero no me prestó atención. Para él, Jack y yo solo éramos dos niños llorones e insoportables.
—Y ahora vivís con él —dijo Erica con una débil sonrisa.
—El destino tiene un sentido del humor muy extraño.
Erica estaba muy cansada, aún no estaba bien por lo del vacío, sus ojos se sentían muy pesados. Se recostó sobre las colchas y lo miró, estaba cruzado de piernas y sostenía el violín, como si estuviese analizando qué tocar.
—Me hace bien hablar con vos —dijo Erica.
—No vaya a ser que me convierta en tu dios por liberarte —dijo Fosa con una sonrisa torcida que la hizo reír—. Vas a estar bien, Erica, descansá.
No necesitó de mucho tiempo más para dormirse, estaba demasiado agotada como para mantenerse despierta. Había soñado con la oscuridad, con el vacío, con gritos que nadie podía escuchar, y cuando abrió los ojos y estos se acostumbraron a la oscuridad de la habitación, pudo ver a Fosa dormido en ese sillón en un rincón, tenía su rostro apoyado en el puño y no estaba en una posición cómoda. Ella había creído que tal vez se acostaría en la cama de Rata, o a su lado pero alejado, no creyó que se mantendría cerca e incómodo.
Las expresiones de él se veían relajadas, sus cejas no estaban caídas sobre sus ojos y sus gestos eran suaves, libres del odio y el desdén habitual. No había muecas de asco, tampoco desprecio, solo paz. Pero cuando movió un poco las sábanas y colchas para levantarse, el cuerpo de él se movió al instante ante el crujido y tomó la pistola de su cintura para apuntarla.
—Soy yo —dijo Erica para evitar que le dispare.
Él parpadeó rápidamente como si quisiera acostumbrarse a la oscuridad, luego dejó ir un suspiro agotado y guardó la pistola. Miró la hora en su reloj de muñeca y dejó ir otro suspiro antes de hacer rotar su cuello para aliviar su malestar.
—Voy a preparar el desayuno, esta vez será más ligero. ¿Qué te gusta?
—¿Me vas a hacer lo que me gusta a mí?
—Te torturé... —dijo en un susurro—. ¿Qué querés desayunar?
—Frutas.
Él solo asintió y se puso de pie tan rápido que a Erica le dio envidia que no se hubiese mareado en ningún momento.
El vacío ya no estaba, había soñado con él, con esa oscuridad, con el vacío infinito y la nada misma, pero ya no se sentía así.
«Sos fuerte, sos valiente e inquebrantable»
La angustia se acumuló en su garganta, porque no solo fue horrible la experiencia, sino que había revivido los traumas de Fosa, lo había obligado a convertirse en lo que más odiaba, y él se había esforzado en distanciarse de Jonathan y ser cariñoso con ella. Recordó el miedo y el dolor que se notaban en él cuando la abrazó en la noche.
Cuando se sintió más lista para ponerse de pie se colocó una bata, pantuflas y caminó con pereza hasta la puerta en diagonal, donde estaban Chris y Lucas. Ambos estaban dormidos, Chris boca abajo con su brazo colgando de la cama, cerca de donde había una pistola, y Lucas de costado, en una posición algo más cómoda. Cerró la puerta y fue primero hacia el baño principal para poder lavarse la cara y los dientes, tenía mucha hambre también, tanta hambre que podía comerse todo lo que había en la casa. Se arrepintió entonces de haber pedido solo frutas.
Cuando entró en la cocina vio a Fosa cocinando y ella se sentó a la mesa. Se había visto al espejo, se veía realmente horrible, por más que él disimulara su reacción al verla.
—Parece que te gusta Vivaldi —dijo Fosa sin voltear para verla—. Anoche toqué Vivaldi y sonreías dormida.
—Puede ser, seguro me daba paz.
—A mí me da paz Chopin, me recuerda a cuando salía del vacío y Gretchen tocaba para mí —dijo y meneó la sartén en su mano.
—Hablame de Gretchen...
Él la miró por sobre el hombro y apagó el fuego, para luego comenzar a pelar y cortar algunas frutas.
—Ella era la encargada de matarme, las personas que contrataron a Jon personalmente para este trabajo temían en lo que podía convertirme. La idea era matarme y liberar el paso para otros músicos —dijo y apagó su cigarrillo en un cenicero—, Gretchen me apuntó con su pistola cuando casi apuñalé a Jon. Era tan delgada en ese momento, apenas estaba empezando a desarrollarse, era solo una niña más. Ahora si lo que querés saber es cómo iniciamos nuestra amistad con derechos, sucedió años después de mi rito.
Erica no dijo nada, lo oyó con atención porque notaba que a él le hacía bien hablar de ella.
—No siento atracción sexual por las personas ni tampoco romántica, me da asco el sexo, aunque obviamente sí lo disfruto —dijo y se encogió de hombros—. Solo lo hago cuando tengo el libido alto, y una vez lo hicimos en uno de esos momentos y tomamos como trato que cuando yo lo necesitara, la buscaría.
—Pero ella estaba saliendo con Jack...
—Sí, bueno, parece que tener el pito grande no le sirvió de mucho porque prefería acostarse conmigo.
—Quizá se debía a que él era un niño —se quejó Erica.
—Es buena señal que te enojes, estás saliendo del vacío, pero tratá de estar en paz. Intentaré no ser... yo por este día.
Se dio la vuelta para colocar frente a Erica dos platos, uno tenía un panqueque de harina de avena con frutillas cortadas y queso crema, el otro tenía variedades distintas de frutas cortadas, y luego le extendió una compotera de cristal con yogurt griego.
—No era algo personal contra él, Gretchen estuvo con muchas otras personas. Entre todo el estrés y la presión que vivía siempre, y teniendo prohibidas las drogas, el sexo era lo único que le daba algo de libertad. No se iba a quedar con un nene inexperto por más que lo amara. Y para que no te la agarres solo conmigo, Gretchen también estuvo con Omar.
Erica abrió los ojos con sorpresa.
—Espero que sea falso el rumor de que él es su tío...
—Es falso. La madre de Rata fue la amante principal de Óscar, pero también del hermano mayor de Jonathan. Literalmente su madre estaba con todos los que quería y podía, pero él es hijo de un barrendero que murió hace muchísimos años, uno de los fundadores.
—No imagino a Rata con Gretchen, siento que ella lo hubiese matado al primer chiste —dijo Erica.
—Sí, bueno, parece que mi amigo también tiene lo suyo, a veces tengo que poner música para dormir si es que trae una mujer a la casa, o los gemidos de esas mujeres no me dejan descansar —dijo y le dio la espalda para preparar su propio desayuno—. Es asqueroso de oír.
—¿Por qué no te mudás a otro lugar?
Él se quedó en silencio por un rato antes de responder.
—No quiero estar solo otra vez...
Erica dejó el tenedor sobre las frutas y levantó la vista para verlo, se estaba sirviendo café, pero lo notó tan triste que fue inevitable para ella acercarse a él y abrazarlo de la espalda. Eso lo sobresaltó pero no sé quejó ni dijo nada al respecto.
Luego de unos segundos él volteó y devolvió el abrazo. Era la primera vez que Erica lo veía tan frágil y herido, y sabía que era su culpa, él estaba atravesando el luto de Gretchen y ella lo había orillado a revivir sus peores miedos.
—Perdón —dijo Erica con tristeza, con sus ojos llenos de lágrimas—, perdón...
Él no respondió nada, solo la aferró hacia sí por un rato, para luego darle un beso en la coronilla de la cabeza y alejarse. Se sentó a la mesa para beber su café, y Erica regresó a su asiento para terminar su desayuno.
—Hoy no vas a entrenar —dijo Fosa luego de beber un trago de café—, quiero que descanses. En esta casa hay de todo para que te entretengas, si lo deseás incluso podés ir a tu casa y pasar la noche con Wolff, pero mañana tendrías que estar acá.
—Si voy hoy, no me va a dejar volver.
—No tiene que dejarte, que sea tu esposo no te hace su prisionera.
—No voy a ir, no hoy al menos —insistió Erica—. Aunque él no me prohibiera nada, yo no podría ver a Jackie y volver a alejarme de él.
Fosa torció sus labios en un gesto asqueado que la hizo reír.
—Voy a entrenar a tus amigos una vez despierten y desayunen. No voy a poder prestarte atención, pero si lo necesitás podés entrar en mi habitación cuando quieras.
—Yo insistí, yo te obligué a hacerlo, no me debés nada —dijo Erica con suavidad, porque podía notar la culpa que lo atormentaba.
Él apretó los labios y luego sorbió otro poco de café, para luego comer un panqueque con frutillas y queso crema. No hacía mucho contacto visual con ella. No era capaz de mirarla fijo.
—Yo te obligué —insistió Erica.
—Pude decir que no, soy tu maestro, se supone que puedo hacerte obedecer —murmuró Fosa mirando el contenido de la taza, con un gesto apenado.
—Pero yo insistí, no es tu culpa.
Él levantó la mirada para poder verla fijo.
—Eso... Fue solo una de las cosas que me hizo Jonathan, el vacío y los choques eléctricos eran sus métodos preferidos —dijo y apretó la taza en sus manos con fuerza—, Gretchen y yo ante los errores damos un golpe con la vara, él... nos daba choques eléctricos. Wolff también lo vivió, supongo que no debe haber querido contarte.
—Me alegra mucho que esté muerto.
—Yo no conocí a Óscar, cuando llegué a Mörder él ya estaba muerto, pero Rata dice que era mil veces peor que Jonathan, y Jonathan era mil veces peor que Gretchen. Supongo que si ella hubiese tenido hijos, estos hijos habrían sido más suaves. Parece una cadena.
Chris y Lucas aparecieron en la cocina, por lo que Erica y Fosa dejaron de hablar sobre esos temas y ocultaron el tema del vacío y el goteo.
Luego de desayunar, ambos se habían ido arriba a entrenar y Erica solo se quedó leyendo un par de libros en el living. Tenían una amplia biblioteca en la casa con toda clase de libros, incluso de guerra y estrategia. Pero luego se cansó de leer y decidió llamar al Loco para ver qué tal iba todo en la casa. No se dio cuenta de cuánto lo extrañaba hasta que oyó su voz. Todo parecía ir bien, se oía a Jack en el fondo que jugaba con Tahiel, y también se oía la risa de Rata.
—¿Todo está bien, amor? —preguntó él luego de un largo silencio entre ambos.
—Te extraño mucho —dijo con angustia—. Pronto ya voy a volver, pero te extraño mucho.
—También te extraño, mein Liebling, ¿el Gusano te está tratando bien?
—Como se puede esperar de él —dijo y miró hacia la puerta para asegurarse de que Fosa continuaba arriba—. Creo que extraña a Gretchen.
—¿Está tocando el violín?
—Sí.
—La extraña mucho entonces, pero no lo va a admitir —dijo el Loco con un suspiro—. ¿Está bebiendo más?
—También.
—Voy a enviar a Rata entonces.
—Él se va a enojar mucho si lo hacés —se quejó Erica—. Decime qué tengo que hacer.
—Prefiero enviar a Rata...
—¿Qué tengo que hacer? —insistió con molestia.
Él resopló y el sonido se escuchó muy bien en el teléfono.
—Hay que hacerlo enojar y que rompa algo, o va a matarse poco a poco, pero es peligroso hacerlo enojar, por eso es mejor que vaya Rata solo un rato.
No hablaron mucho más luego de eso, y tampoco tardó tanto en llegar Rata, tan solo unas horas después, durante la siesta, Rata había entrado en la casa. Se asustó al ver a Erica tan lastimada, pero la dejó tranquila para poder ir en busca de Fosa, quien entrenaba arriba con Chris mientras que Lucas descansaba un rato en la habitación.
Chris había bajado casi al instante cuando comenzó la discusión. Los gritos se oyeron enseguida, insultos y golpes le siguieron, y aunque Chris quiso impedir que Erica subiera las escaleras ella subió de todas formas. Abrió los ojos con sorpresa al ver como se revolcaban por el suelo lanzándose golpes. Los había visto pelear en la fiesta del casamiento, pero nada parecido a lo que veía ahí. La sangre no tardó en notarse en ambos, Rata le había hecho una llave de sumisión al cuello a Fosa y lo mantenía retenido.
—¡Controlate, Nahuel!
—¡Vos sos el que viniste a insultarme! —se quejó Fosa y lo golpeó en las costillas.
—¡Me vas a hacer enojar de verdad! —gruñó Rata.
Fosa volvió a golpearlo con fuerza y Rata lo colocó contra el suelo, golpeándole la cabeza y manteniéndolo estable.
—¡No sos Jonathan! —le gritó—. ¡No lo sos!
El gesto en el rostro de Fosa era tan doloroso que Erica sintió una fuerte opresión en su pecho al verlo.
—¡No sos un puto robot, Nahui, llorá! —le gritó Rata y lo retuvo con más fuerza.
Fosa sin embargo no respondió, pero comenzó a tranquilizarse y Rata terminó por aflojar su agarre.
—Dejá de tomar para esconder el dolor, sos peligroso alcoholizado y tenés a tres chicos en la casa —dijo Rata con suavidad—. ¿Estás mejor?
Fosa solo asintió y se levantó solo un poco para poder sentarse, sangre caía por su nariz y boca, la cual se tocó y observó en sus dedos. Se puso de pie rápidamente para salir de allí.
—¡Solo es sangre, Nahui!
Erica se alejó de la entrada, Fosa apenas si le dirigió una mirada y bajó corriendo las escaleras para poder encerrarse en su habitación. Tenía que bañarse y quitar toda esa sangre.
—Hola, ex esposita —dijo Rata al acercarse a ella y apoyó su mano en la cabeza de Erica—. Tu marido anda histérico, tuve que golpearlo un par de veces para evitar que viniera como un desquiciado a recuperarte.
—Gracias —dijo Erica en un susurro, pero no lo miró a los ojos—. Por ayudar a ambos.
—Son unos imbéciles hijos de perra, pero son mis amigos.
Bajaron las escaleras juntos y él se acercó a la bacha de la cocina para poder lavarse la cara con sangre, luego se sirvió una taza de café y bebió un largo trago.
—¿Vos estás bien, Bombita? —preguntó sin mirarla.
Ella no respondió, no podía contarle lo del vacío, él también sería capaz de ir y matar a Fosa, por eso desvío el tema de conversación.
—Dicen que sos un hijo bastardo de Óscar Moms...
—Jonathan mató a todos sus hermanos, incluso los bastardos. Si yo fuera uno, ya estaría muerto desde hace muchísimos años —dijo con una sonrisa torcida—. No sé quién empezó ese rumor estúpido, pero siempre me causó mucha gracia que creyeran que un bruto como yo era miembro de la elegante familia Moms.
—Me enteré también que Fosa no puede dormir a veces porque traés mujeres muy gritonas a la casa —se rió Erica y él la imitó.
—Lo hubieses comprobado, pero preferiste el trozo de verga de Wolff y no mi experiencia —dijo con una risotada y le acarició la cabeza con cariño.
—¿Envidia de su trozo de verga?
—Obvio, se mete en vos todo el tiempo —dijo con una risotada y la despeinó con cariño—. Tengo que irme, cuidate y cuidalo, Nahuel parece indestructible pero es tan frágil como una torre de cartas.
Sin decir mucho más él se fue de ahí y la casa volvió a quedar en silencio, Chris se había quedado en la habitación para descansar un rato, mientras que ella miraba la puerta de la habitación de Fosa. Llevaba ahí ya una hora y media, por eso golpeteó la puerta. Nadie le respondió. Volvió a golpearla con más fuerza.
—Si marcás mi puerta te voy a matar —dijo él desde adentro—, pasá, Bombita.
«Okay, ya no soy Erica, volví a ser la Bombita...»
Abrió la puerta con cuidado, Fosa estaba sentado sobre la cama mientras se colocaba las zapatillas, tenía el torso desnudo y con eso podían verse en él sus músculos y sus muchas cicatrices de quemaduras en brazos y pecho.
Se quedó en silencio, observando cómo se colocaba una remera blanca.
—A tu esposo no le va a gustar nada que mires a otro hombre vestirse —dijo él con un tono de voz algo más alegre.
—Sería un tarado si se pusiera celoso de vos —se rió Erica.
—Sí, pero es bastante estúpido e impulsivo, parece olvidarse que no me interesan las otras personas.
Erica se acercó hacia él, que la miró hacia los ojos grises.
—No sos Jonathan —le dijo ella y él apretó los labios—. Jonathan no me hubiese abrazado luego del vacío ni hubiese buscado reconfortarme, y mucho menos me habría dado su cama o preparado un desayuno bonito.
Él no respondió nada, pero por sus expresiones parecía no creer en esas palabras.
—No sos Jonathan —repitió.
—¿Recordás lo que te dije durante el vacío? —preguntó él con seriedad y ella asintió—. Sos fuerte, sos valiente, sos inquebrantable, y podés lograr todo lo que te propongas. Decilo todas las veces que sea necesario, antes de dormir o cuando quieras, pero repetilo una y otra vez hasta que lo creas, estés en el vacío o no.
Erica asintió con sus labios apretados, sentía de repente mucha angustia en su garganta.
—Y lo más importante, llorá todo lo que desees, expresate todo lo que desees, no importa si me quejo o me molesta, sé humana, siempre.
Fosa se puso de pie y luego de mirarla fijo ella lo abrazó, y él no rechazó el abrazo, la aferró con fuerza.
—Lástima que la gente no se da la oportunidad de conocerte —dijo Erica y lo abrazó con fuerza.
—Porque soy un hijo de puta insensible.
—Sí —admitió Erica—, pero también sos amable.
—Vos y Martín son mis únicos alumnos que llegaron a conocer estas partes de mí, y solo Omar y Jack me conocen lo suficiente como para no odiarme —dijo en un susurro—. Incluso para Gretchen era un arma que podía usar cuando quería, mientras que para Omar y Jack... solo soy el bastardo hijo de puta con el que pueden bromear cuando quieren, no soy un arma, no con ellos.
—Nahuel —dijo ella y Fosa abrió los ojos con sorpresa al oír su nombre—, vos también sos fuerte, valiente e inquebrantable, y también sos un humano.
Él no dijo nada, pero se alejó enseguida para poder tomar su paquete de cigarrillos y encender uno. Y, pese a lo mucho que él fumaba, el lugar de olía fresco, limpio y con un delicioso aroma a lavandas.
—Gracias, Bombita, pero halagarme no te va a salvar de mi duro entrenamiento mañana —dijo y sopló el humo de su cigarrillo, para luego sonreír.
Erica no dijo nada, solo le sonrió y luego comenzó a reírse.
Durante el resto de la tarde, cuando sentía nuevamente que estaba en el vacío, se repitió las palabras de Fosa, una y otra vez, hasta creerlo, hasta sentir que era capaz de todo.
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