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Capítulo N° 53

Tomados de la mano y, por primera vez en su vida, con los nervios que lo obligaban a zapatear, el Loco y Erica se encontraban sentados frente a la jueza a quien oían hablar con emoción y ansiedad. Junto a ambos se encontraban Chris a la izquierda de Erica, y Sveta a la derecha del Loco.
Tras ellos, en asientos, estaban Lucas con Jack sentado sobre sus piernas, Thamma y Serge cerca de él, y también se encontraban doña Lara y su esposo.

El Loco y Erica debieron firmar un par de documentaciones, él con una sonrisa nerviosa, y luego de que ambos firmasen fue el turno de Chris y Sveta.

La jueza les enseñó la libreta roja con una sonrisa, ya firmada y sellada.

—Habiendo ya firmado testigos, contrayentes, y oficial público, los declaro en nombre de la ley unidos en matrimonio, los felicito.

El Loco tomó la libreta roja en su mano temblorosa y luego a Erica de las mejillas para poder besarla, con una sonrisa llena de felicidad, como si estuviese dentro de un sueño.

Los flashes de las cámaras no se hicieron esperar, igual que los aplausos y chillidos de alegría en los presentes. Uno por uno fueron abrazando y felicitando al nuevo matrimonio y, al salir del registro civil, les arrojaron arroz en medio de risas.

—Tonta, me hubieses dicho y te compraba otro vestido —le dijo Chris a Erica al abrazarla, pues ella tenía puesto aquel vestido blanco que él le regaló tiempo atrás en Mörder—. Te ves hermosa.

—Quería usar este, es especial —dijo ella con una sonrisa—, porque me lo diste vos cuando recién empezábamos nuestra amistad.

Se tomaron un par de fotos allí con todos y conversaron con Lara y su esposo, ella muy entusiasmada por el casamiento, y muy agradecida de haber sido invitada.

Luego de tomarse fotos regresaron a la casa en distintos vehículos para poder almorzar y brindar todos juntos, incluso con Lara y su esposo, pues habían cerrado el sótano para ocultar las armas y dejado a Hund correr en el patio, solo para que los vecinos pudieran estar en el brindis.

El Loco tomó de la cintura a Erica para besarla, y luego le dio un fuerte abrazo. Sentía sus ojos humedecidos, debió parpadear un par de veces para evitar llorar de la emoción y felicidad que estaba sintiendo.

—Ya está hecho, ya soy tu esposo —dijo él con una sonrisa y le dio un beso en los labios—. Ya no hay vuelta atrás, ¿eh?

—Existe el divorcio —bromeó ella y lo abrazó con cariño—. Me siento honrada de ser tu esposa.

—¡A brindar! —chilló Sveta dando pequeños saltitos mientras servía champagne en copas—. Un brindis por mis queridos amigos, el alemán y la pequeña, que su felicidad sea infinita, sean prósperos y tengan una larga vida juntos.

Se resistió a decir todo lo que ansiaba por la presencia de los vecinos, no podía hablar de sangre y muerte.

Chocaron las copas con ánimo y comieron juntos, y luego de ello los vecinos se fueron a su casa. Allí solo quedaron ellos con su grupo de amistad, que encontraban más y más motivos para brindar cada vez.

—Luego a la iglesia, ¡uf, no entro en una iglesia desde...! ¿Desde cuándo? —dijo Sveta con un gesto torcido que los hizo reír—. No lo recuerdo, ¿entré alguna vez en una iglesia?

—Para matar a alguien, seguramente —se rió Serge.

—Puede ser, puede ser...

El Loco no podía dejar de mirar a Erica a su lado, le besaba la mano con con una sonrisa emocionada. Aún le costaba creer que estuviesen casados, que fuera algo real y no un sueño ni producto de su imaginación. Y Erica se veía tan feliz que parecía incluso irradiar luz, y eso lo hacía incluso más feliz a él, porque notaba que la emoción era mutua.

—«Esposos» —dijo el Loco con una risita nerviosa—, qué extraño decirlo.

Guardaron muy bien la documentación, era algo importante que no debían perder. Esa libreta roja era, en ese momento, el objeto más importante y valioso en la vida del Loco.

Continuaron arreglando los detalles para la boda en la iglesia y la fiesta luego de esta, por ello Erica se había ido a la casa de Fosa y Rata para prepararse allí, pues Sveta insistió en que no debían verse antes de la iglesia, fue muy intensa con esa idea.

Cada uno se arregló por separado, y en la casa Erica se bañó y secó con cuidado su cabello. Fosa le había preparado un té junto con Serge, quien le ayudaba a Erica a peinarse, para luego ayudarle a colocarse el vestido que Chris le había regalado, y mientras se lo abrochaba detrás ella se dedicó a maquillarse el rostro.

—¿Estás nerviosa? —le preguntó Serge con una sonrisa.

—No, estoy feliz —dijo Erica con una sonrisa y luego bajó la mirada—, solo quisiera que mi familia pudiera verme...

Ma princesse, ellos te miran —dijo Serge con cariño al tomar una de sus manos—, y ven que eres la novia más hermosa del mundo.

—Con ese maquillaje jamás —agregó Fosa en un siseo, quien la tomó del mentón para verla de todos los ángulos.

Tomó una brocha con cuidado y retocó la sombra café y rosada en los párpados de Erica, luego le puso un poco más de rubor e iluminador en las zonas claves de su rostro, como sus pómulos, la punta de la nariz y el arco de Cupido sobre sus labios. Perfiló con sumo cuidado las cejas de Erica para que se vieran perfectas.

—Así está mejor —dijo él con el rostro serio.

Erica se miró en un espejo y luego dirigió su mirada hacia él.

—¿Cómo es que sabés hacerlo?

—Te lo dije, yo ayudaba a Gretchen en las galas, tenía muy pocos minutos para arreglarse y yo le ahorraba gran parte del trabajo.

—Podrías ser estilista —dijo con una risita.

—No.

Se colocó un labial nude en los labios y comenzó a arquear sus pestañas, a las cuales le colocó máscara y luego los miró. Ambos estaban ya listos, Serge llevaba un traje azul marino que resaltaba sus profundos ojos azules, con zapatos bien lustrados y una corbata, se veía muy elegante. Fosa, por su parte, estaba vestido por completo de negro, con un traje de tres piezas, donde el chaleco tenía delicados bordados en plateado.

Fosa estaba sentado cruzado de piernas en una pose elegante, esperando a que Erica finalizara de prepararse. Ella lo observó de reojo, se veía hermoso y con una presencia imponente que demostraba su correcta educación con los Moms. Llevaba sus guantes negros de cuero, aunque había dicho que no usaría máscara debido a que ya todos sabían que estaba vivo, y nadie se atrevía a decir una sola palabra de sus cicatrices.

—No puedo creer que esté por entrar en una iglesia —dijo Fosa con ella tomada de su brazo cuando llegaron. Serge se había adelantado ya.

—Tal vez nos prendamos fuego —bromeó Erica algo nerviosa.

—Mala broma, Bombita.

Ella tragó saliva y torció sus labios al percatarse del mal chiste.

—Perdón...

Cuando ingresaron una vez todo estuvo listo, un coro cantaba por alguna parte de la iglesia. Erica respiró lento y hondo tal y como le había dicho Fosa que hiciera mientras avanzaban, y mientras más se acercaba al Loco, quien estaba junto a Sveta, más nerviosa se ponía.

Él, con sus ojos celestes clavados en ella ante cada paso, no pudo evitar la sorpresa al verla con ese bello y delicado vestido de encaje blanco con corte de sirena, lo que resaltaba sus caderas. Sus ojos se llenaron de lágrimas y parpadeó varias veces para no darle el gusto a Rata de llorar, no cuando lo estaba apuntando con una cámara y una sonrisa bromista. Sin embargo, ante cada paso, cada vez que Erica se acercaba más y más con esa gran, hermosa y brillante sonrisa, las lágrimas terminaron por caer y se cubrió el rostro con las dos manos para evitar que Rata lo tuviese filmado.

Cuando Erica llegó hasta él, Fosa se quitó uno de los guantes y apoyó su mano desnuda en la mejilla de ella, para luego depositar un beso en la coronilla de su cabeza, junto a su bello peinado con florecitas blancas.

—Si te hace daño, lo mato. Si te arrepentís, te saco de acá ya mismo —le dijo en un susurro.

Erica lo abrazó con cariño y, aunque lo esperó, él no se molestó por ello e incluso devolvió el abrazo.

Ya junto a un Loco muy emocionado se tomaron de las manos y comenzó la ceremonia.

—Estás hermosa —le susurró al oído.

—Vos también lo estás.

Y no mentía, llevaba un traje celeste claro de tres piezas, con el chaleco bordado delicadamente en blanco y su cabello peinado hacia atrás. Sus músculos resaltaban incluso con el delicado y fino traje.

La ceremonia a ninguno le importaba, toda la misa, el sermón del cura, les parecía insoportable, e incluso se oyó el bostezo de Sveta junto al regaño bajo de Thamma por ello.

—Si alguien interrumpe lo voy a matar —susurró él en el oído de Erica.

—Fosa, seguro.

—Ya está muerto entonces.

Ocultaron su risita hasta que llegó el momento que más ansiaban: los votos.

—Yo, Jack, te recibo a vos, Erica, como esposa, y prometo serte fiel tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándote y respetándote durante toda mi vida, hasta que mi corazón deje de latir.

Le colocó el anillo en el dedo anular, con sus manos aún temblorosas y una sonrisa dulce en su rostro, especialmente cuando tocó el turno de Erica.

—Yo, Erica, te recibo a vos, Jack, como esposo, y prometo serte fiel tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándote y respetándote durante toda mi vida, hasta que mi corazón deje de latir —sonrió, para luego susurrar—, e incluso así seguiré amándote.

Colocó el anillo en su dedo anular y miraron al cura sin saber muy bien cómo seguir, quien continuó diciendo algunas palabras, para luego agregar:

—Por el poder que me confiere, los declaro marido y mujer. Pueden besarse.

Antes incluso de que terminara la frase, Erica ya lo había tomado del rostro a su esposo para besarlo profundamente.

Los aplausos no se hicieron esperar, tampoco los silbidos entusiastas de Rata o los chillidos y saltos de Sveta, ambos eran los más emocionados con la situación.


Viajaban solos en el auto para darle tiempo a los invitados de llegar al salón. Se suponía que debían sacarse fotos, pero prefirieron mantenerse abrazados en el auto. Ninguno podía creer que estuvieran casados en verdad, que todo fuera real.

—Estás tan hermosa, mi amor, sos tan perfecta —le dijo él al tomarla del rostro para observar cada rasgo en ella—. Te amo tanto, tanto.

—También estás hermoso, y también te amo.

El teléfono de él comenzó a vibrar en su bolsillo, y mientras atendía la llamada, Erica observó su alianza de oro en el dedo anular con un bonito grabado de plumas rodeando una pequeña piedra brillante.

—Dice la rusa que ya bajó Vanyusha de su jet privado, que no tardará en llegar con los miembros importantes de los Capa Roja.

—Si viene Misha ya no me importa, estoy demasiado feliz como para molestarme.

Él asintió y arrancó el auto para poder manejar hasta allí, con su mano derecha tomada a la de Erica. Solo la soltaba si tenía que colocar un cambio, pero luego volvía a entrelazar sus dedos con ella mientras le acariciaba el anillo.

—¿Te dije alguna vez que tenés unas manos hermosas? —dijo con una sonrisa, con su vista fija en el frente—, delicada y bella, ideal para llevar anillos. Mi anillo.

Erica solo sonrió ante sus palabras. Y cuando llegaron al salón, con la luna y las estrellas ya en el cielo, ingresaron y fueron recibidos con aplausos. Ambos se sorprendieron por la canción que sonaba allí: Savin me, de Nickelback.

—La... rusa me preguntó qué canción me hacía pensar en vos... —susurró él con sorpresa.

—¡Beso, beso, beso! —chillaban Sveta y Rata golpeando las mesas con sus palmas.

Erica y el Loco no se hicieron desear, se besaron con cariño frente a sus amigos. Y, con un rápido vistazo, se percataron de todos los que estaban allí y se acercaban a saludarlos. Los amigos de siempre, amigos locos de él que lo abrazaron con cariño, algunas otras personas de Mörder, pero también habían algunos barrenderos con los que Erica se llevaba bien.

Ambos se tensaron un poco cuando Serge se acercó junto con Julio, él vestido con un elegante traje negro, una camisa blanca y una corbata azul marino que combinaba con el traje de Serge. El Loco se puso serio pero tomó la mano que Julio le extendía.

—Felicidades, Wolff —le dijo Julio con su mirada fría usual—. Mucho mejor que la estúpida de mi hermana.

—Gracias, ¿sin resentimientos? —dijo el Loco al apretar su mano—. Por la próxima muerte de tus hermanos.

—Por supuesto. Aunque tu esposa tal vez no piense igual —dirigió su mirada hacia Erica, abrazada a Serge, quien le besaba las mejillas—. Peleamos una vez.

—Tal vez no piense igual si sabe que me besaste en el pasado.

—¿Lo hice? No lo recordaba —dijo Julio con una sonrisa torcida—. Eso explica el odio de mi hermana hacia mí.

—Lo dudo, nunca se lo dije. Te hubiese matado —se rió y palmeó su espalda de forma algo ruda—. ¿Tu guardia...?

—En mi mesa, tiene miedo de acercarse —confesó Julio y movió un mechón de cabello hacia atrás, con gracia—. Se portó muy irrespetuoso con la Princesa y lo sabe.

—No queremos peleas hoy, pero Erica ansía golpearlo.

—Con Serge les tenemos un regalo de bodas, aunque puedo sumar el golpe a Akihiko como un regalo de él. Claro que no se negará.

Erica y Serge se soltaron, y ella miró fijo a Julio a los ojos oscuros. Frunció el ceño al verlo y apretó los labios, pero aún así extendió su mano para saludarlo.

—Gracias por venir —dijo de forma fría—, y felicidades también.

—Qué mirada, muy distinta a la de hace meses —sonrió hacia un costado—. Felicidades, Princesa. Hoy levantamos una bandera blanca entre nosotros, por Serge, por supuesto.

—Más te vale no destrozarle otra vez el corazón —gruñó Erica.

Engel, hay bandera blanca hoy —dijo el Loco con un tono de voz frío.

Ella los ignoró y se dirigió a saludar a los demás, y junto con Sveta recorrieron todo el lugar. Ella se había encargado de todo, de contratar  salón, de la organizadora a último momento que decoró todo de esa forma tan bella, de los souvenirs tan peculiares por los que Erica no pudo evitar sonreír –eran cuchillos de lanzar con un grabado con la fecha y sus nombres, muy de ellos–. La luz era fría pero en algunas secciones era cálida sobre unos sillones, y le presentó a los cocineros y camareros que tenían el catering listo.

Sveta explicó que ese salón usualmente lo usaban políticos y jefes de mafias, por lo que si sucedía algo nadie se sorprendería. Había un gran jardín con piscina donde cualquiera podía estar.

Un vals comenzó a sonar, lo único que el Loco sabía bailar por haber convivido con los Moms. Con una sonrisa tomó a Erica con delicadeza y bailaron sin dejar de mirarse a los ojos. No necesitaban palabras para decirse lo que sentían, sus ojos eran suficiente, sus miradas decían las más bellas poesías.

—Bailás muy bien —le dijo Erica con una sonrisa.

—Gracias, tuve clases obligatorias al igual que Nahuel —respondió con una sonrisa—, pero él no va a bailar ni borracho.

Sveta bailó con él una vez que Chris pidió bailar con Erica, quien se sorprendió de ver que bailaba muy bien, pero cuando vio la alegre sonrisa de Lucas extendiéndole la mano, se abrazó a su cuello para abrazarlo.

—Lu —le dijo con alegría—, me alegra tanto que compartas esto conmigo.

—Somos familia, ¿verdad? —dijo con una sonrisa.

Bailaron allí junto a otras personas que se unieron junto a ellos, como Serge y Julio, a quienes Erica miró con curiosidad. Se relajó al ver la mirada de Julio que lo decía todo sin necesidad de palabras.

Luego del vals se sentaron a comer, Erica estaba realmente hambrienta, y a su lado se sentó su adorado esposo, quien le besó la mano con cariño luego de conversar con varias personas.

—Vinieron tus compañeros locos —dijo Erica con una sonrisa.

—Claro, estamos juntos desde adolescentes —dijo con una risita y sorbió un trago de vino—. No somos los mejores amigos pero somos compañeros, y daríamos la vida por los otros.

La cena consistía de tres platos, que uno a uno fueron pasando por las mesas con una suave música de jazz ahí, que luego se convirtió en la música francesa que Erica escuchaba usualmente.

Justo en medio de la cena se abrió la puerta y entraron varias personas encapuchadas en rojo y, entre ellos, vestido de traje negro y con una mano en el bolsillo caminaba un joven de rostro serio y anguloso. El lugar se volvió silencio absoluto y muchos tomaron sus armas bajo la mesa, hasta que se oyó el chillido de Sveta, quien se acercó corriendo con su largo vestido de gala azul.

—¡Mladshiy brat! —chilló ella y se detuvo frente al joven.

Él la miró de arriba hacia abajo con su rostro serio y frío como el mismo invierno ruso, para luego abrazarla y besar sus mejillas. Se mantuvieron abrazados por unos instantes, y mientras que el Loco se ponía de pie tomando de la mano a Erica para acercarse, Sveta lo guiaba de la mano hacia ellos.

—Volkov —dijo el Loco y asintió con respeto al extender su mano hacia él.

—Wolff, pozdravleniya —respondió al aceptar su mano, con ese rostro serio e impasible.

—No sé qué mierda me dijiste, pero danke sehr.

—Dice «felicidades» —tradujo Sveta con una sonrisa, para luego tomar a Erica de una mano y enseñarla hacia su hermano, le dijo algo en ruso que ella no entendió.

Vanyusha extendió su mano para saludar a Erica, y aunque ella la aceptó se quedó viéndolo fijo a los ojos oscuros. Su piel era blanca, sus pómulos altos y de mejillas delgadas, sus ojos eran pequeños pero de mirada fuerte e intensa gracias a sus cejas caídas de forma intimidante. Era atractivo, bastante, y se parecía mucho a Sveta.

Do you speak english? —dijo él, su voz era menos grave de lo que ella había imaginado, pero igual de fría que su mirada.

Français? —preguntó ella, pues no era muy buena en el inglés.

Oui, princesse.

Es un placer conocerlo al fin, Volkov, Sveta me ha hablado mucho de usted —dijo Erica en francés y asintió con respeto, pues estaba ante el mismísimo líder de la mafia rusa.

El placer es mío, mi hermana también me ha hablado mucho de ti —admitió Vanyusha con sus ojos oscuros posados en los grises de Erica, la miraba de forma intensa—. Eres más bella de lo que me contó, sus palabras no te hicieron justicia...

—Controlá a tu hermano, rusa —gruñó el Loco hacia Sveta—, no me gusta cómo la mira.

Sveta regañó a Vanyusha, y al hacerlo uno de sus hombres pareció muy decidido a frenarla, sin embargo él giró hacia su guardia con una mirada tan dura y fría como glaciar, que el miembro de los Capa Roja solo bajó la mirada pidiendo disculpas.

My apologies, Wolff, your wife is truly beautiful —dijo con seriedad.

I know.

El Loco extendió su mano para invitarlos a sentarse en la mesa principal, solo dos de sus hombres podrían estar a su lado, el resto tenía una mesa cercana desde donde podrían vigilar a su jefe.

Sveta se sentó al otro lado de Erica, entre ella y Lucas, quien estaba realmente nervioso por estar frente a la mafia rusa.

—Tranquilo, solnyshka, estás bajo mi protección al igual que toda nuestra pequeña familia especial —dijo Sveta con una sonrisa.

Continuó la cena, aunque Vanyusha miraba bastante a Erica y Lucas, con esa mirada fría y sus gestos duros.

—Los rusos no solemos mostrar mucho frente a desconocidos, es usual mantenerse inexpresivos —explicó Sveta a Erica, quien levantó una ceja al verla—. Yo llevo casi dieciocho años en este país, las costumbres argentinas cambiaron mi forma de actuar. Antes ni en cien años los hubiese abrazado sin ser familia.

Luego de cenar, música de baile comenzó y con ello Erica salió a la pista a bailar con Chris, Lucas y Thamma, también se unieron Rata y Sveta a ellos. En la mesa quedaron Vanyusha junto a sus dos guardias y el Loco, aunque rápidamente se sentó Fosa junto a él, quien solo asintió hacia Vanyusha y lo saludó con respeto en ruso.

Otros tres que se acercaron allí y que hicieron a más de uno temblar, fueron Julio y Serge, escoltados por Akihiko.

—Vanya —dijo Julio con su rostro serio y su mirada fría.

—Julio —dijo el otro mirándolo de la misma forma.

Se saludaron con un tosco apretón de manos y sus ojos oscuros que se miraban de una forma intimidante. Ambos eran los hermanos menores de una mafia, ambos eran considerados el ejemplo de la familia, por ello no se soltaron las manos por un rato.

—Serge, andá con tu amiga si lo deseás —le dijo Julio a su pareja, sin mirarlo.

Vanyusha siguió con la mirada a Serge, para luego mirar nuevamente a Julio fijo a los ojos. Extendió una mano para invitarlo a sentarse con ellos, y con un chasquido de dedos sus dos guardias se pusieron de pie. Uno de ellos le extendió un cigarrillo encendido, para luego retirarse ambos.

—Aki —dijo Julio enseguida.

Akihiko hizo lo mismo, cortó su habano para luego encenderlo y alejarse de allí.

De haber sabido que este maldito estaba invitado no hubiese permitido que viniera Serge —dijo Julio en alemán, a sabiendas de que Vanyusha no entendía la lengua.

Hoy hay bandera blanca, los problemas que tengan entre ustedes los resuelven fuera —gruñó el Loco en respuesta.

¿Sabías que es considerado el nuevo Liosha? Dicen que es incluso peor que él.

—También dicen que vos sos el nuevo Jonathan, y que sos peor que él —dijo el Loco—. Y ambas situaciones son ciertas.

—Yo no he torturado niños en una habitación oscura para convertirlos en el mejor asesino —se defendió Julio y sorbió un trago de vino, el cual levantó hacia Nahuel—. Debo agradecerte haberlo matado.

No te agrado porque soy igual a ti —dijo Vanyusha en inglés para que el Loco pudiera entender, pues Julio sí hablaba ruso. Sopló el humo de su cigarrillo y agregó—: ¿Verdad, Moms? Mi abuelo tampoco se llevaba con tu padre, decía que era un imbécil hijo de perra, pero fueron lo suficiente inteligentes para saber hacer negocios aún siendo ambos unos hijos de perra traicioneros.

Lo lamento, Vanya, los iguales se repelen —Julio sopló el humo de su habano y sonrió de costado—. Hablando de negocios, ¿tú les darás las armas que matarán a mis hermanos?

Me habría encantado que una de mis armas diera justo en el corazón de Gretchen, pero Wolff ha rechazado mi oferta —Vanyusha asintió hacia el Loco con respeto—. Es una verdadera lástima.

Sería una lástima que Svetlana muriera en esa batalla.

—Si mueren las dos, entonces será equitativo. De lo contrario, el siguiente serás tú —dijo Vanyusha con una mirada más dura y amenazante que antes.

El Loco sorbió un trago de vino, y a su lado Fosa le susurró:

—Mala idea juntarlos.

—Lo sé.

Tendrías que pasar sobre mis yakuza —dijo Julio de forma soberbia, esta vez en ruso.

Tu pronunciación es bastante buena —admitió Vanyusha en ruso y sorbió un trago de vino—. ¿Te enseñó Héctor? Él habla fluido gracias a mi hermana.

—Soy el mejor de mis hermanos, sé más lenguas que ellos, me dediqué a superarlos y superarme a mí mismo.

—Una pena que haya perdido Naemniki, siempre era bueno hacer negocios con él —Sonrió con malicia antes de agregar—: Lástima que va a morir, voy a disfrutar cuando se desangre por haber llevado a mi sobrina a la tumba.

Al instante Julio le puso una pistola en el cuello, pero Vanyusha también lo tenía apuntado de igual forma. Tras ellos se habían colocado los Capa Roja y Akihiko junto a Serge.

Retráctate —dijo Julio entre dientes—. Que tu sobrina fuera una inútil de mierda no es culpa de mi hermano.

—Que tu hermano fuera un líder de mierda incapaz de conservar su propia sede, tampoco es culpa de mi sobrina —dijo Vanyusha con frialdad.

—Si van a pelearse se van —dijo Erica cruzada de brazos con su mirada fija en ellos—. No me sorprende para nada de vos, Julio, pero de él sí —miró con dureza al líder de la mafia rusa.

Vanyusha la miró de reojo e hizo a un lado la pistola, Julio lo imitó, sin embargo sus guardias se quedaron cerca por si se repetía la situación.

—Están los niños ahí —gruñó Erica al señalar la habitación donde Jack y Tahiel dormían—. Si algo les pasa por su culpa, ¿en cuántas partes querés que corte tu cuerpo, Julio?

Fosa sonrió y levantó la barbilla al oírla, con un leve brillo en sus ojos cargado de orgullo.

—Por alguna razón siento que las amenazas son solo hacia mí y no hacia Vanya —dijo Julio y se acomodó el saco con elegancia.

—No soy tan estúpida para amenazar a la mafia rusa —se rió Erica.

—Sí lo suficiente para amenazarme a mí.

—No te tengo miedo —Erica lo miró fijo a los ojos oscuros como el onix, y curvó sus labios en una sonrisa—. Lamento romperte el corazón.

—Julio —dijo Serge con dureza y le dió un golpe en la nuca.

—Bandera blanca, Princesa —Fue lo único que dijo Julio y sorbió de su vino.

Luego miró hacia el Loco, que solo tomaba vino junto a Fosa, ambos muy divertidos por la situación. Miraba a su esposo con molestia, parecía decirle con su mirada «no es gracioso», motivo por el que él la tomó de la mano y la instó a sentarse en las piernas para poder abrazarla. Le besó un hombro con cariño.

—Nunca creí ver a una mujer amenazando de frente y sin miedo a Julio —le susurró al oído—. ¿Ya he dicho lo mucho que te amo?

—Si la próxima no los frenás vos, el lunes firmamos el divorcio.

—Ay, tenés que admitir que es divertido verlos pelear —dijo con una risita y volvió a darle un beso—. Creo que Vanyusha también quería que lo insultaras...

Erica dirigió su mirada hacia él, la miraba de forma intensa y aunque sus expresiones faciales eran duras y frías, sus ojos brillaban como si hubiese descubierto una piedra preciosa.


Luego de bailar y divertirse en medio de la pista por una hora, Chris salió al patio exterior a fumar. Estaba caminando entre los árboles cuando escuchó un extraño sonido, despacio y con su pistola en mano caminó lentamente hacia allí. Se asomó por una pared y así pudo ver a Lucas sentado al borde de la piscina, con una botella de vino en la mano y sus pies dentro.

—Lucas, ¿qué hacés acá solo?

Él se sobresaltó pero no giró para verlo, solo tomó el vino en su mano y dió un largo trago. Chris se acercó a él mientras guardaba la pistola tras el saco.

—¿Estás bien?

Cuando se agachó a su lado, Lucas le corría el rostro y se concentraba en mirar a otro lado. Chris entonces se quitó los zapatos, las medias y arremangó su pantalón para poder introducir sus pies en la piscina como él.

Lucas no dijo nada, miraba hacia otra parte y bebía directo de la botella, pero Chris notó la forma en que su torso se movía en pequeños espasmos.

—¿Querés que me vaya?

—Como quieras, da igual.

Su voz estaba cargada de angustia, de dolor, y eso delató por completo que estaba llorando, pese a sus intensos esfuerzos por disimularlo.

—Lucas... —Chris habló con suavidad y fumó de su cigarrillo, para luego extender su paquete hacia él y ofrecerle uno.

Él lo tomó con algo de dudas, aún con su mirada baja, y lo encendió con ayuda de Chris.

—¿Es por la pelea que se viene? —preguntó de forma gentil—. Ambos son fuertes, en verdad. Van a estar bien.

—¿Conociste a Sabatini?

—Sí, un hijo de puta —gruñó Chris con asco.

—¿Lo viste torturar alguna vez? —su voz estaba cargada de dolor y angustia.

Chris lo miró en silencio y de reojo, para no invadirlo, porque Lucas continuaba con la mirada esquiva, incluso cuando el brillo de sus mejillas húmedas se notaban allí.

—Lo vi dispararle a mi hermano en puntos no vitales para hacerlo sufrir, una y otra vez.

Lucas dejó ir el humo de su cigarrillo y tomó otro poco de vino, para luego extenderle la botella a Chris, quien también bebió.

—La pregunta era: «¿Te cogiste a Erica?» —dijo Lucas—. «No», era mi respuesta, a eso seguía un golpe. «¿La besaste?». No. Un azote. Y luego, día tras día. «¿Te cogiste a Erica?», y siempre era «no», y entonces me cortó un dedo del pie y continué gritando que no aunque me quería morir ahí mismo. «¿Estuviste con Erica?», y me cortó una falange de la mano, y así continuamente. Otra falange, luego otra del siguiente dedo, y otra falange más. Los disparos, los golpes y azotes, los abusos, todo...

—¿Y decías la verdad? —preguntó Chris intentando ser cuidadoso.

Lucas apretó los labios con fuerza y las lágrimas volvieron a caer por su rostro, aunque parecía resistirse a gemir del dolor que sentía en su pecho.

—No. La pasamos bien juntos —dijo al fin, con el dolor grabado en su voz—, hace cinco años que ella me gusta, hace nueve que yo le gusto. Mentí porque sabía que él la mataría, él iba a matarla y... —gimoteó pero respiró hondo para poder continuar—. Prefería morir antes de que algo malo le sucediera.

—Erica también prefería morir antes de que te hiriera más —dijo Chris con suavidad—, ella... ella pudo haberse defendido, pero priorizó tu vida.

Lucas se cubrió el rostro y comenzó a llorar con más fuerza, y Chris apoyó su mano con cuidado en la espalda de él para darle su apoyo. El clima estaba apenas fresco, el viento frío pero soportable hacia danzar sus cabellos en el aire.

—No entendés, nadie lo entiende, solo la Babu entiende —gimoteó—, solo ella.

—¿Qué es lo que nadie entiende?

—¡Me dejé torturar por ella, para protegerla! —gritó—. ¡Me cortaron los dedos y ella...! No sabés todo lo que él me hizo, todo lo que pasé, las partes de mí que fueron tomadas y nunca... nunca va a ser igual —gimoteó—. Me cortaron los malditos dedos, y ella... —bajó la voz antes de agregar—: ella se casó con él...

Chris abrió los ojos con sorpresa, completamente consternado ante semejante información.

—Lucas...

—Estoy verdaderamente feliz por ambos, lo que más deseaba ahí encerrado cada día era que Erica fuera feliz, y lo es —dijo en un susurro y se secó las lágrimas—, es feliz y eso es lo único que importa. Ambos lo son.

Chris no sabía que decir, y su cigarrillo se consumió en su mano. Tomó nuevamente el paquete para poder encender otro. Erica le había contado sobre Lucas, le había dicho siempre lo mucho que él le gustaba,le había contado incluso que ella le había dicho para ser algo más, pero él la rechazó.

—Vos... le dijiste que no...

—No estaba listo, aún no lo estoy —dijo y bebió un trago de vino—, la amo, y a él lo quiero con todo mi corazón, en verdad me gusta verlos juntos y me gusta verlos felices, pero eso... eso no quita que me duela el alma... Eso no quita que verla casarse se sienta como estar otra vez ahí dentro con un alicate cortándome las falanges...

Sin decir nada, pues no sabía bien qué decir, Chris lo abrazó y Lucas lloró con más fuerza en su hombro.

—Lo siento mucho —fue lo único que Chris pudo decir—, lo siento.

Lucas se alejó de él y secó nuevamente sus lágrimas, mientras Chris terminaba ese cigarrillo y él bebía ese vino.

—Sveta lo sabe —susurró Lucas—, él también, me oyó hablarlo con la Babu...

—¿Dijo algo, se enojó?

—Dijo que debí decírselo antes y así él nunca le hubiese pedido matrimonio... —bebió otro trago de vino—, que si yo quería estar con ella podía dejarla.

—Supongo que dijiste que no...

—Lo amenacé con matarlo mientras duerme si le rompía el corazón de esa forma —admitió con un gesto triste—. Me ofreció estar con ella igual o con los dos si lo deseaba, dice que no le molesta si soy yo, pero tampoco acepté. Es tentadora la idea de estar con ambos, pero... Me gusta verlos reírse juntos, me gusta cómo se miran, ya suficiente estoy en el medio en la casa como para estar también en el medio de su relación.

—Cuando esto termine, si querés podés venir conmigo —dijo Chris mirándolo fijo—. Darte un tiempo para sanar.

—No podría alejarme de Jackie, me dolería el alma estar lejos de él, incluso dolería mil veces más que verla casarse.

—Lucas, estás sin tus amigos ni tu familia, en una casa viendo a la mujer que amás con otro. Vení conmigo un tiempo, yo puedo protegerte si tenés miedo de que algo te pase —Con el rostro serio extendió su mano con la palma hacia arriba—. Dame tu teléfono, voy a agendarte mi número.

Lucas tomó su teléfono del bolsillo interno de su saco blanco y luego de desbloquearlo se lo extendió. Chris anotó rápidamente su número allí, pero antes de devolverlo lo miró fijo u con seriedad a los ojos verdes que se veían tristes y enrojecidos allí.

—Cuando quieras tomar una cerveza, un fernet, unos mates o solo fumar en silencio en el patio, me escribís. ¿Está bien?

Lucas asintió de forma sumisa y guardó el teléfono. Se quitó el saco para quedar con esa camisa borgoña que hacía resaltar su cabello rubio bien peinado. No llevaba corbata, se la había quitado hacía horas. Se concentró en ver las estrellas y la luna en el cielo, en sentir el sonido de la copa de los árboles. Era un sonido distinto, tan distinto al de otros árboles. Prestó atención al sonido que hacían sus pies en el agua, al pequeño chapoteo, y a la sensación de sus manos al tocar el pasto.

—No se lo digas a Erica, es capaz de arruinar su vida por mí —dijo con un suspiro.

—No sé a quién se parece —agregó Chris y tomó la botella de vino para darle un trago—. No se lo voy a decir, quedate tranquilo.

—¿Tomarías otro vino conmigo?

—Por supuesto.

Dentro Sveta se encontraba sentada junto a su hermano, con quién conversaba de forma animada para ponerse al día. Hacía muchísimos años que no se veían, desde que ella cumplió catorce y fue enviada a Argentina, y él acababa de cumplir los cuatro años. Compartían la misma madre, pero distinto padre, ambos muertos, aunque el padre de Vanyusha fue asesinado por la misma madre durante su embarazo al descubrir que no solo le estaba robando, sino que le era infiel. Por ello Vanyusha mantenía el apellido Volkov de su madre, a diferencia de Sveta.

Una música lenta comenzó a sonar y Vanyusha se puso de pie para extender su mano hacia Sveta, con una sonrisa dulce que solo le dedicaba a ella.

Khochesh' potantsevat' so mnoy? —le dijo con su mano extendida.

Sveta sonrió con alegría y aceptó bailar con él, tomó su mano para acercarse a la pista de baile.

De lejos, el Loco y Erica los miraban con una sonrisa, ambos sabían lo mucho que Sveta amaba a su hermanito, y notaban también lo mucho que él la respetaba y amaba.

Y mientras que él miraba con una sonrisa a Sveta bailar junto a su hermano, Erica miraba fijo a Julio con Akihiko en otra mesa, pues habían decidido separarlo de Vanyusha por el bien de todos los presentes.

Ese joven japonés que en ese momento solo llevaba una camisa azul se seda y pantalones negros de vestir. Él parecía evitarla, aunque un par de veces Erica se cruzó con su mirada, especialmente luego de que detuviera la pelea del líder de Assassin y el líder de los Capa Roja. Por ello se puso de pie y se acercó a él con una mano en la cadera.

—Mierda —lo oyó decir cuando se acercaba.

Erica se detuvo frente a él aún con una mano en su cadera mientras le dirigía una sonrisa de costado. Akihiko solo asintió con respeto y levantó su copa.

—«Ani», tanto tiempo —dijo con una sonrisa torcida.

—Nunca imaginaste que terminaría siendo la esposa de Wolff, ¿verdad?

—No, no siendo la puta de Sabatini —admitió con una sonrisa torcida.

—Aki —lo regañó Julio y le dijo algo en japonés que Erica no pudo entender, pero ese algo lo hizo abrir los ojos con sorpresa.

—Bueno, debí haberte cogido cuando pude, me quedaré con la intriga toda la vida —dijo con picardía.

—¿Ya te dijeron mi requerimiento para que estés en mi fiesta?

Akihiko asintió y volvió a sonreír con picardía, con sus ojos oscuros clavados en ella de forma intensa.

—¿Qué tanto más fuerte pudiste haberte vuelto? Hazlo.

Erica sonrió con un deje de malicia y se paró firme para poder darle un puñetazo, y esa cara engreída en él le daban más deseos de golpearlo. Impulsó su brazo y le dio un fuerte puñetazo en el rostro que le torció el rostro y lo hizo decir «¡Mierda!».

Akihiko escupió sangre en el suelo y se tocó el labio partido y la nariz que goteaba sangre. Levantó la mirada para verla con sorpresa.

—Oh, ¿no te enteraste, Akihiko? —dijo con una sonrisa egocéntrica y levantó la barbilla—. Soy la aprendiz de Nahuel.

Akihiko miró hacia Julio, que trataba de ocultar su sonrisa divertida tras una copa de vino.

—Con mucho respeto, Julio-sama, le daría un puñetazo.

—Con mucho respeto, Akihiko, ya era hora que alguien te diera un puñetazo —se rió Julio y palmeó la silla para invitarlo a sentarse—. No seas llorón, o Ruriko se va a reír.

Akihiko volvió a sentarse mientras continuaba limpiándose la sangre de la nariz, y bebió de la copa que Julio le extendía. A Erica le sorprendió un poco su trato mientras se alejaba, porque aunque Julio era su jefe y sabía que Akihiko obedecía cualquiera de sus órdenes, también parecían ser amigos.

Se encontró con la intensa mirada de Vanyusha, tomado de las manos de Sveta, y él extendió una mano hacia Erica para invitarla a bailar. Ella miró de reojo donde estaba el Loco, pero pensó que sería una inaceptable falta de respeto rechazarlo, y que obtener su favor era mucho más conveniente que obtener su recelo. Asintió con respeto hacia él y tomó su mano para bailar con él, quien la sujetó de la cintura.

Una pena haberte conocido esta noche —dijo él en francés—, ojalá mi hermana me hubiese invitado tiempo atrás.

Tiempo atrás salía con Sabatini —dijo Erica con una risita.

Deshacerse de él no habría tomado nada de tiempo —la hizo girar en una vuelta y la miró fijo a los ojos—. Una pena, Princesa.

—Prefiero que me digan «Bombita».

—«Bombita», interesante —dijo y la escrutó entera, para luego tomar algo de su traje y colocarlo con delicadeza en sus manos—, tu esposo es muy orgulloso. Cuando necesites ayuda, puedes llamarme.

—¿Tendré que dar algo a cambio? —inquirió con sus cejas alzadas con desconfianza.

Él sonrió.

Tus servicios, tal vez.

Erica se detuvo en seco.

—¿Mis servicios?

—Algún día, en algún momento de la vida, tal vez necesitaré ayuda, ese día deberás pagarme con tus servicios —dijo y asintió de forma respetuosa—. Una aprendiz de Wolff y Pietrzak vale el riesgo.

Sin decir más él volvió a inclinar la cabeza con respeto y se dirigió hacia su hermana a lo lejos.

Casi al instante, como si hubiese sentido el peligro, el Loco llegó hasta ella, quien ocultó la tarjeta en su escote. Aunque él preguntó qué quería Vanyusha, Erica sintió que era mejor no decírselo, no en ese momento.

Horas después, con la mitad de los presentes borrachos, alguna que otra pelea a puñetazos entre Rata y Fosa –que discutieron aunque nadie supo por qué– y que el Loco debió frenar como otras tantas veces en su vida, la fiesta terminó. La mayoría de los invitados se fueron y Julio junto con Serge y Akihiko se despidieron, aunque no sin mirar a Vanyusha allí.

El Loco se acercó hacia Sveta, que junto con Vanyusha y otros miembros de los Capa Roja, ya bastante alcoholizados, cantaban una canción rusa.

—Rusa, hay que irnos —dijo el Loco al apoyar con cariño su mano en la espalda de ella.

Con una expresión triste le preguntó a su hermano cuando volvería a Rusia, y cuando él dijo que se quedaría un par de días más ella sonrió con alegría.

—Me iré con ellos, vuelvo mañana, ¿de acuerdo? —le dijo al Loco con una sonrisa.

La cuidaremos bien —dijo Vanyusha en inglés.

En un lujoso hotel y luego de disfrutar de su noche de bodas hasta estar cubiertos de sudor y con una sonrisa en su rostro, Erica apoyó su rostro en el musculoso pecho del Loco, sobre esos pectorales que le encantaban, los cuales besó con cariño.

—Si seguía coqueteándote iba a matarlo —dijo el Loco y le dio un beso en la frente.

—No te metas con la mafia rusa —lo regañó Erica mientras dibujaba espirales con su dedo en el pecho de él.

—Lo sé —sonrió al acariciarle el cabello—. Él podría darte mucho más que yo...

—Pero no lo que a mí me interesa.

—Descansá, esposa mía, en dos días ya debemos pelear.

Erica se aferró más hacia él y cerró sus ojos para sentir su cuerpo desnudo, sus caricias y su suave aliento en la frente. Si iban a morir en dos días, quería atesorar cada segundo.

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