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Capítulo N° 48


La luz y unas suaves caricias la despertaron poco a poco, y al abrir los ojos se encontró con esa sonrisa y esos ojos celestes que la miraban con todo su amor.

—Buen día, mi amor —le dijo el Loco con una sonrisa y le dio un tierno beso en la frente.

Erica parpadeó un poco para poder despertarse bien, le dedicó una sonrisa al ver que había colocado en la cama una bandeja con café, tostadas, mermelada y queso crema, pero también fruta y algunas flores silvestres muy bonitas que estaban acomodadas como un pequeño ramo a un costado.

—Gracias, Jack, buen día —dijo ella y se desperezó un poco.

En el ventanal se veía los árboles frondosos y el cielo nublado, ir al río no parecía ser la mejor opción por el momento. Él se sentó junto a ella con una taza de café en la mano a la que le dio un sorbo, mientras la observaba con una mirada cariñosa. El cabello de Erica caía como una cascada a un costado, aunque ella se peinó con las manos porque estaba segura de que era un desastre.

—¿Cómo estás? —le preguntó él y corrió un mechón de cabello de Erica tras la oreja—. Revisé el perímetro, no hay nada. Las únicas huellas de vehículo o personas somos nosotros y la encargada de limpieza.

—Estoy bien —respondió y mordisqueó una tostada—. Lo único me duele un poco la cadera...

—¿Fui muy brusco? —preguntó él con los ojos bien abiertos.

Ella se rió y dio un sorbo al café para luego negar con un movimiento de cabeza, la expresión sorprendida pero preocupada en él era divertida.

—No, Jack, creeme que disfruto mucho, pero al otro día el cuerpo me lo hace pagar —dijo con una risita y le dio un beso en la mejilla—. Estoy bien.

—Voy a ser más suave entonces...

—Lo hacés y te mato.

Él comenzó a reírse y le dio un beso en la frente, conversaron un poco mientras desayunaban y, luego de finalizar, el Loco retiró la bandeja para dejarla vestirse, mientras él se encargaba de lavar las tazas en la cocina.

Las ubicaciones de la casa eran muy distintas a la anterior, y era mucho más grande, por lo que a veces se mareaba un poco al tratar de ubicarse.

La cocina era rústica, con piedras y ladrillos que se notaban en las paredes y le daban un aspecto hogareño. Tenía una cocina a leña, pero también una normal a gas que era la que usarían.

Mientras se secaba las manos oyó el sonido de la guitarra de Lucas, había estado practicando por semanas para poder tocar nuevamente, se lo escuchaba muy bien. Estaba al costado de la casa, tras unas puertas vitrales que el Loco abrió enseguida para acercarse. Lucas estaba sentado en el pasto, rodeado de arbustos y plantas y, luego de su guitarra, solo se oía el canto de los pájaros.

—Rubio —dijo para llamar su atención y Lucas dirigió su mirada hacia él—, se oye muy bien.

—Aún me falta practicar, pero bastante bien, ¿no? —dijo con una sonrisa y dejó la guitarra a un lado para poder recostarse en el pasto.

El Loco se agachó junto a él para poder verlo, Lucas estaba con los ojos cerrados y una sonrisa de satisfacción en su rostro de tan solo oír los pájaros, mientras tocaba con sus manos la hierba bajo él como un suave colchón verde.

—¿Te gusta la naturaleza, Rubio?

—Me gusta la libertad, y el verde, los pájaros, el aroma húmedo en el aire, las plantas y árboles... Todo eso es libertad, Jack —dijo con esa sonrisa y abrió los ojos para verlo—. Poder sentir el pasto en mis manos, el calor del sol o solo oír el viento, es un regalo de la naturaleza que antes no sabía apreciar.

El Loco sonrió al oírlo y llevó su mano hacia el cabello de él, lo peinó con cuidado como muestra de cariño, y Lucas respondió con una sonrisa alegre.

—¿Sabías que el viento no hace el mismo sonido en todos los árboles? —dijo Lucas mirándolo fijo.

—¿No?

—No, hacen diferentes sonidos —explicó para luego mirar la copa de los árboles—. Me di cuenta de eso, el sonido de acá es como un silbido fuerte, como un árbol callando a otro en un bello eco infinito, los árboles de casa hacían otro sonido más suave, distinto.

—No me había dado cuenta —admitió el Loco y miró las copas de los árboles, con curiosidad—. Tal vez tendría que escuchar más.

—Es un sonido distinto, me gusta —dijo Lucas y volvió a cerrar los ojos para disfrutar del momento.

El Loco lo observó fijo, con atención, el cabello de Lucas estaba esparcido entre el pasto, mantenía sus ojos cerrados y esa sonrisa de satisfacción en su rostro con algunas cicatrices en él. Acariciaba el pasto y disfrutaba de los aromas de allí a hierba, tierra y humedad en el aire que anunciaba una próxima lluvia. Lucas estaba bien abrigado, pues el frío era especialmente notorio allí en las sierras. Con cada exhalar se veía el vapor en el aire y su nariz y mejillas se tornaban rosadas.

—Rubio...

Lucas abrió los ojos para verlo, y por unos instantes el Loco no dijo nada, solo lo miró fijo a los ojos verdes y en silencio. Quiso llevar su mano hacia él pero la retuvo a mitad de camino.

—¿Querés café? ¿Comiste algo? —preguntó y se puso de pie rápidamente.

—Voy a tomar mate, pero gracias —sonrió.

El Loco solo asintió y se alejó de allí para poder entrar en la casa, donde no tardó en tomar su paquete de cigarrillos y encender uno, con nervios. Se refregó la nuca mientras disfrutaba de ese cigarrillo y recorría la casa, con un clima cálido muy distinto al del exterior.

En la cocina, preparando unos ingredientes en la isla de madera rústica, se encontraba Erica, que tarareaba una canción con mucho ánimo. Se acercó hasta allí para poder abrazarla desde atrás y darle un beso en el cuello.

Mein engel...

Erica giró para darle un beso en los labios, y después concentrarse en lo que estaba preparando. Él se sentó frente a ella, quería observarla trabajar, porque todo lo que Erica cocinaba era una delicia, especialmente los postres y dulces, y el cariño que depositaba en cada una de sus comidas se podía apreciar desde la preparación.

Dejó caer la cabeza cómodamente en su puño mientras disfrutaba de su cigarrillo y la miraba colocar harina en un recipiente.

—¿Estás bien? —le preguntó Erica mientras preparaba la mezcla.

—Sí, amor, ¿por?

—Te ves preocupado —le dijo y dejó la mezcla a un lado para poder concentrarse en él—. Te vi con Lucas, ¿te preocupa que empiece a gustarte?

Mein Liebling, claro que no —dijo en un suspiro y dio una pitada a su cigarrillo—, a mí me gustás vos.

Ella sonrió y luego comenzó a reírse de forma suave.

—A mí me gustaba Aaron y eso no impidió que me gustara Lucas, una cosa no invalida la otra.

—Y... no me sorprende, estando con el pollito estúpido que te trataba horrible y teniendo al Rubio, que es una dulzura —dijo con un chasquido de lengua—. Sigo sin entender qué viste en el pollito, sé que usó mis palabras pero... Entre él y el Rubio hay una diferencia abismal, mi amor.

—Me estás cambiando de tema —se rió Erica—. No lo sé, Jack, me creí sus mentiras, luego de Chris era el único al que le importaba y caí como una estúpida, lo admito. Aún así, no me respondiste.

—Erica...

—No es una escena de celos —explicó Erica con una sonrisa y lo tomó de la mano con cariño—. Te amo, Jack, y sé que no estás acostumbrado a que la gente sea amable con vos, a que la gente te quiera y mucho menos estás acostumbrado a alguien como Lu que es un sol, entendería si comenzara a gustarte.

—No me gusta, Erica, no te preocupes.

—No me preocupa —admitió ella y dio la vuelta a la isla para poder acercarse a él y así tomarlo del rostro con cariño—. Pero creo que ahora entendés por qué a mí me gustó tantos años.

Él bajó la mirada y comenzó a reírse, para luego tomarla de la cintura y acercarla más hacía sí, entonces capturó sus labios en un beso que duró un par de segundos. Le gustaban los labios de Erica, eran suaves y su sabor era delicioso.

—Te amo tanto, mein engel —susurró y volvió a besarla.

Erica le acarició el hombro y levantó la manga para poder ver el tatuaje del brazo, donde un bello ángel se cubría los pechos, un ángel que tenía su rostro.

—Solo no te tatúes su cara, ¿okay? —dijo y le dio un beso.

Él comenzó a reírse.

—Nunca voy a olvidar tu cara al ver el tatuaje terminado —dijo con una risita—. Sos el todo en mi vida, Erica. Obvio voy a llevarte en mi piel por siempre, hasta la muerte.

—Es que tenés que ser muy boludo para tatuarte mi cara, ¿por qué mi cara? Ni que fuera tan linda —dijo y se cubrió el rostro con las manos, muy avergonzada.

Él corrió sus manos con una sonrisa, para poder envolver sus mejillas con las manos y acariciarle los pómulos rosados con los pulgares.

—¿Qué decís? No existe mujer más bella que vos.

—No es cierto, pero gracias —dijo Erica y le dio un beso en la mano—. Pero hablo en serio, te amo y aún así sabés que Lucas me gusta, no tanto como vos pero me gusta, y vos nunca te mostraste molesto por eso.

—Él llegó primero, yo soy el usurpador en realidad...

—No usurpaste nada, me enamoré de vos simplemente —explicó con una sonrisa dulce—. Y si te gusta Lu, está bien, Jack. No me molesta.

—Me gustás vos y te amo a vos. Yo siempre fui hombre de una sola persona, y hoy esa persona sos vos —dijo él al tomarla del mentón con suavidad—. Y es con vos con quien quiero estar. Me costó tanto que me vieras, tanto que notaras mi existencia como algo más que «el Loco de Mörder», que no arriesgaría jamás esto que tenemos por nada del mundo.

Se oyó la voz de Jack, parecía algo asustado así que el Loco fue a buscarlo. Lo encontró afuera de la habitación muy asustado por no reconocer el lugar, por lo que lo alzó en sus brazos y lo consoló, para poder después cambiarle el pañal y vestirlo. Lo abrigó bien y le colocó botas gruesas y abrigadas para que pudiera salir afuera y disfrutar del sol junto a Lucas, como tanto le gustaba hacer.

—¡Iuca! —dijo Jack con ánimo al verlo con la guitarra.

—Hola, Jackie, ¿querés ver los pájaros conmigo? —preguntó Lucas y extendió los brazos para que corriera hacia él, cosa que hizo.

El Loco dejó que Hund inspeccionara todo por allí, se veía también muy animado pero en vigilia por estar en un lugar desconocido. No tardó en corretear por allí con Jack, mientras que Lucas los vigilaba a los dos.

Regresó al interior para preparar el desayuno de Jack, sin embargo encontró que Erica ya lo había hecho. Había calentado su leche y colocó en un tupper un par de galletas de avena y banana, y también llenó el plato de Hund con comida y otro con agua.

—Llevale a Jackie —dijo ella con una sonrisa al acomodar en una bandeja el vasito con leche y el tupper con galletas—. Avisale a Lucas que puse la pava también.

Él asintió con una sonrisa y salió al exterior para darle a Jack su desayuno, Lucas sonrió al oír que Erica prepararía mate, pero se mantuvo vigilando a Jack y Hund que jugaban y correteaban por allí.

El Loco se dedicó a acomodar algunas de las cosas que llegaron a la casa, eso incluía las armas. Por ello se sentó cómodamente en el sillón para armar un rifle.

Erica lo miró desde la cocina mientras se limpiaba las manos, había dejado horneándose un bizcochuelo y se acercó con una sonrisa hacia él. El Loco era muy rápido en sus movimientos y en un rato ya había terminado de armar el rifle y también una pistola.

—No sabía que eras bueno con las armas de fuego —dijo ella y se sentó a su lado para verlo trabajar.

—Armar y desarmar es lo primero que nos enseñan —dijo y dejó en la mesita una pistola, para rápidamente armar otra. Le tomaba solo unos segundos hacerlo—. Todos empezamos como novatos, no existen niños en los locos. Es de más grandes que uno elige dónde pertenecer, así que lo primero que aprendí es a usar armas de fuego.

—¿Y cómo fue que elegiste?

—Siempre tuve conexión con los cuchillos —dijo y dejó apoyado en la mesa una nueva pistola, para luego tomar un cuchillo de su cadera y mirarlo con atención, con la hoja negra—. Este fue de mi padre, lo lanzó hacia el asesino que me tenía apuntado para salvarme. Supongo que desde ese momento empezó esta conexión.

Erica lo miró con atención, porque él miraba con nostalgia el cuchillo en su mano, el cual hizo danzar en pequeñas acrobacias habilidosas.

—Me daba seguridad tenerlo encima, quizá sea estúpido pero sentía que mi padre estaba ahí conmigo protegiéndome —suspiró para luego guardar el cuchillo—. Y lo dejo ahí porque todo lo que podría decir luego es horrible en realidad.

—Jack, me deshago de cadáveres, los envuelvo en plástico o los corto en pedazos. No hay nada que puedas decir que me parezca horrible.

Él la miró fijo a los ojos grises que lo observaban con curiosidad. Apoyó su mano en la mejilla de ella para poder darle una caricia, y ella sonrió ante su toque suave.

—No soy una buena persona, mein engel, prefiero que en tus recuerdos quede el Jack que te lleva flores a la cama, y no el que mata por placer.

Erica apoyó su mano sobre la de él, ahí en su mejilla, y volvió a sonreírle.

—Yo amo a los dos, el que se llama «el Loco» y causa miedo en la gente, y a Jack, el que nos cuida con tanto cariño y se preocupa por sus seres queridos —dijo con un tono de voz dulce y suave—. ¿Por qué empezaron a decirte así?

—Por ser el mejor de los locos, y por la forma en que trabajo... —dijo él casi en un susurro—. Vos ya viste mis trabajos, entenderás por qué me llaman así.

—Es que no entiendo por qué a vos te decían así y a Aaron lo llamaban «El inexorable» o «El milagroso».

—Los apodos en Mörder son los que nos dan fama, lo que nos hace reconocidos en el bajo mundo. No me molesta ser el Loco, es quien yo soy, ¿entendés, mein engel? —sonrió y se acercó a ella para poder besarla—. Aunque no te guste que te llamen «Princesa», ese es el nombre por el que sos reconocida. Todos oyeron hablar de «la Princesa» en algún momento, y esa sos vos, mi amor.

—Ese apodo me lo dio Aaron, y eso hace que odie incluso más que me llamen así —escupió ella con fastidio.

—Y lo entiendo, pero si yo voy a una reunión con cualquier grupo criminal o mafioso y digo «la Princesa», todos van a saber de quién estoy hablando.

Erica lo miró consternada, ella no era famosa como asesina, era una simple obligada que llevaba un año de entrar en ese mundo. Él le sonrió para tranquilizarla un poco.

—Tranquila, solo se sabe tu apodo, no saben tu apariencia ni tu rostro. Sos muy renombrada y, cuando todo acabe, vas a convertirte en leyenda.

La puerta se abrió y con ello ingresaron Jack, Hund y Lucas, quien fue directo a la cocina para poder tomar mate, mientras que Hund tomaba agua de su plato.

Erica se puso de pie en busca de la caja que contenía los juguetes de Jack, los acomodó sobre la alfombra para que él se sentara a jugar allí, aunque le quitó todo el abrigo que tenía encima, incluyendo las botas.

La lluvia no tardó en llegar tampoco, debían quedarse dentro de la casa, pero Erica se acomodó en un sillón junto a la ventana para ver la lluvia caer. El aroma húmedo y a tierra mojada se sentía muy relajante, al igual que el sonido de las gotas golpeteando el techo.

El Loco guardó las armas en lugares donde Jack no pudiera alcanzar, pero donde estarían a mano para cualquier circunstancia. Se acercó a Lucas que tomaba mate solo y le hizo una caricia en el cabello antes de decirle:

—En estos días vamos a practicar, Rubio. Quiero ver qué tan bueno sos con el rifle.

—Oh, está bien. No soy tan bueno como ustedes, pero está bien —dijo él con sorpresa.

—Es solo para medir tu capacidad, tranquilo.

Lucas solo asintió rápidamente y sorbió de su bombilla, algo nervioso. La última vez que había disparado un rifle fue en las fiestas, él era bastante bueno e incluso mejor que su tío, pero no estaba seguro de ser tan bueno como un asesino profesional.


Tanto Lucas como el Loco se habían levantado bien temprano en la mañana, el primero estaba terminando de preparar la torta preferida de Erica, mientras que el segundo había salido a la ciudad a comprar, pero ya había vuelto con provisiones.

Ambos prepararon una bandeja con el desayuno: un vaso con jugo de naranja recién exprimido, una taza de café caliente, un plato con waffles, crema y frutos del bosque, pero también tostadas, mermelada y queso crema. Había una jarrita con agua que contenía bellas flores que le daban más color a la bandeja.

—Llevale —dijo Lucas con una sonrisa al extenderle la bandeja al Loco.

—No, Rubio, vamos los dos.

Lucas lo miró con sorpresa pero asintió de forma sumisa y caminó tras el Loco, que llevaba la bandeja en las manos. Con cuidado de no hacer mucho ruido Lucas abrió la puerta para permitir que el Loco pudiera entrar primero, lo vio colocar la bandeja en la gran cama y luego acercarse a esa Erica dormida con tanta paz en su rostro.

Se sentó a su lado y comenzó a hacerle caricias, le hablaba suavemente para despertarla, mientras que Lucas tomaba de un sillón a un lado la bata de satén para que Erica se cubriera un poco del frío, pues solo tenía un delicado camisón.

Cuando Erica abrió los ojos se encontró con las sonrisas de esos dos hombres, y un par de ojos celestes junto a unos verdes que la miraban ambos con cariño.

—Buen día, cumpleañera —dijo el Loco con una sonrisa y le hizo una caricia en el rostro.

Erica sonrió ampliamente al verlos a ambos y se sentó despacio para no marearse, de desperezó un poco y miró la bandeja, para luego mirarlos a ambos con una sonrisa.

—Gracias, amor —le dijo al Loco y le dio una caricia al rostro, que luego imitó en el de Lucas—, gracias, solcito.

Erica se levantó, cubriendo su cuerpo con la bata que Lucas le extendía, para poder ir a lavarse la cara y peinarse, solo luego de higienizarse fue que regresó junto a ambos y se sentó nuevamente en la cama.

—¿Ustedes no desayunan? —preguntó ella al ver que no llevaban taza.

—Ahora lo hacemos —dijo el Loco y la tomó de una mano—, feliz cumpleaños, mi amor.

Ella sonrió con ternura, viendo a Lucas salir de la habitación, pero regresó unos instantes después con dos tazas de café, y una de ellas se la extendió al Loco.

—¿Qué te gustaría hacer hoy, Eri? —preguntó Lucas.

—Solo quiero estar con ustedes y Jackie, solo eso.

Luego de desayunar tranquilos los tres, Lucas se fue para dejarlos solos y poder preparar el desayuno de Jack, quien seguro no tardaría mucho más en levantarse.

El Loco se quedó allí junto a ella, le hacía caricias porque sabía que ella se encontraba triste, aunque sonriera y se viera feliz.

Erica tomó su teléfono, se encontró con mensajes de Chris, Sveta y Serge, pero también había uno de Thamma e incluso de Rata. Chris le había dicho, simplemente, que podía llamarlo si necesitaba hablar y que le enviaba un fuerte abrazo. Sveta le había deseado un gran y bello cumpleaños diciéndole lo mucho que la quería, al igual que Serge, mientras que Thamma solo le dio sus buenos deseos. El más efusivo había sido Rata, con una mezcla de todos los anteriores.

—Vení, mi amor, vamos afuera un minuto.

El Loco extendió su mano hacia ella, que con dudas la tomó. Él le colocó abrigo sobre los hombros y la instó a colocarse sus pantuflas calentitas, abrió entonces el ventanal que daba al exterior y fue guiándola hasta estar entre los árboles. Erica se abrazó a sí misma mirando todo a su alrededor, los frondosos árboles y el clima frío.

Él la abrazó desde atrás con cariño y le dio un beso en la mejilla.

—Podés llorar si lo necesitás, mein engel —le dijo en un susurro.

—Los extraño mucho —dijo ella con sus ojos llenos de lágrimas y una voz cargada de tristeza—. Me hubiese gustado que Cele te conociera mejor, ella creía...

Él no agregó nada, la dejó hablar y expresarse sobre su familia todo lo que necesitara, mientras la abrazaba y hacía caricias, para demostrarle que él estaba ahí, y que siempre estaría ahí.

Erica giró para verlo, él le dirigía una sonrisa tierna mientras que ella le acariciaba el rostro. Luego le dio un tierno beso en los labios.

—Me gustaría hacer un fuego —dijo ella con una sonrisa triste—. A mi papá le encantaba hacer fuego, nos sentábamos alrededor y contábamos historias, cualquier tipo de historia. Me gustaría hacerlo esta noche con vos y con Lucas, si es posible.

—Está bien, me parece una grandiosa idea.

Una vez Erica se sintió mejor, regresaron al interior de la habitación, donde se quitó la bata para poder comenzar a vestirse, sin embargo oyó al Loco hablarle luego de que se quitó el camisón.

—Tengo varios regalos para vos, pero este es solo uno de ellos.

Dijo y le extendió una cajita cuadrada y aterciopelada, de donde tomó un delicado collar de plata con alas de ángel y una piedra de corazón azul.

—Jack... —dijo ella con sorpresa al ver el collar, que se veía muy caro y delicado—, no era necesario.

—Claro que lo era, es el cumpleaños de la mujer que amo —dijo y le dio un tierno beso en el cuello, antes de colocarle el collar—. Y solo es el principio.

Volvió a besarle el cuello mientras le acariciaba la cintura de forma insinuante. Ella volteó enseguida para verlo y capturar sus labios en un beso apasionado, saboreando sus labios y lengua. Él la instó a sentarse y le acarició suavemente las piernas, las cuales besó con anhelo, para luego concentrarse en lo importante: darle el mejor orgasmo de su vida.

Con solo sus labios, lengua y dedos le brindó el placer necesario, lo que la obligó a cubrirse la boca con las manos para que ningún sonido saliera de allí. Erica se retorcía de placer ante sus delicadas atenciones, que aumentaban cada sensación en el momento en que lo miraba y él, de la forma más sensual existente, le dirigía una mirada que la volvía loca.

Unos minutos después, Erica sintió una explosión incapaz de contener y sus caderas se movieron solas mientras más apretaba su boca para evitar ser oída cuando gimió ante ese chorro de placer. Luego, con sus piernas húmedas y en completa relajación se quedó allí recostada.

—Perdón... es la primera vez que... —comenzó a decir Erica, jadeante, pero él solo sonrió.

—Era lo que quería lograr —dijo de forma seductora y le besó las piernas con cariño—. Feliz cumpleaños, amor.

Erica se quedó recostada y jadeante por un rato más, aún con las sensaciones en su piel que la obligaban a reírse y sonreír, con el Loco haciéndole caricias en el cabello.

—Date un baño relajante si querés, voy a ayudar al Rubio a cocinar —dijo con una sonrisa—, hoy es tu día y tu única responsabilidad va a ser disfrutar.

Le dio un tierno beso antes de cambiarse de remera y salir de allí, para permitirle bañarse en paz.
Aunque Jack ya se había despertado y desayunaba junto a Lucas, el Loco no quiso llevarlo con Erica para que ella pudiera relajarse un rato, ya tendría el resto del día para verla.

El almuerzo sería hamburguesas con papas fritas, la comida preferida de Erica, el Loco había preparado las hamburguesas caseras con la guía de Lucas, mientras que él preparó pan de papa también casero, y hamburguesas de lentejas para Jack debido a que tenía prohibida la carne picada.

Erica apareció luego por allí, con un bonito jean ajustado y una blusa lila de escote en corazón con mangas largas. Se sorprendió al ver al Loco cocinando y le dedicó una sonrisa orgullosa al ver que lo hacía bien.

Almorzaron y pasaron la tarde juntos, aunque no perdieron tiempo de continuar entrenando, por lo que Lucas practicó con su rifle disparándole a los blancos que había dejado el Loco en algunos árboles. Su puntería era realmente buena estando sobrio, pero al beber algo de alcohol se relajaba lo suficiente y con eso su puntería era incluso mejor.

Erica también había practicado lanzar cuchillos y cada vez lo hacía mejor, ya había aprendido a hacer lanzamientos horizontales y se había perfeccionado en los que incluían giro. También entrenaba pelea cuerpo a cuerpo con Lucas, a quien le ayudaba con las llaves de sumisión.

A la noche hicieron una fogata al costado de la casa, donde a Lucas le gustaba sentarse en las mañanas. Tenía un círculo de piedras preparado específicamente para eso, y allí se sentaron en círculo junto a un fuego a contarse anécdotas como ella solía hacer con su familia. Comieron allí junto con Jack, a quien luego de cortar la torta lo llevaron a acostar.

—¿Qué tal, pinta ese fernecito? —dijo Lucas con una sonrisa al ver a Erica a su lado, con la cabeza apoyada en su hombro.

—Dale, sí. Quiero darme la pera contra el piso —dijo ella con una expresión triste en su rostro.

—Ellos están, Eri —susurró Lucas al acariciarle la espalda con cariño—. Cele te diría que no te amargues, ¿verdad?

Ella sonrió con lágrimas en sus ojos, para luego comenzar a reírse.

—Sí, tenés razón. Es algo que ella me diría —admitió con una sonrisa y se secó la lágrima que estaba por traicionarla—. ¿Podés prepararlo vos? A mí no me queda tan rico.

—Obvio, Eri —Lucas le dio un cariñoso beso en la mejilla antes de ponerse de pie.

Se cruzó al Loco en la puerta, acababa de regresar de acostar a Jack. Lucas le hizo una seña para demostrarle que Erica se encontraba triste, y por ello el Loco se acercó a ella y se ubicó detrás, para poder envolverla con sus brazos en un abrazo. Le dio un beso en el hombro y le hizo caricias.

—¿Querés hablar, mein engel? —preguntó con suavidad, pero ella negó con un movimiento de cabeza—. ¿Qué te gustaría hacer?

—Lu fue a preparar fernet, quiero tomar hasta perder la consciencia...

—Oh, mi amor —dijo y la aferró más, le dio otro beso cariñoso en el hombro—, eso no va a resolver nada, pero de todas formas voy a acompañarte si realmente lo necesitás.

Erica no agregó nada, solo se acurrucó contra él y le permitió hacerle caricias. Luego regresó Lucas con una jarra de fernet armada, y él trató de contar otras historias divertidas para animarla. Lucas era lo suficiente divertido y gracioso como para lograr hacerla reír.

—Tal vez hay algo que ayude a sentirte mejor —dijo el Loco con una sonrisa cariñosa y extendió la mano para ayudarla a ponerse de pie.

Con un movimiento de mano le pidió a Lucas que también lo siguiera, y los guió a otra parte de la enorme casa que tenía una bañera de hidromasaje rodeado de plantas y enredaderas, lo que creaba la ilusión de estar en el exterior.

—Les pedí que guardaran trajes de baño para venir, era por esto.

Mientras que él la llenaba, ambos muchachos fueron entusiasmados a cambiarse, porque pese al frío que hacía en el exterior, allí estaba cálido.

El Loco se sentó tranquilamente a beber vino, aunque había probado el fernet no le gustaba tanto como a ellos. Un rato después ambos llegaron con su ropa puesta, la cual se quitaron para meterse dentro con sus trajes de baño y una suave música que sonaba en un parlante.

Erica dio un trago a la jarra antes de pasársela a Lucas, luego miró al Loco, estaba sentado en un mullido asiento y los observaba con una sonrisa.

—¿Vos no vas a entrar, amor? —le preguntó con un gesto sorprendido.

—En un rato, quería verlos disfrutar.

Debido a la insistencia de ambos para que se metiera, él se puso de pie luego de beber un trago de vino y comenzó a desvestirse.

—¡Eso, papi, sacate todo! —dijo Lucas con una risita.

El Loco se rió y se quitó el pantalón para quedar con un bañador corto y ajustado.

—Sin armas en el agua, por favor, la escopeta dejala afuera —dijo Lucas y Erica le dio un golpe.

—¿La esco...?

El Loco se puso rojo al darse cuenta de lo que Lucas quería decir, y se metió enseguida con ellos al agua.

—Es la primera vez que te veo tan avergonzado —dijo Erica con una risita al darle un beso en los labios, porque el rostro de él estaba completamente enrojecido.

Con la música que sonaba y el agua calentita y relajante, se quedaron allí para disfrutar de la noche. El Loco solo se ubicó en un rincón con sus brazos descansando sobre los bordes, y desde allí los miraba reírse y pasarse la jarra de fernet.

El ánimo de Erica había cambiado por completo, se la veía feliz, riéndose y con una gran sonrisa al disfrutar del agua, de su bebida y de la compañía de sus seres queridos.

Luego de que la jarra se terminara y Lucas preparase otra que tomaron entre risas, él decidió irse y dejarlos a solas.

Erica no tardó en acercarse al Loco para besarlo, lo sujetó con cariño del rostro mientras que él la tomaba de la cintura para pegarla más contra sí.

—Dijiste que tenía más regalos, ¿qué sigue? —preguntó Erica al besarle el cuello con un ronroneo sexy.

Él, con una sonrisa, estiró su mano para llegar hasta el pantalón y de allí tomó algo que extendió ante ella, eran un par de llaves y eso la dejó algo descolocada.

—¿Qué es eso, Jack?

—Las llaves de esta casa —dijo y le dio un profundo beso en los labios—, es tuya, mein Liebling.

—¿Me estás... regalando una casa...? —preguntó con sorpresa casi en un susurro.

—No cualquier casa, mi amor, la mejor, donde podés vacacionar o esconderte si es necesario —dijo con una sonrisa—. Es blindada, segura y con el espacio suficiente para que hagas lo que desees.

—Jack, no, es demasiado —susurró al devolverle la llave, pero él no la aceptó.

—No lo es, es poco en comparación a todo lo que merecés —dijo y acunó su rostro con las manos—. Te amo con todo mi corazón, soy tuyo por completo hoy y siempre, igual que esta casa y todo lo que desees tener.

Erica solo sonrió con ternura, no creía merecer tanto, pero sabía que nada lo haría cambiar de opinión. Decidió abrazarlo y dejar la llave a un costado, para poder besarlo de forma suave y cariñosa, pero fue un beso que muy pronto se volvió más pasional y pasó de ser un suave y delicado fuego, a un intenso incendio forestal.

La parte inferior de la bikini de Erica desapareció rápidamente, y con un beso profundo y sensual se ubicó sobre él, quien la aferró con fuerza de los glúteos para controlar sus movimientos.

—Te amo —le susurró Erica contra el cuello.

—También te amo, mein engel —jadeó para luego besarla—, con todo mi corazón.

Comenzó a besarle el cuello y a acariciar cada parte en su cuerpo, llevando su pulgar al punto de máximo placer en ella, para intensificar las sensaciones.

—Mataría a todo el mundo por vos, mi amor, por tu felicidad —dijo en un susurro contra su cuello—. A cada persona que ose hacerte daño.

—Y yo me encargaría de deshacerme de sus cuerpos para que nunca te atrapen —dijo ella con una mirada intensa.

Eso pareció excitarlo más, porque la volteó rápidamente para besarla y ser él quien moviera sus caderas. Besaba y lamía el cuello de Erica, quien aferraba sus dedos a la fuerte y dura espalda de él, sumergidos en las embriagantes sensaciones de placer.

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