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Capítulo N° 46


Con las fuertes lluvias en el exterior y el frío que cada vez se sentía más intenso, los Moms cenaban en un elegante salón de Assassin junto a Serge, para poder hacer negocios y conversar sobre trabajo.

—Sabatini sigue desaparecido —dijo Julio y bebió un trago de vino—, él debe ser tu prioridad, hermana. Olvidate de Wolff.

—Yo no olvido las traiciones.

—¿Y de qué traición estamos hablando, de que te haya dejado hace una década pero vos jamás lo superaste? —dijo con una sonrisa y meneó su copa de vino en la mano—. ¿Que se haya enamorado nuevamente, de qué traición me hablás específicamente?

—Su deber era protegerla y la dejó tirada en medio del fuego —escupió Héctor con asco.

—Uhm, ¿era realmente su deber, o él lo hacía por el cariño que sentía hacia vos, Gretchy? —insistió Julio—, el único que se auto denominó tu «protector» fue Nahuel, y él te abandonó hace cinco años.

Gretchen se puso de pie y golpeó la mesa con sus palmas, con furia.

—¡¿Algún maldito día vas a dejar de insultarme?!

—¿Insultarte? Solo analizo la situación. Yo no veo traición alguna en sus decisiones, priorizó la vida de su amada por sobre la tuya, eso no es un acto de traición, es un acto natural.

—Aprovechó el caos para desertar, eso es el mayor acto de traición en D.E.A.T.H. y el motivo por el que nuestro padre mató a Kasch —dijo Héctor con seriedad.

—En ese caso hay cientos de asesinos que desertaron, y solo por nombrar dos de tu sede, Héctor, puedo decir «Kolzova» y «Sokolov» —dijo Julio con una sonrisa torcida y dio otro sorbo a su copa—. Y si vamos a hilar fino, Nahuel es el máximo traidor desde Kasch Wolff, abandonó D.E.A.T.H. para unirse a los barrenderos y formar grupos de espionaje entre nuestros asesinos. Sin embargo no los veo interesados en matar a Nahuel.

—¡Me tenés harta! —gritó Gretchen con fastidio y colocó sobre la mesa su pistola.

Un cañón fue colocado al instante en la nuca de Gretchen.

—Guarde el arma, Gretchen-san —dijo Akihiko con seriedad.

—¿De qué lado estás? —preguntó Héctor con su rostro serio.

—Del lado de la verdad, y la verdad es que ustedes dos son unos imbéciles impulsivos que solo buscan venganza por una nimiedad —Julio se veía serio, con un rostro y mirada intimidantes—. Preocúpense por Sabatini que está desaparecido planeando algo contra nosotros, no por Wolff que lleva meses sin molestarnos.

—Si no molestan a Wolff, él no atacará —acotó Serge de repente—. ¿Por qué no lo dejan vivir en paz?

—¿Paz? —repitió Gretchen con sus cejas alzadas y comenzó a reírse—. ¡Ese maldito nunca tendrá paz!

—Pero… ¡no pueden atacarlos! Ellos no molestan a nadie —insistió Serge—. Solo... denle lo que quiere y preocúpense por Sabatini.

—¿Y qué quiere, libertad? No existe la libertad para gente como nosotros —dijo Gretchen con fastidio.

Julio tomó un habano de su saco negro, Akihiko no tardó en llegar hasta él para cortarlo y encenderlo, mientras que Julio no quitaba su mirada oscura de Gretchen, parecía demostrarle la diferencia de poder entre ambos solo con ese acto. Solo con un simple y sencillo habano.

—No tienen gente, la gente que tienen es mía —dijo Julio y dejó ir el humo—. Su plan deberá ser aprobado por mí o ninguno de mis preciados elementos va a mover un solo dedo.

—Julio... —Serge lo miró con fiereza, pero él lo ignoró.

—Sin una buena investigación no voy a mover a ningún asesino. Yo no voy a ser partícipe, a diferencia de ustedes sé con quién meterme y con quién no —dijo Julio y volvió a fumar de su habano—, pero si consiguen información segura puedo desarrollar su plan para que ninguno de ustedes dos, par de simios imbéciles, muera en el proceso.

—Él puede darnos la información —dijo Gretchen al mirar a Serge—. Es amigo de la puta princesa.

—Tendrás que matarme primero —respondió Serge.

—Torturé a mi alumno preferido por traición, ¿creés que no voy a hacerlo con vos? —se rió Gretchen.

Julio se puso de pie enseguida y, a su vez, Ruriko desenvainó su espada junto a un Akihiko listo para disparar.

—Para siquiera oler su cabello vas a tener que pasar por encima de mí —dijo Julio con furia—, y para ello tenés que pasar por sobre mis queridos Tanaka.

—Julio —Héctor lo miró con dureza.

—Controlá a tu zorra, que a mí no me va a temblar la mano para disparar.

—Tendrías que matarme a mí, porque si le tocás un pelo no va a haber guardia que pueda protegerte —insistió Héctor.

—No me obligues a matarte, hermano, no me hagas elegir entre vos y Serge.

—Yo también soy tu maldita hermana —escupió Gretchen con fastidio.

—Uhm, ¿el hermano que me leía cuentos y me daba amor, o la hermana que me despreció desde el nacimiento al punto de intentar matarme varias veces? —Julio se refregó la barbilla pensativo y luego curvó sus labios en una sonrisa maliciosa—. ¡Es una decisión tan difícil!

Héctor apoyó su mano sobre la de Gretchen y con suavidad la instó a sentarse nuevamente. Entrelazó sus dedos con los de ella mientras miraba fijo a Julio.

—Sin Serge —dijo Héctor con su rostro serio—, sin amenazas a Gretchen.

—Es un trato razonable.

Julio sorbió su vino con tranquilidad y le extendió el habano a Akihiko, quien terminó de fumarlo por él con mucho placer.

—Y díganme, queridos hermanos con dudosa cantidad de materia gris, ¿cuál es su gran plan para atacar a Wolff? —dijo con una sonrisa torcida y volvió a sentarse cómodamente—. Porque si van a atacar a alguien como él, el mejor elemento de todo D.E.A.T.H. con un nivel similar al de su padre, deben tener un buen plan. ¿Verdad?

Héctor y Gretchen se miraron entre sí de reojo, y ella no dudó en mirar fijo a Julio.

—Con una emboscada.

—¿Una emboscada, a Wolff, en serio? —Julio levantó sus cejas y comenzó a reírse—. ¿Y papá te dejó Mörder a vos, es una puta broma?

—Julio...

—Ustedes dos son dos idiotas, pero idiotas con «i» mayúscula y en color rojo perfectamente subrayado —resopló al revolear los ojos—. ¿Piensan ir así como así a atacar a Wolff, el mejor de todos los asesinos?

—Perdón, pero la mejor soy yo —gruñó Gretchen.

—No. Vos no sos ni serás jamás la mejor, sos demasiado impulsiva, te dejás llevar por la ira demasiado rápido. ¿Fuerte? Seguro, ¿habilidosa? También, pero ¿inteligente…? Dejás mucho qué desear en esa parte —miró a su hermano—. Y vos, Héctor, sos demasiado blando, te guiás por tu corazón y los sentimientos, y al igual que ella te falta astucia, estrategia. Les falta algo nato: talento.

—Tengo a Nahuel —gruñó Gretchen.

—Él no va a traicionar a quien salvó su vida. Vos y padre le arrebataron todo, Wolff le dio una nueva oportunidad de vivir —se rió Julio—. Yo no contaría con su apoyo.

—Soy lo suficiente buena para enfrentarme a él —insistió Gretchen.

—Son más estúpidos de lo que creí, pero para su suerte los tres juntos formamos al asesino perfecto —les sonrió viendo la confusión en el rostro de sus hermanos—. Gretchen, vos sos la fuerza y el arma, Héctor es el corazón, yo soy la cabeza. Los tres juntos formamos algo increíble.

—¿Por qué siempre soy el corazón? —refunfuñó Héctor.

—Porque sos un maricón —acotaron ambos hermanos.

—Wolff es las tres cosas juntas, fuerza, corazón e inteligencia. Necesitamos estar a su nivel y para eso, ustedes dos necesitan un buen plan.

Serge se sentía demasiado incómodo ahí, pero había logrado disimular todas sus molestias, no por nada era un gran espía. Bebió un trago de vino, pensando que al conseguir un momento a solas se metería en la computadora a hackear las cámaras para borrar cualquier rastro que pudiese identificar a sus amigos.

Julio lo miró de reojo, sabía perfectamente que Serge era amigo del Loco y de Erica, y en especial de Svetlana Kolzova. Sabía también que conocía la ubicación del Loco, pero a pesar de ser un traidor a los ojos de Gretchen, él no pensaba entregárselo a sus hermanos. Le dio un beso en la mano mirándolo fijo.

—Podés retirarte si lo deseás —le dijo en un susurro. Serge asintió y se puso de pie, pero Julio lo retuvo un instante de la mano—. Akihiko, acompañalo. Que nada le suceda.

Akihiko asintió con respeto antes de retirarse junto a Serge de aquel salón, dejando allí a los Moms junto a Ruriko, una guardia más que confiable.

—Encuentren su escondite, formen un plan y yo revisaré que no cometan una estupidez —dijo Julio meneando su copa de vino.

—Y… ¿cuál va a ser el plan entonces? —preguntó Gretchen.

—Aún no lo sé, una vez tengan la ubicación tendremos que enviar un agente a asegurar la zona, infiltrarse entre la gente y conseguir más información. Esto podría tomar uno o dos meses dependiendo de cuánto tarden ustedes en conseguir su ubicación. Necesitarán desde planos y debilidades de la casa, hasta formas de entrar y salir de esa zona pasando desapercibidos.

—¡No lo quiero muerto en uno o dos meses, lo quiero muerto ahora! —le gritó Gretchen.

—¿Ves? Por eso perdiste Mörder, porque sos impulsiva. Para enfrentar a alguien como Wolff necesitás una mente como la suya, necesitás mi mente. Por lo tanto te pido que te tranquilices y esperes.

Gretchen no estaba de acuerdo con las ideas de Julio, pero Héctor logró convencerla de escuchar a su hermano menor, conocido por no fallar jamás.

Julio salió de allí en busca de Serge, quien se encontraba caminando de un lado a otro en la habitación principal, con Akihiko apoyado contra un tocador cruzado de brazos. Con solo un movimiento de cabeza Julio le ordenó retirarse, y el japonés asintió de forma respetuosa antes de salir y quedarse tras la puerta para vigilar a su señor.

Julio caminó lentamente hacia Serge, quien no dudó en levantar su pistola hacia él.

—¿Vas a matarme, mon coeur? Nunca pudiste vencerme, hoy no va a ser justo el día en que lo logres —dijo Julio con seriedad.

—Te conozco, vas a obligarme a delatar a mis amigos, y no tengo pensado hacerlo —gruñó Serge.

—Llegás a avisarles sobre el plan y juro que no te lo perdonaré jamás —escupió Julio con odio—. No les dije nada a mis hermanos sobre tus «visitas» a Wolff y la princesita porque sabía que ellos te torturarían hasta sacarte información, y no es lo que quiero —se acercó un poco pero Serge quitó el seguro de la pistola—. Si llegás a avisarle a Wolff sobre el ataque y mis hermanos llegan a morir por tu culpa...

—¿Me matarás? —preguntó Serge desafiándolo con la mirada.

—No, simplemente haré tu vida patética y miserable.

—Valdría la pena.

—Si vas a dispararme hacelo ahora mientras Akihiko tenga mis órdenes de protegerte —dijo Julio con seriedad.

—Sé que amenazarte no sirve de nada —se rió Serge y entonces se puso el arma en la sien—. Pero tal vez esto sí.

Julio abrió los ojos con sorpresa y levantó enseguida sus manos por el miedo a que Serge gatillara.

—No serías capaz...

—¿No? —se rió—. Mi madre se suicidó también, ¿qué te hace creer que yo no tengo el coraje de hacerlo?

—Serge, bajá el arma, si algo te pasa...

—Deja a mi gente en paz, Julio, o este será tu último recuerdo de mí —La mirada de Serge era dura y decidida.

Julio retrocedió un paso para crear más espacio entre ellos y evitar que Serge se disparase.

—Elegí, Serge, tus amigos o tu pareja —dijo Julio.

—Elijo morir.

—¡No! —chilló Julio con desesperación al verlo decidido a matarse—. Dejame... sacar algo del bolsillo, tranquilo...

—No sos tan rápido como yo, buscar un arma no te va a servir. Gretchen me enseñó bien.

Con lentitud y sin quitarle la vista de encima Julio tomó con mucho cuidado un pequeño objeto en su mano, no era un arma pero incluso así Serge no bajó la pistola, bien aferrada a su sien.

—¿Qué… es eso? —preguntó Serge sin poder reconocer lo que Julio sostenía.

—Serge, mon coeur, bajá el arma y acercate a mí, por favor... —rogó con desesperación y se mordió los labios—, Serge, por Dios, si algo te pasa...

Julio se quitó lentamente su sacó y el arnés con dos pistolas para arrojarlo lejos. Levantó con cuidado un pie y se quitó del tobillo un cuchillo que dejó caer al suelo.

—Julio, te conozco.

Con un suspiro Julio se quitó la camisa muy despacio para no asustar al francés, y en su trabajado torso podían verse arneses con cuchillos que fue quitándose poco a poco.

—Ya está, no hay más, Serge, no hay más...

—El cinturón.

Con cuidado se quitó el cinturón y lo arrojó lejos, pateó todas las armas para alejarlas de él y dio un paso hacia Serge, quien aún se apuntaba la sien.

—Hasta ahí —ordenó Serge—. No voy a traicionar a mis amigos, ni siquiera por pedido tuyo.

—Está bien...

—No vas a seguirme, voy a anular todo elemento tecnológico que quieras utilizar para espiarme.

—Lo que quieras, pero bajá el arma, Serge.

Serge lo miró fijo pero sin bajar el arma, miró hacia las manos de Julio que sostenían algo.

—¿Puedo ayudar a mis hermanos a evitar su estúpida muerte? —preguntó Julio de forma sumisa.

—No te involucres o no me vas a ver nunca más.

—Solo voy a asegurarme de que no mueran... —dijo casi en un susurro.

—¿Qué es eso que llevas? —preguntó Serge al señalar con la vista su mano.

Julio lentamente se fue agachando en el suelo, Serge cambió entonces el blanco para apuntarlo a él.

—Julio, dime qué haces o dispararé.

Mon coeur —dijo Julio en el suelo, con sus ojos oscuros bien abiertos y su pecho que jadeaba por el miedo a perderlo, y entonces enseñó un anillo de compromiso—, Veux-tu te marier avec moi?

Serge se quedó paralizado al ver ese anillo allí entre sus dedos, en un Julio de rodillas a sus pies en completa sumisión.

—Tú nunca haces nada porque sí, siempre es parte de algún plan —dijo Serge entre dientes—, si crees que...

—Te amo inmensamente, si te vas, yo me voy con vos, ¿lo entendés, mon coeur? Si elegís morir, moriré a tu lado —dijo Julio mirándolo fijo—. Si me decís que deje a esa chica en paz, lo haré, a ella, a Wolff, a quien sea, pero no me dejes, Serge.

—¿Y tus hermanos?

—Solo quiero evitar su muerte, nada más, solo eso.

—No te vas a involucrar, no importa lo que pase en esa pelea —dijo Serge con seriedad—, no importa lo que suceda, no los vas a tocar o yo me voy a destrozar el cráneo con tu arma preferida.

—Serge...

—Hablo en serio, Julio —gruñó Serge con molestia—, fui entrenado por Gretchen y criado por Nahuel, ¿realmente crees que no lo haré?

—Pediles que entreten más, que se preparen más. Si querés, pasale información relevante para ellos, pero no me dejes, Serge.

El francés lo miró con los ojos humedecidos, parpadeó solo un segundo para quitarse las lágrimas, y ese segundo bastó para que Julio se pusiera de pie y tomara el brazo de Serge, desarmándole rápidamente la pistola. Serge no tardó en defenderse y trabar los brazos de Julio en una llave de sumisión, pero se sorprendió cuando este lo besó con cariño.

Épouse-moi —dijo Julio y Serge presionó más su agarre.

—No bromees conmigo.

—No bromeo. Puedo liberarme, sabés que puedo dislocarme y hacerlo —dijo en un jadeo—. Veux-tu m'epouser?

—¡¿Por qué, Julio?! —chilló Serge con lágrimas en los ojos—. ¡Tres años he calentado tu cama! ¡Tres! ¡¿Por qué ahora quieres casarte conmigo?!

—Porque mi padre está muerto y no podrá impedirlo... —susurró.

Serge aflojó el agarre y Julio se liberó, el francés no podía dejar de mirarlo con sorpresa pero también con desconfianza, porque Julio siempre actuaba por algo más, jamás daba pasos en falso.

—Si esta es tu estrategia para evitar que ayude a mis amigos, no va a funcionar.

—Hacelo, ayudalos, guialos para que no sean tan estúpidos como mis hermanos —dijo Julio y lo tomó del rostro para verlo fijo a esos ojos azules—, y casate conmigo. Solo vos y yo, sin Gretchen, sin Héctor, sin nadie más, solo vos y yo.

Serge bajó la mirada pero Julio lo instó a mirarlo fijo.

—¿Cuál es tu respuesta?

—Con Nahuel —dijo Serge en un suspiro—, es mi padre, sin él no hay boda.

—¿Es un sí?

—Es un sí —susurró Serge, pero cuando Julio quiso besarlo puso la mano en medio—, pero soy libre. Libre de ir a donde me plazca, de gastar mi dinero en lo que deseo, en visitar a mis amigos y salir a bares sin que intentes matarlos.

—Está bien, mon coeur, está bien.

Serge corrió lentamente su mano y Julio capturó sus labios en un beso, lo tomó de la nuca para intensificar el beso mientras lo aferraba hacia sí.

—Te amo, Serge —susurró contra sus labios—, sin vos no habría vida que vivir.

Lo besó con más deseo y de un fuerte tirón le quitó a Serge la camisa, lo que reventó los botones y rasgó un poco la tela. Serge le dio un golpe.

—¡Es Versace!

—Puedo comprarte cien más, puedo darte el mundo entero —dijo contra su cuello mientras acariciaba el fuerte torso de Serge, dejando un camino de besos por todo su cuello y torso—. Lo que quieras es tuyo, mon coeur.

Capturó nuevamente los labios de Serge en un beso pasional mientras bajaba con su mano para quitarle el cinturón y poder atenderlo con anhelo y devoción. Observó con una sonrisa los gestos placenteros de Serge ante su mano y la forma en que se deshacía ante él.

Julio no tardó en dejar un camino de besos por todo su torso para darle placer a su amado, mientras le colocaba a su vez el anillo en el dedo anular, con los suaves sonidos de satisfacción del francés, aferrado a su cabello negro.


En la casa del Loco, él entrenaba a Lucas en el sótano. Le enseñaba a hacer técnicas de sumisión y a contraatacar. Cada día Lucas mejoraba más, aprendía muy rápido y su cuerpo tomaba forma enseguida, sus músculos ya habían comenzado a resaltar, lo que a Lucas le ayudaba con su autoestima.

El rubio le lanzó un puñetazo al Loco que frenó enseguida, pero él no tardó en aplicar una de esas llaves de sumisión que el Loco rompió al trabarle las piernas para hacerlo caer al suelo, donde le colocó un cuchillo al cuello.

—Un asesino no te tendrá piedad y menos si estás desarmado, Rubio. Siempre tenés que estar armado, siempre. Aunque sea una pequeña daga, pero algo tenés que tener encima —dijo allí en el suelo, con el cuchillo contra su cuello, el cual quitó rápidamente—. Muy bien, Rubio, mejoraste mucho. Aprendés rápido.

—No lo suficiente —dijo, jadeante.

—Creeme, aprendés rápido, sos bueno —dijo el Loco con una sonrisa y se sentó para verlo bien—. Tenés que tener un cuchillo encima, como Erica.

—No me llevo bien con los cuchillos, prefiero otro tipo de armamento.

—¿Cuáles? —Lo vio ponerse de pie y lo siguió con la mirada cuando Lucas se acercó a las armas—. Rubio, cuidado.

Lucas solo se rió al tomar un rifle de allí que estaba desarmado, para comenzar a armarlo.

—Te dije que suelo cazar con mi tío en el campo, no cazaba asesinos, más bien… liebres, pero…

—Las liebres son más rápidas —acotó el Loco con una sonrisa torcida.

—No soy el mejor, pero al menos sé usar un rifle —Terminó de armarlo y se concentró en ver la mira—. Y solo para que sepas, si bebo alcohol, misteriosamente tengo más puntería.

El Loco se rió a carcajadas y le palmeó la espalda con cariño, para luego apoyar su mano en la cabeza de Lucas y tocar su cabello, estaba algo largo.

—¿Querés cortarlo o te gusta así? —preguntó al tocar ese fino y ondeado cabello rubio, era suave al tacto.

—Me gustaría cortarlo, nunca fui de llevarlo muy corto, pero no estoy acostumbrado a tenerlo tampoco tan largo —dijo Lucas con un suspiro.

El Loco se alejó para poder tomar dos botellitas de agua de la heladera y así poder extenderle una a Lucas, quien se quitó la remera sudada para estar más cómodo. Su torso y brazos se veían en forma, había comenzado a tener pectorales y abdominales más marcados, al igual que sus bíceps, tríceps y hombros. Se estaba haciendo fuerte y eso era algo bueno, porque significaba que Lucas podría defenderse ante algún ataque.

Ambos fueron a darse una ducha antes de cenar, Erica había cocinado junto a Jack y Tahiel, quienes le ayudaron en todo lo que estuvo a su alcance. Cuando la cena estuvo lista, Lucas y el Loco se sentaron a la mesa para cenar. Jack no quiso colocarse sobre el regazo de nadie, sino que optó por sentarse solo como hacía Tahiel.

—¿Me das, por favor? —dijo Tahiel enseñando su plato hacia Erica.

—Claro, amorcito —le sonrió y sirvió un poco más de comida, habían hecho tarta de verduras.

—Wow, lo domaste —dijo el Loco con sorpresa.

—Ya hace bastante que viene Tahi, de a poco le enseño a relacionarse con respeto —explicó ella con una sonrisa y le acarició el cabello oscuro—. Te estás portando muy bien, amorcito.

—Gracias —dijo con una enorme sonrisa y comió un bocado de tarta—, ¡está muuuuy rico!

Para que Jack no se pusiera celoso también le hizo caricias y halagos que lo hicieron sonreír. El Loco la miraba con una sonrisa tierna en el rostro, porque cada día Erica le parecía más perfecta que el anterior.

Luego de cenar limpió a ambos niños para que pudieran seguir jugando en la alfombra, se llevaban mucho mejor debido a que ya se conocían, y Jack se había acostumbrado a compartir sus cosas, mientras que Tahiel había aprendido a pedir por favor y disculparse.

Lucas había quedado agotado por el entrenamiento, así que se disculpó para poder ir a acostarse. Él había querido cambiar de habitación para que Erica y el Loco pudieran dormir con Jack, por lo que él se había pasado a la habitación de arriba.

—¿Querés tomar algo? —le preguntó el Loco a Erica mientras lavaba los platos.

—Un tecito quiero —dijo con una sonrisa.

Él giró secándose las manos para poder verla con una sonrisa, y luego de asentir preparó todo para hacerle un té. Quería tomar algo junto a ella y conversar un poco, se había pasado casi todo el día preparando a Lucas, y ella lo había pasado con los niños.

Mein engel —dijo con una sonrisa—, recuerdo que una vez me dijiste que te gustaría tener hijos.

—Sí, algún día —respondió al mirar a los niños jugar.

—Vas a ser una madre increíble, mein engel —dijo con una sonrisa tierna—, el amor con el que tratás a Jack y a Tahiel es simplemente hermoso. Y no son nada tuyo, el día que tengas tus propios niños no dudo del inmenso amor que les vas a dar.

Él preparó el té de Erica, de rosa mosqueta que era su preferido, y él se preparó también uno clásico para tomar junto a ella. Le extendió la taza y se sentó enfrentado para poder verla, luego tomó una mano de Erica con cariño, observando con atención su mano que se sentía fría. La envolvió en la suya para darle algo de calor.

—¿Y a vos te gustaría? —preguntó Erica luego de beber un sorbo de té—. La vez pasada hablamos con Chris de eso, él quiere tener hijos luego de los treinta, antes de eso le da un infarto.

—Bueno, yo estoy cerca de los treinta —dijo con una risita—. Cuando imaginaba mi libertad, me veía en una bonita casa con mi esposa e hijos, aunque sinceramente nunca me vi capacitado para ser padre. Sé que ni siquiera puedo cumplir ese rol con Jack y es el Rubio quien lo hace todo y mejor...

Erica le hizo una caricia en la mano, acompañada de una sonrisa dulce.

—Lo hacés bien, Jackie te ama —dijo con suavidad—, sos su papá.

—Erica, el Rubio lo hace mejor.

—Son diferentes, Jack, vos lo hacés bien —Llevó su otra mano hacia la de él, para poder tomarla con cariño—. Tranquilo, sos un buen papá y Jackie te adora.

Él solo sonrió como respuesta y terminó de beber el té. Luego Erica fue a bañar a ambos niños en la bañera, y él le ayudó a secar y vestir a Jack mientras que ella se encargaba de Tahiel. Los acostaron a dormir y Tahi, ya más acostumbrado a los cuentos, lo oyó con atención hasta quedarse dormido.

Erica regresó a la cocina para poder levantar todos los juguetes y guardarlos en un baúl que estaba allí, mientras que el Loco enjuagaba las tazas. Ella se sentó en el sillón algo agotada, porque aunque los niños se llevaban mejor, cuidar de ambos a la vez le consumía mucha energía. Tomó el control remoto y comenzó a cambiar de canal para poner otra cosa.

—¿Te gustaría ver una película conmigo? —preguntó Erica con una sonrisa.

—Está bien, nunca vi una.

Él se acercó con un cigarrillo en los labios, una botella de vino y dos copas, para poder servirle a ella. Se ubicó a su lado y Erica se acomodó en el hombro de él, abrazándolo.

—¿Qué te gustaría ver?

—Nunca vi una película, así que no sé, mein Liebling —suspiró él—. Lo que vos elijas va a estar bien.

—Hay muchos géneros, romance, acción, ciencia ficción, terror, de todo. Incluso infantiles, que son las preferidas de Lucas.

—Él siempre habla de dos personajes, el Capitán América y John Wick, ¿algo de eso estaría bien? —preguntó el Loco y le dio un tierno beso en la frente—. Me da curiosidad.

—Sí, ahora veo qué encuentro.

Erica se acurrucó contra el pecho de él para poder buscar alguna de esas dos opciones, mientras que él le hacía caricias en el cabello. Siempre le había gustado mucho su aroma dulce a cerezas.

Erica no pudo evitar lanzar una risotada al oír al Loco decir: «yo los mato, lentamente» ante la escena del perrito de John Wick, porque sabía que sí era capaz de hacerlo por Hund.

—Jack... —susurró Erica para llamar su atención—, dentro de poco se cumple un año de que llegué a Mörder, eso significa que va a ser mi cumpleaños.

—Lo sé, mein engel, ¿qué te gustaría hacer?

La miró fijo, porque Erica había acomodado la cabeza en su regazo, con él haciéndole caricias en el cabello.

—Nada. No tengo a mi hermana ni a mis padres, va a ser mi primer cumpleaños sin ellos... —dijo con tristeza, llena de angustia en su voz—. No quiero festejar, solo quiero estar con vos, Lucas y Jackie, solo nosotros. Sin fiesta, por favor.

Él le dedicó una sonrisa triste al hacerle caricias en el rostro.

—Está bien, mi amor, tal vez podamos hacer un pequeño viaje los cuatro solos como familia. ¿Te gustaría?

Erica solo asintió y se acurrucó para estar más pegada a él y terminar de ver esa película.

Un rato después, luego de que finalizó la película, Rata llegó a buscar a su hijo. Habló un poco con ambos y, al igual que siempre, agradeció a Erica la increíble ayuda que le daba. Con Tahiel dormido en sus brazos se fue luego de despedirse de ambos.

Erica se dejó caer nuevamente en el sillón mientras que el Loco aseguraba todas las aperturas, luego se acercó a ella por detrás del sillón y depositó sus manos en los hombros de Erica, para hacerle un pequeño masaje.

—¿Qué pasa, mein engel? —preguntó con suavidad al verla triste.

—Solo pensaba...

—¿En tu familia?

—En qué hubiese pasado si el día que llegué a Mörder no te hubiese visto matar a ese tipo —dijo en un susurro—. No me habrías dado miedo porque antes de eso me pareciste el más cuerdo y normal, no te habría mandado a la mierda en la enfermería, no me habría asustado que te acercaras a mí. Tal vez... Tal vez incluso me habrías gustado vos antes que Aaron y ni siquiera tendrías que haberme azotado esa noche porque no me habría acercado a él. Tal vez incluso vos y yo estaríamos por cumplir un año de relación, y mi familia seguiría viva.

Él la abrazó con cariño desde su posición y le dio un tierno beso en la mejilla.

—No se puede cambiar el pasado, mein Liebling, aunque me gustaría también que todo hubiese sido diferente, haber actuado diferente —dijo en un susurro y volvió a darle un beso en la mejilla—. Solo podemos tratar de aprender de lo que pasó y seguir adelante, ahora juntos, porque ya no estás sola.

Erica se aferró al fuerte brazo de él y le dio un beso con cariño. Levantó la mirada para encontrarse con esos ojos celestes tan expresivos que la miraban de esa forma que la estremecía. Siempre la había visto así, pero en el pasado no había entendido el significado de esa mirada. Se irguió entonces un poco para poder capturar sus labios en un beso.

—¿Jack?

—¿Sí, mein engel?

—Ya estoy lista para una relación.

Él sonrió ampliamente y pasó por arriba del sillón para sentarse a su lado, la tomó con suavidad del rostro para besarla, y volvió a abrazarla con cariño.

—Está bien, mi amor.

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