Capítulo N° 44
Erica se había levantado temprano en la mañana para poder salir a comprar, necesitaba caminar tranquila y sola. Recorrió las góndolas de un supermercado barrial con varios suspiros, pues trataba de convencerse a sí misma de que no estaba evitando al Loco.
Para distraerse tenía pensado hacer algún postre para el almuerzo, compró todos los ingredientes y en la fila de la caja se cruzó a doña Lara, la vecina. Fingió no haberla visto, no estaba de humor para conversaciones en la mañana, por lo que se mantuvo con la mirada baja observando sus compras en un canasto.
Hacía bastante que vivía allí, se había acostumbrado a convivir con el Loco, Lucas y Jack. Se repartían tareas y pasaban juntos muchos momentos, y pese a todas las sensaciones y sentimientos en ella, Erica intentaba descubrir si lo que sentía era solo costumbre o algo más.
La única persona con la que pudo hablar al respecto sin que hiciera bromas fue Serge, le había escrito en la noche y estuvieron despiertos hasta altas horas en una llamada. Él había prometido ir a visitarla ese día por la tarde para tomar algo juntos y conversar.
En el camino de regreso a casa, con sus compras en bolsas, vio que a Lara le costaba llevar sus bolsas, cojeaba de un pie que tenía vendas elásticas y parecía algo adolorida. Con un suspiro Erica se adelantó para poder llegar hasta ella.
—¿Quiere que le ayude? —preguntó Erica al extender su mano para pedirle una bolsa.
—¡Hola, linda! —dijo la señora con una sonrisa—. Estoy bien, solo me duele un poco el pie.
—¿Se lastimó?
—Tengo una úlcera y se volvió a abrir, así que me duele un poco —admitió con un gesto adolorido.
Erica tomó sus bolsas para poder llevarlas.
—Es mucho peso —dijo Lara al verla, pero Erica se rió.
—No en realidad, vamos en la misma dirección así que no me cuesta nada.
Caminaron juntas, Lara iba un poco más lento debido a su pie, pero Erica intentó seguir su ritmo de caminata. La señora le contaba sobre los cambios en el barrio, su hijo que estaba por egresar de la secundaria y la inseguridad que empezaba a llegar a esa zona. Sin embargo, cerca de la cuadra donde vivían, Lara se detuvo un instante y miró a Erica.
—Perdón que me entrometa, pero anoche se escuchaban gritos desde tu casa, ¿está todo bien?
Erica enrojeció por completo, sabía que los sonidos no entraban ni salían de la casa por las reformas que había hecho el Loco, pero se habían gritado en el patio a la medianoche y probablemente todos los vecinos los habían oído.
—Solo... una discusión de pareja... —dijo con sus mejillas ardiendo—, nada grave.
Lara no parecía muy convencida con la respuesta, pero dejó ir un suspiro y apoyó su mano en el hombro de Erica.
—Si necesitás algo ya sabés, podés tocar mi timbre cuando quieras.
Erica asintió con una sonrisa y caminaron en silencio hasta llegar a la casa, donde le extendió las bolsas para que pudiera entrar tranquila. Lara la despidió con una sonrisa y un movimiento de mano alegre en el aire. Luego, con un suspiro avergonzado, Erica entró en la casa. Sintió sus mejillas arder al ver al Loco con el torso desnudo apoyado contra la mesada en la cocina, tenía una taza de café en una mano y un cigarrillo en la otra.
—Buen día... —dijo Erica en un susurro casi imperceptible cuando se acercó allí.
—Buen día, Erica —respondió él con una sonrisa.
Ella comenzó a guardar todas sus compras, excepto las que pensaba utilizar en ese momento para preparar un postre. Estaba con la cabeza gacha e intentaba no mirarlo.
—Anoche... Nos escucharon los vecinos... —dijo y apretó la mandíbula.
—Entiendo, hay que evitar decir cosas de más en el exterior.
—¿Lucas?
—Afuera con Jack y Hund, los tres son como plantas, aman estar en el sol —dijo con una risita y bebió un trago de café.
Erica tomó un bowl y todos los utensilios necesarios para poder preparar un cheescake. Cuando comenzó a moler manualmente unas galletas, él la miró con curiosidad por ello.
—¿Qué hacés?
—Quiero hacer un cheescake, un postre para el almuerzo —dijo mientras pisaba las galletas con el palo de amasar.
—Va a venir el Gusano en la tarde a traerme un par de cosas, podrías darle a probar.
—Va a venir Serge también —dijo y lo miró fijo por primera vez en el día, aunque algo nerviosa—. No creo que haya problema en que se crucen, ¿no? Serge dijo que lo quería mucho.
El Loco sonrió y comenzó a reírse.
—El francés es la única persona luego de Gretchen a quien el Gusano quiere, en el pasado incluso le cocinaba o salían a comer juntos como padre e hijo.
—Raro.
—Sí —se rió él.
Erica continuó con su preparación, y él siguió con su rutina diaria, se sentó en el sillón a leer un libro y hacer algunas anotaciones en un cuaderno. Ella sabía que luego bajaría a entrenar hasta el almuerzo, para después volver a entrenar nuevamente.
Colocó en la heladera la mitad de su cheescake, necesitaba que se enfriara antes de continuar con su preparado. Luego se lavó muy bien las manos y fue a ver a Lucas al patio, para aprovechar también el sol y colgar algo de ropa a secarse.
Por la tarde, luego de entrenar un poco y ayudar a Lucas con su entrenamiento, Erica fue a recibir a Serge. Le había llevado un bonito ramo de flores que ella no tardó en colocar en un jarrón. Se sentaron a la mesa con una taza de café cada uno y una porción de cheescake.
Aprovecharon a conversar tranquilos y sin interrupciones gracias a que el Loco estaba entrenando abajo y Lucas descansaba en la habitación junto a Jack.
—Muchas novedades —dijo Serge con una risita y sorbió un poco de café—, Julio me dice que me ama, y vos...
—Y yo me quiero dar la cabeza contra la pared, exactamente.
Él se rió y tomó la mano de Erica, con cariño. Le hizo una suave caricia para reconfortarla y darle confianza.
—Conmigo no necesitas máscara, puedes ser sincera.
—Es qué no sé qué decir...
Erica puso música en la televisión y sorbió otro poco de café, para luego ver a Serge degustar el delicioso cheescake.
—¿A qué le temes? —preguntó Serge en francés, para animarla a hablar libremente.
—A muchas cosas, pero... No quiero volver a salir con un asesino, volver a sufrir lo mismo, no quiero... Sufrir otra vez —dijo con tristeza.
—¿Crees que él te haría pasar lo mismo que Sabatini?
—¡No!
—¿Es muy pronto para ti? —preguntó con suavidad y ella asintió—. Para ti es pronto, para él son diez meses intentando que lo mires.
—Es que ni siquiera sé si me gusta, si estoy acostumbrada a su presencia o qué carajo.
Se quedaron en silencio por un instante y Erica volvió a servir café para ambos, con un suspiro.
—¿Y qué tal van las cosas con Julio? —preguntó para cambiar un poco el tema.
—Bien, pero desde que escapó Sabatini está más distante. Vive bajo mucho estrés y discute todo el tiempo con Gretchen y Héctor —dijo con un suspiro—. Así que estoy feliz porque nuestra relación está oficializada, pero me entristece verlo tan agotado.
—¿Y cómo empezaron ustedes? —preguntó Erica con una sonrisa, llena de curiosidad.
Serge comenzó a reírse y bajó la mirada con sus mejillas encendidas.
—No lo sé, éramos amigos, salíamos a comer juntos y hablábamos de todo. Simplemente pasó, un día solo nos miramos fijo y cuando nos dimos cuenta ya estábamos besándonos —explicó con una sonrisa tímida y luego tomó la mano de Erica con cariño—. A veces no hay que pensar tanto las cosas ni buscar que sea perfecto, a veces solo hay que sentirlo y disfrutar del momento.
—Es fácil decirlo...
—Nosotros vemos la muerte a diario, sabemos que todo es efímero, y sabemos que los momentos hay que disfrutarlos porque el día de mañana quizá ya no estemos —dijo con seriedad—. Me tomó tres años que Julio admitiera que me ama, estoy capacitado para decir que entiendo a Wolff. Si te gusta, si sientes algo por él, sé sincera y explica tus miedos. No le hagas creer que no te importa.
Se quedaron en silencio con la música de piano que había puesto Serge, bebiendo los contenidos de sus tazas. Luego de un rato en silencio Erica se puso de pie y se acercó a él para abrazarlo, y Serge, con una sonrisa, respondió el abrazo.
—Gracias, mon prince —dijo Erica y le dio un beso en una mejilla, la cual pellizcó—. Y ya no coquetees con él.
Serge comenzó a reírse.
—Soy un hombre fiel, princesse —dijo con una sonrisa pícara—, y no soy un rompe hogares.
El timbre comenzó a sonar de forma molesta, por lo que Erica supo que se trataba de Fosa con su clásica impaciencia. Por ello fue a atenderle rápido antes de que despertara a Jack y Lucas.
—¿Y el imbécil de Wolff? —preguntó Fosa al entrar tras ella.
—Abajo.
—¡Serge! —dijo Fosa con sorpresa y sonrió ampliamente al verlo en la mesa.
Serge se puso de pie y se acercó a él casi en un trotecito, también con una sonrisa enorme.
—Nahui —le dijo y lo miró, con sus ojos azules que parecían brillar de emoción.
Erica se sorprendió en el instante en que vio a Fosa abrazar a Serge con cariño, para luego darle un beso en la cabeza con una sonrisa. No había palmadas de perro, tampoco expresiones de repulsión por el tacto, eran muestras de afecto reales y por primera vez lo vio verdadera y honestamente feliz.
Fosa lo soltó para tomarlo del rostro y verlo de arriba hacia abajo, y Erica decidió dejarlos a solas un momento para poder buscar al Loco.
—Me enteré que te convertiste en el líder de los profesionales —dijo con una sonrisa—, y que derrotaste a Sabatini.
—Dos veces, en la segunda lo dejé inconsciente —dijo Serge con una risita.
—Mi niño, ya todo un adulto —dijo con un tono de voz suave y cariñoso, luego le dio una palmada en el rostro—, ¿pero qué es eso de ser el amante de Julio, eh?
Serge se rió con ánimo y volvió a abrazarlo, hundiendo su rostro en el pecho de él.
—Lo amo, Nahui.
—Uhm... —suspiró Fosa y le dio un beso en la cabeza—, espero que al menos vos sí me invites a tu boda.
—Solo si no intentas matarlo —se quejó Serge con el rostro serio.
—Dejarlo vivo podría ser un buen regalo.
Serge se rió y caminaron juntos hasta la cocina, donde el Loco y Erica los miraban con una sonrisa. Él estaba acostumbrado a ver a Fosa siendo afectuoso con Serge, sin embargo para Erica era una enorme sorpresa. Lo despeinaba, lo acariciaba, incluso se quitó los guantes para acariciarle el rostro piel con piel.
—Para él, Serge es lo suficiente limpio —susurró el Loco al oído de Erica—, no como el resto de las personas.
Serge no se quedó mucho más tiempo allí, debía regresar junto a Julio que ya lo estaba llamando por teléfono por la tardanza, sin embargo antes de irse abrazó nuevamente a Fosa, quien le dijo:
—Tal vez podrías venir a cenar a casa un día.
Él asintió con una sonrisa y se despidió de Erica con un abrazo. Se fue de mucho mejor ánimo gracias a haberse cruzado con Fosa, pues aunque ambos solían andar por Assassin, nunca se habían cruzado.
Luego de que Serge se fue, Fosa también estuvo de mejor humor, a pesar de que conversaba con el Loco con su rostro serio. Solo por su tono de voz uno podía notar que estaba feliz.
Fosa había ido a llevarle unos archivos con información al Loco, y las cosas que querían conversar en privado lo hacían hablando en alemán. Luego de beber una taza de café y conversar un rato más con él, se puso de pie mirando su reloj de muñeca.
—Debo ir a trabajar, dejé a Rata con su monstruo y debe ser un caos —dijo con un chasquido de lengua.
Erica comenzó a preparar la cena junto con Lucas, mientras que el Loco acompañaba a Fosa hasta su auto.
Habían decidido preparar milanesas con puré, por lo que Erica estaba rebozando la carne mientras que Lucas pelaba las papas.
El Loco llegó unos minutos después con un gesto agotado que llamó la atención de Erica.
—¿Pasó algo?
—No se sabe la ubicación del pollito, Ginevra lo tiene bien escondido en alguna parte hasta que se recupere, eso va a tomarle un par de meses —explicó con un chasquido de lengua—. El Lado bueno es que Rata le quitó la mitad de sus seguidores, mató a Piero y dejó malherida a Noelia. Gracias a él, el pollito va a tener menos poder e influencias.
—¡¿Rata los atacó?! —chilló Erica.
—Ayer, luego de dejar a Tahi y antes de irse a trabajar con el Gusano —dijo el Loco con una sonrisa torcida—. Entre el tiempo en que mi padre murió y Nahuel se volvió el mejor, hubo un lapso de años en que Omar ocupó ese puesto. Él es lo suficiente bueno para meterse en Mörder y acabar con la mitad de los presentes él solo en menos de quince minutos.
—Wow —fue lo único que dijo Erica con sus ojos bien abiertos—. O sea que si vos, Fosa y él se unieran, podrían prácticamente dominar el mundo.
El Loco comenzó a reírse.
—Tal vez, no lo sé.
Se sentó en una de las banquetas altas de la isla para verlos a ambos trabajar, pero aunque ofreció ayuda ambos ya habían acabado con todo el trabajo. Las papas estaban en el agua cocinándose y las milanesas solo debían fritarse, excepto las que Erica haría al horno para Jack.
Cenaron juntos y colocaron un plato para Hund cerca de la mesa, para que también comiera con ellos. Y pese a la diversión que otorgaban a la cena Jack y Lucas, el ambiente era algo incómodo, por eso luego de cenar Lucas quiso huir al llevar a bañarse a Jack, y luego hacerlo dormir.
En la cocina solo habían quedado Erica junto al Loco, quien se encargó de lavar los platos mientras que ella limpiaba la mesa y barría el suelo para dejar todo limpio y en orden.
El ambiente era silencioso y muy incómodo, porque ninguno se miraba entre sí ni se dirigían la palabra. Erica se sirvió una porción pequeña del cheescake junto a una copa de vino, y el Loco se apoyó en la mesada secándose las manos, desde donde la miraba fijo.
—Erica...
Ella sintió que se le paró el corazón por un instante.
—¿Puedo pedirte un favor? —dijo en voz baja.
Ella dirigió con nervios su mirada hacia él y asintió, para luego darle otro bocado a su postre.
—¿Podrías enseñarme a cocinar? No quiero ser un inútil de mierda siempre...
Erica levantó la mirada para verlo, algo sorprendida. Se lo veía entre triste y avergonzado.
—No digas eso, no sos un inútil —dijo con suavidad—. Es normal que no sepas hacerlo, viviste toda tu vida en Mörder donde hay cocineros.
—Aún así no me siento cómodo viendo que ustedes dos hacen todo.
—Está bien, cuando quieras —dijo Erica con una sonrisa y bebió un trago de vino.
Él sonrió como respuesta para después alejarse, Erica lo vio tomar unos objetos de la barra para después ir hasta la puerta del sótano. Ella apretó los labios y la copa en su mano, pero antes de que él bajara las escaleras lo retuvo con su voz.
—¿Podemos hablar?
Él se detuvo un instante allí en la puerta, estático y nervioso, pero dirigió su mirada hacia ella y asintió. Erica tomó entonces la copa de vino y la botella para poder ir con él abajo, no quería que Lucas escuchara la conversación, porque sabía que seguro prestaría suma atención a sus palabras.
Allí abajo se sentaron en los sillones con una copa cada uno, y él no tardó en encender un cigarrillo por los nervios que sentía. Sin embargo estuvieron en silencio por un largo rato, motivo por el que el Loco decidió poner música para tapar un poco ese silencio incómodo.
—¿De qué querías hablar? —preguntó él y sopló el humo de su cigarrillo.
Erica bajó la mirada y comenzó a refregarse un brazo al zapatear con una pierna, pero él sonrió y luego comenzó a reírse.
—¿Qué? —se quejó ella.
—Así hacías en la enfermería —dijo con una sonrisa alegre—, cuando me mandaste a la mierda.
—Siempre decís que te mandé a la mierda, ¿por qué no decís que me dijiste que sudo como un cerdo? —se rió ella.
Él se rió por ello y le dio otra pitada a su cigarrillo, se quedó en silencio mirándola entera, porque Erica en la casa se vestía muy distinto a cuando estaba en Mörder, usaba faldas y vestidos en colores delicados, o jeans y bonitas blusas, como en ese momento que tenía un vestido lila de mangas largas. Y aunque su rostro estaba al natural, se veía realmente hermosa con su piel radiante.
—Je crois que je suis en train de tomber amoureux de toi —dijo Erica y apretó los labios.
El Loco hizo un extraño gesto con el rostro, muy confundido.
—No entiendo francés, engel...
—Lo sé —dijo y apretó nuevamente los labios—. Vos me decías cosas en alemán también, a pesar de que no entendía.
Él bajó la mirada y sorbió un trago de vino antes de agregar:
—Porque no me animaba a decirlo en español...
—Exacto.
Se mantuvieron en silencio por un rato más, hasta que el cigarrillo del Loco terminó por consumirse y debió apagarlo en un cenicero.
—¿Algo más querías hablar conmigo? —preguntó él en un susurro.
Erica se puso de pie y comenzó a caminar por el lugar, estaba realmente nerviosa y sentía que su corazón saldría despedido de su pecho, respirar bien era una verdadera misión imposible. Se acercó a la mesa de pool para poder tocar la madera brillante, mientras pensaba cómo hablar.
—Erica, no estás obligada a...
—Me gustás.
Erica se mantuvo de espaldas a él, entretenida en rozar con sus dedos la mesa de pool como forma de controlar las sensaciones en su cuerpo que querían dominarla.
—Necesitaba saber si era costumbre o... si en verdad me gustabas y...
—¿Y qué?
La voz del Loco se oía más cerca, por lo que Erica supo que se había acercado a ella ante sus palabras.
—La idea de que estuvieras con Misha dolía mucho —dijo con angustia—, ¡odio a ese maldito ruso de mierda!
—Amo a ese maldito ruso —dijo él con una risita.
Erica giró instantáneamente muy ofendida, dispuesta a golpearlo, al menos hasta que vio su sonrisa alegre y sus ojos que brillaban de felicidad.
—Si él no hubiera estado en la reunión, vos no habrías reaccionado como lo hiciste anoche —dijo con esa sonrisa—, y yo no me habría dado cuenta de que te importo.
—Claro que me importás, Jack, pero...
—Pero tenés miedo, ¿verdad?
—No estoy lista, es muy pronto, sé... sé que para vos ya es incluso tarde, pero para mí es todo muy pronto —dijo Erica con la mirada baja y un tono de voz triste—, hace solo tres o cuatro meses me lastimó la persona que yo creí amar, y... No sé si...
—Mein engel... —susurró él y apoyó con cariño su mano el rostro de ella para hacerle una caricia—, con esto ya me doy por satisfecho, no necesito nada más, con saber que te gusto, o que comencé a gustarte aunque sea un poco. Erica, ¡con esto ya me siento el rey del mundo!
Erica levantó la mirada para verlo a los ojos celestes que se veían tan felices y entusiasmados, brillaban con una alegría única. Él se veía radiante como el sol en ese momento.
—No te veías ridículo ayer —dijo en un susurro con la mirada baja y sintió sus mejillas arder.
—¿No?
—No —Se mordió los labios y levantó la mirada para verlo otra vez—, te veías sexy.
Él la miró de forma intensa y rozó con su pulgar los labios de Erica.
—Pero sin ese horrible perfume —agregó ella con una sonrisa torcida.
—¿Horrible? Es Dior —se rió él con ánimo.
—Me gusta tu aroma natural.
El Loco la miró de forma intensa a los ojos, con una mezcla de amor, alegría y deseo, mientras rozaba con su pulgar los labios de Erica.
—Mein Liebling —dijo en un susurro muy seductor.
—¿Qué significa?
—«Mi amor» —dijo en un susurro y agregó—. Dürfte ich dich küssen?
Se acercó a sus labios, rozó su nariz con la de ella para darle tiempo al rechazo, sin embargo Erica se aferró a su cuello para besarlo. Sus labios eran cálidos y suaves, y él no tardó en responder con un sonido de satisfacción y abrió un poco la boca para encontrarse con una Erica muy decidida a explorarlo.
Él no estaba acostumbrado a besar, le parecía algo sentimental y especial que solo debía hacerse con quién uno ama, por ello disfrutó de ese momento, de saborear la calidez de los labios y lengua de Erica. La aferró de la cintura y, debido a que era más baja que él, la levantó con suavidad para sentarla sobre la mesa de pool y poder besarla cómodamente.
—Ich liebe dich, mein Liebling —susurró contra sus labios.
—Je te kiffe grave...
Él la observó a los ojos, Erica lo miraba de forma distinta, esta vez de verdad, esta vez con afecto real. Con sus dedos acarició cada parte de su rostro y sus labios, como si quisiera asegurarse de que era real, de que era Erica y no alguna clase de sueño. Apoyó entonces su frente con la de ella con sus ojos cerrados y sus labios apretados, porque sentía angustia en su garganta y el noble pero vergonzoso deseo de llorar, el cual intentaba reprimir con todas sus fuerzas.
—¿Es real? No quiero volver a sentir lo mismo otra vez —dijo él con una expresión cargada de tristeza.
Erica apoyó su mano en la mejilla de él, con esa barba apenas crecida.
—Es real.
—No podría soportar nuevamente la desilusión —dijo con tristeza.
—Me gustás —dijo Erica—, no solo... No solo tu cara o cuerpo, porque sos bellísimo, me gusta cómo tomás café apoyado contra la mesada, cuando sonreís y se rasgan tus ojos que parecen brillar, o cuando leés un libro y anotás las citas que te gustan. ¡O tu cara al comer pizza!
—¿Mi cara al comer pizza?
—Sonreís y te balanceás con alegría, como un niño —explicó Erica con una sonrisa enternecida—, cuando estuve en Mörder... Me acordaba de eso, de tu cara al comer con tanto placer una porción de pizza y...
Él volvió a besarla, con cariño y decisión, disfrutó de sus labios, pero luego se alejó para poder abrazarla con fuerza.
—Te amo tanto, Erica, tanto —dijo y la aferró más hacia sí—, no me importa si no te enamorás nunca de mí, solo esto, solo con esto soy tan feliz, mein Liebling...
Erica podía oír sus latidos acelerados, su aroma tan atrapante y exquisito, era fresco y le fascinaba, como una suave pero delicada hipnosis. Aferró sus dedos a la espalda de él y se acomodó mejor para poder abrazarlo. De forma extraña también se sentía feliz, y se encontró a sí misma sonriendo al disfrutar de ese momento.
—Puedo esperarte por siempre —dijo él en un susurro—. Du bist alles, was ich will.
—Podemos... ir despacio...
Él se alejó solo un poco para apoyar su frente en la de Erica, y cerró los ojos al rozar la nariz con la suya. Erica lo miró un instante antes de capturar sus labios nuevamente en un beso, el labio inferior del Loco era algo más carnoso que el superior y eso le gustaba mucho, lo tomó entre sus labios antes de explorarlo, y sonrió al oír un leve gemido satisfactorio en él.
Con sus manos acarició el cuello de él, luego sus hombros anchos y sus brazos fuertes. Recorrió su pecho duro, con esos pectorales que la habían tenido hipnotizada las semanas anteriores. Y él también acarició su espalda con cuidado, con delicadeza, se aferró a su cintura mientras que Erica apretaba sus dedos en la espalda de él.
Él rompió el beso solo para besarle la mejilla y hacer un camino hacia el cuello de ella, se entretuvo allí, lo que le producía a Erica un delicioso escalofrío que le erizaba la piel. Ella introdujo sus manos por dentro de la remera de él para poder recorrer cada tramo de piel en su espalda, sobre esas alas de ángel que cubrían un dolor muy similar al propio. Luego se dirigió hacia el pecho para apretar sus pectorales, mientras que el Loco se aferró a sus caderas. Parecía dudoso de recorrer más, por lo que Erica comenzó a besar su cuello y solo bastó eso para que él levantara un poco el vestido para aferrarse a sus grandes glúteos. Los apretó con deseo para luego recorrer sus muslos.
—Mein engel —susurró él—, si no querés, si preferís esperar...
Ella enredó sus piernas en la cintura de él, mirándolo con un fuego en los ojos que amenazaba con quemar todo alrededor, y luego volvió a capturar sus labios en un beso.
—Je suis à toi —susurró contra sus labios.
Lo hizo a un lado solo para poder bajarse de la mesa de pool y dejar caer su vestido, luego lo vio quitarse la remera, por lo que Erica hundió su rostro en ese fuerte pecho desnudo, y con sus dedos recorrió cada tramo de piel en él.
Él la besó mientras la iba guiando hacia la cama, donde la instó a recostarse mientras se deshacía de su calzado y pantalón en un instante. Erica liberó sus pechos del sostén, y el Loco los besó con devoción, atento a las reacciones de ella y sus suaves sonidos.
Luego fue recorriendo con sus labios todo el vientre de Erica, y con sus manos acarició sus caderas y bellas piernas. La miró a los ojos para ver si quería frenar, si estaba segura o lo autorizaba a proseguir. Solo luego de asegurarse de ello resbaló por sus piernas con cuidado la lencería de Erica. Besó con anhelo una de sus piernas desde el tobillo hasta los muslos, mientras le susurraba lo mucho que la amaba y deseaba.
Quería que Erica se sintiera única, especial, amada y deseada. Quería demostrarle todo lo que ella significaba para él, y por eso empezó suave y con afecto, con mucho amor y cariño, besando cada tramo de piel en ella. Luego subió nuevamente hasta detenerse en su entrepierna, y los suaves gemidos de Erica no se hicieron esperar ante sus atenciones. Lamió con cuidado sus labios y rozó suavemente su clítoris para darle esa ráfaga de placer, mientras recorría con su mano todo el torso de ella hasta llegar a su boca. Erica abrió la boca para poder besar su mano y lamer sus dedos, lo que pareció enloquecerlo.
Mientras que ella se entretenía con los dedos de él en su boca, el Loco continuó con su tarea de atenderla con cuidado y devoción, de producirle el máximo placer, y por ello también ocupó una de sus manos para estimularla a la vez.
—Jack —gimió Erica y lo tomó del rostro para instarlo a que la mirase, y la mirada que él le lanzó de fuego puro la hizo morderse los labios de deseo—, quiero sentirte.
Solo bastó eso para que él se ubicara sobre ella y capturara sus labios en un beso, pero no dejó de estimularla con sus dedos mientras buscaba cerca de la cama un condón. Erica lo atendió a él con la mano mientras la besaba y rebuscaba en ese mueble, quien dejó ir un gemido viril y placentero.
—Te amo —le dijo él y besó su cuello.
Con un condón ya listo se ubicó con cuidado entre las piernas de Erica, suave y atento a sus expresiones faciales, para asegurarse de que estaba bien y no sentía ninguna clase de dolor o malestar.
Erica se aferró a su ancha espalda y clavó sus dedos allí ante cada movimiento que él hacía y la llevaba poco a poco al borde de la locura. Se aferró entonces a los fuertes glúteos de él, que apretó mordiéndose los labios.
No reprimieron ningún gemido ni sonido, se besaron y acariciaron por completo, y luego Erica se impulsó para instarlo a sentarse y quedar sobre él. Se movía de forma ondeante y ante cada uno de sus movimientos él lanzaba un gemido que a ella le fascinaba.
—Mein engel —susurró él contra su cuello—, mein Liebling. Soy solo tuyo.
Con besos, caricias y mirándose a los ojos, con esas miradas intensas de fuego y amor, dieron luego su último suspiro de placer antes de recostarse en la cama abrazados. Sin querer despegarse del otro, como si la sola idea de alejarse fuera un martirio.
Se miraban fijo a los ojos y en silencio, con una sonrisa, y Erica le dio un tierno beso en los labios mientras que él le acariciaba el rostro, aún incrédulo, aún sin poder creer que sea real.
—No desaparezcas mañana —le susurró.
—No lo voy a hacer.
Él rozó su nariz contra la de ella, con sus ojos cerrados.
—Soy tuyo, Erica, ayer, hoy y siempre —dijo—, no existe nadie más, ni Misha, ni nadie. Solo vos, mein Liebling.
Erica sonrió al oírlo.
—Te quiero, Jack.
Él sonrió con alegría y volvió a besarla con cariño, para luego taparse con los acolchados por el frío, se aseguró de que ella estuviese bien tapada y le dio un tierno beso en la frente.
A la mañana cuando despertó y palmeó la cama a su lado, descubrió que Erica no estaba allí y no dudó en ponerse rápidamente de pie, desesperado ante la idea de otra desilusión. Se puso un boxer lo mas rápido que pudo y subió corriendo las escaleras, la encontró tarareando en la cocina mientras acomodaba dos tazas de café en una bandeja.
—Mein engel...
—¡Ah! —chilló ella y casi se le cayó una de las tazas por la sorpresa—, me asustaste.
—No vuelvas a hacer eso —dijo él con un gesto triste.
—Se suponía que no debías levantarte tan pronto —dijo Erica con una sonrisa tímida—, quería... tener todo listo para cuando despiertes...
Se acercó rápidamente a ella para abrazarla, besó su cabello sintiendo la angustia molestarlo en la garganta y todo su ser.
—Creí... —susurró.
—Jack —dijo ella con suavidad—, tranquilo, solo quería sorprenderte.
Él la tomó del rostro para besarla, primero suave y luego más intenso, más pasional.
—Mein engel...
El beso se había vuelto más apasionado, y con sus manos no tardó en recorrer toda la figura de Erica.
—Jack, el café... —susurró ella al sentir sus besos en el cuello.
—Después.
Diciendo eso la levantó de los muslos como si no pesara nada y la instó a enredar sus piernas en la cintura, mientras la besaba y bajaba las escaleras. La sentó sobre la mesa de pool para besarla con más decisión y disfrutar con sus manos de cada tramo de piel en ella.
Erica lo sujetó del rostro para verlo directo a esos ojos celestes que expresaban todo el amor que sentía por ella, pero también toda la lujuria y el fuego del deseo. Por ello le dedicó una sonrisa que al principio fue tierna, pero luego se convirtió en una sonrisa pícara que lo invitaba a más.
—Te amo —le susurró él mientras se movía sus caderas de una forma odeante que la hacía suspirar de placer—, mi vida, mi amor...
—Je suis à toi —dijo ella y rozó su nariz con la de él para luego besarlo, aferrando sus dedos a la espalda de él en ese último embiste—, à tois...
Él la miró, jadeante aún, ella estaba prácticamente deshecha en sus brazos que la sostenían en la mesa de pool. Le sonreía con una mezcla de alegría y placer.
—¿Qué significa? —se animó a preguntarle mientras le besaba un hombro con cariño.
—Que soy tuya, Jack.
Él sonrió y la abrazó con fuerza para darle un beso en una mejilla. Tenía la necesidad de aferrarse a ella con el miedo a despertar de un sueño.
—El café ahora vendría bien —dijo con una risita nerviosa que se contagió en ella.
Erica intentó bajarse pero aún le temblaban las piernas, por lo que él la acomodó en la cama para ir a buscar el desayuno, no sin antes darle un tierno beso en la frente y decirle con su voz grave pero suave en ese momento:
—Mein engel, mi dulce engel...
Para los viejos lectores quizá sea una sorpresa que todo se haya cambiado, que sea diferente. Les explico: Escribí Mörder siendo adolescente. Hay muchas actitudes del Loco que eran muy infantiles y no eran acordes a su edad, y tuve que cambiar varias cosas.
Me preguntaron varias veces por personajes eliminados (Maggie, la mexicana) la realidad es que no era un personaje creado por mí, y su única utilidad era hacer que Erica sintiera celos y que Lucas hablara de sus problemas. Eso ya fue reemplazado con Misha y la Babu + terapia <3
Sin más que decir, pese a ser distinto todo, espero que a los viejos lectores les guste igual, y que los nuevos se emocionen tanto como yo al escribirlo <3
Los quiero, no olviden dejar su opinión.
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