Capítulo N° 39
La lluvia era fuerte en el exterior, el Loco había salido temprano en la mañana, incluso antes de que Erica se despertara. Era usual que él se fuera sin avisar, pero había dejado su teléfono sobre la mesa y, ya habiendo pasado dos días, aún no había regresado.
—Eri, tranquila —le dijo Lucas, quien con paciencia invertía las cuerdas de su guitarra—. Sentate, vas a dejar un agujero en el piso.
—¡¿Y si le pasó algo?!
—¿Vos te estás escuchando? —se rió Lucas—. ¿Justo a él va a pasarle algo? ¿Qué podría pasarle?
—¡Y yo qué sé! ¿Y si lo atacaron?
—Erica, es el Loco, prácticamente la fusión entre John Wick y Rambo.
—¡Fosa también lo es y aún así lo atacaron por la espalda y casi muere! —chilló, muy nerviosa.
Lucas dejó la guitarra a un costado y palmeó la silla a su lado, para invitarla a sentarse. Ella, con su respiración acelerada y sus latidos imparables, se sentó allí junto a él, quien la tomó del rostro con cariño.
—Él está bien, cuando menos te des cuenta ya va a estar acá. ¿Sí?
—Si no regresa en una hora voy a revisar su teléfono.
—Eri, eso no está bien, es su privacidad —se quejó Lucas.
—¡Ni siquiera dijo a dónde iba, tal vez se encontró con alguien y...!
Lucas se puso de pie para poder calentar agua para prepararle un té, la veía muy nerviosa y respiraba mal. Con un suspiro preparó todo y a veces la miraba de reojo, Erica se sujetaba de la cabeza con una expresión de desesperación inmensa. Lucas sirvió el agua caliente y cuando el té estuvo listo se lo dio con una sonrisa, intentando hablarle de una forma suave y reconfortante.
—¿Por qué no bailás un poco para relajarte? Tenés tus zapatillas de baile, ¿no?
—Está bien, sí, creo que es buena idea... —susurró ella y dio un sorbo a su té—. No quiero asustar a Jackie...
Dirigió su mirada hacia Jack, que jugaba sobre la alfombra con sus bloques y autos con mucha alegría. Él había mejorado bastante de ánimo, tenía menos pesadillas y se lo veía más tranquilo y feliz. Jack incluso dormía mejor los últimos días, ya no se despertaba tanto por la madrugada y su apetito había mejorado.
Lucas dijo que prepararía él la cena, para que Erica pudiese bailar tranquila en su habitación. Unos minutos después ella subió las escaleras, aún con la preocupación y el miedo en la boca del estómago. Colocó música en su teléfono y la pasó a un parlante pequeño para que sonara por todo el lugar. La habitación era grande y podía dividirse perfectamente en dos habitaciones, eso la hizo soltar un suspiro, pues en esa inmensidad se sentía sola y pequeña.
Con cuidado se quitó las zapatillas y medias para poder colocarse los zapatos de punta, comenzó a calentar sus tobillos, sus piernas e incluso sus brazos por largos minutos, para evitar lesionarse. Luego comenzó a bailar con el sonido de piano proveniente del parlante, practicaba sus posiciones y se entretenía haciendo algunos fouetté. Cada vez hacía menos giros por la falta de práctica, y eso la frustraba bastante, porque aunque no fue una gran bailarina tiempo atrás, no era tan mala como en ese momento.
—Increíble que tenga más talento para matar que para bailar —dijo con un chasquido de lengua al verse en el espejo de cuerpo entero.
No era mala en realidad, pero su nivel había bajado un poco y eso le parecía imperdonable, pues siempre había sido muy exigente en la danza consigo misma.
No supo cuánto tiempo pasó antes de oír la voz de Lucas decirle desde abajo que la cena estaba casi lista, pero decidió hacer unos pasos más antes de bajar. Seguía estando demasiado nerviosa y preocupada por culpa de la desaparición del Loco.
Suspiró para tratar de no pensar demasiado en ello, intentaba tragarse la angustia que sentía y de resistir el impulso de llorar. Y tan compenetrada estaba en bailar, en tratar de no sentir ni pensar, que no oyó esos pasos en la escalera y no sintió que alguien la observaba bailar, sino hasta que una risita tierna pero grave resonó en el lugar. Se detuvo enseguida, viéndolo ahí al Loco, estaba apoyado en el marco de la puerta cruzado de brazos, con una sonrisa en su rostro.
—¿Loco...? —dijo con un gesto de sorpresa.
—¿Ves a alguien más acá? —respondió él y levantó una ceja de forma bromista.
—¡Sos un maldito imbécil! —gritó al arrojarle un zapato que él esquivó rápidamente, pero le lanzó el otro más—. ¡Estúpido!
—¡Pará! ¡¿Qué mierda te pasa?! ¡Veo cuánto me extrañaste! —se rió a carcajadas mientras esquivaba todos sus zapatos y objetos voladores.
—¡Infeliz, estúpido, inconsciente! —chilló al arrojarle más cosas con odio, sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos para luego resbalar por su rostro.
—¿Estás... llorando...?
—¡No estoy llorando! —chilló al arrojarle una almohada.
—¡Estás llorando! —dijo con una sonrisa y se acercó a ella, quien quiso lanzarle un puñetazo que él frenó enseguida.
—¡QUE NO ESTOY LLORANDO!
El Loco la tomó del rostro para instarla a mirarlo, ella estaba jadeante y con el rostro cubierto de lágrimas, lo miraba con tristeza.
—Mein engel...
—Va te faire enculé! Connard! Salaud!
—Ya, engel, ya entendí —dijo él con una sonrisa y frenó las manos de ella que le golpeaban el pecho.
Erica se enojó mucho más al ver su sonrisa soberbia en el rostro y le pegó en el pecho varias veces insultándolo, lo que lo hizo reír, para luego sorprenderlo con un abrazo.
—¡Sos un maldito imbécil! —le dijo mientras lo abrazaba—. ¡Te fuiste sin decir nada por días! ¡No fuiste siquiera capaz de llamar diciendo «estoy bien, no me morí»! ¡Ni siquiera te llevaste el puto teléfono!
—¿Estabas preocupada...? —la miró con sorpresa, pero ella no levantó la vista, lo abrazaba con más fuerza.
—¡Pensé que te había pasado algo, que Aaron te había hecho algo, que chocaste con la camioneta! ¡Yo que sé! ¡Cosas así!
El Loco se separó de ella para tomarla del rostro y observarla fijamente a los ojos grises llenos de lágrimas, ella lo miraba con una mezcla de odio y tristeza, y le corrió las manos con furia, pero él nuevamente la tomó del rostro, mirándola en silencio, un silencio que la sacaba de quicio.
—¡Decí algo maldito estúpido! ¡No te quedes callado!
—Perdón, no era la idea preocuparte, no pensé que reaccionarías así. Solo me dediqué a hacer unos trámites...
—¡Pudiste avisar! —chilló, aún muy angustiada.
—Bueno, no creí que podrías llegar a extrañarme...
—¡No digas estupideces que te voy a cortar la puta yugular, connard!
—Lo siento, lo recordaré para la próxima, mein engel —dijo con suavidad, con una sonrisa reconfortante.
—¡Más te vale que no haya próxima porque te disparo en la frente!
El Loco se rió a carcajadas, luego suspiró para poder extenderle un paquete con un moño.
—Que haya paz, ¡no me asesines! —se rió nuevamente.
—¿Qué es esto? —Erica miró el paquete en sus manos con detenimiento, luego lo miró a él—. No me vas a comprar con un regalo, sigo enojada.
—Es solo un regalo, dale, abrilo y decime qué tal, no soy muy bueno en estas cosas que digamos... —admitió con un suspiro al encogerse de hombros.
Erica abrió el paquete mientras mascullaba insultos en francés, pues seguía muy enfadada. Dentro de la caja había algo peludo, como un peluche, y cuando lo husmeó terminó por sonreír con alegría.
—Vi que te gustan esas cosas peludas y horrendas —dijo él con una risita.
—¡Es un Chewbacca, no le digas horrendo a Chewie! —se quejó ella pero sonrió al abrazar su peluche—. ¿Cómo supiste que me gusta Star Wars?
—Estuve en tu casa, ¿lo olvidaste? —se rió—. Tenías varios muñequitos chiquitos y horrendos de ese bicho.
—¡Horrendo serás vos!
—¿Yo? Pero si soy un papucho, engel —dijo con una risita animada—. Ya, Erica, perdón, no estoy acostumbrado a avisar de mis movimientos, lo siento mucho.
—¿Ni siquiera a Gretchen?
—Menos aún a Gretchen, por algo te envió a espiarme —dijo con una sonrisa y apoyó su mano en la mejilla de Erica para darle una caricia—. No era mi intención preocuparte, perdón.
—Sigo enojada —dijo ella con el rostro serio y le corrió la mano del rostro—. Gracias por el Chewie, con permiso, voy a cenar.
Diciendo eso lo esquivó para bajar las escaleras dando pesados pisotones con molestia, mientras que él la seguía por detrás con una sonrisa.
Erica primero entró al baño para poder darse una ducha rápida, tratando de respirar hondo y tranquilizarse. Estaba demasiado nerviosa, había estado muy nerviosa esos días por culpa del Loco y del miedo a que algo le pasara. Sintió humedad, diferente al agua, resbalar por su pierna y al verse terminó por resoplar.
—¡Lo que me faltaba! —gruñó con fastidio y se enjuagó con cuidado.
Luego de secarse con la toalla se colocó un tampón y limpió bien la ducha, debía comprar más tampones y toallas nocturnas, se estaban agotando. No era en realidad la fecha en que debía bajarle, pero estaba segura de que el estrés y los nervios habían adelantado su periodo.
—Maldito loco de mierda —gruñó con fastidio.
Salió del baño secándose el cabello con pequeños toques de toalla, para después sentarse a la mesa junto a esos dos hombres que parecían muy divertidos ahí. Le hizo una tierna caricia en el cabello a Jack y se sentó allí, aún bastante molesta.
—¿Seguís enojada? —preguntó el Loco con un gesto cargado de culpa.
—Ahora te toca a vos, yo la aguanté todo el día —dijo Lucas con una risotada, pero Erica le dio un golpe.
—¡Andate a cagar vos también!
Luego de cenar, Lucas le mostró a Erica un smartphone que el Loco le había conseguido, lo estaba configurando con mucho entusiasmo para poder hablar con su familia. Sabía las reglas sobre no hablar de Erica o el Loco e incluso no decir nada de la ubicación, entendía que era por seguridad y no estaba dispuesto a poner a nadie en peligro.
—Engel, van a venir el Gusano y Rata solo un rato para arreglar unos negocios —dijo el Loco con un suspiro al acercarse a ella.
—¿Es buena idea que vengan estando Lucas y Jack?
—Estoy cansado de esconder a Jack, esta es su casa y no tiene por qué esconderse de un imbécil como el Gusano —dijo con un chasquido de lengua.
Erica entonces se acercó a Lucas para explicarle que recibirían visitas, le explicó que iría su maestro y un amigo más.
—¿Ese Fosa? —preguntó Lucas.
—Sí, junto a Rata.
—¿El Chefcito?
Erica comenzó a reírse a carcajadas, con ánimo y él le sonrió.
—Te hice reír, al fin —dijo Lucas con una risita—. ¡Regresaste, aleluya!
—Sos un tarado, pero te quiero.
Erica se había ido a bañar a Jack, pese a que en cualquier momento podían llegar Fosa y Rata. El Loco tenía razón, era la casa de Jack y no era justo que debiera esconderse solo porque Fosa era anti-niños, y ella no estaba de humor para tolerar a nadie, mucho menos a Fosa.
En el agua, Jack chapoteaba y se reía al jugar con un barquito, mientras que ella le enjuagaba el cabello con cuidado de que no le entrase en los ojos. Jack cantaba con alegría, pero luego de un rato había comenzado a refregarse mucho los ojos, por lo que decidió sacarlo del agua. Lo envolvió en una toalla calentita para poder cambiarlo, sin embargo al salir del baño lo primero que vio fue a Rata y Fosa de pie, él no tardó en dirigirle una mirada asqueada al ver a Jack. Erica no le dio tiempo a nada, se encerró en la habitación para poder secar al pequeño y ponerle su pijamita. Jack parecía quedarse dormido sentado, por ello lo recostó con cuidado y lo tapó junto a su koalita.
—Te amo, Jackie, que descanses —le dijo en un susurro y le dio un cálido beso en la frente antes de salir de allí.
Apagó la luz para que solo el velador iluminara de forma suave, y llamó a Hund para que se quedara allí junto a él. Luego, con un gesto ofuscado se dirigió hacia la cocina, donde los cuatro hombres estaban juntos y el Loco descorchaba un vino para ellos.
—¿Así que vos sos el famoso Rubio que sacaron de Mörder? —dijo Rata al ver a Lucas—. Sos más flacucho de lo que imaginaba.
—Bueno... No era tan flaco en realidad, adelgacé bastante estando ahí —dijo Lucas con una mueca torcida.
—Es verdad, vi fotos del Rubio antes —dijo el Loco y comenzó a servir vino—. Estaba dable.
Erica llegó hasta ellos, la primera a quien el Loco le extendió una copa, con una sonrisa. Fosa la miraba con ese gesto asqueado por verla con Jack envuelto en una toalla.
—Ni se te ocurra decir algo porque no estoy de humor —dijo Erica entre dientes.
—¿Desde cuándo me decís qué hacer, Bombita? —dijo él con su rostro serio—. No te entreno para que te conviertas en una reproductora, sos más que una madre de monstruos. ¿Qué hacés con uno de esos bichos asquerosos?
Erica tomó el sacacorchos y en menos de un segundo se lo puso al cuello, con una mirada llena de furia al enseñar sus dientes y colmillos.
—¡Lavate la puta boca antes de hablar de Jackie! —le gritó, luego sintió el cañón de una pistola en su vientre—. No me intimidan tus amenazas, volvé a insultar a Jackie y te voy a matar.
—Engel, está el Rubio presente —dijo el Loco con un gesto torcido.
—No tenés el suficiente nivel para matarme —se rió Fosa—, y un monstruo asqueroso será siempre eso, aunque te enojes, Bombita.
Erica presionó el sacacorchos un poco más contra su cuello y Fosa quitó el seguro de la pistola.
—Un monstruo asqueroso sos vos, no Jackie —gruñó Erica con asco.
—Sí, también.
Fosa comenzó a reírse y quitó su pistola para poder acomodarla en la mesa lentamente, luego llevó sus manos hacia la mano de Erica y la tocó con cuidado.
—Está bien, Bombita, me retracto, ¿feliz?
—Eri, tranquila —dijo Lucas al apoyar su mano en el hombro de ella, con cariño—. Puede decir lo que quiera de Jack, vos sabés que no es cierto, ¿sí?
—Hoy se levantó picante mi esposita, me encanta —dijo Rata y bebió un trago de su vino—. Pegame a mí ahora.
Erica quitó el sacacorchos y lo arrojó con fastidio en la mesa, para luego sentarse junto a Lucas y el Loco, lejos de Fosa, a quien seguía mirando con odio.
—Eri, ¿es buena idea provocar a ese Fosa Wick? —preguntó Lucas en un susurro.
—Lo que no es buena idea es provocarme a mí en este momento, que sigo muy enojada.
—¿Conmigo también? —preguntó y ella giró para verlo con una sonrisa.
—Sos un tarado, Lu —dijo y le dio un tierno beso en la mejilla—. ¿Cómo voy a estar enojada con vos? El problema es este pelotudo que no avisa nada, el otro imbécil que insulta a Jackie y...
—Ey, yo no hice nada —se defendió Rata.
—Es verdad, pero alguna cagada vas a hacer.
Rata lanzó una risotada para darle la razón, pero luego el Loco comenzó a hablar de la familia de Lucas a Rata, pues quería contratar sus servicios.
—¿La familia del Rubio? —preguntó Rata al ver a Lucas, se cruzó de brazos y lo miró de arriba hacia abajo—. No hay problema, por un precio acorde.
—Decime tu precio y lo pago —dijo Erica.
—Engel, voy a pagar yo —se quejó el Loco.
—Uhm, ¿efectivo de Wolff, o un besote de la Bombita? —dijo Rata al refregarse el mentón—. Por un beso tuyo los cuido día y noche.
—De acuerdo.
Erica se cruzó por la mesa para tomarlo del rostro y estamparle un beso en los labios, con el gesto asqueado de Fosa al verlos, el sorprendido rostro de Lucas y el furioso gesto del Loco.
—Wow, no creí que lo harías de verdad —dijo Rata con sorpresa—, si sabía que ibas a aceptar tan fácil pedía una noche entera...
El Loco atrapó el cuello de Rata en un instante, aplicándole una llave de sumisión.
—Si volvés a tocarla estás muerto, ¿está claro?
—Entonces... me besó en vano porque estaré muerto... para cuidar a su familia... —dijo Rata con una sonrisa.
—Hermosa noche —dijo Fosa al levantar su copa y mirar con una sonrisa a Lucas—. Bienvenido a nuestro mundo.
Lucas solo sonrió sin saber muy bien qué decir, porque aunque todos los presentes eran asesinos y había visto a Erica y a Fosa amenazarse entre sí, no los veía tampoco muy diferentes a cualquier grupo de amigos. Rata y el Loco incluso ya se estaban riendo a carcajadas. Le parecía raro, claramente, pero no muy diferente a las reuniones de amigos con bromas pesadas.
Fosa se puso de pie para alejarse un poco, llamó con la mano a Erica mientras se encendía un cigarrillo. Ella, aún algo enfadada por lo que dijo de Jack, se acercó a él cruzada de brazos y con su rostro serio.
—¿Qué querés? —le dijo.
—¿Tanto escándalo por un...? —Al ver el rostro de Erica terminó por suspirar—. Julio capturó a Sabatini, lo tiene prisionero.
—¿De verdad? —preguntó ella con una sonrisa.
—Confirmado, estuve presente. Gretchen y Julio se están encargando de darle un castigo, ella por cuestiones personales, él por pedido de su amante.
Erica sonrió con alegría y lo abrazó, lo que hizo que él torciera sus labios en un gesto asqueado, pero llevó su mano hacia la cabeza de ella y le dio unas palmaditas como muestra de afecto, pues tenerla pegada a él le daba asco.
—Va a recibir su merecido, Bombita, podés relajarte un poco.
Ella lo soltó para verlo a los ojos de un celeste opaco y grisáceo.
—No vuelvas a insultar a Jackie.
—No vuelvas a amenazarme —dijo él y le apretó el rostro con la mano—. No abuses de tu suerte.
—Ay, dejá de hacerte el malo, funcionará con el resto pero no conmigo —se rió ella y le corrió las manos.
Regresaron junto al resto, donde Lucas fumaba un cigarrillo y se reía a carcajadas al oír los chistes de Rata que sacaban de quicio al Loco. Se sentaron junto a ellos, sin embargo Fosa tomó la mano de Lucas, lo que lo sorprendió bastante.
—Dejá de mirarme así, Bombita, estoy analizando —dijo Fosa con un chasquido de lengua, observó los muñones prácticamente cicatrizados en él—. En un tiempo más vas a poder usar epítesis.
—¿Epítesis? —repitió Lucas con un gesto extrañado.
—Protesis de silicona, para que lleves una vida normal. Se mandan a hacer personalizados.
Lucas sonrió con alegría y agradeció por sus palabras, se miró la mano un poco más entusiasmado ante la posibilidad de no tener que verla así por siempre.
Las maldiciones e insultos de Aaron se oían en todo Assassin, no gritaba de dolor, no sufría como Gretchen lo deseaba, solo los insultaba mientras que ella lo observaba de cerca, frente a él en ese sótano de Assassin, lleno de olor a humedad y óxido, donde los caños y goteras se hacían presente, goteando insoportablemente sobre él, sobre su cabeza una y otra vez.
Julio azotaba la espalda de Aaron, mientras que él amenazaba con asesinarlos no bien lograse soltarse, porque sabía que lo haría en algún momento.
—¿Por qué lo hiciste, Aaron? —Gretchen lo miró con tristeza, aún con todo el odio encima, él fue casi como un hijo para ella.
Llevaba un par de días interrogándolo, pero Aaron no decía nada, sin importar los azotes o las torturas aplicadas.
—¡Cuando me libere de estas esposas, juro que voy a hacerlos sufrir, se arrepentirán de haberme jodido! —gritó eufórico, sentía en su espalda los azotes de Julio, pero soportaba el dolor muy bien.
—¿Querés que aumente el ritmo, o paso al nivel dos? —preguntó Julio al correrse un mechón de cabello del rostro.
Ambos se miraron entre sí, ambos de piel pálida con cabello y ojos oscuros, de rasgos alargados y duros y mirada cruel e impasible. Se sintieron mutuamente, pues no eran tan diferentes entre sí.
—Aún no, quiero hablar con él —Gretchen se acercó a Aaron y lo tomó del rostro con una mano—. Te quería, Aaron, y todo lo que querías podía habértelo dado.
—¡No es cierto! —le escupió el rostro con desprecio—. ¡Jamás pensaste en mí como nada! ¡Ni como hombre, ni como asesino, menos como heredero, ni siquiera como amante!
—¿Es por eso? ¿Es porque...?
—¡Es por lo mismo que vos querías matar al hermano al que ahora abrazás, falsa de mierda! ¡Por poder! ¡Quiero poder, no pienso morir y ser olvidado! Y tendré lo que más protegiste toda la vida, ¡tu legado!
Julio dirigió su mirada hacia Gretchen con el ceño fruncido, esperaba que ella no fuera tan blanda como para dejar las cosas así, pero ella no era conocida por ser blanda, y con un movimiento de cabeza le ordenó azotarlo con más fuerza.
—Quiero ver lágrimas en él.
—¡Hija de re mil puta! —le gritó Aaron, con su espalda bañada en escarlata—. ¡Te odio!
—No es cierto. No me odiás.
—¡TE DETESTO, HIJA DE PUTA!
Su espalda se tiñó de más y más sangre, el dolor era casi insoportable, pero no le iba a dar el gusto de llorar o expresar dolor, resistía sus expresiones y solo expresaba sus quejas mediante insultos.
Gretchen no dejaba de intimidarlo, quería que llorase rogando piedad, quería ver sus lágrimas, quería que sufriese por el dolor que le causó a ella. Aún teniéndole cariño, no se dejaría vencer por él, no sin darle pelea.
—Julio, dámelo a mí —dijo al extender la mano para que su hermano menor le diera el látigo—. Mi alumno no tuvo suficiente castigo.
Aaron estaba a punto de responderle con un insulto, pero Julio le lanzó un fuerte puñetazo al estómago que lo dejó sin aire, quitándole las palabras de la boca. Gretchen lo miró con tristeza, porque a pesar de todo realmente le dolía tener que herirlo de esta forma justo a él, a quien había considerado un hijo.
—Siempre te amé, Aaron.
—¡No de la maldita forma que yo quería! —gruñó con odio—. ¡No lo suficiente para hacerme y heredero!
Ella se acercó más hacia él, lo tomó del rostro y se lo acarició con cariño, lo miraba con tristeza y no tardó en susurrarle al oído:
—Sos un estúpido, sos demasiado impulsivo y estúpido. No sos inteligente, mi querido Aaron. Si hubieras sido inteligente habrías actuado de otra forma —miró a Julio y le hizo una seña—. Si hubieras esperado un poco más, Mörder habría sido tuya.
—¡Cuando me libere...!
—¿Cuando te liberes, qué? —frunció el ceño con odio—. Todo esto pudo haberse evitado, Aaron, si tan solo hubieses esperado más.
Gretchen se colocó tras él y alzó su brazo para azotarlo con fuerza, con la suficiente fuerza para arrancarle la pie, y por primera vez se oyeron los histéricos gritos de dolor de la boca de Aaron, que la insultaba al apretar los ojos y labios, intentando soportar el sufrimiento.
Aaron sabía que mientras más gritase y llorase, más se excitaría, y no pensaba darle el gusto. No lloró, no lo hizo y no tenía pensado hacerlo en ningún momento. Y por largos minutos que le fueron infinitos, ella le destruyó y desfiguró la espalda al arrancarle parte de la carne, bañándolo y bañándose en sangre, con sus insultos adoloridos que se oían como música para sus oídos.
—¿Ya puedo jugar? —preguntó Ruriko que se mecía sobre sus pies, como una niña ansiosa, lo que hizo que Aaron la mirase casi con pánico.
Esa pequeña japonesa de aspecto angelical escondía en su interior toda la maldad que podía existir, todos en D.E.A.T.H. lo sabían, nadie se metía con ella, ni siquiera el Loco.
—Dame solo un segundo, Ruri, solo un segundo más.
Gretchen levantó su brazo por última vez, y con toda la fuerza en su cuerpo ensartó ese látigo en la ya demacrada espalda de Aaron, lo que hizo que él lanzara un alarido lleno de sufrimiento. Luego se colocó frente a Aaron nuevamente, y con un movimiento de cabeza le ordenó a la pequeña japonesa acercarse. Ruriko se acercó como un conejito saltarín, con emoción, arrastrando un carrito lleno de cuchillos, bisturíes, agujas y otros elementos que de solo mirar le produjo pánico, haciendo que se sacudiera en busca de escapatoria, pero lo que más pánico le dio fue ver esa cantidad de agujas, jeringas y alicates en el carrito.
Gretchen desdobló un papel que le extendió Ruriko y se lo mostró rápidamente a Aaron, con tristeza.
—¿Realmente creías que no te amaba lo suficiente? ¡LEÉ!
Aaron, con dificultad, ya que su rostro golpeado le quitaba algo de visibilidad, logró leer un poco, lo suficiente para hacer que sus ojos se empañaran de lágrimas.
—Hace cinco años que te convertí en mi sucesor, Aaron, ¡cinco años! Cuando la noticia de Nahuel llegó, cambié los papeleos y te volví mi sucesor. Si algo me pasaba o si yo renunciaba, Mörder sería tuyo, solo debías esperar, solo debías ser paciente, y el poder era tuyo, porque yo tenía planeado retirarme en solo cinco años —dijo y le acarició el rostro con cariño, para luego apretarlo con fuerza y hablar entre dientes—. Pero tuviste que actuar de forma estúpida e intentar asesinarme.
—¡Gretchen, yo...!
—Perdiste tu oportunidad, pequeño aprendiz...
Gretchen le secó una pequeña lágrima que brotó de sus ojos, y rompió frente a él los papeles que le otorgaban a él el poder en caso de retirarse, o del fallecimiento de ella. Y mientras Gretchen se alejaba de allí destrozando poco a poco ese papel, Aaron lloró con desesperación, rogándole perdón, pero Gretchen, conocida por la típica crueldad de los Moms, no era piadosa y menos lo sería con él, no en ese momento.
Ruriko lo admiraba con placer, se reía de esas lágrimas que resbalaban por su rostro, y le murmuró al oído:
—Llorarás, rogarás que te deje en paz, rogarás piedad, llorarás y llorarás diciendo "no más por favor", y cuando el dolor sea intenso, cuando sientas que morirás, recién ahí comenzarán los verdaderos juegos, Sabatini-chan...
Levantó una jeringa con un líquido oscuro y lo clavó en las venas de su brazo, luego se alejó solo un poco para verlo sudar, verlo temblar. Ruriko sabía perfectamente que él no se doblegaría fácilmente, sabía que era un árbol duro de talar, y justamente eso es lo que le producía tanto placer de torturarlo.
—Que te diviertas, Ruriko —dijo Gretchen al salir de la habitación para poder observar el espectáculo desde una vidriera, junto a sus hermanos.
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