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Capítulo N° 36

Pasaron un par de días de tranquilidad, donde se podían apreciar las mejorías en la salud de Lucas. Había comenzado a comer mejor, estaba recuperando color y sus moretones estaban de a poco desapareciendo. Y con el debido cuidado de sus heridas, junto a los analgésicos, había comenzado a movilizarse solo de a poco, aunque aún le costaba bastante.

El Loco observó a Lucas sentado en el sillón, aún estaba debilitado pero se lo veía mejor, incluso en estado de ánimo. Estaba seguro de que solo estaba ocultando sus miedos y sentimientos, quizá para no verse vulnerable, o quizá como método de defensa.

Se refregó el brazo izquierdo, lo tenía vendado por un tatuaje que comenzó a hacerse, y como vio que Jack estaba un poco nevioso decidió alzarlo en sus brazos para salir al patio y hamacarse juntos.

Erica salió del baño con el cabello húmedo y el olor a limpio llenó todo el lugar, con un delicioso aroma a cerezas. Ella se acercó a Lucas, a quien abrazó desde atrás del sillón y le dio un beso en la mejilla.

—¿Qué estás mirando? —preguntó al ver la televisión.

Coco —dijo con una risita—, está muy interesante, es como la quinta vez que la veo, me encanta.

Erica se rió, porque sabía que a él le encantaban las películas infantiles y también todo lo relacionado a Marvel.

—Ese tipo, el Loco, puedo notar cómo te mira... —dijo en un susurro y se acomodó para poder verla—. ¡Está loco por vos, Erica!

—Eso creo, pero lamento mucho no poder corresponderlo, porque es amable conmigo y... me siento culpable por no sentirme atraída por él —dijo ella en un suspiro y se acomodó junto a él en el sillón.

—Le gustás, Eri, te mira como si fueras el ser más perfecto del mundo.

—Basta, me hacés sentir peor —se quejó ella con la mirada baja—, es lindo, no soy ciega, pero no me gusta... No lo sé.

—Ay, por favor, te gustaba ese desquiciado de mierda ¿y no te gusta este tipo que está re bueno? Dejate de joder.

—Lucas, no quiero excusarme, pero Aaron me mintió siempre a propósito para que odiara al Loco, y mintió lo suficiente para que él me gustara —dijo ella con la mirada baja—. Mi cabeza es un lío, y aunque el Loco llegara a gustarme, no sé si quiero volver a salir con un asesino...

—Lo entiendo mejor que nadie —dijo él en un susurro y la miró con intensidad—. Escuché cosas horribles de él, y aún así tu novio fue el que me torturó, el que arruinó mi vida y tu vida, no el Loco. Él me salvó, a los dos... ¡Además está re bueno! Yo si fuera mina sabés cómo le doy.

—Le gustan los hombres también...

—Listo, tengo oportunidad entonces —dijo con una carcajada.

La miró con cariño, porque Erica se veía muy triste.

—No quiero volver a salir con un asesino y volver a sufrir cosas horribles —dijo ella en un susurro—, no sé si pueda amarlo algún día, pero sí podría amarte a vos...

Levantó la mirada para verlo, pero él bajó la mirada.

—Cuando dije que te entiendo más que nadie es justo por eso —susurró con la mirada baja—, porque vos me gustás, siento cosas fuertes por vos, pero... Erica, también sos una asesina...

Ella se mordió los labios, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas, comenzó a llorar y se cubrió el rostro con las manos para que él no pudiera verla.

—Perdón, Eri, no quise sonar tan duro —dijo Lucas con suavidad y le acarició la espalda—, de verdad me gustás, pero también me da miedo, así que entiendo que te dé miedo fijarte en otro asesino.

—Perdón —sollozó ella—, deberías odiarme, deberías odiarme mucho.

—No te odio, no a vos justamente.

Erica se descubrió el rostro para poder verlo, Lucas se veía igual de triste que ella.

—Vos la pasaste peor que yo —susurró Erica—, y entiendo si en algún momento llegás a odiarme, si te doy miedo o si te causo rechazo, porque es todo lo que yo sentía al ver al Loco hace tiempo.

Lucas apoyó con cariño su mano en la mejilla de Erica, para hacerle una caricia.

—No me das miedo, Eri, tampoco te odio. Solo... dame tiempo, ¿sí?

Erica asintió con tristeza y él se acercó para darle un tierno beso en los labios, con mucho cariño.

—Te quiero mucho, Eri —le dijo—, de verdad.

—También te quiero, y lamento... Todo lo que te hice pasar, lamento lo que te hice —lloró y volvió a cubrirse el rostro—, por Dios, Lucas, lo que te hice para salvarte...

—Hicimos lo que teníamos que hacer —dijo Lucas con suavidad—, yo mentí para protegerte aún sabiendo... —Las lágrimas se acumularon en sus ojos hasta rebalsar y caer por sus mejillas—, aún sabiendo todo lo que me haría, porque quería que estuvieras a salvo, y vos también hiciste lo mismo por mí, Eri.

Se abrazaron con fuerza, llorando uno junto al otro, apoyándose mutuamente. Se mantuvieron de esa manera por un buen rato, con la música de «Recuérdame» que sonaba allí en la televisión.

—Con el Loco, conmigo o con quien sea —dijo Lucas—, solo quiero que estés bien y seas feliz, Eri.

—También quiero lo mismo para vos, conmigo, con otra persona —dijo ella en un susurro—, que estés bien siempre, a salvo y feliz.

Lucas volvió a besarla suavemente y volvieron a abrazarse, pero luego de un rato estar juntos fue algo incómodo, por lo que Erica decidió preparar café. Lucas ya había tomado, así que sirvió un poco para el Loco y para ella, y salió al patio para poder llevarle su taza.

Sonrió con ternura al ver la hermosa imagen que estaba frente a ella. El Loco tenía a Jack en sus piernas, y juntos se balanceaban en esa hamaca que colgaba de un bonito árbol. Ambos se reían con ánimo, y el Loco lo acercó a Jack más a sí para poder darle un tierno beso en la cabecita.

Ver esa imagen le recordó a su infancia, cuando su padre, Rodrigo, la llevaba a los parques y se hamacaban juntos con fuertes risas, y luego corrían a la mesa donde su madre, Jeannette, los esperaba con una sonrisa mientras amamantaba a Celeste. Un recuerdo que jamás deseaba olvidar.

Se acercó lentamente hacia ellos, sintiendo el pasto húmedo. El Loco levantó la vista para verla sonreírle de esa forma tierna pero nostálgica.

—¿Qué pasa, mein engel?

—Me hiciste recordar a mi papá —dijo con una sonrisa triste—, cuando íbamos a la plaza de niña...

—También tengo algunos recuerdos así —dijo él con una sonrisa y besó la cabecita de Jack—, me gustaría que él también los tuviera.

—Le habrías caído bien a mi papá —suspiró ella.

—¿Por qué, le agradaban los locos que destripan personas? —bromeó él con una risita.

Erica se rió.

—Le gustaban mucho los autos, y vos tenés una buena colección de ellos.

Él sonrió con ánimo y bajó a Jack al suelo para que pudiera corretear junto a Hund por allí, entre las bonitas flores y los árboles. Se puso de pie para poder aceptar la taza de café que Erica le estaba ofreciendo.

—El clima se está volviendo fresco —dijo ella al mirar el cielo.

Su cabello parecía danzar con el viento, su nariz y mejillas se habían vuelto rosadas por el viento frío, y su aroma dulce llegaba hasta el Loco, que sonrió al verla.

—Mein engel, ¿podemos hablar un segundo?

Ella dirigió su mirada hacia él y asintió, para después beber un trago.

—Sé... que para vos soy simplemente «el Loco».

—Sos Jack —agregó Erica con una sonrisa.

Él sonrió.

—Sé también que te gusta ese chico, y que nunca me verías como algo mejor que simplemente un amigo. Pero necesito poder decirte lo que siento, de verdad, porque antes... Antes no supe cómo decirlo, y creo que ahora ya lo sé.

Erica tragó saliva y sintió sus mejillas encenderse, estaba nerviosa pero apretó los labios y asintió nuevamente para que continuara hablando.

—Nunca tuve la necesidad de coquetear, de conquistar a alguien —dijo él al verla fijo—, a los trece años Gretchen me llamó a una reunión privada, donde dejé de ser virgen. Actualmente me doy cuenta que me obligó a hacerlo, porque era mi líder y tenía veinte años, sabía cómo dominarme, y a pesar de eso me enamoré de ella tiempo después.

Se quedó en silencio por un instante, mirando la forma en que el cabello de Erica danzaba en el viento.

—Aunque te cueste creerlo, en el tiempo que estuve con ella no estuve con nadie más, aunque ella sí estuvo con otros —Bebió un trago de café—. Luego de separarnos, uno o dos años después, conocí a Cami. Tampoco tuve necesidad de coquetear con ella, porque fue ella quien vino a mí, quien me dijo en la cara que le gustaba. Siempre eran las demás personas los que hacían el trabajo, yo solo aceptaba o rechazaba sus propuestas.

—Entiendo...

—Así que lamento no haber sabido cómo acercarme a vos, haber sido un monstruo horrible que te daba miedo —dijo con una mirada triste—, sé que me porté mal, sé que cometí muchos errores y que no fui la mejor versión de mí en ningún momento. Sé que te lastimé, física y emocionalmente, y que no hice tampoco esfuerzo por disculparme. Lo sé muy bien y por eso entendía que me odiaras o no gustarte. No te voy a obligar nunca a sentir nada por mí, Erica, ni siquiera a ser amable conmigo.

—No necesitás obligarme, soy amable con vos porque lo merecés, porque lo siento así.

—Hice cosas imperdonables, te arruiné la espalda para siempre —susurró con la mirada baja—, y sí me gusta mi trabajo, me divierte, me parece... no lo sé, me gusta mi trabajo, lo disfruto, y eso me vuelve en realidad un monstruo.

—A mí me gusta ser barrendera —dijo ella con un suspiro—, tuve que limpiar un trabajo tuyo así que sé de lo que sos capaz.

—Lo siento...

—Cuando mataste a ese hijo de puta que quiso violarme —comenzó a decir Erica—, no me dio miedo, pensé en las posibilidades de su limpieza. ¿Lo entendés? Eso significa que pienso si cortarlo por las articulaciones es mejor opción que envolverlo entero.

Él levantó la mirada con sorpresa para verla.

—¿Cortaste a alguien por las articulaciones? —inquirió él con curiosidad y sorpresa.

—Eso me vuelve un monstruo también, ¿no? Que me guste mi trabajo, que sepa cómo cortar los miembros.

—¿Lo hiciste alguna vez?

Erica se quedó en silencio y apretó los labios con fuerza, con una mirada triste.

—¿Vas a odiarme si digo que sí?

Él comenzó a reírse con ánimo.

—Probablemente me gustes más y quiera besarte si es así.

—Lucas no tiene que saberlo, nunca —dijo ella con tristeza—, si él me llega a odiar... Si sabe esto...

Sin quererlo ni buscarlo, los ojos de Erica se llenaron de lágrimas.

Engel, por mí no lo va a saber, quedate tranquila —dijo él con suavidad—. Tampoco quiero que sepa lo que hice con ese tipo, ¿sí? Tampoco quiero que piense mal de mí.

Jack comenzó a llorar al refregarse los ojos, estaba cansado por tanto correr y jugar.

—Después seguimos, engel, aún no terminé —dijo el Loco con una sonrisa.

Erica tomó en sus brazos a Jack para poder llevarlo a dormir. El Loco entró en la casa con ella, pero se desvió para poder bajar las escaleras e ir al sótano.

Los días anteriores habían decidido que Lucas durmiera en la habitación de él, mientras que el Loco dormiría abajo, al menos hasta que el cuerpo de Lucas estuviera lo suficiente sano y fuerte. Estar abajo le permitía poder entrenar con tranquilidad, sin molestar al muchacho.

Comenzó a dar un par de golpes en la bolsa, estaba animado aunque también un poco triste, pues sabía muy bien que él no le gustaba a Erica, no como Lucas sí, y podía entender que le gustara. Era atractivo, se conocían de toda la vida, y era un chico normal que podía ofrecerle una vida normal, libre de sangre y pecado. Él, en cambio, era un asesino que se hizo fama de sádico y solo podía ofrecerle caos y muerte.

Luego de entrenar un poco subió las escaleras para poder beber agua, con su torso desnudo que enseñaba los tatuajes en él. Como oyó pasos tras él dirigió su mirada hacia allí, Lucas se acercaba lentamente, ayudado de los muebles, hacia la cocina, donde se sentó a la mesa.

—¿Querés tomar algo? —le preguntó el Loco.

—Me tomaría todo un fernet hasta perder la conciencia, pero no te referís a eso ¿verdad? —dijo Lucas con una sonrisa—. Estoy bien, gracias.

El Loco lo miró con atención, porque se refregaba mucho las heridas que tenían cáscara y otras que habían sido cosidas, así que, ante el miedo de una infección, se sentó junto a él para poder revisar cada una.

—Se ve que lo hacías enojar seguido, las heridas que te hizo son más de ira que cualquier cosa.

—No se necesitaba mucho para hacerlo enojar —dijo Lucas con un chasquido de lengua—, y a veces me los buscaba yo al provocarlo.

—¿Te gustaba provocarlo? ¿Estás loco o qué? Podría haberte matado.

—Muerto no le servía, ¿verdad? Vi demasiadas películas como para saber que no iba a matarme porque no le convenía —dijo Lucas con el rostro serio.

El Loco se rió mientras revisaba cada herida, descubrió una posible infección que decidió limpiar con cuidado, aunque le doliera.

—¿Por qué cantabas cuando te encontramos? —preguntó con curiosidad, atento a la limpieza de esa herida.

—Para mantenerme cuerdo... —susurró con la mirada baja—. Y para molestar a los guardias, no canto bien así que no era lindo oírme. Si cantaba los guardias entraban y uno se quedaba conmigo para asegurarse de que estuviese callado, y así dejaba de estar solo viendo esas cuatro paredes. Ayudaba a no volverme loco.

El Loco levantó la mirada con sorpresa.

—Sos astuto —dijo aún con su gesto de sorpresa—, impresionante. Debés tener mucha fortaleza mental.

—No lo sé, cantar María Elena Walsh no sé si me haga fuerte mentalmente —se rió Lucas y dirigió su mirada hacia el Loco—. Hice lo que estaba a mi alcance.

—Sos fuerte, Rubio. Me caés bien.

Tiró a la basura las gasas sucias y se lavó las manos en la bacha, aunque estaba seguro de que Fosa lo regañaría igual por la forma de hacerlo. Luego tomó de la heladera una botella de cerveza que destapó con su encendedor, para poder servir en dos vasos.

—No suelo tomar fernet, pero tengo cerveza —dijo con una sonrisa al extenderle el vaso.

—Gracias, no sabés lo mucho que necesitaba algo de alcohol.

Lucas bebió un trago y dejó ir un suspiro satisfecho, y solo para mejorar el momento se encendió un cigarrillo. El Loco no tardó en imitarlo.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo el Loco al mirarlo fijo a los ojos verdes—. Ella dijo que mentiste en medio de torturas solo para cubrirla. Imagino qué torturas pudo aplicar, conozco sus manías enfermas. Pero... ¿cómo pudiste mentir, cómo pudiste soportar el dolor durante tanto tiempo?

—No existe nada en este mundo que pueda hacer que mi boca lastime a los que amo. Ni siquiera un idiota sádico —dijo Lucas con un suspiro, y bebió otro trago—. Preferiría morir antes que ser el culpable de la muerte de Erica, porque él la habría matado.

—¿Puedo saber en qué mentiste?

Lucas corrió la mirada y fumó su cigarrillo en silencio.

—No te voy a hacer daño, no te preocupes —dijo el Loco con una sonrisa amistosa.

—Aún así es algo de lo que no puedo hablar sin autorización de Erica, no es correcto, no está bien —dijo con un suspiro, concentrado en su cigarrillo.

—Claramente sos mejor que yo en más cosas de las que creía... —susurró el Loco.

Lucas lo miró enseguida con un gesto torcido muy divertido.

—¿Es joda? Ni en mil años sería mejor que vos —se rió con ánimo—. ¿Por qué te odiaba Erica?

—No fui muy bueno con ella, la asusté y... tampoco fui claro —suspiró al dejar ir el humo de su cigarrillo, para luego darle un trago a su cerveza.

—Voy a ser directo, me doy cuenta que te gusta Eri —dijo y se rió al ver los gestos del Loco—, ¿qué le dijiste para que se asustara? Porque mirá que salió con cada tipo...

—Que quería que fuera mía, supongo, y no en los momentos más adecuados... —admitió con un gesto torcido.

Lucas frunció el ceño.

—No puede ser tuya, es una mujer, no una cosa. Muy mal, señor Loco, muy mal.

—Me refería a que esté a mi lado, no que sea «mía» en sí —se quejó el Loco y volvió a servirse cerveza.

—No es lo mismo «quiero que estés a mi lado» que «quiero que seas mía». A ver, clases de seducción con Luquitas D'Angelo —se rió al decirlo—. ¿Qué más?

—Me... metía en las duchas —se encogió de hombros al decirlo y no tardó en agregar—. ¡Sé que está mal! Me di cuenta y... dejé de hacerlo.

—Está bien, te diste cuenta y lo corregiste, pero mal, muy mal.

—Le marqué... el cuello... —susurró—, es un código de Mörder, significa que está con alguien y meterse con ella es meterse con ese alguien...

Lucas lo analizó con seriedad.

—¿Y ella sabía el significado de eso? —Al verlo negar, suspiró—, ¿al menos quería eso?

—No...

—¡Pero la puta madre! Todo mal, Loco, todo mal —se quejó Lucas—. Sin consentimiento, ¡no podés tocarla!

—Ya no hago nada de eso...

—Pero el cagadón ya te lo mandaste, y seguro el otro psicótico aprovechó eso a su favor —escupió con fastidio—. Suficientes lecciones por hoy, ya me estresé.

Mascullando con molestia por lo bajo, Lucas volvió a servirse cerveza para poder beber un largo trago.

—«Mía» —repitió con indignación—, mía las bolas.

—Ya, ya entendí —se rió él Loco—. Perdón, no tuve nadie que me enseñara eso, todo lo aprendí de Gretchen, y ella... Bueno, le gustaba que le dijera «puta» y «sos solo mía» esa clase de cosas.

—¿Gretchen Moms? ¿Estuviste con Gretchen Moms? —preguntó con sorpresa, especialmente cuando él asintió—. ¿Vos eras «el misterioso novio» que siempre decían en las noticias?

El Loco comenzó a reírse.

—Sí, la acompañé un par de veces a las galas y esas porquerías aburridas.

Lucas solo se rió, más animado que antes. Aunque la moda nunca le había interesado, sabía que su hermana la admiraba mucho. Se le rompería el corazón de saber que en realidad Gretchen Moms era la líder de una sede de asesinos.

Para evitar molestar a Erica, el Loco decidió encargar comida con su teléfono, y de vez en cuando levantaba la mirada para ver a Lucas. Como sus heridas estaban sanando se veía mejor, era atractivo y sabía como tratar a las mujeres.

«Carajo, con razón le gusta»

Pensó y dejó ir un suspiro.

Erica apareció un rato después, había estado leyéndolo unos cuentos a Jack luego de darle un baño, y como no parecía que fuera a levantarse para cenar, por si las dudas le había dado leche y una fruta.

El Loco sonrió al oírlos interactuar, porque Lucas y Erica hablaban con confianza y se reían en medio de bromas. Aunque le daba algo de celos cómo hablaban con tanta confianza, también era divertido convivir con ambos, y de cada uno aprendía algo nuevo.

Una hora después llegó el pedido de comida, cenaron juntos unos bifes con puré, porque el Loco quería que Lucas recuperase fuerza y se alimentara bien. Había pedido, también, unas ensaladas aparte porque sabía que a Erica le gustaban mucho.

Luego de cenar, el Loco bajó las escaleras para poder acostarse. Se cambió de ropa con cuidado y se acercó a la pared donde estaban las fotos de sus padres. Observó a su madre, tan bella y feliz, y luego con un suspiro se sentó en la cama.

Las escaleras crujieron, lo que demostraba que alguien estaba bajando, se sorprendió al ver a Erica allí.

Mein engel, ¿pasa algo?

—Quería decirte algo, no terminamos de hablar hoy —dijo y comenzó a rascarse el cuello—. No creo que seas un monstruo, Jack. Lo pensé en un tiempo, pero no te conocía. Ahora solo pienso que hiciste lo que pudiste con lo que sabías. Quiero que sepas que no te odio, y que tampoco me das miedo, ya no.

—Gracias, engel —dijo él con una sonrisa—. Yo quiero decirte algo también.

—Decime.

—Me di cuenta que pase lo que pase no quiero estar lejos de vos. Solo deseo estar a tu lado, no me importa cómo sea, no me importa no ser tu amado, no me importa si decidís amar a otro —dijo con suavidad—. Me va a doler, seguramente, y aunque quisiera despertar cada mañana a tu lado, me conformo con estar cerca tuyo, con poder verte sonreír y bailar, con ver lo feliz que sos.

Erica bajó la mirada y comenzó a retorcer la tela de su ropa.

—Solo deseo protegerte, es lo que siempre quise. Siempre estuve ahí aunque no lo notabas... cuando veía que alguien quería hacerte daño, o cuando corrías peligro, yo estaba ahí. Deseaba que estuvieras bien para poder seguir viendo tu sonrisa, es lo único que deseo, Erica... —sonrió con ternura y colocó un cigarrillo en sus labios—. Solo quiero estar a tu lado, nada más, solo eso, aunque sea como tu amigo y protector. Que me sonrías, que me abraces, que te rías conmigo, ya con eso me doy por satisfecho, ya con eso soy feliz, Erica. No te pido más.

Erica lo miró en silencio, sorprendida por la sinceridad de sus palabras, libres de agresión o posesión como tiempo atrás. Palabras del alma y llenas de amor, palabras de un hombre que daría todo por tan solo un instante a su lado. Sus mejillas se encendieron otra vez, jamás nadie le había dicho algo así, nadie se conformó con verla feliz.

—No lo entiendo, no sé cómo podés amarme así. Jamás hice nada como para enamorarte, jamás estuvo en mi intensión siquiera. ¿Por qué se supone que me amás? —preguntó con curiosidad y tristeza—, porque no me conocías de nada hasta hace poco más de un mes.

—Preguntar eso sería como preguntarle al sol por qué brilla con intensidad... —dijo de forma dulce, con una sonrisa—. Una vez mi padre me dijo algo, lo recuerdo perfectamente a pesar de los años, fue algo que me dijo unos días antes de morir... —le dio una pitada a su cigarrillo antes de continuar—. De niño, como era diferente a los otros nacidos en Mörder, me molestaban bastante. Había una nena que me trataba muy mal, mi tía me dijo que le gustaba, mi papá dijo que no, que eso no era amor. Recuerdo que le pregunté cómo podía saber si me gustaba o no, ¿sabés lo que me dijo?

Erica negó con un movimiento de cabeza, interesada en la historia.

—«Cuando veas a una mujer rodeada de luz y destellos, cuando sientas que no podés dejar de mirarla y que las horas no pasan en su mirada, cuando notes que la luz la sigue a donde quiera que va, y cuando al mirarla una y otra vez veas a un ángel celestial, entonces sabrás lo que es estar enamorado...» —dijo con un tono de voz tan suave que se sintió como una caricia al corazón—. La primera vez que te vi en el comedor, aún cuando estabas asustada, la luz te llegó por detrás y te veías hermosa. Tus ojos puros llenos de ingenuidad. No vi a una mujer, vi un ángel lleno de luz entrando en un mundo de caos y muerte, y entonces me dije «es ella, debo protegerla...»

Erica lo miró con sorpresa, con su rostro rosado por el calor en ella, no supo qué decir, pero fue el Loco quien continuó hablando.

—Claramente en ese momento solo me atrajiste, recién en la enfermería cuando me mandaste a la mierda fue que dije «wow, ¡qué mujer!». Me causaste curiosidad y comencé a observarte más, y poco a poco empezaste a gustarme —explicó y dejó ir el humo—, no sé en qué momento dominaste mi mente y mi corazón, no sabría decirlo, pero llegó un punto en que ya no podía dejar de pensarte, en que mi preocupación por vos se volvió la necesidad de protegerte, y cuando comencé a soñarte, supe que estaba perdido en tus bonitos ojos grises.

Él sonrió con ternura y dejó ir un suspiro satisfecho por haberlo dicho por fin, se sentía incluso más liberado. Más ligero.

—Gracias por decírmelo —dijo Erica en un susurro con la mirada baja—, nunca lo había entendido. No puedo prometerte nada. La verdad es que no quiero salir con nadie por el momento, todo lo que pasó con Aaron...

—Lo entiendo, engel, no la pasaste bien, no estás obligada a corresponderme, ni hoy ni nunca.

—Pero... Me hace sentir muy mal —explicó con lágrimas en los ojos.

Él se levantó de la cama para poder acercarse a ella, la tomó con suavidad del mentón para que lo viera a los ojos, y le dedicó una tierna sonrisa.

—No te sientas mal, solo quería decirte lo que siento, de verdad y sin todo lo malo en medio, sin molestarte, sin perseguirte, sin gritos. Quería decírtelo bien y de verdad, que fuera real.

—Perdón —sollozó Erica y bajó nuevamente la mirada.

—No pidas perdón, mein engel, está bien. Te entiendo y contás con mi apoyo siempre —dijo con suavidad y le acarició una mejilla—. No estás obligada a corresponderme, ni siquiera por haberte salvado la vida.

Con cuidado la abrazó para reconfortarla, ella se apoyó en su pecho, podía escuchar su corazón. El palpitar del Loco era tan tranquilo, tan armonioso y relajante, que era imposible no tranquilizarse al oírlo. Su aroma era suave y fresco pero exquisito, incluso limpio. No podía especificar a qué olía él, no estaba segura, y aunque era diferente, le recordó un poco a Chris.

Erica se alejó un poco para poder verlo a los ojos celestes que se veían algo rasgados por su sonrisa.

—Andá a descansar, mein engel. Mañana tenés que trabajar con el Gusano y vas a necesitar energía —le dijo con cariño.

—Que descanses vos también —le dijo ella y se alejó para poder subir las escaleras.

Él se sentó nuevamente en la cama para después recostarse, sintiéndose satisfecho, porque había podido expresar en palabras todos sus sentimientos y pensamientos. Los había trabajado por varios días para ser exacto, para que no hubiesen confusiones.

Sonrió, sintiéndose hecho solo con eso. Solo con haberle dicho su verdad.

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