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Capítulo N° 34


Era sábado por la noche, el viento era frío y cargado de humedad por una próxima tormenta. Era la noche de la extracción, el último día de Erica seduciendo a Aaron, ella día en que liberarían a Lucas. El día en que los dos podrían irse de Mörder.

Erica no había podido acercarse en ningún momento a la habitación donde lo tenían, no sabía cómo se encontraba pero confiaba plenamente en la palabra de Martín, y él había dicho que, aunque malherido, estaba bastante estable.

Y mientras que Aaron hacía negocios en su oficina, Erica se dedicó a bailar en el salón nuevo para poder relajarse un poco, estaba demasiado nerviosa y eso podía hacerla ver sospechosa. Esa vez había decidido dejar el ballet a un lado para poder bailar ritmos urbanos, y por ello Aya Nakamura resonaba en el salón. Misha, igual que los días anteriores, se encontraba cerca, la vigilaba con atención. Llevaba sus arneses con cuchillos en las piernas y torso, y su mirada estaba clavada en ella, a la espera de algún error.

Erica debía admitir que tenerlo como sombra era realmente espeluznante, porque siempre la miraba con esa sonrisa siniestra y esa mirada que le helaba la sangre. No estaba segura de tener el suficiente nivel para enfrentarse a él en una pelea.

Misha la seguía a todas partes, excepto dentro de la habitación, por ello luego de bailar Erica ingresó en su habitación compartida con Aaron para poder darse una ducha rápida. Debía perfumarse y maquillar su rostro para verse mucho más sexy, porque de su capacidad de seducción dependía toda la misión. Tomó de su bolso, que pensaba dejar abandonado allí con esa ropa de ejercicio, un conjunto de lencería rojo. Era de encaje, con portaligas y medias, y al mirarse frente a un espejo de cuerpo entero sonrió al notar que se veía verdaderamente sexy, aunque le parecía una lástima verse así para él.

Luego, con un suspiro, debía comenzar con su misión. Se recostó en la cama boca abajo y tomó una foto donde se viera perfectamente su prominente y tonificado trasero con esa lencería, luego se lo envío a Aaron. Había cambiado el número para eso, un chip que luego pensaba descartar.

Erica: Te falta mucho? Te estoy esperando...

El Loco le había comunicado el plan la noche anterior, Serge se encargaría de controlar las cámaras mientras que el resto se infiltraba para liberar a Lucas. Martín estaba esa noche a cargo de la seguridad de su puerta, junto a otros más, su deber era deshacerse de esos guardias para liberar el paso.

El deber de Erica era distraer a Aaron de sus obligaciones.

Se quedó allí esperando a su llegada, él era una persona muy sexual, Erica había estado experimentando hasta qué punto caía en su seducción, y siempre caía. Esa noche no sería la excepción, por ello cuando unos minutos después la puerta se abrió y pudo ver a Aaron allí, Erica sonrió.

«Es tan básico el infeliz».

Erica se puso a juguetear allí con sus piernas y le dedicó una sonrisa, para luego morderse los labios con deseo, y Aaron no se hizo esperar, se acercó a ella en la cama y la tomó del rostro para poder besarla mientras le apretaba con la mano una nalga. Ella comenzó a besarle el cuello y bajó poco a poco con su mano hasta la entrepierna de él, para poder atenderlo. Mientras más tiempo lo tuviera allí, mejor saldría todo.

Lo instó a recostarse y se ubicó sobre él, y mientras que Erica cumplía con su deber de distracción, la camioneta del Loco había ingresado en el estacionamiento. El Loco bajó de allí con sus arneses llenos de cuchillos, y junto a él se encontraban Sveta y Chris. Thamma había sido la encargada de proteger la casa y a Jack.

Sin la preocupación de ser vistos por las cámaras gracias a Serge, en un instante Chris se había deshecho de los asesinos que se encontraban en el estacionamiento. El Loco solo lo miró con una ceja levantada, pues no le había tomado más de unos segundos disparar a todos esos puntos.

—Definitivamente debés conocer al Gusano —susurró el Loco mientras avanzaban.

Sveta corrió los cuerpos de los asesinos tras unos autos, para que no los vieran otros en caso de salir o entrar. La sangre de todas formas era algo usual que no llamaba la atención.

El Loco, mientras tanto, se había acercado a una pared que empujó un poco, la puerta se hizo hacia atrás y luego la corrió a un costado, era de madera pintada que imitaba a las paredes de allí. Al entrar al gimnasio de los locos divisó a algunos locos que lo miraron enseguida, listos para atacar. Sin embargo, pese a que él había tomado sus cuchillos entre los dedos al igual que Sveta, los locos no hicieron nada, solo los miraron, asintieron con respeto y se fueron de allí. Chris quiso disparar, pero el Loco no se lo permitió.

—Podrían dar aviso —se quejó Chris.

—No lo harán —dijo el Loco con una sonrisa orgullosa—, son mis compañeros.

Salieron con cuidado de allí, asegurándose de que no hubiese nadie por allí. Sveta y Chris avanzaron, pues el Loco eran quienes cuidaban la retaguardia.

Los pasillos estaban vacíos debido a que era una zona restringida, y cerca de allí vieron a los guardias en la puerta de la habitación. Martín fue el primero en ver al Loco llegar, por ello no dudó en tomar su arma y dispararle en la cabeza a quien tenía al lado, al instante se giró y le disparó al resto antes de que pudieran hacer algo al respecto. Cuando el Loco, Sveta y Chris llegaron hasta allí, Martín ya había abierto la puerta y arrastraba los cuerpos dentro de la habitación.

—Bien, ¿el chico ese está ahí? —preguntó el Loco y miró los pasillos para asegurarse de que no hubiese nadie.

—Sí, pero canta y dice incoherencias...

Sveta y Chris ocuparon el lugar donde antes estuvieron los guardias, para hacer guardia, mientras que el Loco entró junto a Martín.

—«La naranja se pasea, de la sala al comedor. No me tires con cuchillos, tírame con tenedor...» —cantaba Lucas en voz alta pero con su cabeza gacha.

El Loco lo miró con sorpresa por estar cantando en una situación así, y también por el estado en el que se encontraba, pero comenzó a cortar las sogas que lo mantenían retenido.

—Eh, ¿qué pasa? ¿Trajeron las cartas que siempre pido? —masculló Lucas, parecía estar mareado.

—Callate, pendejo, te estamos salvando el culo.

El Loco lo cubrió con un abrigo que había allí y lo colocó sobre su hombro para poder salir corriendo de allí. Sabían que la salida no sería tan sencilla como la entrada.

Unos asesinos pasaron por allí y Chris junto a Martín dispararon rápidamente, mientras que Sveta lanzó sus cuchillos hacia el pecho de algunos de ellos. Se acercó solo para recuperarlos y miró al Loco, pues una alarma comenzó a sonar en un alerta.

—Deben haber encontrado los cuerpos del estacionamiento —dijo Sveta con un chasquido de lengua.

La presencia del Loco en Mörder llegó a los oídos de Aaron, que permanecía recostado mirando a su novia que se movía sobre él de esa forma que lo volvía loco. Se sentó para poder besarla y aferrarse a sus caderas, pero la alarma había comenzado a sonar. Él gruñó con fastidio y la hizo a un lado para poder levantarse y comenzar a vestirse.

—¿Me vas a dejar en un momento así...? —beboteó Erica—. ¿No se puede hacer cargo Gin?

—No voy a tardar —dijo y le besa el cuello de forma insinuante—. Sos mía, no lo olvides.

Aaron se alejó mientras se acomodaba la ropa, sin importar el pedido de Erica por quedarse. Ella dejó de insistir solo para que él no sospechara nada, y cuando salió de la habitación ella se levantó de la cama rápidamente y se colocó una camisa blanca de él, para luego ajustar en su cintura el cinturón con la daga escondida. Tomó el teléfono y quitó el chip lo más rápido que pudo para reemplazarlo por el original, lo guardó entre sus senos y decidió dejarle un mensaje escrito en la pared. Una vez se aseguró de que no hubiese nadie cerca salió de la habitación.

Sveta lanzaba cuchillos a los asesinos que se acercaban a ella, y junto a Chris y Martín mantenían protegidos al Loco y Lucas. Ingresaron en la zona de los locos, estaba vacío, sin embargo Martín se desvió momentáneamente prometiendo regresar enseguida.

El Loco acomodó a Lucas en el asiento trasero de la camioneta, para luego ayudar al resto a deshacerse de los asesinos allí y liberar un poco el espacio. Miró hacia las distintas entradas para ver si Erica salía, pero no la vio en ninguna parte.

—¡Rusa! —dijo en lo alto—. ¡Te encargo al rubio!

Sveta dirigió su mirada hacia él y asintió rápidamente, no tardó en acercarse en una corrida hacia la camioneta para poder proteger a Lucas, mientras que el Loco corría hacia el interior en busca de Erica. No pensaba dejarla ahí por nada del mundo.

Erica se cruzó a Martín cerca de las escaleras, estaba con su rifle y se dirigía a la terraza.

—¡Martín! ¡Vení conmigo! —le dijo Erica.

—No, Erica, yo no voy con ustedes.

—¡Pero Aaron te va a matar cuando descubra que lo traicionaste! —chilló con el miedo reflejado en su rostro.

—Si me voy, va a buscar a mis abuelos y los va a torturar como hizo con tu amigo, si me quedo me va a matar por traición y, sinceramente, prefiero morir, Erica.

—¡Podemos sacarlos de ahí!

—Erica, no hay tiempo. ¿Lo entendés? —dijo con el rostro serio—. Ambos somos aprendices de Nahuel, ambos sabemos cuándo una batalla está perdida y cuando no.

Tomó un morral que llevaba colgado y se lo extendió a Erica con una sonrisa.

—Ahí hay efectivo, mis tarjetas, mi documento de identidad y los datos de mis abuelos. Te pido solamente, por favor, que les sigas enviando dinero, que estén bien sus últimos años, sin preocuparse por nada, y que nunca sepan lo que pasó conmigo.

—Martín, no podés pedirme que te deje así para morir —dijo Erica con tristeza.

Él levantó una pistola de su cadera y disparó a varios asesinos a lo lejos.

—No hay tiempo, ¿no lo entendés? Esta no es la vida que quería para mí, yo siempre quise ser doctor, no asesino —dijo y se sorprendió cuando Erica lo abrazó con fuerza, pero respondió el abrazo—. Le voy a enviar tus saludos a Cele, ¿sí?

—Si te vas a morir que sea rompiéndole la puta cara, si la próxima vez que lo vea no tiene una cicatriz nueva, te voy a ir a buscar al infierno para matarte otra vez.

—Andate ya, voy a regalarles algo de tiempo desde la terraza. Tenés que irte ya, Eri.

Martín comenzó a subir las escaleras en una rápida corrida, pero antes de doblar giró para ver a Erica. Le dedicó una sonrisa, la última sonrisa y la última mirada que se darían. Erica le respondió la sonrisa con sus ojos cristalizados en lágrimas, pero asintió con respeto hacia él. Martín, entre todos los asesinos, era quien más merecía su respeto.

Erica entonces comenzó a correr hacia otro lado, se quitó la hebilla del cinturón, el cual dejó en una mano para usar luego, y fue abriéndose paso. Escapar sería más difícil, porque el alerta había preparado a los asesinos de Mörder para un ataque. Algunos le abrían el paso por ser la señora del lugar, pero otros no dudaban en hacerle frente al verla sospechosa.

Erica había enredado el cinturón en el cuello de una mujer y la arrojó al suelo para estrangularla con el cinto, para después clavarle la daga en el cuello. Sin embargo, cuando estaba más cerca de la salida, se cruzó a alguien inesperado, alguien a quien quería evitar a toda costa.

Cyka —dijo Misha al verla.

Tomó sus cuchillos entre los dedos y los hizo danzar allí mientras se acercaba a Erica, con esa mirada que le helaba la sangre. Erica miró hacia los lados y hacia atrás para ver si tenía alguna escapatoria, pero no la había. La salida estaba un pasillo tras Misha, y para poder llegar hasta allí debía pasarlo a él. Aferró su daga en la mano derecha y su cinturón en la izquierda, lista para enfrentarlo.

Misha le lanzó un par de cuchillos que Erica esquivó con habilidosas acrobacias, para después correr hacia él y atacarlo. Él esquivó cada intento de corte y contratacó, aunque Erica logró esquivar varios de esos ataques, un par de cortes de efectuaron en su brazo, abdomen y en su pómulo.

Comenzaron a forcejear con sus dagas, bloqueando ataques del otro, y él parecía enfadado de que Erica resistiera tanto contra él, porque aumentó la intensidad de sus ataques y se alejó en una voltereta para poder arrojarle sus cuchillos. Erica volvió a correr hacia él, le convenía estar cerca porque su daga era corta.

Cuando Misha quiso efectuarle un corte, Erica enredó el cinturón en su brazo y lo impulsó hacia abajo para poder arrebatarle el cuchillo, que era más largo que su daga, luego le dio un fuerte codazo en el rostro. Misha aprovechó esa situación para tomarla del cuello en una llave de sumisión.

Erica apuntó con el cuchillo hacia la axila de él, sobre la arteria, mientras que su cuello era apretado con fuerza entre el brazo de Misha.

—Soltame, o vas a morir —dijo Erica presionando la punta del cuchillo sobre la arteria.

—Muerte por muerte, es un buen precio —dijo Misha con un marcado acento ruso y presionó con más fuerza, luego acercó sus labios al oído de Erica—. Pareces débil pero eres buena, cyka.

Apretó más el agarre, Erica cambió la dirección de su cuchillo y se lo clavó en el brazo que la estaba sosteniendo, sin embargo Misha no la soltó, entonces quitó el cuchillo y apuntó al rostro de él, le hizo un corte y por instinto él la soltó para tomarse el ojo con sangre. Era el mismo que ya tenía una cicatriz.

Erica se alejó enseguida intentando respirar bien, se sujetaba del cuello tratando de que el aire llegara a sus pulmones. Tan solo unos instantes después estaban enfrentándose nuevamente con los cuchillos. Ambos eran fuertes, rápidos y habilidosos, y lograban esquivar varios ataques, pero también impactarlos.

El Loco llegó hasta ahí, su rostro se volvió sombrío al ver la pelea, y aunque allí se notaba el nivel y la habilidad de Erica, apretó la mandíbula al acercarse porque sabía que Misha era realmente bueno, y que podía llegar a matarla ante el mínimo error. Él tenía la experiencia en batalla, Erica solo su talento.

Lanzó un cuchillo como advertencia que se clavó en el hombro de Misha, quien dirigió su mirada enseguida hacia él. Abrió los ojos con sorpresa y apretó su cuchillo en la mano, porque Misha sabía que en una pelea no podría ganar contra él. Sveta era mejor que él, y el Loco era incluso mejor que Sveta.

Misha se alejó con una acrobacia y se puso en pose de defensa, pero se sorprendió cuando el Loco solo lo sujetó del pecho al colocarlo contra la pared. Lo miraba fijo a los ojos con seriedad, con sus cejas fruncidas y su mandíbula trabada. El Loco entonces colocó frente al rostro de Misha una tarjeta de presentación borgoña.

—Podés ser el perro faldero de Sabatini, o podés ser el lobo libre de Vanyusha Volkov —le dijo—, vos decidís, Misha.

Misha miró la tarjeta borgoña, luego dirigió su mirada hacia la Erica herida y con sangre allí, para después mirar los ojos celestes del Loco. Lentamente llevó su mano hacia la tarjeta, pero el Loco forcejeó un poco antes de dársela.

—Si me entero que te quedaste con el pollito desperdiciando tu talento, voy a volver —le dijo entre dientes.

—La decisión la tomo yo, no tú, Wolff —dijo Misha con una sonrisa engreída.

El Loco apoyó su frente en la de él y se miraron a los ojos por un instante, con intensidad, para segundos después soltarlo y tomar a Erica.

Corrieron para alejarse de allí, Erica giró para ver a ese chico que escondía la tarjeta en su ropa, luego se concentró en ver al frente. El camino estaba libre de amenazas, los cuerpos de los asesinos se encontraba allí, el Loco ya se había encargado de ellos.

En el estacionamiento corrió hacia su moto y colocó la llave para poder encenderla.

—¿Y Martín? —le preguntó Chris.

—Es su decisión... —dijo Erica sin mirarlo—. Vení conmigo, ustedes adelántense.

—No te pienso dejar —dijo el Loco.

—Vos sos el mejor en escapes en auto —dijo Erica con su rostro serio—, yo soy la mejor en moto. Adelántense, con Chris nos deshacemos de las amenazas.

Aunque quería negarse no había mucho tiempo por perder, ya habían perdido bastante, así que el Loco solo asintió para poder entrar a la camioneta junto a Sveta y Lucas. Salieron primero de allí, Erica se puso el casco y Chris se acomodó tras ella de espaldas, luego de recargar sus pistolas.

—Más te vale que luego me expliques lo de Martín —gruñó Chris.

Erica arrancó y salieron a gran velocidad para intentar alcanzar la camioneta. Pasaron unos minutos antes de que los asesinos de Mörder empezaran a seguirlos, les disparaban y Erica esquivaba de forma habilidosa cualquier obstáculo con la moto. Aumentó la velocidad y varias veces dio un salto para subir en la vereda y avanzar por allí cuando no habían personas.

Chris se encargó de disparar a todo asesino que los seguía, sus disparos siempre eran certeros, no fallaba ni un solo tiro. Cargó las pistolas rápidamente y volvió a disparar, pero sonrió al ver que una moto que los seguía a gran velocidad terminó por caer al suelo de un potente disparo a la distancia, lo mismo sucedió con otros asesinos.

—Ese es Martín —dijo Chris con una sonrisa.

Luego se concentró en cumplir con su deber, proteger la camioneta. Se acercaron hacia ellos, Erica colocó la moto junto al Loco y se levantó el visor del casco para poder verlo.

—¡Adelántense, hay que separarnos! —le dijo Erica en un grito.

—¡No! —se quejó el Loco.

—Confiá en mí, voy a perderlos.

Él la miró de reojo y luego de chasquear la lengua terminó por asentir.

—Está bien, pero si no regresás en una hora voy a salir a buscarte.

Erica volvió a colocarse bien el visor y tocó la bocina antes de bajar la velocidad para captar la atención de los vehículos de Mörder.

El Loco los miró a ambos por el espejo retrovisor, el talento de Erica no era solo con los cuchillos, su manejo de la moto a altas velocidades era simplemente admirable, y el talento de Chris para dar en el blanco incluso en movimiento era sorprendente.

Miró a Sveta que se encontraba en el asiento trasero junto a un Lucas que amenazaba con dormirse por sus cabeceos y murmullos inentendibles.

—¡Alemán, creo que lo drogaron!

—...todo... pegotado, con un... poco de aceite, con un poco... de sal —murmuraba Lucas, que intentaba mantenerse despierto al cantar en voz baja una canción de su infancia.

—Lucas, ¿verdad? —le dijo Sveta, le abrió los párpados para poder ver sus pupilas, se veían normales—. ¿Sabés si te dieron algo?

Él parpadeó y casi se golpeó la cabeza en una doblada feroz del Loco. Volvió a parpadear un par de veces para enfocar bien el rostro de Sveta.

—No lo sé...

—Rusa —dijo el Loco para llamar su atención—, estuvo un mes ahí, si es que no lo tenía incluso de antes, seguro no comía ni bebía líquidos por días, debe estar débil.

—Tranquilo, malenky, vas a estar bien —dijo Sveta con una sonrisa para reconfortarlo un poco.

Y mientras que ellos se desviaron hacia otro camino, Chris y Erica se encargaron de guiar a los asesinos de Mörder hacia otro lugar. Chris les disparó a todos los que pudo, tuvo que recargar un par de veces las pistolas.

Luego de unos minutos Erica bajó la velocidad, quería ver si aún andaban por ahí, pero parecía que no. Terminaron los dos por suspirar con alivio.

—Hacemos buen equipo —dijo Chris al mirar hacia atrás.

Como no venía nadie más que fuera un peligro, se acomodó bien en el asiento y fueron directo a la casa del Loco, pero solo por si las dudas darían muchas vueltas y tomarían el camino más largo.


En Mörder, Aaron no tardó mucho en darse cuenta de la situación, mandó a seguir la moto y la camioneta en distintos vehículos, pero allí en donde estaba recibió un disparo en el hombro que lo hizo caer al suelo por la potencia. Dio un alarido de dolor muy grande y Noelia lo quitó de ahí, de la vista.

—Es el maldito infeliz de Martín —escupió Aaron con odio—. ¡Vayan por él!

—Falló el disparo —dijo Noelia mientras aplicaba presión en la herida—, debo atenderte.

—No, no falló, lo hizo a propósito —dijo con fastidio—, es el puto mejor francotirador de Mörder, él no falla.

Aaron regresó a su habitación para investigar qué tan involucrada estuvo Erica, se llenó aún más de ira al ver un escrito en la pared hecho con labial rojo:

«El Loco coge mejor que vos,
hijo de puta».

—Maldita perra conchuda —escupió Aaron con odio y salió de allí para ir en busca de Martín—, ¡perra traidora!

Su hombro le dolía demasiado, y su orgullo mucho más. A él no le importaba en lo absoluto si Erica disfrutaba o no con él, pero no podía soportar la sola idea de imaginar que estuvo con el Loco.

—¡Debí haberla matado junto a su sucia y miserable familia!

Aaron llegó hasta la terraza, donde encontró los cuerpos de todos los asesinos que había enviado por Martín. Allí estaba él, apoyado contra la guarda, lo estaba esperando.

—Debiste enviar más —dijo Martín con una sonrisa—, diez no son suficientes.

—¿Hacés esto por la putita de tu novia? Era una virgen estúpida que solo mariconeaba llamándote —dijo Aaron con una sonrisa malintencionada—. No te olvides que tengo todos tus datos, sos un obligado, y yo soy quien manda sobre vos.

Aaron caminó lentamente hacia Martín, sin embargo él parecía muy tranquilo para la situación en la que estaba, sin municiones en sus armas, con solo un rifle que no servía para ataques cercanos.

Martín comenzó a reírse, suave, divertido, luego comenzó a reírse a carcajadas.

—De qué mierda te reís, pelotudo del orto —gruñó Aaron con fastidio.

—Quizá vi el futuro, quizá solo lo imaginé —comenzó a decir Martín con una sonrisa—, pero tu muerte se vio muy placentera en manos de Erica.

Aaron cargó su pistola sin dejar de mirar a Martín, sabía que estaba desarmado, pero también sabía que él había sido el aprendiz de Nahuel por todo un año entero, el mejor de los obligados, luego el mejor de los novatos, líder de los profesionales en ese momento. Martín era una amenaza a la cual tomar muy en serio.

—¿Querés saber algo bonito? Creo que en un momento tu puta estaba gozando y no sufriendo, porque sus gritos se asimilaban mucho a gemidos placenteros... —dijo Aaron con esa sonrisa, y comenzó a reír al ver el cambio en las expresiones faciales de Martín—. Qué lástima que no pudiste meter tu verga en ella, ¿o tal vez sí lo hiciste? No lo sé, se sentía igual que una niña virgen...

La mirada de Martín había cambiado, se hizo sombría y sería, su gesto de furia fue muy notorio para Aaron, pero incluso enfadado Martín no perdía la concentración, y eso le molestó a Aaron, porque Erica ya lo hubiese atacado en una situación así.

—¿Qué pasa, Sabatini? —dijo Martín con el ceño fruncido—. ¿Necesitás consejos? Puedo dibujarte un mapa hacia el clítoris, así no necesitás obligar a nadie a acostarse con vos.

Aaron se enojó por ello y levantó su pistola para apuntar, pero Martín lo esquivó hábilmente y en una sola voltereta por el suelo había llegado hasta él. Lo golpeó en vientre, rostro y le torció el brazo para quitarle la pistola.

Martín era demasiado bueno para seguir vivo.

Pelearon cuerpo a cuerpo de igual a igual, pero Martín era más rápido, y cuando un cuchillo se lanzó hacia él, lo esquivó y tomó en su mano para hacerle un largo corte en un ojo a Aaron, llegó incluso a hacerle un corte en el cuello, antes de que dos cuchillos se clavaran en él, en su cuello y corazón.

Ginevra estaba ahí, con su rostro sombrío y sus manos sobre los cuchillos en sus piernas.

Martín cayó al suelo.

—Te estabas tardando demasiado —gruñó Aaron.

—Tuve que ejecutar a algunos traidores, pero llegué a tiempo, mio signore —dijo Gin con seriedad.

Aaron se tocó el cuello con sangre, si Ginevra no hubiese lanzado esos cuchillos a tiempo, él estaría muerto.

Miró a Martín ahí en el suelo, rodeado de sangre, luego sonrió al decir:

—Demasiado bueno para estar vivo, igual que Nahuel.


El Loco estacionó la camioneta dentro del garage de la casa, tocó la bocina dos veces solo para que Thamma supiera que era él, porque ella le había prometido disparar a cualquiera que no hiciera la señal.

Sveta tomó en sus brazos a Lucas, parecía estar drogado, abría y cerraba los ojos, mascullaba palabras indescifrables.

—Hay que limpiar sus heridas y atenderlas, alemán —dijo Sveta con su rostro serio mientras llevaba a Lucas hacia el baño.

Era pesado, pero Sveta tenía brazos lo suficiente fuertes para soportar su peso.

Mein engel aún no llega —murmuró él, mirando hacia la calle.

—¡Alemán! —le gritó Sveta con el ceño fruncido—. Ella está bien, hay un chico malherido que atender, concentrate.

El Loco suspiró, para luego asentir. Ingresó en la habitación para ver a Thamma con su pistola en la mano, estaba junto a un Jack dormido con Hund. Él asintió como agradecimiento y ella bajó el arma.

Mientras que Sveta lavaba el cuerpo de Lucas y su cabello, el Loco preparó todo lo necesario para atender sus heridas, justo cuando la moto se oyó entrar en el garage. Él no dudó ni un solo instante en correr hacia ahí para ver a Erica y a Chris bajar de la moto.

Mein engel... ¿estás bien?

Erica giró para verlo una vez se quitó el casco, tenía el rostro y su camisa con sangre, y algunos golpes se veían en ella.

—Estoy bien, ¿y Lucas?

Él la guío hacia el baño, donde Sveta le ayudaba a Lucas a secar el cuerpo, él no podía mover sus hombros correctamente, y hacer algunos movimientos le dolía de sobremanera.

—¡Lucas! —chilló ella y corrió hacia allí.

Sveta se hizo a un lado cuando Erica lo abrazó con fuerza, con sus ojos llenos de lágrimas.

—Eri... Me... duele... —masculló él, y Erica aflojó un poco su agarre. Y pese a que a él le costaba mover los brazos, respondió el abrazo, luego sollozó—. Eri, gracias...

—Perdón, Lucas, lo siento mucho —dijo Erica con su voz angustiada y lo soltó para poder verlo a los ojos verdes, rodeados de moretones. Tenía un derrame ocular en uno de sus ojos.

Engel, hay que atender sus heridas, luego vas a tener tiempo para el resto —dijo el Loco con suavidad.

—Está bien... —Erica se puso de pie y le dedicó una sonrisa al rubio—. Lucas, él es Jack, ella es Sveta, y el que está allá lejos con cara de que nos odia a todos es Chris, son mis amigos y ayudaron a liberarte.

Lucas no dijo nada, solo sonrió, parecía demasiado agotado como para responder o solo mantener su cabeza erguida. Por ello Sveta lo levantó nuevamente para llevarlo hacia el sótano, habían armado un espacio para Lucas allí. Sveta lo bajó con cuidado por las escaleras y le ayudó a vestirse con ropa que les había dado Chris, por tener una contextura física similar.

Sveta se encargó de coser sus heridas, de tratar y limpiar cada una, mientras que Lucas descansaba. Se había quedado dormido, no recordaba la última vez que había dormido en una cama.

Ella lo miraba con pena al ver con sus propios ojos lo mucho que ese chico había sufrido, estaría marcado por siempre. Por ello, Sveta le acarició el cabello y tarareó una canción de cuna rusa, supuso que le gustaban las canciones infantiles.

«Spi mladyenets, moi prekrasný,
bayushki bayu,
tikho smotrit myesyats yasný
f kolýbyel tvayu»

Le cantó con una mezcla de tristeza y cariño la canción que le cantaba a su hija cuando era pequeña, y el solo recuerdo le produjo mucha angustia. Se mantuvo allí acariciando el cabello rubio de Lucas, con su melodiosa voz, que logró relajar las expresiones faciales en él.

—Ya sos libre, pequeño, ya todo va a estar bien —le dijo.


Este capítulo tiene segunda parte, lo dividí porque estaba quedando muy largo, mil perdones xD

Nota: La canción que canta Sveta es Nana Cosaca, solo encontré la letra con la fonética (también en ruso y español, pero yo buscaba otra cosa).

Dejo la canción acá abajo para que se imaginen a la Babu cantando <3

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