Capítulo N° 30
Era de mañana y la lluvia había cesado, se veía un intenso y cálido sol en el cielo. Chris se había ido más temprano, pero prometió regresar a la tarde, debía acomodar un par de cosas en donde estaba quedándose. Debido a que era más sencillo encontrarlo si se quedaba en su casa, había decidido regresar a la villa, donde dijo estar más seguro por ser complicado de entrar de noche.
Por su parte, el Loco, Erica y Jack se habían ido con la camioneta al centro, tenían pensado comprar ropa y otras utilidades para la casa. Por ese motivo, mientras que Erica estaba en una tienda de lencería para comprarse ropa interior, el Loco se encontraba con Jack en una tienda infantil.
—Comprendo lo que dice señor, pero necesito que me diga el talle.
—¡Y yo que mierda sé! ¡Es una mierdita chiquitita! ¡Es nene! ¡¿Qué más necesitás saber?! —se quejó él con fastidio, con Jack en sus brazos.
—Pero podría ser un talle dos o un tres, la ropa tiene cambio, si lo desea puede cambiarlo en caso de que no le quede —insistió la vendedora.
Algunas de las vendedoras sonreíam con picardía por ver su belleza y su increíble musculatura, por eso otra de ellas se acercó a él de mejor humor que la anterior. Las mujeres enseguida buscaron distintas prendas para mostrarle, a él le daba igual, pero al menos trató de ver cosas que fueran bonitas.
—Eh, enano, ¿te gusta esto? —le mostró un jean azul, Jack sonrió con alegría y comenzó a aplaudir—. Bueno, se viene con nosotros.
—¿Algo más, señor?
—Sí, más cosas, más, más, más.
El Loco continuó eligiendo distintas prendas, luego pagó y salió de ahí para ir a otra tienda, donde compró una bolsa de pañales extra y algunos juguetes. Jack había quedado fascinado con un pequeño tobogán de plaza blanda, y él no dudó en comprarlo. Era pequeño y entraba perfectamente en cualquier parte de la casa.
Las mujeres se enternecían al ver ese enorme hombre con un bebé tan tierno en sus brazos, al menos hasta que vieron a Erica acercarse a ellos despacio y con cuidado.
—¿Estás bien? ¿Querés descansar? —preguntó él al verla caminar despacio.
—Estoy bien, necesito caminar, no puedo estar siempre recostada —dijo Erica con el sudor recorriendo su frente—. Me gustaría ver esa tienda.
Él dirigió su mirada hacia una tienda de ropa femenina, con bonitos vestidos en la vidriera. Guardó todas las compras en el baúl y luego la acompañó hacia allí, porque estaba sudando bastante y temía que se desmayara.
El Loco bajo a Jack al suelo y lo tomó de la mano para que caminara junto a él, aunque le desesperaba bastante hacerlo porque Jack era demasiado lento o corría demasiado rápido, lo cual era un peligro.
—¿Y mami? —lo miró con tristeza—. ¿O’ta mami?
—Mami… ella está… durmiendo… —el Loco sintió angustia en la garganta, sin saber qué responderle.
Jack comenzó a llorar y se arrojó al suelo en un pataleo.
—¡¿O’ta mami?! ¡Taño a mami! —Jack se refregaba los ojos al llorar, con sus puños—. Mi mami, a mi mami...
El Loco se agachó en el suelo junto a él y apoyó con suavidad su mano sobre la espalda del niño, que se había recostado en la vereda. Las personas los miraban con atención, pero a él no le importaba. Tomó en sus brazos a Jack y lo abrazó, con su propio corazón destrozado y las lágrimas que intentaba retener en sus ojos.
—Yo también la extraño, Jack, yo también…
Jack lloró con fuerza aferrado al pecho del Loco, murmuraba cientos de veces que quería a su mami, y cada palabra era una daga en la espalda del Loco.
No pudo acompañar a Erica a la tienda, pero decidió llevar nuevamente a Jack a la juguetería y que eligiera alguna otra cosa, así al menos lograba distraerlo un poco de la soledad y la tristeza que seguro estaba sintiendo por la falta de su madre.
Dentro de la tienda, Erica revisó las perchas con vestidos de colores claros y pastel, le gustaban mucho las flores, así que buscaba alguno que estuviera floreado. Sin embargo las vendedoras no le prestaban atención, supuso que se debía a su vestimenta y su apariencia demacrada. La única persona en acercarse a ella fue otra clienta, quien apoyó su mano en el hombro de Erica.
—Disculpame, ¿estás bien? ¿Necesitás ayuda? —preguntó con la preocupación en todo su rostro.
Erica seguía teniendo muchos moretones en todo su cuerpo, y los lentes de sol no llegaban a cubrir todo el daño en su rostro.
—Hola, linda, estoy bien, gracias —dijo Erica con una sonrisa—. Tuve un accidente con la moto, nada grave.
—¿Necesitás que llamemos a la policía?
—De verdad, estoy bien, solo quiero un vestido bonito.
La clienta que se había preocupado por ella le ayudó a buscar algún vestido floreado y bonito, Erica no quiso probárselos por miedo a mancharlos con sangre, solo pidió ver otros modelos. Le mostraron una bonita falda a las rodillas de color rosado, y algunos tops con encaje. Tomó, también, algunos pares de jeans.
Luego de pagar salió de allí para encontrar al Loco agachado en el suelo, abrazaba a Jack con un rostro triste. Juntos subieron a la camioneta, y solo luego de que Jack estuvo seguro en su butaca fue que el Loco comenzó a manejar en dirección a la casa.
—Creo que lo mejor va a ser que me quede en la casa hasta que sane —dijo con un suspiro y lo miró, se veía preocupado—, es fácil para la gente creer que sufro violencia, y tal vez si me ven a tu lado puedan creer que fuiste vos.
—Entiendo —suspiró—, volvamos entonces. Quería llevarlos a comer, pero lo mejor será regresar.
—Podemos comprar algo en el camino.
Él asintió y puso algo de música, no muy fuerte para no molestar a Jack, que comenzaba a dormitar allí atrás.
—¿Compraste todo lo que querías? —le preguntó él.
—No, prefiero volver otro día en el que no me vea tan horrenda.
—Nunca te ves horrenda.
Miró por el espejo retrovisor a Jack dormido ahí atrás, luego miró a Erica a su lado, que guardaba su dinero en una billetera que acababa de comprarse. Pensó que en verdad parecían una familia, y dejó ir un suspiro por ello, porque no podía dejar de pensar en Moira.
Cada día su pérdida se hacía más pesada sobre él.
Se detuvieron en el camino, donde él bajó para comprar en una casa de comidas, y mientras Erica esperaba a que regresara, miró a Jack atrás. Seguía dormido, pero le preocupaba mucho su bienestar, porque sabía que a él le hacía falta su madre.
Sintió angustia al pensar en su propia madre, y comenzó a llorar al recordar a su padre hablando de autos, o la historia de cómo se habían conocido.
Cuando el Loco regresó, dejó las compras atrás y se sentó en el asiento del conductor. Erica había intentado disimular su llanto, pero el temblar de su cuerpo la delataba. Por ese motivo él llevó su mano hacia ella y le hizo una caricia.
—Está bien, engel, llorá lo que tengas que llorar, no te guardes nada.
Él arrancó la camioneta y le dio su espacio para expresarse, aunque Erica continuaba intentando ser disimulada.
Al llegar a la casa, no muy lejos del centro, el Loco recostó a Jack en la cama, puso a su lado un peluche y lo cubrió con una mantita. Al salir de allí vio a Erica sentada en el sillón, aún con el temblar en su cuerpo por el llanto.
—¿Necesitás hablar? —le preguntó.
—No —dijo con un sollozo—, solo los extraño. Pienso en Cele, recuerdo cuándo fue la última vez que la vi.
—¿Recordás qué se dijeron? —preguntó con suavidad.
—Le dije que la amaba —lloró con más fuerza, con su respiración entrecortada por el llanto—, mi hermanita, tenía solo dieciséis años...
Él se acercó y se agachó frente a ella, apoyó su mano en la mejilla y corrió un mechón de cabello de su rostro, pero Erica lo abrazó del cuello. Él estaba sorprendido por eso, pero devolvió el abrazo y la aferró con fuerza, pero también con cuidado de no lastimarla.
—Está bien, engel. Lloralos todo lo que necesites —dijo en un susurro—, ¿querés hablarme de ellos? ¿Algo que quieras recordar?
Erica lo soltó y lo miró por un instante, luego se puso de pie para poder ir a la cocina por un vaso de agua. Tomó también una servilleta para limpiarse la nariz.
Él la siguió hasta allí y se sentó frente a ella, la miró con curiosidad y preocupación, al menos hasta que ella le sonrió.
—Mi mamá era francesa, parisina específicamente —dijo con una sonrisa—, conoció a mi papá en una fiesta, a ella le gustaba otra persona así que no se prestaron atención, pero en algún punto de la fiesta ella terminó consolándolo a mi papá por una ex novia, terminaron casados un año después, y un año luego de ello llegué yo.
—Eso explica porque hablás tan bien el francés —dijo él con una sonrisa.
—Cele nació en un verano muy caluroso, me acuerdo de ese día —dijo y se mordió los labios—, era muy chiquita y la tuve en mis brazos, era... tan chiquitita...
Comenzó a llorar nuevamente, pero tomó un poco de agua para tratar de no llorar más y de callar un poco esa angustia en su garganta.
—Cele siempre fue más bonita que yo, me alegra que al fin alguien lo haya notado, que fuera besada y que alguien la amara como se lo merecía, con devoción y ternura.
Erica no agregó más, se quedó en silencio, pero no lloró más, terminó por tomar toda el agua de su vaso y luego levantó la mirada para ver al Loco ahí, a quien le dirigió una sonrisa sincera.
—Gracias por escucharme.
—No agradezcas, engel, para eso estoy.
Él se puso de pie para poder poner la comida en el microondas, y de a ratos la miraba de reojo, la veía de mejor ánimo desde que había hablado de su familia, aunque estaba seguro de que le tomaría mucho más tiempo para estar bien.
A la tarde Erica se había quedado dormida en el sillón, se despertó al oír un par de voces, así fue que descubrió que Chris estaba sentado a su lado y llevaba un rato intentando despertarla sin que el Loco se diera cuenta.
—Chris —dijo, aún algo dormida—. ¿Qué pasó?
—Dije que volvería a la tarde, ¿lo olvidaste? —dijo con una risita—. Tenés otras visitas...
Erica dirigió su mirada hacia la cocina, abrió los ojos con sorpresa y comenzaron a llenarse de lágrimas, no tardó en ponerse de pie para correr dificultosamente hacia allí. Y Sveta no se hizo desear, corrió hacia ella y la levantó en sus fuertes brazos haciéndola girar como si fuera una niña pequeña, para luego abrazarla con cariño.
—Oh, mi pequeña... —dijo Sveta y le dio un tierno beso en la cabeza—, mi pequeña.
—Babu —lloriqueó Erica en su pecho—, estás bien, estás a salvo.
—Lamento haberte preocupado, pequeña, no sabía que estabas con el alemán, sino te habría visitado antes —dijo en un susurro y le acarició una mejilla, para luego darle un beso en la frente—. Vení, pequeña, vení a la mesa a tomar unos mates con tu babushka.
—No sabía que tomabas mate —dijo Erica con sorpresa, y aceptó el brazo de Sveta para caminar hacia allí, donde el Loco las miraba con una sonrisa.
—Llevo diecisiete años en este país, sería raro no tomar mate —se rió Sveta.
—Me hubieses despertado —le dijo Erica al Loco.
—Te veías muy agotada —respondió con una sonrisa—. Ya la puse al día con todo, estamos esperando que lleguen otros invitados.
Luego de decir eso el timbre de la casa sonó, por lo que el Loco fue a atender, mientras que Erica se acomodaba junto a Sveta y Chris para tomar con ellos, él había llevado su equipo de mate, pues el Loco no tenía en la casa.
Mientras sorbía la bombilla del mate que Chris acababa de pasarle, oyó dos voces conocidas y dirigió su mirada hacia allí. Sus labios se curvaron en una sonrisa alegre al ver a Serge acercarse, y tras él pudo reconocer a la amiga de su hermana, Thamma.
Erica intentó ponerse de pie para recibirlos, pero Serge se acercó rápidamente para darle un abrazo, le llenó las mejillas de besos.
—Mi princesa, me alegra que estés bien —le dijo en francés—, me enteré por Julio, ¿cómo te sientes?
—Estoy mejor, pero duele bastante —dijo Erica también en francés.
Miró con curiosidad a esa muchacha de cabello corto y teñido de rubio, su rostro tenía muchos piercings y llevaba cadenas colgadas de su cinturón. Ellas dos no eran amigas, pero Thamma había sido la mejor amiga de Celeste en Mörder.
—Díganme cuándo, quiero romperle la puta cara —dijo Thamma entre dientes.
Sus ojos se veían rojos por haber estado llorando, y también se notaban hinchados. Se acercó un poco a Erica y apoyó su mano en el hombro de ella.
—Voy a vengar a mi manzanita —dijo con odio y tristeza—, te lo juro, Erica.
—Te creo —dijo ella con una sonrisa triste—. Sentate donde quieras.
—Juliette está a salvo, me aseguré de eso —dijo Thamma casi en un susurro—, pero no pude... No llegué a tiempo, y mi manzanita...
Sus ojos habían comenzado a llenarse de lágrimas, por lo que Erica tomó su mano con fuerza.
—Está bien, no te culpes —le dijo con un tono de voz suave.
—Nunca me cayó bien… —murmuró Serge cruzado de brazos, estaba apoyado contra la mesada.
—Lo sé, a babushka tampoco —Erica miró a Sveta, que asintió para darle la razón.
—Oí muchas cosas sobre «El Inexorable», y nada era bueno —dijo Sveta con su rostro serio—, su ex novia era mi amiga, y murió en sus manos.
—Bueno, pónganse en la fila que yo estoy primero —acotó Chris y se colocó un cigarrillo en la boca—. Debí darle en la cabeza.
—Entonces la idea es ayudarte a liberar a tu amigo, ¿verdad? —dijo Sveta y apoyó con cariño su mano sobre la de Erica—. Tu babushka siempre va a ayudarte, pequeña, no lo dudes nunca.
—Me haría bien algo fuerte —dijo el Loco con una sonrisa torcida—. ¿Quién sabe jugar al pool?
Todos dijeron saber, aunque con sorpresa porque no entendían lo que tenía planeado, sin embargo lo siguieron al sótano. El Loco abrió la puerta de la cocina que daba hacia allí.
Erica primero fue a ver a Jack a la habitación, estaba dormido junto a Hund, sabía que dejarlo con él era seguro, pero no le parecía correcto dejarlo solo.
—Erica —dijo Thamma de repente tras ella—. Yo puedo... Tengo sobrinos, puedo quedarme arriba y... y asegurarme de que está bien.
—No es necesario, Thamma, tranquila. Puedo subir cada tanto a verlo.
—Necesito ser útil —dijo con lágrimas en sus ojos—, te fallé a vos y le fallé a Tin, le prometí que la cuidaría y... y no llegué a tiempo. Necesito ser útil en algo.
—Está bien, si eso te hace sentir mejor —Erica apoyó su mano en el rostro de la muchacha, quien apretaba sus labios para evitar llorar.
Thamma solo asintió y regresó a la cocina para quedarse allí, atenta a los sonidos que pudiera hacer Jack, lista para cuidarlo y protegerlo, como no pudo hacer con su mejor amiga.
Erica bajó con cuidado las escaleras, sería la primera vez que entraba allí. Escuchó las voces de Sveta y Chris fascinados con algo por allí. Se sorprendió al notar que el lugar estaba muy iluminado, y al llegar abajo quedó impactada con el tamaño del lugar. Era enorme, estaba segura de que ocupaba el tamaño de toda la casa con algo del patio.
En un rincón había muchas máquinas de ejercicio y una bolsa de golpear colgada en una larga barra. En el centro del lugar había una mesa de pool con los tacos sobre ella, y cercana a la mesa se podía ver una barra con bebidas alcoholicas. Contra una esquina había un sillón esquinero en tono rojo, con una mesa ratona de madera. En otra pared vio una cantidad increíble de armas de todo tipo, donde Chris y Sveta conversaban e inspeccionaban algunas con fascinación.
Sin embargo, lo que más le llamó la atención era una de las paredes con cuadros, debajo tenía varios muebles pequeños, cristaleros con objetos. Se acercó para ver mejor, había fotos familiares, juguetes, cosas que solo usaría un niño.
Sobre el cristalero había un gran cuadro con una foto, donde se podía apreciar a un inmenso hombre rubio con uniforme militar, y a su lado, abrazada a él, una bonita y pequeña mujer de cabello castaño que lucía un vestido de novia.
Bajo ese cuadro había una foto de la misma pareja con un niño pequeño de sonrisa tímida y mirada inocente, de intensos ojos celestes.
—Engel, acercate —le dijo el Loco al llamarla.
Se acercó hacia allí, donde él la instó a sentarse en el sillón rojo, junto a Serge. Habían algunos otros asientos alrededor, y el Loco se acomodó en uno de ellos, aunque atento a que Chris y Sveta dejaran las armas en su lugar.
—¿Y Tamara? —preguntó el Loco al ver que no se encontraba allí.
—Vigila a Jack —explicó Erica con una sonrisa, pero al verlo ponerse de pie con su rostro serio, le dijo—: Necesita estar un momento a solas, debe ser duro para ella verme, después de todo Cele y yo nos parecíamos un poco.
—Está bien, pero si algo le pasa a Jack...
—No le va a pasar nada, tranquilo —dijo Erica con un suave tono de voz.
Serge descorchó un vino que le extendió el Loco, y comenzó a servir en copas, las cuales le extendió a todos allí. Chris decidió tomar una copa extra y comenzó a alejarse un poco para poder subir.
—¿Chris? —Erica lo miró fijo.
—Voy a llevarle a Thamma.
—Ah, cierto que ahora sos re amigui de ella —se quejó Erica con un chasquido de lengua.
—Y vos sos re amigui de ese francés a tu lado, no me necesitás, ¿o no?
Serge comenzó a reírse y meneó en su mano la copa con una sonrisa egocéntrica, mientras que Erica y Chris se miraban fijo con su ceño fruncido, pero ninguno dijo nada, él se alejó para poder llevarle una copa a Thamma.
Erica de repente se había puesto de muy mal humor y se mantuvo cruzada de brazos, con la intensa pero curiosa mirada del Loco sobre ella.
—Engel —le dijo para llamar su atención y palmeó el asiento a su lado.
Con un resoplido ella se acercó, le dio un largo trago a su copa de vino antes de sentarse junto a él.
—¿Es tu amigo o es tu amante? —le preguntó con una ceja levantada.
Erica lo miró con sorpresa.
—Mi amigo, los amigos también se ponen celosos a veces, es normal. Ya se me va a pasar.
Como vio el rostro serio en él decidió aclarar:
—Ni se te ocurra hacerle algo —le dijo entre dientes—, es mi mejor amigo.
—Dije que no le haría nada a nadie que fuera importante para vos —se quejó él—, solo me causó curiosidad.
—¿Nunca te pusiste celoso de Moira?
—Sí, pero no terminó muy bien que digamos —se rió con ánimo.
—¿Qué hiciste, mataste a su amigo? —se rió Erica.
—Nos peleamos, quiso golpearme y sin querer le quebré el brazo, Moira dejó de hablarme por un mes —dijo con una sonrisa pero luego su expresión se volvió triste y terminó por bajar la mirada.
Erica no supo qué decir, lo vio muy triste de repente, y el ambiente a su alrededor se había vuelto algo incómodo.
—Bueno —comenzó a decir Sveta—, ¿cuál es el plan?
—Trabajo en ello, la idea es liberar al amigo de Erica —dijo el Loco con su rostro serio—, el pollito espera el regreso de ella, cuando se recupere empezamos con el primer trabajo que haríamos como equipo.
—¿El primero? ¿Hay más? —preguntó Serge con curiosidad y le dio un sorbo a su vino.
—Destruir D.E.A.T.H… —todos lo miraron casi asustados por esa afirmación—. No más asesinos a sueldo, al menos no nosotros. No más vidas robadas, no más dinero sucio, ni manos ensangrentadas. No más muerte y pecado.
Todos miraron en silencio al Loco, les parecía una completa locura lo que acababa de decir.
—Pequeño —le dijo Sveta a Serge—, buscá a los otros, deben escuchar esto.
Serge asintió y se puso de pie para poder subir las escaleras, en busca de Thamma y Chris. Sveta, sin embargo, miró fijo al Loco.
—Alemán, vas a tener que demostrarles que pueden confiar en vos, necesitan un motivo real. Todos vivimos de esto. Explicate, o la mitad te va a abandonar —dijo y encendió un cigarrillo—. Vamos, alemán, sabés que nunca me caíste mal, ¿verdad? Confío ciegamente en vos, pero tal vez el resto no lo haga.
—De acuerdo.
Cuando el resto regresó, abrieron otro vino y rellenaron las copas. Serge se había puesto muy nervioso de repente, y Erica podía entender por qué.
El Loco volvió a repetir su propuesta para que Chris y Thamma pudieran participar de la conversación.
—No puedo renunciar sin antes llevarme la cabeza de Sabatini —dijo Chris con seriedad—. Por eso estoy en Mörder, para matarlo.
—Lo sé, no por nada te dije el lema de los obligados —dijo el Loco con una sonrisa y bebió un trago de vino—, te llevé a Mörder adrede, para que lo mataras.
—Entonces debo agradecértelo —respondió Chris.
—Que cuides de Erica ya es suficiente agradecimiento.
—Lo lamento —dijo Serge de repente—, puedo participar en el rescate a ese chico, por todo el cariño que le tengo a la princesse, pero ¿destruir D.E.A.T.H.? Eso... implicaría no más Moms... ¿Verdad?
—¿Sabés hablar otra lengua además de francés? —preguntó el Loco con el rostro serio.
—Sé alemán gracias a Gretchen, pero no pronuncio muy bien —dijo Serge, algo sorprendido por la pregunta.
—No le haré daño a tu amante salvo que intente dañar a mi ángel, ¿de acuerdo? Puedes quedarte tranquilo —dijo en alemán bastante lento para que llegara a comprender sus palabras—. La idea es ser libres, tal vez puedas conseguirnos eso de forma pacífica.
—Puedo intentarlo —respondió Serge en alemán—. Puedes contar conmigo y mi silencio, siempre y cuando no lo toques a él.
—Puedes contar conmigo y mi silencio siempre y cuando él no toque a mi ángel —dijo el Loco y bebió otro trago de vino.
—Soy una novata porque necesito dinero, me uní por recomendación de mi hermana —comenzó a decir Thamma y miró fijo al Loco—, aunque no creo que la recuerdes.
—Cómo olvidarla, era bellísima —dijo y sonrió con picardía—, y se movía muy bien en mi cama.
—Sí, bueno, ella dijo que también movías muy bien esa Wolffconda —dijo con una risita y él se rió a carcajadas—. Estoy dentro, sin importar qué. No quiero acabar como ella, muerta en una misión.
—¿Pueden hablar de la misión sin hablar de sexo o el pito del Loco? —se quejó Chris con una expresión asqueada, y a su lado Erica se ahogó con su vino.
—Dales una razón real —dijo Sveta con una sonrisa—, para sentir que no va a ser en vano.
—Bueno, ¿quieren una razón real? Les daré varias razones: Nací en Mörder y me crié ahí, conozco cada rincón del lugar, mucho más que el pollito —dijo el Loco con el rostro serio—. Además se olvidan de algo… ¡soy el Loco! Todos me temen y respetan mucho más que al pollito, y tengo contactos muy grandes. Soy el único que puede darles la libertad que tanto desean, porque sé que cada uno de los que está acá desea su libertad, pero temen buscarla.
Ninguno respondió. Sveta se encendió un cigarrillo, bastante pensativa, sin embargo fue la única que tomó la palabra luego del largo silencio.
—Está bien, pero hay algo que no pensaste, alemán. Somos muy pocos como para luchar contra todo lo que D.E.A.T.H representa. Estoy acostumbrada a misiones de alto riesgo, pero esto es un suicidio, no sé si la libertad vale el precio de nuestras muertes, a menos que le pidamos ayuda a mi hermano.
—¿Tu hermano haría la diferencia? —preguntó Thamma con algo de desconfianza.
—Mi hermanito es el líder de los Capa Roja, la mafia de mi familia —explicó con una sonrisa y sopló el humo de su cigarrillo—, soy de la mafia rusa, pequeña, y no soy cualquier miembro, soy una heredera.
—No estoy tan desesperado para pedirle ayuda a los Capa Roja —dijo el Loco con una mueca torcida—. Somos el mejor escuadrón, el mejor equipo, el perfecto, ¿no lo ven? ¡Tenemos todo! La rusa es como yo, peleadora cuerpo a cuerpo y experta en armas blancas, Christopher es un gran tirador, su nivel con las armas de fuego me recuerda a Nahuel, Tamara es una gran peleadora cuerpo a cuerpo al igual que el francés, ¿qué más se necesita?
—¿Y Erica? —preguntó Chris.
—Y ella es la parte más importante del equipo —dijo con una sonrisa—. Es buena en espionaje, seducción y también es una barrendera. Es la pieza fundamental para mantener distraído al Pollito con su seducción, mientras hacemos la extracción.
—Disculpa, Wolff —dijo Serge de repente—. Mis misiones se basaban en controlar las cámaras de seguridad para que mis compañeros no fueran descubiertos. Abría puertas codificadas, saqueaba cuentas, robaba información, me especialicé en ser hacker como espía. Prefiero apoyarlos de ese lado, y no en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
—¡Eso es perfecto! Piénsenlo todo lo que quieran, les doy dos semanas. En esas dos semanas la princesa va a visitar a su príncipe azul, ¿verdad, engel? —la miró fijo y ella asintió con un suspiro—. Vas a contar las cámaras nuevas, vigilando dónde están, quiénes son los guardias, cuándo cambian de turno, todo. Vos vas a ser nuestros ojos en Mörder.
—Puedo averiguar sus planes también —dijo Serge.
—De acuerdo, si no hay más objeciones, bebamos juntos —dijo Sveta con su copa alzada—, disfrutemos de la paz mientras podamos. La libertad se oye realmente tentadora.
—Sé que vos más que nadie lo ansía —dijo el Loco con una sonrisa.
—Abandonada en este país por mi familia, llamada «Inmoral» por haber tenido una hija del enemigo, y por mi gusto por las mujeres —dijo con su rostro serio y sombrío—, ahora que mi abuelo está muerto y es mi hermanito quien maneja los Capa Roja, voy a poder volver a casa.
—Un brindis por la muerte de Jonathan y Liosha —dijo el Loco al acercar su copa hacia ella, quien la chocó con ánimo—. Dos hijos de perra menos en el mundo.
—¿Cómo llegaste a Buenos Aires, Babu? —preguntó Erica con curiosidad.
—Naemniki está aliado a mi madre Rusia, vine a los catorce como embajadora de los Capa Roja y como espía —explicó Sveta luego de beber un trago de vino—, debía encontrar a un traidor que filtraba información.
—¿Lo encontraste? —preguntó Chris con curiosidad.
—Él me encontró a mí y caí en su trampa —dijo con un suspiro, para luego colocar un cigarrillo en sus labios que no tardó en encender—. Quedé embarazada de él, me desheredaron, lo maté y acá estoy ahora con ustedes, diecisiete años después.
Erica la miró con pena y se acercó a ella para poder abrazarla, y Sveta aceptó el abrazo con mucho cariño, para luego darle un beso en la frente.
—Gracias, pequeña —le dijo en un susurro—, voy a esforzarme por darte la libertad que yo no tuve.
Jugaron al pool para levantar un poco los ánimos, Chris estaba sorprendido de que Erica fuera buena en ello, y más sorprendido quedó al ver el talento del Loco al jugar.
—¿Hay algo en lo que no seas bueno? —se rió Chris.
—Coqueteando —respondió con una risotada.
Mientras jugaban allí, Erica subió lentamente las escaleras para poder ir a ver a Jack, lo encontró sentado en la cama llorando, se refregaba sus ojitos de forma brusca, por lo que ella lo alzó en sus brazos. Le dolía un poco levantar peso, pero de igual forma fue con él hacia el comedor. Calentó un poco de la comida que había sobrado del mediodía y lo sentó sobre sus piernas para que pudiera cenar. Jack comía solo con sus propios cubiertos, pero parecía preferir estar sobre las piernas de ella al comer.
Jack aún estaba un poco angustiado, pero comió despacio y bebió agua de su vasito, mientras que ella le hacía caricias en el cabello.
Erica lo abrazó, porque podía entender que estuviera asustado, había pasado de vivir con su mamá a estar en una casa diferente con ella y el Loco, sin su madre.
—Princesse —dijo Serge al acercarse a ella, con su copa de vino en la mano—, necesito hablar contigo.
—Decime —Con su mano lo invitó a sentarse junto a ellos a la mesa.
Él se sentó, pero vigiló que no hubiese nadie más allí y, solo por si había oídos curiosos, decidió hablar en francés.
—Si la extracción será en dos semanas puedo intentar que Julio esté esos días por allí y se asegure de que estés a salvo —dijo con su rostro serio—. Sospechamos que Sabatini va a querer deshacerse de él, la extracción le dará el suficiente motivo para intentarlo.
—Dudo que pueda hacerlo —respondió Erica mientras limpiaba la boca de Jack con una servilleta—, solo luché unos minutos contra él y me bastó para ver que su nivel es superior a Aaron.
—El plan de Wolff es extraer a tu amigo y deshacerse de Sabatini, el plan de Julio es tenderle una trampa y capturarlo —explicó—, si todo sale bien, no tendrás más de qué preocuparte.
Erica sonrió ante eso, la posibilidad de que Julio se deshiciera de él sin que el resto debiera involucrarse le parecía muy interesante.
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