Capítulo N° 22
Los últimos días se había sentido más sola que nunca, aun con la dulce y cariñosa compañía de Sveta, con su hermana Celeste o con la fría pero comprensiva compañía de Chris.
Erica parecía estar en otro lado todo el tiempo. Dedicaba su tiempo a entrenar su cuerpo, incluso cuando sus heridas no habían terminado de sanar
Lo que más había estado practicando eran los disparos con una sola mano, algo en lo que no era buena y en lo que Aaron se había esforzado por enseñarle sin éxito. Erica sintió que se lo debía, que necesitaba aprender a hacerlo correctamente por él.
Un par de noches salió a beber algo junto a Serge, eran los únicos momentos donde lograba distraerse un rato, y una sola noche había salido a un bar junto a Chris, con previa autorización de Héctor como recompensa por una misión exitosa.
Se encontraba sentada en el jardín de invierno de la mansión Moms luego de un largo entrenamiento. Abrazaba sus piernas con su rostro escondido entre sus rodillas, y a su lado había una botella de vino.
—Eri...
No levantó la mirada, se mantuvo tal cual estaba y permitió que Chris se sentara a su lado, quien apoyó su mano con delicadeza en la espalda de ella.
—Eri, ¿necesitás hablar? —susurró él con suavidad.
—No, solo quiero estar sola.
—Llevás semanas estando sola, y no puedo simplemente ver cómo poco a poco te convertís en un fantasma...
Apoyó su mano en la cabeza de Erica para poder hacerle una caricia.
—Paso tiempo con ustedes, no estoy siempre sola —susurró Erica desde su escondite.
—¿Querés hablar?
—¿De qué voy a hablar? ¿De cómo mi novio murió por mi culpa, porque soy una maldita inútil? —dijo con mucho dolor—. ¿De qué podría hablar? Vos estuviste ahí, no necesitás que te cuente nada.
—De todas las personas que hay en todo D.E.A.T.H., sos la que menos debe considerarse «inútil» —dijo con suavidad—. Sos una buena espía, sos una barrendera, sos buena asesina al punto de que Héctor quiere pasarte a profesional sin pasar por los novatos, y por sobre todo... sos una buena amiga.
—No es cierto —dijo con su voz apagada y levantó la mirada para ver a Chris ahí—, no soy una buena amiga, te traté muy mal...
—Yo también te traté muy mal un par de veces —le dedicó una sonrisa tierna—, ¿no es lo normal? A veces los amigos se pelean.
Erica no respondió, se mantuvo abrazada a sus piernas pero ya no con su rostro escondido. Apoyó su cabeza en las rodillas para poder mirar a Chris a su lado, había tomado la botella de vino para darle un trago, luego la miró con atención y levantó sus cejas.
—¿De dónde lo sacaste? —preguntó con sorpresa.
—Me lo regaló Serge...
Chris apenas si la miró de reojo.
—Mi nuevo reemplazo, ¿no?
Por primera vez en varios días, Erica curvó sus labios en una sonrisa y comenzó a reírse.
—No es reemplazo de nadie —dijo con una risita.
—No lo sé, pasás más tiempo con ese francés que conmigo, y él te regala vinos caros —dijo con su ceño fruncido mientras analizaba la botella.
—Mientras que vos me sacás el cuarenta por ciento de mis ganancias —dijo Erica con una sonrisa torcida y él la miró enseguida, muy ofendido.
—¿Te das cuenta que él te cagó a trompadas una vez y yo jamás te levanté la mano, no?
—Admití que te morís de celos —dijo con una risita.
Chris la miró con su ceño fruncido, seguía bastante ofendido.
—Ni que fuera tu novio para estar celoso.
—Vos te la pasás todo el tiempo con Thamma, la de los novatos —se quejó ella—, ¿o no? ¿No era que no querías hacer amigos y que soy una excepción?
—¿Ahora vos sos la celosa?
—¿Entonces sí lo estás? —se rió ella, y aunque Chris quiso mantenerse serio terminó por reírse también—. Te quiero, Chris, nadie va a reemplazarte.
—Más te vale, ¿a quién voy a sacarle plata sino?
Erica le dio un empujón y tomó en su mano la botella de vino para poder darle un largo trago.
—También te quiero —dijo él y colocó un cigarrillo en sus labios, el cual no tardó en encender—, aunque seas una estúpida.
—Bastante estúpida soy... —dijo en un susurro—, por haberme enamorado de alguien de Mörder sabiendo que somos asesinos, y que podemos morir en cualquier momento...
Chris la miró de reojo y fumó otro poco, para luego dejar ir el humo por su nariz, pensó muchas frases para decirle, pero no fue capaz de pronunciar ninguna. En su lugar, solo estiró su brazo tras la espalda de ella y la instó a apoyarse en su pecho para poder abrazarla.
Él no era una persona cariñosa, y bastante le costaba serlo con ella o mostrarle afecto físico, pero prefería romper con su orgullo y abrazarla, antes que verla hundirse más en la tristeza.
—Vení conmigo —le dijo él en voz baja y se alejó un poco—, vamos a practicar algo.
—Estuve entrenando todo el día, ¿qué querés practicar? —preguntó en un resoplido agotado—. Si decís algo pervertido te voy a pegar.
Chris comenzó a reírse.
—Dejate de joder, Erica, no me movés ni un pelo.
Erica le dio un empujón y él se rió con más ganas.
—Dale, tonta, vamos —se puso de pie y extendió su mano hacia ella—. Te voy a enseñar a disparar mejor, te vi practicando y tu posición no es buena, por eso te duelen los hombros luego.
—Ni Aaron pudo lograrlo... —dijo con la mirada baja y un tono de voz triste.
Él la miró en silencio, Erica tenía el cabello suelto y gran parte le cubría el rostro, aún se veía muy triste pese a estar bromeando con él, y Chris sabía que superar la muerte de Aaron no iba a ser algo rápido, tomaría su tiempo.
—No es por ofender —dijo él intentando ser suave—, pero él no te enseñaba con ganas de que aprendieras.
—¿De qué estás hablando? Se esforzaba mucho en que aprendiera —se quejó ella.
—No realmente, lo vi enseñarte. A él no le importaba que aprendieras correctamente, solo lo necesario —La miró con seriedad y terminó por suspirar—. Vamos, traé el vino si querés, yo te voy a enseñar. ¿Sí? Aunque sea para que el día que quieras matarme, des en el blanco.
—Que puede ser pronto si seguís molestando —bromeó ella con una sonrisa torcida y aceptó la mano de Chris para ayudarla a levantarse.
—Bueno, pero con tu habilidad actual no vas a poder matarme —dijo Chris con una sonrisa.
Erica tomó en su mano la botella de vino y caminaron juntos hacia la zona de tiro, no conversaron mucho durante el trayecto, trataban de no hablar si estaban en público, puesto que Erica muchas veces estaba siendo vigilada por gente de Gretchen.
Cuando llegaron allí, Chris seleccionó un arma de entre las que había como opción, se aseguró de que estuviese cargada y esperó a que Erica seleccionara la suya.
No habían muchas personas por allí, y eso para ambos era perfecto. Chris instó a Erica a ponerse en posición, y lo primero que hizo él fue corregirle la postura de las piernas, luego la de sus hombros.
—Con tus hombros así vas a lastimarte —le dijo y le enseñó cómo lo hacía él.
—Debo hacerlo con una sola mano —dijo ella.
—Primero tenés que hacerlo bien con ambas, tenés aún un hombro recuperándose, necesitás las dos manos como soporte para no lesionarte —le explicó él con suavidad, pero con el rostro serio.
Chris se puso en posición y disparó un par de veces con la pistola en ambas manos, luego le enseñó la posición correcta y la respiración que debía hacer para poder hacerlo con una sola.
Erica no pudo evitar su sorpresa al ver que Chris no erraba ni un solo disparo, y que todos daban siempre en el blanco. Lo intentó ella, y aunque no era mala necesitaba mejorar mucho más.
Él la miró en silencio y corrigió todo lo que necesitaba ser corregido, era exigente con Erica, pero no de una manera agresiva o intimidante, sino de una forma que la invitaba a mejorar.
—Eri... —dijo él luego de un rato, mientras colocaba un cigarrillo en sus labios que no tardó en encender—, ¿no estarías más cómoda con los locos?
—¿Qué me estás queriendo decir? —se quejó ella—. No soy tan mala, ¿o sí?
—Sos buena y podés ser incluso mejor —admitió él con seriedad y dejó ir el humo de su cigarro—, pero creo que sos mejor con los cuchillos de lo que sos con las armas de fuego, y podrías ser una buena loca si lo intentaras.
—No estoy loca —gruñó ella.
—No dije que lo estés, no todos los locos están locos, valga la redundancia —dijo Chris con un suspiro—, muchos lo son porque prefieren las armas blancas, como es el caso de la rusa. ¿O creés que ella está loca?
Erica no dijo nada, se quedó en silencio y mordió su labio, algo pensativa, porque unirse a los locos implicaba estar más cerca de Wolff.
—Mi primer instinto al ser atacado es tomar mi pistola —dijo Chris con seriedad—, tu primer instinto es tomar el cuchillo de tu cadera, Erica.
—No es tan así...
—¿No? ¿Entonces no tenés un cuchillo escondido en la cadera?
Con un suspiro resignado, Erica tomó el cuchillo de su cadera y lo miró allí en su mano. Tenía una bonita funda de cuero, sacó con lentitud el cuchillo de ahí, le gustaba mirarlo porque era diferente a otros que había visto o usado. Sin embargo, antes de que pudiera guardarlo, Chris frenó la muñeca de Erica para verlo, era uno táctico con una pequeña curvatura y dientes en la parte de arriba. Era uno muy bueno y con un gran filo. De haberlo querido, ella pudo haber sacado el cuchillo en caso de sentirse amenazada y haberle rebanado la yugular de un movimiento.
Él entonces levantó la mirada para verla directo a los ojos grises.
—Pudiste matarme de un movimiento de haberlo querido —dijo, con seriedad.
—No hubiese hecho algo así, Chris, y vos me dispararías antes de que siquiera lo intentara. ¿No?
Él no respondió, observó con cuidado el filo de la hoja, tenía buen peso, y pasó sus dedos sobre un grabado en la empuñadura.
—Si no querés estar en los locos porque el Loco sería tu líder y maestro, lo entiendo —dijo Chris con un suspiro mientras se lo devolvía—, pero me parece un desperdicio de talento que te fuerces a ser tiradora cuando naturalmente tenés habilidad con las armas blancas.
Erica bajó la mirada y se encogió de hombros, Chris era la segunda persona en decirle que era una loca, y eso no le gustaba en lo absoluto.
—Ese cuchillo es bueno, Eri —dijo él y apoyó su mano en el hombro de ella—, mantenelo con filo y bien cuidado.
—Me lo regaló el Loco... —susurró con algo de vergüenza.
Él hizo un gesto tan raro con su rostro que Erica no pudo evitar reírse al verlo, porque Chris no solía ser muy expresivo.
—Eri —dijo con un suspiro—, ya sabés cuánto llevo en Mörder, no es necesario que lo aclare, ¿no? —La vio algo confundida así que volvió a suspirar—, el Loco no le hace regalos a nadie, ni siquiera a Gretchen. ¿Lo entendés?
—Él dijo que me ama, pero no me conoce de nada, y está loco —se quejó ella con fastidio—. Lo acepté solo porque es un buen cuchillo.
Chris arrojó al suelo ese cigarrillo consumido que no pudo disfrutar y encendió otro, como forma de distraer sus manos y sus labios antes de cometer algún error con ella, pero incluso así no pudo evitar decir:
—Y aún así saliste con Sabatini que tampoco te conocía mucho y que no es conocido por su cordura.
Erica apretó su mandíbula con furia y frunció su ceño con odio, sentía sus músculos trabados y estaba dispuesta a golpearlo.
—Ni te atrevas a hablar de él —dijo entre dientes.
Solo el sonido de disparos de otros asesinos se oían ahí, mientras que ambos se miraban fijo, esperando que el otro hiciera un movimiento o un comentario.
—Te respeto mucho, Erica, y respeto tu dolor —dijo él de repente, con suavidad—, solo por eso no voy a decir nada más.
—Dijiste que tus problemas con él morían con él —se quejó.
—Lo hicieron, por eso no voy a decir nada más, solo por respeto a vos.
Ninguno agregó nada, Chris acomodó la pistola en donde estaba y Erica miró el cuchillo en su mano, tenía en la empuñadura una frase grabada en alemán: «Du bist mein Ein und Alles».
—¿Qué creés que signifique? —susurró Erica, mientras pasaba su dedo por aquel grabado.
—No lo sé, puede ser cualquier cosa.
Chris comenzó a alejarse de ahí con las manos en los bolsillos, por lo que Erica guardó el cuchillo y tomó en su mano la botella de vino, para poder luego dar una pequeña corridita hasta alcanzarlo. Se colocó a su lado y bebió un trago de vino, aún bastante pensativa, luego le ofreció a él que también dio un trago.
Como Chris quería ir en busca de un libro para leer, Erica decidió acompañarlo a la biblioteca. Caminaron en silencio, y ambos pensaban en lo mismo: ¿qué sucedería si Erica se uniera a los locos? ¿Gretchen lo permitiría? Ella no podía dejar de pensar en estar ahí, rodeada de personas con problemas, con el Loco como su maestro y líder de zona. Sintió un escalofrío de solo pensarlo.
Chris comenzó a rebuscar en los estantes en busca de algún libro interesante, pues ya había acabado los que tenía, mientras que ella lo esperaba sentada en aquel sillón donde anteriormente estuvo Serge, el día en que se hicieron amigos. Bebía el vino mientras esperaba a que su amigo se decidiera por algo, pero el cartel de los caídos se veía ahí,parecía llamarla a inspeccionar. Sabía que Gretchen no quiso agregar a Aaron a la lista, no por el momento, pues agregarlo era admitir que él ya no existía, y según había oído no era la primera vez que tardaba en agregar un asesino a la lista.
Sin embargo la curiosidad era demasiado fuerte. Bebió otro trago y decidió acercarse hasta allí, con sus manos que le picaban por los nervios.
Había una gran cantidad de archivos ordenados alfabéticamente, así que comenzó a rebuscar entre ellos hasta llegar a la letra que necesitaba, y allí removió unos cuantos archivos hasta dar con el nombre que tanta curiosidad le producía. El nombre que ponía nerviosos a todos y que a ella le hacía latir el corazón más rápido, si es que sus sospechas eran reales.
«Pietrzak, Nahuel» se leía allí, con el sello de la familia Moms que lo indicaba como un asesino de élite.
Respiró hondo y se sentó en el suelo, con su espalda apoyada en una estantería para poder ojear ese legajo, no sin antes vigilar a sus costados para asegurarse de que no había curiosos por allí. Los archivos eran públicos, pero al tratarse del mejor amigo de Gretchen no estaba segura de cómo ella podía reaccionar.
Chris se sentó frente a ella en el suelo con un libro en sus manos y la espalda apoyada en una estantería. No parecía prestarle atención alguna a su amiga, estaba concentrado en su libro de aspecto roído.
Erica abrió la carpeta y al hacerlo se encontró con un par de cartas que ignoró. Comenzó a respirar más rápido por los nervios pero intentó concentrarse en la lectura, en los datos importantes. Había una foto de un niño de cabello negro allí, de mirada triste y gesto impasible, se encontraba junto a un niño de piel trigueña y cabello castaño claro, y una niña un poco más grande de ojos y cabello negro.
«En una misión de aprendizaje para Gretchen Moms (12), Nahuel Pietrzak (9) amenazó con apuñalar a Jonathan Moms con un cuchillo de cocina al ver a sus padres muertos. Jonathan, admirado por su talento para el violín y su reflejo de venganza, lo adoptó en la familia Moms».
Omitió gran parte de las hojas, narraciones sobre la adaptación del niño a la familia o sus clases de violín que a Erica no le importaba en lo absoluto, hasta dar con algo que llamó su intención.
«•Explosivo e irascible.
•Comportamientos obsesivos de limpieza, relacionados principalmente con la sangre. (Desarrollados desde su adopción. Nota: muerte paternal, posible motivo)
•Instinto sobreprotector con su amiga y hermana adoptiva, Gretchen Moms.
•Poco empático.
•Se rehúsa a establecer relaciones sociales»
Tras esa página se encontró con un extraño informe de daños que le llamó la atención por la persona que ahí aparecía.
«Ambos, Pietrzak y Wolff, fueron suspendidos temporalmente de sus actividades debido a la destrucción de la mansión Moms ante un altercado entre ambos. Se desconocen los motivos de la pelea.
Por orden de Jonathan Moms, Pietrzak y Wolff se mantendrán alejados».
Al saltear la página, su respiración se cortó por un instante, como si todo el aire de sus pulmones se hubiese esfumado de repente. La foto de un atractivo hombre de mirada dura e intimidante se veía ahí, de ojos celestes grisáceos de aspecto apagado, cabello corto negro y rasgos largos y angulosos. Su piel era caucásica, su nariz larga y sus labios finos.
Era, sin duda alguna, Fosa sin cicatrices de quemaduras.
Nahuel Pietrzak era Fosa.
Salteó todo para poder ver su supuesta muerte, con sus manos temblorosas y los nervios a flor de piel, porque sabía que Fosa podría matarla solo por saber eso.
«Caído en misión: secreta.
Causa: Disparo en espalda.
Cuerpo: Irreconocible. Motivo: incendio. Encontrado por los barrenderos.»
—¡Ay, carajo! —dijo Erica en voz alta con su respiración acelerada.
Chris la miró con curiosidad, pero antes de que pudiese decir algo Erica se paró rápidamente y abrió el archivero para dejarlo tal cual donde estaba. Unas fotos cayeron al suelo y apenas si las levantó para colocarlas dentro.
—Eri, ¿estás bien? —le preguntó Chris.
Ella volvió a sentarse frente a él y se tomó la cabeza, con su respiración acelerada.
—No me hagas preguntas —dijo con su rostro consternado—, no lo hagas.
—¿Leíste algo que no debías? —inquirió con sorpresa y ella asintió—. ¿El archivo de Wolff?
—¿Qué? No...
Lo miró con curiosidad, pero Chris no dijo nada, solo se concentró en su lectura.
—¿Qué sucede con él? —preguntó en voz baja.
—Si no es eso, entonces debiste leer algo peor. Suficiente tenés con una información difícil —dijo, sin darle mucha importancia.
—Si no me decís que pasa con Wolff voy a leer ese archivo.
Chris resopló y dejó el libro apoyado en sus piernas, levantó su mirada para verla a los ojos curiosos y decididos que se encontraban allí, ansiosos por una respuesta.
—El padre del Loco era el mejor asesino, el mejor de todos y fue quien le dio el nombre de «Mörder» a la sede —explicó Chris con un suspiro resignado—. Está en la lista negra de los caídos y su nombre está prácticamente prohibido.
—¿Por qué está prohibido?
—No lo sé, el archivo solo dice que cometió el acto más grande de traición. Nada más —La miró fijo por unos instantes, antes de añadir—. Creí que habías leído sobre eso y por ese motivo te alteraste.
Erica no dijo nada, tomó en su mano la botella de vino a la que ya no le quedaba casi nada y bebió el resto de su contenido de un solo trago, con la curiosa mirada de Chris posada en ella.
—¿Estás segura de estar bien?
—No, necesito otro vino —dijo al ver su botella vacía.
Su teléfono comenzó a sonar, lo cual era muy extraño porque nunca recibía llamadas de nadie. Era un número desconocido que no podía ver, lo miró con dudas hasta que se animó a atender luego de varias veces de sonar.
—No me gusta que me hagan perder el tiempo, Bombita. Tardaste demasiado.
«La puta madre» fue el primer pensamiento de Erica, quien sintió su cuerpo paralizarse y su corazón detenerse por completo. Su voz se oía diferente a lo usual, era la primera vez que lo escuchaba por teléfono, y sintió también que todo el aire en sus pulmones se había esfumado.
—Perdón, no suelo atender números desconocidos... —se excusó y mordió los labios.
—Excusas baratas a otro. En una hora exacta te quiero acá, la dirección es...
Erica rápidamente le pidió a Chris su teléfono para poder anotar la dirección allí, porque estaba segura de que pedirle que lo repitiera no era una buena idea. Pasó la dirección a su teléfono y lo colocó en el Maps, para luego borrarlo del de Chris y poder devolverle su teléfono.
—¿Los barrenderos? —preguntó—. ¿Sos oficialmente una barrendera?
—Soy una excepción, no puedo ser oficialmente una porque implica dejar Mörder y ser neutral... —explicó casi en un susurro—, pero ahora que Aaron no está... tal vez... tal vez acepte, no lo sé.
—¿Dejarías a tu hermana sola?
—No la veo nunca, y está con Martín, dijiste que mientras esté con él está a salvo... —susurró Erica con la mirada baja.
—Es verdad, él ya es un profesional —Chris la miró fijo y apretó los labios un instante—. ¿Me dejarías a mí?
Erica apretó los labios también, tragó saliva e intentó omitir la angustia que estaba comenzando a invadirla.
—No lo compliques, Chris...
—Solo es una pregunta... —dijo él en un susurro—. Si te unís oficialmente a los barrenderos, tendrías que mudarte a otro lado, ya no te vería salvo en los tiempos en que Gretchen me autorice a salir.
—Una vez... —comenzó a decir Erica—, salí a bailar a un pub con el chico que me gusta y sus amigos, ahí vi a uno de los barrenderos divertirse con gente de diferentes sedes...
—¿Entonces... sí podríamos vernos?
—Yo creo que sí, pero... Aún no estoy segura de unirme oficialmente o no —dijo en un susurro—, de por sí va a ser un milagro regresar hoy con vida.
—¿A qué te referís, Erica?
Ella no respondió nada, solo se puso de pie para poder ir a bañarse. Se disculpó con Chris, a quien dejó con más dudas que respuestas, y fue desganada y asustada a darse una ducha para poder cambiarse de ropa e ir con Fosa. Debía darle el aviso a Gretchen, y no estaba segura de cómo podría tomarlo.
Los gritos de Gretchen los había esperado, estaba preparada para eso, también para recibir sus golpes. Sin embargo, no estaba preparada para la mirada triste y desinteresada de esa mujer.
—Hacé lo que quieras, princesita —dijo, con ojeras bajo sus ojos y un gesto triste—. Ya estoy cansada, ya no me importa. Andá con los barrenderos, si Fosa te toma oficialmente, tampoco me importa.
—Volveré más tarde —dijo Erica con la cabeza gacha.
—Preferiría mil veces que no volvieras, y que vos hubieses muerto en vez de mi Aaron.
—Era mi Aaron, no tu Aaron —gruñó Erica.
Gretchen se puso de pie y apoyó sus manos sobre el escritorio, para poder acercar su rostro al de ella.
—Yo lo crié, yo le enseñé a disparar, a pelear, yo lo volví un hombre, yo le enseñé todo lo que él sabía. Él era mío, no tuyo, princesa —escupió con asco—. Y está muerto por tu culpa.
—Lo está, y yo cargo con ese peso —dijo Erica con el ceño fruncido—. De la misma forma que vos cargás con el de tu adorado Nahuel. ¿Verdad?
Gretchen no respondió, su gesto se volvió extrañamente triste y regresó a su asiento, donde se sujetó la cabeza con cansancio. Con un movimiento de mano la obligó a retirarse.
Erica salió de ahí con su corazón latiendo muy rápido, quizá en otro momento hubiese tenido miedo a morir, pero la realidad era que para el punto en el que se encontraba, no le importaba en lo absoluto morir o vivir.
Se subió a su moto y se colocó el casco para poder viajar hasta el punto de encuentro. Se había vestido con una simple biker y una remera básica, porque los trajes de los barrenderos le daban mucho calor.
Cuando llegó al lugar la recibió un barrendero distinto, La Viuda, la barrendera que siempre le abría la puerta, no se encontraba allí. Varios ya no estaban allí, y Erica supo sin siquiera preguntar que todos estaban muertos, y que sus cuerpos habían desaparecido para siempre.
—Demasiado sexy viniste —le dijo Rata, con su mascarilla negra que cubría su boca, y su traje puesto, aunque con la capucha caída—. ¿O acaso querías seducirme, querida Bombita?
—No estoy de humor, Rata.
—Cierto, algo me enteré, ahora sos viudita, ¿no? —dijo y se cruzó de brazos para mirarla fijo y con seriedad—. Él tampoco está de humor, así que te advierto que tengas cuidado.
—¿Y cuándo está de buen humor? —dijo Erica con una ceja levantada.
—Cuando todo está limpio, nos pagan y puede escuchar música con un cigarrillo en la boca —respondió con una risita—. Andá a verlo, está atrás. Tené cuidado con mi niño.
Erica se había dado la vuelta para ir en busca de Fosa, pero al oír lo último giró para verlo.
—¿Qué niño?
Rata no dijo nada, solo se rió y fue a dar un par de órdenes a otros barrenderos. Erica lo miró con curiosidad, pero caminó hacia el fondo con su corazón que latía muy rápido.
Cruzó todo el living de esa casa, toda la cocina, hasta llegar a una bodega de vinos que estaba bajando una escalera de la cocina. Allí lo vio, con su máscara y su traje negro que no permitía ver nada de él, con sus manos enguantadas.
Fosa era Nahuel, y tenía que tener cuidado con él.
—Fosa —dijo para llamar su atención.
—Un caso curioso —dijo él al ver los cadáveres que tenía delante—, una discusión entre dos aliados por un vino terminó en una masacre.
Él apenas si giró para verla, la miró de arriba hacia abajo.
—Cambiate, ya. Ese es tuyo, este es mío —dijo con frialdad—. Ya es hora de que lo hagas sola.
Erica asintió y subió nuevamente las escaleras para poder buscar uno de esos mamelucos de plástico negro, la hacían sudar y no le gustaba nada, por ello no dudó en quitarse la musculosa para quedar solo con un sostén deportivo. Se colocó una mascarilla negra y recogió su cabello en un rodete ajustado. Sin embargo, antes de colocarse guantes, colocó el cuchillo en uno de los bolsillos del traje.
Una vez estuvo lista bajó nuevamente las escaleras para encontrarse con ese hombre allí.
—Si preguntás qué hay que hacer me voy a enojar mucho —dijo él sin mirarla.
Erica observó el cuerpo que le tocaba, tenía muchos agujeros de disparos pero era un cuerpo bastante intacto, salvo por los dedos que había perdido y estaban desparramados por ahí.
No le parecía necesario cortarlo en pedazos, aunque sí debía juntar los pequeños miembros desparramados. Los juntó en una bolsita de plástico que dejó apoyada en el pecho de ese hombre agujereado. Comenzó a envolverlo en plástico y a pegar este con la cinta de embalaje, bien apretado. No tardó en utilizar film y nuevamente plástico.
Fosa no la miró trabajar en ningún momento, él estaba concentrado en el otro cuerpo.
Erica entonces se puso en cuclillas y levantó en sus manos el cuerpo, el cual colocó sobre su hombro izquierdo –el sano– para cargarlo por las escaleras y llevarlo hasta la camioneta. Pesaba bastante, pero no era algo molesto o insoportable, podía tolerarlo.
Lo colocó junto a otros cuerpos y luego regresó hacia la bodega. Fosa estaba limpiando la sangre del suelo, por lo que a Erica le tocó limpiar la que había en las estanterías y en los vinos. Juntó las botellas rotas y los vidrios en una caja, y luego de limpiar la sangre y el vino pegoteado en los estantes, limpió el vino en el suelo.
Fosa tomó uno de los vinos y lo observó con curiosidad, pero no lo devolvió a la estantería, lo colocó bajo su brazo para luego subir las escaleras. Erica lo siguió por detrás, pero arriba debió esquivar a un niño de unos dos o tres años que correteaba por allí.
—¡¿Todavía sigue ese monstruo acá?! —gritó Fosa.
Se oyó la risotada de Rata, quien lo alzó en sus brazos.
—Mientras yo esté, va a seguir estando —dijo y se bajó la mascarilla.
—¡Rata! —chilló Erica—. ¡¿Cómo vas a traer un nene a un lugar así?!
—¿Qué? —la miró con sorpresa y luego volvió a reírse—. Muchos nacimos en las sedes, yo he visto cosas peores que él.
—Si toca algo que no debe, le voy a cortar la mano, Rata, y no exagero —gruñó Fosa.
—Intentalo —La voz de Rata se había vuelto fría y dura de repente.
Erica se acercó a la bacha de la cocina ahí cerca de ella, y mientras que ambos discutían, descartó los guantes, desabrochó el traje hasta la cintura y lo ató con comodidad, para luego lavarse muy bien las manos. Sacudió un poco sus manos y las secó con cuidado, antes de acercarse a Rata.
—Dámelo —dijo con sus brazos extendidos—, este no es lugar para un niño, lo llevo afuera.
—Bombita, si le hacés algo...
—Me gustan los niños, son divertidos y tengo buen tacto con ellos, dámelo —insistió.
Fosa la miró con curiosidad.
—Tu horario no finalizó, tenés trabajo que hacer.
—¿Qué preferís, al nene corriendo o que cese el trabajo unos minutos mientras lo hago dormir? —Lo miró con seriedad.
Fosa masculló insultos en otro idioma y apenas movió su mano para darle la autorización. Rata terminó por darle al pequeño, quien se reía con ánimo y aceptó ir a los brazos de Erica enseguida.
Ella fue hacia el patio exterior con el pequeño y se sentó con él en el suelo, bajo la luz de la luna. Allí comenzó a cantarle una canción y a mecerlo con suavidad y lentitud.
En un principio el pequeño pareció resistirse a la idea de quedarse quieto, se retorcía en los brazos de Erica mientras lloraba para escapar, pero poco después comenzó a relajarse y apoyó su rostro en el pecho de ella.
Erica se sorprendió porque el pequeño le apretaba en su mano un seno, y supuso que aún sería un lactante y que eso lo relajaba.
Poco a poco, con su voz al cantar, comenzó a dormirse y Erica lo mantuvo así por un rato. Solo cuando estuvo segura de que estaba dormido profundamente fue que regresó al interior y lo recostó en un sillón muy despacito para no despertarlo.
Rata no tardó en llegar hasta ella y se sorprendió de ver que realmente pudo hacerlo dormir.
—Gracias, Bombita —dijo con un suspiro—, es un huracán.
—No deberías traer a un bebé así a este lugar.
—Su madre tenía una misión, y no pensaba dejarlo bajo el cuidado de la gente de Julio —dijo con un chasquido de lengua—. No es la primera vez que lo traigo.
—No te veía con familia —dijo ella con una risita.
—Bueno, es lo que sucede cuando dos asesinos se alcoholizan y cogen sin forro —dijo con una gran risotada—. Andá a seguir con tu trabajo, antes de que se enoje más.
Erica asintió y fue a terminar con su trabajo, limpió el suelo de otra habitación y la sangre pegoteada en un modular. Estaba tan concentrada en la limpieza que no oyó los pasos, solo la puerta ser trabada.
—Bombita —dijo Fosa, estaba tras ella con una copa de vino en la mano—. Necesito hacerte un par de preguntas.
Erica tragó en seco, pero se puso de pie para estar frente a él, quien bebió un trago de vino.
—Tenías razón respecto a La Viuda y su gente, ya me deshice de ellos —dijo y apoyó con cuidado la botella de vino a un costado—. Luego hablaremos de tu recompensa, ahora necesito saber un par de cosas.
Erica solo asintió, miró de reojo esa botella de vino y luego a Fosa ahí, con su máscara apenas levantada, lo suficiente como para solo mostrar su boca.
—Me enteré de varias cosas, como que luchaste contra Julio Moms.
—¿Qué necesitás saber? —preguntó Erica, tratando de verse confiada.
—¿Quién protege a Gretchen? —dijo con dureza—. ¿Ha sido atacada nuevamente?
—La protege el Loco, y está siempre junto a Héctor —respondió a gran velocidad—, y desde... lo de Julio ya no pasó nada más.
—No bajes la mirada, mirame de frente —dijo entre dientes.
—Tenés una máscara, no puedo verte de frente —se quejó ella.
Fosa entonces se quitó la máscara, de todas formas ella ya había visto su rostro. Estiró su brazo hacia Erica y la tomó con rudeza del mentón.
—Te estoy mirando de frente, ¿qué pasó ese día? Mis vocecitas no cantaron lo suficiente.
—No pudimos matar a Julio —Erica tragó saliva y sintió sus ojos llenarse de lágrimas de solo recordar todo ese momento—, era una trampa y... y perdimos a Aaron.
Su respiración se aceleró, pero intentó no llorar frente a él, no le iba a dar el gusto.
—Tu noviecito muerto me importa una mierda —dijo con asco—. Ahora decime, ¿Wolff está siempre con ella?
—No siempre, a veces tiene misiones, o entrena. O no lo sé, solo no está...
Fosa cambió su mano de posición y la colocó en el cuello de Erica, presionó con un poco de fuerza.
—Vas a ser mi nueva vocecita, vas a escuchar todo lo referido a Gretchen, y vas a mantenerte cerca de ella lo más posible, ¿me escuchaste? —escupió—. Y no tenés oportunidad de negarte, porque de hacerlo esta habitación será tu tumba.
—Julio dijo... que mis movimientos son como los de Nahuel... Pietrzak —dijo Erica con dificultad, mientras llevaba lentamente su mano hacia donde tenía el cuchillo—. Esos movimientos me... los enseñaste vos.
Diciendo eso tomó el cuchillo y rápidamente lo clavó en el brazo de Fosa, así pudo liberarse de él y se puso en posición con cuchillo en mano, mientras se refregaba el cuello intentando respirar bien.
—No sabía que las vocecitas podían morder —dijo él y presionó la herida en su brazo—. Pésima decisión, Bombita...
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