Capitulo Veintitrés
Mi lugar feliz.
Kim Taehyung
El tiempo pasa y cada día me encuentro más restablecido y, sobre todo, mi rostro se ve mejor.
YoungMin no me ha vuelto a escribir, ni yo a ella, aunque sigo recibiendo diariamente un informe de sus movimientos. Va al trabajo, ve a su hermana y a su sobrina y sale con amigos. La veo sonreír, disfrutar, bailar, y yo estoy por darme de cabezazos contra la pared por no estar a su lado.
Uno de los días que estoy tarareando la bonita canción que me recuerda a ella, el detective me comunica que Min ha viajado a Busan, a casa de su padre.
¿En Busan no estaba ese tal Jungkook?
Recibo nuevas fotos de ella con su padre y otras personas que no conozco, y enseguida, entre todos ellos, reconozco al tipo del bar del día del mundial y caigo en la cuenta de que es el mismo de la maldita foto que ella me envió.
Eso me pone furioso y pido detalles sobre él a mi informador, y horas después me entero de que se llama Jeon Jungkook y es policía.
¡El tipo de las fotos y el del bar es el tal Jungkook!
¡Joderrrrrrrrrrrrrr!
Como un león enjaulado, doy vueltas por mi casa, me pego un chapuzón en la piscina interior y finalmente, al ver que los moretones han desaparecido por fin de mi rostro, voy a casa de mi madre.
—Pero qué alegría verte por aquí, cariño —me saluda ella feliz—. ¿Estás bien? ¿Te duele la cabeza, mi amor?
Tras darle un beso y hacerle saber que estoy bien, sin esperar un segundo más, digo:
—Mamá, tienes que hacerte cargo de DaeHyun porque me voy a Corea.
Ella me mira, parpadea y pregunta:
—¿Vas de nuevo a Müller?
No debería mentirle, pero le miento. Si no lo hago, me breará a preguntas, por lo que respondo:
—Tengo varias reuniones que no puedo retrasar más. No sé cuánto tiempo estaré allí, y por eso creo que lo mejor es que...
—Kim Taehyung —me corta—, no te atrevas a decirme qué es lo mejor para mi nieto y qué no lo es, ¡entendido!
La miro. Me mira, y finalmente murmuro:
—Mamá...
—Taehyung, te he criado a ti, a Hannah y a Soyeon, y te aseguro que también sé criar a DaeHyun, por muy revoltoso que sea. Así que ve a donde tengas que ir, que yo me ocupo de todo. Y haz el favor de callarte y no darme consejitos que no necesito.
Mi madre y su carácter. Es inútil contestarle, por lo que asiento.
—De acuerdo, mamá. No se hable más.
* * *
Al día siguiente, tras despedirme de un DaeHyun que se enfada conmigo por tener que quedarse con su abuela, me dirijo al aeropuerto y cojo mi jet privado.
Durante las horas de vuelo, mi impaciencia se incrementa mientras pienso que busco una oportunidad con
alguien que, como dice Dexter, merece la pena, y no paro de preguntar si ella querrá dármela.
En cuanto el avión aterriza en Corea, un empleado se acerca a mí y me entrega las llaves de una moto.
Seguro de lo que estoy haciendo y con la dirección del lugar adonde he de ir, cojo la moto y me dirijo a Busan.
Demore dos días en llegar y, cuando llego frente a la casa de la familia de YoungMin, siento que me sudan las manos.
¿Y si ella ya no quiere saber nada de mí?
Pero, dispuesto a enfrentarme a eso y a todo lo que sea necesario, saco mi móvil y escribo:
"¿Tomas algo conmigo?"
Una vez que le doy a «Enviar», espero la respuesta con impaciencia. Pero ésta no llega, e insisto:
"Sabes que no soy paciente. Responde."
Espero..., espero y espero, y entonces recibo:
"Estoy de vacaciones."
Eso me hace sonreír.
Cree que estoy en Seúl y, decidido a que sepa que no es así, contesto:
"Lo sé. Muy bonita la puerta roja del chalet de tu padre."
El silencio se apodera de nuevo del teléfono y entonces oigo abrirse una puerta.
Levanto la mirada y la veo tan bonita como siempre. Al comprobar que ella no me ve, toco el claxon de la moto, me bajo de ella y me quito el casco.
Durante unos segundos nos miramos y sé que me ha extrañado tanto como yo a ella.
Entonces, de pronto, echa a correr en mi dirección, se lanza a mis brazos y, mientras trato de impedir que rodemos por el suelo por su efusividad, yo sólo puedo decir:
—Pequeña..., te he echado de menos.
Resulta evidente que ambos estamos muy nerviosos.
A continuación, YoungMin me invita a entrar en su casa y yo acepto encantado. Me ofrece un vaso de agua y, tras varios besos, he de contener mis instintos para no desnudarla allí mismo. Segundos después, cuando desaparece por el pasillo para
cambiarse de ropa no la sigo. No me invita a hacerlo. Entonces veo que su móvil suena en un par de ocasiones y leo el nombre de Jungkook en la pantalla.
Eso me subleva, pero contengo mis impulsos y espero. Al poco, YoungMin
regresa vestida con un top y unos vaqueros, y le comento como si nada:
—Has recibido un par de mensajes de Jungkook.
Veo que le incomoda oír eso, y yo, incapaz de aguantar un segundo más sin besarla, la agarro y la beso con posesión.
Dios..., cómo he extrañado esta boca, esta suavidad, este sabor.
Un beso lleva a otro y llegamos a la cocina, donde, encandilado por su esencia, la cojo y la subo a la encimera.
Sé que he de respetarla, soy consciente de que estamos en casa de su padre. Pero, cuando ella desabrocha mi vaquero y mete las manos en su interior para tocarme, todo mi autocontrol se va al carajo.
Le arranco los pantalones, me pongo un preservativo, coloco el pene en la entrada de su húmedo sexo y de un loco y único movimiento me introduzco en ella y hago lo que deseo y me pide.
Como es pequeña, puedo cogerla en volandas para manejarla a mi antojo. Y disfruto, disfruta, disfrutamos de las embestidas que nuestros exigentes cuerpos dan para proporcionar y obtener placer, hasta que el clímax nos alcanza y, para no caernos, apoyo su espalda en el frigorífico mientras recuperamos el resuello.
Una vez que nos hemos recompuesto y hemos recogido las cosas que han caído al suelo durante nuestro arrebato, salimos a la calle y veo que ella observa la moto en la que he venido.
—¿Es tuya? —pregunta.
No respondo, sino que me limito a darle el otro casco, y entonces me informa de que las motos no le dan miedo, pero sí respeto.
Arrancamos y paseamos por las calles de Busan, que es un lugar precioso.
Al final paramos y vamos a comer algo al restaurante de Mimi, una mujer que
conoce YoungMin. Como es de esperar, el trato es exquisito y, cuando nos quedamos solos, la miro y murmuro:
—Soy un idiota.
Ella asiente. Me encanta su gesto.
—Exacto —declara—. Lo eres.
Afirmo con la cabeza. No le digo lo que sé de Jungkook, pero sé que no hice las
cosas bien con ella, e indico:
—Quiero que sepas que me volví loco al recibir tu último correo.
—Te lo mereces.
—Lo sé...
—Hice lo que me pediste: disfrutar, salir con los amigos...
Tiene razón. Hizo lo que le pedí. Y, tras hablar y dejarle claro que no me gustó que jugara con otro si yo no estaba con ella, por último le pregunto:
—¿Me perdonas? —YoungMin me mira
¡Dios, cómo me mira! Y finalmente cuchichea:
—No lo sé. Tengo que pensarlo, Iceman.
Al oír cómo me llama, pregunto sorprendido:
—¡¿Iceman?!
La veo sonreír, y entonces aclara:
—En ocasiones, tu frialdad te convierte en el hombre de hielo: ¡Iceman!
Ambos reímos y, cuando me pregunta por qué no la he llamado en ese tiempo, tras pensarlo con detenimiento, tan sólo le prometo que no volverá a ocurrir.
Su teléfono suena de repente y veo que se trata de nuevo de Jungkook.
—Cógelo si quieres —digo.
Pero ella se niega. Apaga el móvil y eso, de pronto, me hace feliz.
Me está anteponiendo a él.
* * *
Una vez que terminamos de comer, son cerca de las cuatro y cuarto de la tarde.
¡Vaya horitas!
YoungMin me propone:
—¿Te apetece conocer el circuito de Busan?
Entre risas, le indico que me apetecería más otra cosa, e incluso le hablo de la villa que he alquilado allí para estar cerca de ella. Eso la sorprende y, cuando me dice que ha quedado con su padre en el circuito y me invita a conocerlo, no puedo decir que no y
vamos juntos para allá.
Cuando llegamos, un hombre nos explica que el padre de Min está en boxes. Ella me guía hasta allí, pero no lo encontramos, por lo que nos apeamos de la moto y decidimos
esperarlo.
En un momento dado, me doy cuenta de cómo ella mira la moto, y pregunto:
—¿Quieres que te enseñe a llevarla?
Su gesto de sorpresa me hace sonreír, y más cuando oigo que dice:
—Uf..., no sé.
Su carita me hace gracia, e insisto:
—No dejaré que te caigas.
Algo insegura, pero decidida a ello, YoungMin monta en la moto. Entre otras cosas, le explico que las marchas están en el pie izquierdo y arranco el motor, que suena muy...muy bien.
—Cariño, las Ducati suenan todas así —señalo—. Fuerte y bronco. Ahora, mete primera y...
Pero se le cala. Es normal. Aprender a montar en moto conlleva paciencia y tiempo.
Mientras arranco de nuevo el motor, indico:
—Esto es como un coche, Amor...
Y, según digo eso, me doy cuenta de que le acabo de llamar Amor.
¿Cuándo he llamado yo Amor a una mujer?
Sin embargo, no quiero darle más importancia, y proseguimos, hasta que la moto vuelve a calarse.
Durante un rato repetimos la operación varias veces, y cuando mete primera y
consigue rodar unos metros, veo que se emociona y corro hacia ella.
—Si frenas sólo con el freno de delante, te puedes caer.
—Vale —responde encantada.
De nuevo repetimos el proceso y siento que YoungMin cada vez se envalentona más, pero frena peor. Si sigue así, al final se caerá, y como no quiero que le pase nada, digo:
—Vamos, bájate de la moto.
Ella se niega. Quiere aprender.
Le prometo que otro día seguiremos, pero ella sigue en sus trece.
—Una vez más, ¿vale? —pide—. Sólo una.
Accedo. No puedo negárselo.
—Oye —dice de pronto—, ¿por qué estás tan preocupado?
Le aclaro que es porque no quiero que le pase nada, y ella sonríe.
¿Por qué sonríe?
Con cuidado, arranca, mete primera y rueda despacio con la moto conmigo
caminando al lado. Entonces me llama por mi nombre y, a continuación, replica:
—Que sepas que la angustia que acabas de sentir en este ratito no es comparable con la que he sentido yo por ti en estas dos semanas. Y ahora, ¡mira esto!
Según lo dice, observo que mete segunda y la Ducati sale despedida. El corazón se me acelera. ¡No puedo pararla y se va a caer!
De pronto, mete tercera con habilidad y sale directamente al circuito mientras yo me quedo mirándola como un tonto.
¿En serio sabe conducirla y me ha tomado el pelo?
Entre asombrado y cabreado, la observo coger las curvas hasta que desaparece de mi vista y me siento en un escalón, intranquilo.
¿Adónde habrá ido esa loca?
No me hace ninguna gracia no controlar la situación, pero menos gracia me hace que ella esté subida a esa moto. ¡Es peligroso!
Mi móvil vibra en ese momento, compruebo quién llama y, con disgusto, veo que es Lia. No se lo cojo. No quiero saber nada de ella.
Sigo esperando inquieto a que vuelva YoungMin, pero los minutos se me hacen eternos, hasta que la veo aparecer al fondo del circuito y me levanto.
A toda leche, viene hasta donde yo estoy, no me retiro y ella frena con brusquedad, tanta, que la moto patina, aunque ella la controla. Después se quita el casco con arrogancia y, mirándome como sólo ella sabe hacerlo, suelta:
—Pero, vamos a ver, Iceman, ¿de verdad creías que la hija de un mecánico no sabría conducir una moto?
Su arrogancia me enferma, pero, incapaz de decir nada, me acerco a ella y la beso con lujuria y preocupación.
De pronto, oigo una voz a mi espalda que dice:
—Ya sabía yo que la que corría por la pista era mi niña.
YoungMin y yo nos separamos en el acto. Miro hacia atrás y veo a un hombre que deduzco que es su padre.
—Papá —dice ella entonces—, te presento a un amigo, Kim Taehyung.
El hombre y yo nos miramos.
Su gesto de bonachón me recuerda al padre de Hoseok. Nos damos la mano e indico:
—Encantado de conocerlo, señor Lee.
Él sonríe, aprieta mi mano y replica:
—Llámame Mihon, muchacho, o tendré que llamarte yo a ti por tu apellido.
Todos soltamos una carcajada y luego él parece divertido al saber que su hija me ha engañado al hacerme creer que no sabía conducir una moto. Entonces me entero de que YoungMin, aparte de ser campeona de motocross en Busan, es también campeona regional de
kárate.
Boquiabierto, la observo hasta que su padre nos enseña la moto de Min, una Ducati Voz Mx 530 de 2007, que enseguida ella arranca y, mirándome, dice con picardía:
—¿Te he dicho que me encanta el sonido fuerte y bronco de las Ducati, cariño?
Su gesto pícaro...
Su sonrisa guasona...
Y el descaro con el que me mira me hacen simplemente sonreír y saber que estoy donde quiero estar.
Junto a ella.
JAJAJJAJJAJA no me quieran funar por el anterior capitulo.
Bueno, por ahí dicen que uno siempre regresa donde fue feliz 🙈 y nuestro Iceman Kim lo hizo aún que nada está confirmado.
Perdón si recién lo publico, me quede tiesa ayer ajajajajja
Bueno, coman bien y que dios las cuide pecadoras ☺
Toma tu 🧁
Arianne_Sweet
brillitok
DeriannysVielma3
keillyhernamdez
laurastyle25
MartbalSans
Good_GirUwU
BrithneyMazo9
duamivieja
Camii_Anahii
j0c3lyn24
JeanFigueroa_03
kthv_e
zzzzzaaaaaaazazazza
XXXJK1997
Winnter_Joon
PaulaIbarra987
kim__Hari__
AlexaAvila025
rubynni
NoonadeTae
RominaGarca492
Malia1569
Nikki7095
jeniferhoseok
NenethGS
payamame
NetMg5
brillitok
adlinahy_7
Malia1569
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro