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Capítulo Veintidós

Desesperación.
Kim Taehyung

Cuando llego a New York, Norbert me recibe en el aeropuerto. Él es el hombre que, junto a su mujer, Simona, se ocupa del día a día de mi residencia y de DaeHyun.

Una vez en casa, saludo desde el coche a mi hermana Soyeon, a mi madre y a mi sobrino.

Al verme bajar, Dae corre hacia mí, me abraza encantado y pregunta:

—¿Por qué has tardado tanto en regresar?

Le revuelvo el pelo con cariño y, tras darle un beso en la frente, respondo:

—Tenía mucho trabajo.

Después de saludar a mi madre y a mi hermana, mientras ellos tres pasan al
comedor para degustar la maravillosa comida que nos ha preparado Simona, subo a mi habitación y dejo la bolsa que llevo en la mano.

Durante todo el viaje en mi jet privado me ha acompañado la lamparita que ahora saco de la bolsa, y no he podido dejar de mirar los labios de YoungMin estampados en ella.

Con cariño, los toco y sonrío sin saber por qué.

No la he llamado ni ella se ha puesto en contacto conmigo. Y se lo agradezco,
porque creo que ambos debemos continuar con nuestros caminos, unos caminos que no tienen nada que ver el uno con el otro.

—Tío, ¿vienes?

Levanto la vista y veo que DaeHyun que entra en mi habitación. Le doy la vuelta a la lámpara para que no se vean los labios de Min y, cuando DaeHyun se dispone a preguntar, le
advierto:

—Prohibido tocarla, ¿de acuerdo?

Mi sobrino asiente, no dice más, y entonces yo me levanto y vamos juntos al comedor.

La comida con mi familia es entretenida. Mi madre, como buena coreana que es, tiene mil temas de conversación, y Soyeon la sigue, mientras que Dae y yo las escuchamos en silencio.

—Bueno, y ¿qué tal por las delegaciones? —pregunta mi madre.

—Bien —afirmo.

Ella me mira, suspira e insiste:

—Y ¿por la oficina central de Seúl?

Irremediablemente, pienso en YoungMin, y respondo:

—Bien.

—Hermanito, serás muy buen jefe, pero, desde luego, la comunicación familiar no es lo tuyo —se mofa Soyeon.

Miro a mi hermana. Su contestación habría sido muy propia de Min, por lo que sonrío. Entonces, al verme, pregunta:

—¿Estás sonriendo?

Sin poder remediarlo, asiento.

—Sí, Soyeon, estoy sonriendo. ¡Sé sonreír!

Mi madre y ella se miran sorprendidas.

—Ya sabía yo que viajar a Corea te iba a sentar muy bien —afirma entonces mi
madre.

—Pero si viene chisposo y todo —suelta Soyeon con una carcajada, haciéndome reír de nuevo.

DaeHyun, que es tan serio como yo, me mira y, cuando va a decir algo, me adelanto:

—¿Algo que contarme del colegio?

A partir de ese instante, mi hermana y mi madre vuelven a tomar las riendas de la conversación. Cada vez que yo me marcho, Dae se comporta de una manera que no me gusta y, cuando me entero de todo, miro a mi sobrino y siseo:

—Castigado sin Play las dos próximas semanas.

—¡No es justo! —se lamenta él.

Lo observo boquiabierto y, tras hacer callar a mi madre, que va a protestar, gruño:

—Lo que no es justo es que no sepas comportarte aún con tu abuela y tu tía, y ya no digamos en el colegio y con la tata. Pero ¿qué es eso de que has suspendido tres exámenes y has metido un ratón en el cajón de la señorita Schäfer? Y, te digo una cosa más: si sigues así y no apruebas, el año que viene irás a un colegio interno del que sólo saldrás en Navidad, ¿entendido?

Él asiente. No dice más. Tiene miedo de ese tipo de colegios y es el único argumento que puedo utilizar cuando se desmadra para volver a meterlo en vereda.

Una vez que el niño termina de comer, como está enfadado con los tres, pide
permiso para levantarse de la mesa.

Nos quedamos los adultos solos, y mi hermana habla entonces de lo que han de hacerme en los ojos, que, para ser sincero, no sé ni cómo se pronuncia.

En cuanto queda todo claro, ellas dos se van y yo salgo a dar un paseo con mi moto.

Necesito despejarme. Necesito dejar de pensar en la joven que conocí en mi  viaje a Corea que, sin yo darle permiso, me ha tocado ligeramente el corazón.

El martes, al regresar del médico, me sorprendo al recibir un mensaje de YoungMin. Es breve, pero en él me pregunta cómo estoy.

Dudo si responderle o no, y finalmente
decido ignorarla. Es lo mejor para los dos.

Esa tarde, cuando DaeHyun sale del colegio, estoy en la puerta esperándolo y me lo llevo al cine.

Durante un par de horas disfrutamos viendo una película y, cuando acaba, vamos a cenar al restaurante del señor Jung, el padre de mi amigo Hoseok. Es un hombre increíble que, en cuanto nos ve, nos trata con respeto y cariño.

—Este muchacho cada día está más alto y más guapo —afirma.

Yo miro a Jung con afecto mientras DaeHyun va a saludar a uno de los camareros y, dirigiéndome a él, pregunto:

—¿Sabes si Hoseok vendrá por aquí esta noche?

—Que yo sepa, sí —dice.

Asiento complacido.

Me gusta reencontrarme siempre con mi buen amigo. A continuación, el señor Jung nos acomoda en la mesa de siempre. DaeHyun y yo nos sentamos y, tras traernos algo de beber, nos sirven también la comida.

Durante más de media hora, DaeHyun y yo hablamos. Del colegio, de videojuegos y de unos escasos amigos. No es un niño con muchas amistades y, en ocasiones, pienso si será por mi culpa.

El niño me imita y su comportamiento no es el más apropiado para un chico de su edad. De pronto, oigo que alguien dice:

—Bueno..., bueno..., bueno... ¿A quién tenemos aquí?

Levanto la vista y me encuentro con Hoseok. DaeHyun, que lo adora, sonríe al verlo.

Como era de esperar, mi amigo se sienta con nosotros a la mesa para cenar algo y rápidamente toma parte en nuestra conversación.

Una vez que hemos terminado de cenar, animado por el señor Jung, mi sobrino se va con él a la barra y, mientras lo observo, Hoseok me pregunta:

—¿Qué tal por Corea?

—Bien. Todo bien —me apresuro a responder.

Él sonríe, da un trago a su bebida y cuchichea:

—Y ¿qué tal las coreanas?

Ahora el que sonríe soy yo.

—Excitantes —afirmo.

A continuación, ambos reímos y, aunque me acuerdo de YoungMin, no se la menciono.

Estoy convencido de que si Hoseok la conociera, también caería rendido a sus pies.

Durante un rato hablamos de trabajo, hasta que por último pregunta:

—¿Cuándo ingresas para hacerte las pruebas en los ojos?

—Mañana —respondo con un suspiro—. Según Soyeon, estaré varios días sin ver con claridad, pero luego me sentiré más aliviado.

—Seguro que sí —afirma mi buen amigo, observándome.

En ese instante entran dos preciosas mujeres en el restaurante y yo sonrío al verlas.

—No esperaba encontrarte aquí con DaeHyun y quedé con ellas —me susurra Hoseok.

—Haces bien, amigo —asiento.

Él, que es todo un gentleman, las saluda con una sonrisa y luego me pregunta:

—¿Quieres que llevemos a Dae a casa y te vienes a nuestra fiestecita privada?

Lo pienso. La oferta es tentadora, pero me siento incapaz de dejar al muchacho.

—Ve tú y disfruta por los dos —contesto al final.

—¿Seguro?

—Segurísimo.

Las mujeres se acercan a nuestra mesa. Ya nos conocemos. Hemos jugado en varias ocasiones en el Sensations y, tras saludarnos, acaban marchándose con Hoseok.

En cuanto desaparecen, el señor Jung, que ha permanecido en un segundo plano, se acerca a mí y cuchichea:

—Espero que algún día mi hijo siente la cabeza como tú.

Eso me hace sonreír. Yo no soy el mejor ejemplo de nada para nadie, pero, sin
querer llevarle la contraria a ese hombre al que le tengo tanto cariño, afirmo:

—Seguro que algún día lo hace, señor Jung. Seguro que sí.

Cuando llego a casa esa noche, acompaño a DaeHyun a su habitación y luego paso por mi despacho. Abro el ordenador y busco una canción. Quiero escuchar esa que un día Min me dijo que le recordaba a nosotros.

La encuentro y la escucho en bucle varias veces, y cuanto más la escucho más siento a mi Min a mi lado, pero también me martirizo al ser consciente de que eso nunca podrá ser.

Paso la canción a mi móvil, reviso mis correos y, sorprendentemente, encuentro otro email de YoungMin. Con sólo leer su nombre, siento que el corazón se me acelera, me pongo nervioso y, tras leer el correo veinte veces, como he hecho con el mensaje de esa mañana, decido no contestar.

He de ser fuerte y no darle falsas esperanzas. Ella no lo merece.

* * *

Al día siguiente, después de dejar a DaeHyun en el colegio, me dirijo al mejor hospital de New York acompañado de mi madre y mi hermana.

Allí, tras hacer el ingreso, me
obligan a meterme en la cama y, sobre las doce, me llevan a quirófano para hacerme las pruebas.

Cuando despierto, ya es por la tarde.
No puedo ver porque llevo una venda alrededor de los ojos, pero siento que mi hermana y mi madre están a mi lado.

Cuando pasa el doctor, indica que todo ha ido bien y que eso me evitará muchos dolores de cabeza.

No hablo. No me apetece. No estoy de muy buen humor y, aunque mi madre y Soyeon intentan bromear, sus bromas no me hacen gracia y termino discutiendo con ellas.

Esa noche, pido el alta voluntaria. No aguanto un segundo más en el hospital.

Cuando llego a casa, obligo a mi madre a que se vaya a la suya. No quiero tenerla todo el día respirándome en la oreja, y sólo me reconforta escuchar cierta canción una y otra y otra vez.

Simona y Norbert me comunican que estarán pendientes de todo lo que necesite, y sé que es verdad. Nadie como ellos dos para saber qué necesito en cada momento.

* * *

Pasan dos días y, cuando me quitan la venda de los ojos, no veo con claridad. Me resulta imposible enfocar la vista, y eso me desespera.

Mi hermana me pide paciencia, pero yo ya sabía que esto iba a pasar.

Hoseok me visita, Jiwoo y Jimin también, y Dexter me llama desde México. Todos están preocupados por mí, pero les hago saber a todos que estoy bien. Sólo necesito unos días para recuperarme por completo.

Pasan tres días más y, por fin, cuando me despierto, mis ojos enfocan. Lo primero que veo es la lamparita que me traje del barrio de Gangnam con los labios de Min en un lado.

Me gusta sentir que vuelvo a tener el control de mi vida, y lo primero que hago en cuanto me levanto de la cama es ir directamente a mi ordenador.

Necesito saber algo y enseguida encuentro lo que busco. YoungMin me ha vuelto a escribir, aunque en esta ocasión lo único que me dice es: «¡Idiota!».

Leer eso me da la vida y, sin saber por qué, sonrío. Sonrío como un idiota.

Una hora después, tras tomarme un café, doy vueltas por mi despacho.

Estoy nervioso y ansioso y, aunque ya soy capaz de enfocar la vista, tengo un aspecto terrible por los moratones que llevo alrededor de los ojos. Con esta pinta no puedo salir a ningún lado. Sé que debo esperar, tener paciencia y
esperar. Pero la inquietud me puede y, levantando el auricular del teléfono, marco un número y, tras saludar a quien lo coge, digo:

—Su nombre es Lee YoungMin y trabaja en Müller, en la delegación de Seúl. Quiero saber qué hace, adónde va y con quién se relaciona. Ahora te mandaré una foto suya para que la localices de inmediato.

Una vez que cuelgo, no sé si he hecho mal o bien. Sólo sé que necesito tener
noticias de ella, y mi única manera de hacerlo es contratando a un detective que busque información.

Ésta no tarda en llegar. Recibo varias fotos de ella en el cine junto a unos amigos, pero las que más llaman mi atención son unas en las que se la ve bailando y riendo con una copa en la mano.

¿Ya se habrá olvidado de mí?

Molesto al ver cómo se divierte y necesitando contarle que sé lo que hace, no lo dudo y tecleo en mi ordenador:

De: Kim Taehyung
Fecha: 21 de mayo de 2022, 20.31 horas
Para: Lee YoungMin
Asunto: Preciosa cuando bailas

Me alegra verte feliz, y más aún saber que cumples lo prometido.

Atentamente: Kim Taehyung.

Sin pensarlo, le doy a «Enviar» y, de inmediato, me arrepiento. Pero ¿qué estoy haciendo?

La respuesta de YoungMin me llega al día siguiente, por la mañana. Cuando veo su mensaje, me alegro, pero, conforme lo leo, sé que el contenido de los archivos adjuntos no me va a gustar.

De: Lee YoungMin
Fecha: 22 de mayo de 2022, 08.11 horas
Para: Kim Taehyung
Asunto: Noche satisfactoria

Para que veas que lo que te prometí lo cumplo y disfruto

Atentamente: Lee YoungMin

Temeroso de ver las fotografías adjuntas, finalmente le doy a «Abrir» y me encuentro a YoungMin besándose en una cama con un tipo. Siento que el alma se me cae a los pies y, furioso, cierro el ordenador de un puñetazo.

No quiero ver más.

En ese instante, suena mi teléfono. Enfadado, lo cojo.

—¡Hey, Taehyung, ¿cómo estás?!

Oír la voz de Dexter me hace sonreír apenas.

—Bien..., estoy bien.

Durante unos minutos, charlamos y, como siempre, mi amigo le busca el humor a todo. Sin embargo, cuando ve que no le pregunto por lo que me cuenta, indica:

—Ahorita mismo me vas a contar qué ocurre.

—No ocurre nada, Dexter...

—Oh, sí, amigo. A mí no me engañas. ¿Pasa algo con tu vista?

—No..., todo va como ha de ir.

—¿Problemas en Müller?

—No...

—Entonces ya lo sé. Una mujer te tiene frito, ¿es eso, hermano?

Yo no respondo. No quiero hablar de ello, y Dexter, que me conoce, murmura:

—Sabes que no soy chismoso en estos temas, pero si ella lo merece, dale la
oportunidad. No todas son como la idiota de Lia. También hay mujeres bien relindas a las que merece la pena amar. Tae, haz el favor de darte oportunidades en la vida. Tú puedes...

Sé por qué lo dice: por desgracia, tras sufrir un accidente, él quedó postrado en una silla de ruedas. Pero, evitando ahondar en el tema, afirmo:

—Te prometo que lo haré. Y ahora, dime: ¿cuándo nos vemos?


Que rollo el de los tortolitos, esta como mi relación AJJAJAJAJA

Espero y le guste el capitulo mis compis 🧁

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