Capítulo Cuatro
Beso erótico.
Lee YoungMin
A las siete y media llego a mi casa. Saludo a mi hermoso Goldy que acude a recibirme acercándose muy despacio.
Una vez dejo el bolso sobre el sofá color berenjena, me dirijo hacia la cocina, cojo unas gotas, abro la boca de Goldy y le doy su medicación. El pobre ni se inmuta. Tras darle su ración de mimos, abro la nevera para tomarme una Coca-Cola. Tengo un vicio con las Coca-Colas… ¡tremendo! Sin pensar en nada más, miro el montonazo de plancha que tengo esperándome en la silla. Aunque esto de vivir sola y ser independiente tiene sus cosas buenas, seguro que si aún estuviera viviendo con mi padre, esa ropa ya estaría planchada y colgada en el armario.
Tras acabarme la lata me voy directa a la ducha. Antes pongo un CD de Zico. Me encanta ese idol, con esos cabellos y esa cara tan atractiva, y con su particular movimiento de caderas. ¡Joderrr en Corea hay puro papucho!
¡Me vuelve loca!
Entro en el baño. Me quito la ropa mientras tarareo Okey Dokey:
I'm inmo
You ready?
I'm ready?
Okey Dokey yo¡!
I's that true? Yes Okey Dokey yo
Really? Yes Okey yo yo yo
Okey Dokey yo, Say la ra la ra la
¡Vaya, qué hermosa canción! ¡Qué voz tiene ese hombre!
Instantes después, suspiro al sentir cómo cae el agua caliente por mi piel. Me hace sentir limpia. Pero, de repente, el señor Kim y su manera de hablarme aparecen en mi mente y mis manos, resbaladizas por el jabón, bajan por mi cuerpo. Abro las piernas y me toco. ¡Oh, sí, Kim Taehyung!
Pensar en su boca, en cómo recorrió mis labios con su lengua me enciende. Recordar sus ojos y todo él me pone a cien.
¡Calor de nuevo!
Mis manos vuelan sobre mí y una de ellas se para en mi pecho derecho mientras la desgarradora voz del cantante Zico continúa su canción. Me toco el pezón derecho con el pulgar y éste se hincha.
¡Más calor!
Cierro los ojos y pienso que es Taehyung quien lo toca, quien lo endurece. No lo conozco. No sé nada de él. Pero sí sé que su cercanía me pone como una moto.
Un jadeo sale de mi boca justo en el momento en que oigo sonar mi teléfono. Paso de él. No quiero interrumpir este momento. Pero al sexto pitido abro los ojos, salgo de mi burbuja de placer, cojo la toalla y corro a mi habitación para cogerlo.
—¿Por qué has tardado tanto en cogerlo?
Es mi hermana. Como siempre tan oportuna y tan preguntona.
—Estaba en la ducha, Jiho. ¿Alguna objeción?
Su risita me hace reír a mí también.
—¿Cómo está Goldy?
Me encojo de hombros y suspiro.
—Igual que ayer. Poco más puedo decir.
—Enana, tienes que estar preparada. Recuerda lo que dijo el veterinario.
—Lo sé, lo sé.
—¿Te ha llamado Jungkook? —me pregunta tras un breve silencio.
—No.
—¿Y lo vas a llamar tú a él?
—No.
Como mi hermana no se contenta con lo que respondo, insiste:
—YoungMin, ese chico te conviene. Tiene un trabajo estable, es guapo, amable y…
—Pues sal tú con él.
—¡YoungMin! —protesta mi hermana.
Jungkook es el típico amigo de toda la vida. Ambos somos de Busan. Mi padre y su padre viven en esa preciosa localidad y nos conocemos desde pequeños. En la adolescencia comenzamos un relación que continuamos en la madurez. Él vive en Busan y yo en Seul. Es inspector de policía, y nos vemos en las vacaciones de verano e invierno cuando yo voy a Busan o en viajecitos relámpago que él hace a Seul con cualquier excusa para verme.
Es alto, tes blanca y divertido. Con él te puedes pasar horas riendo, porque tiene una gracia y un carisma que no se pueden aguantar. El problema es que yo no estoy enamorada por él como sé que él lo está por mí. Me gusta. Es mi compañero de verano y compartimos fluidos cuando viene a verme. Pero nada más. Yo no quiero nada más, aunque mi hermana, mi padre y todos los amigos de Busan se empeñen en emparejarnos una y otra vez.
—Escucha, YoungMin, no seas tonta y llámalo. Dijo que iría a verte antes de ir a Busan y seguro que lo hace.
—¡Dios! ¡Qué pesada eres, Jiho!
Mi hermana siempre me hace lo mismo: me lleva al límite y, cuando ve que voy a salir por pretendientes, cambia de conversación.
—¿Vienes a casa a cenar?
—No. Tengo una cita—.Oigo que resopla.
—¿Y se puede saber con quién? —pregunta.
—Con un amigo —miento. Con lo puritana que es, si le digo que es con mi jefe, seguro que le da un patatús—. Y ahora, hermanita, se acabó de preguntar.
—Vale, tú sabrás lo que haces. Pero sigo pensando que estás haciendote la tonta con Jungkook y, al final, se va a cansar de ti. ¡Ya lo verás!
—¡Jiho!
—Vale, vale, enana, no digo nada más. Por cierto, hoy he vuelto a recibir flores de Siwo. ¿Qué piensas?
—Joder, Jiho, ¿qué quieres que piense? —respondo molesta—. Pues que es un detalle bonito.
—Sí. Pero él nunca antes me había regalado dos ramos de flores en tres semanas seguidas. Aquí ocurre algo. Pasa algo, lo sé. Lo conozco y él no es tan detallista.
Miro el reloj digital que hay sobre mi mesilla: las ocho y cinco minutos. Sin
embargo, dispuesta a aguantar las paranoias de mi hermana, me llevo el teléfono al baño, pongo el manos libres y me envuelvo el pelo en una toalla.
—Vamos a ver, ¿qué ocurre ahora?
Como ya comienza a ser habitual en Jiho, me cuenta su última movida con su esposo.
Llevan casados diez años y su vida dejó de ser emocionante cuanto nació Sook, mi sobrina. Sus continuas crisis matrimoniales son su tema preferido de conversación, pero a mí me agotan.
—Ya no salimos. Ya no paseamos de la mano. Ya no me invita nunca a cenar. Y ahora, de pronto, me regala dos ramos de flores. ¿No crees que será porque se siente culpable por algo?
Mi mente quiere gritar: «¡Si! Creo que tu esposo te esta siendo infiel». Pero mi hermana es una sufrida nata, así que le respondo rápidamente:
—Pues no. Quizá simplemente vio las flores y se acordó de ti. ¿Dónde está el problema?
Tras media hora de charla con ella, finalmente consigo colgar el teléfono sin hablarle de mi extraña cita con el señor Kim. Me gustaría explicárselo,
pero mi hermana en seguida me diría: «¿Estas loca? ¿Es tu jefe?». O bien: «¿Y si es un asesino de mujeres». Así que mejor me callo. No quiero pensar que ella pueda tener razón.
A las nueve menos veinte miro histérica mi armario. No sé qué ponerme. Quiero estar guapa como él me pidió, pero la verdad es que mi ropa es básica y funcional. Trajes para el trabajo y vaqueros para salir con los amigos. Al final, opto por un vestido rojo que tiene un bonito escote y se ajusta a mis curvas y estreno unos sugerentes zapatos de tacón. Mi último caprichazo.
Vuelvo a mirar el reloj, nerviosa. Las nueve menos diez. Sin tiempo que perder, enchufo el secador, pongo la cabeza boca abajo y me seco el cabello rápidamente.
Sorprendentemente, el resultado me gusta. Como no soy de maquillarme mucho, simplemente me hago la raya en el ojo, me pongo rímel y me pinto los labios. Odio maquillarme demasiado; eso se lo dejo a mi jefa.
Suena el telefonillo de mi casa. Miro el reloj. Las nueve en punto. Que puntual. Lo descuelgo nerviosa y, antes de poder decir un “hola”, oigo una voz que me dice:
—Señorita Lee, la estoy esperando. Baje.
Tras balbucear un tímido «Voy» cuelgo el telefono. Seguidamente, cojo el bolso, le doy un beso en la cabeza a Goldy y le digo hasta luego. Dos minutos después, al salir de mi portal, lo veo apoyado en un impresionante BMW de color negro. Aunque más impresionante está él con un traje oscuro.
Al verme, Kim se acerca a mí y me da un casto beso en la mejilla.
—Está usted muy guapa —observa.
Tengo dos opciones: sonreír y darle las gracias o callarme. Opto por la segunda.
Estoy tan nerviosa y desconcertada que, si digo algo, vete a saber lo que me sale por la boca.
Me abre la puerta trasera del coche y me sorprendo al ver que tenemos chófer.
Vaya, ¡qué lujazo!
Lo saludo. Me saluda a su vez.
—Señor Choi, tengo reserva en el Moroccio —le dice Taehyung nada más entrar en el coche.
Una vez dicho eso, le da a un botón y un cristal opaco se interpone entre el conductor y nosotros.
Me mira y yo no sé qué decir. Me sudan las manos y siento que mi corazón se me va a salir del pecho.
—¿Está bien?
—Sí.
—Entonces, ¿por qué está tan callada?
Lo miro y me encojo de hombros sin saber qué contestar.
—Nunca he tenido una cita como ésta, señor Kim —consigo decirle—.Por norma, cuando salgo a cenar con un hombre yo…
Sin dejarme terminar la frase me mira con sus penetrantes ojos azules.
—¿Sale a cenar con muchos hombres?
Aquella pregunta me sorprende. Pero ¿este hombre se cree el único espécimen macho del mundo? Así que respiro hondo y procuro no soltarle un borderío de los míos.
—Siempre que me apetece —le aclaro.
Alzo mi barbilla con altanería y, cuando creo que no voy a decir ni una palabra más, le suelto:
—Lo que no entiendo es qué hago aquí, en su coche, con usted y dirigiéndome a cenar. Eso es lo que todavía no logro entender.
Él no responde. Sólo me mira… me mira… me mira y me pone histérica con su mirada.
—¿Va usted a hablar o pretende estar el resto del viaje mirándome?
—Mirarla es muy agradable, señorita Lee.
Maldigo y resoplo. ¿En qué lío me he metido? Pero como no puedo callar ni debajo del agua, le pregunto:
—¿A qué se debe esta cena?
—Me agrada su compañía.
—¿Y a cuento de qué viene la pregunta de si salgo con muchos hombres?
—Simple curiosidad.
—¿Curiosidad? —replico rascándome el cuello—. ¿Acaso un hombre como usted lleva una vida normal?
—No, señorita.
—Me alegra saberlo, porque yo tampoco.
—No se rasque el cuello, señorita Lee —me susurra, curvando sus labios—.
Los ronchones…
Cansada de tanto formalismo y, más tras lo hablado, protesto. ¡De perdidos al río!
—Por favor… Llámeme YoungMin. Dejemos los formalismos para el horario de oficina. Vale, usted es mi jefe y yo le debo un respeto por ello, pero me incomoda cenar con alguien que continuamente se dirige a mí por mi apellido.
Asiente. Parece que mis palabras le han gustado. Sus labios me lanzan una sonrisa y su cara se acerca a la mía.
—Me parece perfecto, siempre y cuando usted a mí me llame Taehyung—susurra—. Es incómodo y muy impersonal cenar con una mujer que me llama por mi apellido.
Tras dar un nuevo resoplido, acepto y le tiendo la mano.
—De acuerdo, Taehyung, encantada de conocerte.
Me coge la mano y, sorprendentemente, deposita sobre ella un beso.
—Lo mismo digo, YoungMin —añade en tono dulzón.
En ese instante, el coche se detiene y el señor Choi nos abre la puerta desde el exterior.
El señor Kim… digo, Taehyung baja y me ofrece su mano para salir. Una vez en la calle, el chófer se monta de nuevo en el BMW y se marcha. Entonces, Taehyung me agarra de la cintura y leo un cartel que pone «Moroccio».
Entrar en aquel bonito e iluminado restaurante me pone de mejor humor. Siempre he querido entrar. Además, estoy famélica; casi no he comido al mediodía y tengo una hambre atroz.
Mientras entramos, observo las mesas del lugar y, en especial, los platos que sirven los camareros.
Madre mía, ¡qué pinta tiene todo!
Al ver a mi acompañante, el camarero sonríe y camina hacia nosotros.
—Acompáñenme —nos dice, tras saludarno.
Taehyung me agarra de la mano y yo me dejo hacer. Observo cómo algunas de las mujeres lo miran, cosa que hace que me enorgullezca de ser yo la que va de su mano.
Tras cruzar la sala en la que la gente está cenando, llegamos a un espacio separado por telas doradas de satén.
No puedo evitar sorprenderme, y, cuando el camarero abre una de esas cortinas y nos invita a pasar, casi silbo. Es una estancia lujosa e iluminada con velas. En un lateral hay un sillón con aspecto de cómodo y, en el centro, una redonda y bien vestida mesa para dos.
Taehyung sonríe al ver mi gesto de sorpresa y observo cómo le indica con la mirada al camarero que se retire.
Se acerca a mí y, con galantería, retira una de las sillas para que me
siente.
—¿Te gusta? —me pregunta..
—Sí…
En cuanto me acomodo en la silla, él rodea la mesa y toma asiento frente a mí.
—¿Nunca has cenado aquí?
—He pasado mil veces por la puerta pero nunca he entrado. Sólo con verlo desde fuera intuyo que sus precios son prohibitivos para una mileurista como yo.
Al decir aquello, Taehyung arruga la nariz y extiende su mano sobre la mesa hasta llegar a la mía. La coge y comienza a dibujar circulitos sobre mi muñeca.
—Para ti, pocas cosas serán prohibitivas —murmura. Eso me hace reír.
—Más de las que crees.
—Lo dudo, pequeña. Seguro que tú eres la que se pone límites.
Su mirada, su voz ronca y su manera de llamarme «pequeña» me cautivan. Me erizan el vello de todo mi cuerpo.
Él. El señor Kim Taehyung, mi jefe, me fascina a cada segundo que pasa.
Toca un botón rojo que hay en un lateral de la mesa y, al cabo de unos
segundos, aparece un camarero con una botella de vino. Mientras le sirve a él, leo en su etiqueta «Flor de Pingus. River Duero». ¡Dios, si no me gusta el vino! Y me muero por una Coca-Cola fría.
En cuanto el camarero le sirve, a Taehyung coge la copa, la mueve, se la acerca a la nariz y le da un pequeño sorbo.
—Excelente.
El camarero vuelve a servirle y después da la vuelta a la mesa y me sirve a mí también. Me rasco. Instantes después se va, dejándonos solos.
—Prueba el vino, YoungMin. Es fantástico.
Cojo la copa, poniendo cara de circunstancias. Pero cuando voy a llevármela a la boca, siento su mano sobre la mía.
—¿Qué ocurre? —me pregunta.
—Nada.—Taehyung ladea la cabeza.
—YoungMin, te conozco poco, pero me estoy percatando de las ronchas que te están apareciendo en el cuello —me suelta, sorprendiéndome—. Tú misma me lo confesaste. ¿Qué pasa?
Sin poder evitarlo sonrío. Vaya con el señor Kim, no se le escapa una.
—¿La verdad?
—Siempre —insiste.
—No me gusta el vino y me muero por una Coca-Cola helada.
Boquiabierto y divertido, me mira como si le hubiera dicho que «Los Teletubies» es mi serie favorita y que Bob Esponja es mi novio.
—Este vino color rubí oscuro te gustará —murmura con una voz ronca pero dulce—. Hazlo por mí y pruébalo. Si no te agrada, por supuesto, te pediré una Coca-Cola.
Ni que decir tiene que lo pruebo rápidamente.
—¿Y bien? —pregunta sin apartar sus penetrantes ojos de mí.
—Está rico. Mejor de lo que pensaba.
—¿Te pido la Coca-Cola?—.Sonrío y niego con la cabeza.
Instantes después, la cortina se vuelve a abrir y aparecen dos camareros con varios platos.
—Me tomé la libertad de decidir la cena para los dos, ¿te parece bien?
Asiento. No me queda más remedio. Y poco después disfruto de un exquisito cóctel de gachas, de un fino morban de berenjenas y, posteriormente, de un delicioso salmón a la naranja mientras charlamos.
Kim Taehyung se ha convertido de
repente en un hombre con un gran sentido del humor y eso me encanta.
Entonces me doy cuenta de que una luz naranja se enciende en el lateral derecho de la estancia.
—¿Qué es eso?—.Taehyung, sin necesidad de mirar, sabe a lo que me refiero.
—Algo que quizá tras el postre te enseñe.
Eso me hace sonreír y le doy un trago al vino, que, por cierto, cada vez me sabe mejor.
—¿Por qué tras el postre?
Mi pregunta parece divertirlo. Me recorre con los ojos y se echa atrás en su silla.
—Porque primero quiero cenar.
No pregunto más y, cuando acabo mi salmón, los camareros entran para retirar los platos. Segundos después, entra otro camarero y deja ante mí una porción de tarta de chocolate acompañada por una cereza.
—Mmm, qué rico —y al ver que a él no le sirven, pregunto—: ¿Tú no comes postre?
No me contesta. Se limita a levantarse, coger su silla y sentarse a mi lado.
Me altero. Es tan sexy que es imposible no pensar mil y una lujurias en ese momento. Coge la cucharita, parte un pedazo de tarta, coge helado y dice:
—Abre la boca.
Pestañeo sorprendida.
—¿Cómo?
No repite lo dicho. Me enseña la cuchara y yo, automáticamente, abro la boca.
Me tiene extasiada. Mete la cuchara lentamente en mi boca y yo cierro mis labios sobre ella. Me mira. Yo me excito y sonrío tímidamente. Nada más tragar esa delicatessen, me dispongo a decir algo, pero él me interrumpe:
—¿Está rico?
Con mi paladar aún dulzón por el chocolate y el helado de fresa, asiento. Él se acerca.
—¿Puedo probar?
Le digo que sí y mi sorpresa es mayúscula cuando lo que prueba son mis labios. Mi boca. Posa sus suculentos labios en los míos y los saborea. Como hizo por la mañana en el archivo, primero saca su lengua, chupa mi labio superior, luego el inferior, después un mordisquito y, al final, su sensual lengua me invade y yo cierro los ojos dispuesta a más. Cuando siento su mano sobre mi rodilla, mi respiración se acelera, pero no me muevo. Quiero más. Lentamente la sube hasta llegar a la cara interna de mis muslos y los masajea. Su mano sube hasta mis bragas y siento sus dedos en ellas. Pero, de repente, se separa de mí y regresa a su posición en la silla.
Mis mejillas queman. Arden, del mismo modo que ardo toda yo. Aquel íntimo contacto me ha puesto a cien.
¿Qué me pasa? Un beso y un simple roce de su mano han conseguido que casi tenga un orgasmo y eso me acelera el pulso.
Taehyung me observa. Veo el deseo en sus ojos.
—Te desnudaría aquí mismo —murmura.
Jadeo. ¡Dios! ¡Me va a dar algo!
Quiero más y esta vez soy yo la que se lanza a besarlo. Él acepta mis labios pero, cuando lo voy a agarrar del cuello, me sujeta las manos y se separa unos milímetros de mí.
—¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar? —pregunta, muy cerca de mis labios.
Esa pregunta me descoloca por completo. ¿A qué se refiere? Pero es tal el deseo que siento en ese momento por él y quiero ser tan malota que respondo totalmente hechizada:
—Hasta donde lleguemos.
Hola¡!
De seguro unas cuantas de ustedes me quieren matar por la tardanza :/ bueno, les explico mi divina justificación. La primera es que tengo tarea, la segunda, trabajo de niñera de mis primos, tercera, estoy haciendo unos trabajos que os publicaré mas adelante :D y la cuarta, pero menos importante, me obsesione con un pinché juego, os dijo la verdad.
También quiero agradecerlas por los ánimos que me dan, y eh pensado ya no borrar esta historia. Morbo se queda :') Gracias¡!
Pdt: Si encuentran un error ortografía, me lo hacen saber por los cometarios, esto de escribir y corregir por la noche no es muy bueno que digamos :\
I'm purple 💜 you
–Taeshi-ah
Pasa al siguiente capitulo ;-;
Bye
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