Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Moral of the story [One-shot]

❝Porque hasta las moralejas de los cuentos con finales felices pueden ser crueles y amargas❞

El apacible prado que se revelaba alejado de los exuberantes campos que rodeaban el característico cumulo de flora de aquel pueblo se alza impotente, acoplándose a las oscuras tonalidades que el manto de la noche puede otorgarles, para luego así, liberar a los monstruos en putrefacción y huesudos que esperaban ufanos a que algún habitante desprevenido se acercara. Una risa sin fuerza escapa de sus labios al notar aquello, tan alejado de dicho escenario pero a la vez tan inmerso en el mismo como un simple espectador o, tal vez, importante protagonista.

Sin cuidado, aún ensimismado en intercambiar mentalmente su papel de personaje principal por el de un narrador alejado de la trama envuelta en un nudo abismal —porque, en ese momento, lo menos que quería era ser alguien importante en el desarrollo de los eventos que habían tomado ruedo aquel día—, vierte la botella de vino en su boca, agriando su paladar hasta el punto de que un suave quejido se escapa, algo ronco, de las profundidades de su garganta. Era patético, demasiado, y realmente no entiende porque ese hecho lograba sacarle una que otra carcajada.

Samuel da un respingo cuando siente el tacto frío rozar la parte sensible detrás de su espalda, la piel se le eriza y no puede dejar de sentir a su corazón palpitar alocado cuando, fausto de la añoranza que le había surgido por el daño reciente, sus orbes violeta se alzan hasta donde su estatura no le permitía ver sin tener que mover hacia arriba su cabeza; buscando en desesperación el rostro de aquel que lo abandonó, pero no estaba, la figura que lo tocó era mucho más pequeña que la del híbrido de oso que en algún momento le juró amor, de esos amores que juras a la persona que quieres tener a tu lado hasta que tu cabello pierde su sano brillo y comienza a cambiar de color cual estación del año.

Permíteme interrumpirte Exclama Akira, siempre educada y modesta, brindándole calidez como cada noche.

Él asiente, avergonzado, sus ropajes desprendían un fuerte aroma a licor y que el bochorno cubriera su pecoso rostro no ayudaba a verse mejor, más presentable, algo parecido a como se vería todos los días frente a su prometida o cualquiera en Karmaland que se le cruzara. La sensación de vacío se vuelve más ancha y un cosquilleo invade sus ojos; los rojizos e hinchados par de orbes exhaustos. Lo habían despojado de parte de sus bienes materiales y ahora, ni siquiera el lado egocéntrico de su personalidad se podía manifestar con tranquilidad.

¿Ya están durmiendo? Pregunta el contrario, haciendo referencia a sus hijos.

Supongo La rubia hace una pausa, intentando encontrar las palabras correctas para solucionar las dudas que su anterior pareja se negaba articular por misera cobardía a saber las respuestas —, ellos no lo saben, Vegetta. No tienes que darle vueltas al asunto, nunca salen de la mansión, sería raro que supieran de, bueno, las cosas que te sucedieron hoy.

Ya. ¿Y ella?

Nieves está bien Su cuerpo se acerca más a la orilla de la muralla, sintiendo la brisa mover con parsimonia sus largas hebras blondo —, confundida por estar aquí, pero bien. De vez en cuando pregunta por su oso, ya sabes, lo hace con aquella tierna voz infantil mientras pregunta si el otro se encuentra bien.

Su oso Murmura, logrando que Akira lo escuchara, una sonrisa suave, sin malicia, curva su rostro mientras posa sus fríos dedos en el rostro pecoso.

Sí, su oso. Le ama y quiero pensar que en algún momento él también la amó de igual manera.

Entonces el sentimiento de inconformidad crece y siente que las lágrimas gruesas que está intentado retener vuelven a caer, en silencio, llenando su cerebro de incógnitas sobre la relación que había mantenido durante tanto tiempo hasta consumarse en un despojamiento que, en su momento, llegó a pensar que era por sentimientos netamente recíprocos entre sí. Pero no lo era. Y si se sienta a procesar la situación, en retrospectiva, aquel suceso otorgaba demasiados indicios que iba a suceder tarde o temprano. Odia recapacitar ante aquello porque puede notar su entrega ciega hacia el otro. Su cuerpo se desliza por el concreto, logrando que la corbata púrpura desanudada cayera a su lado derecho, siendo aplastada tiempo después por el cuerpo de Akira.

Lo siento.

Se limita a decir y Akira, con la sensación de pesadez, palpa suavemente sus muslos un par de veces para que el contrario recueste parte de su cuerpo en ese lugar, acatando la muda orden luego de un tiempo en el que intenta, en vano, desaparecer los sollozos que raspan lo profundo de su garganta. Le dolía. Pero no era el único lastimado. Nieves y Akira se encontraban de igual manera a su persona; aquello lo confirma cuando su rostro es acunado, de forma maternal, por las manos temblantes de su prometida y madre de sus hijos.

Pero chaval, ¿qué pensaba cuando encontré a este chico y decidí casarme con él? Inquiere, aún con la voz ronca, volviendo a centrar el ambiente en Rubén. Como hace siempre, de forma inconsciente.

Akira sólo puede reprimir la punzada creciente que se genera en alguna parte de su sistema, ardiente, filosa y venenosa en su cuerpo. Ella mentalmente se regaña, como realiza normalmente, odiándose por sentirse de esa manera. No estaba bien, quiere inculcarse aquel precepto, pero sus oídos se vuelven sordos por un momento y deja de sentir los pies sobre la tierra. Los sollozos de Samuel se escuchan lejanos, y la brisa que antes la refrescaba ante el sudor frío que surcaba su espalda desaparece, para luego hacerla consciente de la situación. Y nota como sus recuerdos se rememoran ante sus orbes magenta. Lo odia. Una vez más, intenta recogerse a sí misma. 

Cuando siente a Vegetta temblar despavorido, pecando por necesitado al anhelar algún consuelo ignorando el infortunio que sufrían las personas a su alrededor por sus acciones, palpa la realidad en la que se encuentra y suspira, porque realmente no sabe que más podría hacer.

Cariño Lo llama, atrapando su atención, pasando sus manos por las hebras oscuras —, a veces los jóvenes se enamoran de la persona incorrecta. Esa es la moraleja de tu historia, Samuel.

Y tal vez también era la moraleja de su historia.

❝Las fabulas infantiles eran más dulces cuando no desprendían enseñanza alguna que justificara los hechos viles de los antagonistas y posiblemente, de los encantadores protagonistas❞

Ambos levantaron la vista cuando, por encima de sus cabezas, la gran ave amarillenta surcaba los cielos intentando aterrizar cerca de su posición. Vegetta se quedó completamente inmóvil y esperó, paciente, a que Luzu bajara de dicho animal y se dirigiera al lugar donde se encontraban recostados. Al cabo de unos segundos aparece, todavía vistiendo los ropajes ocupados para ir a la fallida boda que se llevó acabo hace varias horas y con su llegada, también pueden darse cuenta del bullicio de los aldeanos, que vivían bajo el ala de aquel héroe de Karmaland, y como estos lo miraban —porque todos dirigían su mirada especialmente a él— como nunca pensó que sería visto. Había pena, desdicha, y algo de lastima plasmada en sus abochornados rostros.

Akira, con los mofletes cubiertos de un fuerte color rojizo, intercambia puestos con Luzu, siendo ahora ella la que se encontraba de pie ante ellos; su voz se hace sonar por toda la extensión del inmenso lugar, soltando maldiciones que nunca le habían escuchado pronunciar, mandando a cualquier aldeano bajo la protección de Samuel que se ocupara de sus asuntos y a su vez, amenazando sobre que no dudaría en arrojar sus cuerpos por el vacío de los laterales de la isla flotante si seguían observando al contrario de aquella manera. Aquellos la obedecen, intentando dirigir su atención a otras labores sin importancia, logrando así que la otra se despidiera del par que sonreían a sus pies, excusándose con que visitaría a la nueva inquilina de la mansión para asegurarse de que se encontraba en un buen estado y no desesperada, en primer lugar, por no saber del paradero de su antiguo salvador.

No la mereces Puntualiza su acompañante, logrando que riera por lo bajo, asintiendo unas cuantas veces.

Aquel día había perdido su corazón, dignidad y en su mayoría, el respeto que ejercía en los otros como uno de los héroes bendecidos por los dioses de Karmaland.

Los segundos siguientes fueron un constante conteo sobre los acontecimientos sucedidos en un largo lapso de tiempo, mucho antes de que la gran boda del pueblo se oficiara, pero no lo suficiente lejos de la fecha en que los dioses habían considerado otorgar un designio a las que consideraba actas para despojar como consortes a quienes les brindaban lisonjas e ingrávido entretenimiento. Luzu intenta encontrar un error, señales u alguna pauta que diera paso al comportamiento que se desarrolló frente a sus ojos en la ceremonia que rigió, frunciendo el ceño de vez en cuando y negando en silencio unas cinco o seis veces; Samuel hace algo diferente, él se regocija ante su ingenio, porque lo sabe, claro que lo hace. Puede enumerar cada uno de los hechos que dieron hincapié a todo aquello, las señales son claras ante sus ojos, siempre lo fueron, aun en el día de su propio himeneo estaban presentes, picando contra su cordura en una cómica bellaquería.

El olor... Y entonces Luzu le mira. 

¿Qué dices, Vegettoide?

Esa es la respuesta a lo que buscas, probablemente es lo que comienza en el día de hoy para que se genere el agravio, es por el olor. Rubén no olía a él, no del todo, cuando llegó a la boda.

Samuel recoge sus piernas y las abraza contra su pecho, apoyando su cabeza en ellas, sonriendo burlesco. Sus ojos brillan en la oscuridad y Luzu no puede evitar sentirse dudoso, tal vez algo incomodo por el comportamiento variado que ocupaba el otro.

¿Cómo sabes a qué apesta alguien? Pregunta, intentando buscar la tenue broma ante lo dicho, pero el otro sólo se limita a reír, golpeando su nariz mientras apretaba sus labios, probablemente para aguantar el llanto.

Los híbridos Comienza, haciendo un leve discurso en su cabeza tienen un buen olfato, supongo, o quizás es cosa de lobos, no sé, además, conozco a que huelen los tontos héroes de Karmaland, en especial Fargan. Luzu, Rubén olía a Fargan.

La risa que suelta le sorprende, sus ojos vuelven a picar y ya no sabe como retener lo que siente. Quiere pensar que aquello no le molesta, está seguro que no lo hace, no lo hizo cuando el hedor golpeó coqueto contra sus fosas nasales cuando el contrario se acercó, así que no comprende porque le pesa tanto cuando habían pasado horas desde ese hecho. Se sentía como si hiciera parte de alguna lección para imbéciles. Dejó de escuchar las quejas de su compañero cuando escuchó el primer murmullo molesto que soltó, mencionando lo típico, que el otro no lo merecía, que era veneno para él y que conseguiría algo mejor.

Un suspiro escapa de sus labios y se permite, desde que llegó la noche, ver el cielo. Él comienza a pensar en las fabulas que leía cuando era pequeño, aquellas que traían marcadas enseñanzas con base a preceptos morales, de los cuales, se permitió, aun en su adultez, creer ciegamente en ellos. Tarde se da cuenta que, probablemente, también siguió al híbrido de oso de igual manera. Ignorando sus dudas, su indecisión entre los sí y no que el otro le daba, en las peleas, en las reconciliaciones, en los besos y la forma diferente que el otro empleaba cuando hacían el amor. Hay diferencias, ayudas que le habían hecho entender que las intenciones de su pareja no eran buenas, pero le gustaba vivir en ese engaño, hasta que el inexistente respeto que tenía hacia sí mismo fue expuesto ante invitados, amigos y dioses. Entonces, sólo en ese momento, se sintió avergonzando de lo que había estado protagonizando.

Saldrás de esto, Samuel. Lo sé. Toma esto como una enseñanza que te ayudará a seguir adelante Dice Luzu, confiado.

Pero, hombre. ¿Por qué buscas una moraleja de esto? ¿Por qué Akira y tú no lo podéis ver? La mirada de Vegetta sigue observando el oscuro firmamento, opaco por las nubes grisáceas, escaseado de brillo —, no hay moraleja para esta historia.

Las moralejas brindan salvación frente a los hechos, buscan razones y soluciones ante las adversidades, mentalizando a los lectores sobre los preceptos morales que pudieron realizarse para evitar que los actos en congoja existieran. Para Samuel, no hay algo como eso en la obra de zozobra que estaba protagonizando, sus hechos sucedieron y no hay justificación para los mismos que logren hacerlo reflexionar sobre el suceso que consintió desde un principio. Y siguió consintiendo hasta el final.

En aquella boda, no hubo nadie que lo amara, y lo sabía.

Su mano se alza sobre su cabeza, apuntando a la luna menguante que sobresalía ligeramente ante las nubes que se esparcían y evitaban que sea vista. No habría meteoritos esa noche. Ni ninguna de las siguientes noches después de aquella.

❝Porque a Vegetta le gustaba leer aquellos cuentos que no tenían moraleja❞

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro