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Capítulo 9: Intromisión


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CAPÍTULO 9
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INTROMISIÓN
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Ciudad de Seoul, Corea del Sur

Complejo Residencial 

SEOUL FOUREST TRIMAGE



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Ella echó la cabeza hacia delante mientras pasaba el umbral de la puerta de entrada, repasó el espacio y luego volvió su cabeza en su posición normal; de pronto se puso rígida, agrandando los ojos y sus labios formando una casi perfecta o.

—Ajuma debe haber limpiado todo —manifestó mostrándome todos sus dientes de forma repentina, su sonrisa estaba matizada de culpabilidad—, eso quiere decir que puedo hacerte pasar.

Casi se me caen algunas cajas cuando ella me agarró por el antebrazo de forma inesperada, halándome hacia adentro. Había logrado un buen equilibrio, sin embargo, una vez adentro del apartamento, ella soltó todo y comenzó a brincar por todas partes como una loca cantando "Euforia". Yo reí un poco por su ímpetu de niña con mucha energía, y no puedo negar que me agradó eso.

No sabía si me prestaría o no su atención, pero tenía que intentarlo.

—¿Dónde pongo todo esto?

Sin dejar de brincar en el gran sillón de Yura me respondió de forma descuidada que los tirara donde quisiera. De repente ella paró de jugar y se encontraba aspirando por la nariz.

—Un momento, ajuma nunca prepara café antes de la hora de llegada de Vicky.

Una joven apareció por el corredor, era fácil deducir que recién había tomado un baño. No podía figurar su rostro porque mientras caminaba encorvada y de forma lenta con toda su cabellera mojada y echada hacia delante se ocupaba de secarlo con una pequeña toalla.

—¿Q-qué haces tú aquí a esta hora? —inquirió Becky entre asustada y sorprendida.

—¿Sorprendida? —y parece que no fui el único que lo pensó así—.  Hoy Nana y yo cambiamos de horario. ¿Se puede saber a qué se debe tanto escándalo? Me vas a ir explicando ya mismo a dónde fuiste sin mi permiso.

Becky empuñó sus pequeñas manos y me atreví a pensar que le entregó una mirada furibunda que la mayor no llegó a ver. Y yo simplemente me quedé estático, sin saber que no estaba respirando.

—Más vale que sea buena, porque depende de ello que te deje o no castigada otra semana.

De pronto siento mi cara arder, un deseo repentino y un tanto absurdo de esconderme o de huir surge en mi cabeza, amenazando con confinar mi entereza. Esa voz, cómo no reconocer esa voz, tiene que ser ella, la chica de los ojos bonitos que quería mi cámara.

Becky se volvió a girar hacia mí por vez que cerraba los ojos en busca de una paz interior que parecía difícil de invocar.

La chica sin nombre continuaba aproximándose con aquella misma lentitud tras la espalda de Becky, quien no se había movido y permanecía hiperventilando por la nariz y mirándome como si se sintiera avergonzada conmigo.

Parece ser que toda su energía fue absorbida por una fuerza mayor, respiró hondo antes de bajarse del sillón y caminar con paso decidido hacia mí.

—Será mejor que te ayude a bajar todo esto aquí mismo —su voz sonaba desanimada, muy al contrario de cómo lo hacía tan solo unos instantes atrás. Su rostro parecía haber cambiado, ella de repente lucía más madura, más seria y seca.

—No te parece absurdo que trates de chantajearme ofreciéndome tu ayu... —intervino la joven sin nombre, sus palabras se detuvieron a la par que su tarea de secarse el cabello con la toalla. Sus palabras quedaron atascadas en su garganta cuando se echó el cabello hacia atrás para mirar hacia adelante y encontrarse con la espalda de Becky y descubrir que la niña no hablaba con ella, si no que con alguien más, es decir, conmigo.

No sé cuál de los dos se llevó la más grande impresión. A pesar de que ya tenía mis sospechas guardaba una tonta esperanza de que no se tratara de la misma chica de esa noche.

Sus cejas se juntaban volviéndose casi como una sola y sus labios se apretaban casi formando una línea recta, lo que me dejaban más en claro que cualquier palabra que no era bienvenido en ese hogar. «Creo que me ha reconocido, si es así, entonces soy hombre muerto».

La vi hacer un ademán previamente a empezar a hablar, sin embargo, antes de que llegara a pronunciar alguna palabra yo me apresuré a decirle a Becky que debía retirarme mientras depositaba todos los paquetes en el suelo, cerca del perchero para colgar los abrigos. Tenía que salir de allí rápido, tenía que escapar de ella.

Esa chica tenía un poder para aterrarme sin hacer el mínimo esfuerzo.

La niña frunció el ceño, extrañada y luego sonrío.

—¡Esto es un nuevo récord! Vicky ni si quiera te ha dicho nada y ya te ha intimidado. «Vicky, su nombre es Vicky, suena a algo así como la otra novia de chucky»  La niña continuaba dando la espalda a la mayor.

—¿Dime cómo fue su mirada? —inquirió Becky algo divertida sin molestarse en voltear a ver a la castaña, acercándose a mí de costado como para que yo le respondiera discretamente al oído. Yo me agaché a su altura porque me fue difícil resistirme a su carisma.

—Ella me miró muy feo —le respondí entre susurros y la niña voltea para mirarme mejor elevando las cejas y asintiendo levemente con la cabeza.

Hice una mueca de miedo a modo de broma, tratando de ocultar que realmente sí lo estoy sintiendo un poco.

—Apuesto a que ella torció la boca como si de repente estuviera oliendo algo en estado... ¿putrefacto? —asegura también entre susurros como siguiendo un juego.

—Sí, exactamente, ¿cómo lo supiste? —me pareció sorprendente su acertada descripción, estoy seguro de que ella no pudo haberla visto mientras estuvo de espaldas.

—No soy sorda, puedo escucharlos desde aquí, ¿saben? —su voz suena algo grave, pero no pude percibir la ronquera de la otra noche, ¿será que me pareció así porque solo fue la primera impresión?

La vi dar un primer paso hacia nosotros y me pareció que los nervios retomaban el control de mi sistema.

—Creo que mejor me voy —avisé señalando con mis dos pulgares tras mi espalda hacia la puerta.

—No es mala idea —farfulló por lo bajo mientras detenía su andar.

—Oye, también nosotros podemos escuchar desde aquí, ¿así es como piensas educarme?

—Becky, no quiero ser entrometido ni tampoco grosero, pero no deberías hablarle así a tus mayores.

La joven Vicky carraspeó dos veces y se cruzó de brazos —¿No se estaba yendo? —señaló la puerta con su barbilla haciendo un movimiento de cabeza sin dejar de mirarme con esa seriedad inquebrantable y asfixiante.

—¡No! Por favor, sumbae-nim, no se vaya tan rápido. La verdad es que este apartamento es mi prisión y digamos que usted es mi única visita.

Ver la sinceridad en la expresión de la niña me hizo sentir francamente conmovido, pero mi cobardía tomó la delantera y decidí darle prioridad a comportarme correctamente.

—Pero es evidente que a tu hermana mayor no le agrado, así que lo mejor será que me vaya. No es bueno que le lleves la contraria a tu Unnie.

—¿Unnie? —la niña mira hacia su hermana y luego hacia mí, después sonríe mirando hacia el piso.

La adulta descruzó los brazos mientras revoleaba los ojos. No estoy seguro de si mis ojos me engañaban o si solo había sido producto de mi imaginación, pero creí ver un atisbo de sonrisa asomarse por las comisuras de sus labios.

—Jungkook sumbae-nim no es que le caigas mal a mi... unnie, ni tampoco es que le lleve la contraria, es que ella simplemente es así, generalmente no se lleva bien con ningún homb...

—¡Ya basta! —La segunda novia de Chucky repentinamente explotó con un bramido que me hizo salir de la calidez que no sabía que recién empezaba a sentir.

Su voz me recordó la de la otra noche, grave, ronca, enfadada y lo suficientemente amenazante. Exactamente con esa misma actitud se aproximó hasta llegar a mí, me sacó a empujones del apartamento y me cerró la puerta en la cara.

Es la segunda vez que la veo y que hablamos, y es la segunda vez que siento que nunca me había dolido tanto el hecho de haber sido así de maltratado por una mujer, como si fuera más fácil de soportar si hubiera sido otra persona y no ella.

«¿No que tenías ganas de volver a verla, JungKook?, pues ahí tienes, ¿tu nueva faceta es ser masoquista? Eso es lo que te pasa por estar pensando en otra mujer que no es tu novia, en ella es en quién deberías pensar, lo sabes».

Me encontraba llenando mi cabeza de pensamientos como ese por vez que me movía por el pasillo, estaba nueva vez en camino hacia el gimnasio, camino del que nunca debí desviarme, bueno, no es que estuviera arrepentido del todo, al menos la pequeña Becky sí me seguía pareciendo una persona muy agradable.

—JungKook sumbae-nim!

Me giré y vi a Becky corriendo hacia mí. Me quedé justo parado frente a la puerta de mi apartamento. La niña trata de controlar su respiración y su cara está un poco roja.

—JungKook sumbae-nim, lamento que Vicky te haya sacado de esa forma, eso nunca debió pasar, ella jamás llega tan temprano del trabajo, no sabía que iba a estar ahí, por favor, acepta mis disculpas —explicó antes de hacer una pronunciada reverencia.

Su carita me conmovió hasta los huesos, casi me hace llorar. Quería hacerla sentir mejor así que sonreí para hacerle entender que todo estaba bien.

—No tienes que disculparte conmigo, tu hermana sí, pero creo que ambos sabemos que no lo hará.

—Aunque no lo parezca, ella sabe cómo disculparse, solo hay que darle tiempo. Ah, por cierto, como no los presenté, su nombre es Victoria y su apellido es Luna, como yo.

«Con que Victoria Luna... Luna».

—Y a propósito ella no es...

—Becky Luna, ¿qué crees que haces? Trae tu trasero devuelta ahora mismo o te traigo tomada por una oreja.

—Mi hermana, tengo que irme, adiós.

Becky ya había dado algunos pasos devuelta hacia su departamento, sin embargo, se detuvo y regresó a mí, al mismo tiempo vi que su hermana también caminaba hacia nosotros dando pasos largos y decididos.

—Espera, tengo que devolverte esto, lo necesitarás en el gimnasio.

No me acordaba que había dejado la toalla dentro de una de las bolsas de compra de la niña. La tomé y le agradecí por el gesto de haberla devuelto, sin embargo, más rápido de lo que dicen "ya" el objeto me fue arrebatado de las manos y de forma rápida miré hacia la culpable con desconcierto.

—Debería darte vergüenza, ¿cómo puedes rondar a niñas de doce años y encima aceptar sus regalos?

Después de escupir tales palabras se giró bruscamente y su cabello aún húmedo casi abofeteó mi rostro, llevándose mi toalla con una mano y a Becky tomada de la oreja con la otra, lejos de imaginar que me dejaba sumido e idiotizado con el olor que desprendía su cabellera.

«¿Esto cuenta como una tercera vez?».

Mientras se alejaban, surgió un deseo enorme de gritarle que no tenía derecho a maltratar así a Becky, ya que ella no había hecho nada malo. Y también que la jodida toalla era mía. Pero no, no dije nada, las palabras se quedaron atoradas en mi garganta por culpa del maldito nudo que nunca supe que se estaba formando allí. «¿Ahora también cree que soy un acosador de niñas de doce años?».

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