Capítulo 4: Actitud reprobatoria
CAPÍTULO 4
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ACTITUD REPROBATORIA
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Ciudad de Seoul, Corea del Sur
Oficina del presidente Kim
[1 meses antes]
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El timbre de su teléfono de escritorio suena y el señor Kim pulsa el botón que emite luces verdes intermitentes mientras se disculpa con la señorita Yura. Es su jefe de seguridad quien está en la línea y él lo pone en altavoz.
—Señor Kim, disculpe, me informan que su hija, está otra vez en la torre Azul del residencial Seoul Forest Trimage. Pero no se preocupe, no la hemos dejado sola, ha sido escoltada hasta el apartamento de su... novio, eh... prometido, quiero decir, del joven Jeon. Dos miembros de seguridad se han quedado en la puerta a esperar su salida.
La mirada de asombro y suspicacia de Yura queda desapercibida frente al señor Kim. Con la situación actual y como buen padre a él le preocupa, le disgusta y le abruma que su hija ande rondando ese residencial solo por estar detrás del chico que le gusta, pero le desazona más el hecho de no poder decirle las verdaderas razones cuando su hija no le obedece porque cree que no tiene sentido prohibirle que vaya al apartamento de su novio.
Estaba ardiendo en cólera por dentro, se sentía impotente por no tener el control total de la situación. Pero trató de disimular su pesadumbre frente a Yura.
Cuando al fin se percata de lo que la cantante acaba de escuchar en el altavoz, deja salir de su garganta una risa seca y carente de cualquier signo de energía, sus ojos tampoco sonreían evidenciando lo forzado de su actuar.
—Bien, su madre y yo pareciéramos haber perdido la audacia de mantener a raya a esa niña. Hablaré con ella más tarde. Por favor dile a la señorita Hang que marque el número de ese muchacho de inmediato.
La Idol parecía un poco incómoda con el asunto de la llamada, pudo notar que claramente al señor Kim le preocupaba que su hija estuviera rondando el lugar del matadero, el mismo espacio al que ella no quería volver a pisar en lo que le restaba de vida.
—Señor si no le importa, me retiro, dado el hecho de que no tememos más negocios por delante —la voz de Yura salió forzada, en una especie de hilo roto.
El presidente Kim Notó que los ojos de la joven estaban enrojecidos y tristes, parecía que luchaba con las lágrimas que amagaban con salir en contra de su voluntad.
En verdad le conmovió hasta el alma, figuraba en la muchacha a su propia hija, a quien jamás desearía que le pasara aquella atrocidad que la joven delante de él tuvo que vivir.
Se hizo hacia delante pegando su torso y casi quedando recostado sobre su escritorio para alcanzar la mano de la muchacha, que se había puesto de pie, y por un momento retenerla con suavidad entre las suyas.
—Yura-ssi, de verdad me apena mucho lo que te ha pasado, te prometo que haré todo lo posible por encontrar al desgraciado que te ha hecho mal —su tono saturado de condescendencia revelaba lo que sinceramente sentía y, lamentaba no poder ofrecerle algo mejor a la chica.
Al escuchar estas palabras, de la garganta de la muchacha se escapó un sollozo ahogado, a lo que inmediatamente con vergüenza ella volteó a ver hacia otro lado. Él aun sujetaba de forma delicada su mano.
—Sé que con eso no te voy a devolver lo que has perdido, pero al menos tendrás la satisfacción de que el culpable pague por su atroz delito —prometió antes de soltarle con sutileza.
Ella golpeó el aire con un sonoro suspiro, tragándose su llanto que amenazaba con más fuerza por salir y tomando valor volteó para ver al señor Kim a los ojos.
—Gracias, Señor Kim, es usted muy considerado, de verdad esperaré noticias de su parte. Y por cierto, no diré ni una palabra acerca de que su hija sale con un miembro de BTS. Ahora me retiro, usted es una persona muy ocupada, no le quito más su tiempo.
Al tiempo que Yura se retira de la oficina, el altavoz vuelve a sonar y el señor Kim pulsa nueva vez el botón mientras miraba a la cantante tomar su abrigo y luego salir de su oficina cerrando la puerta con excesivo cuidado.
—Señor, ya llegaron las tres candidatas, están esperando en la sala de juntas.
El señor mira hacia el aparato confundido, como si este fuera a leer su expresión.
—¿Tres?
—Bueno, verá, Min Young dijo que la joven que fue seleccionada del residencial Torres de Marfil se negaba a aceptar subir al al auto, pero una compañera de ella se ofreció a acompañarla y por eso accedió finalmente.
Un carraspeo sale de la garganta del hombre mayor. Y luego se escucha tragar su propia saliva. Había escuchado un par de historias sobre esa chica juntamente con solicitudes de su despido, pero consideraba que carecían de importancia. Agradecía no tomar una decisión drástica acerca de ella, pues ahora esa chica podía resultar ser la clave para salvar a su empresa.
—¿El residencial Torres de Marfil? ¿Esa no es la que obtuvo la mayor calificación en el perfil que requerimos?
El ya sabía la respuesta de antemano, sin embargo, preguntarlo era casi un acto perlocutivo, una perífrasis, su propia forma de recordarle a su empleado la importancia que conllevaba su reunión con la chica.
—Sí, señor. Pero es que parece tener un carácter algo particular, según me cuenta Min Young, ella dijo que no iría sola con un desconocido si no le explicaban y le probaban la cuestión de su cita con usted.
Al imaginarse la jocosa situación del señor Min, su chofer, al presidente Kim se le había olvidado su recién enfado y dejó salir una risa calmada.
—La señorita Luna, parece alguien interesante. Entonces por causa de ella tenemos tres candidatas —dice sin dejar de reír, más para sí mismo que para su secretario.
Otra línea suena en el teléfono del escritorio, a la cual el señor Kim necesita atender con urgencia volviendo a ponerse serio.
—Bien las atenderé en un momento. Hay algo de lo que debo ocuparme, no me tomará mucho tiempo —enuncia de forma un poco apresurada a su secretario antes de despedirse de él y terminar la llamada.
Respondió la otra línea, a lo cual el novio de su hija le devolvió con un respetuoso saludo.
—Hijo, no dispongo de mucho tiempo, así que voy a ser directo contigo.
El joven del otro lado de la línea carraspea y entre tartamudeos le explica que su hija se encuentra en su apartamento, cosa que él ya sabía, pero que no ha pasado nada de lo que piensa.
—Te he contactado por que ya lo sé. Si no supiera que Sakura está contigo no tuviera motivos para tomarme las molestias de llamarte —espetó sin ninguna culpa.
Hubo unos incómodos segundos de silencio, antes de que el muchacho empezara a tartamudear de nueva cuenta.
—Es que ella d-dijo que si no la d-dejaba pasar se quedaría todo el día frente a la puerta y...
—Sí, está bien, no me lo tienes que recordar, sé muy bien lo terca que puede llegar a ser esa niña. Y no me preocupa que le hagas nada, Jeon. Me impacienta que ella tenga que ir hasta tu apartamento para verte. No quiero que esto se vuelva a repetir, es la última vez que te lo advierto.
—Sí señor, lo entiendo. Sé lo que tengo que hacer. En cuanto inicie mis próximas vacaciones iré más seguido a su casa, señor.
El señor Kim cuelga la llamada sin responderle algo más que un breve "mhm" al muchacho. Ni siquiera se molestó en despedirse. Se pone de pie, se arregla un poco la corbata y se aproxima hasta llegar cerca de la entrada donde se encuentra colgada en un perchero su chaqueta para colocársela y salir hacia la sala de juntas.
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La chica bonita del Banner es: Sakura, la novia del Kukencio, ya introduje un poco su personaje en el capítulo uno.
Gracias por leer y además darme ánimos con sus comentarios.
¡Les quiero!
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