01. Bella arrives
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Solo yo podía tener un sentido de la organización tan insoportable cuando me encontraba bajo presión. Mis ojos pasearon por toda la habitación de Bella, buscando cualquier mota de polvo que hubiera quedado escondida entre muebles o en las esquinas de la habitación. Me acerqué a la cama y la estiré para que la frazada quedara lo más lisa posible.
No había visto a Bella en años.
Isabella era la primera hija de mi padre y otra mujer, quien lo había abandonado y se había llevado a Bella consigo. Al principio, ella solía venir a Forks cuando le tocaba la custodia a mi papá, pero después le tocó a mi padre ir a verla a Phoenix, y yo no lo acompañaba debido a la escuela. Solo nos llamábamos para nuestros cumpleaños y Navidad, pero después de eso, no tenía ninguna idea de quién era o cómo lucía Bella.
Yo había sido resultado de una noche de mi padre con otra mujer. Papá no me lo había querido decir de esa manera, pero no me tomó mucho tiempo deducirlo. Mamá jamás había estado presente en mi vida ni en la de mi padre. Lo único que tenía de ella era mi nombre, Victoria. Charlie me había criado desde bebé, y crecí con él. Él aprendió a ser padre conmigo, y yo me consideraba una persona muy agradable y educada, por lo que papá hizo un buen trabajo conmigo.
Sabía que Bella y papá no eran unidos, al menos no como él y yo. Pero eso no significaba que nosotras no pudiéramos llevarnos bien. Bella vendría a vivir con nosotros debido a que su madre se había ido de viaje con su novio, un jugador de béisbol de las ligas menores.
Mi teléfono emitió un 'tink' desde mi bolsillo. Lo tomé y vi un mensaje de mi mejor amiga, Sam.
SAM escribe:
¿Ya llegó?
TORY escribe:
Todavía no, papá fue a buscarla.
Me habría gustado alargar la conversación, pero oí la patrulla de papá doblar por la esquina. Rápidamente corrí escaleras abajo y metí la escoba en el armario. Me acomodé el cabello frente al espejo (inútil, debido a la constante humedad de Forks) y abrí la puerta de casa. Salí al mismo tiempo que ellos estacionaban frente a casa. Cuando vi a Bella, me sorprendí.
Estaba mucho más alta y había dejado crecer su cabello. Su piel era pálida y era muy linda.
—Bella, qué bueno volver a verte —sonreí, acercándome. No parecía muy adepta a los abrazos, por lo que me conformé con un apretón de manos rápido.
—Creciste, Victoria.
—Tory. Todos me llaman así —dije, y fui con papá a ayudarlo con las maletas. Entre los tres las subimos a la habitación de Bella.
—Hay una repisa vacía en el baño para ti —le dijo papá.
—Qué bien, un baño —respondió Bella. Me di cuenta de que ella no estaba para nada entusiasmada con la idea de vivir aquí.
—Yo escogí la ropa de cama. ¿Te gusta el morado? —pregunté, dejando la maleta sobre una silla.
—El morado es lindo, gracias —me dijo, aunque sinceramente seguía sin poder definir si los comentarios de Bella eran sarcásticos o simplemente eran parte de su personalidad. Papá, sin saber qué hacer, salió del cuarto.
—Bueno, mi habitación es el ático. Lo que necesites puedes pedírmelo —le dije. Ella asintió y yo salí. Rápidamente bajé hacia la cocina, donde había dejado mis deberes a medio hacer. Las ecuaciones avanzadas de matemáticas no se hacían solas, lamentablemente.
Habían pasado solo diez minutos cuando oí una bocina desde afuera. Miré a través de la ventana y sonreí al reconocer una vieja camioneta roja. Dejé mi lápiz y corrí a abrir la puerta.
—¡Jacob! —exclamé, corriendo a él. Este abrió los brazos y me recibió con gusto. No nos veíamos hacía una semana, y una semana para nosotros era demasiado. Me alzó y giró conmigo en sus brazos.
—¿Cómo estás, Tory? —preguntó cuando nos separamos del abrazo.
—Bien, Bella llegó hace unos minutos —respondí, mientras que mi padre saludaba a Billy, el padre de Jacob.
—¿Y? ¿Cómo es? —Jacob tenía un hambre insaciable de curiosidad.
—Es... amable —fue lo único que pude decir. Sinceramente no la conocía mucho y su actitud era bastante tímida con nosotros.
—Bella, ¿te acuerdas de Billy Black? —preguntó mi padre al ver a Bella bajar del porche. Billy estaba en una silla de ruedas, producto de la diabetes.
—Sí —respondió Bella, y le dio un apretón de manos —. Luces bien.
—Sigo bailando —bromeó Billy —. Me alegra que estés aquí. Charlie no paró de hablar de ti desde que supo que vendrías.
—Ah, sí, no cerraba la boca —agregué, solo para poner a mi padre más incómodo. Billy me guiñó un ojo por seguirle la broma.
—Sigue exagerando y te meto en el lodo —le dijo papá a Billy. Todos reímos un poco.
—Después de que te dé en los tobillos —Billy avanzó con su silla hacia papá y se alejaron para jugar en la calle. Rápidamente decidí presentar a Bella y Jacob.
—Bueno, Jacob, ella es Bella, mi hermana. Bella, él es Jacob Black, mi mejor amigo —dije.
—Hola, Bella —la saludó Jacob.
—Hola —respondió Bella.
—Antes hacíamos pasteles de lodo, de niños —recordó el chico de cabello largo.
—Sí, me acuerdo —sonrió ella, y Jacob rió. Bella miró a nuestros padres —¿Siempre son así?
—Empeoran con la edad —respondí yo, mientras que ambos adultos se acercaban a nosotros. Charlie puso una mano en la caja de la pick up y miró a Bella.
—¿Y? ¿Qué te parece? —le preguntó.
—¿Qué cosa? —cuestionó la mayor.
—Tu regalo de bienvenida —indicó papá.
—¿Esto? —Bella sonrió.
—Se la acabo de comprar a Billy —explicó papá.
—Así es —afirmó Billy.
—Reconstruí el motor para ti —agregó Jacob. Finalmente noté que Bella estaba entusiasmada con algo.
—¡Ah, por Dios! ¡Es perfecto! —dijo, abriendo la puerta de la pick up del lado del conductor para ver el interior. Jacob y yo subimos del otro lado.
—Tienes que pisar el pedal dos veces para la velocidad, fuera de eso todo funciona —dijo Jacob.
—¿Este? —preguntó Bella, pisando el pedal mientras encendía el motor.
—Sí, ese —Jacob asintió mientras sentíamos al motor encenderse.
—¿Quieres que te lleve a algún lado o a la escuela?
—Voy a la escuela en la reservación —le explicó Jacob. La reservación Quileute solo admitía alumnos que fueran descendientes de la tribu Quileute, por lo que yo y él no íbamos a la misma escuela, y era una pena.
—Ah, claro. Lástima, me habría gustado tener un amigo —dijo Bella.
—Descuida, viene por aquí cada dos por tres. Es insoportable en un punto —bromeé, y Jacob me dio un codazo que me hizo reír.
Charlie se acercó a la ventanilla y llamó nuestra atención.
—¿Te gusta? —insistió.
—Me encanta, papá. Muchas gracias —sonrió Bella.
—Mi única condición es que lleves y traigas a Tory de la escuela si los horarios coinciden. Solo eso —le pidió.
—Sí, no habrá problema —aseguró la chica de tez pálida.
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Tal como Charlie lo había pedido, Bella condujo la pick up roja conmigo como acompañante. Estacionó en la escuela y bajé del vehículo.
—¿Nerviosa? —le pregunté a Bella.
—Un poco —admitió.
—¿Quieres que te acompañe?
—No, gracias —dijo. Asentí y caminé hacia adentro del campus. Rápidamente llegué a mi casillero, donde Samantha, Lily y Trini esperaban ansiosas toda la información que pudiera darles de mi hermana mayor. Abrí el locker y comencé a meter los libros de física allí.
—¿Y? ¿Cómo es? —preguntó Sam, acomodándose una vincha celeste en su cabello pelirrojo.
—Tímida, callada... pero agradable —respondí —. La reconocerán enseguida.
—Claro que sí. No hay mucha gente nueva aquí en Forks —agregó Trini.
—En realidad, hay algo que no saben.
Lily logró captar mi atención y la de las otras dos chicas.
—¿Ubican a los Hale?
—¿Rosalie y Jasper? —los nombré.
—¡Sí! Su hermano vuelve del intercambio que hizo en Alaska con Inglaterra. Empieza hoy mismo —nos informó.
—¿Otro rarito? Espero que no sea tan poco educado como su hermana —se quejó Sam.
—O raro como Jasper —coincidió Trini.
—Oigan, démosle una oportunidad. Todavía no lo conocemos. Tal vez sea como Alice.
—Solo a ti te cae bien Alice Cullen —me recordó Sam. Me encogí de hombros.
—Me siento con ella en Química. Tiene que caerme bien.
—Claro, porque te adelantaste una clase en Química —recordó Sam.
—Y por suerte no la dejaron adelantarse en Física. ¿Qué sería de Sam sin su compañera que sí sabe sobre las leyes de Newton? —Trini molestó a Sam.
—Ay, cállate —murmuró esta antes de que sonara el timbre. Las cuatro nos organizamos para llegar juntas al vestuario del gimnasio luego de clase y cada una se fue para su aula. Cuando atravesé la puerta del laboratorio, encontré a Alice ya sacando sus libros y apuntes.
—Hola, Alice —la saludé. La chica Cullen, más pálida que Bella, sonrió.
—Hola, Tory. ¿Trajiste las fotocopias que pidió Webber? —me preguntó. Mentalmente me golpeé la cabeza con la palma de mi mano.
—Ay, no. Mi hermana llegó a Forks y lo olvidé completamente...
—Sí, lo supuse —rió Alice, y me entregó las cinco hojas que el profesor había pedido para la clase —. Saqué una copia extra para ti.
—Gracias, Alice. Te la pagaré.
—Que ni se te ocurra —advirtió en broma la pelinegra, y sonreí.
—Bien, saquen sus copias y comiencen a resolver las actividades. Con los apuntes que hicimos el viernes deberían poder resolverlas, pero si tienen dudas pueden llamarme —dijo el profesor Webber. Alice y yo rápidamente nos sumergimos en química orgánica y anillos de carbono.
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A la hora de la comida, me invité a la mesa de Jessica para sentarme con Bella. Y en especial, porque era una mesa libre de hombres en ese momento.
—¿Qué tal tu primer día?
—Bueno, deportes no es lo mío —dijo Bella.
—Bueno, es de familia —bromeé, y abrí mi limonada. Le di unos sorbos mientras oía a Angelina y Jessica hablar de las ideas para el próximo reportaje escolar. Fue entonces cuando Bella volteó a ver por la ventana y tocó mi brazo.
—¿Quiénes son? —preguntó, mirando a Alice y a Jasper entrar al buffet.
—Ah, Alice Cullen y Jasper Hale, hijos adoptivos del doctor Cullen. Se mudaron de Alaska hace algunos años —le respondí. Alice me saludó con la mano y le devolví el gesto —. Y los que entran ahora son Rosalie Hale y Emmet Cullen. Rosalie y Jasper son mellizos.
—No socializan con otros —indicó Angelina.
—Es que andan juntos. Rosalie y Emmet son pareja, como Alice y Jasper —dijo Jessica con indignación.
—Jessie, ellos no son parientes —aclaró Angelina.
—Pero viven juntos, es raro. El doctor Cullen es Cupido y padre adoptivo —bromeó Jessica.
—Tal vez me adopte —sonrió Angelina, también bromeando.
—¿Y quién es ese? —preguntó Bella. Mis ojos se entrecerraron al ver a Edward Cullen entrar al buffet.
—Es un idiota —dije.
—Es Edward Cullen. Es guapísimo, pero nadie es suficiente para él, ¿a quién le interesa, no? —le dijo Jessie. Bella miró a Edward sentarse con sus hermanos. Noté que el nuevo Hale no estaba sentado con el resto.
—Bella, no pierdas tu tiempo —gruñí. Ella corrió la mirada y sonrió, algo avergonzada.
—¿No te cae bien? —me preguntó.
—No. El año pasado Emmet pasó al lado mío corriendo y tiró mis libros. Edward pasó caminando y ni siquiera se molestó en juntar uno que estaba delante suyo. Lo esquivó y siguió de largo. Un caballero ayuda a una chica a juntar sus libros del suelo, ¿no crees?
—Ah, sí —afirmó Bella.
—Bueno, Edward no es ningún caballero —dije, mordiendo mi manzana.
—Pero es tan guapo... —insistió Jessie.
—La belleza no lo es todo —no quería pecar de ser diferente, pero probablemente yo era la única que jamás había caído en el encanto de los Cullen. Me pregunté si el nuevo se sentaría con sus hermanos, pero no los veía.
—¡Cuidado! —la voz de uno de los chicos de mi generación me hizo ver al centro del buffet. Vi cómo Sam pisaba una cáscara de banana mientras volteaba a ver al chico que había intentado advertirle. Se resbaló y cayó sobre su espalda, con un grito.
Yo fui la primera en correr hacia ella, mientras el resto la rodeaba, preocupados.
—¿Está bien?
—Creo que oí algo romperse.
—Pobre Samantha, qué papelón.
—Sam, ¿estás bien? —le pregunté, sentándola.
—Sí. Ayúdame —me pidió. Le tendí mi mano y ella se levantó. De pronto se dobló, y sus ojos se aguaron.
—¿Qué pasa?
—Me duele la espalda. Muchísimo —se quejó.
—¡Que alguien llame al director! —pedí en voz alta. Rápidamente la recosté en el suelo y me quedé junto a ella hasta que un adulto responsable nos dijera qué hacer.
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Sam tenía una costilla fracturada. Jamás creí que las cáscaras de banana fueran tan letales, pero al parecer todo era la excepción cuando se trataba de Sam. Después de asegurarme de que la ambulancia se la llevara consciente, corrí a mi clase de física. Llegué agitada, y entré cuando el profesor estaba copiando nuevas fórmulas en el pizarrón.
—Lamento llegar tarde, señor, pero...
—La señorita Yang ya me explicó lo que sucedió, espero que la señorita Thomas esté bien. Siéntese, Swan —me dijo, señalando con la fibra que tenía en la mano mi asiento. En la misma mesa había un chico rubio, pálido como ninguno, quien ni siquiera me miró. Me senté junto a él y saqué mi cuaderno rosa y mi bolígrafo con un pompón en la punta.
Él rio nasalmente.
Volteé a ver a Trini, quien moduló con su boca 'Hale'. Por lo visto, este era el chico nuevo y parecía ser igual que sus hermanos.
Comencé a copiar las fórmulas mientras que el profesor miraba el libro de ejercicios para ver cuál haríamos hoy. Comencé a copiar lo que estaba escrito en el pizarrón, ignorando al rubio que me miraba de reojo.
—Jóvenes, hagan los ejercicios 32, 33 y 34. Pero el 34 “D” no, ese lo haremos mañana entre todos —dijo nuestro profesor.
—Genial —murmuró mi compañero, tirando la cabeza hacia atrás. Realmente nadie parecía querer hacer los ejercicios.
—Cuando los terminen, pueden retirarse —ese levantó el interés de todos. Hale sacó su libro de física y rápidamente lo abrió en la hoja correspondiente. Yo, por mi lado, pasé una hoja de mi cuaderno y comencé a copiar lo que estaba en el pizarrón otra vez.
—¿Qué haces? —preguntó el rubio de mala manera. Sus ojos eran exactamente igual al resto de los Cullen - Hale: dorados.
—Escribo.
—Pero ya tienes las fórmulas en la hoja de adelante.
—Sí, pero estas son para mi amiga, se cayó en el buffet y...
—Bueno, no te pregunté la historia de tu vida —me cortó él. Abrí un poco la boca para contestarle, pero la terminé cerrando y copiando. Cuando terminé, escuché como Hale arrancaba la hoja de su cuaderno y se acercaba al profesor.
—A ver... —Webber se acomodó sus anteojos en el puente de su nariz y leyó las respuestas —. Excelente, chicos. Pueden irse, no olviden retirar el certificado en la oficina...
Hale ya había juntado sus cosas y, literalmente, huido. Volteé a ver a Trini, quien se veía igual de escandalizada que yo. El chico Hale era grosero y un patán. Junté mis cosas y me despedí de ella y del profesor. Al salir, pensé en ver si Hale estaba en la oficina del principal, y si era así, dar unas vueltas hasta que se fuera. Pero al pasar, no lo encontré. Entré y llamé la atención de la secretaria.
—Swan, ¿cómo se adaptó tu hermana? Es su primer día, ¿verdad? —me preguntó con su normal amabilidad.
—Creo que sí. La vi rodeada en la comida —contesté mientras recibía uno de los certificados. La curiosidad me picó en la garganta, y no pude detenerla —¿Pasó alguien más a retirar el certificado?
—Ah, sí. Harry Hale —con que Harry era el nombre del chico. Asentí y le agradecí por el certificado. Salí y miré el reloj desde afuera. Faltaba una hora para que Bella saliera. Caminé hacia la clase de química y la llamé desde la puerta. Ella se acercó.
—¿Qué pasa? —me preguntó de buena manera.
—¿No me darías las llaves de la pick up? Prefiero esperar dentro del auto a que salgas —le pedí.
—Ah, sí, claro —respondió ella. Volvió a su mochila y vi que le había tocado con el idiota de Cullen. Volvió y me dio las llaves.
—Gracias.
—De nada —respondió ella. Comencé a caminar hacia la salida de la escuela y me detuve en el exterior. Mi cerebro conectó neuronas y pensé: ¿cómo hizo Hale para retirar el certificado si del salón a la oficina son casi dos minutos y a mí me había tomado solo uno juntar mis cosas y salir? Lo lógico habría sido al menos verlo salir de la oficina.
Sacudí la cabeza y corrí para meterme en la pick up ya que estaba lloviendo a cántaros.
Sam y yo somos muy amigas. Muy amigas. Pero las amigas, normalmente, comparten sus desgracias. Pero en nuestro caso era sufrir las mismas. Metí mi Converse en un charco que, para mi mala suerte, tenía algo resbaloso. Me fui para atrás, apreté las llaves y cerré los ojos, lista para el impacto.
Pero en vez de sentir el frío y duro suelo, sentí un par de fríos y duros brazos que me atajaron a centímetros del suelo. Miré hacia arriba y vi a Harry, a quién le goteaba el cabello, mirarme con una sonrisa algo creída.
—Lenta y torpe —dijo, empujando mi espalda para que me incorporara.
—Uhm... —me tragué mis palabras de odio y me acomodé el cabello, ya mojado por la lluvia —... gracias.
—¿Ya te vas? —preguntó, mirando las llaves de la pick up todavía apretadas en mi mano.
—Voy a esperar a mi hermana —contesté —. Gracias por... bueno, lo que hiciste.
Lo dejé con la palabra en la boca, y me metí en la pick up. Miré mis pantalones húmedos y luego volví a mirar al exterior para ver si seguía ahí. Pero ya no había nadie allí. Solo las gotas de lluvia que golpeaban con furia el concreto.
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