CAPÍTULO SEIS

Con nada más que una mochila en su espalda, salió del edificio dejando las llaves en recepción, y avisando que la próxima mañana unos amigos suyos vendrían a buscar las cajas de mudanza. El viejo portero, el señor Han, se despidió con un abrazo deseándole buena suerte en las montañas, donde dijo que iría a tener un tiempo de relajación. Haber mentido no era lo difícil, todos confiaban siempre en él por ser un muchacho honesto que proviene de un pueblo humilde, pero… si supiera de su asquerosa procedencia, del lado de la sociedad que nadie conoce, donde humanos comparten sangre con animales… ¿Ellos aún confiarían en su palabra? ¿Le tendrían miedo?

La simple idea de que Minah te tema, o se sienta asqueada de él, le rompe el corazón. Sin embargo, ya nada importa, porque ha sido quien decidió dejarla, ahuyentando sus emociones que con tanto esmero ambos cosecharon. Cuando alguna vez estuvo perdido, fue ella quien lo encontró, fue Minah la única persona que trató de conocerlo, le dio su confianza, su cariño, su calidez… Todo lo que jamás podría aceptar de ninguna otra mujer.

Casarse con Jisu, la hija menor de los Jung, no es más que un formalismo para generar una digna descendencia, un próximo alfa heredero de la manada. Ella proviene de la segunda familia más poderosa del Clan, es común que sus padres se fijarán en su sangre. La conoce desde que eran unos mocosos en la pradera, desde siempre ha sido una niña reservada, callada pero autoritaria, pese a ser menor que su hermano Hoseok, se mostró más efusiva a las órdenes que él, a quien su familia considera un alfa demasiado blando.

Jisu es indudablemente hermosa, no hay nadie en la manada con dos ojos que ven bien, capaz de decir lo contrario. Pero no es Minah, no tiene la risa de Minah, no adora las películas románticas como Minah, no hace el bulgogi como Minah, y mucho menos tiene la dulce mirada que su novia le daba cada noche. No existe amor honesto entre ambos.

— Hyung… —distraído con sus propios pensamientos, no se percató que el auto se detuvo. TaeHyung, su hermano menor, lo había buscado en la parada de bus para traerlo él mismo a casa— los muchachos quieren hacerte una bienvenida, estaremos en el restaurante de los Jeon. Date un baño y ven. —bajando del auto ya estacionado, lo dejó allí en silencio, con su propia cabeza martillando de la culpa.

Podía notar la actitud distante de TaeHyung con los años, se ha mantenido al margen siempre, actuando como si no existiera un vínculo de hermandad. Lo entiende, de alguna forma, siempre lo ha sabido, para el castaño ver a la señorita que hace llamar su mejor amiga –a quien también ha amado por años– casarse con su hermano mayor es un golpe bastante duro.

Ve su espalda marcharse mientras comienza a caminar alejándose de la cochera de su mansión.

Suspira frustrado.

Se dio cuenta de los sentimientos de su hermano cuando aún eran unos niños, él había estado rondando alrededor de la pequeña Jung durante toda su infancia, tratando de captar su atención. Y lo conseguía, sin dudas, él era el único capaz de hacerla reír, solo con él ella salía de su cápsula. Su madre la obligaba a verse como una señorita, ser prolija, educada, y nunca jugar sucio como los varones. Trataba de mantener esa imagen limpia, hasta que aparecía el menor de los Kim en la pradera, con sus sonrisas cuadradas que la llevaban a manchar sus vestidos de encaje para revolcarse en el lodo.

¿Podría TaeHyung perdonarlo algún día? Tal vez, lo que su hermano siempre esperó dentro de su corazón, es que nunca volviera de la ciudad.