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CAPÍTULO UNO
La ciudad de Seúl es muy diferente al pueblo alejado de la civilización donde NamJoon creció toda su corta vida, más allá de los enormes edificios que lo rodean, las personas actuaban distinto. Había una vibra diferente en las personas, caminaban por allí usando sus teléfonos, salían en las noches a divertirse y podían juntarse amorosamente con más de un individuo a la vez. Eso, para él, era una locura que llegó a abrumarlo. Por otra parte, la Universidad le sentó bien, la escuela de filosofía era increíble, enriquecer su cerebro con conocimientos nuevos cada clase lo hacía sentir un hombre dichoso. Aún recuerda el primer día de clases, usando unos lentes negros, una chaqueta verde que su hermano menor le obsequio y cargando algunos libros en las manos buscaba el salón que le dieron para la primera clase.
Habían pasado diez minutos y no lo encontraba, comenzaba a frustrarse, se sentía perdido. Sus instintos estaban sobreestimulados por la carga de personas a su alrededor, le costaba concentrarse porque su olfato, visión e incluso oído escuchaban todo de cada alumno. Respirando acelerado, los libros cayeron de entre sus brazos cuando una mano delicada se posó sobre su hombro.
—¡Ah! —reaccionó, volteando. Una chica de cabello negro y estatura baja estaba allí de pie sonriendo, con velocidad se colocó de cuclillas para recoger los libros esparcidos por el suelo.
—Lamento asustarte, es que te vi desorientado. ¿Es tu primer día?
—S-Si. —asintió, recibiendo sus cosas.
—El mío también, voy a filosofía. ¿Y tú?
—¡Yo también! —reaccionó sorprendido. Carraspeo— Me llamó Kim NamJoon, soy nuevo en la ciudad, un gusto.
—Hum, hola Kim NamJoon. Mi nombre es Jo Minah, ¿quieres que vayamos juntos a clases?
—Me encantaría. —suspiró.
Había quedado encantado con su amabilidad, los días comenzaron a pasar y era divertido escucharla decir cualquier cosa que pasara por su mente, Jo Minah se convirtió en su primera amiga en Seúl. Gracias a ella conoció a otras personas, amigos que llegaron para quedarse, su vida había pasado de ser regida por las reglas a convertirse en el dueño de sus decisiones, inolvidable cada día. Para NamJoon, la pelinegra se había vuelto más que una simple chica con la que estudiar en sus ratos libres, era en lo único que pensaba en las noches, en las mañanas, en las tardes…. en todo maldito momento.
En la vida de los lobos, el amor es más que una relación breve, es un pacto sagrado que solo se concluye una única vez. Siendo un alfa, tenía más que claro que debía casarse con una pretendiente de la manada a la cual se unirá en cuerpo y alma.
Sin embargo, Minah se convirtió en su musa. Aprendió a amarla, de forma humana, suave, despacio, a su tiempo.
Las noches en su apartamento, viendo películas que nunca antes vio, oyendo canciones de amor, riendo con juegos de mesa absurdos. El amor era maravilloso al lado de Minah.
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