CAPÍTULO DIECISIETE

Es poco decir lo insuficiente que se ha sentido al permitir que su cuerpo caiga rendido ante el cansancio y dolor. Fueron alrededor de ocho años sin entrenar, no estaba nada preparado para tres noches bajo el intenso fuego de las mazmorras, sin agua o comida, pero incluso el lobo más experimentado estaría sufriendo. Fueron noches difíciles, y aullando a la luna como hace mucho no hacía, suplicó tener la voluntad para volver a huir. Esta vez, sin fallos.

Sin embargo, su padre entró a la celda. No venía a charlar o disculparse, no, él había entrado para noquearlo. No dijo mucho, su mano se alzó con una sonrisa en su rostro hasta impactarla en su cuello. Mientras sus ojos se cerraban y su cuerpo caía rendido al caliente suelo de piedra, distinguió por un segundo lo que era culpa en aquel Alfa de linaje puro que era su progenitor. De niño lo admiraba, en su adolescencia le temía, y en su adultez, desea permanecer lejos de todo lo que impone.

En la manada su padre es un líder ejemplar, gracias a él ha evolucionado mucho en los últimos años. Y los lobos pueden expandirse más cómodamente por los alrededores, viven tranquilos con la seguridad de que nadie puede dañarlos. Ni los humanos, ni las otras manadas. Es debido al fuerte instinto de guerra de Jong In que los otros Clanes temen de enfrentarse a la furia del Alfa Kim, pero, cuando él desista de su cargo quien lo asuma debe ser aún más capaz y fuerte ante las batallas.

Por eso, que sea su primogénito es tan importante. NamJoon es fuerte, pero, ¿es capaz?

Con sus manos encadenadas, el moreno comienza a abrir sus ojos borrosos del cansancio. Los dos hombres que lo sostenían se alejan al ya poder mantenerse de pie por sí solo.

— ¿Qué carajos…? —susurra alarmado.

El altar en el que se encuentra es iluminado por la hermosa luz de la luna, debajo de los escalones, el pueblo entero lo observa con sorpresa. A él y a ella. Jisu tiene un velo rojo sobre su rostro, utiliza un hermoso vestido tradicional de su Clan y en sus manos hay una rosa. Pese a tener tela sobre su rostro, podía distinguir un par de ojos hinchados de tanto llorar, y sus labios fruncidos de la impotencia.

— ¡Hermanos! —la potente voz de su padre se dio a conocer mientras subía al altar— ¡Estamos aquí está noche de luna llena para unir a dos almas puras! Mí primogénito, el futuro líder de la manada —los aullidos de los lobos transformados entre la multitud se mezclaron con gritos de alegría— y su prometida, Jung Jisu. ¡Frente a la luna van a jurar eterno amor y así quedar enlazados durante el resto de sus vidas!

NamJoon comenzó a sudar en frío, no podía continuar así, no podía llegar a eso. Pero, si se transformaba o planeaba comenzar una pelea, podría herir a algunos aldeanos, entre ellos a los niños. Y eso es algo que no quisiera. Volvió a ver a Jisu, ella se mantiene recta de brazos tensos. Su padre coloca una mano sobre su hombro.

— Jung Jisu, ¿Juras frente a nuestra diosa amar solemnemente a tu Alfa, líder y eterna pareja para lo que resta de vida? —con miradas ansiosas los ojos fueron puestos en la jovencita. Ella, debajo de su velo rojo, se mantuvo en silencio, buscando entre la multitud alguna alternativa, alguna salvación. Pero no la halló.

— Yo… sí, juro.

— Y tú, Kim NamJoon, primer hijo de los Kim del Norte, mí heredero. ¿Juras frente a nuestra diosa proteger, y formar una familia al lado de tu prometida? En tus manos será puesto el deber de una manada, y con ella, la vida de miles. Al cuidar a tu esposa cuidas nuestra integridad y el legado de generaciones.

El lobo miró a su padre lleno de rencor. Tan solo verlo le generaba una sensación de repulsión que nunca antes sintió por otra persona.

Entonces, estando a punto de abrir la boca para dar una respuesta desde el fondo de su corazón… alguien más gritó.

— ¡Me opongo!