━ prologue: the moon called like a sun.
𝐏𝐑𝐎́𝐋𝐎𝐆𝐎
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❝ 𝐋𝐀 𝐋𝐔𝐍𝐀 𝐋𝐋𝐀𝐌𝐀𝐃𝐀 𝐂𝐎𝐌𝐎 𝐔𝐍 𝐒𝐎𝐋 ❞
Quince días habían pasado desde que la rebelión había terminado. El rey loco, Aerys Targaryen, había caído y con él, el largo reinado de los Targaryen sobre Poniente. Un nuevo rey se hallaba ahora sentado en el trono de hierro, Robert Baratheon había sido elegido, y parecía que la paz pronto regresaría. Sin embargo, el dolor de las pérdidas sufridas durante la guerra, aún pensaban sobre los corazones del pueblo.
Delian Emberth, el señor del Claro de la Luna, también conocido como el Hijo de la Luna, había regresado a su amado y añorado Norte con el corazón fragmentado, el espíritu aplastado y el alma desgastada.
Durante la larga rebelión había perdido a incontables allegados. A unos los había visto caer en medio del campo de batalla a manos de sus enemigos y a otros los había visto caer por sus propias manos. No había tenido opción, pues peleaban por defender causas diferentes, pero el pesar, por haberles arrebatado la vida a aquellos con los que alguna vez había brindado su copa y había compartido risas, lo atormentaba.
Pero su pesar más grande no era acusa de aquello. No. Su pesar más grande lo provocaba el hecho de no haber podido proteger y salvar a dos de las mujeres más importantes de su vida: Lyanna Stark y Elia Martell. Dos bellas e increíbles mujeres a las que amaba como si compartiesen sangre, como si fueran sus hermanas. Dos bellas e increíbles mujeres que habían muerto solas, lejos de sus hogares, sin tener la culpa de nada.
La casa Emberth estaba muy ligada a la casa Stark desde que ambas habían sido fundadas y Delian al ser el hijo mayor de su casa había estado destinado desde joven a convertirse en la mano derecha del mayor de los hijos Stark de su época, Brandon. Debido a ello, había pasado mucho tiempo con todos los miembros de aquella casa, formando fuertes lazos con ellos y en especial con Eddard y Lyanna.
La joven y brava Lyanna era como la hermana menor que siempre había querido. Su forma de ser lo tenía ensimismado. Nunca había conocido a una mujer con tanta rebeldía y tan poco miedo como ella. Le había sido imposible no encariñarse de ella y ella de él. Siempre que ella necesitaba alguien con quien hablar o en quien apoyarse, que no fuera uno de sus hermanos, él estaba ahí para ella. Siempre que él necesitaba algún consejo o un confidente, ella estaba ahí para él. Siempre estaban ahí el uno para el otro.
Sin embargo, Delian no había estado ahí para evitar que fuera secuestrada por el desgraciado de Rhaegar Targaryen y debido a ello, tampoco había podido evitar su trágica muerte.
Lo mismo le había sucedido con Elia, no había estado ahí para evitarlo.
La casa Emberth y la casa Martell rara vez habían tenido relación en los siglos pasados, ya que la luna y el sol no parecían ser capaces de llevarse bien, no eran compatibles. Pero todo había cambiado cuando Delian, siendo muy joven, había partido de su hogar a Dorne para mejorar su esgrima y aprender nuevas formas de combate. Durante su estancia allí había desarrollado una amistad con algunos miembros de la casa Martell, principalmente con Oberyn y Elia.
La joven y delicada Elia se convirtió rápidamente en su mejor amiga, pues con ella se sentía como en casa. Ella era bondadosa, inteligente y muy perspicaz. Parecía que para ella, él fuera como un libro abierto, pues siempre sabía lo que pasaba por su cabeza y lo mismo sucedía a la inversa, por lo que no había secretos entre ellos dos. Tenían una amistad sincera y plena, donde los dos siempre hacían lo posible para apoyar y ayudar al otro.
Bien era sabido por todos la estrecha relación entre ellos e incluso había sospechas de que existiese una relación amorosa entre ellos, lo que incentivó los rumores sobre que las casas del sol y la luna por fin se unirían en aquella generación. Sin embargo, si realmente hubo amor entre ellos, quedó escondido en lo más profundo de sus corazones, pues ambos terminaron casándose con personas diferentes.
Delian siempre estuvo ahí en los momentos importantes de la vida de Elia. Estuvo ahí cuando se le permitió viajar fuera de Dorne por primera vez, en su boda con Rhaegar Targaryen, en el nacimiento de sus dos hijos... Pero no estuvo ahí cuando Amory Lorch y Gregor Clegane la mataron a ella y a sus hijos de la forma más atroz.
De su mente no se iba la imagen que había presenciado al llegar a la Fortaleza Roja junto a Ned: la joven Rhaenys tenía el cuerpo lleno de decenas de puñaladas, el pequeño Aegon tenía el cráneo aplastado y la hermosa Elia tenía el cuerpo ensangrentado y las ropas resquebrajadas (no quiso ni pensar como habían acabado así).
Lo primero que había sentido era desconcierto, luego un gran dolor y finalmente una ira inmensa. El único motivo por el cual no había matado a los dos hombres que habían cometido aquel horrible crimen era porque Ned se lo había impedido, pero había jurado a los dioses que algún día sin duda cobraría venganza.
Una sensación similar había sentido cuando había encontrado el cuerpo de Lyanna ensangrentado e inmóvil en aquella fría cama dentro de la Torre de la Alegría. Sin embargo, Rhaegar ya había muerto y no había nadie a quien pudiera dirigir su ira. Aun así, había jurado que jamás olvidaría ni perdonaría lo sucedido.
¿Por qué Lyanna había tenido que morir? ¿Por qué Elia había tenido que morir? ¿Por qué los hijos de esta última habían tenido que morir?, se preguntaba sin parar Delian. Eran inocentes, no habían hecho nada malo y no se merecían haber muerto tan jóvenes ni de la forma en que lo hicieron, por los errores que otros habían cometido.
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Al llegar al Claro de la Luna, Delian había sido recibido por su esposa embarazada con los brazos abiertos. Alysanne ya estaba enterada de las trágicas noticias cuando él llegó, pues los cuervos habían volado rápido hasta el Norte, y tuvo que contener sus lágrimas para no aumentar el dolor de su marido cuando él se derrumbó en sus brazos.
Después de aquello, Delian se había encerrado en una de las habitaciones para que sus hombres no viesen el dolor y la culpa que lo consumían, negándose a salir o a alimentarse.
Su mayor deseo en esos momentos era coger un caballo y cabalgar hasta Invernalia para estar con los miembros de la casa Stark, quienes seguramente estaban pasando por un dolor igual o mayor al suyo.
Quería disculparse ante Lyarra Stark por no haber cumplido su deber de proteger a sus hijos. Quería decirle al joven Benjen Stark que ahora debía ser más fuerte que nunca, tal y como su hermano Brandon y su hermana Lyanna lo habían sido. Quería decirle a Catelyn Tully que no juzgase a su marido por haber regresado con un hijo bastardo, pues él necesitaba de su apoyo. Quería decirle al pequeño Robb Stark, aunque no fuera a entenderle al ser un bebé, que debía hacer todo lo posible para animar los días de su padre. Quería decirle a Ned... No, no había nada que pudiera decirle a su amigo más que palabras que no llenarían el corazón de ninguno ni mitigarían su dolor. Solo quería estar con él, acompañándolo en aquellos duros momentos.
Sin embargo, no podía irse del Claro de la Luna. Alysanne estaba en la última recta de su embarazo y no podía dejarla sola más tiempo del que ya la había dejado durante la guerra. Además, no deseaba perderse el nacimiento de su segundo hijo, pues no había sentido nunca mayor alegría que cuando había visto nacer a su primer hijo, Eikar.
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Treinta y un días después de la rebelión, Delian escuchó desde la habitación en la que permanecía encerrado, el grito de dolor de su esposa. Se levantó y salió de allí de inmediato, dirigiéndose hacia la habitación de matrimonio que ellos solían ocupar.
Al llegar, se encontró a varias de las sirvientas atendiendo a Alysanne que acababa de romper aguas. El suelo y la cama en la que reposaba ella estaban cubiertos de sangre. Con preocupación, se acercó hasta ella y tomó una de sus manos con fuerza. Alysanne lo miró con una expresión llena de dolor que acongojó el corazón de Delian.
—Todo saldrá bien —le dijo con voz tranquilizadora.
Sin embargo, a medida que el tiempo avanzaba, la sangre se extendía más por las blancas sábanas y los gritos de dolor que escapaban de los labios de Alysanne inundaban el ambiente. Delian, al igual que todos los que estaban atendido el parto, supieron que algo no andaba bien. Alysanne era una mujer increíblemente fuerte, resistente, con una salud de hierro y apenas había sufrido dolor o alguna complicación durante el parto de Eikar años atrás. A pesar de que entonces era primeriza, todo había ido sobre ruedas y ni siquiera había durado mucho.
Delian rodeó la mano de su esposa con ambas suyas mientras le decía palabras tranquilizadoras y trataba de transmitirle su fuerza. Parecía calmado, pero estaba hecho un manojo de nervios y no paraba de implorar a los antiguos dioses porque todo saliera bien, porque Alysanne sobreviviese al parto y su hijo naciese sano y salvo.
—Ya está aquí, ya está aquí —escuchó que decía la comadrona.
Fue entonces que Delian, quien había permanecido observando el rostro de su esposa, que se dio cuenta de que su segundo hijo acababa de nacer. A diferencia de que cuando Eikar nació, no hubo ni un poco de llanto y llevó la mirada hacia la comadrona aterrado, temiendo que el bebé hubiera nacido muerto. Sin embargo, no parecía ser el caso.
—Es una niña —dijo ella, pero había algo en su expresión que no estaba bien.
Antes de que pudiera preguntar que sucedía, otra de las mujeres se acercó y se tapó la boca horrorizada y sorprendida tras haberle echado un vistazo.
—Está... marcada —murmuró la comadrona con duda.
Delian no entendió a qué se refería y las miradas de asco que las mujeres dedicaban a su hija, lo molestaron de sobre manera. Pese a no querer hacerlo, soltó la mano de Alysanne y se incorporó para arrebatarle a la comadrona el bebé de sus brazos.
Justo en ese momento, los ojos de la pequeña se abrieron por primera vez y los ojos marrones de Delian se encontraron con dos orbes grises y brillantes. Le pareció que estaba observando dos pequeñas lunas llenas de pura plata y por unos segundos, quedó ensimismado.
No tardó mucho en descubrir el motivo del horror de las mujeres, pero siguió sin entender porque se habían escandalizado tanto. Una marca de varios tonos más oscuros que la piel del bebé descansaba debajo de su ojo izquierdo, extendiéndose por todo el parpado inferior. No tenía una forma completamente nítida, pero a él se le asemejó a una luna en cuarto menguante, por lo que entendió aún menos el escándalo. Es decir, su hija había nacido con una marca que representaba a la perfección a la casa Emberth. ¿Qué mejor señal que esa para indicar que la pequeña sería un miembro que honraría a su casa más que nadie?
—Déjame verla —pidió Alysanne con voz cansada.
Delian regresó a su lado sin dudarlo y se sentó sobre la cama. Con mucho cuidado, le tendió al bebé y en el proceso, pudo notar como los brazos de ella temblaban. Alysanne casi ni tenía fuerzas para sostenerlo bien, así que tuvo que ayudarla. Observó su rostro mientras que ella observaba a la pequeña maravillada y notó la extrema palidez que había cubierto su piel. Llevó, entonces, la mirada hacia al maestre con preocupación y este no tardó en instar a las mujeres a intentar detener el sangrado de su señora.
—Es tan preciosa —susurró su esposa, acariciando con la yema de los dedos de su mano derecha la curiosa marca que adornaba el pequeño de su hija.
—Lo es —corroboró él—. Has hecho un gran trabajo, Aly —ella elevó ligeramente las comisuras de sus labios agradecida ante sus palabras—. ¿Estás... bien?
—Estoy bien —respondió, pero él pudo notar que mentía.
Conocía lo suficientemente bien a su esposa como para saber cuando mentía y cuando decía la verdad, y esa vez estaba cien por cien seguro de que mentía. Sin embargo, ella estaba tratando de disimular manteniendo una sonrisa en el rostro, por lo que él también se forzó a sonreír.
—¿Cómo deberíamos llamarla? —preguntó entonces.
Alysanne permaneció en silencio y pensativa unos minutos y mientras trascurrían, se pudo notar que su respiración se iba volviendo más irregular.
—¿Qué tal Elia? —respondió al fin en forma de pregunta.
Delian estaba luchando por mantener las lágrimas controladas, pero en cuanto la propuesta para el nombre llegó a sus oídos, una lágrima se le escapó.
—¿Estás segura de que te parece bien?
—Por supuesto que sí, sé cuán importante era Elia para ti —contestó llevando sus verdes ojos a los marrones de él—. Además, dijiste que harías todo lo posible por que la casa Emberth no la olvidase jamás, así que... ¿Qué mejor forma de recordarla y honrarla que dándole su nombre a nuestra hija recién nacida?
Su marido fue incapaz de decir nada en un principio, completamente conmovido. Normalmente, a una mujer no le gustaría que su marido amase tanto a otras mujeres como amaba Delian a Lyanna y Elia, pero Alysanne no era como las demás mujeres. Alysanne conocía bien la relación que el hijo de la luna había tenido con la princesa sol y la doncella lobo, sabía cuánto le importaban ambas. Incluso había tenido el privilegio de conocerlas a ambas y ver como se comportaba con ellas, y, sorprendentemente, había sido una de las cosas que la había enamorado de él. La forma en que las trataba como si fueran lo más preciado del mundo la había conmovido y había deseado por mucho tiempo que él la tratase de igual manera; cosa que, gracias a los dioses, había llegado a conseguir.
—Y me sentiría muy orgullosa si nuestra hija se vuelve una mujer tan maravillosa y fuerte como lo era Elia... o Lyanna —continuó diciendo con una sonrisa y un par de lágrimas que se escaparon de sus ojos.
Delian apretó los labios, tratando de contener sus lágrimas y cuando creyó haberlo conseguido, aproximó su rostro al de ella para dejar un tierno beso sobre su frente.
—Gracias, muchas gracias —susurró para después darle otro beso.
—Decidido después —regresando la mirada a su hija y se inclinó para depositar un beso en su pequeña cabeza—. Nuestra Elia Emberth.
Sería extraño e irónico para muchos que una luna hubiese recibido el nombre de un sol, pero para la pareja no había nombre más adecuado que aquel.
Alysanne continuó mimando a la pequeña durante largos minutos, acariciando sus mejillas, besando su frente y diciéndole cuan hermosa era. Fue cuando los mimos cesaron que lo poco que el corazón de Delian se había reparado al haber nacido su hija, se rompió de nuevo. La mano de Alysanne había caído a la cama, el brillo de sus ojos se había ido y por primera vez, el llanto del bebé inundó la habitación.
—¿Aly? —la llamó Delian con la voz quebrada.
El maestre, quien fue la primera persona después de él en reaccionar, se apresuró a acercarse para tomar al bebé en sus brazos, mientras que su señor abrazaba el cuerpo inerte de su señora y las lágrimas comenzaban a caer por su rostro. Delian llamó su nombre incontables veces, pero no hubo respuesta alguna. Alysanne nunca volvería a responder a su llamando, nunca volvería a dedicarle su bonita sonrisa, nunca volvería a mirarle con el amor que lo hacía y nunca volvería a trasmitirle el calor que tanto lo reconfortaban.
Un grito desgarrador escapó de sus labios, rompiendo el corazón de sus sirvientes, aumentando el llanto de su hija menor y causando el llanto de su hijo mayor, quien esperaba tras la puerta de la habitación para darle la bienvenida al nuevo miembro de la familia.
Ese día Delian perdió a la tercera mujer a la que amaba y aunque ganó a otra a la que le daría todo el amor que ya no podría darle a ninguna de ellas, el dolor por sus pérdidas jamás se desvanecería y el vacío que dejaron en su corazón jamás sería llenado.
El rumor sobre ello, sobre que la esposa del señor de la casa Emberth, la fuerte y respetada Alysanne, había fallecido tras dar a luz a una niña maldita, no tardaría en llegar a cada rincón del Norte y posteriormente a todo Poniente, denigrando el nombre de su casa.
Pero no importaba si eran denigrados o rechazados, si trataban de echarlos abajo o si la oscuridad los acechaba, la luna siempre se mantendría en lo alto del cielo nocturno, demostrándoles a todos que jamás dejaría de brillar, que se mantendría fuerte e inmutable.
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Este es el prólogo más triste que he escrito hasta el momento, pero era completamente necesario para que entendieseis la trama de la historia.
Con este prólogo he aclarado que el hecho de que nuestra protagonista tenga el mismo nombre que Elia Martell no era una simple casualidad o que a mí se me hubiese olvidado la existencia de este personaje. También ha servido para indicaros como comenzaron los rumores de que estaba maldita, aunque si esto es verdad o no, se revelará a lo largo de la historia.
Además, quería haceros saber que existe la posibilidad de que algún día escriba una precuela, situada antes y durante la rebelión de Robert, donde Delian sería el protagonista y os contaría sus relaciones con los Stark, los Martell, su esposa, etc.
Por último decir que mi intención era publicar un anexo con información de la casa Emberth antes del prólogo, pero entonces me dí cuenta de que os haría spoiler sobre la muerte de Alysanne, así que ese anexo lo publicaré en unos días.
Espero que os haya gustado y eso. ♥
Marie Weasley.
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