━ four: a new mother.
𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎
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❝ 𝐔𝐍𝐀 𝐍𝐔𝐄𝐕𝐀 𝐌𝐀𝐃𝐑𝐄 ❞
El mediodía había pasado ya horas atrás en el Claro de la Luna y todavía se escuchaba el chocar de las espadas mientras que el heredero de la casa Emberth, Eikar, entrenaba junto a su maestro. Llevaban desde después de la comida practicando esgrima y ya habían estado varias horas durante la mañana, pero el joven Eikar no parecía cansarse o aburrirse. Disfrutaba cada estocada, movimiento y estrategia, incluso si en ocasiones perdía. Su hermana menor lo contemplaba desde el otro lado de la cerca, maravillada con la gracilidad que poseía para su corta edad. Había visto a Robb Stark practicar y le había parecido impresionante, pero Eikar estaba en otro nivel y no lo pensaba así únicamente porque era su hermano, era la verdad.
Fue una hora antes del atardecer que el maestro de armas dio por finalizado el entrenamiento y Eikar no tuvo más remedio que resignarse a recoger su espada. Elia se apresuró a ir hasta él con un trapo limpio para que se secase el sudor de la cara.
—Has estado increíble, hermano —lo alabó ella con una sonrisa.
—Gracias, Elia —respondió tomando el trapo y limpiándose—. ¿No te has aburrido solo viéndome practicar?
—No, ha sido fascinante —contestó con clara emoción en su mirada.
Elia poseía cierto interés en la esgrima o el tiro con arca y Eikar, siendo consciente de ello, había estado tentando de enseñarle muchas veces. Sin embargo, su maestro de armas se había reusado, indicando que una dama no necesitaba usar armas o aprender a pelear. Él no podía estar en mayor en desacuerdo, no entendía porque una mujer no podía pelear si era lo que quería hacer. Además, según su padre y su tío Jorah, su madre sabía usar el arco.
—¿Has recibido algún cuervo de Robb últimamente? —inquirió ahora cambiando de tema y observó como su hermana negaba con la cabeza.
—Ninguno desde el último en que anunciaba que su hermana Arya había nacido.
Cerca de dos años habían pasado desde que había conocido al joven lobo y al resto de los Stark, y no los había vuelto a ver desde entonces, pues su padre estaba demasiado ocupado en el Claro de la Luna como para tener tiempo de llevarlos a Invernalia. Sin embargo, Robb y ella habían mantenido el contacto a través de cuervos que se enviaban de vez en cuando.
—¿Lo extrañas? —cuestionó Eikar con expectación y un ligero rubor no tardó en inundar las mejillas de Elia ante la repentina pregunta, por lo que sonrió.
—N-No es como si lo hiciese, solo... solo me gustaría volver a verlo —arrastró las palabras sonando un poco nerviosa mientras chocaba y separaba sus dedos índices sin parar.
La sonrisa de Eikar se amplió. Le era claro que su hermana había tomado cariño al joven Stark en el poco tiempo que había pasado con él y no le sorprendía en lo más mínimo que fuera así, pues desde que había conocido a Robb había pensado que sería un buen amigo para Elia.
—Seguro que él también quiere verte —indicó él, pero Elia negó rápidamente.
—Él tiene muchos amigos, así que probablemente apenas se acuerde de alguien como yo —repuso con voz baja y triste.
Eikar apretó los labios, odiaba como su adorada hermana se menospreciaba y todo a causa de cómo era tratada por los demás. Odiaba aún más que se viera inundada por la tristeza debido a ello, no se merecía perder la sonrisa por unas personas desagradables que no tenían respeto por nada ni nadie. Si al menos no le importase lo que dijesen, todo sería más fácil. Pero, desgraciadamente, Elia no tenía la fortaleza para afrontar aquello y que no le afectase.
—¿Quieres que vayamos a montar a caballo? —Cambió nuevamente el tema en un intento de animarla, pues sabía cuánto lo disfrutaba.
Elia alzó la cabeza casi de inmediato y se pudo ver como sus grises ojos refulgían de ilusión.
—¿¡Podemos!?
—¡Por supuesto! —respondió Eikar con la misma energía—. Preguntémosle a padre si quiere acompañarnos.
Acto seguido, giró sobre sus talones y comenzó a dirigirse hacia el interior del castaño y Elia no se demoró en colocarse a su lado y agarrarse a uno de sus brazos. Ambos hermanos recorrieron diversas estancias en busca de su padre sin éxito, hasta que finalmente escucharon su voz salir desde dentro del gran salón. Extraño, pues casi nunca usaban esa habitación.
Eikar empujó la puerta para abrirla, olvidándose de llamar antes y por lo tanto sorprendido a los tres adultos que había dentro: su padre, un hombre al que reconoció como el señor de la casa Belnir, Lord William, y una mujer que si no se equivocaba era la hermana de este último, Lady Anna. La extrañeza creció en ambos hermanos, pues aunque los Belnir eran una de sus casas vasallas, rara vez pasaban por el castillo sino era para eventos especiales, como fiestas, justas o reuniones entre señores.
—Sentimos interrumpir, no sabíamos que estabais reunido, padre —se excusó Eikar haciendo una leve reverencia de cabeza que Elia imitó.
Delian se había puesto tenso nada más ver a sus hijos entrar y ahora una mueca permanecía en su rostro. Los Belnir lo miraron con expectación y él los miró a ellos, sintiéndose presionado. Inspiró profundamente, llevó la mirada a sus hijos y al fin habló:
—No os preocupéis, llegáis en buen momento —dijo mientras les indicaba con una mano que se acercaran y cuando ellos lo hubieron hecho, miró de nuevo a los Belnir—. ¿Os acordáis de Lord William y su hermana Lady Anna?
Los dos niños se limitaron a asentir sin saber que estaba sucediendo y Delian tras dudar internamente unos segundos, se puso de cuclillas frente a ellos y posó una mano en el hombro derecho de Eikar y la otra en el hombro izquierdo de Elia. Les sonrió y ellos no lo percibieron, pero le había costado formar aquella sonrisa.
—Decidme, ¿qué os parecería tener a Lady Anna como vuestra nueva madre? —inquirió entonces y la pregunta cayó como un balde de agua fría sobre sus hijos, más en Eikar.
—¿Qué? —musitó el mayor de los dos aturdido.
Elia apretó el agarre sobre el brazo de su hermano notando como este comenzaba a tensarse.
—He estado pensando en casarme de nuevo, con ella —continuó Delian mirando de reojo a la aludida, quien le dedicó una muy cordial y bella sonrisa.
—¿Y qué hay de madre? —cuestionó Eikar tras asimilar lo que su padre decía.
La pregunta dejó anonado a Delian y en sus oscuros ojos, por unos segundos, se pudo percibir un atisbo de duda y tristeza.
—Vuestra madre estaría de acuerdo con que continuase mi vida y vosotros necesitáis una madre, sobre todo Elia.
La mencionada bajó la mirada mientras apretaba los labios y contenía las lágrimas, incapaz de intervenir en lo más mínimo.
—¡No puedes reemplazar a madre con una desconocida! —exclamó Eikar con indignación y el rostro consternado de la ira.
—¡No pienso reemplazarla, nadie puede reemplazarla! —repuso Delian elevando la voz más que él—. Pero yo no puedo daros el amor de una madre ni puedo ayudar a Elia con los asuntos de mujeres.
—¡No te cases por un motivo así! —replicó una vez más Eikar. Las lágrimas ya se habían aglomerado en sus ojos y algunas se deslizaban por sus blancas mejillas; fue una visión que desgarró el pecho de Delian en sobremanera—. ¿¡A caso la amas siquiera!?
No hubo respuesta por parte del mayor. Delian era uno de los hombres más honestos que podías encontrar en el Norte y jamás sería capaz de mentir sobre lo que se hallaba en su corazón. Y lo que se hallaba era que seguía únicamente amando a su esposa Alysanne. Pero pensaba que tenía derecho a continuar, a intentar amar a alguien nuevo y darle una madre a sus hijos. Creía que era lo mejor para él, para ellos, para su familia.
—¡Ni siquiera la amas y quieres que lo aceptemos! —acusó Eikar con el ceño fruncido—. ¡No lo aceptaré!
Tras culminar su última frase, se zafó del agarre de Elia y salió corriendo del gran salón.
—¡Eikar! —gritó Delian, pero su hijo no se detuvo.
Elia miró aturdida el lugar por donde había desaparecido su hermano, luego miró a su padre quien lucía un semblante triste y dolido, y finalmente a los dos hermanos Belnir, quienes no parecían saber muy bien cómo actuar debido a la situación. Hizo una rápida reverencia hacia ellos y sin decir palabra, se dio la vuelta y corrió tras Eikar.
—¡Hermano! —lo llamó cuando lo encontró varios metros por delante en un pasillo, pero nuevamente no se detuvo.
Con alguna lágrima ya cayendo y elevando la falda del vestido, la pequeña aceleró la marcha hasta que finalmente lo alcanzó y lo forzó a detenerse sujetando su ropa por la espalda. Eikar se giró con resignación y el corazón de Elia se estrujó al ver su rostro lloroso. Para él, quien había tenido la suerte, de conocer y vivir con su madre por tres años, toda aquella situación le era más dolorosa que para ella. El tener que aceptar una nueva madre cuando nunca jamás se había olvidado de la anterior y aún la añoraba cada día no era fácil.
—¿Tan malo es? —Se atrevió a preguntar Elia con duda—. Padre tiene derecho a ser feliz, ¿no?
—Por supuesto que lo tiene y honestamente no me opongo a que se case de nuevo si así lo desea... —Se interrumpió a sí mismo para intentar controlar sus emociones porque decir aquello le dolía, no quería que su madre fuera reemplazada—, pero no con esa mujer, ni siquiera la ama.
—Podría llegar a hacerlo con el tiempo... —sugirió Elia y la expresión de Eikar se crispó.
—¿¡¿De verdad te parece bien!? —le gritó enojado.
Elia no pudo evitar no asustarse, pues no estaba acostumbrada a ver a su hermano enfadado y menos con ella, por lo que terminó retrocediendo un par de pasos y agachando la cabeza. Eikar se sintió mal al darse cuenta e inspiró hondo.
—Lo siento, no quería asustarte —se disculpó—. Es solo que... no entiendo como te puede parecer bien. En las pocas ocasiones que nos hemos encontrado con Lady Anna, ella nunca te ha tratado bien y no me vayas a decir que nunca has notado el desprecio con el que te mira —le advirtió antes de que ella fuera a hablar—. Cree en esos absurdos rumores de que estás maldita, ¿así que cómo podría ser una buena madre para ti?
La pequeña junto sus manos y las apretó mientras mantenía la vista en ellas no pudiendo mirar a su hermano en ese momento a los ojos.
—Si padre puede llegar a ser feliz con ella, no me importa —susurró.
—¿Y no te importa si tú no lo eres? —cuestionó Eikar, pero por la expresión de su hermana ya podía intuir la respuesta y no le gustaba en absoluto.
—Yo... os arrebaté a madre, no tengo derecho a quejarme o a pensar únicamente en mi felicidad.
Esa fue una confesión que le costó y dolió expresar y que resquebrajó el corazón de su hermano. Elia nunca lo decía, pero Eikar la conocía tan bien que sabía que ella siempre se había sentido culpable por el fallecimiento de su madre. Incluso si ni su padre, ni él, ni los Mormont, que eran las únicas personas de la que debería importarle su opinión sobre el tema, la habían culpado jamás.
—No fue tu culpa, Elia. —Tomó su mentón, pues ella seguía sin mirarle y le dedicó una leve sonrisa para confortarla—. Y estoy seguro de que madre fue feliz de darte a luz, al igual que padre y yo somos felices de tenerte con nosotros. Eres nuestra luna de plata.
Luna de plata era la forma en que solía llamarla su padre en plan cariñoso y la forma en la que la llamó su tío Jorah cuando la vio por primera vez, pues sus orbes grises eran dos perfectas lunas de platas, lo mirases como lo mirases.
La conversación terminó ahí, ya que incluso con aquellas palabras, Eikar no consiguió suavizar la culpa con la que cargaba su hermana, y ambos se retiraron a sus respectivas habitaciones.
⚜
Al día siguiente, sin más demora, Delian anunció públicamente su compromiso con Lady Anna Belnir y la tensión entre Eikar y él no hizo otra cosa que crecer. Elia siguió sin saber qué hacer y en medio de su confusión se decidió por escribirle un cuervo a Robb Stark.
«Mi joven Lord:
¿Cómo os encontráis? ¿Se haya vuestra familia bien? ¿Y vuestra hermana Arya? ¿Crece sana?
Os escribo para comunicaros que mi padre va a contraer nupcias con Lady Anna de la casa Belnir, aunque quizás para cuando este cuervo os llegue a Invernalia ya os hayáis enterado por otros medios.
Parece ser que mi padre no la ama, pero ha decidido hacerlo pues considera que es lo mejor para mi hermano Eikar y para mí. Sin embargo, Eikar no podría estar en mayor desacuerdo y apenas habla con padre ahora. Me preocupa.
No sé a quien debería apoyar. Lady Anna no es precisamente fruto de mi devoción, pues nunca ha sido amable conmigo, pero tal vez ella pueda conseguir que padre vuelva a ser feliz. Se lo merece después de todo el dolor que ha pasado y todos los seres amados que ha perdido.
Honestamente, no estoy segura de si tengo derecho a opinar, porque yo fui la causa de que tanto mi hermano como mi padre perdieran su felicidad. Fui yo quien les quitó a madre.
¿Qué es lo que debería hacer?
Quizá no tengáis ninguna respuesta para darme, así que me disculpo de antemano por si os hago sentir presionado. Solo quería compartir esta preocupación con alguien.
Cordialmente,
Elia Emberth.»
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