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vi. The Curse: The Vampire and the Wolf

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situado en the curse — capítulo ix. el vampiro & la loba

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«Uno caerá por familia.»

Elijah había desestimado la profecía e, incluso después de la advertencia de su hermana, le era amargo reconocer que había subestimado al oponente. La voz de Freya funcionó como un recordatorio de aquello que le era inevitable, también como si se tratase de campanas anunciando la muerte de un rey. La voz de Rebekah era baja en su mente y decía: «Sí podemos controlar la profecía, quizás la podamos cambiar» y el cuerpo de Elijah expedía inseguridad ante tal conclusión. Aceptó el plan de Rebekah porque debía y así selló su destino: detrás del deber, viene la muerte.

Elijah apretó las manos sobre el volante mientras su mente rota se dividía en múltiples pedazos, era débil por ello solo podía ver el rostro de Rebekah siendo el último clavo en el ataúd. Elijah quería darse un baño. Tal vez el agua tendría la capacidad de deshacer el sentimiento de sostener el cuerpo frío y la piel áspera de su hermana después de haberle clavado la daga. Aunque tenía un problema después: la imagen no desaparecería.

Estar en el ataúd es sentir dentro de tu cuerpo como el tiempo pasa, el hambre es voraz y la impotencia mortal. Siempre había demostrado aversión ante esa práctica tan extrema y común por parte de su hermano, muchas veces la discordancia le ganaba un viaje a su ataúd. Mientras manejaba por las calles de Nueva Orleans sentía que volvía a estar dentro del estrecho espacio de madera.

Tomó el volante con una mano, se soltó la corbata y desabotonó los primeros botones de la camisa. Inhaló y contó hasta cuatro, exhaló en cuatro tiempos.

La idea de volver al complejo no le entusiasmaba, al contrario, suponía una carga pesada. Tener que mentirle a su familia le producía náuseas y distaba de gozar con el deseo de manchar la noche de Niklaus. Rebekah volvió a aparecer en su mente: «Quiero que Nik tenga esta noche». Al menos, en eso sí concordaron. Elijah le daría su noche de paz y cargaría con los demonios. Los malos hábitos mueren lento.

¿Qué hacer ahora?

La pregunta no existió por mucho tiempo en su mente. Pensó en su apartamento; el castigo de la soledad, especialmente en una festividad tan familiar como lo era navidad, le parecía adecuado más antes de cruzar en tal dirección, las luces de las casas y risas que escuchó mientras una pareja pasó frente a él le hizo saber que no le apetecía estar solo. ¿Era ese un pensamiento egoísta?

Impulsado por algo más grande que su autocompasión y miseria, siguió derecho y con una dirección en mente. En él, quedaban retazos de la esperanza que tuvo más temprano en la noche. Ya no era su noche pero concluyó que podía tomar lo que hubiese quedado y hacerlo suyo. ¿Quién podría detenerlo? La vida, con frecuencia, tomaba más fuerza de la que le brindaba.

El camino a la casa de Andrea fue rápido y sin obstáculos. Un mensaje del universo quizá: hacer de su alrededor un infierno, para así, otorgarle un camino claro y fácil al cielo. Elijah quería eso: paz. La Divinidad se basa en creencias y Elijah no era un creyente, más saber que existía la posibilidad de que, pese a todo, alguien trabajaba en su favor le tranquilizó. Por una noche el creer no lo mataría.

Fue así que cuando Andrea abrió la puerta, había disuelto la trenza que tenía en la cena y su cabello caía en ondas que enmarcaban su rostro en un aspecto adorable, no tenía maquillaje pero su piel parecía brillar contra la luz, no tenía el vestido que hacía juego con su traje pero lo que Elijah asumió era su ropa de dormir pues lucía relajada, el vampiro se convirtió en testigo de ser más grandioso y hermoso que jamás había visto.

Reconoció la sonrisa tímida y oyó que palabras salían de sus labios pero Elijah estaba perdido: le era una tarea magistral poder juntar las palabras para que el mensaje que Andrea le daba tuviese coherencia. ¿Cómo podía ella ser tan hermosa? La luna debía amar a Andrea para entregarle tanta belleza solo a ella.

En su cuello reposaba el collar con la pieza de zafiro que le regaló, sintió el corazón latir en sus oídos.

De repente, su presente desastroso no era tan ruidoso. Frente a él, yacía un futuro brillante.

Elijah subió la vista. La preocupación y sorpresa en el rostro de Andrea le obligó a ella a acercarse a él. Elijah creyó entender un: «¿Estás bien?» de sus labios pero realmente solo quería besarlos.

Elijah no rompió el contacto visual y Andrea tomó su respuesta cuando él, de manera instintiva, llevó su mano hasta su mejilla, la acunó y acarició su piel y Andrea se derritió bajo su toque.

Cualquiera podría argumentar que Andrea no era una diosa y Elijah tendría las suficientes pruebas para objetar tal sentencia.

—¿Quieres entrar? —Andrea le miró por sobre sus pestañas, con ojos esperanzadores y un tono amable.

En respuesta, Elijah tocó la mejilla derecha de Andrea con su mano libre y se arrastró hacia ella como si fueran dos imanes que debían estar juntos. Elijah la besó como si necesitará de Andrea para vivir, cómo si ella tuviese la vida de él en sus manos. Elijah demandó todo de ella en un beso pese a que Andrea tenía el control sobre él. La segunda premisa no le afectaba en absoluto a Elijah. Quería a Andrea pero no quería que fuese así, aún así, fue primitivo: Andrea estiró su cuello y Elijah lo tomó como su hogar, Andrea olía fresco; una combinación de vainilla con jazmín conjunto a tintes de canela. Elijah bajó una mano hacia la cadera de Andrea mientras mantenía otra por detrás de su cuello, la necesitaba cerca.

Andrea colocó sus manos en las mejillas de Elijah y lo trajo frente a ella para unir sus frentes. Era un bálsamo, pero Elijah no sabía decir si fue el beso o Andrea misma.

La piel de Elijah era suave y la sombra de la barba con la que Andrea lo conoció le hizo sonreír. Era de esas sonrisas que eran tan brillantes como el sol y extraordinarias como una luna llena. Andrea era arte, de ese que debía ser capturado para siempre.

—¿Te puedes quedar?

Una invitación y una súplica que Elijah no rechazó.

Ambos entraron. La casa de Andrea que distaba en tamaño del complejo, era un lugar que le regalaba una serenidad que Elijah se había encontrado así mismo necesitando más de una vez en su ausencia.

—¿Te gustaría ir a dormir?

Elijah apretó la mano que sostenía de Andrea, una sonrisa que Andrea clasificó como tierna se reflejó en sus labios.

—Me encantaría.


















•••

n/a: hace menos de un mes releí ciertas capítulos de the curse y llegué al capítulo diez, cuyos comentarios me dan risa cuando ven que el opening scene es elindrea juntos pero sin detalles. entonces se me ocurrió mostrarles cómo se llegó a eso jajajs, cronólogicamente este tendría que ser el final de capítulo nueve para que después de pie al capítulo diez que ya todos leímos 😅

tenía toda la intención de actualizar the rival antes que volver a subir un one shot por aquí pero el capítulo está largo y le estoy huyendo jajajs sin embargo prometo que se viene si o sí y sé que les va a gustar, nos leemos pronto 💙

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