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[THIRTEEN]

Pasaban las tres de la madrugada en el reloj digital del dormitorio de Park Jimin cuando su teléfono celular estalló en vibraciones que le hicieron gruñir el diccionario prohibido para alguien que desea ser un impecable profesional.

—¿Qué?

Contestó de mal humor. Si era Taehyung para pedir disculpas a esa hora o alguno de los Lee, que seguían de viaje familiar, ya se las verían con él por sacarlo de la calidez de su cama.

No se había molestado en comprobar el registro de llamadas, porque de lo contrario habría reparado en que sumaban doce y un mensaje de voz demasiado obsceno para situarlo con la persona que identificaba el remitente en sus contactos.

Aún así, el embotado cerebro de Park Jimin seguía alucinando cuando una voz desconocida se estabilizó en la línea.

—¿Es usted Park Jimin?

Algún mecanismo de defensa, aprendido a fuerza de lidiar con las borracheras de su padre o de los acreedores tocando a su puerta para que pagara las deudas que por años perturbaron la frágil estabilidad de su hogar, lo hicieron despertar del todo.

La luz de la segunda habitación del departamento de los Lee se llenó de luz, mientras Jimin localizaba sus lentes de descanso y se incorporaba correctamente en la cama.

—¿Por qué necesita mi confirmación? ¿Quién…?

—Mire señor Park, ni yo mismo quería hacer esto, pero creo que ni los drogadictos más colocados soportan los alaridos de Min Yoon Gi. Por muy doctor que sea, es un pedazo de imbécil cuando está ebrio. Dio su número para que le llamáramos hace tres horas y desde entonces ha estado gritando su nombre como un poseído. Venga a la Delegación de Itaewon y llévese al doctor del infierno. Si pudiera le rebajaría la fianza, pero se pasó dos altos y le faltó el respeto al oficial jefe del turno.

Jimin metabolizaba todo aquello en cámara lenta. Sin embargo, se las arregló para farfullar una disculpa e inventar que Yoongi estaba bajo tratamiento por estrés post traumático después de los sucesos de la línea tres del metro de Gangnam.

Algo que pareció calmar al pobre oficial de guardia que le había contactado. Pedir un taxi a esa hora era una hazaña, así que tuvo que ir en autobús y mientras las calles cambiaban trató de hacer inventario de cuándo fue la última vez que pisó una estación de policía.

La respuesta era seis años atrás, cuando recién iniciaba la facultad y Chanyeol fue condenado a ocho años de pena por golpear a su madre hasta provocarle una hemorragia interna que finalmente la arrancó de este mundo. 

"No llegaste hasta aquí para eso, estás aquí para sacar a ese idiota que tienes como tutor y salvarle el culo. Un favor que te dará para vengarte con creces."

—Finalmente … 

Un oficial que no pasaría la treintena casi saltó detrás del mostrador cuando el castaño ofreció su identificación. Minutos después, Jimin se enteraba que era el mismo hombre que había llamado a su móvil, por petición, bueno mandato agresivo, de Min.

El amable Kim Kibum respiró con alivio antes de llegar a la celda donde Yoongi atormentaba a dos pobres diablos con una disertación sobre por qué vivían en el país más conservador del universo.

—Min, han venido a por ti. Libra a nuestras almas de tu culo erudito y lárgate.

Las palabras del oficial Kim podrían haber tenido un efecto más explosivo, pero lo que fuera que tuviera que decir antes de posar su mirada en Jimin fue sustituido por una sonrisa de rosáceas encías.

Joder, quién era aquel hombre y qué había hecho con el circunspecto doctor Min que horas antes le había abordado en la terraza del Hotel Plaza.

El traje a medida estaba arrugado y los primeros botones de la camisa abiertos para develar la perfección de una piel que pocas veces habría estado en contacto con el sol.

El cabello azabache estaba despeinado en todas direcciones, solo para resaltar esa aura de problemático que debía haber tenido cuando era mucho más joven.

—Jimminie… viniste por mí.

El tono casi seductor con que se dirigió al menor parecía no tener discusión, pero tanto el castaño como el oficial de turno se esforzaron por creer que eran los efectos del alcohol y la mente extraña del doctor haciendo de las suyas.

La fianza de Yoongi era un cifra exorbitante incluso para lo poco que había hecho. Jimin decidió hacerse cargo, solo para cobrárselo a su debido tiempo. Se sentía casi como Don Corleone, pero con su tutor nunca se sabía.

Abandonaron la Delegación enzarzados en una discusión por tomar un Uber o hacerse a la idea de caminar. De todas maneras, la casa del doctor no estaba tan alejada de la estación policial, al quedar enmarcada en la misma área residencial en Itaewon.

—Puedo llamar a la hora que sea al servicio de taxis. Le salvé la vida al jefe de esa corporación hace un año.

—Eso es mezquino, y haga el favor de comportarse adónde va. No seré responsable si se lastima otra vez.

—No necesito una jodida niñera, Park. Solo estaba bromeando cuando le dije al idiota del oficial que te llamara.

—Se aprendió mi número de memoria y dijo que solo yo contestaría. Así que se me hace que es de los ebrios que pierde la chaveta con facilidad.

Una sonrisa cínica iluminó las facciones del más pálido antes de relamerse los labios.

—Tengo mis peculiaridades.

—¿Como cantar ópera en italiano y sacarle el dedo corazón a los del patrullero mientras reclama sus derechos como ciudadano?

—¿No tuvo adolescencia acaso? Por Dios, no me diga que siempre fue el conductor asignado que perdió la virginidad en la universidad. Eso es patético.

Jimin no supo en qué momento la conversación había tomado a su persona como protagonista, menos cuando estrechó la distancia al punto de atrapar las solapas de la camisa de Min y fulminarle con la mirada.

—Escúcheme bien, hijo de puta. Si no quiere que lo deje en el arcén o consiga el video de la estación de policía donde se ridiculiza como el cabrón bipolar que es, se va a tragar su discurso de mierda y me acompañará hasta su casa. Allí preparemos un café lo suficiente fuerte para que las neuronas se le vuelvan a conectar correctamente y yo pueda volver a la seguridad de mi cama con toda la tranquilidad que debería disfrutar ¿Lo ha entendido o tengo que hacerle un mapa con flores y unicornios?

El aliento fresco que rememoraba los rastros del dentífrico en la boca de Park se mezcló con las notas del whisky que emanaban de Yoongi.

El doctor ladeó la cabeza como si lo viera todo por primera vez, reparando en las anticuadas gafas de montura negra que traía el menor casi al final de la punta de la nariz. Min sonrió antes de subirlas con un pálido dedo.

—Entendido, señor Park.

Se burló antes de tambalearse peligrosamente. Jimin tuvo la previsión de rodearle la cintura para encontrar la rozadura de los puntos de refuerzo bajo la parrilla costal izquierda.

Aquel irresponsable se había embriagado ridículamente aún cuando seguía recuperándose de una operación delicada. Una mezcla de preocupación con aprensión se agitó dentro del más joven antes de encontrar los ojos tristes de su tutor.

Por qué el aire estaba cambiando entre ellos otra vez. Por qué se sentía responsable y a la vez deseaba dejarlo a su suerte en medio de la noche.

—No dejaré que arruines mi primera cirugía.

Masculló Park y antes de que Yoongi pudiera cuestionar a qué se refería se encontró casi encima de la espalda del menor en clara alusión a que terminarían el camino cuesta arriba, de esa manera hasta cierto punto dulce en que las parejas solían apoyarse.

Min cruzó los brazos en torno al esbelto cuello de su pupilo y dejó que las manos del joven le afirmaran por los muslos hasta rectificar su peso sobre la fibrosa espalda.

—Pesa más de lo que aparenta …

—Tú hueles como el paraíso …

Jimin intentó mantenerse serio, pero se le escapó la risa al comprobar el deprimente espectáculo que era Min subido a su espalda, ronroneando sandeces como un gato, al pasar frente a los escaparates de una boutique.

—Me debe la fianza y la indemnización por daño moral.

—Te daría el mundo entero si me lo pidieras. Eres tan cálido, corazón mío.

Jimin negó. Sus quejas fueron correspondidas con coqueteo,  y en ocasiones, palabras sucias de parte de Yoongi. Palabras que le hicieron reír y ruborizarse como no recordaba hacer en mucho tiempo.

Cuando el tramo de escaleras que daba paso a la calle de la residencia donde Min tenía su casa se hizo visible, Jimin suspiró.

—No estoy tan mal para torturarte con los escalones.

—¿Qué no estabas cansado y adolorido?

—Un joven guapo e inteligente se ha encargado de despejarme.

—Aún así, no me arriesgaré  a que se te vaya una sutura de refuerzo. Último tramo, te dejaré sano y salvo en tu casa.

Yoongi no contestó, pero Jimin pudo percibir el cambio en la respiración que le acariciaba la nuca desde los últimos minutos. Después de una pelea por el código de acceso, la gravilla que serpenteaba hasta el parqueo y un jardín iluminado por pequeñas estatuas de tigres y dragones quedó a la vista. Tutor y pupilo alcanzaron el porche principal de la casa con aires postmodernos en la que Min tenía su residencia en Seúl.

Jimin no pudo evitar que un silbido en respuesta a sus emociones se le escapara después de retirarse los zapatos en el pasillo y aceptar las pantuflas del hogar que Yoongi le tendía.

—Joder, sí que facturas…

Por unos instantes olvidó su promesa de dejar al doctor entre aquellas cuatro paredes y regresar a la seguridad de su propio hogar. Los ventanales de la sala de estar, de cristal cubierto por finas cortinas, dejaban ver el corazón del jardín repleto de flores de luna y rosas de varias tonalidades.

Un cerezo en flor se distinguía tímidamente en la distancia de lo que debía ser un cenador, mientras el agua de la alberca describía un delicado meandro azul bajo el nivel de la casa.

Dos juegos de sofás de cuero color crema se distribuían en torno a la televisión de pantalla plana y el equipo de sonido. Una ishop y varias pesas estaban cerca de una segunda estera, como prueba de que allí vivía un hombre.

Más adelante, un librero daba paso a lo que parecía un estudio. La isla de la cocina, de acero inoxidable, premiada por unas banquetas talladas en fierro, le daban al ambiente aquel toque de descuidada sofisticación que solo los nacidos en cuna dorada podían interpretar.

Yoongi tenía la casa de sus sueños, la apariencia que deseaba proyectar, el prestigio que anhelaba obtener cuando los años pasaran y sobre todo, el mismo gusto por lo abstracto que tan difícil era de encontrar.

Jimin seguía diseccionando con la mirada la colección de pequeños retratos y la lámina de girasoles de Van Gogh que ornamentaba el lateral de la cocina cuando una bola de pelos color marrón llegó emitiendo ladridos para tenderse a sus pies.

—Holly, preciosa, deja en paz a mi invitado.

La voz profunda del otro doctor rompió el hechizo. La perrita de la raza poodle corrió a los brazos de su dueño solo para que el intruso en aquel sitio percibiera que estaba siendo observado.

Los ojos azul resaca de Yoongi se mostraban diferentes. Allí en su espacio personal, allí donde no era un catedrático o el maquiavélico tutor que detestaba la promoción y a quién sus enemigos idolatraban en secreto.

Solo el hombre, solo el complejo ser humano que ahora devoraba con su mirada la esencia sin gracia de Park Jimin.

—Creo que está mejor. Es tarde y…

—¿Qué clase de anfitrión sería si no te ofreciera algo antes de irte?

—Señor Min, en serio…

—Serio eres en exceso, Jimminie. Odio tu formalidad plástica y tú predilección por mantener el control justo ahora. No estamos en el hospital, nadie nos está mirando, bueno o quizás solo sea Holly, pero ella es tan buena chica que nos guardará cualquier secreto. Deja de comportarte como un abuelo y acompáñame con una copa. Te digo un secreto… no puedo beber solo, porque de lo contrario me pongo ebrio.

—¿Y eso incluye que se vuelva casi salvaje?

Min le concedió la razón haciéndole una seña para que se dirigiera hasta el juego de sofás de la sala de estar. Holly se fue trotando hasta el final de un oscuro pasillo antes que las notas del rythym and blues en la sensual cadencia de Rihanna llenaran los altavoces del equipo de sonido.

—¿Le gusta el pop?

Cuestionó Jimin al reconocer el sello de la cantante barbadense y el mensaje de Love on The Brain cosquilleando sobre su piel. 

—Solo en algunas ocasiones ¿Por qué el escepticismo?

Un vaso acristalado decorado con una medialuna de limón fue ofrecido. Jimin identificó el trago como Double Black mientras Min agregaba hielo al suyo hasta arrellenarse a su lado en el sofá.

Al tiempo que Rihanna interpretaba su dolor por un amante feroz que no podía dejar a un lado, ambos hombres consumieron el contenido de sus copas sin mediar palabras.

Jimin no sabía qué estaba haciendo o por qué cada trago solo le daba la impresión de incrementar una extraña sed, hasta que no pudo soportarlo más.

Su mirada abandonó el reflejo de las luces del jardín en la alberca para reparar en el hombre que le diseccionaba centímetro a centímetro.

Algo obscuro burbujeaba bajo las pestañas entornadas del doctor Min mientras la distancia volvía a esfumarse entre los dos. Jimin se obligó a no mover un solo músculo cuando aquel extraño se atrevió a acariciarle el mentón.

—¿Te ha gustado el trago?

Una pregunta algo insulsa para la intensidad de aquella mirada. Jimin se aseguró de no perder ningún cambio de expresión en el rostro ajeno antes de responder.

—La respuesta es correcta si eres amante de lo fuerte.

Su tono reticente afianzó el agarre del otro en la afilada barbilla del castaño. Los dedos del residente se cerraron con violencia sobre el vaso de whisky casi vacío. Min se acercó al punto de compartir el aliento de Park.

—¿Qué tan fuerte?

Musitó en un arrullo gutural que logró revolver el vientre del contrario. Jimin entornó los ojos pero no se separó. Sabía que su próxima respuesta marcaría un antes y un después en lo que sea que estuvieran haciendo.

Min Yoon Gi era arena movediza, un huracán humano con el poder de arrastrarlo y al mismo tiempo hacerle experimentar todos los sabores de la vida.

Estaba a punto de ser razonable y recordar la pelea con Tae o el hecho de que Haerim no le provocara tantas emociones como lo hacía su tutor, cuando la voz en los altavoces alcanzó el matiz de la desesperación.

Jimin exhibió una sonrisa que ni siquiera reconocía como propia. Sensualmente sus labios se humedecieron gracias a una lengua empapada por los tonos amaderados del Jack Daniels y la acidez del limón.

Lo suficiente para que sea inolvidable.

Proclamó aún cuando estaba traicionándose a sí mismo y lo próximo que supo fue que la boca del doctor Min era más adictiva que cualquier trago o canción con implicaciones eróticas. Se devoraron mutuamente mientras las manos acudían a reconocer al otro.

Yoongi no perdía el tiempo, exigió su posición penetrando con su lengua en la boca ajena hasta lograr un jadeo de satisfacción en su pupilo que le supo a gloria.

Jimin se revolvía en sus brazos mientras las manos de cirujano de su tutor tanteaban hasta aguecarle el trasero y subirlo sobre su regazo.

El más joven comenzó a ser consciente del calor en su entrepierna cuando Min le mordió el cuello. Fue entonces cuando reconoció lo que iba a suceder si seguía por ese camino.

Comprendió que quizás Taehyung sí tenía razón y el karma le estaba dando la bofetada más pronto de lo que podía calcular.

Esa realización, la de no solo sentirse atraído por su tutor, sino por un hombre, fue el detonante para que empujara a Yoongi fuera del sofá, ganándose el ceño fruncido y el labio abierto que hasta el momento había reposado sobre su boca.

No sabía cuál era su expresión, pero por lo visto era tan poética como la de un virgen ultrajado, algo que quizás sí era cierto, pues nunca había besado a un hombre hasta ese momento. Dios, qué demonios pasaba con él.

A la velocidad que le permitían sus temblorosas extremidades abandonó la sala de estar seguido por Yoongi y los ladridos de su mascota. Salir de aquel lugar sería una tarea titánica.

Tropezó con los jardines, donde las flores de luna le miraron con recelo, intentó desbloquear el portón de acceso pero era inútil. Un agitado Yoongi, aún descalzo y con los labios hinchados consiguió darle alcance.

—¡No me toques! ¡Joder… yo… yo no soy…!

—¿Gay?¿Es eso lo que tratas de decir, angelito?

—No me llames de esa forma, bastardo manipulador ¡Dios Mío, Tae tenía razón! Todo este tiempo has estado dejando cabos sueltos para confundirme y yo… Dios, yo tengo novia, no puede ser que…

Yoongi puso los ojos en blanco y con un gesto brusco atrapó la muñecas del castaño. Antes que Jimin pudiese iniciar su ataque de pánico nuevamente, la codiciosa boca del más pálido cubrió la suya.

Hubo resistencia y empujones de ambos lados, pero pronto el castaño estuvo encima de él, al punto de rodearle la cintura y apretarle el trasero. Yoongi rompió el beso para enmarcarle el rostro al menor.

—Podemos hacer un escándalo aquí fuera o regresar a la casa…

—No voy a follarte esta noche, Min.

Se adelantó Jimin y el otro no pudo evitar que la risa le ganara. Aquello quedaba fuera de discusión cuando establecieran las reglas, porque ahora que estaba seguro de que Jimin lo deseaba también, le haría entender que nunca estaría debajo de nadie, por mucho que el cuerpo de Park lo tentara. Yoongi jugueteó con los mechones castaños que se enroscaban en la nuca de su chico.

—Corazón, no follo en la primera cita y para que tengas mejor control de tus emociones, si te gustan las dos cosas no eres gay, solo un bisexual que recién despierta. Ahora vamos adentro. Perseguirte me está dejando los pies congelados.

Jimin no estaba del todo convencido, de hecho, no conseguía encuadrar lo que había sucedido, si soñaba, alucinaba o volaba más allá de la locura. Yoongi suspiró.

—Tendré la resaca de mi vida, bebé. Mueve tu bello culo ahora para que podamos dormir y mañana, o mejor dicho, dentro de unas horas, hablar tranquilamente. Estoy seguro que con una buena sopa para la resaca para mí y un desayuno cargado para ti, todo estará mejor. Así que deja de pensar con esa cabecita tuya y acompáñame.

Sin medir consecuencias, los dedos del mayor engulleron la cálida mano de Park. El residente ni siquiera podía conjugar una idea con otra cuando el regusto de los besos de su tutor y la seguridad de aquella piel sobre la suya en el punto en que se encontraban, lo hacían olvidar todo lo demás.

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