[TEN]
[DE LA PERSISTENCIA DE UN VIEJO ANHELO]
"Muchas veces… lo único que puedes hacer es no dejar de intentar."
🍷
La especie de barrera humana que flanqueaba el acceso a la vía tres del subterráneo de Gangnam se dividió como un parteaguas para recibir al equipo de Emergencias del Hospital Universitario de Seúl.
Un hombre de pálida tez y gesto grave iba a la delantera del grupo cuando la figura de un joven de cabellos tintados en rojo lo hizo detenerse en seco.
—¡No se atrevan acercarse ni un centímetro más! No dudaré en arrastrar conmigo al que intente hacerme cambiar de opinión.
Lágrimas pesadas recorrían las mejillas de Song Mingi mientras un revolver alternaba entre sus temblorosos dedos. El silencio en el andén caía como una gélida mortaja mientras las personas que habían tenido la mala suerte de colocar la parada en su itinerario se agitaban por dentro. Yoongi alzó las manos en gesto de rendición.
—No es mi intención presionarte. De hecho, solo hemos venido ayudarte con la decisión que has tomado.
Un murmullo sordo pobló el lugar. Si el resto de los asistentes a aquella escena no confiaran en la pericia del doctor Min, bien podrían apostar de que había perdido el juicio.
El médico, sin embargo, construyó una expresión afable antes de encaminarse hacia el borde de la plataforma, donde estaba Mingi. El sonido del revólver ajustándose para apuntar taladró varios tímpanos. Yoongi se concentró en mantener la mirada en aquellos atormentados ojos verdes.
Demonios, ojos verdes como los de Kai.
No era momento para pensar en un resultado tan cuestionable. No permitiría que el pasado lo mordiera más de lo que estaba dispuesto a conceder.
—Baja el arma, chico, solo quiero que hablemos.
—¡No voy a caer en alguna de sus trampas psicológicas! ¡Todos ustedes son exactamente iguales! ¡Todos creen que estoy loco!
El gatillo describió un arco alrededor de la muchedumbre donde los bomberos y el resto del equipo de emergencias aguardaba. Yoongi consiguió subir a la plataforma solo para sentarse con las piernas en posición de loto.
Mingi, a pesar de solo tener diecinueve, era mucho más alto y desgarbado. El joven pelirrojo se tambaleó en su postura pero no perdió el equilibrio. Bajo los pies de ambos, las oscuras vías crujían por el paso del metro en la sección contraria a la terminal.
—No voy a decir que te entiendo o que es un acto de cobardía. Creo que tú mismo dejaste en claro lo que pensabas de los doctores…—comenzó Min en un tono sereno que solo Mingi podía escuchar.
—La vida es cruel la mayoría de las veces. No existen palabras que puedan curar el alma cuando se sufre por dentro. Ni siquiera la ciencia ha podido remediarlo y por eso tenemos la religión.
—¿Va a darme esa clase de sermón?
El tono agresivo del joven seguía en alto, como la muralla que había construido para protegerse hace tanto tiempo. Sin embargo, había desviado la atención del gatillo para mirar hacia las vías. Min cerró los ojos arriesgándose a sufrir las consecuencias de tratar con el peligro.
—No, un ateo no puede darte lecciones de ese tipo. Solo me preguntaba qué te ha llevado a esto. Por qué luces tan vulnerable mientras le gritas al mundo que quieres desaparecer. Quizás no me creas… pero me recuerdas a alguien que conocí hace mucho tiempo.
Una sonrisa irónica llenó las bellas facciones del joven. La plataforma se sacudió un poco cuando el uno ochenta y siete de Song Mingi se desparramó al lado del doctor Min.
—Impresionante… ahora me dirá que le recuerdo a sí mismo.
La risa sin humor del chico pobló el silencio que aún flotaba en el andén, cual fantasmagórico presagio. Por primera vez los ojos azul grisáceo de Min Yoon Gi cayeron con fuerza sobre el rostro imberbe de su paciente.
El chico Song tragó duro, era difícil decirle que no a una mirada así. Mingi creyó ahogarse en el océano borrascoso lleno de nubes de tormenta que exhibía el joven doctor en los iris. Por una fracción de segundo su deseo de desaparecer quedó relegado al sufrimiento de aquel desconocido.
Porque era eso, una mezcla turbulenta de dolor, anhelo y sufrimiento, enmascarado bajo una armadura de piedra para ocultar la verdad.
—Yo… yo… yo me siento vacío hace tanto tiempo. Si… si las cosas fueran diferentes… Si no estuviera tan solo…
El joven se fue derrumbando en sollozos entrecortados mientras Min se acercaba. Las manos pálidas y fuertes del doctor tantearon la fría plataforma para reconocer el revólver que Mingi aún sostenía.
—La soledad puede compartirse. Te voy a ayudar.
Proclamó el médico antes de rodear al joven con un brazo y sacarle el arma con el otro. Mingi se agitó lo suficiente para mirarlo a los ojos. No eran tan claros como los de Kai, pudo notar Yoongi antes de premiarlo con una sonrisa torcida. El pelirrojo sorbió por la nariz.
—Lo siento, eres un verdadero ángel pero… no hay salvación para el que no puede dejar de ver el infierno…
Hay veces que el tiempo se acelera demasiado. Ocasiones en las que solo podemos congelarnos y ver cómo la catástrofe conspira fuera del ojo del huracán. Esta no era la excepción, y Min Yoongi rugió una maldición antes de intentar atrapar el cuerpo que se precipitaba hacia las vías.
El arma que había tratado de separar de las manos ajenas se disparó sobre el suelo para que una bala traicionera impactara en algún punto del abdomen del médico. Yoongi observó la caída libre de su paciente mientras el silencio en el andén era roto por molestos gritos.
Era como tener una colmena de abejas en los oídos. Las luces azules de la plataforma o la resonancia del metro arañando las otras secciones no ocupadas lo mantuvieron en trance hasta que pudo enfocar correctamente.
—¡Abran paso para administrar RCP!
Su propia voz le sonó extraña mientras se inclinaba bajo el cuerpo convulso y desfigurado de un chico pelirrojo. Presión, vía aérea, presión. El subconsciente del doctor Min repetía mientras intentaba mantener con vida a quien indirectamente le había lastimado.
"Eres tan protector, Yoonie. El día que te enamores de veras harás feliz a muchas más personas, incluso a ti mismo."
Ojos verdes le miraron detrás del velo de la muerte. Yoongi persistió en la técnica de reanimación mientras una mancha escarlata le empapaba las piernas y el pecho.
"Ningún hijo mío saldrá desviado. Se acabaron las gratuidades para ti mientras no cambies de opinión. Hasta entonces, abstente de llevar mi apellido."
La herrumbrosa puerta que guardaba el camino hacia el salón de los recuerdos del doctor Min se tambaleó un poco más. El despacho de su padre apareció para revelar a un joven vulnerable que se rehusaba a perder su sueño.
La nieve del campus de Boston lo encontró despidiéndose de una mirada que le había enseñado el valor de la vida por primera vez. Kai siempre fue libre en cuanto a sus pensamientos. El único culpable de su miseria era él, por ambicionar tanto, por creer en el amor desinteresado que aún no podía dar.
"Me gustaría empezar otra vez, quiero decir, en Seúl. Creo que en el postgrado estaría a gusto."
Un nuevo escenario le reclamaba mientras sus manos perdían fuerza y el campo visual se le reducía a manchas.
"Entonces te encargaré el servicio de Traumatología junto con Jeon. Ayúdame a crear una nueva generación de talentos tan brillantes como tú."
La sonrisa de aprobación de Kim Hajoon, el padre de su mejor amigo y el cabeza de familia de los Kim en Daegu, fue suficiente.
—¡Doctor Min! ¡Doctor Min no se mueva! Joder, alguien que traiga una intravenosa…
El rostro de Kim Taehyung y los gritos de Hwang Chae Young fue lo último que pudo registrar la embotada conciencia de un hombre especializado en salvar vidas.
Los ojos verdes de los sueños de Yoongi cambiaron al marrón de las hebras castañas y el olor a ropa limpia de Park Jimin antes que todo se quedara en calma.
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MOONFLOWER
La cirugía de reconstrucción de cadera de Choi Beomgyu culminó con un agradecimiento al equipo a cargo y el elogio personalizado del doctor Jeon a sus instrumentistas.
Jimin terminaba de lavarse las manos en el fregadero aledaño a los cambiadores cuando Jung Hoseok hizo acto de presencia.
—Antes de que empieces atacarme con más dardos envenenados, te sugiero que muevas tu culo lejos de mi presencia. La cirugía con el doctor Jeon tiene que haber sido suficiente para que se te quitaran las ganas de pelea.
—Auch… alguien salió con malas pulgas de allí dentro ¿Quizás sea porque tus lindas manitas de princesa temblaron mientras suturabas?
Fue sólo un instante, pero la expresión desdeñosa de Hoseok fue sustituida por el horror cuando las manos que había injuriado se cerraron en torno a su cuello. Un horrible color amoratado comenzó a colorearle la zona de las carótidas mientras Jimin le sostenía contra el locker del quirófano.
—Escucha bien porque solo lo diré una vez… Me importa una mierda la competencia interna que tengas contra mí o con el resto. Estoy harto de tus comentarios punzantes y esa manía de envenenar el ambiente que tienes. Eres bueno, eso lo probaste allá dentro. Tienes talento, posición y un buen nombre, todo lo que yo no tendré a menos que me gradúe y aún así la sombra de mis orígenes humildes vendrá a por mí. Así que deja de joderme la vida y métete en tus malditos asuntos, y eso también aplica para Tae ¿Has entendido?
Un fuerte cabezazo devolvió la circulación de oxígeno a los pulmones de Hoseok. Aún tosía cuando Jimin le dedicó el peso de su mirada más gélida.
—Y espero que no le vayas con el cuento a alguien de lo que ha pasado aquí. No sea que quieras que añada el hecho de que eres un gallina quejica a la lista de rumores que estoy dispuesto a esparcir con tal de hacerte cambiar esa actitud de mierda.
El portazo de Park estuvo persiguiendo a Jung mucho tiempo después de esa noche tormentosa. Fuera de los límites del quirófano, las sirenas de las ambulancias presagiaban el regreso del equipo móvil a Urgencias. Jimin alcanzó a presenciar la llegada de los paramédicos y Chae Young al parking.
Las puertas de la primera ambulancia dejaron ver a un hombre joven con un collarín protector y varias vías conectadas a los antebrazos. La mente efervescente del doctor Park, casi recreaba la voz de Min gritando órdenes al resto cuando la figura demacrada de Taehyung emergió del segundo vehículo.
El castaño corrió en dirección de su mejor amigo con la esperanza de ayudar a la segunda víctima, de lo que habían catalogado como una catástrofe, según los cotilleos en los pasillos de Emergencias.
La fría tranquilidad a la que debía ser fiel nuestro joven doctor se esfumó de cuajo al comprobar quién reposaba sobre la camilla que Taehyung ayudaba a estabilizar.
No lo conocía lo suficiente como para emitir un mayor juicio de su persona que la de un tutor exigente y un ser humano adicto al control, pero algo se rompió dentro de Jimin mientras el rostro cetrino de Yoongi vagaba frente a sus pupilas.
En otras circunstancias se habría agazapado tras las puertas dobles de Emergencias, negándose a enfrentar el desfile de sangre empapando la camilla o las constantes vitales apagándose en el improvisado monitor al que le habían conectado.
Unos días atrás no habría sido tan arrogante, pero incluso en el ojo del huracán podía ver la sonrisa petulante de Min retándolo abandonar si no era digno de hacerse con el mando de la situación.
—Dime exactamente qué sucedió…
La voz de Jimin retumbó sobre el jaleo en el parking. Taehyung abrió los ojos como platos mientras observaba cómo su mejor amigo revisaba los primeros auxilios aplicados al doctor y utilizaba la radio inalámbrica para pedir el quirófano que estuviera disponible.
El rubio aun procesaba el hecho de que su tutor había arriesgado su propia vida por salvar a un paciente o que no tenían ni idea de qué estructura había atravesado la descarga de proyectil para que sangrara tan profusamente.
Aún así, logró narrarle a Jimin lo que había atestiguado mientras Min era cambiado de camilla y Jeon aparecía en el pasillo.
—Park, usted ocúpese de asistir en la cirugía de Song Mingi con el doctor Siwon. El doctor Min será preparado para intervención en el quirófano cero.
La sala para cirugías con retransmisión al campus era conocida de esa manera. Jimin tuvo ganas de gritar. A uno de sus mejores doctores le iban a exhibir como muñeco de feria mientras que el causante de aquel horroroso espectáculo iba a ser tratado con privacidad.
—Disculpe, doctor Jeon, pero he asistido en su cirugía hace menos de media hora, además, el doctor Min es mi tutor y dudo que se opusiera a que sus pupilos fueran útiles en tal circunstancia.
—Park, usted no está en posición de negociar una orden. A menos que se crea tan grandilocuente como su tutor y pueda hacer más por él que médicos con mayor grado y experiencia que su humilde posición actual.
Humilde… la palabra no debería herir tanto pero fue lo mismo que atizarle con un hierro sobre la herida que tenía abierta en su ego. Jimin ignoró a Jeon mientras llegaban al ascensor.
Taehyung paseaba su mirada con escepticismo desde su mejor amigo hasta Jeon. Haneul y Jimin seguían revisando a Yoongi.
—Park, no me obligue a suspenderlo más de lo que hizo Yoongi ¿Qué demonios quiere probar participando en una intervención de urgencia cuando ni siquiera …?
—¡Póngame a prueba! Por muy genial que sea, estamos perdiendo tiempo. Según lo que me contó Tae, lleva dos horas sangrando profusamente. Solo el fémur y el bazo producen una hemorragia de este tipo. No necesito una jodidia resonancia para saber que si no le ayudamos ahora pasará a la historia y créame, el hombre de ahí me debe mi maldita oportunidad de sacudirme de encima todos los grandes nombres. Por muy cabrón que sea, todos saben que aún tiene mucho que ofrecer, así que muévase y déjeme ayudarlo. Después aceptaré cualquier castigo, incluso mi transferencia de facultad si así le place.
Las puertas del ascensor amortiguaron la exclamación ahogada de Haneul y Taehyung al escuchar aquello. Jeon pudo identificar las señales por las cuales Yoongi se estaba obsesionando con Park jimin.
Aquel chico estaba hecho de puro corazón. El pasillo de acceso al quirófano cero reveló la presencia de Chae Young, Namjoon y Eun ji. Solo Hoseok parecía haberse esfumado. Los residentes rodearon la camilla.
Solo una vista en común bastó para mostrarle al joven cirujano que aquellos chicos ya habían jurado lealtad a uno de sus mejores amigos. Chasqueando la lengua, Jeon comprobó el débil pulso de Min.
—Bastardo afortunado. Ya enamoraste a tus residentes. No dejaré que cuelgues la toalla tan rápido. Sé que puedes oírnos. Park te va a coser allí dentro.
Señaló sin mirar al castaño que en esos instantes bramaba órdenes para el área de enfermos quirúrgicos.
Sobre el nivel del salón que usualmente servía para las sesiones prácticas, y en el despacho de un hombre acostumbrado a ocultarse de sí mismo, nuevas flores de luna se atrevían a sobrevivir en una maceta tan desnuda como la misma vida.
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