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[SEVENTEEN]

Taehyung estaba nervioso. No importaba lo mucho que insistiera en ocultar aquel hecho, el temblor en sus agraciadas manos lo desmentía, mientras el Jaguar azul eléctrico de Jungkook tomaba otra curva.

—¿Que pasó, bebé? Estás más tenso que una barra de acero y no puedo parar para besarte. Bueno, a menos que corramos el riesgo que nos multen por obstruir el tráfico ¿Sería divertido, verdad?

El sentido del humor único del pelinegro consiguió que algo parecido a una sonrisa se asentara en el rostro de Kim. Una de sus manos viajó a la que exhibía los tatuajes en la muñeca de Jeon. El pelinegro correspondió a la caricia mirándole por el espejo retrovisor.

—Tengo la impresión de que algo malo va a suceder. No me hagas caso, pero siempre he creído en cosas como el karma y el destino, y definitivamente las vibras no son las mejores hoy.

Jungkook frunció el ceño. Él era un hombre de ciencia, por ende, aferrarse al instinto estaba descartado la mayoría de las ocasiones.

Sin embargo, se trataba de Taehyung, aquel joven al que no podía negarle nada. Con una media sonrisa acabó deslizando la mano que el de ojos azules sostenía hasta dejarla sobre su rodilla.

—Lo que sea que nos depare el destino… lo enfrentaremos juntos.

La seguridad del pelinegro provocó un escalofrío en el menor. El heredero de los Kim no tenía idea de que caminaba hacia su suicidio social de la mano de su amante. Por muy liberal que fuera su familia, el Hospital no aceptaría una relación tan revolucionaria como la que se proponía sacar adelante Jeon.

De todas formas, aún les separaban algunos minutos antes que el desastre acampara del lado de la pareja. Mientras, la figura de un hombre que en su juventud había conquistado miradas y suspiros, se las arreglaba para traspasar la seguridad del Royalty Evanescent hasta encontrar las puertas dobles de la cocina.

Park Chanyeol había llegado a la ciudad dos noches atrás. Como un polizonte, protegido por la oscuridad del crepúsculo y el humo del cigarrillo que debería abandonar si deseaba seguir en el reino de los vivos, era más semejante a un espectro de pómulos afilados y demacrada apariencia que acechaba a su único hijo.

El bueno de Jimminie, aquella ratita arapienta que había conseguido abandonar el nido en el que se había criado en Busan.

Si Moonbyul pudiera ver a su hijo estaría sonriendo de oreja a oreja. El muy hijo de puta estaba en la cima de la cadena alimenticia, trabajando en hoteles de cinco estrellas con una cama caliente, ropa limpia, seguro médico y una carrera universitaria llena de sangre, sudor y lágrimas. 

A Chanyeol se le revolvía el estómago aún cuando Jimin era sangre de su sangre. Él nunca creyó en aquella forma aburguesada con que su esposa lo crió.

Él era más de trabajo duro y sacos de harina sobre la espalda para llevar el pan a la casa mientras ella insistía en cantarle canciones de cuna aquel muchacho enclenque y cubrirse de deudas con el poco dinero que sobraba para su educación.

Cuando Jimin cumplió quince años, y él decidió llevarlo al muelle para que trabajara con los chicos en la descarga de los buques que visitaban el puerto de Busan, ella se opuso. Fue la primera vez que le levantó la mano delante del crío. Luego todo se fue cuesta abajo.

Pero los años habían obrado como un bálsamo para dejarlo más en claro. Cuando Chanyeol descubrió la traición de su esposa, quien también estaba consumida por el alcohol y las cuentas para salvarle el culo a su precioso hijito, fue la gota que colmó el vaso.

No pensó mucho para darse cuenta que además de la sobredosis de psicofármacos que ella ingirió para dormir, sus manos apretaron lo suficiente para privarle del oxígeno que podía hacer la diferencia ante el juez.

Condenado a diez años de pena, luego ocho, debido a su pésima condición física y al hecho de que se demostró el suicidio de ella mediante una nota que le dejara a Jimin, ahora regresaba para pedir misericordia aquel ingrato.

No tenía mucho tiempo y si deseaba salirse con la suya, Jimin estaba incluido como responsable legal de la libertad condicional de la que disponía en ese momento.

Como una sombra experta en el arte del ocultismo, logró gorronear algunas frutas picadas que iban a ser parte del emplatado del menú en exhibición. La espalda de su hijo se vislumbraba en la distancia. Aún no era tiempo de atacar.

Fuera del salón del restaurante, un grupo de personas se acomodaba en las sillas de respaldo alto que identificaban el estilo art de cot del Royalty. Una combinación de postmodernidad y un homenaje a los clásicos en manos de los arquitectos más avezados de la última generación.

Una pareja de jóvenes con atuendos similares fueron las primeras en abandonar la especie de comitiva que unía a los parientes de Jeon Jungkook. Lalisa Manoban, su prima por parte de madre, Park Rosé, la mejor amiga de esta y Kim Ji Soo, la tía de Jungkook al ser la esposa de Kim Kang Hoon, se encargaban de colocar a los invitados en sus respectivas posiciones.

—Llegas tarde, querido.

Masculló Ji Soo antes que Kang Hoon hiciera acto de presencia en el salón. Sus mechones azabache, salpicados por algunas canas le daban un aire casi señorial a la circunferencia de su rostro. 

—Hee Chul se empeñaba en retenerme con cotilleos innecesarios. Supongo que Kook no ha llegado.

Ella frunció el ceño con la delicadeza que tienen las mujeres acostumbradas a ser un espléndido florero. Él la atrajo por el mentón.

A pesar de ser un matrimonio arreglado por sus familias, donde diez años de diferencia de edad pesaban, la pasión y el respeto habían conseguido mantener la estabilidad de la que hasta cierto punto podían presumir.

—Tú tampoco lo apruebas… ¿Verdad?

Sabía a lo que se estaba refiriendo, claro que lo sabía. Por eso dejó escapar un suspiro cansado antes de tomar la mano que descansaba en su mejilla izquierda hasta entrelazar los dedos.

—Hay dos cuestiones prominentes cuando se trata de tu sobrino. La primera es lo volátil de su carácter. Jungkook se apasiona de algo con la misma facilidad de un niño pequeño y luego puede hasta olvidar por completo la razón de su capricho. Y la número dos, a mi juicio más importante, no estamos en Inglaterra, Hoonie. Aquí se lo comerán vivo por elegir un compañero en lugar de una perfecta dama, como esperan que haga parar perpetuar el apellido. Es el último Jeon y su reputación vale millones.

Ella tenía razón. No estaban en Europa y no lo podría proteger del abucheo social, pero su sobrino había sufrido lo suficiente como para negarle el privilegio de escoger a su pareja. Kang Hoon sonrió.

—Tu estado te ha hecho más sensible, querida mía—Una de sus manos morenas se dirigió al vientre ondulado de ella. Solo cinco meses de gestación y ya pensaba como toda una mamá gallina—Debemos darle el beneficio de la duda y como le aseguré a Chul, apoyarlo, elija lo que elija.

Una decisión sabia y la palabra de su marido. Ji Soo capituló con otro suspiro que hizo a Lisa y a Rosé componer sendas muecas.

—No sé cómo se las arregla para soportar al bruto de Kang Hoon. No sólo es un anciano para ella, sino que se pasa de manipulador.

—Shhh— interrumpió Lisa a Rosé con una copa de champán de las que disponían discretamente en el salón —Nuetsro tío es un odioso pero lo de Kookie no tendrá precedente. Va a gritar a los cuatro vientos su sexualidad. Si sobrevive será un antes y un después… ¿No te emociona?

La morena de las dos chasqueó la lengua. Dudaba mucho que el experimento de Jungkook diera resultado y en esos instantes lo menos que le apetecía era platicar sobre aquel chisme colosal cuando un destello de cabello albino llamó su atención.

—¿No es Lee Felix? ¿El chico de administración 103?

Casi graznó la morena. Lisa agitó sus mechas decoloradas en azul eléctrico para encontrar la figura grácil de Felix a escasos metros.

El uniforme de capitán del restaurante le quedaba delicioso, resaltando su belleza etérea y ese toque de masculinidad que llevaban impreso los varones de su familia.

—Joder sí es él… tu crush trabaja aquí. Quizás venir no haya sido una pérdida de tiempo descomunal.

Lisa celebró terminándose la copa para intentar acercarse al rubio. Rosé le clavó las uñas en el brazo con tal de evitar la osadía de su mejor amiga.

—¿Qué pasa? Si lo sigues admirando desde lejos jamás sabrá que existes. Vamos Ro, ten un poco de confianza.

Para alguien emparentada con los Jeon eso era fácil. Pensó Rosé al punto que se anclaba al brazo de la energética rubia.

—No creo que molestarle mientras trabaja sea buena idea. Yo soy prácticamente invisible para chicos como él.

—Tú lo que eres es una gallina.

Apostilló Lisa antes de ponerse a cloquear para mortificación de la morena. Jimin observó aquel intercambio entre los asistentes al evento con media sonrisa burlona.

Él no estaría allí cuando Jeon llegara en compañía de quien ya advertía era su mejor amigo, pero no perdía nada con un poco de cotilleo para matar las horas.

—Creo que tienes nuevas admiradoras, Lixie.

Se dirigió al menor de los Lee, que en esos instantes consultaba la lista de invitados y su posición desde el tablet con el logo del cisne negro que identificaba al Royalty. Los ojos color chocolate de Felix se movieron por encima del hombro de su hyung.

—Ah… es Rosé, de mi clase de administración. A la otra chica no la conozco.

Pronunció en el mismo tono educado con que trataba a los clientes. Jimin negó. Decididamente los Lee eran bendecidos con el don de la belleza etérea pero eran lentos al cuadrado para captar una indirecta.

—¿Qué clase de vida social tienes tú cuando ignoras a esas bellezas?

Insistió el castaño, solo para ganarse la mirada horrorizada de Felix.

—La misma de cierta persona que come y respira Medicina. Disculpa hyung, voy teniendo un día difícil y no estoy de humor para la charla suave.

El rubio platinado zanjó la conversación solo para afianzar la sensación de intranquilidad que llevaba agitando el pecho del joven doctor en las últimas horas.

—Ah… Jimin, te necesito en el almacén. Nuestro suministro de vieras acaba de llegar y de empezar después del evento no nos iremos hasta la media noche ¿Podrías echarme una mano con el proveedor?

Taeyang apareció justo a tiempo para difuminar la nube de pensamientos embotados que volvían a cernirse sobre el menor.

—Por supuesto, hyungning. Déjelo todo en mis manos.

El aludido correspondió con una sonrisa de padre orgulloso antes de darle luz verde a Park. Del otro lado de las puertas ricamente adornadas del restaurante, Taehyung tenía problemas para tragar el nudo que se había alojado en su garganta. 

—Tata… comienzas a preocuparme. Cariño, si quieres podemos pasar de esta formalidad y quedarnos en la habitación que reservé en el hotel. Tanta tensión acumulada solo acabará lastimándote y así no podrás tomar una decisión.

El más joven del clan Kim estaba a punto de refutar cuando una animada pelinegra entró en el campo visual de ambos hombres. Kim Ji Soo lucía majestuosa en el vestido cóctel color uva que había escogido para la velada.

—Jungkookie… ya comenzábamos a preocuparnos por la tardanza. Y este hermoso joven debe ser Taehyung. Bienvenido a la familia Jeon-Kim, soy la tía política de Kook.

Taehyung juntó las cejas. La tía de Jungkook no llegaba a los treinta años… y entonces los engranajes de su cerebro giraron otros ciento ochenta grados. El casamiento por conveniencia que más había sonado bajo el velo de la sociedad años atrás era ese.

La dulce e inocente Kim Ji Soo, con solo veinte años se había unido en matrimonio con Kim Kang Hoon, el experimentado cirujano cardiotorácico que se había hecho cargo del hijo huérfano que dejara su hermana.

El heredero y único sobreviviente de la familia Jeon. Las piezas comenzaron a caer por sí mismas mientras Taehyung se disculpaba y pedía ir hacia los sanitarios. 

Jungkook le iba hacer la temida propuesta. Algo para lo que no estaba listo y para lo que no tenía palabras para justificar las ganas de desaparecer.

El espejo de los lavados en el servicio para hombres del Royalty Evanescent lo encontró para mostrarle un rostro cetrino y labios agrietados de tanto morderlos.

Intentó recomponerlos con bálsamo pero la barra con sabor a menta se le escapó de los temblorosos dedos. Estaba perdido en medio de un juego que no podía ganar.

Por muy liberal que fuera su madre, seguía siendo un Kim. Una cosa era admitir su sexualidad y otra era encabezar los tabloides como el primero en manchar la reputación de machos alfas de su familia.

Quién era aquel ser indeciso y sin confianza en sí mismo que lo observaba con una sonrisa rota. Cómo podía jactarse en frente a su mejor amigo por no admitir que quizás le atraía su tutor cuando él mismo era una masa de nervios porque su novio quería dar el próximo paso con toda su familia presente.

Algo se quebró dentro del joven pelinegro mientras marcaba con desesperación el número de su hermano mayor. Tres timbres después, la voz de Seok Jin llenaba la línea.

—¿Tae?

—Sácame de aquí. Por favor hyung, no creo que pueda aguantar mucho más.

El murmullo preocupado que construían las palabras de su hermano quedó amortiguado por el ruido del agua deslizándose fuera del lavamanos. Taehyung alcanzó a mandar su ubicación antes de ser presa del peor de los ataques de pánico que había experimentado en su existencia.

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MOONFLOWER 

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