[SEVEN]
El jueves en la mañana el cielo de Seúl amaneció cubierto de nubarrones. No pasó mucho tiempo para que una suave cortina de agua decorara las fachadas y colocara una nota de humedad en el ambiente.
Park Jimin inspiró profundo, impregnándose del aroma dulzón de la tierra al ser besada por la lluvia, antes de apretar el mango de su sombrilla y encaminarse hacia la entrada principal del hospital.
La semana había sido más comparable a un balancín. Después que abandonara aquel sitio en la mañana del martes, se había jurado que mantendría un perfil bajo en todo lo que restaba de semestre.
Con suerte solo presentaría sus exámenes teóricos en la universidad y emplearía el resto de sus horas en mejorar las habilidades prácticas.
"A partir de ahora seré su tutor. Usted se convertirá en una extensión de mi imagen."
La voz del doctor Min regresó cual un alud de nieve mientras Park fruncía el ceño. Había removido medio armario para decantarse por un suéter de cachemira con el cuello de pico y los pantalones que usara con el traje de la graduación, aquel que Taehyung había insistido tanto en obsequiarle. También se había empeñado en lustrar los únicos zapatos que conservaba para "ocasiones especiales."
Sí, podía apostar que estaba actuando como un loco, justo como Taemin le había señalado horas antes frente al espejo doble de su dormitorio, pero Jimin era terco y reconocía un reto cuando se lo planteaban.
Min Yoon Gi era un engreído del demonio, que no se andaba por las ramas, un déspota que le había hecho notar de la forma más cruel para él que su forma de conducirse debía compaginar con su aspecto.
Alto y claro, el joven médico, había pactado a favor de mejorar su imagen en la medida de lo que su billetera se lo permitiera. Sin convertirse en el muñeco del guiñol que deseaba representar su tutor, Park Jimin cerró su paraguas transparente cuando la marquesina del hospital estuvo sobre su cabeza.
—Bien, aquí vamos.
Se dedicó aquella arenga y hubiera resultado con efectividad si una figura menuda que era llevada en brazos por la seguridad del loby de la instalación casi aterrizara sobre sus pies.
—¡Joder, que soy una chica!
Masculló una castaña antes que un bulto de papeles y una mini laptop fuera arrojada sobre el húmedo mármol de la entrada. Jimin ya estaba allí para ayudarla a recoger los papeles y de paso extender su mano.
—Doctor, no debería ayudar a esa problemática. Menos usted...
Creyó escuchar a su espalda, pero Park Jimin era incompatible con la injusticia, así que ignoró el consejo y aceptó su karma. Dos ojos tan ambarinos como la miel le encontraron en el rostro de la chica.
—Disculpe, no sé que sucedió allí dentro, pero nadie se merece semejante tratamiento. Menos una dama.
Ella pestañeó ante el galante gesto. Un imperceptible aleteo de pestañas largas y oscuras, justo como su cabello.
—No se preocupe. De hecho, esos trogloditas tienen razón en cuanto a que debería huir de mí. Lee Hae Rim, Diario Municipal de Seúl, las fotos no le hacen justicia, doctor Park.
Entonces el joven comprendió la razón por la que prácticamente habían golpeado a aquella chica. Aún así, resolvió componer una sonrisa donde sus ojos se perdían para dibujar dos pequeñas y tiernas ranuras. Hae Rim ya estaba de pie cuando el médico habló.
—Gracias por el cumplido, pero no creo que deba tener miedo de usted. Asumo que tendrá unas preguntas que hacerme por el accidente en Hongdae. Ahora estoy con retraso para una conferencia y es posible que no me desocupe hasta mañana, pero no me molestaría concederle la entrevista si es que lo desea.
Ella sonrió abiertamente antes de calarse la gorra con el logo de los Yankees que había quedado olvidada sobre su bolso y el pequeño bulto de papeles que le tendía Jimin. No podía haber tenido más suerte y por eso, no perdió la oportunidad para comentarle de que era estudiante del último curso de periodismo y que de su entrevista con el joven doctor, dependía la nota práctica para tener acceso al examen de titulación.
Jimin le devolvió varias sonrisas mientras la acompañaba a la parada del autobús que quedaba a unos quinientos metros de la entrada del hospital.
Había dejado de llover, pero el aire frío agitaba los mechones de su cabello y ropas. Hae Rim le entregó un papel con su contacto y correo electrónico para que el doctor contestara el cuestionario y luego pudieran quedar en un ambiente lejos del hospital (pues obviamente allí no era bienvenida después de dos días intentando averiguar dónde estaba el héroe del derrumbe en Hongdae) para discutirlo. Jimin aceptó nuevamente.
—Entonces nos mantendremos en contacto. Muchas gracias por no rehuirme como la peste y por aceptar hacer la entrevista. Es muy amable, doctor Park.
—Por favor, solo Jimin. No me siento cómodo con tanto formalismo.
Ella se dio cuenta del brillo especial en aquella mirada. De eso y de la forma en que su rostro ardía de vergüenza, confiriéndole a las mejillas un delicado tono rosa que el doctor apreció.
—Entonces... hasta pronto, Jimin.
—Ve con cuidado Hae.
Se despidió él pero no hizo ademán de moverse de la parada aún cuando ella subía al autobús y le devolvía la mirada detrás de los ahumados cristales.
Jimin tenía una nueva sonrisa en su rostro hasta que un convertible negro de los fabricantes Ford se estacionó a la altura del arcén. El médico no comprendía de quién se trabajaba hasta que el vidrio tintado del coche bajó lentamente.
—Si aún cree que el tiempo puede contraerse, debería dejar de perderlo, doctor Park.
Min Yoon Gi desbloqueó la puerta del copiloto en una clara invitación. Jimin sacudió la cabeza. No era posible que su tutor hubiera presenciado el pequeño interludio que sostuviera con la estudiante de periodismo, y de haberlo hecho, por qué parecía tan... molesto.
—No estoy tan lejos del hospital. De hecho, solo faltan unos minutos para que comience la conferencia del doctor Choi, será mejor...
—¿Qué parte de que es mi pupilo no entendió el martes? Suba de una maldita vez, hoy tiene consulta fuera de servicio conmigo.
Jimin apretó los dientes. Min no le había notificado de su nuevo horario ni siquiera después de agendar su contacto, algo que por una parte había aliviado al menor y por la otra, intrigado.
Se suponía que debía estrechar la comunicación con su tutor para garantizar el éxito de su formación, no sentirse como un paquete de dinamita a punto de explotar cada vez que lo tenía cerca.
Jimin suspiró. De nada le servía maltratarse el cerebro tratando de explicar las formas de proceder de su superior. En todo caso le correspondía callar y obedecer hasta cierto límite. Por eso acabó ingresando al auto que le gustaría tener en un futuro para recibir la mirada iracunda de Min.
—No sabía que tenía una consulta fuera del Hospital.
Farfulló Jimin acomodándose el cinturón de seguridad antes de dejar su portafolio y el paraguas en el asiento trasero del vehículo.
Min se puso en marcha sin rebajar el profundo ceño en su atractivo rostro. Jimin se resignó al pesado silencio, únicamente interrumpido por el reporte del clima en la radio y el suave deslizamiento del coche sobre el asfalto húmedo, por el rabillo del ojo reparó en el aspecto de Min.
A diferencia suya, el más pálido no llevaba puesta la bata. Un suéter de lana negro, evidentemente de alguna marca costosa, cubría su torso hasta llegar a construir un cuello de tortuga que le daba un aire casi extranjero a su portador.
Como algún heredero italiano, pensó Jimin con otra mueca. El pantalón de ante también era de color neutral, a juego con el cinturón y lo accesorios en plata. El Rolex seguía destacando en la muñeca izquierda mientras Jimin encontraba un anillo con la cabeza de un tigre tallada en la piedra hacia el dedo medio.
"Trabajo de oficina será lo que haremos. Un médico no puede permitirse esos accesorios si está de servicio."
Se dijo a sí mismo hasta que apareció el primer alto. En todo su escrutinio Park no había reparado en la dureza de los rasgos del rostro de su tutor o el hecho de que se mordiera la mejilla por dentro cada vez que se encontraba con el reflejo del residente en el espejo retrovisor.
Tampoco tenía idea de los pensamientos que se cocinaban a fuego lento dentro de Min Yoon Gi. No, Jimin era ignorante de la furia del mayor al encontrarlo coqueteando descaradamente con aquella jovencita a solo unos metros del hospital.
Ni siquiera lo había pensado. Tenía intención de hacerlo parte de su consulta en el área de Itaewon, solo a veinte minutos de su departamento, pero como parecía estar convirtiéndose en una molesta costumbre, Park tenía el don de removerle el piso y de paso cargarse cualquier plan que tuviera preconcebido para él.
Un parpadeo en el bolsillo de la bata de su pupilo lo hizo rechinar los dientes. El semáforo cambió sus colores y el coche reanudó la marcha mientras Jimin tomaba la llamada.
"Si fueras mío no te distraerías tanto."
Fue lo que la mente del doctor al volante elucubró, pero obviamente no dijo. Yoongi tenía la impresión que iba acabar perdiendo la paciencia con Jimin y su club de admiradores.
—No, Tae, en realidad yo estaba en el hospital antes. Sí, comprendo. También me encargaré de eso cuando regrese de la práctica fuera de servicio. Y que lo digas. Vale, nos vemos.
El de cabellos castaños y ojos a juego concluyó la llamada justo cuando Min estacionaba frente a un lujoso edificio. Las calles habían variado de Gangnam a los cuidados espacios de Itaewon. Jimin se felicitó a sí mismo por haber escogido un atuendo un poco más formal.
Su mirada se perdía en el imponente rascacielos donde rezaban las palabras Clínica K&M y asociados sobre la elegante puerta acristalada. Como si su acompañante supiera de las preguntas que se formulaban en la cabeza del joven, la voz ronca del doctor Min hizo su aparición.
—Esta es la clínica de mi familia y la de su compañero Namjoon. Solo se admiten egresados de universidades contempladas en el ránking por encima del 0.1% de selectividad.
Jimin sabía que Namjoon procedía de una familia con recursos. Su amigo Taehyung era otro caso, pero nunca pudo calcular que contaran con semejante poderío o que eso se relacionara con el doctor a su diestra.
"Dice Nam que prácticamente crecieron con Yoongi. Aún cuando nos saque tres años, él y su hermano Hyunjin siempre formaron parte de la pandilla de sus aventuras en Daegu."
Aquella conversación que había tenido con el rubio en la madrugada del miércoles ahora cobraba cuerpo. Jimin tragó duro mientras Yoongi le entregaba las llaves de su deportivo a un empleado de la clínica. Realmente no sabía cómo llamarle aquel edificio de suelos impolutos y mostradores de mármol.
Estaba hechizado por tanta elegancia cuando perdió a Min para chocar con otra persona. Sin lugar a dudas, hoy las causalidades estaban sobre la mesa del joven doctor.
—Oh... lo siento... discúlpame...
Se apresuró a murmurar una menuda muchacha cuyos lentes casi conseguían tocar el suelo, de no ser por los buenos reflejos de Park. Bae Woo Young comenzaba a parecerse a un tomate cherry mientras el castaño le devolvía los anteojos de montura rosa con una sonrisa.
—Quien debe disculparse soy yo... la verdad es que soy nuevo y...
—Doctor Park.
El tono grave de su tutor lo volvió a impactar. La chica de los lentes abrió los ojos como platos al reconocer al doctor Min detrás de su salvador.
—Oh, no sabía que estaba aquí. La doctora Kang le recuerda la interconsulta con nuestro servicio a la una. Mis disculpas doctores.
Mencionó la menuda doctora Bae antes de dedicarle una inclinación de cabeza a ambos hombres y encaminarse a paso rápido hacia los ascensores. Jimin no pudo agregar más nada mientras Min casi lo jalaba por un codo.
Encontraron un grupo de ascensores al final del pasillo por el que había serpenteando la doctora Bae, ambos con el ceño fruncido.
—¿Qué cree que hace? No soy un niño.
Se quejó Park cuando el otro pulsó el número veinte sobre el tablero dorado de la cabina.
—No, es un casanova, lo cual es mucho peor. Le pedí que se concentrara en su formación y cuidara su imagen. Por lo visto lo entendió todo al revés. Deje de coquetear con todo lo que se mueve a su alrededor y madure de una vez.
—Ser amable y coquetear son dos cosas muy diferentes, alejadas bastante en significación si me lo permite.
—Guárdese sus reflexiones filosóficas para otro momento Park. Sus filtreos nos han retrasado lo suficiente.
—No tanto como su decisión de no informarme este cambio en mi horario. Sea sincero, si sabía que me convertiría en un grano en su trasero... ¿Por qué insiste tanto en transformarme en algo que nunca podré ser?
Yoongi frunció el ceño. Estuvo tentado de zarandear al sin filtro de su pupilo y gritarle que la razón primaria para haberlo escogido era solo por su persona, pero en lugar de ello, esbozó una sonrisa cansada mientras se peinaba la oscura melena con los dedos.
—Tiene razón... usted es de armas tomar, pero sabe qué... me recuerda al torpe estudiante que alguna vez fui. Al mismo enamorado de la carrera con ganas de comerse el mundo ¿Sabe lo que veo cada vez que lo miro Park?
El menor negó sin apartar sus ojos de aquellos orbes azul ciano. Min le apretó un hombro, reforzando un gesto innegablemente masculino.
—Veo mucho potencial y no voy a permitir que se desaproveche. Vamos, tenemos mucho que hacer hoy.
Las puertas del ascensor titinearon antes de develar el pasillo donde varios consultorios se agrupaban. Jimin sonrió sin siquiera ser consciente de lo que eso provocaba en su interlocutor.
—Tiene razón, estoy aquí para trabajar.
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