[FOUR]
La puerta del despacho de Min Yoon Gi estaba sin seguro. El doctor aún no se incorporaba de las deliberaciones que se estaban llevando a cabo por la operación de Seo Jun.
Jimin se mordió el labio inferior mientras paseaba de un lado a otro de la estancia, iluminada apenas por una lamparilla de mesa y las luces en el cristal de la ventana.
"Debo pedirle perdón. No merezco un tratamiento especial después de esta noche. Pero cómo lo hago, cómo le pido disculpas sin humillarme."
Humildad era la palabra que atosigaba al joven doctor mientras construía un nuevo camino frente al escritorio de su tutor. Estaba tan concentrado en encontrar las palabras adecuadas que no escuchó los pasos en el pasillo o el cierre de la manilla cediendo para que una figura envuelta por sombras azules le cuestionara con una ceja alzada.
Azul… ese color se repartía en el equipo de trabajo del doctor Min, pero sin dudas, era el reflejo de la ira en tonos ciano lo que brillaba en su mirada.
Jimin detuvo su marcha frente al escritorio y apretó los puños. Yoongi estaba a punto de sermonearlo, el profundo ceño en sus facciones así lo anunciaba y el más joven de los dos no supo cómo pudo llegar tan rápido al suelo.
Recreando la reverencia absoluta, con la frente tocando sus manos y de rodillas sobre la alfombra, Min Yoon Gi se quedó sin palabras ante el temple de su nuevo residente.
—Señor Min…—Jimin inició con voz rasposa— No tengo justificación para la falta de hoy. No voy a deshacerme en palabras inútiles que han estado abarrotando mi cabeza en la última hora. Me merezco el peor de los castigos. No sólo por mi desobediencia al involucrarme en algo que no era de mi competencia. Soy débil, y aún así, me doy el lujo de actuar con soberbia. Esta mañana lo hice y usted mostró piedad, le ruego que ahora no lo haga. Debo aprender si quiero aspirar a ser como usted. Señor, por favor, discúlpeme por dudar de su liderazgo, no soy digno del puesto de Jefe del Cuerpo de Residentes, eso… eso quedó más que demostrado esta noche. Por favor, deje que la doctora Hwang se mantenga en mi lugar. Una vez más, discúlpeme señor.
Los ojos color café de Jimin centellearon cuando alzó la mirada para encontrarse con la de Min. Un zarcillo de cabello del mismo color castaño le cubría la frente al chico, creando sombras sobre los altivos pómulos y los labios entreabiertos.
Aquella imagen, vulnerable y hasta cierto punto sumisa en su residente, desarmó el plan que Min había trazado con horas de antelación.
Recordar cómo Jimin había hecho oídos sordos a sus indicaciones para subirse aquella escalera de incendios, con el riesgo de perder su propia vida o lesionarse de gravedad, le hacía hervir la sangre.
Aún cuando tuviera conocimiento del altruismo y la capacidad del joven para rectificar, sabía que debía corregir esa manía de hacer lo que le venía en gana.
"Tal como tú la mayoría de las veces."
Se recordó y tuvo que hacer de tripas corazón para no esbozar una sonrisa. Se suponía que estaba enfadado con su pupilo, no deslumbrado por su insólita fragilidad o el hecho de que el joven continuara de rodillas sobre su alfombra.
Su cansado cerebro ya edulcorada una fantasía morbosa donde Park abandonaba su expresión de cachorro regañado, se acercaba hasta desabrochar la pretina de su pantalón y…
—¡Por Dios, Park! Eche la cabeza para atrás…
Las luces de la estancia no le habían permitido darse cuenta antes. Yoongi no cuantificó en qué momento había dado dos pasos hacia su residente, pero ahora cualquier ensoñación tórrida había sido removida de un plumazo cuando el chico sangraba profusamente por la nariz.
Los dedos del doctor Min tomaron el afilado mentón del muchacho mientras lo urgía a que se pusiera en pie.
—Discúlpeme…
Insistía Park en apenas un murmullo. Min chasqueó la lengua con disgusto y le indicó que lo siguiera con la cabeza en alto. Si Jimin era honesto, no había percibido que sangraba hasta que la expresión alarmada de Min había roto el encuentro de miradas de ambos.
Estaba tan cansado como para no reparar en las cortaduras en sus nudillos o el dolor que atenazaba sus músculos.
—Siéntese…
Sus cavilaciones sobre la oficina del doctor habían estado bien encaminadas. Detrás del librero, una camilla y un pequeño diván estaban cerca de una lámpara de pie.
Min la encendió antes de abrir un estante. El olor a desinfectante y las gasas alertaron a Jimin de lo que iba a suceder.
—Mantenga la cabeza en alto e inclinada hacia atrás ¿Acostumbra a tener epistaxis con periodicidad?
Jimin se humedeció los resecos labios antes de contestar. Sus ojos estaban sobre el pecho del doctor Min, específicamente en la delicada línea de piel pálida que representaba el inicio de una clavícula y el reflejo de una cadena de plata.
—Solo cuando estoy estresado.
Escuchó su voz como si fuera un espectador ausente de las maniobras del mayor por limpiarle la sangre del rostro. Yoongi dio gracias por el estado de parálisis del chico.
No le convenía que fuera testigo del ligero temblor en sus diestras manos mientras pasaba el apósito por sus fosas nasales y aquel rostro se le revelaba en su totalidad. Park Jimin era ridículamente atractivo.
Una colección de pecas castañas le salpicaban el puente de la recta nariz hasta tomar un poco las mejillas. Había que estar muy cerca y con una luz como la de la lámpara para notarlas, para apreciarlas en todo su maravilloso esplendor.
Las cejas tupidas describían dos arcos del mismo color castaño que el sedoso cabello y el abanico de pestañas que cubría sus ojos. Ahora casi velados mientras respiraba con dificultad. Yoongi no pudo contenerse y apoyó una mano en la sensible nuca del menor, casi obligándole alzar más la cabeza y por ende, a que lo volviera a mirar.
—Voy a examinarle esas vías aéreas ahora, pero creo que usted está deshidratado…
Ni el propio Min reconocía su voz. Aquel murmullo que hizo que los vellos de los brazos y el cuello de Jimin se alzaran como encantados por un mago, sería ignorado por ambos mientras se enfrentaban con la mirada.
Azul ciano ahogándose en un océano color café. Yoongi terminó su examen colocando dos tapones confeccionados con apósitos para mantener a raya el sangrado en la nariz pequeña de su aprendiz.
Tenía la boca seca, pero se las arregló para decirle a Park que le administraría un suero de destrosa, al comprobar que el joven sí presentaba signos de mala hidratación, y casi podía apostar que tampoco se alimentaba bien.
La excusa de ir a buscar la solución mientras dejaba a Park recostado contra la camilla de su despacho lo ayudó a serenarse. Yoongi se apoyó contra la madera de la puerta de su oficina de cara al desierto pasillo mientras se mordía los labios al punto de hacerlos sangrar.
Qué demonios le estaba sucediendo. Por qué se comportaba cómo un animal cuando tenía al pequeño castaño cerca, por qué había tenido ganas de gritarle por ser tan descuidado y luego atraerlo entre sus brazos y acariciarle aquella mata de pelo castaña mientras le susurraba que todo estaría bien, que en lo adelante él mismo se encargaría de velar por su aspecto y bienestar. Estaba loco, sin dudas esa era la opción más coherente.
Observó el bulto que se había formado otra vez en su pantalón y se maldijo internamente. Tenía que encontrar una solución para tratar con Park sin salir chamuscado, porque él ya no tenía dudas. Aquel chico era una hoguera y él no iba a pensarlo dos veces para arder en sus brazos.
Del otro lado de esa conjetura Park Jimin caía en un plácido sueño en el que no tenía tiempo para analizar sus reacciones a la extenuante jornada que había tenido.
Faltaba mucho por lo que preocuparse, faltaba mucho por lo que trabajar, pero mientras se hacía un ovillo en torno a la manta de viaje que había sobre la camilla nada importaba realmente.
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La madrugada encontró a los internos residentes de Traumatología en un leve remanso de paz. Aún cuando nadie se atrevía a poner en palabras el sentir común, solo bastaba una ligera inspección aquellos rostros donde las ojeras estaban ganando terreno para percatarse que habían elegido al culpable de tanta tensión.
Hwang Chae Young se había incorporado al puesto de atención solo para comprobar cómo le iba a los Kim. De Jennie recibió una sonrisa tensa, de Taehyung una mueca irritada que le advertía que si intentaba por un instante hablar mal de Jimin se las tendría que que ver con él.
Pese a la jornada extenuante a la que estaban sobreviviendo, la calma había vuelto a los cubículos de emergencias y muchos de los pacientes solo esperaban a cumplir las horas de observación para ser dados de alta.
Un verdadero logro, si se tiene en cuenta la complejidad de la situación que habían tenido entre manos. En ello todos los internos tenían que presentar sus respetos al doctor Min. Aquel hombre no solo era una eminencia académica, sino un estratega de primera para tomar decisiones.
La propia Chae Young fue testigo en el quirófano y por primera vez en su existencia, se sintió verdaderamente impactada por alguien. Aún cuando el médico no lo hubiera expresado, la forma en la que había mirado a Jimin a la salida de los cambiadores se explicaba sola.
Por el momento Chae Young solo tenía que esperar. Aún cuando la medicina no fuera una ciencia exacta, sumar sus méritos de esa noche contra la de bacle que había protagonizado Jimin, arrojaba el resultado.
—Te veo realmente complacida, Chae.
Hoseok apareció con dos tazas de café envueltas en una servilleta antes de buscar un taburete y colocarlo junto a la castaña. Ella aceptó la ofrenda y volvió a fijar la mirada en el teclado de la tablet. El informe de quince cuartillas que debían entregar a primera hora de ese día iba casi a la mitad.
—Solo continúo en mi lugar. Gracias por mantener la calma cuando nos llamaron al quirófano. Fue de mucha ayuda para organizar cuerpo de guardia.
Él asintió tomando otro sorbo de su café para también dedicarse a cumplir con la tarea que les había encargado Min.
—Todos aprendimos algo esta noche. Creo que con Min siempre será así. Aunque te estaría mintiendo si no quisiera ser una mosca en el despacho del doctor para ver la caída de Park. Sin lugar a dudas, fue demasiado lejos esta vez.
Chae Young dejó de teclear un instante. Park Jimin comenzaba a convertirse en una piedra en su zapato. Aun cuando lo recordaba vagamente, el día del examen de aplicación a la especialidad habían hecho el módulo de Medicina Interna en el mismo local.
La imagen de aquel joven en unos simples jeans, zapatillas usadas y un suéter gris estaba grabada a fuego en su mente. No por lo sin chiste de aquel atuendo, sino por lo seguro de sí mismo que parecía.
Había escogido la primera boleta, la de treinta preguntas, y en menos de cinco minutos había regresado sin usar su hoja de apuntes para impactar al tribunal con su mente prodigiosa.
Park Jimin sacó un 98% ese día, no porque se equivocara, sino por dejar de usar su oportunidad de ser humilde y alejarse de la barra de lo común donde los demás trataban de avanzar.
Chae Young recordaba ese incidente con los puños apretados. Mientras ella seguía las reglas, como su padre le había inculcado, aquel joven parecía haber nacido para moldearlas a su favor, y aún cuando tal conducta trajera inconvenientes, la vena rebelde del doctor Park terminaba encandilando al claustro hasta convertirlo en el favorito de todos.
Algo imperdonable y molesto, cuando ella estaba obligada a resaltar para satisfacer el estándar familiar. Nacer como la hija menor en una familia de eminencias en el área médica es una clase de karma.
Esforzarse por ser el número uno estaba grabado a fuego en el alma de aquella chica y esa mañana la amenaza de que Park Jimin fuera a usurpar su lugar quedó flotando en el aire como un estandarte de guerra.
Quizás los demás estaban demasiado absortos en el hecho de que el doctor Min regañara al castaño como para no notar la rivalidad y la admiración disfrazada detrás de la amonestación de su superior, pero ella sí lo había visto.
El chispazo azul en la mirada de su profesor antes de despacharlos en la mañana estaba dedicado a Park Jimin. Ese tipo de predilección era dañino, Chae Young lo sabía y aun cuando el destino había puesto la balanza a su favor, tomar precauciones nunca estaba de más.
Por eso obvió el último comentario de Hoseok y se dedicó a continuar con el ensayo sobre politrauma a fin de conseguir otro listón dorado como la primera de la clase.
Ninguno de los jóvenes pudo ver cómo el doctor Min entraba al área de enfermería para hacerse de un equipo de venoclisis y regresar a paso cansino a su despacho.
Las luces seguían en un tono bajo cuando franqueó la falsa pared que construía el librero hasta llegar a la camilla donde un cuerpo menudo se había acurrucado alrededor de su manta de viaje.
Los mechones castaños de Park parecían hilos dorados bajo la lámpara de pie sobre su cabeza. El chico se había dormido, cerrando un abrazo sobre su propio pecho que haría muy difícil preparar la vía.
Yoongi suspiró antes de peinarse el cabello con una mano. Estaba exhausto, quizás hasta más que Park. Luchar contra su instinto y mantener el control era una tarea que le secaba el alma.
Trabajó con diligencia hasta que solo debía ocuparse de recolocar a Park en la camilla y canalizarle una vena. Tarea aparentemente fácil, cuando a Min no le quedó más remedio que sentarse en el extremo donde las piernas del chico se acuclillaban e intentar moverlo por los hombros.
Jimin balbuceó varias incoherencias y se resistió a ser movido pero al final terminó cediendo a la caricia que le recorría la espalda describiendo círculos por encima de su maltrecho informe.
Debajo de los párpados entornados del doctor Min, una emoción cercana a la compasión se mezclaba con la curiosidad por saber las razones detrás del comportamiento del joven. Yoongi aprovechó que el castaño había aflojado su agarre y sin medir consecuencias lo atrajo hacia su pecho.
Las piernas de Park colgaban de la camilla en una posición incómoda hasta que el propio chico las recogió para terminar casi trepando sobre el regazo de su tutor.
El más pálido de los dos se mordió el labio antes de acunar al castaño por completo. Jimin suspiró antes de hundir la nariz en el hueco del cuello del mayor, rodeando la cintura ajena como si fuera el acto más común del mundo.
Pese a que debajo de él la piel del otro médico ardía, Yoongi se conformó con impartir un masaje rítmico en la grácil espalda del chico y hundir la nariz en la mata castaña con restos de hollín de su aprendiz.
—A partir de ahora voy a cuidarte… no me importa si no estás consciente de ello. Creo que me gustas… corazón…
Yoongi murmuró antes de cerrar los ojos y dejarse rodear por el aroma y la presencia de aquel chico que le recordaba lo improbable que puede ser a veces la vida.
Muy cerca de la ventana de su despacho, una tímida flor de luna enseñaba sus pétalos.
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