[EIGHTEEN]
"Cuando te subes a la montaña rusa, las bajadas suelen ser lo más emocionante.
El sentimiento de anticipación que atenaza tu estómago, las manos cubiertas de sudor mientras la idea de ingravidez precede al ascenso.
No piensas en nada, no oyes nada, solo el rumor de la sangre pulsando en tus arterias.
Solo el regusto de la adrenalina para sentir… sentir que estás vivo… Yo me perdí una noche de esas.
Lo único que deseaba era olvidar y al mismo tiempo escalar a la cumbre del éxtasis.
Encontré una forma de mezclar mi avaricia con la desesperación…
Lo elegí a él…"
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MOONFLOWER
Jimin despachó al proveedor de vieras en la parte trasera del restaurante. Su modesto reloj de pulsera anunciaba las ocho con cuarenta minutos, lo cual significaba que todavía quedaba mucho trecho por andar en la jornada de ese sábado.
Con esa certeza intentó regresar al acogedor clima que se respiraba en la cocina de su hyung. Tenía la impresión de que en cualquier momento una de las típicas lloviznas que azotaban Seúl producto a la transpiración del día, conseguiría disminuir más la temperatura de la noche.
Casi lograba alcanzar la manilla de la puerta marcada con aerosol verde que daba paso al almacén cuando una sombra grotesca cayó sobre él.
"Un asalto… ¿Es en serio?"
Pensó mientras adoptaba una posición defensiva. Lo que sus ojos vieron fue peor que cualquier amenaza que estuviera dispuesto a enfrentar.
—¿Me extrañaste, hijo mío?
Aquella voz cavernosa levantó el eco de los recuerdos. Una furia roja comenzó a nublar los sentidos del más joven de los Park antes de alzar el auricular de su móvil e intentar lo que solía reportar si tenía la oportunidad de ver a su padre a los ojos de nuevo.
—Oh… Jiminnie… tan dramático como tu difunta madre. No escapé de la celda ni viajé en varios autobuses para acorralarte como la pequeña rata que siempre has sido. De hecho, si llamas a la policía, como hiciste aquella vez, te darás cuenta que eres el responsable legal de tu querido padre. Me dieron la libertad condicional hace dos semanas. Alégrate por mí y dame un abrazo.
Cuando Chanyeol intentó acercarse, Jimin blandió su móvil como si fuera una espada. El ruido del equipo haciéndose trizas fue lo que menos le molestó.
La versión de sí mismo que trataba mantener bajo siete llaves se elevó para tomar por el cuello aquel desastre de hombre y empujarlo contra la pared.
Chanyeol sonreía al reconocer las venas dilatadas en el cuello de su hijo. La basura, por mucho que se esfuerce en esconderse siempre termina flotando en la superficie.
Las aguas del río del alma de Park Jimin lucían cenagosas mientras recordaba años de opresión bajo el dominio de Chanyeol.
Años de esconderse detrás de la puerta de la habitación de su antigua casa en Busan mientras escuchaba a su madre suplicar cuando aquel cerdo se atrevía a profanar su cuerpo o cuando era él quien recibía los golpes de aquel abusón.
Cómo se atrevía a resurgir del agujero del infierno adónde pertenecía y colocarle responsabilidad en los hombros. Que más debía de pagarle a ese hombre para que lo dejara en paz.
Acaso no era suficiente con haber perdido a su madre. Acaso no era suficiente con haber sido señalado y compadecido en su ciudad natal por ser el hijo de un criminal.
—¡No voy a darte ni una mierda! ¡Sea lo que sea que estés planeando aléjate de mí! Dejaste de importarme el día que le levantaste la mano a ella en mi presencia. Eres despreciable y lo que hagas con tu penoso culo es tu problema. Juro que no te doy fin con mis propias manos porque la escoria como tú merece sufrir hasta retorcerse.
Una carcajada amarga salió del armazón de humanidad que era su padre. Una carcajada que se confundió con la tos estertorea que solo podía identificar a los afectados por las enfermedades pulmonares, otro dato que dio paso a la realización.
Jimin soltó el amasijo de piel y huesos que era su padre. Bajo la luz mortecina de las farolas que daban acceso al restaurante, el castaño pudo reconocer la mortaja de la parca sobre el semblante desencajado de Chanyeol.
La camisa arrugada y el traje que antaño había sido de color gris a rayas, ahora consumido y raído en los puños, tal como los restos de aquel hombre.
—Estás enfermo… te estás muriendo y por eso…
Ahora fue el turno de reír para el más joven de los Park. Una risa descontrolada solo atribuible a alguien a punto de perder la razón. La ironía de la vida le daba otro golpe demoledor. Chanyeol logró vencer su ataque de tos para limpiarse la saliva que escurría de su boca con el dorso de una mano llena de cicatrices. Jimin no vaciló.
—Eres más inteligente de lo que recuerdo. Moonbyul siempre quiso que fueras médico. Pues ahí tienes… Salva a tu padre, Park Jimin. Salva a tu padre o atente a las consecuencias. Dudo que a la camarilla de gente rica con la que te codeas le guste saber del agujero del que has salido ¿No es así, Jiminnie?
—¡Ni una mierda! ¡Que te ayude Dios si es que aún puede tenerte misericordia! ¡No vas a verme la cara y deja de decir que soy tu hijo!
—¡No puedes borrar ese hecho! Eres carne de mi carne, la misma sangre, el mismo atractivo contradictorio que solía tener cuando era joven ¿Sabes por qué la puta de tu madre me escogió por encima de su vida de niña de clase media…?
—¡No te atrevas a mencionarla, hijo de puta! ¡Mi madre era demasiado buena para alguien como tú! Su único pecado fue caer por un idiota como tú, me avergüenzo de ti y de tu nombre. Pero solo espera, esos riquillos, como tú dices, sabrán que alguien de bajos recursos puede tener acceso al éxito. Mi nombre estará en todas partes por una buena razón, así que si quieres arruinarme la vida llegas con retraso de ocho años. Me encargué de romper lazos contigo el día que abandoné la ciudad. El apellido Park que llevo es el de mi abuela materna, ahora regresa al agujero del infierno al que perteneces. No te debo nada…
El ruido de una puerta abriéndose detrás de ellos los hizo mirar en dirección al halo de luz que ahora cubría esa zona del callejón.
—Chim…¿Sucede algo? Taeyang hyung nos necesita.
Felix examinaba el escenario en el que un desconocido conversaba casi en susurros con su amigo. Jimin asintió antes de chocar el hombro con Chanyeol.
—Esto no se acaba aquí, hijo de puta. Las alimañas, como tú dices, siempre podemos regresar. Sé dónde trabajas, querido hijo.
Siseó su progenitor como el ser despreciable que era. Jimin tragó duro.
—Que Dios me perdone pero hubiera deseado que fueras tú en lugar de ella. Púdrete en el infierno, bastardo.
El tono letal de la voz de su hijo, lejos de amedrentarlo solo sirvió para ampliar la grotesca sonrisa en el rostro del mayor. Jimin casi lograba reunirse con Felix cuando escuchó la maldición de boca de su padre.
—¡Cuídate tú también, quién sabe cómo nos puede tratar la vida!
Felix enarcó las cejas, pero Jimin se encargó de cerrar la puerta del almacén con un golpe seco.
—¿Quién demonios es ese? ¿Chim?
—¿Qué era lo que necesitaba Taeyang hyung?
Una pregunta contra otra, y Felix supo que no sacaría nada de la expresión adusta en los ojos de su amigo. Nada más que especulaciones o el hecho de que debía tener cuidado con algún tipo con pinta de loco rondando por allí.
De pronto la conmoción que rodeaba al restaurante regresó para presionar los botones correctos. El platinado se mordió el pulgar.
—Taehyung tuvo un ataque de pánico en los servicios. Seok Jin acaba de llegar. Creo que los Jeon han cancelado el evento.
Una nueva oleada de pinchazos recorrió la columna vertebral del castaño. Pero aquello era mejor que hundirse en años de esclavitud emocional bajo la sombra del monstruo que tenía como padre.
—¿Dónde está Tae?
Preguntó de camino a las puertas dobles que separaban el salón del restaurante de la cocina. Allí, una pequeña multitud rodeada a Jungkook, quien bramaba órdenes alrededor de unas mujeres que intentaban abanicar a alguien tendido sobre el sofá que normalmente fungía como ornamento de la decoración.
—La ambulancia que pedí ya está en camino. No deberías estar cerca ahora. Taehyung puede oírnos pero no moverse. He visto esto más veces que tú como para saber lo que necesita.
El tono serio de Seok Jin llegó hasta los oídos de Jimin. El cuerpo que reposaba sobre el damasco rojo del sofá era el de su amigo. Con los ojos abiertos pero sin ver nada. Pequeño y vulnerable como no recordaba, Jimin tuvo ganas de gritar.
—¡Es mi prometido, joder! ¿Cómo quieres que me calme?
Bramó Jungkook y la palabra "prometido" revoloteó en el tenso ambiente. Las cejas de Seok Jin casi se unieron mientras una nueva realización parecía explicar la razón detrás del colapso nervioso que había sufrido su hermano menor.
—Hermosa manera de hacerlo saber. Tae no puede soportar estrés emocional desde que era pequeño. Antes de dar semejante paso deberías darte el tiempo de conocerlo mejor. No es un juego de niños, es su vida, y a partir de ahora te agradecería que estuvieras lejos de mi hermano.
—¿Me estás amenazando, Kim? Escucha, no tienes razones para intervenir. La decisión de Taehyung de aceptar o no mi propuesta no debe ser de tu incumbencia o de alguien más, tú…
—¡Escucha tú entonces! ¡No voy a permitir que un loco oportunista le ponga las garras encima a mi hermano! Mientras era un tonteo no me preocupaba, ahora quieres firmar un compromiso que sabemos beneficiará más a tu lado que al nuestro. A ti no te importa porque creciste en Inglaterra. Tae es un alma libre pero no está ciego. La mancha de la vergüenza caerá sobre él por su orientación sexual. Así que deja de actuar como la víctima que no eres y aléjate de él.
—¡Hijo de…!
La mano que se alzaba sobre Jin fue detenida por la figura de Park Jimin. Los ojos de Jungkook se ampliaron al descubrir al mejor amigo de su amante en medio de aquel desastre.
—Vamos afuera, Jungkook. No creo que esto le haga bien a Taehyung… deberías saber lo que sucede con las personas con un ataque de pánico y epilepsia.
Nueva información apabullante y Jeon lamentó haber estado más ocupado en satisfacer la necesidad que sentía por su chico que por conocer todas sus cicatrices.
Farfullando maldiciones se dejó guiar por Jimin hacia una zona de reservados que daba a una especie de terraza. De lejos podían escuchar el murmullo velado de los asistentes a semejante pantomima.
Las miradas pesadas de los familiares de Jungkook se unieron a la orden de Seok Jin de que solo él se haría cargo de su hermano. El heredero de los Jeon salió a la frialdad de la noche rechinando los dientes.
—¡Joder, por qué no dijo nada! Podíamos haber evitado esto… yo solo… ¿Tú no vas a culparme, verdad, Jimin?
El aludido se incorporó al barandal acristalado sobre el que Kook se apoyaba. Su pronóstico de que pronto habría una tormenta estaba cerca de materializarse. Jimin deseó poder ver más allá de las sombras que enmascaraban las luces en el microuniverso de la ciudad.
Tanta parafernalia para disfrazar un grupo de almas lastimadas que jugaban a fingir un sueño que por años había acariciado.
"¿En serio quieres ser parte de esta pandilla de mentirosos, más comprometidos con el que dirán que con lo que es correcto?"
—Solo quiero lo mejor para Taehyung y lamentablemente… tengo que concordar con Jin. Aún no está listo para el gran salto.
—Pero…
—¿Soy un hipócrita? Quizás, pero créeme cuando te digo que presionándolo no lograrás nada. Piensa con cuidado, jefe administrativo… Tae es más complicado de lo que te puedas imaginar. Hace ocho años que nos conocemos y aún no deja de sorprenderme. Me enteré que era epiléptico por una fiesta en la que tuvo un ataque. Estaba sobreexcitado por haber aprobado los parciales de cuarto año. Puede ir de la euforia a la total depresión. Es una bomba de tiempo que estudia medicina para no defraudar a sus padres. Quiere ser libre pero al mismo tiempo está consciente de la correa alrededor de su cuello en el mundo donde se crió. Un mundo que muchos anhelan pero que en el fondo es una mierda. Si lo quieres solo la mitad de lo que te jactas de hacerlo, comprenderás y dejarás que las aguas tomen su nivel. De lo contrario, no solo será Seok Jin el que desee pegarte un buen puñetazo. Hay una larga fila por ese demente y yo sigo después de su hermano.
El brillo de la burla sobre las pupilas del castaño produjo efectos contradictorios en Kook. Sin saber qué hacer o qué decir, ambos observaron la llegada de la ambulancia a las instalaciones del Royalty.
El evento planificado por los Jeon para hacer oficial el compromiso de su único heredero varón con el vástago menor de la familia Kim de Daegu terminaba con un sabor amargo.
Pese a las negativas de Jin y de sus propios familiares, Jungkook siguió la ambulancia hasta la clínica privada donde Jimin hacía sus pasantías.
El logo metálico de K&M se vislumbró tras las puerta de cuerpo de guardia. Jungkook esperó en las incómodas sillas del salón destinado a los familiares mientras una pequeña caja aterciopelada daba vueltas entre sus ágiles dedos.
Dentro, la promesa que no se había llegado a formular, reposaba en dos anillos grabados con el nombre que debía tener el amor.
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MOONFLOWER
La cortina de agua que se había insinuado en el cielo de la ciudad, ahora precipitaba con la saña del que quiere lavar recuerdos.
Min Yoon Gi observaba el descenso de las gotas contra el cristal de la puerta de corredera que daba a su jardín. La copa de vino tinto que le había acompañado después de disfrutar de una cena frugal aún estaba por acabarse.
"Lamentablemente tenías razón, tu progenitora ha puesto la mira en ese chico. Lo siento Yoonie, quisiera ser de mayor utilidad."
El informe de Ji Sung había llegado con la celeridad que los rayos rasgaban el firmamento empañado por capas de esmog en la urbe.
El conocimiento puede ser más doloroso que la ignorancia y Yoongi desgraciadamente se había hecho adicto al dolor.
Niebla de pensamientos contradictorios lo sacudían aún cuando el horario de ir a encontrarse con Morfeo parecía dilatarse. Como si no fuera suficiente, alguien llamaba con insistencia al intercomunicador que daba acceso a su casa.
Malditos locos que se acercaban a molestar cuando pasaban de las tres de la madrugada. Tentado a llamar a la seguridad del condominio para que atraparan al intruso, abandonó su cómoda posición frente al ventanal para ingresar a su despacho privado en la biblioteca.
Allí, sobre la mesa de caoba pulida, descansaba una colección de pequeños monitores desde los que podía tener acceso a los límites de su propiedad. Las cámaras enfocaron al responsable de semejante atrevimiento y una maldición salió de los labios del doctor.
Casi en automático corrió de vuelta a su habitación. Encontrar un impermeable lo suficientemente grueso fue toda una hazaña entre la cantidad de abrigos y polos de nieve que se peleaban en su vestidor.
Sin saber qué aspecto tendría, incluso con aquellos horrorosos lentes de descanso de los que Woosung se solía burlar, Min Yoon Gi se apresuró por llegar al portón de su casa para comprobar con sus propios ojos que no estaba teniendo una alocada alucinación.
Eran las tres con cuarenta de una madrugada fría en Seúl. Llovía a cántaros y Park Jimin llamaba a su puerta, con la sonrisa rota que solo puede tener un completo desquiciado.
—Tenías razón aquella vez… yo tampoco puedo escapar de esto… así que si aún no te has aburrido de mí… lo quiero intentar…
Por unos instantes el cerebro de Min no asoció aquellas palabras con la imagen quebradiza de un joven bajo la lluvia. No podía calcular cuánto tiempo podría haber estado bajo las inclemencias del tiempo.
Pero por lo visto era demasiado, como para que los labios de Park estuvieran casi de color azul en las comisuras.
Yoongi percibió la mezcla de furia y alivio que se apoderó de su cuerpo. Con un movimiento brusco colocó el segundo impermeable que había logrado sacar de su armario sobre los temblorosos hombros de su pupilo.
Jimin ni siquiera vaciló antes de enredar sus brazos en torno a la cintura ajena y esconderse en el cálido lugar donde el pulso de Min daba bandazos desacompasados.
—Hazme olvidar esta noche… por favor, Yoon, no me abandones tú también…
Las palabras confirmaron lo que el mayor intuía. Algo había cambiado radicalmente y si no fuera tan egoísta estaría en condiciones de dar un paso atrás y rechazar la invitación que marcaría el acto final.
Sin embargo, no lo era. No cuando el torrente de emociones que habían coloreado su vida desde que su camino se había cruzado con Jimin parecía explotar en miles de tonalidades.
Cerrando los ojos para ocultar su arrepentimiento, sus brazos se encargaron de rodear el cuerpo que se apoyaba sobre el suyo.
—Nunca podría negarme, corazón mío. Úsame si te place, me encargaré de besarte cada una de tus cicatrices.
Las palabras que tanto deseaba oír actuaron como un bálsamo sanador para el alma angustiada del más joven. Jimin salió del cálido escondite que había hallado en el cuello de su tutor para protagonizar lo que ya no llamaría pecado.
"Prefiero consumirme en el fuego de tu codicia que esperar por un cielo que no me pertenece. Toma todo de mí esta noche, no me sueltes… jamás."
Los labios congelados por el peso de la lluvia y el pasado encontraron a los del arrepentimiento. Nunca un beso había tenido tantas connotaciones como el que compartieron bajo las luces del portón de acceso a la casa del doctor Min.
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