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01 ━━━ A gift for rogers.

  CAPÍTULO UNO.
un regalo para rogers.  


El Museo Americano de Historia Natural de Nueva York no solamente era uno de los museos más grandes y famosos del mundo, también había sido el punto de partida del capítulo más emocionante, aterrador e impactante de mi vida. Se había convertido en ese lugar que jamás podría olvidar, porque marcó un antes y un después en mi existencia.

Esta es la historia donde lo imposible se vuelve posible, donde los corazones se rompen, las promesas se olvidan y la familia se divide. Es donde un alma perdida encuentra su camino en los ojos de alguien más, pero el sendero que debe recorrer para lograrlo es quebradizo y está a punto de partirse a la mitad. Es el lugar donde la voluntad es puesta a prueba y dónde la pregunta resuena como el más fuerte de los ecos en la distancia: ¿Estás dispuesto a enfrentar tus miedos para proteger a los que amas? La respuesta, sin embargo, no la conocerán aún.

Para eso, debemos empezar desde el principio...




M A N H A T T A N 
Museo Americano 
De Historia Natural

10:35a.m.




—Oye, Rogers, se te ha caído un papel.

Conté mentalmente hasta diez, con la esperanza de que eso hiciera desaparecer la voz de Logan Hale a mis espaldas. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... ¿Aún seguía detrás de mí? Seis, siete, ocho, nueve... ¡Demonios! Diez.

—No pienso caer esta vez, Hale —alargué en voz alta, cruzando los brazos sobre mi pecho. Lo escuché reírse un segundo más tarde.

—¡Pero qué manía más absurda la de llamar Rogers a la bacteria! —añadió Lauren Wells, apareciendo frente a nosotros con una mueca en su insoportable rostro—. Eres muy poco para ese apellido, Clare. Muy poco para ambos apellidos, en realidad.

Si le rompía la nariz en ese momento, ¿dejaría un desastre de sangre muy grande que luego algún conserje debería limpiar? Consideré la situación por menos de cinco segundos. Siendo bastante honesta, prefería lidiar con los constantes intentos de Logan Hale para que me agachara y se me levantara la falda del uniforme que con la irritante persona que era Lauren Wells.

Mi archienemiga.

Bueno, quizás estuviera llevando las cosas más lejos de lo que debería al denominarla de esa forma, pero realmente no nos llevábamos bien. Desde nunca. Casi daba la impresión de que lleváramos en la sangre eso de forzar los límites y darnos en los nervios constantemente, tanto que en algún punto llegaba a salirnos de manera natural. Básicamente porque Lauren Wells era todo lo opuesto a mí misma. Alumna del cuadro de honor, vocera estudiantil, presidenta del club de matemáticas, capitana de las animadoras y presencia activa de todas las causas sociales. Mientras que yo, por el otro lado, tenía una racha intachable en cuanto a problemas en clases se refiere, era una maestra en el arte del problema, técnico profesional en reprobar asignaturas y graduada con honores en darle dolores de cabeza a mis padres. Era impulsiva, llorona, malcriada y, lamentablemente, tenía un buen gancho derecho.

Un muy buen gancho derecho —porque eso de dar buenos puñetazos viene de familia, se los aseguro.

Pero, no importaban cuántas ganas tuviera de poner en práctica ese dote heredado en ese momento, no podía hacerlo. La escuela secundaria Barcliff estaba de visita en el museo, como viaje de campo mensual, y yo ya había tenido una larga y tendida conversación con mi madre acerca de cómo no me iba a meter en problemas esta vez. Porque en el viaje anterior, cuando fuimos a recorrer un invernadero en el norte de Nueva York, es posible que haya terminado lanzando una planta que se estrelló contra la mesa en la que Lauren estaba sentada. Es sólo una pequeña posibilidad, claro.

Entonces más me valía comportarme o iba a tener muchos problemas al volver a casa, y no podía permitirme arruinarlo esta vez. Apenas había regresado a Barcliff después de volver de Washington con mis padres y su fallido trabajo en la capital, por lo que era bastante recomendable comportarme. Por el bien de todos.

Así que tomé aire, esbocé la mejor sonrisa que pude improvisar y me dirigí hacia Lauren de manera amable y cordial mientras le decía:

—Lánzate por las escaleras, Lauren.

Ella rodó los ojos al ver cómo señalaba las escaleras que estaban junto a nosotros.

—Necesitas una actualización urgente de respuestas, Vera —ladeó la cabeza, dirigiendo su atención al castaño que seguramente aún permanecía detrás de mí—: ¿En serio, Logan? Puedes hacerlo mejor que esto —y me señaló con el dedo.

—¡Chicas, chicas! —Logan dio una zancada hacia adelante y se posicionó en medio de ambas, acomodando los botones del saco del uniforme de Barcliff—. Hay Logan para ambas, no hay necesidad de discutir.

Necesité de unos minutos para aceptar que lo decía en serio, y entonces me carcajeé.

—Eres inútil.

—Ahora en algo estamos de acuerdo —murmuró la rubia, estremeciéndose ante la idea de lo que acababa de señalar.

—¡Barcliff, en línea! Voy a pasar lista —los tres alzamos la cabeza al oír la voz de la profesora Jordan. Estaba de pie a unos cuantos metros de nosotros, justo frente a una de las puertas giratorias y un con una carpeta de color negro sobre sus manos. No habíamos terminado de avanzar en su dirección cuando comenzó a hablar de nuevo—. Clare-Rogers, Vera Marie... ¡Clare-Rogers, guarda ese celular!

Di un respingo de pura impresión y casi se me cae el celular. Dios mío, estaba segura de que estaba prohibido gritar en el museo. Arpía avinagrada, mascullé en mi fuero interno. Detrás de mí escuché la vocesilla insoportable de Lauren transformarse en una rápida risa. A saber dónde le vería el chiste. Me mantuve en silencio mientras la profesora Jordan continuaba pasando la lista, aunque eso tampoco duro demasiado puesto que no éramos muchos. Barcliff tendía a ser un poco exigente en cuanto a su estudiantado se refería, por decir lo menos. No era ninguna sorpresa ver que hacían énfasis en el refrán de la calidad y no la cantidad; pero sí que se afincaban en la cantidad de dinero para mejorar la calidad.

Se me escaparon unos cinco bostezos (que me otorgaron varios regaños por parte de la profesora) mientras eso pasaba, y no fue sino hasta que Logan me dio un codazo que me enteré de lo que se estaba hablando a mi lado.

—Ya sabes, si te aburren los niños de Barcliff puedes pasar por Midtown y ser atendida por un hombre —le dijeron a Lauren.

Mis ojos fueron desde Logan (que estaba haciendo un esfuerzo por no reírse) hasta el chico de piel morena y cabello oscuro que estaba tratando de conseguir el número de Lauren.

—Soy Flash, por cierto —se presentó el aludido, extendiendo su mano—. Flash Thompson, a tu servicio.

—¡Clare-Rogers, de vuelta a la fila! —me gritó la profesora Jordan, de nuevo.

Se me escapó una palabrita que haría que mi padre me lavara la boca con jabón si me escuchaba.

Torcí los ojos de mala gana y giré sobre mis talones para dirigirme de nuevo hacia la fila de Barcliff.

—Ese grito fue tu culpa —mascullé hacia Logan.

El castaño me sonrió.

—Perdóname por tomar medidas desesperadas para hablar contigo, mon chérie.

Lo ignoré deliberadamente y me puse en la fila de nuevo.

La profesora Jordan estaba parloteando hasta por los codos acerca de cómo debíamos poner en práctica nuestros buenos modales y excelente comportamiento ahora que pudiéramos entrar a dar el recorrido. Al parecer otra escuela nos acompañaría en el proceso, y asumí que se trataba de la misma a la que asistía el chico que hace un momento estaba tratando de conquistar a Lauren (pésimo gusto tenía, si me permitían agregar). A diferencia de Barcliff, la supuesta Midtown no usaba uniforme. Lo único que los identificaba eran sacos de color amarillo brillante con la insignia de su escuela, y en comparación a nosotros, ellos eran más.

No supe con exactitud en qué momento sucedió, pero acabé observando minuciosamente a un par de amigos que se reían entre sí. El primero era bajito, robusto, de piel oscura y un llamativo sombrero de pescador sobre su cabeza; su compañero era más alto, con la tez blanca y el cabello castaño desordenado. Este último tenía una figura de acción de Star Wars en su mano derecha, y de eso se estaba riendo. Por algún motivo que no pude alcanzar, la escena llamó mi atención.

Y como si el castaño hubiera estado escuchando mis pensamientos, alzó la cabeza sin dejar de reír... pero se me quedó mirando. Le sostuve la mirada.

—¿Señorita Vera? —oí que me llamaron.

Volví el cuerpo hacia la derecha y me encontré de frente con un hombre de elegante traje negro y educada sonrisa. En sus manos llevaba una cajita de color dorado con un lazo azul en la parte de arriba, perfectamente acomodado.

Fruncí el ceño.

—Perdón, ¿lo conozco?

—Oh, no, no. Soy un viejo amigo de su padre —su sonrisa se ensanchó—. Sólo quería que usted le entregara este regalo al Capitán Rogers, señorita. Dígale que es de parte de Brock Rumlow.

Antes de que pudiera responderle algo, el hombre de traje me aventó la caja dorada y no tuve más remedio que atraparla. Su sonrisa no desapareció cuando giró sobre sus talones y emprendió camino lejos de la fila.

Si tener padres superhéroes me había enseñado algo, era que siempre debía estar alerta. Sin embargo, había crecido con una inusitada sensación de seguridad que me había orillado a confiar demasiado en lo que me rodeaba. Nunca pensaba que pudiera pasarme algo en la escuela, o cuando me quedaba con la niñera, mucho menos si salía a comprar pizza. Porque si había peligro, mamá me sacaba de allí; y si había algo demasiado sospechoso, papá se encargaba. La verdad era que nunca tuve que enfrentarme a nada sola, a nada más que mis problemas de adolescente.

Jamás me dije: ¿qué pasa si estoy sola...? Porque realmente nunca me vi en esa situación y mucho menos la idealicé. En mi retorcida cabecita siempre existió la creencia de que no importaba qué pasara, alguien acabaría por salvarme. Podría ser mamá, o papá, incluso mis tíos o mi irritante padrino. ¿Y por qué pensaba eso? Porque siempre me dijeron que yo no tendría que luchar, que ellos ya estaban haciendo ese trabajo, y yo era sólo una niña.

Bueno, las lecciones más importantes se aprenden de la manera más difícil. Y aquí va la primera.

Al mismo que tiempo que observaba al hombre desconocido desaparecer entre el estudiantado, mi primera reacción fue salirme de la fila y luego volver el rostro hacia la entrada. Tan pronto como lo hice, fui testigo de un grupo de hombres (vestidos de la misma extraña manera), que entró para abrirse paso en el vestíbulo. Y luego, todo pasó muy rápido. Algo resonó en el interior de la caja.

Tic, tac, tic, tac...

Sentí un empujón que me hizo tambalearme, para darme cuenta un segundo más tarde que la fila de estudiantes había comenzado a correr hacia el otro lado. Después se escuchó un grito ensordecedor y el sonido del seguro de un arma siendo quitado inundó el vestíbulo, para que seguidamente un tiroteo se desatara en la planta baja. Allí lo comprendí.

Cuando me di cuenta que el misterioso regalo que sostenía entre mis manos era nada más y nada menos que una bomba, me moví con una insoportable lentitud. Arrastré los pies sobre el pulcro suelo de mármol y avancé con los brazos estirados hacia adelante sin soltar la caja, procurando no hacer ningún movimiento brusco y evitando cualquier contacto con las  personas que corrían a mi alrededor. El sonido de las balas me hacía cerrar los ojos por segundos, pero luego debía abrirlos de nuevo para verificar por donde estaba caminando. Estaba a punto de llegar a la ventana más alejada del pasillo cuando alguien me gritó:

—¿¡A dónde vas con eso!?

Me quedé pasmada cuando el muchacho castaño que hace momentos yo estaba observando apareció en mi camino. Se veía agitado, pues su pecho subía y bajaba irregularmente y en su rostro había una peculiar muestra de exasperación.

Volví el rostro cuando contesté.

—Lo llevo al lugar más alejado de los civiles.

—¡Eso está haciendo tic, tac! —volvió a exclamar con obviedad.

—Obviamente, Sherlock —resoplé—. Papá dice que en estas situaciones debe llevarse lo más lejos de las personas, para que pueda detonar sin causar daño. Claro que él y mamá lo harían muchísimo más rápido, y seguro que a mamá no le pasaría nada si le explota la bomba encima. Bueno, hago lo que puedo, eh, porque nadie más está haciendo nada.

El castaño dio una vuelta sobre sí mismo de manera frenética.

—¡Ábrelo! —exclamó—. ¡Ábrelo, a ver si hay un cable que podamos cortar!

Al principio no estuve muy segura de hacerle caso, pero por alguna razón terminé haciéndolo.

Con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco, me agaché con la caja hasta que ésta tocó el piso. Haciendo uso de toda la precaución que podía haber en mi sistema, desaté el lazo que adornaba la parte superior de la caja para después quitar la tapa de la misma. Inevitablemente cerré los ojos en el proceso, esperando un golpe o algo que echara chispas... pero nada de eso pasó.

—¡Es un temporizador! —suspiró el castaño, con evidente alivio—. No hay nada más.

Fruncí el ceño en dirección al reloj.

—Si esto no es la bomba, entonces, ¿dónde está?

¿Alguna vez han hecho una pregunta muy estúpida que acaba por explotarles en la cara? Pues de manera muy literal, esa pregunta me explotó en la cara. Y voy a aclarar algo de lo que tiempo después me enteré y en ese momento no sabía: el castaño que me estaba acompañando se había largado incluso antes de que yo hiciera la pregunta. ¿A dónde se fue y cómo desapareció tan rápido? La respuesta es una muy interesante que luego les voy a contar.

Tres cosas sucedieron en el momento que solté la pregunta:

La primera tuvo lugar en el vestíbulo dónde resonaban las balas y los gritos desesperados. Allí se escuchó cómo volaba algo, y lo siguiente fueron más y más gritos. La segunda se suscitó en el piso de arriba, donde pude apreciar con suma lucidez unos golpes, como si alguien estuviera peleando. Y la tercera sucedió justo frente a mí.

—Hagamos esto rápido, ¿te parece?

Un descomunal despliegue de emociones me traspasó en un segundo. Tan pronto como vi el par de piernas delante de mí, levanté los ojos para ver de quién se trataba. Me sentí sorprendida por un instante prácticamente efímero, pero esa sensación se vio suprimida con suma ferocidad por algo mucho más grande: el miedo. Mientras mi vista seguía subiendo, detallando la figura que delante de mí se encontraba, una ola de horror me azotó la garganta y la boca del estómago. Pero en medio de todo ese lúcido torbellino, hice el reconocimiento.

—Yo te conozco —repuse en medio de un jadeo, a lo que él hombre me sonrió—. Eres el mismo que trató de secuestrarme en Washington.

El hombre, que respondía al nombre de James Fisher, esbozó una tenue sonrisa. Perteneciente al grupo de HYDRA infiltrado en S.H.I.E.L.D. de hace dos años, con tremendos cabos sueltos en su relación con mis padres y mano derecha de un hombre al que mi mamá no le caía muy bien. Pero qué cosa más bonita. Juraba que la misión «Matemos a Vera para hacer que Victoria Clare se enoje» había acabado junto con S.H.I.E.L.D, pero al parecer no.

Mi mamá se iba a enojar tanto.

Aún estaba de cuclillas en el suelo cuando volvió a hablar.

—Excelente memoria, Vera, pero me temo que no es una visita de cortesía —comentó—. Este es un regalo para Rogers.









[NOTA ORIGINAL, 2018]

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N/A: Crossbones jodiendo la vida de Steve y Victoria since 2014

¡Oficialmente le damos inicio a Moondust amiguis! Y hemos empezado fuerte, ¿listxs para todo lo nuevo que se viene?

Estoy súper emocionada con esta nueva versión en serio kaksksksj omg, lo único que no he cambiado es la relación entre Lauren y Vera bc it's iconic😂
Also le damos la bienvenida a Logan Hale a esta aventura🙆

Ahí estuvo Peter 👀, pero en el siguiente veremos más de nuestro amigo y vecino Hombre Araña🕸

Cuéntenme, ¿les ha gustado el capítulo uno? ¡Espero ansiosa poder leer sus comentarios!

Nos leemos prontito amores 😏

Peters virtuales para todes 💚


Ashly se despide xx







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