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v. dementors in the train




. capítulo cinco
DEMENTORES EN EL TREN
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Quizá tenía fuerza para empujar a su hermano a un costado cuando ambos iban a por la última galleta encima del plato, o cuando debíó plantarle un puñetazo a su primo para ponerlo en su lugar, quizá incluso poseía la suficiente brutalidad para intimidar a su tío de vez en cuando, pero Marnie Potter no tenía fuerza para una cosa: llevar su baúl.
Había tenido el mismo problema desde primer año. Su carrito parecía desviarse hacia todos lados, sin importar la fuerza y concentración que pusiera para mantener al objeto con ruedas yendo en una misma dirección.

Y allí, en medio de la estación, con su carrito queriendo descarrilarse y deteniéndose de vez en cuando como si tuviera vida propia, Marnie Potter portaba un semblante combinado entre el cansancio y la exasperación.
Desde que se enteró de que Sirius Black había escapado de Azkaban, no dejó de sentir un horrible escalofrío recorriéndole la espina dorsal cada vez que alguien mencionaba su nombre. Ni siquiera pudo dormir durante noche previa al primero de septiembre, más que nada por la sugestión. Para Harry había dejado de ser gracioso ver a su gemela caer de su cama durante la madrugada en cuanto la escuchó gritar por auxilio, en medio de otra pesadilla.

¿Cómo es posible que alguien le tema a una persona que ni siquiera conoce? Pensó el azabache. Pero después recordó que más del ochenta por ciento de la población mágica le temía a Lord Morty, como él y Marnie se habían puesto de acuerdo en llamarlo para no tenerle tanto miedo.
Algo irónico.
La pelinegra se hartó y paró su carrito tan solo unos metros del muro que los llevaría al andén 9¾. Los Weasley también se detuvieron. Marnie apoyo su cabeza sobre la barra sobre la que colocaba sus manos para darle impulso al carrito, cerrando sus ojos e el proceso. No había dormido, seguía teniendo miedo, un poco de frío por haber olvidado ponerse su saco azul y encima su carrito parecía querer escapar de ella en cada oportunidad que se le presentaba. Marnie se había quedado sin paciencia, y sin fuerzas para empujar ese tonto carrito que ni siquiera había pedido. ¡Ella quería uno plateado, no negro, maldita sea!

Molly se acercó rápidamente a la mestiza y puso una mano sobre su hombro, agachándose un poco para ver a la chica, algo difícil puesto que su cabello oscuro le caía por la cara, tapando la poca visibilidad que Molly tenía de su rostro cansado.

—¿Te encuentras bien? ¿Quieres un poco de esas sodas muggle? —le preguntó la mujer de cabellos rojizos.

Marnie tardó en darse cuenta de que le estaba hablando a ella. La Ravenclaw despegó la frente de la barra y levantó un poco la cabeza, haciendo una mueca al sentir la luz nuevamente en su cara. Potter asintió, sin muchos ánimos.

—¿Podrías darme una Pepsi, Molly? —le pidió por lo bajo.

Harry frunció el ceño. Por la distancia, no se hallaba muy seguro de que lo había escuchado murmurar a su melliza, pero su instinto de gemelo le decía que Marnie pidió una Pepsi.
El azabache abandonó su carrito, haciendo que Hedwig aletée sobresaltado en el interior de su jaula.

—¿Te sientes bien? —preguntó a la mareada chica, agachándose un poco para mirarla a los ojos.

Lucía muy cansada.

—Solo quiero una Pepsi... —murmuró como pudo.

Eemm... Una pregunta —Fred se apareció en el campo de visión de los hermanos—. ¿De dónde sacamos esas sodas mágicas?

—Ve con ellos —dijo Marnie a Harry.

El azabache asintió y se enderezó.

—Yo iré por tu Pepsi, tranquila.

Besó la frente de la Ravenclaw rápidamente y giró sobre sus talones, caminando en dirección a la esquina más próxima de la estación. Allí siempre estaba al menos una máquina expendedora. En cuanto Harry se detuvo frente a una, sacó un euro del bolsillo de su saco y lo introdujo en la ranura donde se colacaban los billetes. Presionó la combinación correspondiente a la Pepsi y una lata cayó. Harry la tomó y se apresuró a regresar con Marnie.

Y si oyes a un bebé llorando en la madrugada ¡huye! porque aquí no hay bebéeeees —cantó George, quien parecía querer subirle el ánimo a la pelinegra.

Marnie soltó una risita. La canción había sido extraña, pero divertida.
Harry llegó, un poco agitado y confundido por la pequeña parte de la canción.

—... Aquí está tu Pepsi —extendió la lata azul hacia la ojiazul sentada sobre una de sus maletas. Ella la tomó entre sus manos, la abrió y le dio un sorbo largo.

—¿Quieres otra canción? Bien, aquí voy. Una vez jugué al Veo-Veo con mi amigo el cieg-

—¡George! —lo regaño Molly, mirándolo con el ceño fruncido.

Marnie volvió a reír. Harry apretó los labios, cuestionándose la salud mental de los gemelos Weasley.

—¿Te sientes mejor?

—Un poco.

—¿Lo suficiente como para oír otra canción?

—¡Ya basta ustedes dos! —se oyó la voz de Ginny, que estaba a solo unos metros de los gemelos y los Potter.

—¿Crees poder caminar hasta la estación? —le preguntó Harry.

—Sí.

Marnie se levantó de encima de su maleta, sosteniendo la lata con Pepsi en una mano mientras que con la otra tomaba la maleta.

—¿Cómo puedes dejar que tu hermana anémica acomode sus cosas ella sola? —preguntó Ginny a Harry, el cual se sorprendió al verla venir hacia él con notoria molestia en su cara.

—P-pero...

—Pero nada —la pelirroja lo interrumpió, empujándolo levemente con el hombro para quitarlo del camino.

—Discúlpalo, sus padres no le enseñaron modales —bromeó Marnie.

Su mellizo la miró mal.

—Es un chiste, Hazza.



















—¿Por qué nunca podemos encontrar un compartimiento vacío? —preguntó Ron de mala gana.

—Si tan solo dejaras de quejarte... —Hermione puso los ojos en blanco.

—Como si no quejarme fuera a resolver todos nuestros problemas.

—Te ahorraría un puñetazo —le dijo Marnie, que todavía tenía su lata en la mano.

Oooh, agarren sus sombreros, la anémica va a golpearme.

—¿Te das cuenta de que eres un idiota?

—Lo siento, pero tendremos que dejar esta discusión aquí. No me gusta enfrentarme a discapacitados.

—¡Ron/Ronald! —Harry y Hermione exclamaron al mismo tiempo, observando al pelirrojo con enojo.

—Aquí hay un compartimiento vacío. Métanse antes de que alguien más lo reclame —avisó la Ravenclaw del grupo.

Los cuatro ingresaron al compartimiento y trabaron la puerta.
Harry hizo un gesto de confusión en cuanto vio hacia la esquina.

—¿No dijiste que estaba vacío?

—... En teoría no hay nadie.

Los dos se quedaron mirando al hombre que dormía en una esquina, tapado hasta los ojos. A su lado se hallaba un maletín. Marnie no llegó a leer lo que decía puesto que necesitaba lentes.

Ron se dejó caer cerca de la ventana, echando su cabeza hacia atrás.
Marnie bufó y se sentó frente a él, sacando de su mochila un libro de Astronomía.

—¿Vas a leer? ¿Es una broma? —Weasley elevó una ceja.

—¿Ya déjame, si? —le pidió la chica pelinegra.

—Deja ese libro. Mejor juguemos a identificar las plantas que hay en el saco de Harry —propuso el ojiazul.

La mestiza y el sangre pura rieron, girando el cuello para mirar al chico del que se burlaban.
Harry, a un costado, acomodaba su mochila.

—¿Qué? —preguntó al notar que él era el causante de las risas.

—¿De dónde sacaste ese saco? —lo cuestionó su amigo, señalando la prenda que tenía detalles de flores en las mangas y los bordes.

Harry cerró los ojos y volvió a apretar los labios.

—Marnie, ¿volviste a bordar mi ropa?

Ron lanzó una fuerte carcajada. Hermione sonrió, evitando reír.
Marnie se atragantó con la Pepsi.

—¡Es la última vez que te dejo al cuidado de mi ropa, Ravenna! —le avisó, señalandola con un dedo mientras trataba de esconder las flores en las mangas.




















Las horas pasaron. En cierto punto del viaje, Hermione comenzó a hablar con Harry acerca de Sirius Black, preguntándole si sabía algo más al respecto. Marnie, demasiado asustada y conmocionada por la situación, prefirió hacer oídos sordos antes de que la nacida de muggles quisiera preguntarle algo a ella. Lo cierto es que Marnie sentía demasiado miedo.
¿Cómo podría no tenerlo si un asesino suelto parece estar detrás de ella y su hermano?
La pelinegra se quedó dormida poco después, con la cabeza recostada contra la ventanilla del compartimiento, en una posición poco favorable para su cuello.

Desde su asiento, Harry miraba a su hermana con preocupación. Marnie era muy inteligente, pero el miedo casi siempre lograba dominarla. El que Sirius Black haya escapado de Azkaban ya era motivo suficiente para dormir con un ojo abierto, pero la suposición de que el hombre se fugó para asesinarlo a él y a su melliza solo empeoraba las cosas. Desde que Marnie se enteró de la existencia de Black durante su viaje en el Autobús Noctámbulo, Harry notó cierto aumento del estrés en ella. La noche en que llegaron al Caldero Chorreante recuerda haberse dormido antes que ella y que, al despertar, la pelinegra seguía en la misma posición que cuando él se durmió.

—¿Está muy asustada, verdad?

El azabache asintió a la pregunta que le hizo Hermione. La castaña hizo un mohín.

—Creo que lo mejor sería despertarla y decirle que cambie de posición. Podría lastimarse el cuel-

Un fuerte sacudón hizo que la oración de Granger quedara inconclusa. Las luces del compartimiento titilaron.
Entre leves quejidos, Marnie abrió los ojos de a poco, sintiendo que el cuello le dolía. Llevó una mano a la zona afectada, muy concentrada en su molestia para darse cuenta de lo que estaba sucediendo a su alrededor.

—¿¡Qué fue eso!? —farfulló Ron, pegándose lo más que pudo al asiento.

Otro sacudón más.

Marnie dejó escapar un suspiro de sorpresa por el violento movimiento.
Rápidamente sus manos se aferraron al borde del asiento, no dudó en pegarse al respaldo. Miró por la ventana, confundida. No vio nada. El vidrio estaba demasiado empañado.

Otro sacudón.

Las luces se apagaron.

El frío parecía ser más crudo a cada segundo que pasaba.

Harry tomó su mano, acercandola a él.

—Cuando dije que quería un viaje movido definitivamente no me refería a esto —balbuceó Marnie.

El frío se apoderó por completo del tren. Marnie soltó la mano de su mellizo y se abrazó a sí misma, notando el aire helado que emanaba su nariz y su boca entreabierta.
Una extraña figura se asomó en la entrada del compartimiento, no llegando a ser reconocida por ninguno. No se asemejaba a ninguna criatura de que la hubieran oído hablar antes.

Marnie apenas pudo procesar lo que sucedió a continuación.

Algo oscuro y encapuchado entrando al compartimiento.

Un grito femenino comenzando a elevarse, retumbando en sus oídos.

Una horrible sensación de vacío en su pecho.

Oscuridad.

Y otro grito.


















━━━AUTHOR'S NOTE: yyy seguimos uwu. perdón por haber dejado esto abandonado tanto tiempo xd

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